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Mensajes del libro «Experimentar a Cristo como vida para la edificación de la iglesia»
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CAPITULO CUATRO

DIOS CRECE EN NOSOTROS PARA LA EDIFICACION

  Lectura bíblica: 1 Co. 3:6-12; Ef. 2:21; 4:15-16; Col. 2:19; 1 P. 2:2-5

  En los versículos mencionados en la lectura bíblica se encuentran dos conceptos principales: el crecimiento en vida y la edificación del Cuerpo. En 1 Corintios 3 se habla de plantar, regar y crecer. Pablo dijo que él plantó; él sembró la semilla. Luego vino Apolos para regar, para irrigar. Después, Dios dio el crecimiento (v. 6).

  Todos necesitamos que la semilla de vida, y no el conocimiento, sea plantada en nosotros. Las cosas relacionadas con la vida siempre están en el Espíritu. El conocimiento está en la mente, pero la vida está en el Espíritu, y el Espíritu es la realidad de la vida. El Señor dijo: “El Espíritu es el que da vida ... las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). Romanos 8:6 dice que la mente puesta en el espíritu es vida. La vida está en el Espíritu, y el conocimiento está en la mente.

  Plantar es algo exclusivamente relacionado con la vida, la cual está en el Espíritu, y no con la mera enseñanza. Por eso Pablo nos dijo que cuando vino a Corinto la primera vez, no fue con palabras persuasivas de la sabiduría humana, sino que ejercitó su espíritu para demostrar al Espíritu (1 Co. 2:1-4). Sus palabras estaban en la demostración del Espíritu, y no del conocimiento. Con esto sembró la semilla de vida, plantó algo de Cristo en el espíritu de los corintios. Luego Apolos vino a regar la semilla. Dios va junto con esta obra orgánica. Cuando nosotros plantamos y regamos, Dios nos sigue y da el crecimiento.

  Pablo nos dijo que somos labranza de Dios (3:9). El plantar, el regar y el crecer tienen como fin la labranza, la tierra cultivada. En la labranza de Dios tenemos que cultivar algo, y lo que cultivamos es Cristo. Cristo fue sembrado en nosotros, y ahora Cristo debe brotar de nosotros. La palabra griega que se traduce labranza en 1 Corintios 3:9 significa “tierra labrada”. La iglesia es la labranza de Dios que cultiva a Cristo.

  Pablo también dijo que nosotros somos el edificio de Dios (v. 9). Esto indica que el crecimiento en la labranza de Dios tiene como fin el edificio. La iglesia se edifica por el crecimiento en vida. Todo lo que crece en la labranza de Dios está destinado al edificio. En otras palabras, la labranza de Dios cultiva a Cristo, y el fin de Cristo es el edificio. La iglesia no se edifica con la enseñanza ni con la organización, sino con el crecimiento en vida. Pablo plantó, Apolos regó, y Dios dio el crecimiento para que fuera edificada la iglesia.

CRISTO LO ES TODO PARA NOSOTROS

  El libro de 1 Corintios es un libro precioso que viene después del libro de Romanos, según el orden en que Dios soberanamente puso los libros de la Biblia. Romanos empieza con la condenación de los pecados y pasa a la justificación, la identificación con Cristo, el andar y la vida que está en el Espíritu y la vida del Cuerpo. Pero, ¿cómo podemos tener la vida del Cuerpo? Necesitamos ver 1 Corintios para encontrar la respuesta. Si usted quiere tener la vida del Cuerpo, tiene que ser real a usted el hecho de que Cristo lo es todo para usted. Esto es lo que nos revela 1 Corintios.

  El capítulo uno nos dice que hemos sido llamados a la comunión, a la participación, al disfrute de Aquel que es maravilloso (v. 9). Dios nos puso en El (v. 30), y El es el poder y la sabiduría de Dios (v. 24). Ahora estamos en Cristo y lo disfrutamos como el todo. El capítulo dos nos dice que si queremos disfrutar a Cristo, tenemos que abandonar la vida de nuestra alma. De otra manera, seremos una persona caracterizada con el alma, alguien que siempre piensa que lo relacionado con Cristo es necedad (v. 14). Tenemos que ser personas que están en el espíritu para poder disfrutarle a El. En cuanto al pasado, Cristo es nuestra justicia; en cuanto al presente, El es nuestra santificación; y en cuanto a nuestro destino en el futuro, es nuestra redención (1:30). El lo es todo para nosotros.

