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Mensajes del libro «Gran misterio: Cristo y la iglesia, El»
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CAPÍTULO SEIS

LA IGLESIA ES EL CUERPO DE CRISTO

  Lectura bíblica: Ef. 4:4-6, 13-16, 22-24

NUESTRA VISIÓN BÁSICA ES EL MISTERIO PROFUNDO OCULTO EN LA BIBLIA

  El Señor nos ha mostrado una visión. Esta visión no sólo incluye la revelación hallada en la superficie de la Biblia, sino también el misterio profundo oculto en la Biblia. Cualquiera puede entender la revelación hallada en la superficie de la Biblia; sin embargo, para entender el misterio oculto en las profundidades de la Biblia, debemos ser iluminados por Dios y necesitamos mucha experiencia. Sin luz y sin experiencia, es difícil ver el misterio oculto en la Biblia.

  El misterio profundo oculto en la Biblia está relacionado con Dios, porque Dios es un misterio. El universo que Él creó también es un misterio. A lo largo de los siglos, las preguntas relacionadas con el significado del universo y el propósito de la existencia del hombre no han sido resueltas. La Biblia revela que el Señor Jesús fue la persona más excelente en la historia humana. Ningún historiador puede entender al Señor Jesús ni describirle por completo. Por tanto, el Señor Jesús es un misterio. La Biblia habla de otro asunto que guarda relación con el significado del universo y con el significado de la existencia humana. Este asunto es la iglesia.

  El significado de la palabra iglesia es la “asamblea de los que han sido llamados a salir”. Hay millones de personas en el mundo, pero sólo un pequeño número de ellos creen en el Señor Jesús, han sido limpiados por Su sangre preciosa y han sido regenerados por el Espíritu. Ellos han sido llamados y apartados por Dios. Cuando se reúnen, son la asamblea de los llamados. Antes que el cristianismo llegara a China, el término asamblea de los llamados no se usaba en la antigua literatura china. La palabra iglesia fue traducida al chino como “asamblea religiosa”. La palabra religiosa no es apropiada. La frase asamblea de los llamados es mucho mejor que asamblea religiosa. Somos la asamblea de los llamados. Sin embargo, el término asamblea de los llamados no puede explicar cabalmente el significado de este misterio. La iglesia es un verdadero misterio.

  Dios es un misterio, el universo es un misterio, Cristo es un misterio y la iglesia es un misterio. Los que desean conocer estos misterios deben leer la Biblia. Lamentablemente, ellos no los ven ni siquiera después de leer la Biblia varias veces. Quienes leen la Biblia saben que Dios creó los cielos y la tierra y que el hombre pecó. También saben que Dios envió a Su Hijo, Jesucristo, para que efectuara la redención del hombre. Es fácil ver estas cosas en la Biblia, pero no es fácil ver el misterio de Dios, ni el misterio del universo ni el misterio de Cristo. Las personas ven al Cristo que se halla en la superficie de la Biblia, pero no ven el misterio de Cristo; no ven que la iglesia es un misterio. Pueden ver lo que está en la superficie, pero no las cosas profundas. Pueden ver la revelación hallada en la superficie, pero no tienen una visión del misterio. En las últimas décadas Dios ha abierto la Biblia y nos ha dado una visión de este misterio.

  El misterio de Dios es Cristo; Cristo es el misterio de Dios. Si queremos conocer a Dios, tenemos que acudir a Cristo. Cuando hallamos a Cristo, hallamos a Dios. Cuando conocemos a Cristo, conocemos a Dios. ¿Quién es Dios? Si queremos conocer a Dios, debemos mirar a Cristo, porque Cristo es la definición, explicación, significado y expresión de Dios. Todo lo que Dios es, todo lo que Él hace y todo lo que Él tiene habita en Cristo. Todo lo relacionado con Dios habita en Cristo. Cristo es la corporificación de Dios; por tanto, conocer a Cristo es conocer a Dios. Cristo nació como hombre, vivió en la tierra durante treinta y tres años y medio, fue crucificado y resucitó de los muertos. Ahora Él es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Después de pasar por este proceso, Cristo fue manifestado como misterio de Dios. Ahora sabemos la manera de tener contacto con Dios. Todo lo que Dios es, tiene y hace se encuentra en Cristo y se expresa por medio de Cristo. Cristo es el misterio de Dios.

