
Al consumar Su obra en el hombre, Dios no trata con individuos. El incluye a la humanidad entera en Cristo. Lo que El ejecuta en Cristo es llevado a cabo en nosotros. La doctrina de la salvación se encuentra en Cristo. Dios también da al hombre una vida nueva en El.
Dios no tiene ningún deseo de cambiar nuestro comportamiento exterior; sólo quiere cambiar nuestra vida. Su única intención es reemplazar nuestra vieja vida con una nueva. El sólo puede hacer esto en Cristo Jesús. Cuando estamos en Cristo, esta obra de reemplazo es aplicada a nosotros automáticamente.
No obstante, antes de que Dios pueda dispensar una nueva vida en nosotros, se necesita tomar cuidado de algunos asuntos. Si esas cosas no son resueltas, Dios nunca podrá darnos vida, y nosotros nunca tendremos el derecho de recibir nada de El. Sabemos que el punto más crucial en la fe cristiana es la posesión de una vida nueva que procede de Dios. Pero hay algunos prerequisitos, sin los cuales es imposible participar de esta vida. Por lo tanto, estos puntos ocupan una posición importante y justamente demandan nuestra atención.
El primer punto es el perdón de pecados. Esto provee a Dios la posición adecuada para dispensarnos vida.
Todos sabemos que el comportamiento manifestado de nuestra vida natural es excesivamente malo. No tiene esperanza en lo absoluto. Nuestro comportamiento corrupto se da a conocer por los pecados que cometemos. Algunos cometen pecados impetuosos y horribles, mientras que otros cometen pecados más refinados y sutiles. En cualquier caso, todos esos pecados necesitan ser perdonados. Tienen que ser perdonados justa y apropiadamente antes de que podamos recibir la vida de Dios.
Segundo, la misma vida que activa los pecados debe ser tratada cabalmente. A menos que esta vida sea removida desde la raíz, la posibilidad del pecado permanece; continuará produciendo fruto corrupto. El pecado aún se manifestará en nuestros pensamientos y acciones. Dios necesita dar una solución final a nuestra vida vieja. Debe ser terminada de una vez por todas.
Después que se ha cuidado de estas dos cosas, Dios puede libremente dispensarnos una vida nueva en Cristo. Entonces podremos andar día a día según ella. También podremos vivir una vida igual a la de Dios sobre la tierra y cumplir Su propósito.
¿Cómo perdona Dios nuestros pecados? Muchas personas tienen un concepto equivocado concerniente a este asunto. Piensan que aunque han cometido muchos pecados, todos los pecados pueden ser perdonados si se arrepienten de su mala conducta.
Mas el arrepentimiento nunca puede remitir un pecado que haya cometido. No importa cuánto se arrepienta, sus pecados aún permanecen. No importa cuánto remordimiento sienta por sus pecados, éstos no serán removidos simplemente por su arrepentimiento.
Cuando estaba predicando en Kaifeng, algunos oficiales del gobierno estaban presentes. Les dije: Supongamos que un bandido cometió muchos crímenes y asesinó a muchos, pero no fue capturado sino hasta luego de mucho tiempo. Luego un día éste se aparece delante de usted, y le dice: “Me arrepiento por toda mi mala conducta pasada. Desde hoy en adelante me voy a reformar. He determinado ser un ciudadano dentro de la ley y un buen hombre”. Por favor díganme: ¿Anulará su arrepentimiento sus crímenes anteriores, los casos formulados en su contra por sus víctimas, y las acusaciones formuladas en contra de él por la ley? ¿Serán anulados? ¿Lo dejará en libertad la ley?
La Biblia nos muestra que todos los pecados incurren cierta clase de juicio. Nada de lo que hacemos se deja pasar por alto ligeramente. La manifestación exterior de nuestra vida es pecaminosa. No sólo pecamos en contra de nosotros mismos, sino que pecamos en contra de otros, y además, en contra de Dios. Dios es justo. El no puede evadir nuestros pecados. Su justicia no le permite hacerlo.
Recuerdo una historia verdadera. Una vez un hombre asesinó a alguien y robó una suma de dinero. Después se refugió en otro pueblo. Allí se casó y tuvo algunos hijos. La gente en aquel lugar no sabía nada de su pasado.
