
Como hemos visto, el libro de Filipenses es un libro que trata acerca de la experiencia que tenemos de Cristo. Este hecho lo reconocen la mayoría de los maestros del cristianismo. Muchos cristianos lo remitirían a las palabras que Pablo dijo en Filipenses con respecto a estimar todo como pérdida y a conocer a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Sin embargo, no conozco a nadie que hable acerca de la comunión en el evangelio ni del Espíritu de Jesucristo. La manera de experimentar a Cristo no consiste primeramente en conocer el poder de Su resurrección, sino en participar en la comunión en el evangelio mediante el Espíritu de Jesucristo.
Tanto la comunión en el evangelio como el Espíritu de Jesucristo son expresiones poco comunes. El capítulo 1 contiene otras expresiones que no son comunes, tales como “en un mismo espíritu, combatiendo juntos con una sola alma por la fe del evangelio” (v. 27, gr.). Relativamente, es más fácil que entendamos la expresión “en un mismo espíritu” que “con una sola alma”. Los traductores en la versión King James tradujeron esta expresión “con una sola mente”, interpretando la palabra griega psujé como mente. El principal problema que tenemos en nuestra alma tiene que ver con nuestra mente. Esto especialmente se aplica a los hermanos. La segunda parte más importante del alma es la parte emotiva. Esto representa un problema especial para las hermanas. Asimismo, con relación a nuestra alma, tenemos problemas con nuestra obstinada voluntad. Por lo tanto, en nuestra alma tenemos una mente problemática, una parte emotiva desconcertante y una voluntad obstinada.
El alma es la parte más complicada y compleja de nuestro ser. Como criaturas tripartitas que somos, tenemos un cuerpo, un alma y un espíritu. Pese a que nuestro cuerpo tiene muchos miembros y es difícil cuidarlo, con todo, no es tan complejo como nuestra alma. La parte más sencilla de nuestro ser es nuestro espíritu, y la parte que nos causa más problemas es nuestra alma. Por ejemplo, las lágrimas no provienen de nuestro espíritu. Las lágrimas de las hermanas se originan en su parte emotiva, y las lágrimas de los hermanos se originan en su mente. Les puedo asegurar a los hermanos que si no pensaran tanto, no tendrían lágrimas que derramar. Con relación a los hermanos, la mente es la fuente de lágrimas. Las personas que son pensativas son las que más sufren. Las personas que razonan mucho tienden a cometer suicidio más a menudo que las personas sencillas. Algunas personas que son pensativas, no encontrando la manera de seguir adelante en la vida, cometen suicidio.
Nuestra mente y nuestra parte emotiva ciertamente necesitan experimentar un giro; sin embargo, nuestra obstinada voluntad impide que esto ocurra. No hay nada de malo con tener una mente pensativa ni una parte emotiva sensible; no obstante, éstas tienen que ser reguladas por nuestra voluntad. Lamentablemente, nuestra voluntad es muy obstinada. Cada vez que perdemos el control de nuestra parte emotiva, eso significa que nuestra voluntad no está ejerciendo su función adecuadamente. Pareciera que algunas hermanas tienen solamente una parte emotiva, y no una voluntad. Asimismo, algunos hermanos parecen tener solamente una mente y no una voluntad. Por lo tanto, es preciso que ejercitemos nuestra voluntad a fin de controlar nuestra mente y nuestra parte emotiva.
Al escribir Filipenses 1:27, Pablo no dijo “con una sola mente”, sino “con una sola alma”. No todos los problemas que tenemos con nuestra alma se originan en nuestra mente. La mente, la parte emotiva y la voluntad nos causan dificultades. Es por ello que al traducir Filipenses 1:27 es mejor decir “con una sola alma”. A fin de tener una sola alma, no debemos permanecer en nuestra mente, parte emotiva y voluntad.
