
En el mensaje anterior vimos lo relacionado con la palabra griega traducida “por amor de” y “por”, la cual se repite tres veces en Filipenses 3:7 y 8. Por amor de Cristo, Pablo estimaba como pérdida todas las cosas que anteriormente consideraba como ganancia; por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús el Señor, él estimaba como pérdida todas las cosas; y por amor de Cristo Jesús el Señor, él lo había perdido todo y lo tenía por basura. Esto está en contraste con las tres veces en que se repite la frase “en cuanto a” en los versículos 5 y 6: en cuanto a la ley, en cuanto a celo y en cuanto a la justicia que es en la ley.
En estas tres veces en que se repite la palabra griega traducida “por amor de” y “por” vemos que una causa produce un efecto. Por amor de Cristo, Pablo estimaba como pérdida todas las cosas que para él eran ganancia, las cuales tenían que ver con asuntos religiosos y con su nacimiento natural. Por la excelencia del conocimiento de Cristo, él estimaba todas las cosas como pérdida. Además, por amor de Cristo Jesús el Señor, él lo había perdido todo. Por amor de Cristo, quien es una persona todo-inclusiva, Pablo dejó y abandonó todo.
Nos debe impresionar lo todo-inclusivo que Cristo es. El Evangelio de Juan nos revela que Cristo es Dios, que Él es el Creador, que en Él está la vida y que esta vida es la luz de los hombres (1:1-4). Un día, Él, quien es el Verbo, se hizo carne, lleno de gracia y de realidad (v. 14). Según Colosenses, Cristo es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación, y Aquel en quien fueron creadas todas las cosas y en quien todas ellas se conservan unidas (1:15-17). Cristo hace que todo el universo se mantenga unido en Sí mismo. Además, Hebreos 1:3 dice que Él sustenta o sostiene todas las cosas con la palabra de Su poder. Por ejemplo, el planeta tierra no está ni demasiado cerca del sol ni demasiado lejos de él. Si la tierra estuviera muy cerca, se quemaría, y si estuviera demasiado lejos, se congelaría. Así que, el Señor Jesucristo se encarga de mantener la tierra en la posición adecuada con respecto al sol. El mismo Cristo que hace esto es también nuestra vida. Si Él puede regular la tierra y el sol, entonces indudablemente también puede regularnos a nosotros y nuestra relación con nuestro esposo o esposa. El Cristo que sustenta el universo y en quien todas las cosas se conservan unidas, sostiene la relación entre el esposo y su esposa. La razón por la cual muchos matrimonios acaban en divorcio es que las parejas son como dos radios de una misma rueda que carecen del eje. ¡Aleluya, porque el Cristo todo-inclusivo es nuestro eje!
Colosenses 1:18 añade diciendo que Cristo es el Primogénito de entre los muertos, lo cual indica que Él no es únicamente el Primogénito en la creación, sino también el Primogénito en resurrección. Él es el Primogénito tanto de la vieja creación como de la nueva creación. Por lo tanto, Él es la Cabeza de la iglesia. Colosenses también revela que agradó al Padre que toda la plenitud habitara en Cristo (v. 19).
Muchos de los que hablan acerca de Cristo lo hacen de modo superficial y muy a la ligera. Cristo es ilimitado. Necesitamos obtener la excelencia del conocimiento de este Cristo ilimitado, quien es nuestro Señor. Por amor de esta persona, Cristo Jesús el Señor, el apóstol Pablo lo perdió todo. Ésta era la causa. Sin embargo, el efecto que produjo esta causa fue que Pablo ganó a Cristo. Por amor de Cristo, él lo perdió todo a fin de ganar a Cristo.
¿Qué significa ganar a Cristo? Según el griego, la forma sustantivada del verbo ganar se halla en el versículo 7, mientras que el verbo se halla en el versículo 8. Por esta razón, Darby traduce el versículo 8 así: “A fin de obtener a Cristo como ganancia”. Ganar a Cristo significa obtenerle como ganancia. Así que Pablo parecía decir: “En el pasado, había muchas cosas religiosas que eran ganancia para mí. Asimismo, consideraba ganancia los derechos y privilegios que tenía por virtud de mi nacimiento. Pero por la excelencia del conocimiento de Cristo, he abandonado todas esas cosas que eran ganancia para mí, a fin de obtener a Cristo como mi ganancia”. Esta ganancia se recibe por revelación. Por lo tanto, necesitamos que los velos nos sean quitados para ver a Cristo en los diferentes libros del Nuevo Testamento: en Juan, Romanos, Colosenses, Hebreos y Apocalipsis. Necesitamos ver que Cristo es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos (Ro. 9:5). No obstante, no vemos a Cristo simplemente por el hecho de verle; le vemos a fin de ganarle. Después que vemos a Cristo, necesitamos ganarle.