EL MISTERIO DE CRISTO ES LA IGLESIA

  Dios es un misterio, y Cristo también es un misterio. La Biblia revela que el misterio de Dios es Cristo y que el misterio de Cristo es la iglesia (Col. 2:2; Ef. 3:4-6). La iglesia es el misterio de Cristo. En otras palabras, la iglesia es la imagen, expresión y explicación de Cristo. No deberíamos pensar que la iglesia se refiere a una capilla. La iglesia no es una capilla. Además, la iglesia como misterio no alude meramente a una congregación de un grupo de personas que han sido salvas y llamadas por Dios. Aun cuando conocemos la apariencia externa del cuerpo físico de una persona, no conocemos sus pensamientos, ideas, emociones, estados de ánimo ni intenciones, ni tampoco conocemos su constitución espiritual. No conocemos su persona interior, porque su verdadera persona no puede ser plenamente expresada ni representada por los miembros de su cuerpo. Cada creyente es una parte de la iglesia; por tanto, los creyentes colectivamente son la iglesia. Sin embargo, ésta es sólo una descripción externa de la iglesia. La iglesia tiene un aspecto más profundo e intrínseco. El aspecto intrínseco de la iglesia es Cristo.

  Cuando un hermano es salvo, otros pueden ver que él ha creído en Jesús y que asiste a las reuniones, pero probablemente no saben lo que le ha sucedido en su interior. Tal vez ni el hermano mismo es capaz de explicarse lo que le sucedió. Algo le ocurrió interiormente, pero no lo puede explicar. El hecho que no lo pueda explicar nos habla de un misterio. Antes de ser salvo, él se enojaba con facilidad, iba a los cines, jugaba naipes para relajarse, e incluso maldecía o golpeaba a la gente. Pero un día él creyó en el Señor, oró e invocó Su nombre. Luego, algo sucedió dentro de él. Cuando quería enojarse, una voz dentro de él le decía: “No pierdas la paciencia. Detente”. Antes de ser salvo, él se sentía mejor cuando se enojaba. Pero después que recibió su salvación, ya no se sentía bien cuando perdía la paciencia, porque Alguien dentro de él lo molestaba. Este Alguien es el Señor Jesucristo. Otros tal vez no entiendan esto, pero nosotros sabemos que hay una persona viviente en nuestro ser. Esta persona viviente es el Señor Jesucristo.

  El Señor Jesús está en nosotros. Algunas personas dicen que no podemos verle a Él ni sentirle. Es cierto que no podemos verle, pero es incorrecto decir que no podemos sentirle. A veces no estamos conscientes de Él, pero otras veces sentimos que Él nos está molestando. Antes nadie podía controlarnos cuando nos enojábamos. Sin embargo, ahora cuando estamos enojados, Él no sólo nos regula, incluso puede ser que nos reprenda, preguntando: “¿Por qué te enojas cuando te equivocas?”. Todos los creyentes han tenido experiencias semejantes.

  Cristo es el Señor veraz y viviente. Él es el Espíritu que mora en nosotros. Los cristianos pueden ser vivientes, fuertes y no temerle a la persecución, y pueden vencer el pecado y las tinieblas debido al Señor. Antes de ser salva, una persona podía fácilmente ser tentada a pecar, pero después de ser salva, no flaquea tan fácilmente al ser tentada. Incluso puede vencer las tentaciones, porque hay poder en su interior. Este poder viviente es Cristo. Cristo es el Espíritu vivificante en nosotros. Ésta es la experiencia del Cristo que mora en nosotros.

