
Lectura bíblica: Gn. 1:26; Zac. 12:1; Job 32:8; Pr. 20:27; Jn. 4:24; 1 Ts. 5:23; He. 4:12; Jn. 3:6; 2 Ti. 4:22
Todo en el cielo y sobre la tierra es misterioso. El cuerpo humano es un misterio, y todo lo relacionado con el ser interior del hombre es aún más un misterio. Sin embargo, lo más misterioso con respecto al hombre es el espíritu humano.
Algunos dicen que la personalidad del hombre es la parte más profunda de su ser, pero según la Biblia, la parte más profunda del hombre es el espíritu humano (Zac. 12:1; Job 32:8). Entre todas las criaturas creadas por Dios, sólo el hombre tiene un espíritu. Ninguna otra criatura viviente tiene un espíritu. El hombre es diferente de las otras criaturas porque tiene un espíritu.
La Biblia dice que cuando Dios creó al hombre le formó un espíritu humano. Dios creó al hombre de manera diferente de cómo creó a los animales y las plantas, porque Dios hizo al hombre a Su propia imagen. La imagen de Dios es un misterio. Él es invisible para el hombre. No obstante, Génesis 1 dice que Dios hizo al hombre a Su propia imagen (vs. 26-27). Otros libros de la Biblia revelan que la imagen de Dios no se relaciona con una forma visible ni tangible, sino con lo que Él es, con Su naturaleza.
Podemos enumerar muchas cosas de lo que Dios es, tales como amor, luz, santidad y justicia. Las leyes europeas y estadounidenses se basan principalmente en los Diez Mandamientos que Dios dio en Éxodo 20, los cuales revelan que Dios es amor, luz, santidad y justicia. Las leyes que una persona hace son una expresión de ella. Los Diez Mandamientos fueron promulgados por Dios, así que éstos muestran que Dios es amor, luz, santidad y justicia. En esto consiste la imagen de Dios. La imagen de Dios es lo que Él es. Dios creó al hombre según lo que Él mismo es. Dios es amor, luz, santidad y justicia, así que Él creó al hombre con estas virtudes. Para Dios estas virtudes son Su realidad, Sus atributos, mientras que para nosotros éstas son Su imagen.
Un guante es hecho según la forma de una mano para que pueda contener la mano. Un guante tiene la forma y la imagen de una mano, pero no es la realidad de ella. Por ejemplo, la bondad y la veracidad son virtudes humanas, pero en el hombre estas virtudes son limitadas porque son meramente la imagen de Dios en el hombre, y no la realidad de Dios. La intención de Dios es entrar en el hombre para ser la realidad de estas virtudes. Los seguidores de Confucio hablan del desarrollo y magnificación de la virtud brillante, pero la Biblia dice que Dios es el Creador, la fuente, de toda virtud y que Él es la realidad de toda virtud. Por tanto, el hombre tiene que recibir a Dios como su contenido, realidad y vida, de modo que Dios pueda expresar Sus atributos en las virtudes del hombre y por medio de ellas. Nuestras virtudes humanas se pueden comparar con un guante; los atributos de Dios se pueden comparar con una mano. Nuestras virtudes humanas deberían contener y expresar los atributos de Dios.
En cada etapa de la vida humana, las personas testifican que se sienten vacías y vanas; ellos tienen una sensación de vaciedad. No importa cuántos logros alcancen ni las cosas que realicen, siguen sintiéndose vacíos y vanos, y deseosos de ser llenos. Son como un guante vacío que no cumple su propósito, porque no contiene una mano.
