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Mensajes del libro «Experiencia y el crecimiento en vida, La»
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LA EXPERIENCIA Y EL CRECIMIENTO EN VIDA

MENSAJE DOS

EL CRECIMIENTO EN VIDA

(1)

  Lectura bíblica: Col. 2:19; 1 Co. 3:6-7, 9; 1 P. 2:2

  En esta serie de mensajes consideraremos el crecimiento en vida. Colosenses 2:19, 1 Corintios 3:6-7 y 9, y 1 Pedro 2:2 son los mejores versículos del Nuevo Testamento con respecto al crecimiento en vida. Efesios 4:13-16 habla del crecimiento del Cuerpo más que del crecimiento en vida de los miembros individualmente.

CRECER CON EL CRECIMIENTO DE DIOS

  En 1 Corintios 3:6-7 dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”. El versículo 9 dice: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. El crecimiento del cual se habla en estos versículos no es el crecimiento en conocimiento, porque aquí Pablo habla de una labranza. La plantación y el riego no están relacionados con el conocimiento. Plantar no es instruir, sino nutrir por medio de suministrar a la planta el suelo fértil. De igual manera, regar no es enseñar sino proveer la planta de los nutrimentos que están en el agua. Esto está relacionado con la vida.

  Colosenses 2:19 dice: “Asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el Cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios” (gr.). Estos versículos nos muestran que crecer es crecer con algo. Si un joven no come ni bebe, no tendrá nada con lo cual crecer. Uno no puede crecer sin nada. Al contrario, sin nada con lo cual crecer, uno morirá. Los dietistas nos dicen que nosotros somos lo que comemos. Si comemos carne de res, seremos constituidos de la carne de la vaca. Si comemos pescado, seremos constituidos de pescado.

  Dios creó al hombre a Su propia imagen, conforme a Su propia semejanza (Gn. 1:26). Luego sopló Su aliento en el hombre, y después de entrar en el hombre aquel aliento llegó a ser el espíritu del hombre (Gn. 2:7; Zac. 12:1). Estas son las dos características particulares del hombre creado. Exteriormente, el hombre tiene la imagen de Dios, e interiormente el hombre tiene el aliento de Dios como su propio espíritu. Sin embargo, hablando con propiedad, el aliento de Dios, en sí, no es la vida de Dios. La vida de Dios es Dios mismo, la Persona divina. Al momento de su creación, el hombre no tenía la vida de Dios, es decir, a Dios mismo, dentro de él. El hombre tenía solamente la imagen de Dios como su expresión. Esta imagen puede compararse a una foto. Mi foto puede tener mi imagen, pero no me tiene a mí por dentro. La vida que está en el hombre creado sólo era la vida del hombre, y después de la caída esta vida llegó a ser la muerte misma.

  Este hombre creado fue hecho como vaso (Ro. 9:21-23) con la capacidad de comer. Comer es recibir, digerir, asimilar y retener algo orgánico. Cualquier cosa que no sea orgánica no es buena para comer. Para que comamos algo, debe ser orgánico, y, como hemos visto, con el tiempo cualquier cosa que comemos llega a ser nosotros. Por lo tanto, debemos tener cuidado con respecto a lo que comemos. Tener cuidado en lo que comemos es el primer encargo que Dios dio al hombre (Gn. 2:16-17). En Génesis 2 Dios no dio a Adán mandamientos acerca de su conducta. Los mandamientos acerca de ser fiel, de no mentir, de no robar y de obedecer a los padres, se dieron después de la caída. Antes de la caída, inmediatamente después de que Dios creó al hombre, Dios dio un solo encargo. Génesis 2:16-17a dice: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás”. El árbol de vida era bueno para comer, así mismo el árbol de la ciencia del bien y del mal era bueno para comer. Aun hoy, hay dos árboles entre nosotros. Un árbol es Dios como vida. Si comemos de este árbol, llegamos a ser vida. El otro árbol es la fuente de la muerte, Satanás. Si lo comemos a él, recibimos la fuente de la muerte, es decir, lo recibimos como muerte. Romanos 8:6 dice: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del espíritu es vida y paz”. Si comemos vida, recibiremos vida y llegaremos a ser vida, pero si comemos muerte, no sólo moriremos sino que también llegaremos a ser muerte.