Los problemas que tenemos en cuanto a nuestra experiencia de Cristo no tienen que ver con nuestro espíritu, sino con nuestra alma. No obstante, quienes no están en el recobro del Señor podrían tener un problema con su espíritu, debido a que son muy pocos los que saben acerca del espíritu y de cómo ejercitarlo. Muchos sólo tienen a un Cristo objetivo que está muy lejos, en los cielos, y no conocen al Cristo que está en su espíritu. No tienen la menor idea de que Cristo es el Espíritu vivificante que ahora mora en su espíritu. Pero nosotros, los que hemos estado en la vida de iglesia por un buen número de años, en cierto modo estamos familiarizados con el espíritu. Con respecto a nosotros, el problema que nos impide experimentar a Cristo está principalmente relacionado con nuestra alma. En el pasado hicimos mucho hincapié en el espíritu; sin embargo, no es suficiente con que simplemente hablemos del espíritu en relación con nuestra experiencia de Cristo, pues no sólo tenemos un espíritu sino también un alma.
Al llegar aquí, podemos hacer una distinción entre experimentar a Cristo y disfrutarle. Experimentar a Cristo es algo que tiene que ver principalmente con nuestro espíritu, pero disfrutarle ocurre en nuestra alma. Una cosa es experimentar a Cristo, y otra disfrutarle. Consideren por ejemplo el hecho de comer los alimentos. Una cosa es comer el alimento, y otra cosa es disfrutarlo. A veces los padres obligan a sus hijos a que coman ciertos alimentos. Aunque es posible que los hijos se coman la comida por temor al castigo, no disfrutan el alimento; por el contrario, sufren mientras comen. A veces nosotros experimentamos a Cristo, pero no lo disfrutamos sino que sufrimos. Algunos pueden decir: “Tengo que tomar a Cristo como mi vida y vivir por Él. Tengo que experimentar a Cristo”. Sin embargo, esto no es disfrutar a Cristo. Al igual que los niños que comen la comida sin disfrutarla, muchas veces nosotros experimentamos a Cristo sin disfrutarle; y en lugar de disfrutar a Cristo, sufrimos. Por lo tanto, es posible experimentar a Cristo y no disfrutarle. El problema aquí radica en nuestra alma.
Antes de seguir hablando de este asunto, examinemos el trasfondo del libro de Filipenses. Sin lugar a dudas, los santos de Filipos eran muy buenos creyentes. Ellos eran fervientes por el evangelio, y estaban muy dedicados a los intereses del Señor. En el capítulo 4 vemos que ellos muchas veces se ocuparon de las necesidades del apóstol Pablo. Es muy significativo que proveyeran para las necesidades del siervo del Señor. Si usted verdaderamente no vive a favor de los intereses del Señor, no atenderá las necesidades de Sus siervos. Así que, el hecho de que usted atienda las necesidades del siervo del Señor es una prueba y una señal muy contundentes de que vive a favor de los intereses del Señor. No obstante, pese a que los filipenses eran fervientes por el evangelio, vivían por los intereses del Señor y suplían para las necesidades del apóstol, ellos tenían un problema relacionado con las opiniones. Es por ello que Pablo dijo: “Exhorto a Evodia y exhorto también a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor” (4:2). Evodia y Síntique, dos hermanas que tomaban la iniciativa en algún servicio, no eran uno. En la mayoría de las iglesias las discordias ocurren principalmente entre las hermanas. Si no hubiera tantas opiniones entre los filipenses, el apóstol Pablo no les habría repetido tantas veces que tuvieran el mismo pensamiento o el mismo sentir (2:2; 4:2). Según el griego, Filipenses 2:5 debería traducirse así: “Pensad esto entre vosotros, que estuvo también en Cristo Jesús”. Esto significa que en nuestro modo de pensar debemos ser uno con Cristo. Esto no tiene que ver simplemente con nuestra mente, sino con la función que la mente desempeña, o sea, con el proceso mental. Los santos de Filipos eran buenos, honestos y fieles, pero se aferraban mucho a sus opiniones, por lo cual no disfrutaban debidamente a Cristo. Cuando leemos este libro detenidamente, nos damos cuenta de que ésta era la situación que existía entre ellos.