Usemos el ejemplo de hacer compras en el supermercado. Aunque en el supermercado usted ve muchas cosas, no necesariamente significa que por el hecho de verlas ya son suyas. A fin de que sean suyas, usted tiene que pagar un precio. Sin duda alguna, todos hemos visto algo de Cristo; sin embargo, ahora tenemos que pagar el precio a fin de obtener lo que hemos visto. Es por ello que en el versículo 8 Pablo habla de la excelencia del conocimiento de Cristo y luego al final de este versículo dice: “Para ganar a Cristo”. Ver los diferentes aspectos relacionados con Cristo nos lleva a ganarle. Sin embargo, el simple hecho de ver todos estos aspectos probablemente no nos cueste nada, ya que ver algo no necesariamente implica que hemos pagado el precio para obtenerlo. Sin embargo, verlo sí nos lleva a ganarlo. A fin de obtener lo que hemos visto, tenemos que pagar un precio. Pablo no sólo vio la excelencia del conocimiento de Cristo, sino que también pagó el precio para obtenerlo. Por amor de Cristo, él lo perdió todo. Esto indica que pagó el precio. Así que, en Filipenses 3 Pablo parecía decir: “No sólo he estimado todas las cosas como pérdida sino que además lo he perdido todo para ganar a Cristo”. Mi carga en este mensaje consiste en ayudarles a ver a Cristo, y sobre todo, a ganar a Cristo. Una cosa es ver a Cristo, y otra, ganarle.
Si queremos ganar a Cristo no debemos simplemente salir a “mirar vitrinas”. Cuando la gente sale solamente con la intención de mirar vitrinas, miran los artículos pero no los compran. En la vida de iglesia hay ciertos hermanos y hermanas que asisten a las reuniones de esta manera. Disfrutan los mensajes que escuchan, pero no pagan el precio para ganar a Cristo. Pagar el precio equivale a perderlo todo. En primer lugar, Pablo estimaba como pérdida todas las cosas religiosas y todo lo que provenía de su nacimiento natural, los cuales él había considerado ganancia, y luego estimó como pérdida todas las cosas y lo perdió todo. Él hizo esto a fin de ganar al Cristo que había visto. Muchas veces me ha pasado que después de haber gastado una considerable suma de dinero por cierto artículo, empezaba a lamentarme en casa por el precio que había pagado. Sin embargo, después que consideraba el artículo y me daba cuenta de su excelencia, no me importaba el precio que había pagado. Ésta es la razón por la cual Pablo, después de decir que lo había perdido todo, dijo además que lo tenía por basura. Lo que él tuvo que pagar para obtener a Cristo no era otra cosa que estiércol, comida de perros, basura, desechos, desperdicios. Por ello, él no se lamentó en absoluto por el precio que pagó.
Después de dedicar mucho tiempo a Filipenses 3, creo que finalmente he llegado a conocer el espíritu de Pablo en este capítulo. Pablo lo había perdido todo y lo tenía por basura para ganar a Cristo. Incluso esto es una ganancia que se obtiene por revelación. Si una hermana compra comida en el supermercado, la lleva a su casa y luego la pone en la nevera, en realidad aún no la tiene. Para tener la realidad de la comida ella debe cocinarla y luego comérsela junto con su familia. Por ejemplo, el proceso que hay que seguir para que el pollo entre en mí no es un proceso sencillo, pues primero mi esposa tiene que ir al mercado, comprar el pollo, traerlo a casa y cocinarlo. Después de esto, yo tengo que comérmelo. Lo que deseo mostrarles con este ejemplo es que es posible que veamos algo y paguemos el precio para obtenerlo pero en realidad no lo ganemos aún porque no lo hemos recibido en nuestro ser. Es por ello que después de hablarnos de ganar a Cristo, Pablo dijo: “Ser hallado en Él” (v. 9). Por consiguiente, una cosa es ver a Cristo, otra es ganarle, y otra diferente es ser hallados en Cristo.
