
Lectura bíblica: 2 Co. 1:4-6, 8-9; 4:8-12, 16-17; 6:3-5, 8-10; 11:23-28; 12:7-10
En este capítulo venimos al último tema de 2 Corintios, a saber, el tema del ministerio producido por el sufrimiento. En el primer libro se encuentran los dones, pero en el segundo libro se encuentra el ministerio.
Los libros de 1 Corintios y 2 Corintios fueron escritos a la misma iglesia, pero hay una gran diferencia entre los dos. En 1 Corintios el primer capítulo dice que Cristo es Señor de ellos y nuestro (v. 2) y que Dios nos llamó a la comunión de Cristo (v. 9). El es poder de Dios y sabiduría de Dios (v. 24). Cristo es la justicia en cuanto a nuestro pasado, la santificación en cuanto a nuestro presente, y la redención, en cuanto a nuestro futuro (v. 30). Estos puntos en cuanto a Cristo se presentan mayormente de manera doctrinal. Pero 2 Corintios empieza de manera diferente. En el primer capítulo Pablo habla de que había sufrido en tribulación y que había sido consolado por Dios (vs. 3-6). Esto le calificó para consolar a otros. El tuvo el consuelo con el cual podía consolar a otros porque había experimentado el consuelo de Cristo por medio de mucha aflicción.
En los versículos 8 y 9 Pablo dice: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de vivir. De hecho tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”. Pablo y sus colaboradores fueron abrumados sobremanera más allá de sus fuerzas. Tuvieron la respuesta, la sentencia, de la muerte en sí mismos. Según su parecer, tenían que morir. Esto les dirigió a basar su confianza en Dios que resucita a los muertos, y no en sí mismos. El libro de 2 Corintios nos muestra cómo se produce el ministerio. Se produce no por la enseñanza ni por la educación, sino por toda clase de sufrimiento.
En el capítulo cuatro Pablo dijo que él y sus colaboradores estaban oprimidos en todo aspecto (vs. 8-9). Estaban afligidos y derribados. Pablo dijo que siempre fueron entregados a la muerte y que llevaban en el cuerpo la muerte de Jesús (vs. 10-11). Por medio de estos sufrimientos se produce el ministerio. Un don se produce rápidamente, pero toma tiempo producir un ministerio. Ganar un don es fácil. El asna de Balaam habló en una lengua humana repentinamente. Eso fue un don que adquirió fácilmente. Pero si queremos tener un ministerio, eso no es fácil. Un ministerio se produce en alguien si éste experimenta las riquezas de Cristo por medio de los sufrimientos.
Un manzano no llega a existir de un día para otro. Las manzanas producidas por el manzano vienen por el crecimiento en vida, y uno crece en vida por medio de los sufrimientos. Les animo a todos a orar-leer Hymns, #635. Este himno nos relata cómo la vid produce las uvas por medio de los sufrimientos. Lo que la vid produce es su ministerio. No es un don, sino un ministerio. Un don es una capacidad, un talento, que uno puede adquirir de un día para otro, pero toma una vida entera adquirir un ministerio.
No quiero desilusionar ni desanimar a los jóvenes, pero tengo que decir que para ellos es difícil tener un ministerio. No podemos esperar que un renuevo tierno lleve fruto. Llevar fruto requiere que uno sea maduro, y la madurez viene por los sufrimientos. Necesitamos a los jóvenes en la vida de la iglesia, pero necesitamos aún más a los maduros. Necesitamos a los que tienen algún ministerio que viene a la existencia por toda clase de sufrimiento. Esto no es un don de enseñar, ni de hablar, sino un ministerio que produce vida.
En 2 Corintios 4 habla de cómo el hombre exterior tiene que ser consumido y quebrantado, y cómo tiene que disminuir todo el tiempo (v. 16). El hombre exterior no puede disminuir rápidamente. Pronto después de que el Señor me salvó en 1925, pensé que si podría orar mucho durante uno o dos años, llegaría a ser una persona muy espiritual. Ahora, muchos años más tarde, me parece que todavía tengo mucha vejez del hombre exterior dentro de mí. Todos necesitamos llegar a ser hijos maduros. Tenemos el anticipo que podemos disfrutar hoy, y esperamos la plena filiación, la cual consiste en la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23). El proceso en el cual nuestro viejo hombre se disminuye, se desgasta y es reducido es un proceso muy lento.
Los jóvenes tienen muchos sueños de ser personas que viven en la esfera espiritual. Una vez un joven esperaba ser un gran evangelista, pero en vez de eso, retrocedió en gran manera. Amo a los jóvenes, pero debemos darnos cuenta de que no se puede confiar en ellos porque viven en sus sueños. Necesitan las experiencias de Cristo por medio de los sufrimientos.
