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Mensajes del libro «Experiencia y el crecimiento en vida, La»
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LA EXPERIENCIA Y EL CRECIMIENTO EN VIDA

MENSAJE CUATRO

EL CRECIMIENTO EN VIDA

(2)

  Lectura bíblica: Gn. 1:26; Ro. 11:24; Ro. 6:5; Gá. 2:20

EL HOMBRE COMO UN VASO SEGUN EL GENERO DIVINO

  La vida es el Dios Triuno procesado para ser nuestra porción destinada. Dios nos creó como vasos para que le contuviéramos a El como nuestra vida. Sin El, los vasos creados están vacíos, no tienen porción alguna, y su existencia es vanidad. Toda persona que se detiene a pensar se da cuenta de que su vida humana es vanidad. Eclesiastés fue escrito por el sabio y experimentado rey Salomón. En este libro él dijo: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ec. 1:2). Todo lo que hay en la tierra es vanidad de vanidades porque, sin Dios, el hombre está vacío. El hombre fue creado como un vaso vacío a fin de que recibiera a Dios como su porción, es decir, como su vida, su suministro de vida y como todo para él.

  Dios creó al hombre de una manera maravillosa. Ya sea que uno haya recibido a Dios o que sea ateo, sin deseo de recibirle, tiene que admitir que el hombre es la obra maestra de la creación de Dios. Las primeras cosas creadas por Dios fueron las cosas inanimadas. Luego, fueron creadas las cosas que poseían vida primitiva, es decir, la vida vegetal. Estas no pueden hablar ni entender; no tienen mente, emoción ni voluntad. Después, una vida más elevada, la vida animal, fue creada. Entre las vidas de los animales se encuentran las superiores y las inferiores. La vida de un insecto no es tan alta como la del perro, y la vida del perro no es tan fuerte como la de animales superiores. Sin embargo, la vida animal no es la más alta. La vida más alta de la creación de Dios es la vida humana.

  Todas las cosas que poseen vida son según su género (Gn. 1:12, 24). Pero la vida humana no es según el género humano sino según el género divino (Gn. 1:26). Nosotros somos según el género divino porque fuimos creados según Dios, con la imagen de Dios y la semejanza de Dios. El término imagen se refiere a los atributos divinos. Dios es amoroso; esto es Su imagen. Por consiguiente, nosotros también somos amorosos. Dios es puro, y nosotros fuimos creados puros, aunque ahora estamos caídos. Dios está en la luz, y nosotros deseamos estar en la luz; no nos gusta estar en tinieblas. Estos son algunos de los atributos de Dios. Los atributos que nosotros poseemos son iguales a los atributos de Dios, pero la naturaleza es diferente. Los atributos de Dios son divinos; los nuestros no son divinos. Lo que nosotros poseemos es la imagen de Dios. Por lo tanto, el hombre con sus atributos es un vaso para contener a Dios.

  La semejanza nos habla de la forma exterior. Conforme a su apariencia, el hombre, los ángeles y Dios están en la misma categoría. Los ángeles parecen seres humanos. Después de que el Señor Jesús resucitó, Sus discípulos fueron a Su sepulcro donde vieron dos hombres (Lc. 24:4). En realidad, aquéllos no eran hombres sino ángeles (Jn. 20:12). Por otra parte, la Biblia nos dice que Dios no tiene forma visible. Sin embargo, cuando en Génesis 18 vino a Abraham en compañía de dos ángeles, se apareció como un hombre (vs. 1-2). Abraham recibió a los tres y preparó agua para que ellos lavaran sus pies. Su esposa preparó una comida, y todos comieron, incluyendo a Jehová y a los dos ángeles. Cuando Jehová salía, Abraham le acompañó, caminando y hablando con El. En forma de hombre, Jehová habló con Abraham como con un amigo íntimo (vs. 16-33; Stg. 2:23).