Hablando con propiedad, Filipenses es un libro que no solamente nos habla acerca de la experiencia que tenemos de Cristo, sino también del disfrute que tenemos de Él. En Filipenses 3:8 Pablo dijo que por amor a Cristo él tenía todas las cosas por basura. Esto no solamente alude a la experiencia, sino también al disfrute. La excelencia del conocimiento de Cristo (v. 8) también hace alusión al disfrute. La excelencia no tiene que ver principalmente con la experiencia sino con el disfrute. En el capitulo 3 Pablo parecía decir: “En el pasado, yo, Saulo de Tarso, disfrutaba mucho el estatus que tenía. Era hebreo de hebreos y un fariseo; pero ahora estimo como pérdida todas las cosas por amor de Cristo”. La basura o comida de perros mencionada en el versículo 8, indica que no hay disfrute. Ningún ser humano puede disfrutar la comida de perros. Por esta razón, el libro de Filipenses no sólo tiene que ver con la experiencia que tenemos de Cristo, sino también con el disfrute que tenemos de Él. El disfrute que tenemos de Cristo siempre tiene un sabor agradable.
Pese a que los filipenses eran buenos, ellos habían perdido su disfrute de Cristo. Tal vez tenían un espíritu apropiado, pero había un problema en su alma. Probablemente estaban en un mismo espíritu, pero definitivamente no eran uno en el alma. Éste es el trasfondo de esta epístola.
Cada epístola del Nuevo Testamento fue escrita con un propósito particular. La razón por la cual fue escrita la Epístola a los Filipenses era que, aunque ellos estaban a favor de los intereses del Señor y cuidaban de Su siervo y estaban en un mismo espíritu, tenían un problema en su alma, pues no tenían el mismo pensamiento. Ellos tenían problemas en su modo de pensar. Por esta razón, Pablo escribió esta epístola para aconsejarles, e incluso suplicarles, que fueran uno en el alma.
Nuestra necesidad hoy en día es muy similar a la de los filipenses. En el capítulo 1 Pablo les dijo a estos creyentes: “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis peticiones orando con gozo por todos vosotros” (vs. 3-4). Yo me siento igual con respecto a todos los queridos santos que están en el recobro del Señor. Con toda sinceridad puedo decir que alabo al Señor por todos los santos. Sin embargo, en cierto modo me preocupa que ustedes no disfruten mucho a Cristo. Quizás cuando por primera vez vinieron a la iglesia en su localidad, lo disfrutaron en gran medida; pero con el paso del tiempo fueron perdiendo este disfrute. Esto se debe a que hay un problema con relación al alma, o las hermanas son controladas por su parte emotiva, o los hermanos son controlados por su mente. Además, todos tenemos problemas con nuestra obstinada voluntad. Siento la carga de que esta obstinada voluntad sea subyugada. Muchos santos que llevan mucho tiempo en el recobro son como niños que se comen la comida sin disfrutarla. Cuando vinieron a la vida de iglesia, todo era muy disfrutable, pero hoy muchos de ustedes ya no tienen el mismo disfrute. La razón por la cual muchos han perdido su disfrute de Cristo es que tienen problemas con relación a su alma. Los jóvenes quizás sean muy activos en la predicación del evangelio en las universidades; tal vez oren, alaben y griten “¡Aleluya!”; sin embargo, es posible que todo esto se convierta en el cumplimiento de un deber y no disfruten mucho a Cristo. Si disfrutan poco a Cristo, ello implica que no son uno en el alma. En sus pensamientos y en su parte emotiva ustedes difieren de los demás. La razón por la cual Evodia y Síntique no eran uno era que tenían un problema en el alma; ellas no pensaban lo mismo.
Parece que fuese imposible que todos podamos pensar una misma cosa. Sin embargo, la Biblia nos lo manda. Las palabras que Pablo dijo en Filipenses acerca de ser de un mismo sentir no están describiendo un hecho histórico, es decir, él no nos estaba diciendo que los filipenses eran de un mismo sentir, sino que más bien, estas palabras eran un consejo. En nuestra humanidad es imposible seguir el consejo de Pablo; sin embargo, esto es posible mediante el Espíritu de Jesús. Si nosotros vivimos por el Espíritu de Jesús —no por nuestra alma— podremos tener un mismo pensamiento. Observen que Pablo no nos dice que alabemos u oremos acerca de una misma cosa. Alabar y orar son acciones relacionadas con el espíritu. Sin embargo, pensar es algo relacionado con nuestra alma. Como hemos visto, lo que nos impide disfrutar a Cristo no es nuestro espíritu sino nuestra alma; y el problema no radica principalmente en nuestra obstinada voluntad ni en nuestra desconcertante parte emotiva, sino en nuestra problemática mente. Sin embargo, nuestra mente es afectada por nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Si nuestra parte emotiva no está finamente calibrada y si nuestra voluntad no ha sido subyugada, no podremos pensar apropiadamente.