Un día, tres detectives llegaron buscándolo. Hallaron al hombre y estaban a punto de llevárselo. El hombre se volvió a su esposa y le preguntó: “En todos estos años que he estado contigo, ¿no he sido un buen esposo?”. La esposa asintió. Luego se volvió a sus hijos, y les dijo: “¿No soy un buen padre para ustedes?”. Los hijos también asintieron. Finalmente se tornó a sus vecinos: “En todos estos años, ¿me he metido en sus propiedades o les he hecho algún mal? ¿No me considerarían un buen vecino?”. Todos asintieron unánimemente en que era una persona admirable.
Después él se volvió a los tres detectives y se defendió diciendo: “Ven, he sido un buen hombre por todos estos años. Aquí están todos los testigos testificando de mi bondad. ¡Deberían dejarme ir!”. Los tres replicaron: “Quizás usted se justifique delante de todos, pero no está justificado delante de la ley. Su arrepentimiento quizás garantice su futura inocencia, pero nunca podrá remover su culpabilidad pasada, ni le puede librar del juicio de la ley”. Al fin, tuvo que confrontar su juicio en la corte.
Cuando pecamos, nuestra conciencia tampoco nos deja ir. Algunas veces cuando la conciencia es suprimida, no sentimos mucha culpabilidad. Pero aunque la conciencia quizás se duerma, ¡nunca se muere! Al momento que la conciencia despierta, nos acusa de nuestros pecados y hace que estemos muy inquietos. Quizás esté silenciosa hoy, pero no se callará para siempre. No nos dejará pasar nunca lo que hemos hecho en el pasado.
Además, Dios no puede perdonar nuestros pecados a la ligera. Si pecamos descuidadamente y Dios perdona nuestros pecados irresponsablemente, entonces Dios mismo cae en pecado en Su perdón. Esto no quiere decir que Dios no tiene el poder para perdonar pecados, sino que Dios sólo puede conceder perdón cuando llena el requisito de Su dignidad. El no puede degradarse a Sí mismo a un estado de injusticia en el proceso de perdonar nuestros pecados. Dios será por siempre el Dios justo.
En Kaifeng, conocí a un cristiano de nombre Wen. El era el jefe de cierto departamento en el gobierno. Un día me invitó a comer y mencionó una situación difícil que estaba confrontando. Dentro de su departamento se supo que unas personas estaban envueltas en un fraude que envolvía más de diez mil dólares. El hecho se descubrió, y las personas culpables fueron arrestadas. La ley del departamento decía que cualquiera envuelto en un fraude que excediera cinco mil dólares tenía que ser ejecutado. Según la ley, esos hombres tenían que morir.
Wen me dijo: “Como cristiano, no me gusta mandar a ejecutar a la gente. Si les perdono, me siento culpable de quebrantar la ley. Sin embargo, no puedo tolerar el pensamiento de ejecutarlos. Este es mi dilema. ¿Qué diría usted?”. No pude pensar tampoco en ninguna manera de salvarlos. ¡La ley es absoluta! No hay manera de evitarlo. Como cristianos no podemos violar la ley y caer en la injusticia. Sin embargo, si sostenemos nuestra justicia, sacrificamos las vidas de otros.
Entonces, ¿cómo Dios perdonó nuestros pecados? La Biblia nos muestra que no sólo recibimos perdón en nuestra salvación, sino que igualmente obtenemos justificación. Muchas veces la Biblia pone juntos el perdón y la justificación. Estos constituyen los dos pasos iniciales para recibir una vida nueva.
Consideremos más de cerca el asunto del perdón y la justificación. Tenemos que regresar a Cristo porque El es la clave para todos estos asuntos. Dios considera a Cristo como la Cabeza de una raza nueva. El es el segundo hombre. También El es el postrer Adán. El primer Adán era un inmenso hombre que corporificó a la humanidad entera. Cuando él pecó, la raza humana entera se corrompió. Dios ejecutó Su juicio en una sola persona, Cristo, porque Cristo también es un inmenso hombre corporativo. Aquellos que están incluidos en El llevan todo el juicio de Dios en El.
Por esta razón, la Biblia dice que cuando Cristo murió, El murió por nosotros. Nosotros no morimos como individuos; morimos en Cristo. Su muerte nos incluyó a todos nosotros. Con esta muerte nuestros pecados pueden ser perdonados. Así que, el perdón de Dios está basado sobre el juicio de Cristo. Esto no es perdón irresponsable. Más bien, esto es muy justo.