Antes de abordar el asunto de ser hallados en Cristo, quisiera resaltar un poco más la necesidad de ganarlo. Me preocupa que muchos de nosotros hayamos visto algo de Cristo, pero no hayamos ganado mucho de Él. Aquí, en Filipenses 3, ganar a Cristo significa recibir a Cristo por revelación. En Gálatas 1 Pablo dijo que a Dios le agradó revelar a Su Hijo en él. Aunque a Dios le agrada revelar a Cristo en nosotros, aún es necesario que nosotros paguemos un precio para recibir a Cristo. Es por ello que Pablo tuvo el denuedo de decir que lo había perdido todo. Para Saulo de Tarso, fue algo muy significativo recibir de parte de Dios la revelación en cuanto a Cristo. Pablo había sido un líder en la religión judía, había obtenido cierta fama y era muy celoso. En aquella religión había muchas cosas que él consideraba ganancia. Pero de repente, Dios intervino para sacarlo de su comodidad y pareció decirle: “¿Saulo, qué estás haciendo? Sé que has llegado a la cúspide de la religión, que eres celoso y que has obtenido cierta fama. Pero Yo he venido para mostrarte algo mejor. Saulo, lo que tú tienes no es más que comida de perros”. No fue fácil para Saulo abandonar su posición en el judaísmo y tomar otro camino.
Me preocupan aquellos de ustedes que simplemente asisten a las reuniones, escuchan los mensajes y leen los materiales impresos. Es posible que ustedes hayan visto algo de Cristo, pero aún no hayan pagado el precio para ganar lo que han visto. Pablo recibió la excelencia del conocimiento de Cristo, y lo perdió todo, con lo cual pagó el precio para obtener lo que vio. Él pagó y ganó; pero eso no era todo, pues él aún deseaba ser hallado en Cristo.
Ser hallado en Cristo realmente significa vivir en Cristo. Los ángeles nos observan continuamente y también las personas que están a nuestro alrededor. Ellos observaban a Pablo para ver de qué manera vivía. Él anteriormente había estado en el judaísmo, pero ahora estaba en Cristo. Antes era celoso en cuanto a la ley, pero ahora ardía por causa de Cristo. Pablo sabía que tanto los ángeles como los judaizantes lo observaban. Por esta razón, dijo que quería ganar a Cristo y ser hallado en Él. Él deseaba que los ángeles, los judaizantes y todos los que estaban a su alrededor vieran que él era una persona que vivía en Cristo, es decir, que no sólo ganaba a Cristo sino que era hallado en Él. Pablo vio a Cristo y pagó el precio para ganarlo. Además, él vivió por Cristo y en Cristo. Él era un hombre en Cristo (2 Co. 12:2). Día a día y hora tras hora, Pablo vivía en Cristo. Fue por ello que tuvo el denuedo de decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). En cualquier momento, Pablo podía ser hallado en Cristo. Si nosotros le hubiésemos preguntado a Timoteo o a Tito, ellos nos habrían dicho que siempre hallaban a Pablo en Cristo. Supongamos que después de dar este mensaje yo me fuera a casa y me fumara una pipa. Si me encontraran haciendo esto, no me hallarían en Cristo sino en mi hábito de fumar. Lo mismo sucedería si me enojara con mi esposa, contara chismes de los santos o criticara las reuniones. En tal caso no me hallaría en Cristo sino en el acto de enojarme, de propagar chismes o de criticar.
Este asunto de ser hallado en Cristo no es simplemente teología, sino que es una experiencia práctica de Cristo. En primer lugar, necesitamos recibir la revelación de la excelencia del conocimiento de Cristo. En segundo lugar, debemos pagar el precio para ganar a Cristo. Tercero, debemos vivir en Cristo, permanecer en Cristo, alojarnos en Cristo, hablar en Cristo, actuar en Cristo y proceder en Cristo. Todo nuestro ser debe hallarse sumergido en Cristo. Entonces cada vez que un ángel o un santo se encuentre con nosotros, nos hallará en Cristo. El hecho de que seamos hallados en Cristo sorprenderá a los demonios y espantará al diablo. ¡Oh, que podamos ganar a Cristo y ser hallados en Él! Ser hallados en Cristo no es algo que se hace una vez y para siempre, sino que es algo que debemos practicar cada día y a cada hora. Si los hombres no saben dónde estamos, al menos los ángeles deben saberlo. Los demás quizás no puedan vernos, pero los ángeles saben si estamos o no en Cristo. Es preciso que los ojos de los ángeles que nos observan día a día y hora tras hora, nos hallen en Cristo. ¿Dónde vivimos, trabajamos y existimos? Es necesario que los ángeles, nuestro esposo o esposa y los hermanos y hermanas de la iglesia nos hallen en Cristo. Éste es un asunto muy serio.
Hoy en día lo que cuenta no es la ley, las normas ni cierto estilo de vida; antes bien, lo único que cuenta es Cristo. ¿Ha visto usted a Cristo? ¿Lo ha ganado? ¿Los hombres y los ángeles lo hallan a usted en Cristo? En nuestra vida diaria debemos poder declarar que para nosotros el vivir es Cristo.