  Pero si queremos experimentar a Cristo, tenemos que estar en el espíritu. Podemos utilizar como ejemplo la electricidad. La electricidad que está instalada en un edificio puede aplicarse sólo al encender el interruptor. De la misma manera, Cristo se aplica a nosotros sólo por el ejercicio de nuestro espíritu. Tenemos que estar en el espíritu. Entonces llegaremos a ser personas espirituales (2:15; 3:1). Una persona espiritual es una persona que vive, actúa y se conduce en el espíritu.

SOMOS TRANSFORMADOS EN MATERIAL PRECIOSO PARA EL EDIFICIO DE DIOS

  En 1 Corintios también nos dice que algo de Cristo ha sido plantado en nosotros. El verdadero ministerio de vida se parece al ministerio de Apolos, quien regó la semilla. Dios va junto con esto y da el crecimiento. Cristo fue sembrado en nosotros y crecerá hasta que brote de nosotros. Cuando Cristo brota de nosotros, este crecimiento nos transforma para producir oro, plata y piedras preciosas (v. 12). Conforme a nuestro ser natural, somos madera, heno y hojarasca, pero estamos en el proceso de ser transformados en material precioso para el edificio de Dios.

  El Señor no usa nada de nuestro ser natural para Su edificio. Algunos santos tal vez sean buenos por naturaleza, sin transformación en su naturaleza o disposición. Nuestra bondad natural no tiene relación alguna con el edificio de Dios. Nacimos como madera, heno y hojarasca, o sea material que es inútil para el edificio de Dios. Pero nacimos de nuevo con oro, y somos transformados en plata y piedras preciosas al ser regados y al crecer en vida. Para poder crecer en vida necesitamos el regar a fin de que seamos transformados. Así que, 1 Corintios 3 nos muestra las obras de plantar, regar, crecer, transformar y producir el material precioso para el edificio de Dios.

EL EDIFICIO DE DIOS POR EL CRECIMIENTO EN VIDA

  En este edificio no vale ninguna mano humana, porque este crecimiento no está en nuestras manos. Pablo dijo que tanto el que planta como el que riega no son nada (v. 7). Ni Pablo ni Apolos son nada. Lo importante es que Dios mismo es quien da el crecimiento. Nosotros no podemos hacer nada con nuestras manos. No podemos organizar una iglesia, pero sí podemos plantar y regar para que Dios pueda ir junto con nuestro ministerio y dar el crecimiento en vida. Luego algo de Cristo crecerá en los demás y los transformará en material precioso para el edificio de Dios. Esto no es algo organizado por mano humana, sino algo del crecimiento en vida por el poder vivificante de Dios.

  Efesios 2:21 dice que todo el edificio crece para ser un templo santo en el Señor. Si no hay crecimiento, no hay edificio. El edificio crece para ser un templo. No podemos organizar algo para que sea la casa de Dios. La casa de Dios es algo que crece. Efesios 4 dice que necesitamos asirnos a Cristo quien es la realidad, para poder crecer en todo en Cristo, la Cabeza (v. 15). Primero, debemos crecer en Cristo. Luego, todo el Cuerpo recibe algo de Cristo para ministrarlo a los miembros. Con esta clase de ministerio, el Cuerpo es edificado creciendo (v. 16). Una vez más vemos el crecimiento y la edificación.

CRECEMOS CON EL CRECIMIENTO DE DIOS

  Colosenses 2:19 dice que la verdadera edificación del Cuerpo depende del crecimiento, y este crecimiento viene del crecimiento de Dios. Dios es eternamente perfecto y completo, pero este versículo dice que Dios crece. Dios en Sí mismo no necesita crecer, sin embargo, en nosotros necesita crecer. Dios en Sí mismo es completo, pero en nosotros no lo es. El crecimiento del Cuerpo de Cristo no está relacionado con el conocimiento doctrinal de la Biblia, con el modo de adorar ni cosa semejante. Más bien, el crecimiento del Cuerpo depende del crecimiento de Dios, el aumento del elemento de Dios, en el Cuerpo. Necesitamos que Dios crezca en nosotros.

