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Mensajes del libro «Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesia»
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CAPITULO CINCO

NOS REUNIMOS PARA DISFRUTAR A CRISTO CON DIOS

(2)

  Lectura bíblica: Dt. 12:5-7, 11-12; 14:22-23; 26:9-11; Nm. 18:12-13

  En los mensajes anteriores vimos que Dios desea que en nuestra adoración le ofrezcamos a Cristo en las reuniones. Esto significa que primero necesitamos cultivar a Cristo, y luego lo presentemos a Dios como alimento para El. El motivo por el cual recibimos la salvación es que celebremos una fiesta con Dios. En este capítulo examinaremos los alimentos que se usan para preparar una fiesta con Dios. Sabemos que generalmente los alimentos se cultivan en el campo y luego son cosechados. Deuteronomio 12:6 enumera algunos alimentos necesarios para la preparación de una fiesta para Dios: “Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, y la ofrenda elevada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias, y las primicias de vuestras manadas y de vuestros ganados”.

EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

  En el versículo 5, el Señor indica que pondría Su nombre en cierto lugar. El nombre denota la persona. Un nombre sin la persona no tiene sentido. Es vano y vacío. Cuando el Señor dice que pondrá Su nombre allí, quiere decir que El mismo estará allí. En esta tierra hay un lugar donde Jehová Dios, el Dios Triuno, pondrá Su nombre, o sea a Sí mismo, lo cual no es nada insignificante. En eso consiste el principio de reunirnos.

  También podemos ver este principio en el Nuevo Testamento. Leemos en Mateo 18:20: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. En este pasaje vemos el nombre del Señor Jesús, y en el Antiguo Testamento el nombre de Jehová nuestro Dios. Ambos son un solo Dios. Por lo tanto, en el Nuevo Testamento, cuando decimos que debemos reunirnos en el nombre del Señor, nos referimos a reunirnos en El mismo. Aun en el Antiguo Testamento el pueblo de Dios se reunía basándose en este mismo principio. Ellos se reunían en el nombre de Jehová su Dios (Dt. 12:5). Esto significa que se reunían en el Dios Triuno, porque debían ir a un lugar donde Dios se había establecido.

PARA OBTENER LA MORADA DE DIOS

  También debían ir al lugar donde Dios habitaba. El hecho de que Dios ponga Su nombre en un sitio determinado indica que El mismo está allí, y éste es el lugar donde Dios mora. Hoy en día cada vez que nos reunimos en el nombre del Señor, nuestra reunión se convierte en Su morada, y es allí donde El habita. ¿Dónde deberíamos reunirnos? Donde el Señor está y donde El puso Su nombre. Debemos reunirnos donde se encuentra la morada del Señor.

BUSCAR LA MORADA DE DIOS

  El versículo 5 también dice: “El lugar que Jehová vuestro Dios escogiere ... ése buscaréis”. Todos debemos buscar Su morada. No se trata solamente de ir. Ir es una expresión débil. Buscar requiere un esfuerzo mayor. No debemos solamente ir a la reunión; debemos buscar la reunión. Debemos sentir deseo y hambre por la reunión. Cuando no tenemos hambre físicamente, no pensamos en comer. Pero cuando tenemos hambre, buscamos la comida. La palabra buscar indica hambre, deseo o sed.

EL PLATO PRINCIPAL

  El versículo 6 añade: “Y allí llevaréis vuestros holocaustos”. No se trata de alimentos crudos, sino cocidos. El holocausto es la comida principal; es la primera comida con la cual alimentamos a Dios. En una comida, el primer plato, y tal vez el principal, puede ser carne de res o de pavo. El holocausto es el primer plato de la comida de Dios. La fiesta divina tiene un primer plato, que es el holocausto.

OTROS PLATOS DE LA FIESTA

  Luego vienen las demás ofrendas que vienen después del plato principal, que es el holocausto. Después de éste tenemos la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Cuando Moisés escribió el Deuteronomio, ahorró algunas palabras y evitó repeticiones. Simplemente menciona el holocausto y las ofrendas. Pero en los primeros seis capítulos de Levítico da más detalles acerca de la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las transgresiones, y otras ofrendas secundarias.

