
Lectura bíblica: Ef. 3:2-11, 16-19
Estamos considerando seis décadas de la historia del Señor entre nosotros a fin de que seamos alumbrados para ver el camino del Señor, Su recobro, y así poder aprender las lecciones de la historia. También estamos considerando la visión que Dios nos ha revelado en la Biblia de modo que podamos seguirla y ponerla en práctica. No estamos siguiendo nuestras propias perspectivas, opiniones ni sentimientos. Durante las últimas seis décadas nuestra obra se ha basado en la visión rectora hallada en la Palabra de Dios.
Estamos considerando esta visión por amor a la generación más joven. En la actualidad, no sólo existen numerosas iglesias en Asia, sino también en los otros cinco continentes: Norteamérica, Sudamérica (incluyendo América Central), Europa, África y Australia (incluyendo Nueva Zelandia). En algunas iglesias más del ochenta por ciento de los santos tienen entre dieciocho y treinta y cinco años de edad. Estos santos o estudian en la universidad o trabajan. Queremos pasarles nuestra historia a estos santos para que vean la visión que el Señor nos ha mostrado. Esta visión abarca los profundos misterios ocultos en la Biblia.
En la Biblia hay dos misterios. El primer misterio es el misterio de Dios, y el segundo es el misterio de Cristo. El misterio de Dios es Cristo, y el misterio de Cristo es la iglesia. Nuestra visión es Cristo y la iglesia. El Señor nos ha revelado a Cristo y la iglesia; Cristo y la iglesia son los grandes misterios ocultos en la Biblia. En este capítulo nos centraremos en Cristo, el misterio de Dios, y en la iglesia, el misterio de Cristo.
La Biblia no es un libro ordinario. Cada palabra de la Biblia es dada por el aliento de Dios y es la revelación de Dios (2 Ti. 3:16). En la Biblia hay dos clases de revelación: la revelación hallada en la superficie y la revelación profunda. La revelación profunda tiene que ver con el misterio.
Cuando me pongo de pie, otros pueden ver con claridad que soy un hombre chino anciano. Tengo una nariz, una boca, dos ojos y dos orejas. No soy ni muy alto, ni muy bajo. También tengo dos brazos y dos piernas. Sin embargo, poseo más que estos rasgos externos; también poseo un ser interior, el cual es mi misterio. Mi ser interior es mi alma —mente, parte emotiva y voluntad— y mi espíritu, que incluye mi conciencia. Estas partes internas son algo difícil de entender; son indescriptibles. El ser interior es el profundo misterio oculto dentro del hombre. Este mismo principio también se aplica a la Biblia. Hay revelaciones en la superficie, y también hay misterios profundos.
La revelación hallada en la superficie del Nuevo Testamento puede ser entendida por cualquier persona instruida. Según esta revelación, Jesucristo es el Hijo de Dios, y nació alrededor de dos mil años atrás en la tierra de Judea. Vivió aquí en la tierra por treinta y tres años y medio. Durante ese tiempo Él predicó, enseñó, echó fuera demonios, sanó, hizo muchas obras buenas y realizó muchos milagros. Finalmente, Él cargo con los pecados de la humanidad y fue crucificado en la cruz para ser juzgado por Dios en lugar nuestro y para efectuar la redención. Fue sepultado, y tres días después resucitó. Después de Su resurrección, Él estuvo con Sus discípulos por cuarenta días y luego ascendió a la diestra de Su Majestad en las alturas para ser hecho Señor y Cristo (Hch. 2:36). Él es el Señor y Salvador de todos los hombres (1 Ti. 4:10). Cualquiera que esté dispuesto a arrepentirse, confesar sus pecados, creer en el Señor como Salvador y recibirle a Él como Redentor, será salvo, es decir, recibirá el perdón de sus pecados y será regenerado.
