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Mensajes del libro «Experiencia que tenemos de Cristo, La»
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CAPÍTULO VEINTIUNO

MORIR PARA VIVIR

  Según la Biblia, la muerte y la resurrección son vitales tanto para nuestra vida cristiana como para la economía de Dios. Aparte de la muerte y la resurrección, es imposible que Dios pueda lograr Su propósito. En toda la creación de Dios podemos ver el principio de muerte y resurrección. Por ejemplo, si un grano de trigo cae en la tierra y muere, producirá muchos granos. En Juan 12:24 el Señor Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Si un solo grano de trigo muere y lleva mucho fruto, eso significa que se ha multiplicado produciendo muchos otros granos. En esto podemos ver la muerte y la resurrección. También vemos la muerte y la resurrección en la manera en que un pollo sale del cascarón. Cuando se rompe el cascarón, la vida que está dentro del huevo es liberada, y entonces sale el pollito. Además, el proceso de muerte y resurrección lo vemos en el metabolismo que ocurre en nuestro cuerpo. En el metabolismo siempre hay algo que muere y algo que se levanta en resurrección. Por lo tanto, el metabolismo es de hecho un proceso de muerte y resurrección. Dentro de nosotros siempre hay algo que muere a fin de que podamos vivir. Debido a que este asunto de muerte y resurrección es tan importante para nuestra vida cristiana, siento la carga de dar otro mensaje relacionado con el tema de morir para vivir, un mensaje que nos ayudará a ver cómo ser configurados a la muerte de Cristo.

  Aunque tal vez aceptemos que necesitamos morir, es posible que no sepamos cómo. Recientemente, un buen número de santos testificó que aunque ellos intentaron morir, no lo lograron. No sólo es difícil morir, sino aún más difícil saber cómo morir. Yo he estado en el proceso de morir por más de cincuenta años y todavía estoy aprendiendo a hacerlo. Aunque es muy difícil explicar cuál es la manera de morir, en este mensaje haré todo lo posible por presentarles la manera de hacerlo.

DIOS QUIERE QUE NOSOTROS MURAMOS

  En cuanto a este asunto, lo primero que los cristianos debemos entender es que Dios quiere que muramos. Algunos cristianos tienen el concepto equivocado de que Dios quiere que muramos porque somos personas pecaminosas. Ellos dirían: “No me gusta mi viejo hombre pecaminoso. Debido a que es tan maligno, debe morir”. Antes de que fuésemos salvos, nos amábamos mucho y teníamos un alta estima de nosotros mismos. Pero una vez que la luz reveló nuestra condición, empezamos a aborrecernos. Cuanta más luz recibimos del Señor, más evidente se hizo nuestra condición, y cuanto más evidente se hizo nuestra condición, más aborrecimos nuestro detestable yo. Por esta razón, muchos cristianos piensan que debemos morir debido a que somos tan malignos, pecaminosos y aborrecibles. Sin embargo, este concepto no es acertado. El Señor Jesús tuvo que morir, no sólo en la cruz, sino también diariamente durante toda su vida en la tierra, y definitivamente Él no era pecaminoso. Al contrario, Él era absolutamente recto y precioso a los ojos de Dios. Con respecto a Él, no había ninguna maldad. Sin embargo, una persona tan pura, perfecta y preciosa, en la cual no había pecado, tuvo que morir. Cuando Él salió a ministrar, lo primero que hizo fue presentarse ante Juan el Bautista para ser sepultado. Así que, incluso el Señor Jesús tenía que morir.

