
Filipenses 3:10 y 11 hablan tanto de la muerte como de la superresurrección de entre los muertos. La muerte aquí se refiere a la muerte preciosa de Cristo que todo lo logró. En el mensaje anterior vimos los muchos logros que la muerte de Cristo obtuvo a nuestro favor. Y en este mensaje llegamos al resultado o al fruto de ser configurados a la muerte de Cristo: que lleguemos a la superresurrección de entre los muertos. La muerte es la condición o requisito para que lleguemos a la superresurrección. Por consiguiente, en estos versículos se nos habla tanto de la condición como de la meta. La palabra griega traducida “llegase” en el versículo 11 nos da entender que Pablo deseaba alcanzar cierta meta, la meta de la superresurrección.
Muchos cristianos no tienen claro cuál es la meta de su vida cristiana. Después que creímos en el Señor Jesús conforme a la economía neotestamentaria de Dios, fuimos bautizados. El significado del bautismo es que nuestro ser natural es eliminado y nosotros somos germinados con la vida divina. En el bautismo, la vida natural es sepultada, y surge una nueva vida. Sin embargo, el bautismo es sólo el comienzo de nuestra vida cristiana. Nuestra vida cristiana también tiene una meta, y dicha meta es la superresurrección. La palabra superresurrección significa que cada parte de nuestro ser será resucitada. Cuando fuimos bautizados, nuestra vieja vida, nuestra vida humana, fue aniquilada y sepultada, y una nueva vida, la vida divina, que es Cristo mismo, se levantó en nuestro interior. En aquel tiempo, empezamos nuestra vida y andar cristianos. El andar cristiano implica un largo proceso, y nos lleva muy lejos, y al final de este andar está la meta a la cual necesitamos llegar. Como ya mencionamos, esta meta es la superresurrección, la resurrección extraordinaria. El camino que conduce a esta meta es el proceso de resurrección.
El día en que fuimos bautizados, debimos haber entendido que nuestro viejo hombre, el hombre natural con la vieja vida, fue sepultado. Por medio de dicha sepultura, la vida divina, la vida eterna, surgió desde nuestro interior, y empezó nuestro andar cristiano. Una nueva vida había empezado a vivir en nosotros con la meta de introducir todo nuestro ser en la resurrección. Entre el bautismo y la meta tenemos el largo proceso de llegar a la superresurrección. Pese a que el significado de nuestro bautismo es que nuestro viejo hombre ha sido sepultado y que otra vida se ha levantado para vivir dentro de nosotros, nosotros no vivimos conforme al significado de nuestro bautismo. La mayor parte del tiempo nosotros vivimos por nuestra vida natural y no por Cristo. Es debido a que vivimos mucho por nuestra vida natural que el proceso de resurrección debe continuar.
La Epístola a los Filipenses fue escrita de tal manera que si no tenemos la experiencia de lo que allí se describe no nos resultará fácil entenderla. Recuerden que los versículos del 8 al 11 del capítulo 3 constituyen una larga frase. En el versículo 8 Pablo dice que estimaba como pérdida todas las cosas por causa de la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús el Señor. Además, en el versículo 9 nos dice que él deseaba ser hallado en Cristo en una condición en la cual no tuviera su propia justicia que es por la ley, sino la justicia que es Dios mismo expresado en su vivir. Todo esto tenía como propósito conocer por experiencia a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, y también ser configurados a Su muerte, para que de algún modo pudiese llegar a la superresurrección de entre los muertos.
Por lo tanto, llegar a la superresurrección es el resultado, el fruto, de ser configurados a la muerte de Cristo. Ser configurados o moldeados a la muerte de Cristo significa permanecer continuamente en Su muerte. Si permanecemos en la muerte de Cristo y nos dejamos moldear a Su semejanza, esto dará por resultado que cada parte de nuestro ser sea gradualmente resucitada.
