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Mensajes del libro «Experiencia que tenemos de Cristo, La»
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CAPÍTULO QUINCE

CONOCER EL PODER DE SU RESURRECCIÓN

  En este mensaje continuaremos examinando Filipenses 3:10, uno de los versículos más importantes del Nuevo Testamento. Este versículo habla de cuatro cosas: conocer a Cristo, conocer el poder de Su resurrección, conocer la comunión de Sus padecimientos y ser configurados a Su muerte. Por lo tanto, en este versículo se incluyen estas cuatro cosas: Cristo, el poder de Su resurrección, la comunión en Sus padecimientos y el ser configurados a Su muerte.

  No son muchos los cristianos que tienen un entendimiento apropiado del poder de la resurrección de Cristo ni de la comunión de Sus padecimientos. Muchos incluso saben muy poco de Sus padecimientos, pues sólo saben que Él padeció durante Su crucifixión. Sin embargo, este versículo habla de padecimientos, no de un padecimiento. Conocer a Cristo, conocer el poder de Su resurrección, conocer la comunión de Sus padecimientos y ser configurados a Su muerte, todo ello, está relacionado con nuestra experiencia de Cristo. Si hemos de experimentar a Cristo, debemos conocerle. Conocerlo a Él depende de la medida en que conozcamos el poder de Su resurrección y la comunión de Sus padecimientos. Por consiguiente, conocer el poder de Su resurrección y la comunión de Sus padecimientos es vital a fin de conocerle.

  El Nuevo Testamento revela claramente que la resurrección, sobre todo la resurrección de Cristo, está relacionada con la muerte. Sin la muerte, la resurrección no es necesaria y, por tanto, no tiene la oportunidad de manifestarse. A fin de conocer el poder de la resurrección, es necesario que entremos en una situación de muerte y permanezcamos allí. Puesto que es necesario estar en la muerte a fin de conocer el poder de la resurrección, debemos entender primeramente qué significa estar en la muerte.

UNA VIDA CRUCIFICADA

  Para entender esto, debemos examinar la vida del Señor Jesús tal como se halla escrita en los cuatro Evangelios. Los Evangelios no son simplemente un relato que contiene historias, lecciones, enseñanzas o ejemplos, sino el relato de una persona que es nuestra vida. Según el relato de los Evangelios, Su vida fue una vida crucificada. Cristo no sólo fue crucificado cuando fue puesto en la cruz, sino que aun antes de ello, Él vivió bajo la cruz. En otras palabras, Él continuamente llevó una vida crucificada. Esto significa que Él siempre se entregó a la muerte de cruz a fin de ser terminado. Así pues, Cristo fue continuamente crucificado; sin embargo, Él vivía.

  Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. En este versículo hay tres palabras muy significativas: “ya no [...] mas”. Por consiguiente, Pablo dijo: “He sido crucificado con Cristo, así que ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”. Ser crucificado es ser terminado e inmolado. Aunque Pablo había sido crucificado juntamente con Cristo, él continuaba viviendo; no obstante, no era Pablo quien vivía sino Cristo. Las palabras “ya no [...] mas” es la vida cristiana.

LA NECESIDAD DE DOS VIDAS

  El misterio de la vida cristiana está relacionado con el hecho de que tanto Cristo como nosotros poseemos dos vidas, la vida divina y la vida humana. Cristo era Dios, pero un día se hizo hombre. Como Dios, Él poseía la vida divina; y como hombre, poseía la vida humana. Por lo tanto, Jesús era un Dios-hombre, una persona que poseía la vida divina y la humana. Ahora les pregunto: ¿Era la intención de Dios que Cristo en Su vivir expresara la vida humana o la vida divina? La respuesta es que Dios deseaba que Cristo expresara la vida divina en Su vida humana. Para entender esto, nos ayudará hacer otra pregunta: ¿Era la intención de Dios que Cristo expresara Su humanidad o Su divinidad? La respuesta a esta pregunta es que Dios quería que Cristo expresara la divinidad en Su humanidad por medio de la vida divina. Dios únicamente puede ser expresado mediante la vida divina. Por ejemplo, un gato no puede expresar un pájaro porque un pájaro sólo puede ser expresado mediante la vida de un pájaro. De la misma manera, la vida humana no puede expresar a Dios. Esperar que Dios sea expresado mediante la vida humana es como esperar que un gato pueda expresar un pájaro. Un gato no puede expresar un pájaro porque no posee la vida propia de un pájaro. Asimismo, un hombre no puede expresar a Dios si no posee la vida de Dios. La intención de Dios era que Cristo lo expresara mediante la vida divina. Sin embargo, Dios quiere expresarse en el hombre. Dios no está satisfecho expresándose únicamente en Sí mismo. Dios ama al hombre y desea expresarse en él.

