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Mensajes del libro «Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia»
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CAPITULO DIEZ

LA MANERA DE DISFRUTAR A CRISTO COMO OFRENDA DE PAZ

(2)

  Lectura bíblica: Lv. 3:1-5; 7:11-15, 28-34; 16:3, 5

  Antes de entrar en los detalles del disfrute que tenemos de Cristo como nuestra ofrenda de paz, veamos algo acerca de los principios divinos básicos. Quienes creemos en el Señor Jesús sabemos que Dios es nuestra porción. El no es solamente nuestro Creador, sino también nuestra porción, para lo cual El debe ser nuestra vida y nuestro suministro de vida; El debe ser nuestro todo. Si leemos cuidadosamente los sesenta y seis libros de la Biblia, descubriremos numerosos nombres y designaciones maravillosas que se le atribuyen a Dios. Por ejemplo, Dios desea ser nuestro Padre, nuestro consolador, nuestro aliento, nuestra luz, nuestra vida, nuestra fuerza, nuestro poder y nuestra autoridad.

  En la Biblia las palabras fuerza, fortaleza, poder y autoridad nos llaman la atención; se usan particularmente en el Nuevo Testamento. Dios es nuestra fuerza, nuestra fortaleza, nuestro poder y nuestra autoridad. Si vamos más adelante, veremos que también es nuestra energía. Es realmente difícil definir estas palabras y determinar la diferencia entre energía y fuerza, entre fuerza y fortaleza, entre fortaleza y poder, y entre poder y autoridad. Aun así, la Biblia demarca la distinción entre estos términos porque Dios lo es todo para nosotros de una manera detallada.

  Dios lo es todo para nosotros: nuestro vestido, nuestra comida y hasta nuestra belleza. Las hermanas no necesitan usar otra cosa que las embellezca; deben dejar que Dios lo haga con El mismo. El debe ser su belleza y su gloria; también debe ser su virtud. Pedro nos dice en una de sus epístolas, que Dios nos llamó por Su gloria y virtud. La preposición “por” también puede traducirse “a”, pues tiene ambos significados. Dios nos llama por Su gloria y virtud a Su gloria y virtud. Aunque tal vez no entendamos la diferencia entre gloria y virtud, El es ambas para nosotros.

  Dios es mucho para nosotros, pero ¿sabemos cómo participar de El y disfrutarlo como nuestra porción? Esto es bastante práctico, pero a lo largo de las generaciones esta realidad no se ha visto ni la han entendido los hijos de Dios. No estoy seguro de que muchos de nosotros comprendamos lo que la Biblia revela acerca de participar de Dios como nuestra porción. En Colosenses 1:12 se afirma que el Padre nos hizo aptos para ser partícipes de la porción de los santos en la luz. La palabra porción significa lote. Cuando los hijos de Israel entraron en la buena tierra, se le asignó a cada uno una porción o un lote de tierra.

POSEEMOS A DIOS AL DISFRUTARLO

  Pese a que Dios es nuestra porción, es lamentable que no sepamos cómo tomar posesión de El. Inclusive la palabra poseer no es exacta. En realidad, no sabemos disfrutar nuestra porción. Es posible que tomemos posesión de nuestra porción sin saber disfrutarla. Por ejemplo, quizá tengamos muchos alimentos en el refrigerador, pero no los disfrutamos. La Biblia revela que la verdadera posesión es el deleite. Si no sabemos disfrutar a Dios como nuestra porción, tampoco sabemos tomar posesión de El.

  Volvamos al tema de las reuniones. ¿Por qué las reuniones cristianas se han convertido en servicios religiosos? Hay una gran diferencia. Las reuniones cristianas son bíblicas, pero los servicios religiosos de los cristianos son una tradición. El uso de la expresión “ir al culto” es el producto de la degradación que existe entre los cristianos de hoy. Cuando las reuniones cristianas se degradaron, se convirtieron en una especie de culto o servicio religioso, debido a que los creyentes no saben disfrutar a Dios. Cuando se reúnen no tenían nada, porque no disfrutaban al Dios que está en ellos. Llegan a la reunión con las manos vacías, ya que tienen a Dios solamente de nombre, y no tienen al Dios que pueden disfrutar.