Los expositores de la Biblia han tenido dificultades para entender la palabra “resurrección” como se menciona en Filipenses 3:11. En particular, han encontrado muy difícil determinar si se refiere a la resurrección futura cuando el Señor regrese o a la experiencia presente de la vida de resurrección. Algunos han dicho que esta resurrección no puede referirse a la experiencia presente que tenemos de la resurrección, sino a la resurrección que tendrá lugar cuando el Señor regrese y los santos que han muerto sean resucitados. Otros, en cambio, no han estado de acuerdo con esta perspectiva y han dicho que según el contexto, debe de referirse a la experiencia actual. Por muchos años, pasé mucho tiempo orando al respecto, buscando al Señor para que me permitiera comprenderlo. Finalmente llegué a ver que este asunto de la superresurrección es un proceso que tiene un comienzo y un final. El tiempo que transcurre entre el comienzo y el final constituye el periodo que toma este proceso. Por lo tanto, la superresurrección de la cual se nos habla en este versículo estrictamente no se refiere a algo presente o futuro, sino que más bien se refiere al proceso que empezó el día en que fuimos bautizados y que concluirá cuando lleguemos a la resurrección sobresaliente. Mientras proseguimos hacia esta meta, nos encontramos en el proceso de ser resucitados.
Nuestra resurrección comienza con nuestra regeneración. Como pecadores, todos nosotros éramos parte del viejo Adán. Éramos viejos en todo aspecto; éramos viejos en cuerpo, alma y espíritu. Pero cuando creímos en el Señor Jesús, algo nuevo entró en nosotros. El Espíritu Santo de Dios entró en nosotros para regenerarnos con la vida de Dios. De este modo, por medio de la regeneración, nuestro espíritu, que se hallaba en una condición de vejez y muerte, fue resucitado. La Biblia dice que cuando fuimos salvos, se nos dio vida (Ef. 2:5). Antes de ser salvos, estábamos muertos en delitos y pecados (2:1; Col. 2:13). Pero cuando creímos en el Señor Jesús, el Espíritu Santo de Dios entró en nosotros para vivificar nuestro espíritu muerto con la vida divina. En ese momento, una parte de nuestro ser, nuestro espíritu, fue resucitada. Pero, ¿qué de las demás partes de nuestro ser, como nuestra mente, parte emotiva, voluntad y corazón? Cuando fuimos regenerados en nuestro espíritu, estas partes aún no fueron resucitadas. Sin embargo, la meta de Dios es resucitar todo nuestro ser.
La teología es en gran medida doctrinal y no es aplicable a nuestra experiencia. La teología simplemente nos dice que si un creyente muere antes de que el Señor Jesús regrese, en el futuro será resucitado de la tumba. Esto, desde luego, es correcto, pero no es una enseñanza muy práctica. La Biblia revela que, según la economía de Dios, primeramente somos resucitados en nuestro espíritu. A partir de ese momento, nuestro andar cristiano es un proceso de resurrección. Día a día, Dios nos tiene en el proceso que nos cambia de la vida natural a la vida resucitada. En Filipenses 3:10 Pablo habló de ser configurados a la muerte de Cristo. Éste es un proceso continuo, no una experiencia que se tiene una vez y para siempre. A medida que conocemos a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, nos encontramos en el proceso de ser configurados a la muerte de Cristo.
Supongamos que cierto hermano, al ser bautizado, entiende claramente que su vida natural está siendo sepultada y que él ha sido vivificado por la vida divina. Desde entonces él comienza a andar hacia la meta en la cual todo su ser será inmerso en la resurrección. Él ama al Señor y ora con la expectativa de que poco a poco cada parte de su ser sea resucitada. Así, él comienza a adquirir la excelencia del conocimiento de Cristo, y una por una empieza a estimar todas las cosas como pérdida para ganar a Cristo y ser hallado en Él, en la condición de no tener su propia justicia, que es por la ley, sino la justicia que es Dios mismo expresado en su vivir. Además, este hermano comienza a conocer por experiencia a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, y gradualmente también empieza a ser configurado a la muerte de Cristo. Cuanto más busca al Señor y lo experimenta, espontáneamente empieza a darse cuenta de las cosas que están siendo terminadas en su ser una por una. Por ejemplo, un día descubre que su amor por su esposa no debe ser un amor natural. Así que, probablemente ore: “Señor, te confieso que mi amor por mi esposa ha sido natural. Concédeme la gracia para llevar una vida crucificada en mi relación con mi esposa”. Esto es ser configurados a la muerte de Cristo en el asunto particular de amar a nuestra esposa. Unos días después puede darse cuenta de que incluso la manera en que se relaciona con los santos ha sido demasiado natural. A pesar de que ha cuidado de los santos y ha tratado de pastorearlos, su pastoreo ha sido demasiado natural. Por lo tanto, ora y confiesa este asunto al Señor, pidiéndole que le conceda la gracia de no pastorear más a los santos conforme a su vida natural. Es posible que ore de esta manera: “Señor, deseo ser configurado a Tu muerte. Al igual que Tú, quiero llevar una vida crucificada. Cuando estuviste en la tierra, Tú no amaste a la gente ni la cuidaste conforme a la vida natural. Todo lo que Tú hiciste estaba en resurrección. Señor, concédeme la gracia para que de ahora en adelante yo no pastoree más a los santos en mi vida natural, sino en Ti mismo”. A través de esta experiencia, él empieza a ser configurado a la muerte de Cristo también en este asunto. Así, paso a paso, él es configurado a la muerte de Cristo. Cuanto más es configurado a la muerte de Cristo de esta manera, más su ser es resucitado. De este modo, en lo que concierne a su amor por su esposa y su pastoreo de los santos, dicho hermano ha sido resucitado.