  Una vez más, usemos como ejemplo la relación entre el esposo y la esposa. Todo esposo desea ser expresado, no en sí mismo sino en su esposa. Por lo tanto, el secreto para ser una buena esposa es que ella sea la expresión de su esposo. Por ejemplo, a mí me encanta comer empanadas chinas. Sin embargo, no me gusta decir esto; sino que prefiero que mi esposa lo diga por mí. Eso muestra que yo deseo ser expresado por medio de mi esposa. Si ella no me expresa a mí, yo me siento desilusionado y descontento. Así como un esposo desea expresarse, no en sí mismo, sino en su esposa, también Dios desea expresarse, no en Sí mismo, sino en el hombre. Éste no es un concepto mío, sino un concepto de la Biblia, donde se asemeja la relación entre Dios y el hombre a la relación entre el esposo y la esposa. Las esposas necesitan aprender un secreto: conocer lo que está en el corazón de sus esposos y expresarlo. Si a su esposo le gustan las empanadas chinas, no simplemente les cuente a los demás que a él le gusta esa comida; en vez de ello, diga: “A nosotros nos gustan las empanadas chinas”. Esto complacerá muchísimo a su esposo. Cada vez que mi esposa dice esto, mi corazón salta de gozo. Esto muestra cuánto deseo expresarme por medio de ella. De igual manera, Dios desea expresarse en el hombre.

  A fin de que Dios pueda expresarse en el hombre, se necesitan dos vidas, una vida que lo exprese a Él y otra vida que le sirva de canal para esta expresión. Eso significa que una vida es necesaria para expresar a Dios y otra para ser el canal. Al escuchar esto, algunos dirán: “Eso no es lógico porque expresar es lo mismo que ser el canal, y ser el canal es lo mismo que expresar”. Sin embargo, hay una diferencia aquí; es imposible que la vida humana exprese a Dios, así como es imposible que la vida de un gato exprese un pájaro. Es imposible que la vida del hombre exprese a Dios, así como es imposible que la vida de un gato exprese un pájaro. Únicamente la vida divina, la vida de Dios, puede expresar a Dios. Sin embargo, Dios desea que esta expresión se lleve a cabo en el hombre. Aunque la vida humana no puede expresar a Dios, ella es necesaria para que se lleve a cabo dicha expresión. Como ya hemos mencionado, el Señor Jesús poseía dos vidas: la vida divina y la vida humana. La vida divina expresaba a Dios y la vida humana llevaba a cabo dicha expresión.

  Hemos visto que únicamente la vida divina tiene la capacidad de expresar a Dios. También hemos visto que Dios no quiere expresarse en Sí mismo sino en el hombre. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, todos podían ver que Él era un hombre; pero muy pocos se dieron cuenta de que Dios estaba escondido en Su interior. Dios no quería que Jesús se expresara a Sí mismo, sino que expresara a Dios. Por lo tanto, a fin de que Jesús expresara a Dios, Él tenía que negarse a Su vida humana al entregarla constantemente a la muerte de cruz. En otras palabras, Él tenía que llevar una vida crucificada. Aunque continuamente era crucificado, con todo, Él vivía; mas quien vivía no era Él sino Dios. Mientras Jesús llevaba una vida crucificada, dicha vida le proporcionaba a la vida divina la oportunidad de manifestarse para que Dios fuera expresado. El poder de la resurrección de Cristo necesitaba la muerte que ponía fin a la vida natural de Cristo. El Señor Jesús tuvo que entregar a la muerte Su vida natural. Cuando esto ocurría, entonces la vida divina tenía la oportunidad de actuar. Esto nos muestra el poder de la resurrección de Cristo.

ERRAR EN EL BLANCO

  En cuanto a este asunto del poder de la resurrección de Cristo, como en muchos otros asuntos, muchos cristianos han errado en el blanco. De niño, el rector de la escuela primaria de la denominación bautista del sur, a la cual yo asistía, me enseñó a celebrar la Pascua coloreando huevos. Más tarde, después de que fui salvo y empecé a amar al Señor, me dijeron que celebrara la Pascua asistiendo a un servicio de madrugada. Aunque el cristianismo les enseña a las personas a colorear los huevos de la Pascua o a celebrar servicios de madrugada, no les enseña nada acerca del poder de la resurrección de Cristo. Si conocemos el poder de Su resurrección, cada una de las reuniones de la iglesia será una reunión de resurrección y cada día será un día de resurrección.