  Dios tiene que ser añadido a nuestro ser una y otra vez. Por eso se nos dice que necesitamos ser llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios (Ef. 3:19). Tenemos un poco de Dios en nuestro interior, pero necesitamos que nos sea añadido más. Cuando seamos llenos de Dios, estaremos “locos” para hablar de Cristo. Cuando Pablo se defendía delante del rey Agripa, el político romano llamado Festo proclamó: “Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco” (Hch. 26:24). Luego Pablo dijo: “No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura” (v. 25). En realidad Pablo estaba loco por Cristo porque estaba lleno de Dios. Si usted es lleno hasta la medida de toda la plenitud de Dios, hablará de Cristo todo el tiempo. Necesitamos ser llenos de Dios para el crecimiento de Dios. Dios tiene que aumentarse en nosotros día tras día. Crecemos no por el aumento de los dones, del conocimiento ni de los logros morales o éticos. Crecemos sólo por el aumento de Dios.

  Consideremos a dos hermanos. Un hermano siempre se corrige para poder acomodarse a ciertas situaciones. Siempre es bueno y está dispuesto para ser corregido. Nosotros podemos pensar equivocadamente que este hermano es un hermano muy bueno que está lleno de vida. Otro hermano es rudo y fuerte. No está dispuesto a ser corregido. Pero a veces le conmueve el Espíritu vivificante. Uno se da cuenta de que aunque es rudo, Dios se está aumentando en él. Esto es el crecimiento en vida. Si usted prefiere al hermano que es muy bueno en su comportamiento exterior en vez del hermano que está experimentando el aumento de Dios por dentro, esto muestra que no sabe lo que es la vida.

  Si se nos dijera que escojamos entre Jacob y Esaú, muchos preferiríamos a Esaú. Jacob era un suplantador, uno que agarraba el calcañar de su hermano, uno que era listo para estafar a la gente. No los estafó en la cara sino en su “calcañar”. Jacob era uno que le estafaría a sus espaldas. Parece que Dios no era justo al escoger a Jacob en vez de Esaú. Dios dijo que amaba a Jacob, y que aborrecía a Esaú (Ro. 9:13). Puesto que Jacob estafó a su hermano Esaú, fue obligado a dejar su casa e ir con su tío Labán. Mientras iba en camino, tuvo que dormir al aire libre, y tuvo un sueño maravilloso. Cuando se despertó de ese sueño, declaró que el lugar donde dormía era Bet-el, la casa de Dios. Puso una piedra, en la cual descansó su cabeza, como columna y la ungió con aceite (Gn. 28:10-22). La mano de Dios estuvo sobre él, no para corregirlo exteriormente sino para transformarlo por dentro. Con el tiempo Dios le dijo que ya no se le llamaría Jacob sino Israel (32:28). Ya no sería suplantador sino príncipe de Dios.

  ¿Qué hacemos en la iglesia? ¿Estamos corrigiendo a las personas y mejorándolas? Si hacemos esto, estamos en la religión. Es la obra de Confucio mejorar a las personas. Nosotros, al contrario, plantamos y regamos para que Dios pueda dar el crecimiento a fin de que las personas sean transformadas en material precioso para el edificio de Dios. Crecer y ser transformado significa que Dios se aumenta en usted todo el tiempo.

DEJAR QUE EL SEÑOR TOME POSESION DE NUESTRA MENTE, PARTE EMOTIVA Y VOLUNTAD

  Anteriormente, se nos dijo mucho del dispensar del Dios Triuno. Dios el Padre es la fuente. Todo lo que El es, está en el Hijo. El Hijo llevó a cabo todo lo que el Padre planeó y propuso. El alcanzó el trono, el señorío, el reinado, la autoridad, el reino y el nombre más elevado. Toda potestad le ha sido dada en el cielo y en la tierra. Ahora todo lo que el Hijo logró, obtuvo y alcanzó junto con todo lo que el Padre es y tiene, está en el Espíritu vivificante que ha sido dispensado en nuestro espíritu. Somos un espíritu con El. El Dios Triuno ha sido dispensado en nuestro espíritu. ¡Esto es sumamente maravilloso!