Hay unos cuantos casos que pueden probar que el hombre tiene un espíritu. Por ejemplo, el cuerpo tiene deseos por muchas cosas, y las inclinaciones concupiscentes de una persona resultan en numerosas caídas. Cuando una persona actúa según sus concupiscencias, su voluntad lo desaprueba y trata de restringirle. Los chinos metafísicos llaman a esto “la batalla entre la razón y la concupiscencia”. Pablo expuso esto en Romanos 7, y su exposición es mucho más clara que las enseñanzas de los metafísicos. Pablo dice que él quería hacer el bien, pero que al tratar de hacer el bien, halló que en sus miembros había una ley del pecado (v. 23). El querer hacer el bien es lo que los chinos metafísicos conocen como “razón”. El uso que le dan a la palabra razón se refiere a la ley natural que está en nosotros y que quiere hacer el bien. Dios creó al hombre con una ley natural que se relaciona con la voluntad de hacer el bien. Desde que una persona nace tiene el deseo de hacer el bien. Ésta es una ley interior. Sin embargo, la concupiscencia del hombre lucha contra esta ley. Aquellos que son de voluntad fuerte podrían vencer sus concupiscencias por cierto tiempo, pero quienes tienen una voluntad débil caen rápidamente. Cuando el hombre cae, algo que está en lo profundo de su ser, que la Biblia llama el espíritu humano, lo censura y condena con frecuencia.
Cuando los chinos de la antigüedad se referían al espíritu humano como la virtud brillante y como el conocimiento innato del bien y la capacidad innata de hacer el bien, ellos se estaban refiriendo a la conciencia. El hombre puede seguir el camino de sus concupiscencias, y su voluntad puede ser débil y fracasar, pero algo en la parte más profunda de su ser lo censurará y condenará. Aun el hombre que va en pos de sus malos deseos tiene algo en lo profundo de su ser que nunca puede ser vencido. La parte más profunda del hombre es su espíritu (1 Ts. 5:23; He. 4:12).
El espíritu humano está relacionado con la expresión de la imagen de Dios. Juan 4:24 dice: “Dios es Espíritu”. Cuando Dios creó al hombre, Él formó un espíritu dentro del hombre (Zac. 12:1). Todos los atributos de Dios se hallan en el espíritu humano regenerado de los creyentes porque Dios es el contenido del espíritu humano regenerado. Cuanto más una persona sigue sus concupiscencias, más vulgar se vuelve; es posible que incluso llegue a ser como un animal. Por el contrario, cuanto más una persona sigue su conciencia, más noble se vuelve. Una persona que sigue su conciencia, o su conocimiento del bien, pertenece a la clase más elevada de la humanidad. Esto comprueba que hay un espíritu dentro del hombre. Además de las emociones, las concupiscencias y una voluntad, también hay un espíritu dentro del hombre.
Más aún, el hombre tiene necesidades materiales y psicológicas. Una persona que tiene alimento y vestido en abundancia, aun así puede tener la necesidad de recibir consuelo y satisfacción psicológicos. Si las necesidades psicológicas de una persona son satisfechas, puede ser que él descubra que tiene otra necesidad, otro sentir de insatisfacción, en la parte más profunda de su ser. Esta necesidad va más allá de lo material y lo psicológico, y no puede ser satisfecha por la comida, el vestido, el consuelo ni la diversión. Esta necesidad proviene de la parte más profunda del hombre: el espíritu. Sólo Dios puede satisfacer esta parte. La comida, como la carne de res, el pollo o el pan, no puede saciar la sed del hombre; sólo el agua puede saciar su sed. Cuando él bebe agua, se siente refrescado interiormente y su sed es saciada. La necesidad que existe en la parte más profunda del ser humano no se puede suplir con las cosas materiales, ni puede satisfacerse con el consuelo psicológico ni la diversión. Sólo Dios puede satisfacer esta necesidad. Creo que todo ser humano siente en la parte más profunda de su ser que necesita a Dios. Durante más de seis mil años de la historia de la humanidad, los hombres en todo el mundo han adorado a Dios, pero ningún perro ni mono ha construido alguna vez un templo de adoración. La historia de la humanidad muestra que sin importar el linaje, la edad o el nivel social, el hombre desea adorar a Dios.