Debemos hacer notar que este proceso no tiene nada que ver con el esfuerzo por mejorar nuestro comportamiento. No es algo ético ni religioso, sino algo que está totalmente relacionado con la transformación que la vida divina efectúa, en la cual la vida natural es terminada y nosotros somos introducidos en la vida divina.
Examinemos ahora cuál era la situación de Pablo en el momento en que él escribió la Epístola a los Filipenses. ¿Creen ustedes que él había sido completamente resucitado? Yo no lo creo. Al menos un pequeño porcentaje de su ser seguía siendo natural; dicha parte no era todavía Pablo, el apóstol, sino Saulo de Tarso. Cuando él iba camino a Damasco, una luz lo rodeó y lo derribó a tierra. Ese día él fue salvo y su espíritu fue resucitado. Sin embargo, en esa ocasión todo su ser no fue resucitado. Pero más tarde, cuando escribió Filipenses, una gran parte de su ser —probablemente más de un noventa y cinco por ciento— ya había sido resucitado. Debido a que aún no se hallaba plenamente en resurrección, él aún se esforzaba para llegar a la superresurrección de entre los muertos, es decir, él aún se encontraba en el proceso.
Mi carga en este mensaje consiste en mostrarles que nuestro andar cristiano es un andar de muerte y resurrección. Hoy en día todos nos encontramos en camino hacia la superresurrección de entre los muertos. Pablo deseaba ser configurado a la muerte de Cristo, por si, de alguna manera, pudiese llegar a la superresurrección de entre los muertos. Como ya mencionamos, esto no se refiere simplemente a la resurrección de los muertos, lo cual sucederá en el futuro. La futura resurrección de los muertos no será una resurrección para vida sino para juicio. Cuando los incrédulos que han muerto sean resucitados, serán juzgados. Sin embargo, nosotros, los creyentes, somos resucitados de entre los muertos. Ésta es una resurrección, no para juicio sino para vida. Por lo tanto, estamos siendo resucitados, no para juicio sino para vida. Día a día y poco a poco, estamos siendo resucitados para vida. A medida que yo soy resucitado un poquito más, obtengo más vida. Cada paso del proceso de la superresurrección de entre los muertos es un paso que redunda en vida. El andar cristiano no tiene que ver con el buen comportamiento ni la ética, sino que es un proceso de resurrección. Estamos pasando por el proceso que nos conduce a la resurrección. Todos estamos en este proceso, y todos nos hallamos en resurrección. Lo que nos diferencia a unos de otros es el grado que hemos alcanzado. Por ejemplo, quizás un hermano haya sido resucitado en un cincuenta y cinco por ciento, mientras que otro haya sido resucitado en un cuarenta y cinco por ciento por ciento.