Cuando llegue la plenitud de los gentiles (Ro. 11:25), el Señor regresará para juzgar el mundo y dar fin al maligno. Luego, Él reinará sobre la tierra junto con Sus santos vencedores por mil años (Ap. 20:6). A este periodo de mil años se le llama el reino milenario. Después de estos mil años, el Señor Jesús dará fin a toda la vieja creación, renovará los cielos y la tierra, e introducirá la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén Dios morará con el hombre en paz y justicia, y el hombre disfrutará de las bendiciones divinas por la eternidad. Ésta es la revelación hallada en la superficie del Nuevo Testamento. Ésta es la verdad hallada en la Biblia y es el evangelio que muchos misioneros predican por todo el mundo. Damos gracias al Señor por esta revelación hallada en la Biblia.
Sin embargo, la Biblia no es tan superficial. La Biblia contiene misterios profundos. En Efesios 3:2-11 la palabra misterio se usa tres veces. Un misterio es algo oculto, secreto e inconcebible. Todo lo que sea obvio y fácil de entender no es un misterio. Así pues, el universo entero es un misterio. Cuanto más avanza la ciencia, tanto más creen los científicos que el universo es un misterio. ¿Quién puede rastrear el origen de los cielos, de las huestes celestiales y de la tierra? ¿Quién puede explorar su significado? La respuesta a estas preguntas está oculta, y no es fácil de entender.
Además de los cielos y la tierra, el hombre es un misterio. ¿Cuál es el origen del hombre? ¿Quién diseñó al hombre? ¿Por qué sus fosas nasales apuntan hacia abajo, no hacia arriba? ¿Por qué nuestras cejas están sobre nuestros ojos, y no bajo ellos? Los arquitectos pueden mejorar el diseño de los edificios, los ingenieros pueden producir modelos modernos de autos, y los diseñadores de moda pueden cambiar el estilo del vestido, pero el cuerpo humano no puede ser mejorado. Si la nariz apuntara hacia arriba, el polvo y la lluvia entrarían en nuestras fosas nasales, y nos veríamos muy feos. Nadie puede mejorar la ubicación de nuestros ojos, orejas, nariz o boca; tienen las medidas exactas. Nuestras manos se ven bien con cuatro dedos y un pulgar; tienen la capacidad de realizar muchas cosas.
¿Cuál es el significado de la vida humana? ¿Cuál es el valor de la vida humana sobre la tierra? Éste es un misterio que la gente no puede entender. No obstante, Dios ha revelado este misterio en Su palabra. Él desea que el hombre entienda este misterio. También quiere que este misterio llegue a ser nuestra experiencia y nuestra realidad a fin de que sea nuestra vida y que expresemos en nuestro vivir este misterio, el cual es la iglesia. Por tanto, necesitamos dedicar tiempo para considerar el misterio de Dios al contemplar el misterio profundo oculto en la Biblia.
El misterio revelado en el Nuevo Testamento primeramente comprende el misterio de Dios, el cual es Cristo. La mayoría concuerda con que Jesucristo sobresale en la historia de la humanidad, y que Él es transcendente y sin comparación. Los opositores, incrédulos y creyentes admiten que el vivir humano de Jesús fue sobresaliente. Algunos saben que Jesucristo es el Hijo de Dios, y que se hizo hombre. Otros saben que Él fue crucificado y que resucitó de los muertos. Sin embargo, el Nuevo Testamento dice mucho más que esto. Por ejemplo, los cuatro breves capítulos del libro de Colosenses nos proveen una descripción de Cristo que es todo-inclusiva, profunda y vasta.
Colosenses dice que Cristo es el misterio de Dios. Dios mismo es un misterio. Él es real y viviente, pero nadie le ha visto jamás. Los mejores científicos reconocen que las leyes y principios del universo hablan de la existencia de un Creador que rige el universo. Los científicos han confirmado que en el universo hay un sistema, una fuerza, que mantiene todas las galaxias juntas. Esto es confirmado por Colosenses 1, que dice que Cristo es la centralidad y universalidad de todas las cosas y que en Él todas las cosas se conservan unidas (v. 17). Todas las cosas se mantienen unidas por la interacción mutua de dos fuerzas opuestas, la fuerza centrífuga y la fuerza centrípeta. La Biblia dice que Cristo es la centralidad y que Él es la universalidad. La centralidad equivale a la fuerza centrípeta, y la universalidad a la fuerza centrífuga. Por consiguiente, Cristo sustenta y sostiene todas las cosas (He. 1:3).