  Por consiguiente, si queremos saber cómo morir, es preciso que veamos claramente que la razón por la cual debemos morir no es por que seamos pecaminosos, sino sencillamente por que somos humanos. Puesto que usted es un ser humano, Dios quiere que usted muera. Esto no tiene nada que ver con que seamos malignos. De hecho, cuanto mejor persona sea usted, más necesita morir. Por lo tanto, nuestros conceptos deben cambiar con respecto a nuestra necesidad de morir. Debemos morir porque la economía de Dios nos lo exige. Incluso el Señor Jesús, quien es santo, perfecto, precioso y libre de pecado, tenía que morir. ¿Qué podemos decir de nosotros? Nosotros también tenemos que morir, no porque seamos malos, sino porque somos humanos. No piense que usted tiene que morir porque odia a los demás. No, usted tiene que morir porque ama mucho a los demás. Cuanto más amorosos seamos, más necesitamos morir. La economía de Dios nos exige esto.

MORIR PARA QUE DIOS SE EXPRESE EN NUESTRO VIVIR

  El segundo punto en cuanto a la manera de morir es que Dios quiere que expresemos la vida divina en nuestro vivir, no nuestra vida humana. En otras palabras, Él no quiere que nos expresemos a nosotros mismos en nuestro vivir, sino que lo manifestemos a Él. A fin de expresar a Dios, necesitamos morir.

  La única parte de nuestro ser que le es útil a Dios es nuestra voluntad. Dios desea que nosotros ejercitemos nuestra voluntad para decidir que Él sea nuestra vida. Les repito una vez más que Él no quiere que nosotros nos expresemos a nosotros mismos. Cuanto más hagamos esto, más ofenderemos a Dios y nos rebelaremos contra Él. La economía de Dios consiste en permitir que Él viva y se exprese por medio nuestro. Sin embargo, nosotros siempre hacemos lo posible por expresarnos a nosotros mismos. Esto es rebelión. Algunos dicen: “Yo viviré cuando ame a otros y les brinde mi ayuda”. Pero Dios dice: “Tu esfuerzo por amar a otros y ayudarlos es rebelión contra Mí. No quiero que ames a otros y trates de ayudarlos. Lo que quiero es que me tomes a Mí como tu vida y me expreses en tu vivir. Si no haces esto, estás en contra de Mi economía, lo cual es rebelión”. ¡Cuán importante es que todos nosotros veamos que según la economía de Dios debemos morir a fin de expresar a Dios en nuestro vivir!

LO QUE MÁS LE AGRADA AL SEÑOR

  Lo siguiente que necesitamos ver respecto a cómo morir es que nada agrada más a Dios que el que nosotros vivamos por Él. Esto es lo más agradable al Señor. Si nosotros le tomamos como nuestra vida y lo expresamos en nuestro vivir, Él se sentirá conmovido en Su corazón y lleno de gozo. El matrimonio es un buen ejemplo de esto. Nada conmueve más a un esposo que su esposa viva conforme a él. ¡Cuán feliz se pone un esposo cada vez que su esposa vive conforme a él! Asimismo, el Señor se siente muy complacido cuando nosotros vivimos por Él.

  En 1933 me invitaron a una provincia del sur de China donde nos dieron de comer arroz tres veces al día. Puesto que yo era del norte de China, estaba acostumbrado a comer trigo en vez de arroz. Algunas hermanas, al ver que yo estaba agotado por la ardua labor de ministrar la palabra varias veces durante el día, decidieron prepararme un poco de pan de trigo. Aunque ellas hicieron el pan con mucho amor, sabía tan mal que no pude comerlo. No les dije ni una sola palabra, pero me dije a mi mismo que prefería comer su arroz. Este ejemplo sirve para mostrarnos que aunque podemos hacer algo para otros con mucho amor, es posible que lo que hagamos no les agrade en absoluto, porque lo hacemos conforme a nosotros mismos. Si una esposa ama a su esposo de esta manera, lo matará con su amor. Lo que más les agrada a los demás es que nosotros vivamos conforme a ellos. De igual manera, lo que más le agrada a Dios es que nosotros vivamos por Él a fin de expresarlo en nuestro vivir.