Una vez un hombre discutió conmigo sobre este punto. El dijo: “Señor Nee, si Dios quiere perdonar nuestros pecados, ¿por qué simplemente no lo dice así? ¿Por qué tuvo que mandar a Su Hijo para ser crucificado en la cruz? ¡Esto es demasiado inconveniente!”. ¡El pensaba que Dios es un buen amigo que borra nuestros pecados inescrupulosamente sin ningún interés por la ley! No se daba cuenta de que Dios tuvo que pasar por muchos pasos antes de poder dar el perdón.
Hace algunos años, estaba predicando sobre esto en una escuela de señoritas en Nanking. No obstante, las estudiantes no pudieron comprender la idea. Había una mesa pequeña frente a mí con un florero hermoso. Le pregunté a la directora de la escuela: “Supongamos que alguien quiebra este florero. Según las reglas de la escuela, ¿qué haría usted?”. La directora replicó que alguna reparación tenía que hacerse. Le pregunté: “¿Qué sucedería si una de sus estudiantes favoritas lo hubiera hecho?”. Ella contestó que la misma regla se aplicaría. Persistí en ello y pregunté: “¿Qué tal si ella no pudiera pagar?”. La directora repitió que la regla se sostendría.
Al siguiente día, durante la reunión, el florero no estaba. Lo había quebrado una de las estudiantes favoritas de la directora, la cual también era muy pobre. Aproveché la oportunidad para predicar una vez más sobre la doctrina de la salvación mediante la muerte de Jesús. La directora no podía liberar a la estudiante de su responsabilidad sobre la base del amor. Mas la estudiante no tenía manera de hacer la reparación. En este dilema quedaba sólo un camino que seguir: la directora tenía que usar su propio dinero para pagar por la estudiante. Por una parte, esto cumplía la ley de la escuela; por otra, mostraba el amor de la directora por sus estudiantes.
Cristo vino a la tierra para llevar el juicio de nuestros pecados y sufrir sus consecuencias para que nosotros pudiéramos ser perdonados. La venida de Cristo fue la venida de Dios mismo. El vino para pagar por nosotros. Al hacerlo, no se degradó en injusticia; más bien, probó El mismo ser justo y recto.
Creo que tenemos que ver un aspecto más del significado del perdón. El perdón implica que el transgredido lleva la pérdida del transgresor. Por ejemplo, si alguien me roba mi lápiz y le perdono, significa que he sufrido la pérdida de mi lápiz. Entonces, ¿qué significa el no perdonar? Simplemente significa quitarle el lápiz al ladrón para que yo no tenga pérdida. Así pues, perdonar es sufrir pérdida.
Cuando la estudiante quebró el florero, debería haber sido ella la que hiciera la reparación. El no haberla perdonado significa que ella debería haber sufrido una pérdida al pagar. El perdón, por otro lado, significa que el transgredido, quien era la directora, tuvo que tomar la pérdida al pagar ella misma por ello. Por lo tanto, cuando Dios perdona nuestros pecados, significa que toma la pérdida incurrida por nuestros pecados. Esto no envuelve una tercera persona. Solamente el transgredido puede sufrir la pérdida del transgresor. Cristo es Dios, Aquel en contra de quien hemos pecado. Su perdón es el sufrimiento de la pérdida por nuestros pecados.
Eso no es todo. Tenemos que darnos cuenta de que Cristo es un hombre. El llevó nuestros pecados como hombre. Dios miró a Cristo como hombre y nos incluyó a todos en El. Cuando Dios juzgó a Cristo, nos juzgó también a nosotros. De modo que, Dios nos ha juzgado en Cristo y también nos ha perdonado en Cristo. Este perdón es perfectamente justo.
En 2 Corintios 5:14 dice: “Habiendo juzgado así: que Uno murió por todos, por consiguiente todos murieron”. El “Uno” aquí se refiere a Cristo, y “todos” se refiere a nosotros. Cuando Cristo murió, todos morimos con El porque todos estábamos incluidos en El. Se dice que todos los chinos venimos de un hombre llamado Hwang-ti. Si en el principio, alguien hubiera matado a Hwang-ti, hubiera matado a toda la raza china. De la misma manera, nosotros estamos en Cristo. Cuando Cristo pasó por el juicio, nosotros pasamos lo mismo. Su muerte llegó a ser nuestra terminación.