Debemos olvidarnos de las enseñanzas acerca de mejorar la conducta. No tratemos de amar al prójimo, reprimir la ira ni de ser buenos esposos; en vez de ello, procuraremos ser configurados a la muerte de Cristo. Es probable que usted aún siga pensando que necesita mejorar su conducta. Pero lo único que necesita es ser configurado a la muerte de Cristo. Reconozco que esto es mucho más fácil decir que practicar. Respecto a este asunto, necesitamos que Cristo nos ayude. No siento en absoluto la carga de ayudarlo a controlar su mal genio ni a ser un buen esposo o esposa; más bien, siento la carga de exhortarlo a que sea configurado a la muerte de Cristo. Cuando usted vaya a expresarle su amor a alguien, sea configurado a la muerte de Cristo; cuando esté a punto de enojarse, sea configurado a la muerte de Cristo; y cuando esté pensando en ir a cierto lugar o en hacer algo, sea configurado a la muerte de Cristo. Simplemente, sea configurado a la muerte de Cristo. Los incrédulos no pueden ser configurados a la muerte de Cristo porque el Espíritu Santo no mora en ellos. Pero, debido a que el Espíritu Santo mora en nosotros y debido a que hemos sido regenerados por la vida divina, nosotros sí podemos ser configurados a la muerte de Cristo.
Necesitamos ver la visión de que la economía de Dios no se relaciona con la ética ni con la religión, sino con el hecho de que seamos configurados a la muerte de Cristo. Eso significa que necesitamos ser sepultados y permanecer siempre en muerte para ser configurados a la muerte de Cristo. Sin embargo, una y otra vez nos salimos de la tumba y así interrumpimos el ser configurados a la muerte de Cristo. A menudo vivimos y actuamos de manera natural, incluso al hacer cosas que son bíblicas o espirituales. Es posible que procedamos según las Escrituras, pero no seamos configurados a la muerte de Cristo, sino que, en vez de ello, permanezcamos en nuestra vida natural. Es fácil que los cristianos abandonen las cosas malignas, pero es muy difícil que sean configurados a la muerte de Cristo y no hagan nada mediante su vida natural. Hace aproximadamente cincuenta años, yo abandoné las cosas pecaminosas, pero todavía sigo aprendiendo a ser configurado a la muerte de Cristo. Por nacimiento todos somos personas naturales; fuimos criados para ser naturales y hemos sido educados y enseñados a actuar de forma natural. Por lo tanto, continuamente hacemos las cosas de manera natural. Es por eso que nos resulta tan difícil renunciar al yo. Son muchos los aspectos en los cuales aún no hemos resucitado.
Siempre y cuando no vivamos en resurrección, no podremos experimentar a Cristo, ya que Cristo hoy en día está en resurrección. Incluso si usted es cristiano, no podrá experimentar a Cristo mientras permanezca en la vida natural. Pero si usted está dispuesto a ser configurado a la muerte de Cristo y espontáneamente es introducido a la resurrección, se encontrará con Cristo en resurrección. Aquí, en resurrección, Cristo llega a ser nuestra experiencia. Tomemos como ejemplo el hecho de ser amables. Las hermanas suelen ser muy amables. Sin embargo, su amabilidad es natural. Tal vez algunas hermanas oigan esto y decidan que ya no van a ser amables. Pero hacer esto sería pecaminoso. No se trata de ser amables o de no serlo sino de ser configurados a la muerte de Cristo. Sin excepción alguna, todos —tanto los jóvenes como los de mediana edad y los ancianos— tenemos que ser configurados a la muerte de Cristo. Incluso los adolescentes tienen que ser puestos en el molde de la muerte de Cristo y ser amoldados a ella. Si no somos configurados a la muerte de Cristo, sencillamente no podremos experimentar a Cristo.
Al hablar de la resurrección en el versículo 11, Pablo específicamente habló de la superresurrección. Esto muestra que el deseo de Pablo era participar de la resurrección sobresaliente. Él no quería simplemente graduarse, sino ser el mejor de la promoción, ser un graduado sobresaliente. Pablo deseaba esto porque comprendía que mediante esta resurrección sobresaliente él experimentaría a Cristo, participaría de Él y le disfrutaría. En esta resurrección, Cristo verdaderamente sería para él, el Espíritu vivificante.
