
En una ocasión un amigo me preguntó: “Creí en Jesucristo y recibí el perdón de mis pecados a través de Su redención. Ahora que soy salvo, ¿cual debe ser mi actitud hacia mi país, hacia la sociedad y hacia los problemas internacionales? ¿Debo mantenerme pasivo y cerrar mis oídos a todo, o debo participar activamente en la solución de todos los problemas?”.
Debo admitir que no es fácil contestar esta pregunta. Es un asunto bastante grande. No podemos dar una respuesta con dos o tres oraciones. Sin embargo, este asunto tiene una relación bastante íntima con nuestra fe. Para poder aclarar este asunto, deseo usar este capítulo para mencionar brevemente la actitud cristiana apropiada hacia la sociedad y hacia los problemas políticos.
Primeramente, la Biblia nos muestra claramente que Cristo vendría a la tierra dos veces. La primera fue en el pasado y la segunda aún no ha sucedido. Durante Su primera venida, El realizó ciertas cosas. En Su segunda venida, completará más cosas. Esperamos que El venga pronto y que no tengamos que esperar mucho tiempo. Pero El tiene Su tiempo. Cristo no es indiferente hacia todos los problemas sociales y políticos, pero El tiene Su tiempo.
Podemos ver en la Biblia que en Su primera venida, El trató principalmente con el pecado, libertó a los pecadores y les dispensó una nueva vida. En Su segunda venida se encargará de los problemas sociales y renovará el sistema político. Nuestra salvación personal quedó claramente establecida en Su primera venida. Nuestra nación, sociedad y sistemas existentes serán arreglados efectivamente en Su segunda venida.
Lo que Cristo realizó en Su primera venida ha sido mencionado en los capítulos anteriores. No necesitamos repetirlo. Queremos ver los problemas de nuestra presente situación, nuestro país y nuestros sistemas políticos.
Como cristianos, tenemos ciertas actitudes con respecto a estos asuntos. Sin embargo, no estamos tratando de resolver todos los problemas. Solamente cuando Cristo venga la segunda vez estos asuntos serán totalmente resueltos.
Admitimos que hay muchos vicios en nuestra sociedad. No podemos negar que nuestra nación tiene muchas necesidades. El sistema está básicamente insalubre; hay numerosas contradicciones en nuestra escena política. Las tensiones crecen constantemente a escala internacional, y el futuro es sombrío. Los jóvenes modernos especialmente están preocupados acerca de estos asuntos. Cuanto más examinan estos asuntos, más confundidos quedan. En todas partes hay hombres inteligentes que tratan de resolver estos problemas, y en todas partes encuentran más problemas. Algunos se preguntan cómo el hombre podrá sobrevivir sobre este planeta en la próxima generación. Otros estudian el impacto global de la escasez de alimento. Además tenemos la cuestión de la transportación y del medio ambiente. La gente se pregunta por qué hay crimen e injusticia y por qué las prisiones están siempre llenas de presidiarios. Otros desafían la validez de la existencia de las clases sociales con algunos miembros de la sociedad que son bien alimentados sin hacer nada, mientras otros trabajan todo el día para solamente encontrarse con una mayor pobreza. Por todas partes hay crisis: entre las naciones, entre las razas y entre colores.
Admito que hay problemas por todas partes. Por un lado, el hombre está ocupado promulgando leyes para prevenir que sucedan catástrofes. Por otro lado, mientras más leyes instituye el hombre, más actividades ilegales hay. Muchos asuntos reciben atención negativa y positiva con igual vehemencia. Algunas personas matan diariamente a miles de animales para satisfacer su estómago. Otros aborrecen maltratar aun a la criatura más pequeña. Puesto que estos temas se levantan en nuestro mundo, hay un tren interminable de preguntas que pasan diariamente a través de nuestras mentes.
Como cristianos, ¿cuál debe ser nuestra actitud hacia todos estos problemas? En medio de todos estos debates y argumentos, ¿qué posición deben adoptar los cristianos?
Primero, necesitamos ver que Dios ya dio la solución para todos estos problemas. El también estableció el horario para cumplir la solución. Dios está muy claro en cuanto a estos problemas. Podemos ver en la Biblia que nadie está tan claro como Dios acerca de estos asuntos. Por esta razón no necesitamos apurarnos, preocuparnos ni proponer precipitadamente nuestras sugerencias.