DIOS, LA PALABRA, LA CARNE Y EL TABERNACULO

  El capítulo uno de Juan es importantísimo, pues nos dice que “en el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios ... y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros” (Jn. 1:1, 14). Esto significa que la carne es el tabernáculo. Podemos ver que estas cuatro entidades: Dios, el Verbo, la carne y el tabernáculo, son una sola, y no cuatro separadas. Ni siquiera son cuatro entidades en cuatro etapas o cuatro fases. Es una sola entidad en cuatro aspectos distintos. El Verbo se hizo carne, la cual es el tabernáculo.

LA GRACIA Y LA VERDAD

  El versículo 14 añade que cuando Dios el Verbo se hizo carne para ser el tabernáculo, vinieron la gracia y la verdad. O sea que se añadieron dos aspectos nuevos. Ahora podemos decir que la gracia y la verdad son el tabernáculo. Cuando éste viene, disfrutamos la gracia y tocamos la verdad. Entre los creyentes que conocen estos términos espirituales y bíblicos, a saber, la gracia y la verdad, algunos dirían que la gracia es un favor inmerecido y pensarían que la verdad es principalmente la doctrina.

  ¿Ha oído alguna vez que la gracia es el tabernáculo o que la verdad es el tabernáculo? Si nunca hemos entrado en el tabernáculo, no sabemos lo que es la verdad ni lo que es la gracia. Cuando entramos en el tabernáculo, no sólo conocemos la gracia sino que también la disfrutamos. La gracia es más que un favor inmerecido; es un deleite gratuito. Hoy en día la gracia es el disfrute gratuito de Dios. ¡Ahora disfrutamos como gracia el Dios Triuno procesado, el Espíritu que lo es todo, que da vida y que mora en nosotros! Esta es nuestra porción. Disfrutamos a Dios, el cual es triuno, fue procesado, lo es todo, mora en nosotros y es el Espíritu. La gracia consiste en disfrutar a este Dios. Nuestro Dios se procesó, y ahora es el Espíritu. Además mora en nuestro espíritu, o sea que se ha localizado. Si buscamos a Dios no necesitamos ir a ningún lado. ¡El está en nuestro espíritu. ¡Esto es maravilloso!

LA MANERA DE DISFRUTAR AL DIOS PROCESADO

  El Dios procesado está en nuestro espíritu, pero ¿cómo lo disfrutamos? Eso es un misterio. Anteriormente usé muchas veces el cuerpo humano como ejemplo. Nuestro cuerpo tiene vida biológica, bios. Ni siquiera los médicos que han trabajado en el cuerpo humano por años nos pueden explicar el misterio de lo que es bios en nuestro cuerpo. Aunque está ahí, no pueden entender dicha vida. ¡Es demasiado misteriosa! También tenemos un espíritu, el cual es misterioso, pero no es imaginario. No olvidemos que hasta la electricidad constituye un misterio, y aunque es misteriosa, se puede entender.

  Debemos saber cómo disfrutar al Dios procesado y establecido. Si no sabemos cómo disfrutarlo, no podremos tener la debida reunión, y lo que tendremos será un servicio religioso. Necesitaremos obispos o pastores o ministros o ancianos o líderes que se ocupen de las reuniones. Ellos tendrán que hacer esto porque nosotros llegaríamos vacíos y sin nada que ofrecer. Cada vez que nos presentamos con las manos vacías y que otro tiene que funcionar por nosotros, producimos un servicio religioso. Debemos aborrecer eso. Si queremos tener una reunión apropiada, debemos disfrutar al Dios que tenemos.

EL CAMINO PARA DISFRUTAR A DIOS ES CRISTO

  Al llegar al evangelio de Juan, éste nos explica cómo disfrutar a Dios. En el principio era Dios, y este Dios era el Verbo. El Verbo se hizo carne, y como tal vino a ser el tabernáculo, el cual no es más que la gracia que disfrutamos y la verdad de la que nos asimos. Después de eso viene un séptimo aspecto, el Cordero de Dios (1:29). Capítulo tras capítulo, el evangelio de Juan contiene muchas cosas que podemos disfrutar.

