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Mensajes del libro «Gran misterio: Cristo y la iglesia, El»
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CAPÍTULO ONCE

EL LAVAMIENTO DEL AGUA EN LA PALABRA

  Lectura bíblica: Ef. 5:26-27, 29

EL LAVAMIENTO DEL AGUA EN LA PALABRA

  En este capítulo llegamos a Efesios 5. La clave para experimentar el capítulo 5 es la frase el lavamiento del agua en la palabra (v. 26). Esta frase extraordinaria contiene tres elementos: el lavamiento, el agua y la palabra. La mente humana natural no puede entender estos elementos, pero son cruciales en la vida de iglesia. A fin de tener una vida de iglesia apropiada, tenemos que experimentar el lavamiento del agua en la palabra.

  El lavamiento del agua en la palabra no es lo mismo que la limpieza de la sangre de Cristo. La sangre de Cristo nos limpia de nuestros pecados. La sangre lava nuestros actos pecaminosos, nuestra inmundicia, pero el lavamiento del agua en la palabra trata nuestras manchas y arrugas. Las manchas son las cicatrices producidas por las heridas, y las arrugas son señales de vejez. Al comienzo de la vida de iglesia en una localidad, la iglesia es fresca y joven; no tiene manchas ni arrugas. Sin embargo, después de cierto tiempo le comienzan a aparecer las arrugas porque la iglesia “envejece” poco a poco, y las manchas aparecen porque la iglesia ha sufrido heridas y tiene cicatrices.

  La sangre nos lava de nuestros pecados, pero el agua en la palabra quita con el lavamiento nuestras manchas y arrugas. El lavamiento del agua en la palabra no es externo sino interno. Si mi cara está sucia, sólo debo lavármela y estaré limpio. Sin embargo, si mi rostro tiene arrugas, aun si me lavo con el mejor jabón, éstas permanecerán. La mejor manera de remover las arrugas es volvernos jóvenes. Tenemos arrugas porque somos viejos. Si pudiéramos rejuvenecernos, las arrugas espontáneamente desaparecerían.

  Si queremos ser jóvenes, necesitamos un buen metabolismo. Nuestro metabolismo depende de lo que comemos y bebemos. Si comemos alimentos nutritivos, asimilaremos más nutrientes, y éstos lavarán nuestra vejez. Si no comemos por tres días, empezaremos a marchitarnos y a decaer, pero si comemos alimentos nutritivos, los nutrientes presentes en los alimentos reemplazarán nuestra vejez. Dichos nutrientes causan un lavamiento metabólico en nuestro interior.

  Asimismo, a fin de que un cristiano crezca cada día, debe comer el alimento espiritual, esto es, la palabra de Dios. Las palabras de la Biblia son nuestro alimento espiritual. En Mateo 4:4 el Señor Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. La palabra de Dios, esto es, la palabra que sale de la boca de Dios, es nuestra comida espiritual. Deberíamos comer las palabras de la Biblia no sólo una vez al día, sino muchas veces al día. Comemos comida física más de una vez al día. Asimismo, cuanto más comamos el alimento espiritual, mejor. Algunos creyentes leen la Biblia una vez al día. Esto es mejor que no leer la Biblia, pero no es suficiente. Es preferible leer, o sea comer, cinco veces al día: en la mañana, al mediodía, en la tarde, al anochecer y más tarde en la noche. Tal vez algunos digan que no tienen tiempo para leer la Biblia con tanta frecuencia; sin embargo, si ellos estuviesen dispuestos a reservar tiempos específicos para leer la Biblia, podrían hacerlo de esa manera. Tomar un refrigerio por la tarde me lleva tres minutos y medio. Cuando me como alguna fruta y tomo una taza de agua, me siento revitalizado y mi fortaleza es restaurada. Si tenemos la voluntad de dedicar tres minutos y medio a disfrutar la Palabra del Señor, nuestras fuerzas serán renovadas.

  Algunos quieren disfrutar la Palabra del Señor, pero no recuerdan ningún versículo. Por tanto, lo mejor es tener una Biblia de bolsillo. Cuando tenía unos veinte años de edad, tomé una Biblia y la separé según sus libros, y de cada uno hice pequeños libritos. Los llevaba conmigo al trabajo y leía algunos versículos durante mi tiempo de receso. Invertía menos de cinco minutos para hacer una “merienda” de la Palabra. Todos podemos practicar esto. Desde entonces he memorizado muchos versículos. He memorizado casi todo el libro de Efesios, y conozco el contenido y los puntos cruciales de cada capítulo.

