
Lectura bíblica: 2 Co. 2:13; 4:13, 16; 6:6; 7:1, 13; 12:18
En este capítulo queremos ver la revelación en cuanto al espíritu humano en 2 Corintios. El libro de 2 Corintios abarca no sólo el Espíritu Santo de Dios sino también el espíritu humano. Pablo habla del espíritu humano no según la doctrina, sino según la experiencia. No enseñaba de manera doctrinal en cuanto al espíritu humano, pero de lo que escribió podemos ver que él era una persona que vivía, se conducía y andaba en su espíritu. El libro de 2 Corintios puede considerarse una autobiografía del apóstol Pablo. En esta autobiografía vemos que él siempre se conducía en su espíritu. El libro de 1 Corintios habla del espíritu humano, pero la segunda epístola habla del espíritu humano de manera más profunda.
En 2 Corintios 2:12-13 Pablo dice: “Además, cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo y se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; mas, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia”. Si nosotros hubiéramos compuesto esta porción, habríamos dicho: “Cuando fui a Los Angeles a visitar a algunos de mis amigos mundanos, y el Señor me cerró la puerta del evangelio, no tuve reposo en mi espíritu”. Pero Pablo no dijo eso. Dijo que venía a Troas a predicar el evangelio de Cristo y que el Señor le abrió la puerta. Pero no tuvo reposo en su espíritu, así que partió.
Puesto que el Señor le abrió la puerta, ¿por qué partió Pablo? ¿Vamos a seguir lo que el Señor hace, o vamos a seguir el sentir de nuestro espíritu? Parece que por ser abierta la puerta a Pablo en el Señor, esto debía de haber sido la voluntad del Señor. Algunos recibieron la enseñanza de que aunque la puerta le fue abierta a Pablo por el Señor, él se rindió a su propia debilidad porque su hermano Tito no estaba. Tal vez pensemos que Pablo era muy egoísta y que a él sólo le importaba su parecer y no los intereses del Señor.
Ahora consideremos si estuvo bien o no el hecho de que Pablo partió. Debemos saber que el apóstol Pablo estaba absolutamente bien porque era muy subjetivo, y no objetivo. No le importaba la situación exterior. Lo que le importaba era el sentir interior. Ahora, pregunto: “¿Tenía el Señor una relación más íntima con Pablo en la puerta abierta o en su espíritu?” La puerta le fue abierta por el Señor, pero la relación que el Señor tuvo con Pablo era más íntima en su espíritu. Aquí todos debemos aprender una lección. Debemos aprender a no cuidar mucho de las circunstancias exteriores. Aunque una puerta nos sea abierta por el Señor, si cuidamos sólo de esto y no al Señor mismo que está en nuestro espíritu, no tenemos una relación íntima con el Señor.
Podemos ilustrar esto con la relación que un padre tiene con su hijo. A veces el padre le dice al niño que está bien si hace cierta cosa, pero el niño tal vez perciba que sacrificará la relación íntima que tiene con su padre si lo hace. En nuestro servicio al Señor, tal vez nos abra una puerta para que avancemos, pero en lo profundo de nuestro ser sentimos que no tenemos reposo. ¿Queremos la puerta abierta o el reposo en nuestro espíritu? Puedo testificar que muchas veces el Señor me abrió una puerta ancha, pero no tuve reposo en mi espíritu. No podía pasar por la puerta; tuve que rendirme al reposo. El reposo interior es la luz verde, no lo es la puerta abierta.
En cierto sentido es difícil tomar este camino, pero es un camino más íntimo en el Señor. Es un camino donde uno tiene una relación íntima con el Señor. Algunos tal vez digan que tienen una puerta abierta en el campo misionero, pero ¿tienen el reposo interior? Podemos pasar por la puerta y olvidarnos del reposo. Podemos ir a alguna parte y hacer una gran obra, sin tener el reposo interior. ¿Queremos la puerta o el reposo? La puerta se encuentra en el versículo 12, y el descanso se halla en el versículo 13. El apóstol Pablo no era igual a muchos cristianos de hoy en su servicio. Simplemente cuidan de la puerta. Pero, ¿tenemos el reposo en nuestro espíritu? ¿Estamos dispuestos a sacrificar la puerta por el reposo?
Pablo pagó el precio para cuidar del reposo que tenía en su espíritu. Aunque el Señor le abrió una puerta, él sacrificó esa puerta. Pagó ese precio para mantener el reposo. Esto muestra que debemos cuidar del reposo interior todo el tiempo. Si sólo cuidamos de la situación, el entorno y las circunstancias exteriores, se acaba nuestra relación con el Señor. Debemos aprender a restringirnos al sentir interior. La situación exterior tal vez nos sea favorable, pero no debemos cuidar de eso. Debemos cuidar de una sola cosa: el reposo interior.