  Dicho libro también nos muestra la manera de disfrutar esta porción maravillosa que es nuestro Dios procesado, localizado y que mora en nosotros. Allí descubrimos el único versículo de toda la Biblia que testifica que el Señor Jesús es el camino. Muchos cristianos han aplicado este versículo a su situación, afirmando que el Señor es el camino para conseguir un trabajo o una esposa, o que el Señor es el camino para disciplinar, educar y enseñar a sus hijos. Por supuesto, esto no es malo, pero no es suficiente.

  Debemos aprender a aplicar a Cristo como el camino para disfrutar a Dios. ¿Hemos orado alguna vez de esta manera: “Padre, no sé cómo disfrutarte, pero el Hijo, Jesucristo, que Tú me has dado, es el camino”? Si leemos Juan 14:6 en su contexto veremos que Cristo es el camino para que nos relacionemos con Dios y le disfrutemos, y no solamente para que consigamos un trabajo o un cónyuge. Si no sabemos cómo tomar a Cristo como el camino por el cual disfrutamos a Dios, no sabemos realmente que El es el camino. El evangelio de Juan nos muestra que Cristo es el camino para entrar en Dios y disfrutarlo.

  Los tipos del Antiguo Testamento nos muestran claramente que nadie es apto en sí mismo para entrar en el tabernáculo. Todo el que quiere entrar en el tabernáculo debe pasar por el altar, donde se necesitan dos ofrendas: la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Sin ellas, no somos aptos ni tenemos posibilidad alguna de entrar en el tabernáculo. Si entramos en el tabernáculo sin estas dos ofrendas, moriremos. Dios como tabernáculo está presente y disponible para que entremos y disfrutemos la gracia y la verdad. Pero hay un problema: somos personas con una naturaleza pecaminosa y con transgresiones en nuestro comportamiento. ¿Cómo podríamos entrar en el tabernáculo? ¡Necesitamos el Cordero de Dios!

  En realidad, el evangelio de Juan revela más todavía. El no era solamente el Cordero que quita nuestro pecado, sino también la serpiente de bronce, en el capítulo tres, elevada sobre el madero, es decir, sobre la cruz, para clavar allí la serpiente antigua, Satanás. En el capítulo uno, se muestra que el Cordero de Dios que nuestro pecado; y en el capítulo tres es la serpiente de bronce que clavó en la cruz a Satanás, la serpiente antigua, la fuente de todos los problemas.

  Por medio de Cristo como ofrenda por el pecado y por las transgresiones, entramos en el tabernáculo. Sin las ofrendas no llenamos los requisitos para entrar en el tabernáculo. Vamos al altar, a la cruz, no solamente para ir al altar, sino también para entrar en el tabernáculo. Vamos a la cruz con la intención de entrar en el Dios procesado y hecho tabernáculo. Nuestra intención no es entrar en Dios en el tercer cielo. Si El estuviera solamente en el tercer cielo, no podríamos entrar en El. Pero ¡El es el Dios que fija tabernáculo en nuestro espíritu! Tengamos presente que al fijar tabernáculo, El mora y en nosotros.

  El Nuevo Testamento nos muestra que fijar tabernáculo y morar son sinónimos. Cuando Dios mora en nosotros, El fija tabernáculo en nosotros. Vamos a la cruz y lo tomamos a El como ofrenda por el pecado y por las transgresiones, con la intención de entrar en el Dios que fijó tabernáculo. El Dios en el cual entramos no es tan sencillo. Inclusive, el tipo del tabernáculo no es tan sencillo. El tabernáculo tenía un atrio exterior y uno interior. Tenía muchas cosas, como por ejemplo, la mesa de los panes de la proposición, el candelero, el arca y el altar del incienso. Dios no es muy sencillo. Debemos experimentarlo, disfrutarlo y participar de El.