Cuando Cristo vino por primera vez, nos salvó individualmente. El no confrontó el mundo ni sus sistemas. El no tocó ningún problema social. Vino la primera vez para resolver los asuntos espirituales, no los materiales. Pero esto no significa que El ignora los asuntos materiales. Cristo se encargará de estos problemas y los resolverá de manera cabal. Nuestro trabajo y responsabilidad como cristianos radica en prestar atención a lo que Dios presta atención; solamente debemos hacer lo que Cristo está haciendo. Este debe ser nuestro principio básico.
Sin duda vemos muchos problemas en nuestra sociedad y nación. Cada uno de ellos es importante. Cada uno exige una solución inmediata. Pero debemos ver que el factor que da origen a estos problemas es el pecado. Todos estos problemas suscitaron porque el hombre cayó y se separó de Dios. Dios en Su obra de salvación primero nos salva y resuelve el problema de nuestros pecados. Esto es nuestra regeneración. Después de que el hombre es salvo, todos los problemas relacionados a él son resueltos.
Así que, los redimidos deben antes que nada conocer el trabajo de Dios y dedicarse a Sus intereses. Lo que a Dios más le interesa es el problema del pecado; nosotros también debemos preocuparnos acerca de lo mismo. Puesto que Dios se interesa en la salvación y santificación, no tenemos otra alternativa sino la de prestar atención a lo mismo. La solución a estos problemas es el trabajo actual de Dios y éste debe de ser el trabajo de todos los que le pertenecen. Hoy día Cristo está dispensando la vida de Dios en el hombre. Nosotros tenemos que hacer lo mismo. Este es Su trabajo y es nuestro trabajo también.
Ya que el trabajo que Dios dispuso para los cristianos es el de salvar pecadores del pecado y dispensar la vida de Dios, sin importar nuestra posición, tenemos que hacer el trabajo de salvar de los pecados a los hombres. Ya sea que seamos reyes o esclavos, nuestra comisión es la misma: dispensar la vida de Dios en otros.
Es posible que ustedes se me acerquen diciendo: “¿Vamos a ignorar la sociedad y a traicionar a nuestro país? ¿Vamos a pasar por alto las cosas mientras las razas están siendo oprimidas, las naciones están siendo perturbadas, y las clases están siendo explotadas?”.
Solamente puedo dar una respuesta simple a esto: debemos preocuparnos por una sola cosa, la cual nos es mostrada en la Biblia. El resto no es nuestra responsabilidad. Cuando un hombre es salvo, llega a ser de beneficio para la sociedad. El llegará a ser una ganancia para su comunidad y su nación y naturalmente no perjudicará a otros ni aun a los animales. No hay ninguna duda acerca de esto. Tenemos un solo trabajo que hacer, y éste es evangelizar. El resultado se verá en una forma automática en la comunidad y en la nación. Sin embargo, este resultado es solamente un fruto indirecto. Nuestro principal interés es el resultado espiritual; el físico se resolverá definitivamente. Cuando cuidamos a los individuos, la sociedad en general recibirá los beneficios.
Nuestro trabajo no es el de relacionarnos directamente con los problemas de nuestra nación, de reorganizar nuestras instituciones ni de revolucionar nuestro sistema político. No estamos aquí para poner en orden los problemas entre las razas. No encontramos esta clase de mandamiento en la Biblia. Lo que la Biblia nos muestra es que debemos hacer lo mejor para salvar a otros y resolver los problemas individuales del pecado y la santificación. Cuando los pecadores son salvos, ellos automáticamente afectarán su comunidad, nación y a las instituciones humanas, pero toda esta ayuda se da indirectamente. Nosotros no nos relacionamos con ellas directamente.
El Señor Jesús dijo: “Vosotros sois la sal de la tierra ... vosotros sois la luz del mundo”. Algunos malentienden estas palabras y se levantan para proponer que debemos hacer de nuestro mundo un lugar más limpio y brillante.