Por muchos años, hemos hablado acerca de la experiencia y el disfrute que tenemos de Cristo, pero no hemos visto de manera detallada cómo disfrutar a Cristo. Por lo tanto, he sentido la carga de dar varios mensajes sobre la manera en la cual podemos disfrutar a Cristo. A fin de disfrutarle, es preciso que disciplinemos cada una de las partes de nuestra alma, principalmente nuestra mente. Si nuestro modo de pensar es disciplinado, desarrollaremos un gusto apropiado por Cristo y le experimentaremos al mismo tiempo que le disfrutamos. Así, no sólo comeremos, sino que también disfrutaremos lo que comemos. Si disfrutamos la comida o no, depende de nuestro paladar. Con relación a Cristo, nuestro paladar se encuentra principalmente en nuestra alma. Es por ello que, con relación a la experiencia que tenemos de Cristo y el disfrute que tenemos de Cristo, debemos disciplinar las diferentes partes de nuestra alma.
La última parte de Filipenses 1 y la primera parte de Filipenses 2 de hecho pertenecen a la misma sección y no deben separarse. Entre 1:27 y 2:8 encontramos una línea de pensamiento. En 1:27 Pablo dice: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo”. Cuando leí este versículo hace muchos años, pensé que conducirse como es digno del evangelio significaba tener un comportamiento perfecto delante de aquellos a quienes les predicamos el evangelio. Pero eso no es lo que Pablo quiere decir aquí. El resto del versículo 27 dice: “Para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes junto con la fe del evangelio”. Pablo no habla aquí de amar a nuestras esposas o de someternos a nuestros maridos, ni de honrar a nuestros padres, ni de ser bondadosos o amables; más bien, él nos dice que estemos firmes en un mismo espíritu y que estemos unánimes. Si no estamos en un mismo espíritu y tampoco estamos unánimes, no nos comportaremos como es digno del evangelio. Sin importar cuántos seamos en una localidad o en la universidad, la impresión que todos deben llevarse cuando prediquemos el evangelio es que somos uno en el espíritu y en el alma. Ninguna otra cosa es más convincente que esto. Cuando todos los miembros de la iglesia estén en un mismo espíritu y sean unánimes en el alma, esta unidad convencerá, subyugará y atraerá a otros. Cuando tengamos esta clase de unidad tan subyugante y convincente, experimentaremos a Cristo y le disfrutaremos. Disfrutaremos a Cristo por estar en un mismo espíritu y por estar unidos en el alma. Así, al predicar el evangelio, expresaremos la unidad que tenemos en el espíritu y en el alma. Cuando prediquemos el evangelio de esta manera, disfrutaremos a Cristo; y cuanto más prediquemos el evangelio así, más disfrutaremos a Cristo. Entonces podremos decir: “No nos interesa cuántas almas sean salvas, ni cuántas personas traigamos al Señor. Lo que nos importa es que estamos disfrutando al Señor”. De este modo, rebosaremos de gozo y la predicación del evangelio será un banquete. Pero si mientras predicamos el evangelio no tenemos la sensación de que Cristo es nuestro banquete, algo anda mal. Significa que carecemos de la unidad en el espíritu y en el alma. Sin embargo, si estamos en un mismo espíritu y somos unánimes, el número de personas salvas por medio de nuestra predicación del evangelio vendrá a ser algo secundario. De hecho, lo más importante será que durante nuestra predicación, comeremos a Cristo como nuestro banquete y le disfrutaremos. No sólo lo experimentaremos sino que también lo disfrutaremos.