EL CRECIMIENTO TIENE LUGAR NO POR MEDIO DE LA ENSEÑANZA SINO POR MEDIO DEL SUMINISTRO

  Conforme a nuestro concepto natural, no podemos entender el crecimiento en vida. Hoy en día no hay muchos cristianos que sepan qué es el crecimiento en vida. Puede ser que un día alguien que suele enojarse será capaz de controlar su enojo. Esto puede o no puede ser el crecimiento en vida. La Biblia tiene vida, y también tiene cierta cantidad de enseñanza. Sin las enseñanzas que se han dado en el cristianismo durante los últimos veinte siglos, el mundo occidental tal vez seria bárbaro. El mundo occidental, desde Europa hasta América, ha recibido sus enseñanzas apropiadas del cristianismo. Sin embargo, hoy en día el cristianismo se ha hecho una religión de enseñanza. Cuando era joven, oí a un pastor norteamericano decir que el cristianismo es lo mismo que el confucianismo. Según él, Confucio enseñó que debemos honrar a nuestros padres, y la Biblia dice lo mismo. En términos éticos, la Biblia sí parece ser lo mismo que las enseñanzas de Confucio, y a cierto punto tal vez no parezca ser tan alta. La Biblia enseña sumisión, pero Confucio enseñó sumisión triple. Confucio enseñó que una muchacha en la casa de su padre debe someterse a su padre; cuando se casa, debe someterse al marido; y cuando su marido muere, debe someterse a su hijo.

  La Biblia no anula la enseñanza de sumisión. Más bien, la apoya mucho. Sin tener al padre, al marido o al hijo como autoridad diputada de Dios, la raza humana llegaría a ser como las fieras. No habría vida conyugal, familia ni nación apropiadas, sólo habría anarquía. Sin embargo, el crecimiento en vida no es producido por la enseñanza sino por el suministro. Como hemos visto, plantar no es enseñar, y regar no es instruir. El plantar y el regar no tienen nada que ver con el conocimiento, sino que son un asunto de suministrar.

EL CRECIMIENTO POR MEDIO DE SER INJERTADOS

  Como hombres, éramos el olivo silvestre (Ro. 11:17). ¿Cómo podríamos llegar a ser el olivo cultivado (v. 24)? Ser culto o cultivado no significa ser meramente educado o regulado. Principalmente significa ser nutrido y alimentado. El olivo silvestre puede llegar a ser olivo cultivado sólo por medio de ser injertado. Para injertar, lo primero que se debe hacer es cortar. Para hacer un injerto se deben cortar los dos árboles, el árbol silvestre y el cultivado. La rama del árbol silvestre debe ser cortada, y en el árbol cultivado se debe hacer una abertura. Luego, se pone la rama silvestre en el árbol cultivado. Se ponen en contacto uno con otro, y la rama silvestre recibe la rica savia vital del árbol cultivado, es decir, come, absorbe y recibe las riquezas del árbol cultivado. Todas las riquezas del árbol cultivado son digeridas y asimiladas por la rama injertada. La rama silvestre conserva la rica savia, y con el tiempo la rica savia llega a ser la rama injertada misma.

  Esto es un buen cuadro que nos muestra cómo crecer. Primero, debemos ser cortados del viejo árbol de Adán, el cual es silvestre y no cultivado. Esto es el significado del bautismo. Ser bautizado es ser cortado de la raíz adánica y puesto en la muerte. Esto fue lo que hizo Juan el Bautista. Cuando algunos se arrepentían, no les enseñaba; más bien, los cortaba y los ponía en la muerte al introducirlos en el agua.

  En segundo lugar, debemos creer. Creer es poner la rama, la que ha sido cortada, en Cristo quien, como el árbol cultivado, está lleno de la rica savia vital. Después de ser puestos en El, permanecemos en El (Jn. 15:4). Como los que ya no somos meramente ramas incultas, sino ramas injertadas en el árbol cultivado, Cristo, debemos permanecer allí para recibir, absorber, asimilar y retener en nuestro ser toda la rica savia vital de Cristo. De esta manera sin duda creceremos en vida. Creceremos con el crecimiento del árbol, el cual es Cristo, la incorporación de Dios.