DISFRUTAMOS A DIOS POR MEDIO DE TODAS LAS OFRENDAS

  El requisito fundamental para disfrutar a Dios es tomar las ofrendas. En el capítulo anterior vimos que existen cinco ofrendas principales: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Sin embargo, no debemos pensar que las cinco ofrendas están separadas o que no tienen nada que ver la una con la otra, ya que están relacionadas entre sí. En realidad, forman un solo grupo de ofrendas. Recordemos que este grupo de ofrendas es la manera de disfrutar a nuestro Dios Triuno procesado. Cristo vino como el tabernáculo y, como tal, es todas las ofrendas, las cuales nos permiten entrar en el tabernáculo. Debemos ver cómo participar de todas las ofrendas, cómo disfrutalras.

  La ofrenda por el pecado nos dirige siempre al holocausto, y éste se refleja en la ofrenda por el pecado. En Levítico 16:3, 5 se describen estas dos ofrendas. Cada vez que el sumo sacerdote Aarón traía la ofrenda por el pecado, traía también el holocausto. Esto significa que el holocausto acompaña la ofrenda por el pecado, y ésta nos dirige a aquél.

  Esta luz no viene solamente del estudio de las Escrituras, sino también de la experiencia. Mi experiencia me ha mostrado que la única manera de enfrentarnos al pecado de nuestra naturaleza es entregarnos incondicionalmente a Dios. Si nos damos sin reservas a Dios, nuestra naturaleza pecaminosa llegará a su fin. Cristo pudo ser nuestra ofrenda por el pecado porque El se dio sin reservas a Dios. Por eso, cuando nos damos cuenta de que llevamos el pecado en nuestra naturaleza y nuestro ser no es más que pecado, reconocemos que necesitamos al Señor Jesús como ofrenda por el pecado. Entonces podemos orar: “Padre, soy muy pecaminoso; no soy más que la constitución y la composición del pecado; soy la totalidad del pecado. ¿Cómo podría darme a Ti incondicionalmente? ¡Es imposible! Pero te agradezco, Señor Jesús, por darte sin reservas a Dios. Tú lo haces en mi lugar”. Con esta oración ofrecemos a Cristo como ofrenda por el pecado ante Dios, y al mismo tiempo participamos de El como nuestro holocausto.

  La ofrenda por el pecado nos dirige al holocausto, el cual se refleja en aquélla. Si ofrecimos a Cristo en la mañana como ofrenda por el pecado, nos dimos cuenta de que el Señor Jesús también es nuestro holocausto. Cuando saboreamos al Señor Jesús como ofrenda por el pecado, también lo disfrutamos como holocausto. En nuestro interior, un sentir de gozo confirma que fuimos aceptados por Dios, no por lo que somos nosotros, sino por El y por lo que El es. Esto es disfrutarlo a El como la ofrenda por el pecado, la cual nos lleva al holocausto. Y esto, a su vez, es disfrutar a Cristo como ofrenda por el pecado con el holocausto reflejado en dicha ofrenda. En la experiencia no podemos separar la ofrenda por el pecado del holocausto.

  También vimos que la ofrenda por las transgresiones nos lleva a la ofrenda de harina, y que ésta se refleja en aquélla. Estas dos ofrendas también van juntas y forman un par. Cuanto más conscientes estamos de nuestras numerosas faltas, más acudimos a la ofrenda de harina. Cuanto más tenemos contacto con otros, más oportunidad tenemos de cometer transgresiones y faltas. En 1935, hace cuarenta y siete años, me dirigí al Señor en oración y una vez que empecé, no pude detenerme. Cuanto más confesaba mis faltas, más pecados tenía que confesar. Confesé muchas culpas que había cometido contra mis hermanos, mi esposa, los hermanos de la iglesia y muchos otros. Vi que había cometido faltas en todo. Sentí una enorme gratitud por el Señor Jesús. Soy muy imperfecto y estoy lleno de defectos, pero el Señor es perfecto. ¿Qué es esto? Es la ofrenda de harina reflejada en la ofrenda por las transgresiones.

  Si presentáramos la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones repetidas veces, tendríamos las cinco ofrendas. Tendríamos la ofrenda por el pecado con el holocausto, la ofrenda por las transgresiones con la ofrenda de harina, y además de estas cuatro, tendríamos también la ofrenda de paz como resultado de las otras cuatro. Finalmente la ofrenda de paz es la recopilación de las cuatro ofrendas restantes, ya que se compone de la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las transgresiones, el holocausto y la ofrenda de harina. Todos los elementos y substancias de estas cuatro ofrendas se encuentran en la composición de la ofrenda por el pecado.