Pero debemos saber qué es la luz y la sal. La Biblia muestra lo que la luz es en Efesios 5:13: “Porque todo aquello que hace manifiestas las cosas es luz”. La luz es lo que expone. Como cristiano, ser la luz del mundo significa que expone a la gente que le rodea. Por ejemplo, si todos los que le rodean son alcohólicos y nunca se han sentido inquietos acerca de ello, su presencia los condenará de sus errores. O tal vez todos ellos son jugadores y no se dan cuenta de su pecaminosidad, pero su presencia los hará sentirse avergonzados. Si todos los que le rodean son reñidores y provocadores, y usted solamente sonríe y no participa en sus actividades, su presencia les condenará de su corrupción. Esto es lo que significa ser una luz. Cuando expone sus errores al estar entre ellos, llega a ser una luz para ellos.
Somos solamente luces. No estamos aquí para quemar los casinos, ni para atrapar a los fugitivos y reformar la sociedad. Ser una luz significa que anteriormente otros no sabían lo que es maligno, pero su presencia como cristiano los condena de sus vicios. La luz es lo que expone todo.
¿Y qué diremos acerca de la sal de la tierra? La función de la sal es preservar cosas muertas para impedir que se pudran y huelan mal. Si algo ya está muerto y le aplica sal, es preservado de corrupción adicional y de pudrirse. Hay muchos objetos muertos en este mundo. Si mira alrededor, encontrará toda clase de decadencia. Están ahí echándose a perder. Su presencia como cristiano detendrá estas cosas de deterioración adicional.
Nuestro trabajo no es limpiar la casa, librando al mundo de su impureza. El Señor nunca nos comisionó a reformar la sociedad ni a cambiar las instituciones. El solamente nos dio autoridad de salvar a otros. Nosotros somos la sal de la tierra. Solamente estamos previniendo la decadencia en los sistemas muertos. No tenemos la responsabilidad de reformarlos.
El mundo es como un barco grande y viejo que está construido con diferentes materiales. Hay metal y madera. Pero ni uno ni otro están libres de daño; cada pieza está podrida. El timón ya no está y el barco ha encallado, hay un gran agujero y puede hundirse en cualquier momento. El tiempo se está terminando. Usted tiene que decidir si salvar el barco o a los hombres que están en él. Si hay suficiente tiempo, podría salvar a ambos. Pero no hay tiempo para salvar a los dos. ¿A quién salvaría?
Nuestra actitud cristiana es que el barco ya no sirve, que ya está muy viejo. Si lo salva, no es más que basura. El motor es solamente pedazos de hierro viejo, y no hay parte que pueda ser rescatada. Así que, desechamos el barco y salvamos a los hombres. Saque a las personas y deshágase del receptáculo. Además, el Dueño del barco está construyendo uno mas grande, enteramente nuevo. Este es el que estamos esperando. Esta es nuestra actitud hacia el mundo.
Creemos firmemente que no hay solución a los problemas actuales del sistema, los gobiernos y la sociedad. Sólo podemos ignorarlos. Los problemas serán solucionados. Cuando el cielo nuevo y la tierra nueva sean establecidos, el sistema viejo con todos sus problemas serán quitados. Hoy día no cuidamos de estos problemas. Sólo salvamos a las personas. Aunque la sociedad será de algún modo afectada positivamente después de que las personas sean salvas, nuestra comisión no es la de salvar al mundo.
Miremos de nuevo al Señor Jesús. El nunca tocó los asuntos políticos. Había muchos israelitas quienes le hubieran ofrecido lealtad si se hubiese proclamado El mismo como Rey. Pero El no asumió tal posición. ¿No tenía El el poder de revolucionar el sistema? ¿No podía El salvar a Su país? Definitivamente El podía, pero no lo hizo. El vino a salvar a las personas de sus pecados. El murió en la cruz y resucitó solamente para librarnos de nuestros pecados y para darnos una vida nueva.
Cristo vino la primera vez para cumplir la obra de la salvación. Esta nos libra del pecado y dispensa vida en nosotros. El no participó en reformas sociales, pero aun hoy día algunos le ven como un reformador social. Sin embargo, El ni una sola vez instigó a las personas a reorganizar el gobierno o a tramar una revolución.
En una ocasión, algunos judíos vinieron a tentarle. Le preguntaron si era correcto o no pagar impuestos al césar. Los romanos eran una nación contenciosa y su emperador un tirano. Pero, ¿cómo les contestó Jesús? El dijo: “Dad a César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Lo que quiso decir era que El no estaba interesado en la política. Puso todas las cosas del mundo a un lado. Este es nuestro Señor. Si hubiese querido cambiar el gobierno de Roma no hubiera sido difícil. Pero Sus ojos no estaban en estas cosas. El puso énfasis en una sola cosa: creer en El. Tenemos que creer en El.