  Antes de creer en el Señor Jesús, estábamos solos, pero ahora ya no lo estamos; hay una persona en nosotros. Esta persona es el Señor Jesús. Él es tan bueno que frecuentemente le damos gracias y le alabamos. Sin embargo, a veces Él nos molesta y no nos deja en paz. Quizás una hermana quiere comprarse un vestido, pero el Señor no quiere que lo compre. Por esta razón, Él expresa Su parecer y le hace sentir que Él no está de acuerdo. Si la hermana insiste en comprar el vestido, Él la perturbará. Mientras ella habla con la vendedora, puede ser que Él diga: “¿Por qué estás regateando con ella? Vete a casa. ¡No lo compres!”. La hermana le está hablando a la vendedora, pero el Señor le está hablando a la hermana. Tal vez ella se ponga triste e incluso enojada, pero el Señor no se enoja. Si la hermana continua insistiendo, no tendrá paz, porque el Señor continuará diciéndole que Él no aprueba esa compra. Podría ser que Él la perturbe tanto que ella no puede comer bien ni dormir bien por varios días. Ésta es una experiencia del Cristo que vive en nosotros.

  En el recobro del Señor, nosotros los cristianos hemos sido cautivados por Cristo; Él nos ha encantado. Tenemos muchas reuniones cada semana, y siempre acudimos al salón de reunión. Vamos al salón de reunión después de trabajar, y también en los días festivos. Nuestros parientes y nuestras amistades no entienden por qué nos interesa más ir al salón de reunión que viajar o salir de paseo. En el salón de reunión sólo hay Biblias, himnarios y libros espirituales. Puede ser que nuestros parientes y nuestras amistades incluso nos sigan a la reunión para descubrir qué es lo que hacemos. En el salón de reunión ellos sólo ven que las personas cantan himnos, oran y escuchan la palabra del Señor. Puesto que no entienden lo que hacemos, para ellos la iglesia es un misterio.

  Aunque yo era joven cuando creí en el Señor Jesús, iba frecuentemente a las reuniones porque fui conmovido por el Señor. Como resultado, mi madre me dijo: “Yo también creo en Jesús, pero sólo voy en la mañana del día del Señor. ¿Por qué asistes a tres reuniones en el día del Señor? Vas a una reunión en la mañana, a otra en la tarde y otra en la noche. ¿Por qué también vas a tantas reuniones durante la semana?”. En ese entonces yo tenía cerca de veintiún años de edad. No disfrutaba nada más que ir a las reuniones. Aun si llovía a cántaros, no estaba contento a menos que fuera a la reunión. Tan pronto entraba en el salón de reunión, me sentía contento. Cuando me sentaba allí, se me olvidaban todos mis problemas. Esto es un misterio.

  Cristo es un misterio, y Cristo en nosotros también es un misterio. El Cristo que está en usted no está separado del Cristo que está en mí. Cristo en nosotros es un hecho que puede compararse con la electricidad. Podemos ser como muchas bombillas de luz por las cuales fluye la corriente eléctrica.

  Cristo está fluyendo a través de todos nosotros, y Su fluir nos vincula a todos. Estamos unidos como una sola entidad en virtud de Cristo, por medio de Cristo y en Cristo; esta entidad única es la iglesia. Hablando con propiedad, usted no es la iglesia, y yo no soy la iglesia; nosotros no somos la iglesia. La iglesia es el Cristo que está en usted, en mí y en todos nosotros. La iglesia es Cristo en Sus creyentes. Si Cristo no hubiera entrado en nosotros, Él seguiría siendo Cristo pero no la iglesia. Cuando Él entra en nosotros, Él llega a ser la iglesia.

  La iglesia no es el Cristo que está en el cielo, ni el Cristo que está fuera de nosotros. A fin de ser la iglesia, Cristo tiene que entrar en nosotros. La iglesia es un misterio porque Cristo en nosotros es un misterio. La iglesia es profunda y misteriosa. No es una capilla, ni es meramente una congregación de un grupo de personas que creen en Jesús. La iglesia es Cristo en todos los santos.