LA VIDA INJERTADA

  Para poder crecer en vida, necesitamos ver que la vida cristiana es una vida injertada (Ro. 11:24; 6:5; Gá. 2:20). No se puede hacer un injerto entre dos árboles de géneros diferentes. No pueden unirse y así continuar creciendo porque no son del mismo género. Debido a que el hombre fue creado según el género divino, se puede tener un injerto entre el hombre y Dios. Si no entendemos claramente el principio de injertar, no podremos comprender adecuadamente el asunto de vida; en lo que a la vida se refiere cometeremos errores. Muchos cristianos enfatizan ciertos versículos relacionados con la vida cristiana, como por ejemplo, Romanos 6:5 y Gálatas 2:20. Ellos consideran que estos versículos se refieren a una vida intercambiada. Empero, la vida injertada no es una vida intercambiada. La vida cristiana es un mezclar de dos vidas, una vida de dos naturalezas. Ambas vidas siguen existiendo en el injerto.

  Jesús era una persona plenamente injertada, una persona con dos naturalezas. Por un lado, cuando vivió en la tierra, era el verdadero Dios. Por otro, era un hombre que expresaba a Dios. El era Dios expresado a través del hombre. Nosotros también somos personas con dos naturalezas, la humana y la divina. Cuando recibimos la vida divina, nuestra vida humana no se termina. Nuestra vida humana todavía existe.

  Aunque las vidas humana y divina son del mismo género, una vida es más fuerte que la otra. Ahora vivimos por una vida débil con una vida más fuerte. Cuando se pone una vida débil junto con una vida más fuerte, la más fuerte sojuzga a la más débil. En la vida conyugal las hermanas son los vasos débiles y los hermanos son los vasos más fuertes. Por esto, la esposa toma el apellido del esposo. En este sentido, las esposas son sojuzgadas. En su día de bodas, las hermanas dándose cuenta de esto, ponen algo sobre su cabeza para cubrirla. Durante las bodas solamente se puede ver la cabeza del esposo. Esto indica que los dos deben vivir una sola vida.

  Es posible que en la reunión proclamemos con gozo: “Yo soy parte de Cristo, soy uno con Cristo, y estoy mezclado con Cristo”. No obstante, después de la reunión, quizás nosotros deseemos ser la cabeza y queramos que Cristo sea el que esté cubierto. Siempre debemos recordar que nosotros somos la esposa y El es el Esposo. Como tales, somos dos personas que viven juntas una sola vida, sin separación alguna. Una persona vive en la otra y a través de la otra. Esta es la forma en que la vida injertada puede ser producida.

  Cuando amamos, no amamos nosotros solos. Amamos con Cristo, a través de Cristo y en Cristo, y Cristo ama a través de nosotros. Este tipo de amor no expresa meramente nuestra virtud humana, sino también nuestra virtud humana junto con los atributos divinos de Cristo. Su amor divino llega a ser la esencia misma de nuestro amor humano. Esto no es asunto de dos amores que existen juntos, sino de un solo amor que vive en el otro. Esto se puede comparar a la mano en el guante. La mano y el guante no son dos entidades que meramente existen juntas. Más bien, la mano es introducida en el guante, así haciendo de los dos objetos uno. Cuando amamos a otros, es Cristo quien está amándolos, pero no por Sí mismo; Cristo está amándolos a través de nosotros. El es la “mano” y nosotros somos el “guante”, pero no como un par, sino en calidad del uno en el otro. La vida humana tiene la vida divina dentro de sí como contenido, y la vida divina tiene la vida humana como expresión. Si esto no está claro para nosotros, nunca podremos entender la vida cristiana.

  Damos gracias al Señor que hay tal cosa como el injertar. El himno #30 en 100 Himnos Seleccionados fue escrito por A. B. Simpson, el fundador de la Alianza Cristiana y Misionera. La tercera estrofa dice:

  Guarda natura un secreto, Grano muerto siega da; Pobre árbol injertado, Vida rica logrará.

  Tenemos que aprender a ver la vida injertada y a proceder en conformidad con ella, poníendola en práctica. No debemos unirnos a Cristo como si fuéramos un par. Debemos unirnos a El como coinherentes con El. El vive en nosotros y nosotros en El.

  La vida cristiana es una vida injertada, la mezcla de dos vidas que son muy cercanas en género. Para ver esto y practicarlo se requiere que estemos en nuestro espíritu. Necesitamos andar en vida conforme al espíritu y no hacer nada sin Cristo. Debemos hacer todo con Cristo y a través de Cristo. Si no tenemos la certeza de que estamos haciendo algo con Cristo y a través de Cristo, debemos detenernos. Debemos practicar este principio durante toda nuestra vida cristiana.

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