Colosenses también habla del Cristo que es el misterio de Dios (2:2). Cristo es la corporificación de Dios. Todo lo que Dios es, toda la plenitud de la Deidad, habita corporalmente en Cristo (v. 9). Nadie puede encontrar a Dios aparte de Cristo (Jn. 14:6). Cristo es el Dios verdadero, el Dios completo; sólo Él es Dios (Ro. 9:5).
Cristo es infinitamente profundo y vasto; Él es todo-inclusivo. Es asombroso que este Cristo ha llegado a ser nuestra vida (Col. 3:4). Esto también es un misterio. Todos los cristianos pueden testificar de este misterio: Cristo está en nosotros. Hoy Él es nuestra vida, y un día Él será nuestra gloria. Actualmente vivimos por Él y en Él, y un día seremos manifestados con Él en gloria (v. 4). Él es nuestra vida hoy y nuestra gloria en el futuro.
Según Colosenses 2, Jesucristo es nuestra comida y nuestra bebida; Él es nuestra fiesta, nuestro gozo; Él es nuestra luna nueva, nuestro comienzo resplandeciente en tiempos de oscuridad; y Él es nuestro Sábado, o sea, nuestro disfrute y paz (v. 16). En otras palabras, Cristo es la realidad de toda cosa positiva (v. 17). Él es nuestro todo en todo. Él debería ser la experiencia diaria de cada creyente.
Efesios es el libro gemelo de Colosenses. Colosenses trata de Cristo y Efesios trata de la iglesia. Colosenses tiene cuatro capítulos y Efesios tiene seis. Efesios tiene dos capítulos más que Colosenses y contiene muchos elementos. Tanto los cristianos como los que no son cristianos conocen la palabra iglesia. Sin embargo, muy pocos saben el verdadero significado de esta palabra. El entendimiento más superficial y erróneo es que la iglesia es un edificio de estilo occidental construido con un campanario y una campana. La iglesia no es un salón de adoración, ni es una capilla.
Según la palabra original del griego, la iglesia es la congregación de quienes Dios llamó. Por tanto, una traducción más exacta de la palabra griega sería “asamblea”. La revelación de la iglesia como la congregación de quienes Dios llamó a salir, se halla en la superficie de la Biblia. Cada uno de los seis capítulos de Efesios habla sobre la iglesia.
El capítulo 1 habla de la iglesia en calidad de Cuerpo de Cristo (vs. 22-23). El Cuerpo es un organismo. Esto es un misterio. El capítulo 1 también dice que la iglesia es la plenitud de Cristo (v. 23). La palabra plenitud no es fácil de comprender. El cuerpo de una persona es su plenitud. Todos se aterrarían si viesen que mi cabeza flota en el aire por sí misma. Si mi estatura fuera sólo de cuatro pies once pulgadas, la gente diría que no tengo una plenitud. Un hermano que es alto y pesa cerca de doscientas libras tiene una plenitud. Su cabeza tal vez no sea más grande que la mía, pero él está más lleno. Su plenitud está relacionada con su cuerpo. La iglesia es el Cuerpo de Cristo y la plenitud de Cristo. En los Evangelios Cristo sólo podía estar en un lugar a la vez. Si Él se hallaba en Jerusalén no podía estar en Belén, y si estaba en Belén no podía hallarse en Nazaret. Pero hoy Cristo se halla en seis continentes; Él está en todas partes, porque hay iglesias en todas partes. La iglesia es la plenitud de Cristo. Esto es un misterio.
Efesios 2 habla de cuatro asuntos importantes relacionados con la iglesia. Primero, la iglesia es la obra maestra de Dios (v. 10). En el griego original la palabra traducida “obra maestra” significa “poema”. El hecho de que la iglesia sea la obra maestra de Dios indica que la iglesia es un poema escrito por Dios. Este poema está lleno de afecto y es muy expresivo y descriptivo. La iglesia es una proclamación de los sentimientos internos de Dios así como una descripción de Su intención. Por consiguiente, la iglesia es la obra maestra de Dios. Segundo, la iglesia es la familia de Dios (v. 19). La familia de una persona constituye el lugar donde su deseo es cumplido. La iglesia es el medio por el que Dios expresa Su amor y el lugar donde Su deseo es cumplido. Tercero, la iglesia es el reino de Dios (v. 19), esto es, el lugar donde Dios ejerce Su autoridad. Cuarto, la iglesia es la morada de Dios (v. 22), esto es, el lugar donde Dios mora y hace Su hogar. El capítulo 2 revela cuatro puntos cruciales respecto a la iglesia: la obra maestra de Dios, Su familia, Su reino y Su morada.
