
Lectura bíblica: Ef. 6:11-20
Efesios 6 finaliza con un punto crucial, el cual es la oración. Ésta no es la oración general; más bien, es la oración que se apropia de la palabra de Dios (vs. 17-18). Es asombroso que una epístola acerca de la iglesia concluye con la oración que se apropia de la palabra de Dios. Esto muestra que a fin de tener la vida de iglesia apropiada, debemos apropiarnos de la palabra de Dios con toda oración y petición.
Los capítulos del 3 al 5 de Efesios abarcan los secretos de experimentar a Cristo para la vida de iglesia. Debemos dejar que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, y debemos ser mezclados con el Dios Triuno, permitir que Cristo aumente en nosotros para nuestro crecimiento en vida y tomar a Cristo como nuestra persona con miras a nuestra renovación. Éstos son la clave para experimentar a Cristo para la vida de iglesia. Para aplicar esta clave, debemos apropiarnos de la palabra del Señor.
Si tenemos la palabra de Dios, tenemos a Cristo, las riquezas de Cristo, el aumento de Dios y la realidad del Dios Triuno. La persona y obra de Cristo se encuentran en la palabra de Dios. Por esta razón, si hemos de experimentar a Cristo, tenemos que entrar en la palabra de Dios, esto es, tenemos que permitir que la palabra de Dios entre en nuestro ser para que nos pueda sustentar. Los nutrientes que ella contiene nos limpian y nos lavan de nuestros viejos elementos e introducen en nosotros un elemento nuevo, de modo que podamos crecer, ser renovados, experimentar al Dios Triuno y dejar que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Esto es lo que se produce cuando nos apropiamos de la palabra de Dios.
Aun cuando parece que Efesios podría concluir en el capítulo 5, necesitamos el capítulo 6 para que nos diga cómo apropiarnos de la palabra de Dios. Pablo comienza el versículo 10 con las palabras por lo demás, lo cual indica que el libro aún no está completo. La última sección de este libro presenta la última clave para la vida de iglesia. Esta clave es toda la armadura de Dios, la cual es nuestra arma para luchar contra Satanás. La armadura de Dios incluye el ceñir nuestros lomos con la verdad, vestirnos con la coraza de justicia, calzar nuestros pies con el firme cimiento del evangelio de la paz, tomar el escudo de la fe y recibir el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; recibimos el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu con toda oración y petición (vs. 13-17). La oración es clave para tomar y usar toda la armadura de Dios. No deberíamos orar por prosperidad ni seguridad, sino que debemos apropiarnos de la palabra de Dios mediante la oración.
Algunos cristianos oran cada día, pero por lo general oran por bendiciones, seguridad, prosperidad y sanidad. Muy pocos cristianos se apropian de la palabra del Señor mediante la oración. Los versículos 17 y 18 dicen: “Recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición”. Esto indica que para apropiarse de la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios, tenemos que orar. La palabra de Dios no es meramente letras, sino el Espíritu. Apropiarse de la espada del Espíritu equivale a apropiarse de la palabra, la cual es el Espíritu.
El Señor nos ha dado la Biblia, y Sus palabras son espíritu (Jn. 6:63). Así pues, Pablo dice que debemos apropiarnos de la palabra de Dios, la cual es el Espíritu, con toda oración y petición. Con toda oración no se refiere a una sola oración, a unas cuantas oraciones, ni siquiera a muchas oraciones, sino a toda clase de oraciones. Hay oraciones y también peticiones. La oración es general, pero las peticiones son específicas. Necesitamos las oraciones generales y también las peticiones específicas. Esto quiere decir que debemos orar muchas veces y de diversas maneras para apropiarnos de la palabra de Dios. Recibimos la palabra de Dios con toda oración, no meramente al leer o entender. Por esta razón, debemos orar-leer la Biblia. Cada palabra en la Biblia debe llegar a ser nuestra oración. Debemos convertir las palabras de la Biblia en oración.
El libro Lord, Thou Saidst es un testimonio de lo que los santos han experimentado de orar-leer la Palabra a lo largo de los siglos pasados. Una sección de este libro es acerca de George Whitefield. Él vivió alrededor del mismo tiempo que John Wesley, quien fue un poderoso evangelista; los dos eran ingleses. George Whitefield oró-leyó cada palabra del Nuevo Testamento en griego, no en inglés. La oración es la mejor manera de apropiarse de la palabra del Señor. Orar-leer es la manera de ser llenos de Cristo, vivir a Cristo, emanar a Cristo, y expresarle a Él de manera prevaleciente. Muchos santos han orado-leído la Biblia a lo largo de las eras. También nosotros deberíamos orar-leer de esa manera.