El versículo 21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El”. Aquel “que no conoció pecado” de nuevo es Cristo. El fue hecho pecado por nosotros. ¿Qué significa ser “hecho pecado”? Significa que cuando Cristo fue colgado en la cruz, Dios le consideró como el pecado de usted y mío. El miró a Cristo como el pecado representando a toda la raza humana. Cuando Cristo murió, el pecado fue terminado y removido completamente. Todos nuestros pecados han sido terminados ahora que estamos en El; llegamos a ser la justicia de Dios en Cristo.
¿Por qué dice “hechos justicia de Dios”, en lugar de “hechos justos”? ¿Cuál es la diferencia entre los dos? Hechos justos implica que hemos hecho una buena obra, mientras que ser hechos la justicia de Dios declara que Dios mismo es justo. Hay una gran diferencia entre los dos. Dios no nos perdonó nuestros pecados en una forma injusta; El perdonó en una manera muy justa. El castigó a Cristo. Como resultado de este castigo, El puede perdonarnos en Cristo. Dios no nos ha pasado por alto. Dios no es un Dios evasivo. Cuando El concede el perdón, lo hace de una manera justa.
Una vez yo iba a Chiu-kang en un barco con un amigo. Un musulmán estaba leyendo en la cubierta del mismo barco. Después de empezar una conversación con él, le dije que me gustaría saber si su escritura mencionaba alguna manera de ser salvo. El dijo: “Todo lo que uno necesita hacer es arrepentirse de sus malos hechos pasados. Entonces el pecado será perdonado. ¿Por qué hay la necesidad de salvación?”. Le contesté que si Dios perdona de esa manera, El mismo peca en Su perdón.
El se sorprendió mucho de lo que dije. Parecía que nunca había oído tal cosa. Le pregunté: “¿Cree que sea justo de que un hombre sea perdonado de sus pecados ya que se arrepiente de ellos? Por ejemplo, cuando un criminal es llevado delante del juez, ¿es justo que el juez le deje libre meramente sobre la base de su arrepentimiento?”. Después de pensar un rato, admitió que no era justo. Desafortunadamente, no tuve tiempo de explicarle la muerte de Cristo. La salvación que Dios da está basada en el juicio de Su Hijo. Nosotros recibimos el perdón en el Hijo.
Romanos 3:25-26 dice: “A quien Dios ha presentado como propiciatorio por medio de la fe en Su sangre, para la demostración de Su justicia, a causa de haber pasado por alto, en Su paciencia, los pecados pasados, con la mira de demostrar Su justicia en este tiempo, a fin de que El sea justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. Esta porción de la Escritura no se entiende fácilmente. Sin embargo, hay dos puntos que necesitamos notar.
Dios puso a Cristo como un lugar de propiciación. En el idioma original las palabras “lugar de propiciación” significa el propiciatorio. En el Antiguo Testamento, el arca del pacto estaba cubierta con una tapa de oro llamada la cubierta de propiciación. La oración del hombre pasaba por esta cubierta para llegar a Dios, y la respuesta de Dios pasaba por la misma para encontrar al hombre. Ese era un lugar de reunión para Dios y el hombre. Ahora Jesús ha llegado a ser este propiciatorio. El es el punto central de Dios y el hombre. Ahora ambos pueden encontrarse en El sobre la base de Su sangre. Jesús murió por nosotros. El derramó Su sangre y perdonó nuestros pecados. Ahora El ha llegado a ser el propiciatorio.
Antes que Jesús muriera: “Dios pasó sobre los pecados que habían ocurrido antes, con vista a la demostración de Su justicia en el tiempo presente”. Desde Adán hasta Jesús, por más de cuatro mil años, incontables pecados fueron cometidos por el hombre. Aunque Dios pasó sobre ellos, no los dejaba ir. Esto muestra Su justicia en tiempos anteriores. En el presente, El envió a Su Hijo. Ahora nosotros somos justificados en El. En sí misma esta justificación es sólo un hecho. Este pasaje nos dice las diferentes formas en que Dios manejaba estas dos cosas. Primero, El pasó sobre los pecados cometidos anteriormente, considerando que Jesús vendría; en esto se demostró justo. Segundo, El perdona todos los pecados cometidos ahora, basando esto en el juicio de Cristo; en esto también se declara justo. Por la muerte de Jesús, Dios ha declarado que nosotros no tenemos pecado y también que El mismo es justo.