En el capítulo 3, la segunda mitad del versículo 19 dice: “Para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. He estudiado varias versiones acreditadas de la Biblia. La mayoría de los que traducen la Biblia no interpretan este versículo exactamente, debido a que su entendimiento y vocabulario son inadecuados. Cuando permitamos que Cristo haga Su hogar en nosotros y dejemos que Él opere en nosotros, seremos llenos de las riquezas de Cristo “hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. La plenitud de Dios es la expresión de Dios. Un hermano tiene una plenitud, y su plenitud es su expresión. Si yo no tuviera un cuerpo, no tendría una expresión. Mi cuerpo es mi plenitud, y mi plenitud es mi expresión. Los demás me conocen debido a que tengo un cuerpo. A veces podemos reconocer a una persona simplemente con su silueta o su forma de andar. De igual manera, Dios quiere tener una expresión en la tierra hoy, y esta expresión es Su plenitud. En Efesios 1 la iglesia es la plenitud de Cristo. En el capítulo 3 la iglesia es llena hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Una persona que no tiene todas sus extremidades, no tiene una expresión plena. Yo no soy alto, pero cuando hablo, mi rostro, mi postura, mis manos y mis pies me expresan. Aun la manera en que muevo mis brazos y parpadeo es una expresión. Esto describe “toda la plenitud”.
La iglesia constituye toda la plenitud, toda la expresión, de Dios. Esto se cumple cuando Cristo hace Su hogar en nuestros corazones, posee todo nuestro ser y nos llena y satura a fin de que seamos llenos de Cristo. El hombre es un vaso hecho para contener a Cristo. Una persona que no tiene a Cristo es un vaso vacío. Sin embargo, tener a Cristo no es suficiente; debemos ser llenos de Cristo. Por ejemplo, una taza puede tener agua, y no estar llena de agua. Cuando la taza está llena, el agua se desborda y es expresada. Si somos poseídos por el Señor, seremos llenos de Él. Cuanto más seamos llenos del Señor, más Él se desbordará y se expresará. Entonces Dios será expresado. La iglesia es la plenitud de Dios, la expresión de Dios.
En el capítulo 4 la iglesia es el nuevo hombre (v. 24). Como creyentes que somos, hemos sido regenerados por Cristo y hemos llegado a ser un organismo juntamente con todos los que son salvos. Este organismo crece y causa que nos amemos unos a otros y nos unamos los unos a los otros. Si amamos al Señor Jesús y somos llenos de Él, de manera espontánea seremos uno cuando nos reunimos. No será necesario que nadie nos exhorte.
No hace mucho fui a Seúl, Corea del Sur. En la antigüedad Corea adoptó aspectos de la cultura china; por ende, algunos coreanos conocen varios caracteres chinos. No sé hablar coreano, pero cuando estuve en Seúl, escribí algunos caracteres chinos que los coreanos entendieron. Luego, ellos escribieron con caracteres chinos, y yo lo entendí. Sin embargo, nos limitamos a expresarnos con oraciones incompletas. Dado que yo podía hablar algo de inglés y los hermanos locales también, nos comunicamos en inglés. Aun pese a las barreras del lenguaje, estábamos unidos como una sola entidad en el momento que nos conocimos, porque Cristo está en nosotros. En nuestras reuniones en los Estados Unidos, aun cuando tenemos personas de todo color que hablan inglés con toda clase de acentos, estamos unidos como una sola entidad cuando tenemos comunión. La iglesia es el nuevo hombre.
En el capítulo 5, la iglesia como complemento de Cristo está siendo santificada a fin de ser presentada como una novia gloriosa a Cristo (vs. 25-27). En el capítulo 6, la iglesia es un guerrero que se viste de toda la armadura de Dios a fin de luchar contra el diablo, quien es el enemigo y adversario de Dios (vs. 10-20).