YA ESTAMOS MUERTOS

  Hemos visto que Dios desea que nosotros muramos, que Él quiere que lo expresemos en nuestro vivir y que lo que a Él más le agrada es que no sólo vivamos para Él sino por medio de Él. Ahora llegamos al cuarto punto en cuanto a cómo morir. Este punto es que no necesitamos morir puesto que ya hemos muerto. Romanos 6:3 dice: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?”. Según este versículo, no debemos ignorar el hecho de que ya fuimos bautizados en la muerte de Cristo. Esto indica que ya estamos muertos. Puesto que hemos muerto, ¿qué razón hay para que tratemos de morir? ¡Cuán necio es intentar hacer esto! ¿Acaso ignora usted el hecho de que ya fue bautizado en la muerte de Cristo? No, no ignoramos este hecho. Sabemos que fuimos bautizados en la muerte de Cristo.

  Además, Romanos 6:4 dice: “Hemos sido, pues, sepultados juntamente con Él en Su muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”. Este versículo no dice que nosotros seremos sepultados, sino que fuimos sepultados. ¿Ya fue usted sepultado? ¿Por qué entonces todavía está intentando morir? ¿Cómo puede morir una persona que ya está sepultada? ¡Eso es absurdo! La Biblia dice que nosotros fuimos sepultados, y debemos creer este hecho.

  Noten que Romanos 6:4 dice que fuimos sepultados juntamente con Él en la muerte por medio del bautismo. Por lo general, la muerte viene primero y después la sepultura. Pero aquí, según la secuencia, primero viene la sepultura y después la muerte, ya que somos sepultados en la muerte de Cristo. Esto indica que antes de ser sepultados, estamos vivos. Por consiguiente, la manera de morir es que seamos sepultados en la muerte de Cristo. Ésta es la manera bíblica. ¡Aleluya, ya fuimos sepultados! Por lo tanto, no es necesario que seamos sepultados porque ya fuimos sepultados en la muerte.

CRISTO Y SU MUERTE

  Según Romanos 6:3, ser bautizados en Cristo equivale a ser bautizados en Su muerte. Además, el versículo 4 dice que fuimos sepultados juntamente con Cristo en Su muerte por el bautismo. Por lo tanto, en este pasaje de la Palabra, la muerte equivale a Cristo, y Cristo a la muerte. Cada vez que yo experimento ricamente la muerte de Cristo, percibo que el Señor mismo es muerte para mí.

  Si todos permanecemos en la muerte de Cristo, no habrá problemas. La razón por la cual un esposo tiene problemas con su esposa es que él se ha salido de la muerte de Cristo. Cada vez que nos salimos de la muerte de Cristo, causamos problemas. Si en la vida de iglesia todos permanecemos en la muerte de Cristo, todos los problemas desaparecerán.

  Comparen Romanos 6 con su experiencia. La Biblia revela la muerte maravillosa y todo-inclusiva de Cristo, la cual todo lo logró. Todos fuimos bautizados en dicha muerte. Esto es un hecho. Todos los que fuimos bautizados en Cristo fuimos bautizados, sepultados, en Su muerte. En un sentido muy real, todos los cristianos necesitamos permanecer en la muerte de Cristo.

ANDAR EN NOVEDAD DE VIDA

  Romanos 6:4 dice: “Hemos sido, pues, sepultados juntamente con Él en Su muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”. La palabra griega traducida “a fin de que” alude a un resultado o consecuencia. Si no somos sepultados en la muerte de Cristo, no podremos obtener el resultado mencionado en este versículo. Fuimos sepultados en la muerte a fin de que andemos en novedad de vida. La frase que nos dice que Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre alude a una resurrección gloriosa. Así como Cristo resucitó de los muertos en una resurrección gloriosa, también nosotros debemos andar en novedad de vida.