El dijo que es el buen Pastor que dejó a las noventa y nueve ovejas en el redil para ir a buscar a una que se había perdido. El es como la mujer quien tenía diez monedas de plata pero perdió una. Enciende su lámpara y barre la casa, y la busca con diligencia hasta encontrarla. El dijo que también es como un padre, que no puede descansar hasta que su pequeño hijo pródigo regrese a casa. Su propósito es salvar al hombre. No tiene otra intención más que esta. El nunca tocó los problemas sociales. Su objetivo es el hombre. Lo único que El desea es salvarle y preservarle para Sí.
Veamos ahora a Su apóstol Pablo. ¿Qué clase de trabajo hizo él? En ningún momento el trató de cambiar el orden social. El vino solamente para resolver las necesidades espirituales del hombre y para arreglar los problemas espirituales de la iglesia. El no tenía interés alguno por los asuntos políticos del día.
En aquellos días, Roma gobernó sobre su imperio con mano de hierro. La historia nos dice que ellos tenían una institución inhumana de esclavitud. No solamente era legal traficar con seres humanos públicamente, sino que ellos podían también golpear y aun crucificar a los esclavos según su deseo. ¿Pero qué fue lo que Pablo encargó a los cristianos que hicieran? Les dijo que los esclavos deberían ser obedientes a sus amos, y no solamente a los buenos, sino también a los crueles y malos. ¿Careció Pablo de valentía para enfrentarse contra el sistema de esclavitud? Todos aquellos quienes han leído las cartas de Pablo estarán de acuerdo en que si había una persona valiente en este mundo además de Jesús de Nazaret, tendría que ser Pablo.
Hoy día, Dios está salvando hombres individuales. Cuando ellos sean salvos, muchos otros problemas serán solucionados espontánea y naturalmente. Entre los cristianos, no hay diferencia entre griegos y judíos. Ni hay distinción entre hombres libres y esclavos, ni hay discriminación entre ricos y pobres. Aun raíces profundas de enemistad entre razas y naciones son disueltas entre ellos. Los judíos tienen el orgullo nacional más fuerte. Ellos consideran a los gentiles como perros. Son la gente más segregada. Pero inmediatamente después de venir al Señor, ellos son traídos junto con los cristianos de otras culturas y todos los conflictos y las tensiones son disueltas.
Si un cristiano no conoce el orden del trabajo de Dios, y deja el trabajo de evangelismo para ocuparse en reformas políticas y sociales, el resultado no es meramente un asunto de bueno o malo, sino un callejón sin salida.
Todos los problemas actuales son causados por hombres que están fuera del orden del trabajo de Dios. El hombre es malvado, entonces el sistema viene a ser malvado. Ya que el hombre es malvado, no hay sistema que pueda ser bueno. Aun cuando el hombre sea capaz de preparar un buen sistema, su naturaleza malvada no cambia, y no hay nada que el pueda hacer. Hay un gran número de filosofías las cuales son elevadas y lógicas, pero bajo la mano de hombres corruptos, nada puede lograrse. Sin embargo, si el hombre está bien, no importa si el sistema es defectuoso. Pero si el hombre está equivocado, un buen sistema es inútil. Cristo vino la primera vez para obtener al hombre. Sin el hombre, El no tiene manera.
Necesitamos ver un pasaje en las Escrituras para ver cómo se relaciona Cristo con el mundo. Primeramente veremos la parábola y después, la explicación.
Mateo 13:24-30 dice: “Les presentó otra parábola, diciendo: El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando brotó la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Se acercaron entonces los esclavos del dueño de la casa y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los esclavos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la recojamos? El les dijo: No, no sea que al recoger la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”.
Ahora leamos los versículos del 36 al 40 del mismo capítulo. “Entonces, dejando a las multitudes, entró Jesús en la casa; y acercándose a El Sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Respondiendo El, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es la consumación del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se recoge la cizaña, y se quema en el fuego, así será en la consumación de este siglo”.
El Señor dijo que habrá un fin para este mundo. ¿Qué pasará al final de este mundo? Veamos los versículos del 41 al 43. “Enviará el Hijo del Hombre a Sus ángeles, y recogerán de Su reino todo lo que sirve de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.