En 1953 estuve en Filipinas, y leí en el periódico un artículo acerca de Beria, un líder de la Unión Soviética, quien fracasó en una lucha por el poder y fue sentenciado a muerte. Antes de su ejecución, le preguntaron si él quería algo. Sorprendentemente, Beria pidió una Biblia, la tomó y se puso a orar. Antes de su ejecución, este alto dirigente que había asesinado a innumerables personas en un país ateo, supo que necesitaba a Dios. Hay un refrán chino que dice: “Las últimas palabras de un moribundo son palabras buenas”; esto alude a la obra de la conciencia. Dentro del hombre hay una necesidad, pero él no la percibe cuando está ocupado. Sin embargo, cuando tiene éxito, recibe este convencimiento, o cuando él está a punto de morir, esta necesidad aflora y el hombre la percibe.
Para contactar algo debemos usar el órgano apropiado. Sería ridículo tratar de ver con los ojos cerrados. También es ridículo cubrirnos los oídos en un intento por escuchar algo. Si no vemos ni oímos nada, se debe a que no estamos usando el órgano correcto, no a que no haya nada que ver ni escuchar. Por ejemplo, si nuestro sentido del olfato no es agudo, no seremos capaces de decir si el aire está fresco o viciado. Esto no es porque no haya olores en el aire, sino porque hemos perdido nuestra capacidad de oler. Por tanto, quizás haya una sustancia fétida en el aire, pero no podemos detectarlo.
Mucha gente dice que Dios no existe, porque ellos no usan el órgano correcto, no porque Dios no exista. Dios es Espíritu; por tanto, el hombre debe adorar a Dios en el espíritu (Jn. 4:24). Si no usamos nuestro espíritu, Dios no será real para nosotros. No es que Dios no sea real —Dios existe—, pero no podemos percibirle cuando no usamos nuestro espíritu. Siempre que usemos nuestro espíritu, percibiremos la presencia de Dios. El evangelio habla de que Dios es Espíritu y de que el hombre tiene un espíritu, con la esperanza de que el hombre se arrepienta. Arrepentirse significa que ya no vivimos en la carne, ni nos interesamos sólo por nuestras necesidades físicas, ni vivimos más según nuestros razonamientos. Arrepentirse es volverse a la parte más profunda de nuestro ser, nuestro espíritu humano, esto es, tomar cuidado de nuestro espíritu. Éste es el arrepentimiento que necesitamos y debemos predicar.
Cuando una persona se vuelve a su espíritu, entiende el propósito de la vida humana y comprende que sus esfuerzos humanos son de poco valor. Si no estamos en nuestro espíritu, no conocemos el propósito y significado de la vida humana, ni conocemos lo que nuestra vida humana necesita. Conocemos el significado de la vida humana cuando ejercitamos nuestro espíritu. Si queremos conocer el bien y el mal, y lo correcto e incorrecto, no debemos permanecer en la razón; más bien, debemos ejercitar nuestro espíritu.
Proverbios 20:27 dice: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, / que escudriña lo más profundo del ser”. Esto quiere decir que el espíritu del hombre fue creado por Dios como una lámpara que puede escudriñar el ser del hombre. La lámpara de Dios se halla en el interior del hombre, y puede escudriñar al hombre cada día. La operación de la conciencia es semejante al resplandor de una lámpara. Cuando la lámpara resplandece, vemos nuestras fallas y sabemos que no estamos bien con nuestros padres, ni con la esposa, los vecinos, los parientes, ni nuestros hijos. Tal descubrimiento es fruto de la iluminación de la conciencia en nuestro espíritu humano, ya que el espíritu del hombre es una lámpara. El espíritu del hombre es la lámpara de Jehová, y esta lámpara escudriña lo más profundo del ser humano.
Esto comprueba que hay un Dios en el universo y que Dios es Espíritu. El espíritu dentro del hombre es el órgano con el cual podemos contactar a Dios y que escudriña al hombre en nombre de Dios. Ésta es una clara enseñanza hallada en la Biblia que todos pueden conocer y experimentar.