Por tanto, Efesios habla de al menos cuatro aspectos principales de la iglesia, cada uno de los cuales es un misterio. La mayor parte de los cristianos sabe que Jesucristo es el Hijo de Dios, Aquel que murió por nosotros y vino a ser nuestro Salvador y que un día regresará. Este hecho es verdadero y precioso, pero hay un misterio oculto en las profundidades de esta verdad. Este misterio revela que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo; la iglesia es la obra maestra de Dios, un poema escrito por Dios que expresa y describe Sus sentimientos; la iglesia es la familia de Dios, Su reino y Su morada; la iglesia es toda la plenitud de Dios y el nuevo hombre y, como tal, ella es el complemento de Cristo que le brinda satisfacción y el guerrero de Dios que combate por el reino de Dios.
En Efesios 3:2-11 y los versículos del 16 al 19 contienen tres puntos cruciales. El primer punto es el misterio de Cristo. Este misterio estaba escondido en Dios, quien creó todas las cosas. ¿Por qué Dios creó los cielos, la tierra, todas las cosas y el hombre? El propósito de la creación era un secreto que Dios no mencionó a los ángeles ni a los santos del Antiguo Testamento. Dios no les dijo este secreto a Adán, Abel, Abraham, Moisés, David, Isaías, Jeremías ni a Malaquías. Los santos en el Antiguo Testamento temían a Dios y eran bendecidos por Él, pero el misterio no les fue revelado a ellos, y ellos no lo conocieron. Este misterio estaba escondido desde los siglos en Dios.
Cristo Jesús nació hace dos mil años atrás. Mientras estaba en la tierra, Él llamó a un grupo de discípulos y los designó apóstoles. Luego, mediante Su Espíritu, Dios reveló Su misterio a los apóstoles y profetas en el espíritu. Pablo estaba entre los que recibieron la revelación del misterio. Hay un total de veintisiete libros en el Nuevo Testamento, y catorce de éstos, desde Romanos hasta Hebreos, fueron escritos por Pablo. Él escribió más de la mitad de los libros del Nuevo Testamento. En estas catorce epístolas Pablo explicó y desarrolló este misterio. Habló de “la mayordomía de la gracia de Dios” (Ef. 3:2). La palabra traducida “mayordomía” en este versículo es la misma palabra griega que se traduce “economía” en 1:10 y 3:9. Una persona que tiene una mayordomía debe estar llena de la economía y plan de Dios. Esta economía equivale a la mayordomía.
Pablo dijo: “Si es que habéis oído de la mayordomía de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros, que por revelación me fue dado a conocer el misterio” (vs. 2-3). Pablo recibió la revelación de parte de Dios. Dios le reveló a Pablo el misterio que había estado escondido desde los siglos en Dios mismo. Dios no habló de este misterio a los ángeles ni a nadie más. No fue sino hasta que Dios halló a Pablo que, mediante la revelación, Él abrió el secreto que llevaba escondido en Su corazón. Pablo empleó catorce epístolas para escribir en cuanto a este misterio indescriptible.
Pablo llamó a este misterio “el misterio de Cristo” (v. 4), misterio que es la iglesia. Cuando decimos que el misterio de Dios es Cristo, queremos decir que Dios está en Cristo y que Cristo es la corporificación de Dios. Afirmar que el misterio de Cristo es la iglesia indica que Cristo está en la iglesia y que la iglesia es la corporificación de Cristo. Una persona que quiere encontrar a Dios tiene que encontrar a Cristo, y una persona que quiere encontrar a Cristo tiene que encontrar la iglesia. Hoy en día, Dios está en Cristo y Cristo está en la iglesia. Éste es el misterio de Cristo. Tal vez no podemos explicar plenamente este asunto, pero es un punto crucial en las epístolas de Pablo.