Al final del siglo el Señor recogerá de Su reino todas las cosas que causen tropiezo y a los que hacen iniquidad. Esta es una palabra excelente. El abolirá todo aquello que cause tropiezo. El problema racial causa tropiezo; éste será terminado. La lucha por el poder internacional es también un elemento de tropiezo; éste también será removido. Solamente habrá un reino: El reino de Cristo. No habrá más conflictos internacionales. Todos los problemas que causan tropiezos tales como la explotación de las clases y la lucha ideológica serán arrancados.
Esto no es todo. Todo lo que causa iniquidades será también removido. Nunca más encontraremos mesas de juego ni bares. Todos los canales que guían a pecar, serán borrados. Aun si ustedes deseen pecar, no podrán hacerlo, ya que todos los medios para cometer transgresión se habrán terminado. Pero esto, solamente pasará en la segunda venida de Cristo. Es hasta entonces que todos estos problemas serán resueltos.
Entonces el reino de Dios será establecido sobre la tierra. Todos los salvos llegarán a ser los justos ya que todos sus pecados serán removidos. Todos estos justos brillarán en Su reino. Reinarán sobre Su reino. Su presencia será como el sol, cuyos rayos alcanzan los rincones más lejanos y cuyo poder se ve a través de toda la tierra. Pero todo esto pasará en la segunda venida de Cristo.
No nos sorprende que al trabajar por Cristo hoy fracasemos. Solamente en aquel día el reino terrenal llegará a ser el reino de Cristo y de Sus santos. Cuando llegue ese día, no solamente todos los vicios sociales desaparecerán; el libro de Isaías nos dice que aun las enemistades en el reino animal serán removidas. Los niños podrán jugar con serpientes y los leones comerán en el mismo pasto que las vacas. Aun la naturaleza bestial en los animales será transformada. Todo esto se llevará a cabo en la segunda venida de Cristo.
En el siglo pasado, hubo una mujer británica política llamada Christobel Pankhurst. Ella era la líder del movimiento del voto de la mujer. Antes de la primera guerra mundial, ella hizo todo lo posible para detener la guerra. Pero la astucia y la maldad de los políticos durante ese tiempo pronto desencadenaron la catástrofe. Entonces ella hizo todo lo posible por terminar la guerra. Pero sus esfuerzos fueron en vano; la guerra no terminó sino hasta después de cuatro amargos años. Ella pensó que obteniendo el poder sería capaz de hacer reformas políticas. Pero al final se convenció de que no había honestidad en la política. Ser honesto nunca le permite a uno prosperar en la arena política. Ella empezó a perder la fe en los sistemas del mundo.
En una ocasión, ella fue a una vieja librería en Londres a buscar algunos libros. De un montón, sacó un pequeño libro escrito por un cristiano. Este decía que la situación mundial iba a empeorarse y que no mejoraría. La solución final llegaría solamente cuando Cristo viniese de nuevo. Ella fue totalmente capturada por este mensaje. Preguntó por el precio del libro, y el dueño, reconociendo que ella era una persona famosa en la política, se lo regaló.
Este libro había sido publicado algunas décadas antes de ese tiempo, y el autor ya había fallecido muchos años atrás. Pero ella llegó a conocer que lo que el libro decía acerca de la situación del mundo era absolutamente correcto. Otros libros hablaban solamente de la apariencia externa; pero éste exponía la raíz de la situación. Decía que el Señor Jesús vino la primera vez a salvar a los pecadores. La segunda vez que venga, cambiará los sistemas políticos. El pequeño libro mencionaba también algunas profecías de la Biblia concerniente al fin del mundo. Por causa de este libro, ella empezó a leer la Biblia y aceptó al Señor Jesús para que fuese su Salvador y su Rey. Más tarde, ella renunció a su carrera política y escribió algunos buenos libros concernientes a la obra de Cristo y Su segunda venida.
Lo que necesitamos hoy día es ser cristianos apropiados. No necesitamos cambiar las instituciones o reformar la sociedad. Toda nuestra esperanza descansa en la venida de nuestro Señor. Cuando El venga, todos los problemas serán resueltos. Hoy día, buscamos solamente a Dios. Esperamos la venida de Su Hijo y confiamos que en ese día reinaremos con El en Su gloria.