  Cuando ofrecemos el holocausto, raras veces lo hacemos directamente. Por lo general, ofrecemos el holocausto al momento de presentar la ofrenda por el pecado. Sucede lo mismo con la ofrenda de harina. En muy pocas ocasiones la ofrecemos directamente. Casi siempre traemos la ofrenda de harina cuando traemos la ofrenda por las transgresiones. Esto significa que dentro de la ofrenda de paz se halla el sacrificio que representan la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las transgresiones y el holocausto, y también la dádiva de la ofrenda de harina. Está el suministro alimenticio de las tortas y las obleas y también está la sangre de la ofrenda por el pecado y de la ofrenda por las transgresiones. Además se halla el holocausto con la grosura y las entrañas que deben ser consumidas por fuego sobre el altar como ofrenda de olor fragante para Dios. El holocausto es una ofrenda pasada por fuego; por consiguiente, parte de la ofrenda por el pecado también constituye un holocausto.

UNGIDA, MEZCLADA Y EMPAPADA DE ACEITE

  La ofrenda de paz incluye muchas clases de tortas. Estas debían ser amasadas con el aceite o ungidas con el mismo. Incluso algunas debían ser empapadas o saturadas de aceite (Lv. 7:12). Ungir las tortas significa verter el aceite sobre ellas. Mezclar el aceite con las tortas es algo profundo. Empapar las tortas es algo más profundo. Como harina fina debemos ser ungidos con aceite, y además tenemos que ser amasados con aceite y empapados del mismo. Debemos dejar que el aceite entre en cada fibra de nuestro ser. Necesitamos ser ungidos, amasados e impregnados. Hoy en día, algunos se oponen a esta enseñanza sobre la mezcla y piensan que es una herejía. Pero quisiera declarar que hay algo aún más profundo que la mezcla: la saturación. Podemos ver esto con las tortas de la ofrenda de harina descritas en Levítico 7:12. Esta ofrenda completa, la ofrenda de paz, contiene los elementos de la ofrenda por el pecado, los del holocausto y los de la ofrenda de harina. Esto significa que la ofrenda de paz incluye las demás ofrendas.

EL SIGNIFICADO DE LA OFRENDA DE PAZ

  La ofrenda de paz significa que todos los problemas fueron solucionados, que se llenaron los requisitos y que las necesidades fueron satisfechas. Todos los participantes quedan satisfechos. Además, todos los participantes terminan disfrutando plenamente la comunión y la paz. Si hay problemas que no han sido resueltos, si ha quedado algún requisito sin cumplir, si alguna necesidad no está satisfecha, si alguna parte no queda colmada, no tenemos paz. Aun cuando estas cuatro cosas estén solucionadas, si no disfrutamos de la comunión mutua, no tenemos paz. ¡La paz tiene mucho significado! No creo que esta definición haya agotado el significado de la ofrenda de paz, que es la ofrenda máxima. La ofrenda de paz deja establecido que ya no hay ningún problema, ningún vacío ni ninguna necesidad. Nos deleitamos plenamente en la comunión entre Dios y el hombre, y entre el hombre y Dios. Toda reunión debe ser un ofrenda de paz. Hoy en día los creyentes no tienen las reuniones que deberían, porque no han disfrutado correctamente a Cristo como ofrenda de paz.

DISFRUTAMOS LAS OFRENDAS POR MEDIO DEL ARREPENTIMIENTO

  Cristo vino como tabernáculo y, como tal, constituye todas las ofrendas para nuestro deleite. ¿Pero cómo podemos disfrutarlo? La expresión con la que se da inicio a la predicación en el Nuevo Testamento es “arrepentíos” (Mt. 3:2). Es la palabra de presentación para que disfrutemos a Cristo como las ofrendas a fin de entrar en Dios como tabernáculo. Todo depende del arrepentimiento. Inmediatamente después de confesar los pecados, el pecador recibe a Cristo como su Salvador y Redentor. Técnicamente, es más correcto decir que él recibe a Cristo como su ofrenda por las transgresiones. Nuestro Salvador y Redentor es la ofrenda por las transgresiones. Imponemos nuestras manos sobre El como nuestra ofrenda por las transgresiones. El fue crucificado llevando sobre Sí todas nuestras culpas.