En 2 Corintios el apóstol Pablo no nos dijo cuánto podía hacer ni qué clase de don tenía. Cuando se recomendó como ministro de Cristo, no dijo que tenía el don más grande ni que era un gran orador, predicador ni expositor de la Biblia. Al contrario, en el capítulo once se recomendó como ministro de Cristo hablando de lo que sufrió al seguir al Señor (vs. 16-33). Incluso dijo que cinco veces recibió de los judíos cuarenta azotes menos uno (v. 24). No creo que nosotros escribiríamos una carta así a los santos. Sólo nos gustaría hablar de los aspectos maravillosos de Cristo, no de los azotes que sufrimos. Pablo también mencionó los sufrimientos y los peligros que experimentó en sus viajes. Habló de estar en peligro entre falsos hermanos (v. 26).
Quizás nos preguntemos por qué el Señor permitió que un siervo tan maravilloso sufriera tanto. Esto se debe al hecho de que el ministerio se produce por los sufrimientos. Espero que el Señor regrese pronto, pero es posible que tarde en venir a causa de nosotros. Tal vez digamos que amamos al Señor y que el Señor nos bendecirá. Ciertamente nos bendecirá, pero ¿qué queremos decir con esto? Nuestro diccionario es diferente del diccionario del Señor. El Señor desea bendecirnos, pero El nos bendice de acuerdo al significado que está en Su diccionario celestial. Sin los sufrimientos, no podemos experimentar al Señor como nuestra bendición de manera rica. El coro de Himnos, #158 dice: “Con cada golpe, ganancia me das; en lugar de lo que quitas, a Ti mismo Tú me das”. Cada golpe quita algo de nosotros mismos e introduce algo del Señor. Debemos desear esta clase de cambio. El quita parte de nuestro viejo hombre y nos da algo de Sí mismo.
Muchos de ustedes hermanos y hermanas jóvenes aman al Señor, pero deben saber que el camino por donde van es un camino de sufrimiento. Puesto que aman mucho al Señor, están en el camino de sufrimientos todo el tiempo. Alabado sea el Señor por el disfrute de Cristo que viene por los sufrimientos. Sin los sufrimientos, es difícil tener el rico disfrute de Cristo. Sólo puede tener un disfrute superficial. El disfrute profundo de Cristo viene por los sufrimientos. No les puedo decir qué clase de sufrimientos tendrán, pero el Señor sabe. Paso por paso y año tras año, El sabe lo que usted necesita. El sabe qué clase de sufrimiento se necesita para formar un ministerio en usted.
En 2 Corintios 6:8 Pablo dijo que se recomendó como ministro de Dios no sólo a través de buena fama, sino de mala fama. La buena fama viene de los creyentes y de los que reciben la verdad predicada y enseñada por los apóstoles. La mala fama viene por los opositores y perseguidores. En el caso del apóstol Pablo había mala fama, y si seguimos al Señor de manera absoluta, nuestra experiencia será igual. La mala fama es un verdadero sufrimiento. Pablo dijo que su recomendación iba “a través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama; como engañadores, pero veraces” (v. 8). La gloria viene de Dios y de los que le aman; la deshonra viene del diablo y de los que le siguen. Pablo era un engañador a los ojos de los judaizantes y las personas de las otras religiones y filosofías, pero era veraz a los ojos que amaban la verdad de Dios.
En el versículo 9 Pablo dice: “Como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos”. Los apóstoles eran desconocidos en el sentido de que no se mostraban, pero eran bien conocidos en el sentido de testificar de la verdad de Dios. El caso es el mismo con nosotros actualmente. Por un lado, los apóstoles morían al sufrir persecuciones, pero por otro, vivían en la resurrección del Señor. Además, estaban siendo disciplinados en el entendimiento superficial de los opositores. Sin duda, los opositores dijeron que Pablo debió de haber hecho algo malo para con Dios, y que por eso Dios le estaba castigando. Pero en realidad Pablo vivía en el cuidado soberano del Señor.
Durante la Segunda Guerra Mundial, fui encarcelado en China por el ejército japonés que invadió, y durante aquellos días experimenté al Señor de una manera especial y rica. Puesto que usted está en las manos del Señor, tiene que estar preparado para sufrir. Los sufrimientos producen el ministerio. En la primera parte de mi ministerio, cuando escuché la mala fama y las acusaciones falsas, estaba triste. Pero hoy cuando oigo tales cosas, me alegro. Hoy puedo darle gracias al Señor por mis prisiones y por toda la oposición y la mala fama.
En el versículo 10 Pablo dice: “Como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”. Esto describe el camino de los siervos del Señor, el camino de los que aman el camino del Señor. En este camino de sufrimiento un ministerio se producirá en usted de manera que realmente pueda ministrar a Cristo a otros como vida. El capítulo 11 de 2 Corintios nos muestra que un ministro de Cristo siempre pasa por sufrimientos. No debemos esperar que no tendremos sufrimientos. Esto es una equivocación. No se sorprenda cuando le venga un sufrimiento. Tiene que estar listo. El sufrimiento le trae la bendición y produce un ministerio por usted.