En nuestro vivir diario debemos practicar sólo una cosa, antes de hacer cualquier cosa debemos preguntarnos si estamos siendo configurados a la muerte de Cristo. No debemos decir que lo que pensamos hacer es bueno, bíblico, espiritual o celestial. Tal vez lo que piense hacer sea muy celestial y espiritual, pero al hacerlo, usted mismo no sea ni celestial ni espiritual. No se trata de cómo hacemos cierta cosa, sino de quién la lleva a cabo, si somos nosotros o Cristo, si es la vida natural o la vida resucitada. Incluso si cantamos un himno a Dios, si lo hacemos de manera natural, estará mal. Nuestros cánticos y también nuestras alabanzas deben estar en resurrección. No debe preocuparnos si algo es bueno o malo, correcto o incorrecto, sino más bien si somos configurados a la muerte de Cristo. Si estamos siendo configurados a Su muerte, estaremos en resurrección, y en resurrección nos encontraremos con Cristo, lo experimentaremos y lo disfrutaremos. Hoy en día, Cristo es el Espíritu vivificante en resurrección. Si usted no está en resurrección, debe arrepentirse para entrar en ella. Entonces, en resurrección, se encontrará con Cristo.
Puesto que los creyentes no se dan cuenta de esto, no afectan mucho a quienes les rodean. Pero un creyente que está en el proceso de resurrección debe afectar a otros. Los cristianos de hoy ejercen muy poca influencia sobre los demás. Sin embargo, no debemos repetir la historia del cristianismo actual. Debemos ser conocidos por nuestra experiencia de ser configurados a la muerte de Cristo
Debemos olvidarnos de todo lo que es ético y religioso, y concentrarnos en practicar el ser configurados a la muerte de Cristo, para que de algún modo podamos llegar a la superresurrección de entre los muertos. Puedo testificar que día a día experimento a Cristo y le disfruto de esta manera. Éste es el mensaje que nos transmite el libro de Filipenses.
Continuaremos en el proceso que nos conduce a la resurrección hasta que todo nuestro ser sea resucitado. Entonces lo único que tendremos que esperar es que nuestro cuerpo sea redimido, es decir, sea resucitado. Esto es lo que Pablo quiso decir en Filipenses 3. Él estaba en el proceso de ser configurado a la muerte de Cristo a fin de ser resucitado.
Otros versículos demuestran que la superresurrección mencionada en Filipenses 3:11 no es simplemente un acontecimiento futuro, sino un proceso que ocurre en el presente. Romanos 6:4 y 5 dicen que así como fuimos sepultados en la semejanza de la muerte de Cristo, así también debemos andar en novedad de vida. Esto significa que seremos resucitados en la semejanza de Su resurrección. Esta semejanza es la novedad de vida.
Romanos 8:10 y 11 dicen que Cristo está en nosotros, que nuestro cuerpo está muerto a causa del pecado, pero que nuestro espíritu es vida a causa de la justicia. Además, el Espíritu que levantó de los muertos a Cristo vivificará nuestros cuerpos mortales, para que también nuestro cuerpo pueda disfrutar de la vida de resurrección. Esto no es solamente un acontecimiento futuro, sino el proceso de resurrección que estamos experimentando hoy.
En 2 Corintios 1:8 y 9 Pablo dijo que él fue abrumado sobremanera más allá de sus fuerzas, de tal modo que aun perdió la esperanza de vivir; también dijo que tuvo sobre sí mismo sentencia de muerte. Sin embargo, el Dios que resucita a los muertos lo sostuvo por el poder de resurrección. En 4:10 Pablo dijo que llevaba en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús pudiese manifestarse en su cuerpo. En el versículo 16 del mismo capítulo dijo que el hombre exterior se va desgastando, pero que el hombre interior está siendo renovado de día en día. Esto se refiere al proceso de la resurrección. Nosotros continuaremos en este proceso hasta el día en que lleguemos a la meta de la superresurrección. Esta es la manera de experimentar a Cristo.
Esto no debe ser una simple doctrina para nosotros, sino algo que debemos practicar en nuestra vida diaria. En todo cuanto hagamos debemos preguntarnos si estamos siendo configurados a la muerte de Cristo o no. Debemos ser configurados a Su muerte por si en alguna manera podamos llegar a la superresurrección de entre los muertos. Ésta es la única manera en que el Señor puede avanzar en Su recobro, la única manera en que Él puede edificar Su iglesia, la única manera en que Él puede preparar a Su Novia y la única manera en que nosotros podremos traer al Señor de regreso. La única manera es ser configurados a la muerte de Cristo a fin de llegar a la superresurrección de entre los muertos.