  Sin embargo, muchos no experimentan la muerte de Cristo, y, por otro lado, se esfuerzan por andar en novedad de vida. Usted fue sepultado en la muerte. Así que, quien ha resucitado para andar en novedad de vida no es usted, la persona que fue sepultada, sino que es Cristo con usted. Nosotros, los cristianos, somos personas demasiado naturales; nuestro razonamiento y entendimiento es muy natural. Incluso entendemos la Biblia conforme a nuestra mentalidad natural. Debido a que aún somos gobernados por nuestros conceptos naturales, es posible que digamos: “La Biblia nos dice que debemos andar en novedad de vida; por lo tanto andemos en novedad de vida”. Sin embargo, esto no es posible si no hemos sido sepultados y si no permanecemos en la muerte. Si nos salimos de la muerte, ¿cómo podremos andar en novedad de vida? Es imposible.

MUERTE Y RESURRECCIÓN ESTÁN RELACIONADAS CON CRISTO

  Estos versículos de Romanos 6 también nos dan a entender que la muerte y la resurrección están relacionadas con Cristo. El versículo 3 dice que nosotros fuimos bautizados en Cristo y que fuimos bautizados en Su muerte. Esto indica que aparte de Cristo no podemos ser bautizados en la muerte. Tenemos que ser bautizados en Cristo a fin de ser bautizados en Su muerte. Además, el versículo 4 dice que fuimos sepultados juntamente con Él. En cuanto al asunto de la muerte, no podemos estar separados de Él. Esto mismo se aplica a la resurrección.

  Esto tal vez sea difícil de entender, pero es muy fácil experimentarlo. Por ejemplo, todos respiramos constantemente. Aunque me parecería difícil escribir un artículo que defina qué es la respiración, sin embargo, yo sé respirar. Incluso de bebé podía respirar sin tener ningún conocimiento de lo que era la respiración. De la misma manera, es fácil experimentar a Cristo, pero es muy difícil explicar lo que estamos experimentando. Según mi experiencia, yo fui bautizado en Cristo y en Su muerte. Siempre y cuando permanezca en Él, permaneceré en la muerte. Cuando estoy en Cristo, estoy en la muerte. El resultado o consecuencia de esto es que yo ando en novedad de vida. Sin embargo, quien realmente anda en novedad de vida no soy yo sino Cristo. Esto nos lo confirma Gálatas 2:20, que dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. A la luz de este versículo, nosotros podemos afirmar que quien anda en novedad de vida es Cristo, no nosotros.

EL UMBRAL DE LA RESURRECCIÓN

  Cuando nosotros permanecemos en la muerte de Cristo no es el fin, sino el umbral de la resurrección. Cada vez que yo permanezco en la muerte de Cristo, esta muerte me introduce en la resurrección, y Cristo se levanta conmigo en resurrección. El problema es que nosotros no permanecemos en la muerte de Cristo. Si no permanecemos en Su muerte, Cristo no podrá resucitar en nosotros. La resurrección requiere de la base de la muerte. Obviamente, si Cristo no hubiera muerto, no podría haber resucitado; pero debido a que murió, Él pudo resucitar. Este mismo principio se aplica a nosotros hoy. El principio de la vida es que donde hay muerte, allí también está presente la resurrección.

  Después de examinar todos estos puntos, no debemos intentar morir. En lugar de hacer esto, debemos abandonar todo esfuerzo. La primera estrofa de un himno expresa esto muy bien:

  Muerto con Cristo, Él me levantó; ¿Qué más me queda a mí por hacer? No más esfuerzos, no más luchar, En novedad de vida he de andar.     ¡Gloria sea a Dios!

  Si queremos intentar hacer algo, debemos hacer lo que este himno nos sugiere. Fuimos sepultados y Cristo resucitó con nosotros. Día a día, debemos recordar que ya fuimos sepultados y que nuestra posición es la muerte. Si permanecemos en la muerte, seremos como una semilla que permanece en la tierra. A la postre, la vida que está en la semilla resucitará. De la misma manera, siempre que nosotros permanezcamos en Su muerte, Cristo, quien es la vida en nosotros, resucitará.