En el versículo 9 Pablo también dice lo siguiente: “No teniendo mi propia justicia”. Esta frase modifica la palabra “hallado”. Necesitamos ser hallados en Cristo en una condición en la cual no tenemos nuestra propia justicia, que es por la ley, sino la justicia que se obtiene por la fe de Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe. Pablo no tenía su propia justicia, sino la justicia de Dios. La justicia se refiere a un modo de vivir recto y apropiado, a una vida que es correcta. Los ángeles y todos los que estaban alrededor de Pablo, lo hallaban a él en una condición en la que tenía un vivir recto e íntegro que no procedía de sí mismo sino de Dios. Esto significa que Dios se expresaba en el vivir de Pablo. Mientras Pablo estaba en Cristo, es decir, mientras tenía su ser sumergido en Cristo y procedía, andaba y lo hacía todo en Cristo, él manifestaba a Dios en su vivir. Por consiguiente, Dios se expresaba a través del vivir recto e íntegro de Pablo. El vivir de Pablo no era su comportamiento sino que era Dios mismo.
Doctrinalmente es difícil saber si la justicia de un hermano es la suya o si es la expresión de Dios. Sin embargo, es bastante fácil reconocer esto por el “olor” que despide su justicia. Es con nuestro olfato, no con el sentido de la vista, que podemos discernir un olor agradable de uno desagradable. Por ejemplo, es posible que cierta clase de amor despida un olor que nos hace sentir náuseas. Esta clase de amor no solamente es natural y humano, sino que es un amor carnal. Aunque es amor, tiene un olor que da náuseas. En otros casos podemos oler un amor que es celestial, fresco, puro, dulce y divino. Esta clase de amor es la expresión del amor de Dios; es el Dios de amor expresado a través de Sus hijos. Ésta es la justicia que procede de Dios y que se basa en la fe.
La justicia que se basa en la fe está condicionada por la fe. No la obtenemos por medio de nuestro propio esfuerzo, lucha o empeño; sino que la obtenemos simplemente por medio de la fe de Cristo. Por lo tanto, no necesitamos luchar, esforzarnos ni poner ningún empeño. Lo único que tenemos que hacer es ganar a Cristo, vivir en Él e incluso descansar en Él. Cristo es mi fe. Yo fui crucificado juntamente con Cristo, Cristo vive en mí y la vida que ahora vivo, la vivo por la fe de Cristo (Gá. 2:20). Mi vivir hoy está condicionado por la fe de Cristo. Se basa en la fe de Cristo, no en una fe producida por mí mismo. Por lo tanto, Cristo no sólo es mi vida, sino también mi fe. Por la fe, yo me repudio a mí mismo y tomo a Cristo como mi vida. Debido a que no confío en mi carne, la rechazo, tomo a Cristo por fe y vivo por Él. Así, espontáneamente, Dios se manifiesta en mi vivir, se manifiesta por medio de mí y se expresa desde mi interior. Dicho vivir es un vivir apropiado y recto.
Este tipo de vivir no es conforme a la ley sino que es un vivir que procede de Dios, puesto que es Dios mismo expresado por medio de nosotros. Dado que la mayoría de los cristianos de hoy no ha visto esto, ellos viven en otra esfera, en otro ámbito. Pero nosotros estamos en la esfera de Cristo, expresando a Dios desde nuestro interior. Para ello, no necesitamos comportarnos de cierta manera ni tampoco luchar, sino simplemente descansar. Lo único que necesitamos es descansar en Él, descansar en nuestro Señor, quien es nuestra vida y nuestra fe. De esta manera nosotros expresamos a Dios en nuestro vivir, un vivir que es recto e íntegro. Ésta es la justicia procedente de Dios basada en la fe. ¡Oh, que todos seamos hallados en Cristo en esta condición! Día a día, los ángeles y todos los que están a nuestro alrededor tienen que hallarnos en esta condición. Debemos poder decir: “Ángeles, miren a los cristianos que están en el recobro del Señor. Ellos están en una condición en la que Dios se expresa por medio de su vivir. A ellos no les interesa tener un buen comportamiento o una buena conducta; lo único que les interesa es tomar a Cristo como su vida. Ellos siempre toman a Cristo como vida y descansan en Él. Por eso cada vez que ustedes los ven, los hallan en Cristo en una condición en la que Dios se expresa en su vivir”. Ésta es la vida de iglesia apropiada que tiene un testimonio viviente. Esto es lo que el Señor desea hoy. ¡Oh, que podamos ganar a Cristo y ser hallados en Él, no teniendo nuestra propia justicia que es por la ley, sino la justicia que se obtiene por medio de la fe de Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe! ¡Oh, que ganemos a Cristo y seamos hallados en Él en tal condición!