Dios le reveló el misterio a Pablo y le dio una mayordomía para que anunciara a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo como evangelio (v. 8). Esta palabra reviste gran significado. ¿Cuánto conocemos de las riquezas de Cristo? ¿Cuánto hemos gustado de ellas? Sus riquezas son inescrutables e indescriptibles. A fin de describir las riquezas de un hombre acaudalado es necesario conocer sus bienes. Los bienes de una persona son sus riquezas. ¿Cuántas riquezas posee Cristo? El primer punto respecto a las riquezas de Cristo es que Él es la corporificación de Dios. El hecho de que Cristo sea la corporificación de Dios significa que Él es Dios. ¿Quién es más acaudalado que Dios?
El segundo punto respecto a las riquezas de Cristo es que Él es un hombre. A fin de conocer al Dios verdadero, tenemos que conocer a Cristo, y a fin de conocer a un hombre verdadero, también tenemos que conocer a Cristo. Debemos preguntarnos si somos veraces. No hay nadie en esta tierra que no haya dicho una mentira; nadie es honesto. Ni siquiera somos honestos con nuestros padres. ¿Cuántas veces los hemos engañado? Si somos honestos, confesaremos que hemos engañado a nuestros padres, a nuestro cónyuge y a nuestros hijos; por ende, no somos honestos ni genuinos. Nadie es verdadero.
En la historia humana ha habido una sola persona honesta: Jesucristo. Cuando le prendieron, antes de Su crucifixión, Él pasó por seis pruebas. Tres veces fue probado según la ley del Antiguo Testamento, y fue juzgado por los sumos sacerdotes judíos, Anás y Caifás, y por el sanedrín (Jn. 18:13; Mt. 26:57; Lc. 22:66). Él también fue probado tres veces según la ley romana y juzgado por Herodes y por Pilato (23:1-25). Finalmente, Pilato dijo que no había hallado ningún delito en Él (Jn. 19:4; Lc. 23:22). En otras palabras, Pilato no halló error ni falsedad en el Señor Jesús. ¿Quién entre los hombres podría pasar por tales examinaciones? No nos habría sido necesario pasar por seis pruebas para ser hallados culpables. Una sola prueba habría sido suficiente. Únicamente Jesucristo podía estar frente a todos ellos y decir: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Jn. 8:46).
Jesucristo es el Dios verdadero y un hombre verdadero. Él es rico. En una ocasión hice una lista de las riquezas de Cristo según la Biblia. Jesucristo es Dios, hombre, vida, luz, santidad, justicia, santificación, amor, gracia y muchas otras cosas. Él excede más de doscientos setenta cosas. Él es toda clase de cosa positiva. Él es el sol, el aire, el alimento, el agua y la mejor bebida. Todo lo que necesitemos Él es. Él es nuestra paciencia, nuestro amor y nuestra obediencia. Él es Dios y Él es hombre. Él se hizo hombre para ser nuestro Redentor y Salvador. Él también se hizo Espíritu vivificante. Él es la luz de vida, y esta luz está llena de los elementos de la gracia, justicia y santidad. Él es la gloria de Dios y todas las virtudes humanas. Nosotros somos personas falsas; únicamente Cristo es veraz. Nuestra humildad es falsa; sólo Cristo es la humildad genuina. Todas las virtudes humanas son sólo sombras; solamente Cristo es realidad. Cristo es muy rico.
Cuando Pablo anunció el evangelio, no anunció doctrina alguna; él anunció a una persona. Pablo anunciaba las inescrutables riquezas de Cristo como evangelio. Nosotros debemos hacer lo mismo hoy. Deberíamos anunciar a Cristo en todas partes alrededor del mundo. Cristo es viviente, veraz, todo-inclusivo, profundo y vasto. Él es rico, y Él lo es todo.
Ser padres no es nada fácil. La gente quiere tener hijos, pero no sabe lo difícil que es ser padres hasta después de tener hijos. Es más fácil tratar con otras personas que con nuestros hijos. Lo más difícil para los padres es tratar con sus hijos. Por consiguiente, quiero informarles a los padres que ellos necesitan a Cristo. Cuando uno tiene a Cristo, sabe cómo tratar con sus hijos. Cristo es nuestra sabiduría en el trato que damos a nuestros hijos. Cuando le tenemos a Él, tenemos sabiduría, porque Él es sabiduría. Además, Él es nuestra vida y nuestra capacidad, de manera que no sólo sabemos cómo tratar con nuestros hijos, sino que también tenemos la capacidad de tratar con ellos. Necesitamos a Cristo. Él es todo lo que necesitamos en nuestro vivir diario.