Una vez conocí a una hermana en el Señor. Decía que era una mala persona y que había cometido muchos pecados. Había cometido todo lo que una mujer pudiera cometer. Por esto, pensaba que nunca podría ser perdonada. Le pregunté si ella creía que Jesús derramó Su sangre por los pecados del hombre, o sea, para la redención del hombre. Dijo que sabía todas esas doctrinas, pero que después de ser una cristiana por tantos años, y de cometer tantos pecados, ya sería imposible que pudiera ser perdonada.
Estaba sentado frente a ella. En ese momento me paré y solemnemente la miré a los ojos, y le dije enfáticamente: “¡No me importa si sus pecados son perdonados o no! Mas la manera que habla implica que Dios ha pecado. ¡Esto me molesta! Por una parte, usted cree que está en Cristo. Pero por otra, no cree que sus pecados pueden ser perdonados. Si Dios no le perdona, ¿significa que Dios es injusto? Si es injusto, entonces El peca. ¿Cómo puede Dios pecar? No me importa si usted está condenada y va a perecer. Mas Dios la amó y envió a Su Hijo para pagar todas las deudas de sus pecados. La muerte de Su Hijo ahora es la de usted. Todos sus pecados están sobre Sus hombros. Si lo que usted dice es cierto, entonces Dios se ha retractado. ¡El vendrá otra vez para cobrar las deudas de Sus pecados! ¡Usted dice que Dios no puede perdonar sus pecados y que ha llegado a ser un Dios injusto! ¿Qué clase de hablar es ese? ¡Por eso me pongo en pie! ¡Mi Dios nunca puede ser injusto!”.
En ese día, lágrimas corrieron de sus ojos. Ella exclamó: “¡Soy pecadora, pero Dios es justo! El tiene que perdonarme en Cristo. Aunque mis pecados son numerosos, le doy gracias; ¡El está obligado a perdonarme! Sería injusto si no lo hiciera”.
Es verdad que Dios está lleno de gracia, pero uno no tiene que ser salvo por Su gracia. Uno puede ser salvo por Su justicia. La gracia de Dios está basada en Su amor hacia nosotros. Le hace estar dispuesto para salvarnos. Mas Su justicia está basada en la muerte de Su Hijo por nosotros. Le hace incapaz de no salvarnos. Antes de que Jesús muriera, Dios tenía la libertad de salvarnos o de no salvarnos. Pero ya que Jesús murió, ¡Dios está obligado! ¡El está absolutamente obligado a salvar cualquiera que viene a Dios mediante la sangre de Jesús! ¿Hemos leído esto? ¡Es imposible para El no perdonarnos!
Esto es la salvación según Su justicia. Antes de la muerte de Cristo, si El hubiera perdonado cualquiera de nuestros pecados o nos hubiera absuelto del castigo por el pecado, El se hubiera hecho un pecador. Mas El causó que Su Hijo fuera crucificado en la cruz. El juicio de los pecados ha sido consumado. El problema del pecado está resuelto. Dios ya no puede rechazar a alguien que se acerque a El mediante la sangre de Jesús. Ahora El se hará un pecador y un injusto si no perdona.
Algunos quizás piensen: “¿Es tan fácil ser salvo? Me temo que necesito orar más. Tengo que orar hasta el grado que Dios suavice Su corazón y tenga favor para conmigo. ¡Solamente entonces seré salvo!”. No hay tal cosa. Hoy, aunque Dios no suavizara Su corazón, ¡El tiene que perdonar los pecados! Aun si Dios está absolutamente disgustado con uno, El tiene que concederle Su perdón. No importa si uno ora por largo tiempo o no. Más bien, depende del hecho de que la redención ya se ha realizado. Aun si Dios no quiere salvarnos, es demasiado tarde para que El cambie de modo de pensar. Estaría bien si fuera hace dos mil años. Sin embargo, Dios ya aceptó el sacrificio de Cristo; ahora es imposible para El que no nos salve. ¡Un pecador puede sufrir el juicio sólo una vez! No puede ser juzgado dos veces.