  Somos aquellos que Dios llamó, y Cristo está en nosotros. Si al congregarnos estamos llenos de críticas y argumentos, no somos la iglesia. La iglesia es el Cristo que se expresa a través de nosotros. Cuando nos congregamos y exhibimos a Cristo, somos la iglesia. La iglesia no es meramente una congregación de un grupo de personas. La iglesia es Cristo en nosotros, y el Cristo que expresamos en nuestro vivir.

LA IGLESIA ES EL CUERPO DE CRISTO

  La iglesia es el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo es una entidad corporativa. No somos la iglesia si estamos separados los unos de los otros. Por esta razón, la Biblia revela que la iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23). El Señor Jesucristo se encarnó para ser un hombre con un cuerpo físico. Sin embargo, el Cuerpo de Cristo en Efesios no se refiere al cuerpo físico de carne y sangre, sino al Cuerpo místico que se compone de millones de creyentes. La iglesia es el Cuerpo de Cristo; por tanto, la iglesia posee a Cristo y es el misterio de Cristo.

  Es imposible que una persona normal tenga sólo una cabeza sin un cuerpo. Esto también se aplica a Cristo. Cristo es la Cabeza; Él tiene un Cuerpo, y Él es el Cuerpo. Es difícil para los expositores de la Biblia explicar este asunto en detalle, porque el Cuerpo de Cristo es un misterio.

El Espíritu es la realidad del Cuerpo

  Efesios 4:4 dice: “Un Cuerpo, y un Espíritu”. Pablo asocia un solo Cuerpo con un solo Espíritu, debido a que la realidad y esencia de la iglesia como Cuerpo de Cristo es el Espíritu, al igual que la madera es la realidad y esencia de una mesa de madera. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, y la iglesia es el Espíritu, porque el Espíritu es la esencia del Cuerpo de Cristo.

  El Espíritu es el Cuerpo, porque el Espíritu es la realidad del Cuerpo y la esencia del Cuerpo. El Cristo que mora en nosotros es nuestra vida. Sin embargo, si vivimos por el yo o por la carne, no somos el Cuerpo de Cristo, porque el Cuerpo de Cristo es el Espíritu. Sólo cuando vivimos por el Espíritu podemos ser el Cuerpo de Cristo.

  Si sabemos que la iglesia es el misterio de Cristo y el Cuerpo de Cristo, comprenderemos que la iglesia no es simplemente una congregación de creyentes. Únicamente cuando vivimos en el Espíritu somos la iglesia. Si no vivimos en el Espíritu, no somos la iglesia. Consideremos el caso de dos hermanos que aman al Señor, leen la Biblia con frecuencia y sirven en gran manera. Los dos están cautivados por el Señor Jesús, y no aman el mundo, ni tampoco les preocupa su futuro; ellos lo han abandonado todo por Jesús. No obstante, esto no hace de ellos la iglesia. Si ellos viven en la carne, murmuran, critican o se enojan, ellos no son la iglesia. Tal vez el hermano A le dice al hermano B: “¿Por qué usted siempre tiene que hablar desde la plataforma? Debería dar oportunidad a los otros”. Y el hermano B puede responder: “¡Adelante, hable usted!”. ¿Es esto la iglesia? Cuando no estamos en el Espíritu, no somos la iglesia.

  Supongamos que los dos hermanos viven en la mente o según la cultura. Es posible que ellos sean muy corteses y amables, pero en realidad son hipócritas. Esto no es la iglesia. Debido a que el hermano A no sabe qué decir, tal vez pregunte: “¿Cómo ha estado usted en estos últimos días? ¿Cómo está su esposa? ¿Cómo están sus hijos?”. Aun cuando el hermano B está molesto, tal vez le responda: “Estoy muy bien. Gracias”. Esto es una formalidad. El hermano A está siendo hipócrita porque su pregunta es una formalidad, y el hermano B también es un hipócrita porque finge que no está sufriendo. Los dos hermanos no están en el Espíritu y, por tanto, ellos no son la iglesia. Si no vivimos por el Espíritu, no somos la iglesia.