NO IMITAR SINO RECIBIR LA IMPARTICIÓN

  ¡Cuán contento estoy de tener dos vidas, la vida humana y la vida divina! Yo nací de seres humanos para ser un hijo de hombre. Pero además de esto, nací de Dios para ser un hijo de Dios. Por consiguiente, tengo un estatus doble: el estatus de hijo de hombre y el estatus de hijo de Dios. Aunque todos los verdaderos cristianos tienen dos vidas, únicamente la vida divina puede expresar a Dios. Nuestra vida humana natural es muy lastimosa y de ningún modo puede expresarlo. La mayoría de los sermones que se predican en las llamadas iglesias les enseñan a las personas a usar su vida humana para imitar la vida divina. Esto es como enseñarle a un mono que actúe como un ser humano. Incluso si los monos pudieran actuar como los humanos, tal comportamiento no sería genuino, sino una simple imitación. Asimismo, es inútil enseñarles a las personas que imiten la vida divina. En el recobro del Señor, no les pedimos a las personas que hagan esto. La meta de este ministerio no es que las personas imiten cierto modelo, sino que más bien reciban una impartición. Nuestra meta es impartir algo divino en ustedes para que puedan vivir por la vida divina, la única vida que puede expresar a Dios.

DECIDIR SER CRUCIFICADO

  Un aspecto positivo de la vida humana es que ella es capaz de tomar la decisión de desechar la vida humana y entregarla a la muerte de cruz. Dios no puede tomar esta decisión por nosotros. Somos nosotros quienes tenemos que tomar esa decisión. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Dios no decidió que Él fuese crucificado; como ser humano, el Señor mismo tomó la decisión de entregarse diariamente a la cruz. Sucede lo mismo con respecto a nosotros hoy. Nosotros tenemos que decidir si vamos a ser crucificados. Debemos comprender que no servimos para otra cosa que ser crucificados. Si estamos dispuestos, estaremos decididos a hacerlo. Diremos: “Hermanos, si ustedes quieren crucificarme, está bien que lo hagan. Deseo ser crucificado, eliminado, puesto en la muerte”. Cuando estamos dispuestos a esto y somos puestos en la muerte, la vida crucificada vendrá a ser la base para que actúe la vida de resurrección. De este modo, siendo crucificados, llegaremos a conocer el poder de la resurrección de Cristo. Pero si no somos crucificados, no podremos conocer el poder de Su resurrección. Sólo existe una manera de conocer el poder de Su resurrección y es ésta: llevar una vida crucificada.

  A menudo los hermanos y hermanas me han contado los problemas que tienen en su vida matrimonial. Algunos han dicho: “Hermano Lee, he orado acerca de la situación, pero el Señor aún no ha contestado a mi oración. De hecho, cuanto más oro, peor se torna la situación. La situación siempre resulta totalmente contraria a lo que he pedido en oración”. La razón por la cual sucede esto es que muchos hermanos y hermanas no están dispuestos a ser crucificados. No siempre es necesario orar tanto. El Señor Jesús no siempre oró tanto como usted, pero siempre estuvo dispuesto a ser crucificado. Él no oró al Padre celestial acerca de las dificultades que había en su familia, pidiéndole que cambiara el modo de ser de Su madre para que no lo mortificara tanto. En lugar de orar de esta manera, Él estuvo dispuesto a ser crucificado, es decir, a entregarse a la muerte de cruz. Además, aunque Pedro le causó muchas dificultades al Señor Jesús, Él no lo despidió, sino que, en vez de ello, se entregó a la muerte de cruz. El Señor Jesús se rechazó continuamente no sólo con Pedro, sino también con todos los demás discípulos. Por ejemplo, la última vez que el Señor Jesús les dijo a los discípulos que iba a ser crucificado, ninguno de ellos tuvo oídos para escuchar esto (Mt. 20:17-20); inmediatamente después de que el Señor les dijera esto, ellos empezaron a discutir sobre quién de ellos era el mayor. Si nosotros hubiésemos sido el Señor Jesús, los habríamos reprendido severamente por no prestar atención a Sus palabras en cuanto a Su crucifixión. Pero, debido a que el Señor Jesús llevaba una vida crucificada, no les habló de esta manera.