Para poder perdonar nuestros pecados, Dios se ha tomado toda esta molestia para consumar la salvación en Cristo. Ahora El nos ha comisionado para que vayamos a todo el mundo a fin de mostrar a otros que Dios ha realizado esta obra de la salvación. Ahora El puede perdonar los pecados sin ponerse en una posición inapropiada.
Otros quizás digan: “¿Por qué no me siento salvo? ¿Por qué parecía que después que creer, nada especial sucedió? No siento la paz interior”. Por favor, recuerde que no es asunto de si se tiene paz o no. Si se tiene o no la paz es insignificante. Lo importante es que Dios tenga la paz. El tiene que conceder el perdón que es justo y honesto. Cuando Dios le perdona en Cristo, lo hace justa, recta y abiertamente. Lo único que uno necesita hacer es recibirlo.
Un pasaje que es bastante familiar para la gente es Marcos 10:45: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir”. Desafortunadamente, muchos sólo leen hasta esta parte. Le cortan la mitad restante. La palabra “y” que sigue a esta frase debe traducirse como: “aun hasta el grado que”. ¿Hasta qué grado el Señor Jesús vino para servir? El vino a servir hasta el grado que dio Su vida en rescate por muchos.
En Mateo 26:28 el Señor Jesús dijo: “Porque esto es Mi sangre del pacto, que por muchos es derramada para perdón de pecados”. Por eso, el derramamiento de Su sangre tiene como fin el perdón de nuestros pecados y nuestra redención. Sólo podemos obtener el perdón en Cristo. Fuera de El, cualquier clase de perdón que uno tenga no es justo.
Seleccionaremos algunos pasajes más para ver cómo Cristo consumó la redención por nosotros.
Romanos 5:6-8 dice: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Pues apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Romanos 5:9-10 dice: “Mucho más, estando ya justificados en Su sangre, por medio de El seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos en Su vida”. Esto nos muestra claramente que la muerte de Cristo no fue la muerte de un mártir. El no murió por una creencia o una causa. El murió por el pecado, para que se abriera un camino para que los pecadores sean declarados inocentes. Por consiguiente, 1 Corintios 15:3 dice que Cristo “murió por nuestros pecados”.
Hebreos 9:22b dice: “Sin derramamiento de sangre no hay perdón”. El pecado sólo se puede perdonar después del juicio.
En 1 Pedro 2:24 dice: “Quien llevó El mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, habiendo muerto a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. Luego 3:18 dice: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevaros a Dios, siendo muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu”.
En 1 Juan 1:7 dice: “Pero si andamos en luz como El está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado”.
Isaías 53:6 dice: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él la iniquidad de todos nosotros”. La palabra “cargó” aquí puede también traducirse “puso sobre”. Todos nuestros pecados han sido puestos sobre Jesús. Un hermano que es contador dijo una vez que esto es como transferir una cuenta. Originalmente, el pecado estaba en nuestra cuenta. Ahora ha sido transferido a la cuenta de Jesucristo.
Una vez una persona le preguntó a un cristiano acerca del perdón. El cristiano le mostró este pasaje de Isaías y le dijo que si él podía entrar por ser parte del primer “todos” y salir por ser parte del segundo “todos”, sería salvo. Todos somos como ovejas descarriadas. Sí, yo estoy incluido. Soy un pecador que se ha descarriado. El Señor ha ocasionado que la iniquidad de todos nosotros sea colocada sobre El. Sí, todas mis iniquidades están sobre El.
Hay un himno que describe muy bien el gozo de esta salvación:
¿Por qué ansiedad, duda y temor? Todo pecado, ¿no cargó Sobre Su Hijo, Dios? Cristo en la cruz murió por mí. ¿Pudiera Dios luego exigir Otro pago de mí?
Completa redención logró Mis deudas el Señor pagó, De la ley libre soy. No temo más la ira de Dios Pues con Su sangre me roció, Cubierto ahora estoy.
El mi perdón aseguró, Obtuvo plena absolución Mis deudas las pagó. Dios no reclamará de dos, De Su Hijo, mi Seguridad, Y otra vez de mí.
Descanso y paz hoy míos son, Mi Salvador me liberó El todo consumó; Sé que por Su sangre eficaz, Dios ya no me condenará, Pues, ¡El por mí murió!
Himnos, #466