Pablo anunció a Cristo de esta manera. Pablo no habló de las doctrinas; él anunció a Cristo a los demás y también les proporcionó Cristo. Decirles cuán nutritiva es una bebida y cómo puede saciar la sed es semejante a anunciar doctrinas. Pero si yo les proporciono la bebida, pueden disfrutar de sus nutrientes cuando se la toman. Pablo nos proporcionó las riquezas de Cristo.
Después de hablar del misterio de Cristo, Pablo dobló sus rodillas ante el Padre y oró por los creyentes. Pablo no le pidió al Padre que nos diese paz, prosperidad, riquezas ni éxitos. Él oró que el Padre nos diese “conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo haga Su hogar” en nuestros corazones por medio de la fe (Ef. 3:16-17). Cuando somos fortalecidos en el hombre interior, Cristo puede hacer Su hogar en nuestros corazones; esto es, Cristo ganará terreno en nosotros y será el Amo de nuestro hogar. Ésta es una clave crucial. A fin de ver el misterio de Cristo y las riquezas de Cristo, debemos dejar que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Si Cristo no puede hacer Su hogar en nuestros corazones, no obtendremos nada de Sus riquezas en nuestra experiencia.
Después que una pareja se casa, es inevitable que surjan problemas. A todos les gusta la palabra matrimonio, pero nadie quiere dificultades. Sin embargo, una vez que el matrimonio “se ha enlazado”, la pareja queda unida; esto significa que también deberán esperar problemas. Antes de casarse, un hermano soltero no tiene muchos problemas. Pero después que se case, él comenzará a tener problemas al segundo día de su matrimonio. No es fácil estar casado. Por consiguiente, necesitamos a Cristo. Sin embargo, no sólo debemos tener a Cristo; también debemos dejar que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Si Cristo no hace Su hogar en nosotros, el hecho de que tengamos a Cristo será en vano. Por ejemplo, ¿cuál es el propósito de tener una taza con agua si no tomamos agua? Si tomamos agua, ella entra en nuestro ser y recibimos el suministro.
Es posible que una hermana sea una buena esposa, pero puede representar un problema para su esposo. Si el hermano vive en su parte emotiva, un semblante y un tono desagradable por parte de ella agitarán sus emociones y provocará su enojo. Si él es una persona racional, su mente será capaz de controlarle cuando su ira se enciende. Sin embargo, con el tiempo su ira finalmente vencerá a la mente, y él le responderá a su esposa cuando ella hable. Éste es un ejemplo típico de cómo ocurre un argumento entre el esposo y su esposa. No podemos decir que Cristo no está en ellos. Cristo está en ellos, pero Él no tiene terreno alguno en el esposo ni en la esposa; por ende, permanece confinado dentro de ellos.
El hombre tiene varias partes. Tenemos emociones, que incluyen la ira. Tenemos una mente, en la cual habitan nuestros razonamientos. Tenemos una voluntad, que puede controlar nuestra conducta. Si nuestra voluntad no es fuerte, no podemos controlarnos a nosotros mismos y nos enojamos. Sin embargo, también tenemos un hombre interior, el cual es nuestro espíritu. Cuando perdemos el control y discutimos con nuestro cónyuge, estamos usando nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Cuando reñimos, nuestro hombre interior muchas veces dice débilmente: “¿Por qué estás haciendo esto? ¿De qué estás discutiendo? ¡Cálmate! ¡Ora!”. Cada creyente ha tenido esta clase de experiencia. Esto se refiere a Cristo en nuestro espíritu. Nos enojamos y reñimos con nuestro cónyuge debido a que somos fuertes en nuestra mente y en nuestra parte emotiva; somos fuertes en todo, mas no en nuestro hombre interior, donde Cristo como Espíritu vivificante permanece confinado.