LA MANERA DE CONOCER EL PODER DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

  Cuando el Señor se sometió a la muerte, esta muerte proveyó la mejor oportunidad para que la vida divina que estaba en Él pudiese manifestarse. Aunque Él vivía en la vida humana, no expresaba la vida humana, sino que, en vez de ello, expresaba la vida divina. La vida humana que estaba en Él fue llevada a la muerte y Su vida divina pudo expresarse. El resultado de ello fue que el propio Dios, la persona divina que estaba en Él, fue expresado, no el Jesús de Nazaret. Ésta es la manera de conocer el poder de la resurrección de Cristo.

  Por la misericordia y la gracia del Señor, hemos llegado a saber que el deseo que Dios tiene en Su corazón es expresarse por medio de nosotros. Sin embargo, esta expresión no puede efectuarse mediante nuestra vida humana, sino mediante la vida divina que está en nosotros. A fin de que se lleve a cabo esta expresión, nosotros debemos estar dispuestos a desechar nuestra vida humana. Es posible que el Señor nos provea ciertas personas para que nos ayuden a hacer esto, como por ejemplo, nuestra esposa o esposo, nuestros hijos y los hermanos y hermanas de la iglesia. Nuestro entorno nos ayuda a ser crucificados. Sin embargo, nosotros mismos debemos estar dispuestos a ser puestos en la muerte de cruz y a llevar una vida crucificada. Esta muerte proveerá la oportunidad para que la vida divina que está en nosotros se haga manifiesta. De este modo, conoceremos el poder de la resurrección. Si continuamos protegiendo nuestra vida natural y orando para que Dios nos ayude en ciertos asuntos, estaremos obrando de manera equivocada, y Dios no contestará las oraciones en las que pedimos que resguarde nuestra vida natural ni le brindará ninguna ayuda. En lugar de ello, nos dirá: “No ores pidiéndome que te ayude. Ve a la cruz y quédate allí. Si estás dispuesto, te ayudaré a subir a la cruz”. Esto es lo que significa llevar una vida crucificada.

  En nuestra vida familiar y en la vida de iglesia, todos debemos ir a la cruz y permanecer allí. La mejor manera de conocer el poder de la resurrección de Cristo en nuestra vida matrimonial es ir a la cruz. La única manera de conocer este poder no es que oremos, sino que seamos crucificados. Esto no sólo se aplica a nuestra vida familiar, sino mucho más a nuestra vida de iglesia. Si queremos ser un buen hermano o hermana entre los santos en la vida de iglesia, ello nos exigirá ir a la cruz para que seamos crucificados. No oren pidiendo que Dios cambie a los demás. Dios nunca contestará tales oraciones. En lugar de ello, vayan a la cruz y permanezcan allí. Éste es el camino que es conforme a Su economía. Si estamos dispuestos a ir a la cruz y a permanecer allí, conoceremos el poder de la resurrección de Cristo.

LA MANERA DE EXPRESAR LA VIDA DIVINA Y DERROTAR AL ENEMIGO

  Si ustedes leen de nuevo los cuatro Evangelios a la luz de esta visión, los Evangelios serán completamente nuevos para ustedes. Verán que ellos son el relato de una vida crucificada. En casi todos los capítulos encontramos que el Señor Jesús vivía bajo la cruz. Él vivió de esta manera para que la vida divina fuera liberada. Debido a que llevaba una vida crucificada, Él nunca fue derrotado. Es posible derrotar a una persona que está viva, pero no a una persona que ha sido crucificada. La mejor manera de escapar a los ataques del enemigo no es que contraataquemos, sino que vayamos a la cruz. Cuando Satanás lo ataque a usted, vaya a la cruz y quédese allí. Eso es todo lo que necesita hacer. Satanás no podrá derrotar a una persona crucificada. Como hemos visto, la crucifixión proporciona la base para que el poder de la resurrección de Cristo actúe, y así la vida divina pueda ser expresada. Por lo tanto, no es necesario que contraataquemos; de hecho, no siempre necesitaremos orar. Lo que más necesitamos hacer es ir a la cruz y permanecer allí a fin de llevar una vida crucificada. Si hacemos esto, la vida divina será liberada y se manifestará. En tanto que estemos dispuestos a ir a la cruz y a permanecer allí, todo se hallará en el poder de la resurrección. Ésta es la manera de conocer a Cristo y el poder de Su resurrección. Esto no tiene que ver con doctrinas sino con la experiencia. Quiera el Señor darnos a todos la voluntad y la determinación de ir a la cruz y de permanecer allí para que podamos conocer el poder de Su resurrección.

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