  A veces cuando cierro mis ojos por la tarde, el agua en la Palabra del Señor me lava, me santifica, me sustenta y me cuida con ternura. En ocasiones dedico unos minutos, no para leer la Palabra del Señor, sino para orar. Otras veces medito en alguna sección de la Palabra del Señor mientras doy una caminata. Esto es una “merienda”. Si me despierto de madrugada y no puedo volver a dormir, hago una merienda de algún pasaje de la Palabra del Señor. Este mensaje es el resultado de haber comido Efesios 5 en la mañana. En otras palabras, hablo de lo que he comido. No puedo contar cuántas veces al día como la Palabra del Señor. A veces la como más de diez veces. Todos deberíamos hacer lo mismo y diariamente comer la Palabra del Señor de modo suficiente a fin de ser abastecidos y lavados por el Señor.

  En la Palabra del Señor hay agua. Esta agua alude al suministro de vida, al fluir de la vida divina. Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto, fueron abastecidos por el agua que fluyó de la roca herida (Éx. 17:6). Esta agua representa la vida divina. En Juan 4 el Señor Jesús dijo a la mujer samaritana: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna” (vs. 13-14). En 7:37-38 el Señor Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. El versículo siguiente dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él” (v. 39). Estos versículos indican que el agua viva es el Espíritu. En Apocalipsis 22:1 Juan dice: “[El ángel] me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle”. El río de agua de vida en la Nueva Jerusalén representa el fluir de la vida de Dios. Hoy esta agua viva se halla en la Biblia. Las palabras en la Biblia contienen el suministro de vida. Esta agua viva se halla en las palabras de la Biblia.

  Si meramente leemos la Biblia con nuestros ojos y la entendemos con nuestra mente, obtendremos conocimiento pero no el agua viva. El agua viva es misteriosa y espiritual. Esta agua no es la letra impresa en blanco y negro, la cual sólo puede impartir conocimiento. En lo profundo de las palabras de la Biblia se halla el suministro de vida. Este suministro es el agua de vida espiritual y misteriosa.

  A fin de probar el agua de vida, debemos ejercitar nuestro espíritu mediante la oración. El hombre es un ser tripartito. Nuestro cuerpo es la parte externa; nuestra alma, incluyendo nuestra mente, está en nuestro cuerpo; y nuestro espíritu es aún más profundo que nuestra alma. Si leemos la Biblia sólo con nuestros ojos y nuestra mente, apenas estamos usando dos partes de nuestro ser: nuestro cuerpo y nuestra mente. Como resultado, sólo obtendremos conocimiento. Cuando leemos la Palabra, debemos usar la otra tercera parte, esto es, nuestro espíritu. Entonces el agua viva de la vida que está en la Palabra será infundida en nosotros, y recibiremos el suministro de vida. Es por esto que debemos orar-leer la Palabra. Orar nos permite ejercitar nuestro espíritu. Leer con nuestros ojos y entender con nuestra mente no nos dará vida. Debemos orar las palabras del Señor, y sumergirnos en ellas a profundidad, a fin de que el agua viva fluya en nuestro espíritu, sacie nuestra sed y nos refresque, sustente y fortalezca.

  Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu y orar-leer la Palabra del Señor, de modo que el suministro de vida que se halla en la Palabra llegue a ser el agua que nos lava. En el ámbito físico el metabolismo que es activado por la ingestión de alimentos es una especie de lavamiento. Lo mismo se aplica a nuestra vida espiritual. Si comemos la Palabra del Señor, recibiremos el suministro de vida. Este suministro activará un lavamiento metabólico que nos lavará de todas las cosas negativas en nuestro ser; las manchas y arrugas desaparecerán. Entonces la iglesia será santa y sin defecto, sin falla, mancha, arruga, ni cosa semejante, a fin de ser presentada al Señor como una iglesia gloriosa (Ef. 5:27).

RECIBIR LA PALABRA DEL SEÑOR

  Efesios 3 habla de que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones. Si hemos de experimentar a Cristo, Él tiene que hacer Su hogar en nuestros corazones. Debemos darle la libertad de hacer Su hogar en nuestros corazones, esto es, de establecerse en nosotros. Entonces le experimentaremos y le disfrutaremos a Él.

  Hay tres puntos cruciales en el capítulo 4: ser mezclados con el Dios Triuno, crecer con el crecimiento de Cristo y ser renovados al aceptar a Cristo como nuestra persona. Todos los santos del recobro del Señor deberían llegar a ser un hombre de plena madurez al ser mezclados con el Dios Triuno, al crecer en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo, y al crecer hasta que sea edificado el Cuerpo (vs. 4-6, 13, 15-16). Cuando tengamos estas experiencias, seremos renovados y transformados, y nos despojaremos del viejo hombre y nos vestiremos del nuevo hombre, el cual es la iglesia. También experimentaremos a Cristo como nuestra persona y viviremos por Él, y no por nosotros mismos. Anteriormente, nuestro yo era nuestra persona, pero habrá un cambio de persona. Cuando aceptamos a Cristo como nuestra persona, llegamos a ser el nuevo hombre.