No es necesario arrodillarse ante el Señor y orar de una forma débil. Frecuentemente oramos por nuestras debilidades, pobreza y dificultades, y por los problemas que tenemos con nuestros hijos, la escuela y el trabajo. Cuando oramos por la iglesia, con frecuencia nos quejamos de los problemas que se tienen en la coordinación, e incluso acusamos a los santos de rebelarse contra el Señor, de haber recaído y de no amar al Señor. Éstas son oraciones deplorables y débiles. No obstante, la mayor parte de los cristianos ora de esta manera.
Cuando oramos, deberíamos olvidarnos de todo y orar conforme a Efesios 6. El propósito primordial de la oración es apropiarse de la palabra de Dios. Tenemos que practicar esto hasta que se convierta en nuestro hábito. Lo primero que deberíamos hacer cada día es apropiarnos de la palabra de Dios mediante la oración. Al apropiarnos de la palabra de Dios, ésta nos alimentará, regará, refrescará, fortalecerá, vigorizará, saturará y alumbrará. También nos corregirá, reprenderá y purificará. Entonces seremos llenos del Señor interiormente.
El versículo 18 dice: “Con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos”. La frase orando en todo tiempo en el espíritu quiere decir que oramos todo el día en nuestro espíritu, y no en nuestra mente. Necesitamos velar en oración con toda perseverancia y petición por todos los santos. Necesitamos orar para apropiarnos de la palabra de Dios y también necesitamos orar sin cesar. Deberíamos orar y pedir por los santos. Muchos de nosotros oran por otros santos, pero nuestra oración es muy pobre, no es elevada. Oramos por sus enfermedades, problemas familiares, matrimonios y trabajos. En Mateo 6 el Señor dijo: “No os inquietéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? [...] No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos? Porque los gentiles buscan con afán todas estas cosas. Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (vs. 25, 31-32). El Padre conoce todas las necesidades de nuestra vida diaria. Él sabe que necesitamos un empleo, una casa y un cónyuge, y toma cuidado de estas cosas según Su voluntad. El Señor no quiere que oremos por estas cosas, porque el Padre sabe de estos problemas mejor que nosotros. Él sabe lo que necesitamos. Por tanto, no debemos desperdiciar el tiempo orando por estas cosas. Sin embargo, muchas veces neciamente desperdiciamos nuestro tiempo y el tiempo del Señor.
El Señor también dijo: “Buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (v. 33). Esto puede compararse con un regalo que recibimos de una tienda departamental por haber comprado algo ahí. El Señor sabe que necesitamos una esposa y un empleo. Si buscamos primeramente Su reino y Su justicia, Él nos hará sentirnos gozosos al darnos Su reino y Su justicia. Además de esto, nos dará una esposa y un empleo como un presente. Por esta razón, no necesitamos orar por nuestro matrimonio ni por empleo, puesto que el Señor nos los dará como un presente gratuito. Puedo testificar que el Señor me ha hecho muchos regalos, por los cuales nunca oré. Yo sólo buscaba Su reino y Su justicia, pero Él me dio muchas cosas por las cuales no oré.
El reino de Dios hoy es la iglesia. Romanos 14:17 dice: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. En la era presente, la vida de iglesia es el reino de Dios. Buscar el reino de Dios es orar por la vida de iglesia. Tenemos que orar por el reino de Dios en la vida de iglesia. Deberíamos olvidarnos de nuestras necesidades y simplemente orar por la vida de iglesia, puesto que el reino de Dios es la vida de iglesia cotidiana. Sólo deberíamos preocuparnos por la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo y olvidarnos de la comida y la bebida, porque el reino de Dios no es comida ni bebida. Lo único que nos debe interesar es el reino de Dios y orar por el reino de Dios.