  No somos piedras sino granos de trigo. La diferencia entre una piedra y un grano de trigo es que el grano de trigo tiene vida en su interior. Cuando el grano de trigo es sembrado y permanece en la tierra, tarde o temprano la vida que está dentro de él resucitará. De la misma manera, Cristo, quien está en nosotros como vida, se levantará si nosotros permanecemos en Su muerte.

CRISTO ES EL PODER DE RESURRECCIÓN

  Si queremos saber cómo morir, también debemos ver que tenemos una vida muy poderosa en nosotros y que esta vida es Cristo mismo. En 2 Corintios 13:3 dice: “Puesto que buscáis una prueba del Cristo que habla en mí, el cual no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros”. Cristo no es débil en nosotros, sino que es poderoso. Él es Aquel que es poderoso. Este Cristo poderoso es, de hecho, el poder de resurrección mencionado en Filipenses 3:10. Cristo mismo es el poder de Su resurrección, pues sin Cristo, la resurrección no tiene poder. ¡Aleluya, hoy este poder de vida está en nosotros!

  De acuerdo con Filipenses 3:10 y 11, primero experimentamos el poder de la resurrección, luego somos conformados a la muerte de Cristo y finalmente llegamos a la superresurrección. Por tanto, la secuencia es esta: resurrección, muerte, resurrección. En nuestra experiencia, ¿qué viene primero? ¿La muerte o la resurrección? Ya dijimos que la muerte es el umbral de la resurrección. Por consiguiente, la muerte debe venir primero. No obstante, en estos versículos la resurrección viene antes de la muerte. Romanos 6 dice que nosotros fuimos bautizados en la muerte de Cristo y nos da a entender que el poder de la resurrección viene después de la muerte. En Filipenses 3 el hecho de que Pablo estimaba todas las cosas como pérdida hace referencia a la muerte. De hecho, el que Pablo estimara todas las cosas como pérdida, constituía su experiencia de permanecer en la muerte de Cristo. Debido a que él permanecía en la muerte de Cristo, el poder de la resurrección de Cristo podía operar en él. Ésta es la manera de conocer el poder de la resurrección.

  La manera de conocer el poder de vida en un grano de trigo es ponerlo en la tierra y dejarlo allí. De igual modo, si queremos conocer a Cristo como el poder de la vida de resurrección que está en nosotros, tenemos que permanecer en la muerte de Cristo. Mientras que permanezcamos en Su muerte, el poder de vida se levantará en resurrección. Una vez que el poder de vida se levante, éste nos introducirá en una muerte más profunda. Y esta muerte más profunda es el ser configurados a la muerte de Cristo.

  El día en que fuimos bautizados, simplemente fuimos puestos en la muerte de Cristo; no obstante, aún no fuimos configurados a dicha muerte. Por ejemplo, cuando las hermanas hornean un pastel, ellas ponen la masa en el molde. Una vez que la masa es puesta en el molde, ésta experimenta presión y es procesada hasta adquirir la forma del molde. Por consiguiente, una cosa es poner la masa en el molde, y otra, configurarla al molde. Cuando nosotros fuimos bautizados, fuimos puestos en la muerte de Cristo, pero no fuimos amoldados a Su muerte. Siempre que estemos dispuestos a permanecer en Su muerte, el poder de la resurrección se levantará dentro de nosotros y nos introducirá más profundamente en la muerte. Esto no es simplemente ser bautizados en Su muerte, sino ser configurados a Su muerte. Por lo tanto, debemos decir: “Señor, cuánto te agradezco por Tu muerte maravillosa. Estar en ella no es un sufrimiento. ¡Cuán dulce y agradable es permanecer en Tu muerte! Cuando alguien viene a provocarme, lo que prefiero hacer es permanecer en esta muerte y cantar himnos de alabanza a Ti”. Si permanecemos en la muerte de Cristo de esta manera, tendremos la resurrección. Cuanto más resurrección tengamos, más experimentaremos la muerte. Con el tiempo, la superresurrección, la resurrección sobresaliente, vendrá a ser nuestra.