  Estos son los platos de nuestra fiesta. Supongamos que vamos a hacer una fiesta para alimentar a Dios y a nuestros hermanos. ¿Qué vamos a servir? Primero debemos servir un holocausto y luego una ofrenda. ¿Por qué? Porque el holocausto viene de las ovejas, el cual procede de la vida animal. El segundo plato, la ofrenda de harina, viene de la vida vegetal. El tercer plato es la ofrenda de paz, la cual incluye la vida vegetal y también la vida animal. El cuarto plato es un sacrificio animal por el pecado. El quinto plato es un sacrificio de vida animal, y a veces de vida vegetal, ofrecido por las transgresiones. Debemos servir a Dios en Su fiesta divina con estos cinco platos principales y con algunos platos secundarios. Podemos comparar éstos con el postre.

LOS DIEZMOS

  El versículo 6 también menciona los diezmos, los cuales no son un plato, pero muestran la décima parte de la suma de todo el producto que recogemos. Todos los artículos de consumo pueden ser diezmos, pero una décima parte, la mejor de todas, es apartada para Dios.

LA OFRENDA ELEVADA

  En el versículo 6 también se menciona la ofrenda elevada, la cual no es la ofrenda principal y puede considerarse una ofrenda secundaria. Esta ofrenda también incluye la ofrenda mecida y hace alusión a la ascensión. Cuando se menciona la ascensión, se incluye la resurrección. Al hablarse de la resurrección, quizás no se incluya la ascensión, pero cuando se habla de la ascensión, está implícita la resurrección. Así como el holocausto incluye las ofrendas que le suceden, la ofrenda elevada incluye la ofrenda que la precede. Antes de la ofrenda elevada se ofrece la ofrenda mecida. La resurrección precede la ascensión. Entonces el holocausto es la ofrenda principal, y la ofrenda mecida es la ofrenda final. El holocausto es la mayor de las ofrendas, y la ofrenda elevada es una de las ofrendas secundarias. Esto es muy significativo.

LA OFRENDA DE LOS VOTOS

  En el versículo 6 aparece la expresión “vuestros votos”, que se podría traducir “de vuestros votos”, y quedaría así: “Y la ofrenda elevada de vuestras manos, y de vuestros votos”. Aquí vemos dos cosas. Todas las ofrendas presentadas a Dios son producto de la tierra obtenido mediante el trabajo de las manos. Se exigía esta ofrenda en ese entonces como hoy se exige el pago de los impuestos. De hecho, el diezmo era una especie de impuesto. Se exigía esta primera ofrenda como producto de la obra de las manos, pero la segunda ofrenda se daba como un voto; o sea que no era un requisito. Por ejemplo, se exige que uno pague cierta cantidad de impuestos, pero aparte del impuesto uno le da al gobierno algo más. Esto no es un impuesto obligatorio, sino un voto, un pago voluntario, un tributo basado en el patriotismo. Uno quiere dar algo más por amor al país.

  Ocurría lo mismo con los israelitas. Todo israelita debía pagar el impuesto, independientemente de su amor o indiferencia hacia Dios. De todos los productos, se debía dar la décima parte. Si uno no paga impuestos sobre sus ingresos, tendrá problemas, pues el gobierno puede multarlo o encarcelarlo. Pero un voto es distinto. Pagar un voto significa que por amor a la patria uno quiere dar algo más de lo exigido por el gobierno.

LAS OFRENDAS VOLUNTARIAS

  El versículo 6 también menciona las ofrendas voluntarias. ¿Qué diferencia hay entre los votos y las ofrendas voluntarias? Los votos cumplían una promesa. Es como cuando uno promete dar cierta cantidad de dinero, lo cual se hace en la iglesia de vez en cuando. Hace seis años, íbamos a construir este salón, pero no sabíamos cuánto dinero podían o querían dar los santos; por eso, les pedimos a muchos que anotaran en un papel la cantidad de dinero que se comprometían a entregar a la iglesia. Muchos escribimos esa promesa, la cual se convirtió en un voto para la iglesia. Cada mes dábamos cierta cantidad para cumplir aquellos votos.