El versículo 29 dice: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él”. Aunque en este versículo Pablo habla acerca de sufrir, en realidad sufrir por Cristo equivale a disfrutarle. Cuando en nuestra predicación del evangelio sufrimos por causa de Cristo, le disfrutamos.
El concepto que se expresa en la última parte del capítulo 1 continúa en la primera parte del capítulo 2. El versículo 1 dice: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión de espíritu, si algún afecto entrañable y compasiones”. Cuando Pablo habló de consolación aquí, estaba hablando de recibir él mismo esa consolación. Pablo parecía estar diciendo: “Estoy sufriendo muchísimo. Vosotros habéis oído de mis sufrimientos aquí en la cárcel. Así que espero que tengáis para mí alguna consolación en Cristo. También espero que tengáis algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto entrañable y alguna compasión”. El versículo 2 continúa diciendo: “Completad mi gozo, tened todos el mismo pensamiento, con el mismo amor, unidos en el alma, teniendo este único pensamiento”. En este versículo Pablo les rogaba a los filipenses que completaran su gozo. Esto significa que él deseaba que su situación no le causara aflicción. Pablo parecía estar diciendo: “Su situación me aflige. Aunque predican el evangelio, no son uno entre ustedes. Yo estoy padeciendo en la cárcel por causa de este evangelio, pero ustedes no son uno. Su falta de unidad no me consuela, sino que más bien me aflige. No me consuela ni me da la comunión apropiada. Ustedes no están teniendo misericordia de mí, puesto que me están causando aflicción. ¿No creen ustedes, filipenses, que deben tener alguna misericordia y alguna compasión de mí? Les ruego que completen mi gozo”.
Pablo no les estaba pidiendo a los filipenses que completaran su gozo enviándole más ofrendas o haciendo lo posible por liberarlo de la cárcel. Esto no lo habría consolado. Lo que consolaba a Pablo era que los filipenses tuvieran el mismo pensamiento, amaran con el mismo amor, estuvieran unidos en el alma, y tuvieran un único pensamiento. Pablo parecía estar diciendo: “Si hacen estas cosas, tendrán misericordia de mí y serán un consuelo para mí. Esta unidad será para mí un verdadero consuelo de amor. Sin embargo, en el presente ustedes no son uno, por lo cual me están matando. Les ruego que tengan misericordia de mí. Soy como un padre viejo, y ustedes son como mis preciosos hijos. Sus pleitos me causan mucha aflicción”. Éste era el concepto de Pablo en los versículos 1 y 2.
En el versículo 2 no sólo encontramos el problema relacionado con la mente, sino también con la parte emotiva, pues el amor tiene que ver con las emociones. En el versículo 2, Pablo les implora a los filipenses que tengan el mismo amor. Así que, ellos no solamente debían tener el mismo pensamiento en su mente, sino también sentir el mismo amor en su parte emotiva. Hoy en día, muchos de nosotros no tenemos el mismo amor para con todos; al contrario, el amor que sentimos por algunos es más elevado que el amor que sentimos por otros. Esto en particular es verdad con las hermanas. El amor entre las hermanas se da en diferentes niveles. Ellas aman a ciertas personas más que a otras, lo cual significa que no poseen el mismo amor. Amar al apóstol Pablo más que a otros santos está mal. Todos debiéramos amar a todos los creyentes con el mismo amor.
Las palabras de Pablo acerca de tener el mismo amor revisten gran importancia. Ellas constituyen una clara señal de que los filipenses tenían diferentes niveles de amor. Hoy en día, nuestra situación es la misma. Si bien es cierto que nos amamos, no tenemos el mismo amor para con todos; la temperatura de nuestro amor no es siempre la misma. Cuando contactamos a ciertas personas, somos como témpanos de hielo, mientras que cuando contactamos a otros, somos como agua hirviente. Con algunos, nuestro amor es demasiado frío; mientras que con otros, nuestro amor es excesivamente cálido. Nuestro amor debe ser moderado para con todos. No debe ser ni demasiado caliente ni demasiado frío. En ocasiones ha habido personas que me han dicho que me amaban. Pero interiormente me dije a mí mismo: “Su amor es tan frío. Cuanto más me expresa su amor, más frío me siento. Sin embargo, su amor para con otras personas parece agua que hierve”.