Pablo habla de los sufrimientos en su entorno, en sus circunstancias y en su medio ambiente. Luego en el capítulo doce habla del aguijón que estaba en su carne, el cual se refiere a un sufrimiento subjetivo y físico en su cuerpo. En 2 Corintios no vemos curaciones. Al contrario, vemos un aguijón. Pablo pidió al Señor tres veces que quitara el aguijón. Esa no era una oración ordinaria. El Señor respondió diciendo que no quitaría su aguijón. Dejaría el aguijón en Pablo para que Pablo pudiera experimentar en su sufrimiento la gracia suficiente del Señor y Su poder perfecto (vs. 7-9).
El apóstol Pablo fue usado por el Señor para sanar a otros, pero su propio problema físico no fue sanado. El Señor negó su petición y le dijo que dejaría el aguijón con él para que pudiera experimentar la gracia suficiente del Señor y experimentar Su poder perfecto. Por medio de estos sufrimientos Pablo podía tener un ministerio maravilloso. Pablo no se consideraba un predicador ni un expositor, sino un ministro de Cristo que dispensaba a Cristo como vida a otros. El ministerio es producido por medio de los sufrimientos y con estos se mantiene.
Durante la historia, la iglesia siempre ha sido dividida por los dones. Nunca se podría dividir por el ministerio. Si prestamos atención a los dones, seremos divididos dentro de poco tiempo. Pero si nos olvidamos de los dones y prestamos toda nuestra atención al ministerio de vida, nos mantendremos en la unidad. Por eso, recalcamos una y otra vez que los dones no pueden edificar una iglesia local, pero el ministerio sí puede.
Si usted es un obrero cristiano y siempre trata de discutir con otros, esto comprueba que meramente tiene un don. Las personas que tienen un ministerio de vida nunca discuten. Las discusiones van con los dones y las enseñanzas doctrinales. Si prestamos atención a los dones y a las enseñanzas, discutiremos. Pero si ponemos toda nuestra atención en el ministerio de vida, no tendremos motivo de discutir. Los dones y las enseñanzas junto con los debates y discusiones doctrinales derriban la iglesia local. La iglesia local se edifica sólo con el ministerio de vida. A algunos tal vez no les gustan las reuniones ruidosas, mientras que a otros sí les gustan. No debemos discutir en cuanto a esto. Lo que necesitamos es la vida de Cristo, no cierta clase de reunión. El ministerio de vida no viene del estudio y la enseñanza doctrinales de la Biblia. Viene de los sufrimientos. Si en realidad usted está en las manos del Señor, El formará un ministerio en usted por medio de toda clase de sufrimientos.
Es extraño y maravilloso que no se haga mención alguna de los dones en 2 Corintios. Al contrario, se encuentra una lista de los sufrimientos de Pablo en los capítulos uno, cuatro, seis y once. Luego en el capítulo doce nos cuenta de un sufrimiento subjetivo: el aguijón de su carne. El pidió al Señor específicamente que se lo quitara, pero el Señor rehusó hacerlo. No quiso un milagro, ni una curación divina. En vez de eso, quería sufrimiento. Por medio del sufrimiento, Pablo experimentó al Señor como la gracia suficiente, la cual era el poder perfecto en su debilidad. Con el tiempo, Pablo aprendió a decir: “De buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades” (12:9). También dijo: “Por amor a Cristo me complazco en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy poderoso” (v. 10). Esta es la manera en que uno puede crecer en vida a fin de que sea producido un ministerio para la edificación del Cuerpo de Cristo.
Lo que se necesita para la edificación de una iglesia local es el ministerio de vida, no los dones. Para ilustrar este punto, me gustaría contarles una historia del hermano Watchman Nee y una hermana mayor de edad que se llamaba la señorita Barber, quien le ayudó mucho. Cuando era joven, el hermano Nee siempre admiraba a los buenos oradores. Cuando él y la señorita Barber fueron a escuchar a unos oradores, el hermano Nee le dijo cuán maravillosos eran. Pero la señorita Barber dijo: “Esa es una mera doctrina dada con elocuencia humana. No hay vida allí”. En otras palabras, no había ministerio con ellos.
El hermano Nee me dijo esto al principio de mi servicio en el Señor porque me trataba de ayudar a conocer la diferencia entre un ministerio y un don, es decir, entre la expresión de algo relacionado con la vida y la elocuencia humana. Una persona puede nacer con el don de la elocuencia, pero sus palabras pueden ser bronce que resuena. Está bien para que algunos las escuchen, pero, no hay contenido de Cristo como vida. Otro quizá hable de manera torpe, pero uno se da cuenta cuando habla de que hay peso en sus palabras porque tiene el ministerio de vida. Esto sólo viene con los sufrimientos. La edificación de la iglesia necesita este ministerio de vida. Todos debemos avanzar en el crecimiento de vida para que tengamos más ministerios entre nosotros para la edificación de la iglesia.