Deberíamos orar por los santos en la mañana, durante el día, en la tarde y en la noche. Deberíamos orar: “Señor, recuerda a los santos en Tokio. Guíalos en la vida de iglesia apropiada y haz que te experimenten día a día, a fin de que puedas hacer Tu hogar en sus corazones. Señor, haz que los santos en Japón se den cuenta de que la iglesia es el Dios Triuno mezclado con el hombre, y alúmbralos para que vean que el Espíritu Santo está en Tu Cuerpo. Señor, causa que los santos vean que Tú estás unido a ellos de manera orgánica. Nuestro Padre es sobre todos, y por todos y en todos. Concédeles a los santos que vean que el Dios Triuno está en la iglesia”. Tal oración y petición por los santos es muy elevada.
En el Nuevo Testamento Pablo oró dos veces por los santos; las dos oraciones están en el libro de Efesios. En el capítulo 1 él ora: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de Él, para que, alumbrados los ojos de vuestro corazón, sepáis cuál es la esperanza a que Él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de Su fuerza, que hizo operar en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a Su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (vs. 17-23). Necesitamos orar por los santos en este alto nivel. No deberíamos orar por sanidad, bendiciones, salud, seguridad, escuelas, trabajos, matrimonio, ni por una familia feliz, porque tales oraciones son de un nivel bajo y débil. En el recobro del Señor nuestras peticiones deben ser elevadas y excelsas. Es necesario que nuestras oraciones sean elevadas al hacer peticiones por las cosas celestiales.
En el capítulo 3 Pablo ora: “Para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de aprehender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios” (vs. 16-19). ¡Qué oración tan elevada! Deberíamos orar por los santos de esta manera.
En cuanto a la oración, Pablo también dice: “Y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas, para que en ello hable con denuedo, como debo hablar” (6:19-20). También debemos hacer peticiones por los apóstoles, para que ellos tengan el denuedo de dar a conocer el misterio del evangelio. Hoy en día, la mayoría de los predicadores predican el evangelio de Dios de una manera pobre y limitada. Ellos dicen: “Usted es un pecador y perecerá para siempre. Pero Dios amó tanto al mundo que envió a Su Hijo, Jesucristo, para morir por usted en la cruz. Después que Él murió, resucitó de los muertos y ascendió a los cielos. Si usted cree en Él, usted recibirá el perdón de sus pecados, y recibirá paz, gozo y bendiciones”. Ese evangelio no es incorrecto, pero es de un nivel muy limitado, bajo y superficial. No contiene el misterio. No obstante, éste es el evangelio que se predica hoy.
El evangelio que Pablo predicó es mucho más profundo. Él predicó a Cristo y Sus inescrutables riquezas, el misterio de Dios, la economía de Dios, Su intención eterna, Su propósito, y el misterio de Cristo. Estas cosas son profundas, se hallan ocultas y son misteriosas. Para poder predicar sobre estas cosas ocultas y misteriosas necesitamos cierto lenguaje. El lenguaje humano no es adecuado para hablar de estas cosas a cabalidad. Se necesita un lenguaje enriquecido por Dios. A fin de dar a conocer el misterio de Dios y el misterio de Cristo, necesitamos manejar un lenguaje especial que nos permita comunicarles a las personas cómo es que Cristo es el misterio de Dios, cómo es que la iglesia es el misterio de Cristo y cuál es el significado de la economía de Dios, Su propósito y el deseo de Su corazón.
Necesitamos hacer oraciones elevadas de modo que el Señor tenga la manera de contestar nuestras oraciones e introducir la vida de iglesia apropiada. La iglesia ha existido en la tierra por casi dos mil años, pero la penosa condición que prevalece entre los cristianos no puede satisfacer el deseo del corazón de Dios. La mayor parte de los cristianos no entiende la economía de Dios, el propósito de Dios, el misterio de Dios ni el misterio de Cristo. Estas cosas son incomprensibles para ellos. El Señor Jesús no puede regresar, porque no hay nada en la tierra que esté preparado para Él.
Por esta razón, Él necesita Su recobro. Necesita que las iglesias locales lleven a cabo Su propósito eterno. Necesita un hombre corporativo que conozca el misterio de Dios y el misterio de Cristo y que experimente a Cristo en plenitud. Congregarnos así tiene por objeto la expresión de Cristo, Su Cuerpo orgánico y Su plenitud divina. Cristo necesita este recobro y este hombre corporativo. Espero con anhelo que nosotros seamos parte de este hombre corporativo. Éste es el recobro del Señor, ésta es la revelación de la visión en la economía de Dios. Ésta es Su revelación divina y nuestra visión.