Si no tenemos reposo en nuestro espíritu, ¿cómo puede el Señor tener reposo con nosotros? Muchas veces el Señor nos deja escoger. Debemos decir: “Señor, no quiero escoger Tu obra ni la puerta abierta por Ti. Quiero escogerte a Ti”. El Señor tal vez nos permita pasar por la puerta abierta, pero si lo hacemos, perderemos el reposo. El Señor quizá nos abra la puerta para que prediquemos, pero si vamos por la puerta, perderemos el reposo. Esta es una lección profunda que debemos aprender. No nos debe importar mucho la situación exterior. Aunque las circunstancias exteriores nos favorezcan, eso no quiere decir que tenemos la luz verde. La luz verde es exclusivamente el reposo interior.
El reposo incluye el pensamiento de alivio, paz y tranquilidad. Si usted no tiene reposo, esto significa que no tiene alivio, paz ni tranquilidad. Tal vez diga que está bien que se quede en cierto lugar para hacer una obra para el Señor, pero en lo profundo de su ser no tiene alivio, paz ni tranquilidad. Los demás tal vez no sepan eso, pero usted sí lo sabe. Quizá afirme que la puerta le fue abierta por el Señor, pero de todos modos tiene resistencia en su interior y se siente atado. Sus argumentos en su justificación van de acuerdo con su mente, y no de acuerdo con el sentir de su espíritu. Debemos cuidar del alivio interno, la paz y la tranquilidad de nuestro espíritu. Esto es un principio espiritual básico en cuanto a la vida. Si queremos crecer en vida, no debemos cuidar de las circunstancias exteriores. Debemos cuidar del sentir interior y ver si tenemos reposo por dentro o no.
La unción interior está íntimamente relacionada con este sentir interior de reposo. Una vez una hermana dio un testimonio de que tenía cierta cantidad de dinero. Fue a la tienda y allí vio algo de lana en venta. Cuanto más consideraba el precio bajo y el dinero que el Señor le había enviado, más estaba convencida de que estaba bien comprarlo. Pero al mismo tiempo, no tuvo la paz. Pero, después de mucha consideración, lo compró. Después fue a una reunión y dio ese testimonio. Dijo que después de comprar ese artículo de lana, no podía orar. Se sentía atada en el espíritu porque había perdido la paz, el reposo y la tranquilidad interiores. Lo que había hecho no era pecado. Pero perdió la paz hasta que vendió ese artículo de lana. Luego volvió la paz.
¿Hemos aprendido la lección de cuidar de la paz interior en vez de las circunstancias exteriores? A Pablo le fue abierta una puerta por el Señor para que predicara el evangelio. Eso era algo muy bueno, y no pecaminoso. Pero no tuvo el reposo. Lo que hacemos no es asunto de argumento, sino un asunto del reposo interior. En la corte celestial, cuanto más discute, más se pierde. El Señor tal vez nos diga: “Mi hijo, Yo sé que tus circunstancias y razones son muy buenas, pero ¿tienes reposo con el Señor? ¿Le importan las circunstancias exteriores o el reposo interior? Yo no estoy en las circunstancias exteriores. Estoy en tu espíritu”.
Una esposa quizá diga que tiene razón en la discusión que tiene con su esposo. Tal vez tenga razón, pero ¿tiene paz? A veces los hermanos se quejan de sus esposas, pero ¿tienen reposo? ¿Queremos insistir en que tenemos razón en nuestra queja, o queremos el reposo? Para obtener el reposo tiene que pagar un precio. Si discute tal vez reciba cierto placer, pero se pierde la presencia del Señor; ya no tiene reposo con el Señor. No hablo del reposo en sus pensamientos ni de la satisfacción en sus emociones. Hablo de la verdadera tranquilidad, alivio, paz y reposo en su espíritu. Todos debemos aprender esta lección profunda. Les animo a seguir al Señor de esta manera. Esta es la manera de crecer en vida. Nunca debe cuidar de las circunstancias exteriores; siempre debe cuidar del reposo interior.