  Estos cuatro puntos —el que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, el que seamos mezclados con el Dios Triuno, el que crezcamos con el crecimiento de Cristo y el que seamos renovados al aceptar a Cristo como nuestra persona— son de crucial importancia. Sin embargo, han sido desatendidos y perdidos por el cristianismo. Estos puntos no se enseñan en el cristianismo, ni pueden encontrarse en ninguna de sus publicaciones. Aunque estos cuatro puntos son de carácter subjetivo y son muy profundos, necesitamos conocerlos y experimentarlos a fin de tener la vida de iglesia apropiada.

  Pablo conocía el secreto para experimentar estos cuatro puntos. Si queremos tener la experiencia de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones y que seamos mezclados con el Dios Triuno, crezcamos en vida y seamos renovados al tomar a Cristo como nuestra persona, debemos recibir la Palabra del Señor. Si no comemos Su Palabra cada día al orar-leer con nuestro espíritu, estos puntos no llegarán a ser nuestra experiencia. El Cristo que está haciendo Su hogar en nuestros corazones, que nos da el crecimiento en vida y que es nuestra persona se halla en la Palabra, y el Dios Triuno está en la Palabra. Por consiguiente, tenemos que recibir la Palabra del Señor.

  Los dietistas dicen que el cuerpo humano necesita muchos nutrientes, tales como carbohidratos, proteínas, grasas y vitaminas. Estos nutrientes se hallan en nuestros alimentos. El alimento físico simboliza la Biblia, la palabra de Dios. La Biblia contiene varios nutrientes espirituales. Si no comemos la palabra, sufriremos de malnutrición. Muchos cristianos están malnutridos. Ellos tienen una Biblia, pero se halla en un librero o en una gaveta. Tienen el alimento en sus manos, pero ellos ni lo cocinan ni se lo comen. Como resultado, están malnutridos.

  Muchos jóvenes que viven en los Estados Unidos son perezosos y sueltos; les gusta despertarse tarde en la mañana. Ellos tienen que estar en su trabajo a las ocho de la mañana, pero duermen hasta las ocho menos cuarto. Por tanto, no tienen tiempo para prepararse el desayuno; en vez de ello, se van de prisa al trabajo y se compran una dona en el camino. Además, tampoco tienen tiempo para comerse un almuerzo adecuado, y se compran una hamburguesa. Como resultado de una dieta tan pobre, muchos jóvenes están malnutridos, débiles y carentes de energía.

  Debemos dedicar tiempo para comer la Palabra del Señor a diario. Si comemos apropiadamente, seremos sustentados. Este sustento espiritual contiene el agua viva que nos lava y remueve todo lo negativo de nuestra vida espiritual, tal como el alimento que ingerimos nos lava y nos sustenta. Yo soy sano porque como apropiadamente. El alimento apropiado nos fortalece, limpia nuestra sangre y desobstruye nuestros vasos sanguíneos. El alimento nos nutre, nos lava y nos protege de los gérmenes. Esto también aplica al alimento espiritual, la Palabra de Dios. Necesitamos orar-leer la Palabra de Dios con nuestro espíritu a fin de que seamos sustentados y lavados.

LA PALABRA DEL SEÑOR SUSTENTA AL HOMBRE Y LO CUIDA CON TERNURA

  En el capítulo 5 se hallan dos palabras preciosas: sustenta y cuida con ternura (v. 29). Sustentar es suministrar alimento a alguien para que reciba el nutrimento. Cuando oramos-leemos la Palabra del Señor, recibimos el alimento espiritual, el cual no solamente nos lava, sino que también nos sustenta. La Palabra del Señor también nos abastece y nos cuida con ternura. Cuidar con ternura es atender a un niño así como una madre alimenta a su hijo en su regazo. En el regazo de su madre el niño es sustentado y protegido, y también disfruta de reposo, abrigo y consuelo. Esto es cuidar con ternura.

  Al orar-leer la Palabra, percibimos interiormente que estamos en el regazo del Señor; somos llenos de una sensación apacible e íntima. Aquí mientras somos sustentados y cuidados con ternura en Su regazo, disfrutamos la protección, consuelo y calidez del Señor. Si disfrutamos a Cristo de esta manera, nunca nos envejeceremos. Más bien, seremos renovados a diario; seremos rejuvenecidos, llenos de frescor, verdor y ternura. Entonces la iglesia no tendrá manchas, arrugas, ni defectos, sino que será santa y gloriosa. Ésta es la iglesia que el Señor desea.

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