  Conforme a Colosenses 2:19, nosotros, asidos de la Cabeza, crecemos con el crecimiento de Dios. La Versión King James en inglés traduce la última parte de este versículo “aumenta con el aumento de Dios”. Crecer es aumentar. Al principio, un árbol tal vez tenga solamente diez ramas. El árbol es verdadero, pero no está aumentando. Cuando otras ramas del árbol silvestre son injertadas en este árbol cultivado, aumenta de diez ramas a cien ramas. Estas cien ramas son el aumento del árbol. De esta manera, todas las ramas injertadas crecen con el crecimiento del árbol cultivado. Esta es la manera en que crecemos con el crecimiento de Dios.

  Cuando vi por primera vez la última frase de Colosenses 2:19 traducida como “crece con el crecimiento de Dios”, me pregunté si Dios crecía. Dios es eterno. ¿Cómo podría crecer o aumentar el Dios eterno? En Dios mismo no hay necesidad de aumento. El es completo, perfecto y eterno. Sin embargo, Dios necesita crecer en nosotros. Cuando Dios crece en nosotros, nosotros crecemos en Su crecimiento. Si Dios no tiene la manera de crecer en nosotros, nunca podemos crecer nosotros.

CRECER POR MEDIO DE EJERCITAR NUESTRO ESPIRITU

  La vida divina es Dios, y Dios es Espíritu. Si El fuera como un pedazo de oro y no Espíritu, ¿cómo podría entrar en nosotros? Para poder entrar en nosotros, debe ser Espíritu. Además, Dios puede entrar en el hombre sólo porque el hombre tiene algo que ha provenido de Dios, el aliento de Dios, el cual llegó a ser el espíritu del hombre. Crecer en el crecimiento de vida es totalmente un asunto del Espíritu divino y el espíritu humano. Nosotros, los que tenemos el aliento de Dios como nuestro espíritu, debemos crecer por medio de este espíritu. Para crecer en vida no sólo debemos ejercitar nuestra mente. Todos necesitamos ejercicio físico, pero esto tampoco nos ayuda a crecer en vida. Para crecer en Dios como vida debemos ejercitar nuestro espíritu. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, proporcionamos a Dios la manera de crecer.

  Los incrédulos no tienen a Dios creciendo en ellos porque no saben cómo ejercitar su espíritu. Por esta razón tenemos que ir y decirles que necesitan a Dios. Ellos necesitan hablar algo desde las profundidades de su ser, desde su espíritu. Si hacen esto, ejercitarán su espíritu, y cuando ejerciten su espíritu, Dios tendrá la manera de entrar en ellos. La verdadera salvación es el injerto de una rama no cultivada, es decir, una rama silvestre, en Cristo como el árbol cultivado.

  Todos tenemos que aprender a predicar el evangelio de esta manera y no de la vieja manera. En la vieja manera se decía: “Querido amigo, tú eres un pecador. Hoy estás viviendo una vida miserable, siempre pecando y peleando con otros. No tienes felicidad, y además, irás al infierno. Por lo tanto, tienes que arrepentirte. Jesús murió por ti, y puedes ser perdonado. Luego tendrás una vida feliz, e irás a un lugar feliz, el cielo”. Este no es el evangelio profundo. Este es el evangelio superficial. Cuando el Señor hizo surgir entre nosotros nueva luz, es decir, la nueva manera, y nos introdujo en ella, muchos argumentos surgieron también. Algunos dijeron que predicar el evangelio no era algo nuevo; que lo habían hecho antes y que seguían haciéndolo. Sin embargo, ¿de qué manera estamos predicando el evangelio? Puede ser de la manera superficial. Muchos cristianos no saben cómo predicar el evangelio de una manera profunda. El evangelio profundo es algo nuevo, y no obstante algo antiguo. Está en la Biblia pero no en el entendimiento natural del hombre. Por eso, tengo la carga de conducir un entrenamiento. Quisiera entrenar a los santos a conocer las cosas, no de modo superficial, sino de modo profundo. Cuando predicamos el evangelio según esta manera profunda, no tocamos la “carne y huesos” del hombre; tocamos el espíritu del hombre. Vayan para predicar tal evangelio a fin de que de esta manera toquen el espíritu del hombre. Cuando el hombre toca su propio espíritu, Dios tiene la manera de entrar en él. Luego este hombre es injertado en Cristo; es salvo.

  Debemos recordar el principio de nuestro crecimiento en la vida divina. Crecer en vida es crecer con el crecimiento de vida. Es aumentar con el aumento de Dios quien es vida.

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