En 2 Corintios 4:13 Pablo dice: “Y teniendo el mismo espíritu de fe conforme a lo que está escrito: `Creí, por lo cual hablé’, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”. Este versículo dice que tenemos el espíritu de fe, así que hablamos. Hablamos, no en conformidad con nuestra mente, no en conformidad con lo que pensamos, sino con lo escrito. No hablamos en las reuniones porque casi siempre estamos en la mente. Cuando estamos en la mente, tenemos una mente de dudas, y no un espíritu de fe. Las dudas están en nuestra mente, pero la fe está en nuestro espíritu. Si nos volvemos de la mente al espíritu, tenemos fe. Si nos volvemos a la mente, tenemos dudas.
Cuando usted está en la reunión, tal vez esté de acuerdo con todo lo dicho, pero después de ir a la casa, se vuelve a la mente y empieza a dudar de lo que oyó. El libro de Génesis nos dice que Satanás hizo todo lo que pudo para hacer volver a Eva de su espíritu a su mente (3:1-5). El éxito que tuvo en esto causó que Eva dudara de Dios. La fe está en el espíritu. Cuando se vuelve al espíritu, cree.
La fe que cree inmediatamente llega a ser la fe que habla. Cuando creemos, hablaremos. Conversar es una cosa, pero hablar es otra. Venimos a la reunión para hablar, no para conversar. Las Escrituras dicen: “Creí, por lo cual hablé”. Debe pasar lo mismo con nosotros.
Muchos de ustedes no abren su boca en la reunión, porque incluso después de pasar por la puerta del local, todavía están en la mente. Cuando se mira a sí mismo y a los otros hermanos y hermanas, tiene muchas consideraciones. Mientras los santos ejercen su función en la reunión, tal vez se diga cosas como por ejemplo: “El es muy pobre”. “Este hace mucho ruido”. “Esa fue una palabra sin experiencia”. “Aquel grita sin tener la realidad”. Cuando piensa de esta manera, está en la mente, y su boca es cerrada por sus pensamientos. Cuanto más piensa y más considera, más difícil le es abrir la boca. No habla, porque está en la mente. Necesita el espíritu de fe. Necesita volverse al espíritu.
A veces cuando viene a la reunión, tal vez tenga el sentir de que el ambiente es insulso. En realidad, ese sentir es Satanás mismo. Esto es la maquinación que él usa para derrotarle. Cuando tiene ese sentir, debe declarar inmediatamente que Satanás es un mentiroso. Luego debe abrir su boca para hablar por el Señor. Si pone esto en práctica, las reuniones estarán en el tercer cielo.
Es posible que un hermano sugiera un himno, y por ningún motivo a usted no le guste ese himno. Eso es la sutileza del enemigo. Usted tiene que vencerlo. Debe decir: “Yo creo. Me vuelvo al espíritu de fe”. Si se queda en la mente, Satanás tendrá muchas maneras para capturarle. Si se vuelve al espíritu, no le importará cuál himno es sugerido. Nada le molestará.
Muchos santos son frágiles; fácilmente se deprimen y son heridos. Se deprimen por cosas insignificantes. Todos debemos aprender a volvernos al espíritu. Cuando nos volvemos al espíritu, tenemos el espíritu de fe. Luego hablaremos. A veces cuando voy a la reunión para ministrar, vienen frustraciones para impedirme. Incluso cuando me acerco a la entrada del local, algo puede suceder. Esta es la obra de Satanás. He aprendido la lección de no preocuparme por estas cosas. Tengo el espíritu de fe, y tengo que hablar en el espíritu de fe. No me importan todas las circunstancias problemáticas. Pero muchos de nosotros fluctuamos mucho simplemente porque no somos estables en el espíritu. Tenemos que aprender la lección de permanecer en el espíritu. No cuide de la mente; permanezca en el espíritu. Luego tendrá la fe y el espíritu que habla.
En 2 Corintios 4:16 se habla del hombre exterior y del hombre interior. El hombre exterior necesita ser consumido. Esta consumación toma lugar gradualmente, poco a poco. He estado bajo esta consumación por muchos años, y mi hombre exterior todavía no ha sido consumido totalmente. Si queremos vivir y conducirnos en nuestro espíritu, el hombre exterior tiene que ser consumido todo el tiempo. Luego el hombre interior es renovado de día en día. Nuestro hombre exterior necesita disminuir en vez de ser corregido, y nuestro hombre interior necesita ser renovado. La renovación es asunto de vida. Necesitamos ser renovados metabólicamente día tras día con el suministro fresco de la vida de resurrección.
Somos viejos porque permanecemos mucho en el alma. Mientras permanezcamos en el alma, somos viejos. Necesitamos ser trasladados del alma al espíritu, y este traslado es la renovación. Ser renovado de día en día significa ser trasladado todo el tiempo del alma al espíritu. Esto no es un asunto de enseñanza. La enseñanza no funciona. Es absolutamente un asunto de vida. Debemos aprender a siempre volvernos del hombre exterior al hombre interior.