  Pero aparte de eso, algunos daban algo más. Esta era una ofrenda voluntaria. Algunos dieron lo que habían prometido para la construcción del salón, y añadieron algo más. Esta porción adicional era una ofrenda voluntaria. Las ofrendas que se basan en un voto son más rígidas, y el diezmo lo era aún más, porque servía para cumplir un propósito. En parte, el voto denota cierta medida de libre albedrío. Uno no tiene la obligación de comprometerse con un voto, pero los impuestos sobre la renta de todos modos los debemos pagar con o sin voto. El Pentateuco enseña que todas las ofrendas pertenecen a estas tres categorías. Los diezmos son las ofrendas más serias, los votos son menos obligatorias, y las ofrendas voluntarias son las más volátiles.

LAS PRIMICIAS DE LAS VACAS Y DE LAS OVEJAS

  En estos versículos podemos ver cuáles son los platos principales del banquete divino y cuáles los alimentos. Llegamos a los alimentos, la última parte, la séptima: “Las primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas”. Estos son alimentos. Primero, tenemos las primicias de las vacas, luego las primicias de las ovejas. Ahora tenemos dos clases de alimentos. Las primicias de las vacas y las de las ovejas son los dos primeros alimentos.

GRANO, VINO Y ACEITE

  Leamos Deuteronomio 14:23 para encontrar más alimentos: “Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días”. En este versículo descubrimos tres categorías de alimentos que no provienen del ganado. Son tres vegetales. El grano procede del trigo o de cualquier cereal. El vino se extrae de la vid, y el aceite del olivo. Después de las tres categorías de vida vegetal, encontramos las primicias de las manadas y de los ganados. Las primicias son los primogénitos. Se trata del primogénito de las vacas y de las ovejas.

DEBEMOS APRENDER A TEMER AL SEÑOR

  Este versículo dice que debemos aprender a temer siempre al Señor nuestro Dios. ¿Qué significa esto? Usemos el siguiente ejemplo: cuando pagamos los impuestos, tememos al gobierno. Debemos tener cuidado de pagar la debida cantidad. Si no abonamos la suma exacta, cometemos un delito contra el gobierno. A eso se refiere lo dicho en este versículo. Dios dio este precepto para que Su pueblo aprendiera a temerlo. Si no ofrecían el diezmo de todos los granos de sus campos ni de las primicias de sus vacas y sus ovejas, mostrarían que no temían a Dios, que lo hacían todo según su propio deseo, su intención y su voluntad, y no según Dios. Por lo tanto, no temían a Dios. Estos preceptos fueron dados para que aprendieran a temer a Dios.

  Algunos tal vez pensarán que todo eso pertenece a la ley. No digamos tal cosa. En la actualidad, nos sentimos cómodos y, por ende, vamos a las reuniones. De lo contrario, no vamos. Después de ir a las reuniones, si nos sentimos alegres, diremos algo, si no, no diremos nada. ¿Qué indica eso? Que no sentimos temor del Señor. Sin lugar a dudas, si tememos al Señor, asistiremos regularmente a las reuniones, y cuando vayamos, ofreceremos a Cristo.

  Volvamos a nuestro ejemplo: si uno se cansa de pagar los impuestos sobre la renta y decide no pagarlos, demuestra que no teme al gobierno. Si uno teme al gobierno, como debe, pagará a tiempo los impuestos. El gobierno de este país tiene muchas regulaciones acerca de los impuestos. Debemos temer al país y pagar los impuestos según las leyes y los requisitos legales.

  Al estudiar la tipología, me di cuenta de que ir a la reunión denota temor a Dios, pues no nos queda alternativa. Debemos ir a la reunión y ejercer allí nuestra función, pues es nuestra obligación. Tememos a nuestro Dios. No podemos quedarnos en casa cuando la iglesia se reúne. Si uno puede quedarse tranquilo en casa y tocar piano, ver la televisión o relajarse, en vez de ir a la reunión, demuestra que no teme al Señor como debería. Es como si su Dios no tuviera ningún gobierno ni ninguna ley.

  A veces cuando estamos cansados, quizás queramos llegar tarde a la reunión. Llegamos diez minutos después de haber comenzado la reunión. Esto no es solamente pereza, sino también falta de temor de Dios. Estoy seguro de que Dios está presente esperando antes de la hora de reunión. Yo no quisiera que El tuviera que esperarme. Yo debería ir y esperarlo a El. Si un hermano lo invita a uno a cenar a las seis de la tarde y uno llega a las siete, esto demuestra que uno no lo respeta ni tiene temor de ofenderlo.