  Nuestro espíritu es la parte central de nuestro ser. Alrededor de nuestro espíritu están las partes internas del alma: la mente, la parte emotiva y la voluntad. Dios está en el espíritu de usted, pero no está en su mente, parte emotiva ni voluntad. Debe dejar que El se dispense en todas las partes de su alma. Usemos de nuevo el ejemplo de la electricidad que está instalada en un edificio. La única manera en que uno puede tener acceso a esta electricidad y aplicarla es encender el interruptor. Nuestro espíritu es el interruptor que enciende la electricidad celestial y que la aplica. Tenemos que ejercitar nuestro espíritu para que Dios pueda saturar nuestra mente, nuestra voluntad y nuestra parte emotiva y tome posesión de ellas. Esto es el crecimiento en vida. Tenemos que volvernos al espíritu para encontrarnos con Dios.

  Específicamente, necesitamos dejar que el Señor someta nuestra voluntad desde el interior de nuestro espíritu. Debemos orar diciendo: “Señor, estoy dispuesto a darte el terreno. Toma posesión de mi voluntad y satura mi voluntad con Tu mismo ser”. Luego Dios se aumentará en nosotros, y nosotros tendremos el crecimiento de Dios en nosotros. Muchas veces no le damos al Señor el terreno en nuestra voluntad en ciertos asuntos. Tal vez digamos que nos consagramos al Señor y a la iglesia. Pero incluso hoy no queremos entregarle al Señor todo el terreno de nuestro ser. Pero debemos decir: “Señor, éste es Tu terreno; tómalo; me doy por vencido en mi voluntad. Estoy dispuesto a ser sometido a Ti. Toma posesión de mi voluntad”. Inmediatamente tendremos el aumento de Dios.

  Nuestra mente debe ser poseída por el Señor. Es incorrecto estar en la mente diariamente. Ya que somos los que buscan al Señor, tenemos que ejercitarnos para estar en el espíritu todo el tiempo. Dos hermanos que coordinan en el servicio de la iglesia tal vez sepan que deben estar en el espíritu, pero están acostumbrados a estar en la mente. Un hermano tal vez considere en la mente en cuanto al otro hermano, y piense que su actitud hacia él no ha sido buena. Cuando estamos en la mente, estamos carnales y polvorientos. Cuanto más pensamos en los hermanos aparte del espíritu, más polvorientos llegamos a estar, y somos alimento para la serpiente, quien fue asignada por el Señor a comer polvo todos los días de su vida (Gn. 3:14).

  Cuando estamos en el espíritu, nos olvidamos de todo lo que no sea Cristo. Debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros para que podamos entregarle nuestra mente. Debemos decir: “Señor, toma posesión de nuestra mente. Te doy todo el terreno que está en mi mente”. Luego Dios se aumentará más y más en nosotros. También necesitamos darle el terreno para que tome posesión de nuestra parte emotiva a fin de que pueda ser llena de Sus deseos y sentimientos.

  De esta manera Dios se aumenta en nosotros todo el tiempo y causa que crezcamos con el aumento de Dios. No crecemos al ser corregidos exteriormente ni al ser mejorados. Crecemos al darle al Señor el terreno de nuestro ser para que El pueda aumentarse en nosotros. Esto da por resultado la transformación en vida. Con el crecimiento en vida somos transformados en piedras preciosas para el edificio de Dios. Llegamos a ser las piedras vivas edificadas como casa espiritual (1 P. 2:5). El crecimiento en vida trata del aumento de Dios en todo nuestro ser, empezando con nuestro espíritu y extendiéndose a todas las partes interiores de nuestra alma. Cuanto más terreno El gana en nosotros, más puede aumentarse en nosotros. Luego crecemos al aumentarse El en nosotros para la edificación del Cuerpo de Cristo. De este modo tenemos la vida de la iglesia local.

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