  Mientras lo tomamos a El como nuestra ofrenda por las transgresiones, al mismo tiempo vemos lo perfecto, excelente, equilibrado y completo que es El. Es Cristo, la ofrenda de harina, reflejado en la aplicación que hacemos de El como nuestra ofrenda por las transgresiones. Empezamos a disfrutar al Señor Jesús como las ofrendas al arrepentirnos y confesarnos.

  Poco después de ser salvos, probablemente empezamos a entender que no solamente éramos pecadores en conducta y en acciones, sino que, peor aún, éramos pecaminosos en nuestra naturaleza. Somos el pecado mismo. Entonces lo confesamos al Señor y le tomamos como nuestra ofrenda por el pecado. Lo valoramos aún más, lo apreciamos más y nos dimos cuenta de que no estábamos entregados incondicionalmente a Dios, aunque quizá hayamos realizado buenas acciones para El. Descubrimos que no nos habíamos dado sin reservas a Dios, pero que Cristo sí lo hizo.

  Esta es la razón por la cual las entrañas de los sacrificios eran consumidas ante Dios en la ofrenda por el pecado y en el holocausto. Las entrañas tipifican lo que Cristo es delante de Dios. El es sincero, verdadero y se da incondicionalmente a El. Por lo tanto, El es el holocausto. Cuando lo aplicamos como ofrenda por el pecado, lo entendemos y lo apreciamos como nuestro holocausto. Al mismo tiempo, obtenemos todos los elementos que constituyen una ofrenda completa, es decir, la ofrenda de paz. Podemos disfrutar la ofrenda de paz al arrepentirnos.

APLICAMOS A CRISTO COMO NUESTRAS OFRENDAS

  A diario debemos aplicar al Señor Jesús como nuestra ofrenda por las transgresiones y como ofrenda por el pecado. Temprano por la mañana, debemos orar así: “Señor, gracias por haberme concedido otro día. Señor, te ofrezco a Dios nuevamente como mi ofrenda por el pecado y como mi ofrenda por las transgresiones para el día de hoy. Señor, me doy cuenta de que soy pecaminoso. Posiblemente durante el día cometeré muchas faltas. Aunque por Tu misericordia y gracia haré cuanto pueda para no caer, sé que a pesar de eso cometeré faltas. Por lo tanto, Señor, te tomo como mi ofrenda por las transgresiones por causa de mi andar cotidiano este día”. Al hacer esto, aplicamos al Señor Jesús como nuestra ofrenda por el pecado y como nuestra ofrenda por las transgresiones ese día. Así, El será nuestro holocausto reflejado en nuestra ofrenda por el pecado, y lo tendremos como ofrenda de harina reflejada en nuestra ofrenda por las transgresiones. Créanme que lo disfrutaremos todo el día como holocausto y como ofrenda de harina. Entonces tendremos la ofrenda que las contiene todas, la ofrenda de paz.

EN CUANTO A LA APLICACION

  Algunos se opondrán a esta práctica, diciendo que nos hace regresar al Antiguo Testamento. Argumentarán que en el Antiguo Testamento presentaban ofrendas cada año y cada día, pero que en el Nuevo Testamento la ofrenda de Cristo se hizo una vez y para siempre. Por lo tanto, no necesitamos presentar ofrendas. Esta enseñanza es bíblica obviamente, pero muestra un solo lado, un solo aspecto de la verdad. Solamente presenta el lado del cumplimiento de la ofrenda por el pecado, el cual se hizo una vez y para siempre, pero aplicar lo que el Señor Jesús es y lo que cumplió es un asunto diario. Esta práctica no se refiere al cumplimiento de la ofrenda por el pecado ni de la ofrenda por las transgresiones, sino a la aplicación cotidiana de estas dos ofrendas. Cada día debemos ofrecer a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda por las transgresiones. Esto nos conducirá a disfrutar el holocausto y la ofrenda de harina, lo cual tiene su consumación en la ofrenda de paz.

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