PERMANECER EN LA MUERTE DE CRISTO

  Muchos hermanos y hermanas han sido bautizados en la muerte de Cristo, pero no permanecen en ella. Por la expresión de sus rostros, me doy cuenta de que han salido de la muerte, pues es evidente que no están en reposo. Todo aquel que permanece en la muerte, permanece en reposo. Si permanecemos en la muerte, podremos decir: “No tengo problemas con nadie. Sencillamente estoy descansando aquí. No importa que otros me aprecien o me reprendan, yo no me dejo perturbar por ello; al contrario, estoy en reposo”. La razón por la cual existen conflictos entre los esposos es que muy a menudo ellos le rehuyen a la muerte, y al hacerlo, pierden su tranquilidad. Algunos hermanos y hermanas evaden por completo la muerte, mientras que otros tienen un pie en la muerte y el otro fuera de ella. Cuando regresan a la muerte, experimentan descanso, pero cuando se salen de ella, pierden su tranquilidad. Otros quizás permanezcan en la muerte, pero en lugar de echarse se levantan y se tratan de escapar. Incluso otros, aunque yacen en la muerte, no experimentan un reposo completo porque mientras están acostados desean escaparse de la muerte. Sólo aquellos que reposan plenamente en la muerte, permanecen en la muerte de Cristo. Ellos pueden decir: “Alabado sea el Señor, he sido bautizado en Su muerte. Me siento contento de estar aquí”.

EL CICLO DE MUERTE Y RESURRECCIÓN

  Aquellos que permanecen en la muerte conocen el poder de la resurrección. Mientras yacen reposadamente en la muerte, experimentan Filipenses 3:10. Conocen a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Además, son configurados a la muerte de Cristo tal como la masa adquiere la forma del molde.

  De ahora en adelante, no sólo debemos estar en la muerte de Cristo, sino también ser configurados a Su muerte. Cuanto más seamos configurados a Su muerte, más conoceremos el poder de Su resurrección; y cuanto más conozcamos el poder de Su resurrección, más seremos configurados a Su muerte. De esta manera, estaremos en el proceso de resurrección que nos conduce a la superresurrección. Cuanto más muerte haya, más resurrección habrá; y a más resurrección, más muerte. Esto es un ciclo que se mueve como una rueda. En esto consiste la vida cristiana y también el andar cristiano. Vivimos y andamos en este ciclo.

  Este ciclo no empieza con la resurrección, sino con la muerte. ¿No sabe usted que todos los que fuimos bautizados en Cristo, fuimos bautizados en Su muerte? Ser bautizados en la muerte de Cristo es el comienzo del ciclo. Por medio de esta experiencia de muerte, el poder de la resurrección actuará en nosotros para llevarnos a una experiencia más profunda de la muerte. Después que hayamos entrado en una experiencia más profunda de la muerte, más actuará el poder de la resurrección. De este modo, el ciclo continúa de muerte a resurrección y de resurrección a muerte, hasta que finalmente llegaremos a la resurrección sobresaliente. Ese será el momento en que habremos llegado a la madurez, en que estaremos listos para ser arrebatados y para que nuestro cuerpo sea redimido. La redención de nuestro cuerpo es el último paso de la resurrección. Cuando nuestro cuerpo físico haya entrado en la resurrección, entonces será transfigurado. Esto será la plena madurez de nuestra vida cristiana.

  La vida cristiana es un asunto de morir para vivir. Morimos a fin de poder vivir. Sin muerte no puede haber vida, no puede haber resurrección. Cuanto más la muerte tengamos, más resurrección experimentaremos; y cuanto más resurrección tengamos, más muerte experimentaremos. Éste es el ciclo que gradualmente nos llevará a la madurez hasta que lleguemos a la resurrección sobresaliente. En esto consiste la vida cristiana.

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