Por consiguiente, Pablo oró para que el Padre nos diera, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo hiciera Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe (vs. 16-17). Cuando nuestro espíritu es fuerte, prevalece sobre nuestra mente, parte emotiva y voluntad; nuestro espíritu puede prevalecer sobre toda nuestra alma. Muchos de nosotros hemos experimentado que nuestra ira se disipa cuando invocamos: “¡Oh Señor!”. Nuestra ira puede compararse a un gran globo que se revienta y se desinfla cuando invocamos al Señor. Cuando somos fortalecidos en el hombre interior, Cristo tiene cabida para salir de su confinamiento. Podemos confesar nuestros pecados, diciendo: “Señor, perdóname por no darte cabida. Yo quiero ser el jefe. Señor, perdóname y gáname”. Al orar de esta manera, le damos a Cristo la oportunidad de impregnar nuestras partes internas y abastecer todo nuestro ser. Cristo puede ganar terreno y hacer Su hogar en nuestros corazones cuando somos fortalecidos en el hombre interior.
En griego la palabra traducida “corazones” en este pasaje no es una palabra carente de significado que se usa para llenar la oración; al contrario, funciona como un sustantivo que tiene un significado preciso, el cual es muy importante para esta oración. El corazón aquí se refiere a nuestro corazón psicológico, y no a nuestro corazón biológico. Nuestro corazón se compone de nuestra mente, parte emotiva, voluntad y conciencia. El hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones equivale a que Él posea estas cuatro partes. La frase haga hogar alude a un verbo que en el griego se deriva del sustantivo traducido “hogar”. Así que, se traduce “hacer hogar”. Cuando visitamos las iglesias, tal vez nos quedemos en una habitación de huéspedes en algún salón de reunión, y el amor y servicio que recibimos de los santos pueden ser perfectos. Sin embargo, por muy perfecto que esté todo, esa habitación no es nuestro hogar. Solamente podemos ser un huésped; no podemos hacer nuestro hogar allí. Tenemos que estar prestos para salir en cualquier momento.
Sería terrible si Cristo fuese meramente un huésped en nosotros. Como cristianos que somos, poseemos la vida del Señor en nuestro interior. Pero la pregunta es si el Señor ha hecho hogar en nuestros corazones. Cuando Él hace hogar en nuestros corazones, Sus riquezas nos son transmitidas a fin de abastecer nuestras necesidades y saciar nuestra sed. Nunca deberíamos pensar que esto es una superstición ni que es meramente la exposición que alguien hizo de la Biblia. Puedo testificar que ésta ha sido mi experiencia por más de cincuenta años.
Cristo es rico; Él es Dios, Él es el Espíritu, Él es vida, y Él es un hombre. En resurrección, Él introdujo la humanidad en la divinidad. Ahora el elemento humano se halla en el Espíritu y en la vida divina. El Cristo resucitado es indescriptiblemente rico.
El Cristo en quien nosotros creemos es verdadero. Él es un misterio y Él es rico. Sin embargo, Él tiene que hacer Su hogar en nosotros. El hecho de que Él haga Su hogar en nosotros implica que le entregamos todo a Él, y Él nos abastecerá interiormente. Si nos hace falta sabiduría, Él es nuestra sabiduría. Si nos hace falta paciencia, Él es nuestra paciencia. Si no tenemos humildad, Él es nuestra humildad. Él es todo aquello que nos hace falta. Él no es una religión objetiva, ni es una doctrina. Él está viviendo dentro de nosotros. Él es Dios, hombre, el Espíritu y la vida; Él es el todo y en todos. Sus riquezas son inescrutables e inagotables. Si nos abrimos a Él, le cedemos terreno a Él y dejamos que nuestro hombre interior prevalezca sobre nuestra mente, parte emotiva y voluntad, Cristo tendrá cabida para hacer Su hogar en nosotros.
Entonces, seremos llenos de las riquezas de Cristo, de Su rico suministro. El resultado de que estemos llenos es que llegamos a ser la plenitud de Dios, esto es, la expresión de Dios. Expresaremos a Dios. Esta expresión es la iglesia. La multiforme sabiduría de Dios es dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y autoridades en los lugares celestiales. Esto es lo que nosotros en el recobro del Señor anunciamos y testificamos en todos los países y en todo lugar. Espero que los jóvenes, los adultos jóvenes, los de edad mediana y los de edad avanzada entre nosotros vean este misterio. Ésta es nuestra visión y éste es nuestro testimonio.