Dios es Espíritu, y Él formó un espíritu humano en nosotros a fin de poder entrar en nuestro espíritu. Nuestro espíritu es el vaso de Dios, y Él es nuestro contenido. El hecho de que Él entre en nosotros puede compararse con la acción de echar agua en una taza. Si la taza no tiene agua, estará vacía; si tiene agua, la taza estará llena. Dios quiere entrar en nosotros para ser nuestro contenido. Cuando seamos llenos de Dios en nuestro espíritu, estaremos satisfechos. Ésta es la razón por la cual los nuevos creyentes son muy celosos por el Señor, le aman y están dispuestos a perder sus tesoros terrenales.
Los que creen en Jesús han recibido algo más. No hemos creído meramente en una religión, ni hemos aceptado simplemente algunas doctrinas. Hemos recibido al Espíritu, el cual es verdadero y viviente. El Espíritu ha entrado en nuestro ser con bendiciones indecibles. Cuando sufrimos, Él es nuestro consuelo. Cuando estamos solitarios, Él está con nosotros. Cuando somos débiles, Él es nuestra fortaleza. Él no resuelve meramente nuestros problemas externos; Él es nuestro gozo interior. Aquellos que tienen a Dios están en paz, gozosos y satisfechos, no importa cuál sean sus circunstancias. No creemos en una religión; creemos en el viviente Jesús.
La Biblia es muy clara: si estamos dispuestos a arrepentirnos y creer en el Dios verdadero, Jesucristo, Él, el verdadero Espíritu viviente, entrará en nuestro espíritu, y nuestro espíritu nacerá de nuevo (Jn. 3:3, 6-7). Nacimos de nuestros padres como seres humanos, pero puesto que nos hemos arrepentido y hemos creído en Jesús, Él está en nuestro espíritu. Cuando Jesús entró en nuestro ser, recibimos otra vida. En esto consiste la regeneración. Nacimos de nuevo en nuestro espíritu; nuestro espíritu está lleno de Dios.
Cuando los filósofos chinos hablaban del desarrollo de la virtud brillante, se estaban refiriendo sólo al desarrollo de la conciencia. Sin embargo, nosotros los que hemos creído en Jesús, hemos recibido a Dios, quien es la fuente y realidad de toda virtud. Él ha vivificado nuestro espíritu, ha alumbrado nuestro ser interior y nos ha llenado.
Éste es el significado de nuestra salvación. La salvación es la entrada del Espíritu viviente en nuestro espíritu humano. En 2 Timoteo 4:22 se nos dice: “El Señor esté con tu espíritu”. El Señor Dios es Jesús, quien ahora es el Espíritu vivificante. Él quiere estar unido a nuestro espíritu humano. Él entra en aquellos que creen en Él. Su presencia provee un suministro abundante y todo-inclusivo. Si necesitamos amor, Su presencia es nuestro amor. Si necesitamos obediencia y fidelidad, Su presencia es nuestra obediencia y fidelidad. Si necesitamos consuelo, Su presencia es nuestro consuelo. Todo lo que necesitemos, Él es, porque Él es la fuente y realidad de toda virtud. Cuando le tenemos a Él, tenemos la realidad de la vida humana, conocemos el significado de la vida humana, y conocemos nuestro destino futuro. Esto no es superstición, ni una cuestión de psicología.
Ésta es la realidad del evangelio de Cristo: Dios creó al hombre como un vaso que tiene un espíritu, para que le contenga a Él. Cuando recibimos a Dios, Él entró en nosotros para regenerarnos, y nosotros experimentamos un cambio fundamental e intrínseco en nuestra vida y en nuestro vivir. Ésta es la experiencia que tenemos de la regeneración y la salvación. El Señor Jesús está ahora en nosotros como nuestra vida y nuestra realidad.
Es nuestra esperanza que más personas se arrepientan humildemente, crean en el Señor Jesús y le reciban a fin de que sean bendecidas juntamente con nosotros. Si todos recibieran al Señor Jesús, los individuos y las familias serían bendecidas, y las sociedades y naciones también lo serían. Dios mismo es la bendición. Él es todopoderoso y puede escuchar nuestras oraciones, pero Él también es el Señor de vida a fin de entrar en nosotros, como Espíritu, para ser la realidad de nuestra vida en nuestro espíritu. Que el Señor nos bendiga.