En 2 Corintios 6 Pablo dice que él y sus colaboradores se recomendaban como ministros de Dios “en un espíritu santo” (vs. 4, 6). Esto se refiere a su espíritu regenerado. Esto significa que nuestro espíritu tiene que ser santo. Así que, en el próximo capítulo Pablo dice que tenemos que limpiarnos de toda contaminación de carne y de espíritu (7:1). Luego el espíritu será santo, y nosotros perfeccionaremos la santidad en el temor de Dios. Necesitamos limpiarnos para que la santidad de Dios pueda saturar todo nuestro ser.
Tal vez tengamos razón en nuestros razonamientos y argumentos, pero no estamos santos en nuestro espíritu. Necesitamos un espíritu santo que no tenga contaminación, que no tenga contaminación de argumentos. Tal vez estemos bien en nuestra mente, en nuestra alma, en nuestros argumentos, pero al mismo tiempo estemos sucios en nuestro espíritu. Cuanto más hablamos y discutimos, más tenemos razón, pero más somos contaminados en nuestro espíritu. Necesitamos un espíritu santo, un espíritu que sea separado de todo para Dios. Necesitamos un espíritu que no se preocupe por nada que no sea Dios. Luego nos deshacemos de todas las contaminaciones, tales como los argumentos y los razonamientos.
Tal vez tengamos muchas razones, pero todas éstas son suciedad para nuestro espíritu. Podemos ser contaminados en nuestro espíritu no sólo con las cosas que obviamente son pecaminosas sino también con las cosas correctas que no sean Dios. Cualquier cosa que no sea Dios contamina nuestro espíritu. Necesitamos ser separados y consagrados al Señor interiormente. Nuestro espíritu debe ser única y totalmente separado para Dios. Si nuestro espíritu está ligado a algo que no sea Dios, esa cosa llega a ser una contaminación. Necesitamos un espíritu santo.
En 2 Corintios 7:13 Pablo dice: “Nos gozamos más abundantemente por el gozo de Tito, por cuanto su espíritu recibió refrigerio de todos vosotros”. En esto tenemos muchas lecciones que aprender.
Primero, usted tiene que dar refrigerio al espíritu de otros. Muchas veces cuando está con cierto hermano o hermana, después de un rato se siente el refrigerio en su espíritu. Otra persona tal vez pueda hacerle feliz en sus emociones, pero no le da refrigerio en su espíritu. Es posible que a veces sus emociones estén lastimadas, pero su espíritu siente refrigerio. Hacer a la gente feliz en sus emociones es una cosa; darle refrigerio en el espíritu es otra. Así que todos debemos aprender la lección de dar refrigerio al espíritu de los demás.
Segundo, necesita aprender a recibir refrigerio en su espíritu. A veces no le importa este refrigerio en el espíritu. Al contrario, le importa más la simpatía de otros. Si está en cierto problema o angustia, tal vez alguien simpatice con usted y le diga algo bueno. Quizá a usted le gusta esto. Pero si alguien hace algo para darle refrigerio en su espíritu no lo quiere recibir. No está dispuesto a dejar que alguien le dé refrigerio en su espíritu. Tiene que aprender a recibir refrigerio en su espíritu. No le debe importar la simpatía de los demás ni las palabras buenas de ellos. Debe preocuparse exclusivamente por el refrigerio que recibe de los demás.
Tercero, tenemos que aprender a estar gozosos en el refrigerio de otros. Pablo tenía gozo en el refrigerio del espíritu de Tito. A veces no nos importa el refrigerio de los demás. Necesitamos darle refrigerio al espíritu de los demás; nuestro espíritu debe recibir refrigerio de otros; y debemos estar gozosos en el refrigerio de otros.
En 2 Corintios 12:18 Pablo dice que él y Tito procedían con el mismo espíritu y en las mismas pisadas. Aquí el espíritu es nuestro espíritu regenerado donde mora el Espíritu Santo. Este espíritu nos gobierna, nos rige, nos dirige, nos regula y nos guía en nuestro andar cristiano (Ro. 8:4). Los apóstoles andaban en tal espíritu. Pablo no dijo que andaban con la misma doctrina, sino con el mismo espíritu. Andar incluye hablar, pensar, conversar, tener comunión y hacer cualquier cosa. Debemos andar con el mismo espíritu y en las mismas pisadas de manera corporativa.