  Personalmente puedo testificar que no tengo paz para quedarme en casa sabiendo que hay una reunión de la iglesia, y no lo hago a menos que esté muy enfermo o que tenga un compromiso ineludible. No siento paz si estoy en casa mientras se reúne la iglesia. Mi conciencia me censura y me reprende. Parece que tuviera un agujero que debe repararse. Esta es la razón por la cual debemos aprender a temer a Dios e ir a las reuniones con constancia, funcionando y llegando a tiempo. Debemos sentir el debido temor de Dios. No estamos jugando ni estamos sirviendo a los ídolos de una religión. Si uno sirve a los ídolos, la puntualidad no tiene importancia. Si el gobierno de un país está en caos, quizás no haya diferencia entre pagar los impuestos y no pagarlos, y tal vez nadie lo moleste a uno por ello. A mí no me gustaría vivir en un país así. Pero este país es bueno, pues tiene orden en todo. Tiene leyes establecidas. Si queremos ser buenos ciudadanos, debemos sentir el debido temor del gobierno. Debemos tener la misma actitud hacia Dios en lo relativo a las reuniones.

COMEMOS Y NOS REGOCIJAMOS

  Examinemos ahora Deuteronomio 26:9-11. En el versículo 9 dice: “Y nos trajo...” Aunque fueron los hijos de Israel quienes dijeron esto, fue Dios quien los motivó a hacerlo. Dios mandó que todo Israel dijera eso. Pasemos al versículo 10: “Y lo dejarás delante de Jehová tu Dios, y adorarás delante de Jehová tu Dios”. En este versículo, primero viene el comer, luego la adoración. Sin comida, la adoración no sería apropiada. Veamos el versículo 11: “Y te alegrarás en todo el bien que Jehová tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, así tú como el levita y el extranjero que está en medio de ti”.

LAS PRIMICIAS PARA LOS SACERDOTES

  Vayamos a Números 18:12-13: “De aceite, de mosto y de trigo, todo lo más escogido, las primicias de ello, que presentarán a Jehová, para ti las he dado. Las primicias de todas las cosas de la tierra de ellos, las cuales traerán a Jehová, serán suyas; todo limpio en tu casa comerá de ellas”. Las primicias están en aposición al aceite, el vino y el trigo, o sea que las primicias son lo mejor del trigo, del olivo y de la vid. La expresión “serán tuyas” indica que serán de los sacerdotes.

LABORAR, VIVIR Y OFRECER

  Después de estos pasajes, quisiera presentar un cuadro general de estos alimentos. Primero vemos que los israelitas ofrecían a Dios lo que habían cultivado. Además de cultivarlo, ése era su sustento. Dios les había dado una buena tierra y también la simiente para que la sembraran. Por eso, debían cultivar la buena tierra plantando la simiente que Dios les había dado. La cultivaron, cosecharon los productos, y luego vivieron de ella gracias a los productos que daba. Tenían que apartar la mejor porción de estos productos para Dios. Cuando llegaba el momento de reunirse, es decir, en la fiesta, traían a ella los diezmos que habían apartado para Dios como ofrenda. Así que, ofrecían lo que habían cultivado y lo que los sustentaba. Permítanme añadir algo muy importante. La Biblia enseña que los hijos de Israel no tenían otra actividad. Su único oficio era la agricultura. Labraban la buena tierra que Dios les había dado para extraer de ella el sustento. Podían ofrecer a Dios el diezmo de estos productos para satisfacerlo.

LA TIERRA, LA SEMILLA Y EL PRODUCTO

  Los productos que cultivaban en la buena tierra provenían de dos reinos: el reino vegetal y el reino animal. Del reino vegetal obtenían tres productos principales: el trigo, del cual hacían harina, los olivos, de los que obtenían aceite, y la vid de la cual sacaban el vino. Del reino animal tenían vacas y ovejas (Dt. 14:22-23). Todos estos artículos tienen mucho significado. La buena tierra es Cristo, y Dios nos la dio. La simiente también es Cristo. Así, Cristo es la tierra y también la simiente. Ahora Dios nos exhorta a cultivar a Cristo plantando a Cristo. Esto es lo que debemos hacer cada día. Entonces obtendremos los productos, los cuales también son Cristo, y de ellos derivamos el sustento. La tierra es Cristo, la simiente es Cristo, y el producto obtenido es Cristo. La tierra es el Cristo que no ha sido labrado todavía; la simiente es el Cristo que aún no ha sido sembrado; y el producto es el Cristo cultivado, sembrado y cosechado. Ese es el único lugar donde debemos comer para sobrevivir. Vivimos por este Cristo que cultivamos, que sembramos en la buena tierra y que llega a ser nuestro producto.