Amar con un amor que fluctúa en temperatura, es tener un amor nacido de la vida natural. Semejante amor se origina en un alma que no ha sido quebrantada. Nosotros jamás podremos disfrutar a Cristo con esta clase de amor. Si nuestro amor por los santos ha sido regulado y disciplinado, entonces, al amarlos, disfrutaremos a Cristo. Lo que determina si nuestro amor es el apropiado o no, es si disfrutamos a Cristo o no al amar a los demás. Si usted ama a los demás sin disfrutar a Cristo, tal amor es el equivocado; no es ni moderado ni apropiado.
¿Puede usted asegurar que su amor por los santos se halla siempre en el mismo nivel? Si no es así, entonces su amor contiene miel. Era prohibido añadir miel a la ofrenda de harina porque ésta podría ser fácilmente leudada (Lv. 2:11). Ser leudado equivale a ser corrompido. Asimismo, nuestro amor natural puede corromperse fácilmente.
Debido a que la Biblia no desperdicia palabras, debe haber alguna razón por la cual el apóstol Pablo escribió las palabras halladas en Filipenses 2:2. Como ya mencionamos, era como si Pablo estuviera diciendo: “Filipenses, ¿me tienen algún afecto entrañable? Si es así, completad mi gozo teniendo todos el mismo pensamiento, con el mismo amor, unidos en el alma. ¿Tienen la intención de compadecerse de mí en los sufrimientos que experimento en la cárcel por causa del evangelio? Entonces, no deben estar tan aferrados a sus opiniones ni disputar entre ustedes. Esto me aflige y me causa dolor. Les ruego que tengan el mismo pensamiento y el mismo amor, y estén unidos en el alma. Si hacen esto, completaran mi gozo”.
El versículo 3 dice: “Nada hagáis por ambición egoísta o por vanagloria; antes bien con una mentalidad humilde, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo”. Según este versículo, entre los filipenses probablemente había rivalidades y vanagloria. Ésta no es la manera de disfrutar a Cristo. Disfrutar a Cristo no tiene nada que ver con la rivalidad ni con la vanagloria. Si hacemos algo por rivalidad o vanagloria, estaremos acabados en lo que se refiere a nuestra experiencia de Cristo.
El versículo 4 dice: “No considerando cada uno sus propias virtudes, sino cada cual también las virtudes de los otros”. Sin lugar a dudas, algunos de los filipenses estaban sólo considerando sus propias virtudes, sus cualidades positivas. Pero Pablo les estaba diciendo que ellos debían también tener en cuenta las virtudes de los demás. Luego, según el griego, en el versículo 5, Pablo dijo: “Pensad, pues, de esta manera, que hubo también en Cristo Jesús”. En otras palabras, Pablo les estaba diciendo que pensaran en todo lo que Cristo pensaba. Ésta es la manera de disfrutar a Cristo.
En este mensaje hemos visto de forma detallada la manera de disfrutar a Cristo. En primer lugar, debemos predicar el evangelio en la comunión del evangelio. A fin de mantenernos en la comunión del evangelio, debemos disciplinar nuestra alma y ser uno en el alma. De hecho, la palabra griega traducida “unidos en el alma” en Filipenses 2:2, es “co-alma”, que puede también traducirse “tener una misma alma”. Todos nosotros debemos tener una misma alma. El problema hoy es que no tenemos todos una misma alma. Por lo tanto, somos uno en el espíritu, pero diferimos en el alma. Podemos orar, alabar y cantar juntos, porque todo esto se lleva a cabo en nuestro espíritu. Pero tal vez no seamos capaces de hablarnos los unos con los otros. Esto indica que somos uno en el espíritu, pero no en el alma. En las reuniones ciertamente tenemos un “co-espíritu”, un mismo espíritu, pero en nuestro andar diario no tenemos una “co-alma”, una misma alma. Para disfrutar a Cristo, es necesario que tengamos una misma alma. Nuestra necesidad es estar unidos en el alma así como estamos unidos en el espíritu.