  Luego traemos a la reunión la mejor porción, el diezmo, del Cristo que cultivamos, que sembramos, que cosechamos y que disfrutamos, para presentarla a Dios como alimento y para tener un banquete en el que todos los santos coman juntamente con Dios.

  Veamos nuevamente las categorías de alimentos. En el mundo animal vemos las vacas y las ovejas. En el reino vegetal, se mencionan el trigo, el aceite y el vino. Tengamos presente que la vida animal constituye la principal fuente de alimentación. Incluso en la actualidad, podemos ver que si uno invita a alguien a comer y le sirve solamente verduras, la persona no estará tan conforme. Antes de que el hombre cayera, Dios le ordenó que comiera verduras, pero después, a partir de Génesis 9, le ordenó que comiese animales inmolados por derramamiento de sangre, porque para entonces el hombre caído necesitaba redención. Sin redención, uno no puede disfrutar nada delante de Dios.

LA PAZ Y EL SUMINISTRO DE LA VIDA

  Por lo tanto, Cristo es primeramente el alimento que obtenemos del reino animal con el derramamiento de sangre para eliminar nuestros problemas delante de Dios a fin de que tengamos paz y podamos comer con Dios. En cualquier fiesta, si no hay paz, no se puede comer con alegría. Un banquete alegre se lleva a cabo en un ambiente de paz. El es también el alimento que obtenemos en el reino vegetal. Podemos ver estos dos aspectos en el evangelio de Juan. En el capítulo uno vemos el Cordero de Dios (v. 29), un alimento que forma parte del reino animal. En el capítulo seis el Señor Jesús dijo que El es el pan (vs. 35, 48, 51), y en el capítulo doce afirma que El es el grano de trigo (v. 24). Además, en el capítulo quince El es la vid que produce vino (vs. 1, 5). Así en un solo evangelio vemos alimentos de dos reinos: el Cordero en el reino animal, el trigo y la vid en el reino vegetal. El trigo denota la vida y la suministración de la vida. Los panes y las tortas se hacen con harina de trigo. El sacrificio se compone principalmente de harina de trigo, y se ofrece con relación a la vida y al suministro de vida.

EL ESPIRITU QUE UNGE

  El aceite es producido por el olivo, y denota una especie de vida dirigida por el Espíritu que unge. Además de la vida y del suministro de vida, también existe el Espíritu que nos sustenta. Debemos vivir para Dios por Cristo como nuestro suministro de vida. El aceite, que es el Espíritu de unción, es el poder y el medio por el cual experimentamos esta vida.

MORIR PARA DIOS

  El vino que se extrae de la uva alude a lo que es morir para Dios. No sólo estamos destinados a vivir sino también a morir. Esto significa que debemos derramar esta vida que tenemos. Cada día disfrutamos a Cristo como la provisión de vida; vivimos por recibir el aceite de la unción, y al derramar nuestra vida en libación ante Dios.

EL INCIENSO

  El incienso es otro producto y representa la vida en resurrección. Por lo tanto, Cristo como trigo es nuestro suministro de vida, y el aceite es el Espíritu que nos unge para sustentarnos. Cada día debemos derramar ante Dios nuestra vida como vino. Entonces tendremos el sabor y la fragancia de la vida de resurrección como incienso. Estos son los artículos con los cuales preparamos nuestro banquete divino. Tenemos a Cristo como el trigo, con el Espíritu de la unción como aceite, y con la vida derramada como vino. Además tenemos la vida de resurrección como incienso. Llevar esta vida significa cimentarnos en Cristo, quien es nuestras vacas y nuestras ovejas. El nos redimió y se convirtió en nuestra comida. Debemos cocinar el banquete divino con todos estos platos.

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