  En la actualidad la iglesia es débil. No está avanzando, no es rica, no es viviente, no es elevada y no es liberada, debido a que nuestro vivir no es la iglesia. La iglesia es singularmente una, pero hay muchas cosas que no son la iglesia. Podemos ser muchas cosas y no ser la iglesia. Podemos ser mansos y no irascibles; podemos ser gentiles y no ásperos, y prudentes en vez de insensatos, y aun así no somos la iglesia, porque no estamos en el Espíritu. Cuando no estamos en el Espíritu, no somos la iglesia.

  Ser la iglesia no es asunto sencillo. La iglesia tiene que estar en el Espíritu, y tiene que ser el Espíritu. Es fácil que las personas no estén en el Espíritu. Por ejemplo, hay una sola diana en el tiro al blanco, y no es fácil hacer diana. Si no hacemos diana, no habremos dado al blanco.

  La frase un Cuerpo, y un Espíritu indica que el Cuerpo es el Espíritu y que el Espíritu es el Cuerpo. Algunos cristianos piensan que es una herejía decir que la iglesia es el Espíritu. Ellos dicen: “El Espíritu es el Espíritu Santo; ¿cómo pueden decir que el Espíritu es la iglesia?”. Ellos no entienden esto, porque carecen de luz y de experiencia. La Biblia dice: “Un Cuerpo, y un Espíritu”. El Cuerpo es el Espíritu, y el Espíritu es el Cuerpo. Sin embargo, hay una distinción: el Espíritu que está fuera de nosotros no es el Cuerpo; sólo el Espíritu que mora en nosotros es el Cuerpo. Según este principio, somos el Cuerpo porque el Espíritu está en nosotros. Cuando estamos en el Espíritu, somos el Cuerpo, pero cuando no estamos en el Espíritu, no somos el Cuerpo.

  Efesios 4:4 continúa: “Como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación”. La palabra esperanza se refiere a la transfiguración de nuestro cuerpo, esto es, a nuestra entrada en la gloria, nuestra esperanza de gloria. El versículo 5 dice: “Un Señor, una fe, un bautismo”. Tenemos un Señor viviente. Los que creen en Él, le reciben y son bautizados, serán resucitados juntamente con Él. El versículo 6 dice: “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”.

  La iglesia es una entidad viviente, un organismo; es la mezcla del Dios Triuno con el hombre. Los versículos del 4 al 6 hablan del Espíritu, del Señor y del Padre. El Padre es el primero en la Trinidad; el Señor, el Hijo, es el segundo en la Trinidad, y el Espíritu es el tercero en la Trinidad. El Dios Triuno está completamente mezclado con la iglesia.

El crecimiento del Cuerpo depende del aumento de Dios

  El Cuerpo es la mezcla del Dios Triuno con los creyentes. El Cuerpo necesita ser edificado. La edificación del Cuerpo de Cristo es diferente de la de una casa. La edificación de una casa consiste en unir una pieza de material a otra. La edificación del Cuerpo depende del crecimiento. Los versículos del 13 al 16 dicen: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños [...] sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. Este pasaje habla varias veces del crecimiento, porque el crecimiento equivale a la edificación. El crecimiento no depende de los predicadores; el crecimiento depende de cada miembro del Cuerpo, es decir, cada creyente. Cuando el elemento de Dios crece en cada creyente, el Cuerpo crece y se edifica a sí mismo en amor. Colosenses 2:19 dice: “Asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el Cuerpo, recibiendo el rico suministro y siendo entrelazado por medio de las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios”. El crecimiento del Cuerpo es el resultado del aumento de Dios en el Cuerpo. Este aumento es el crecimiento.

  Puede sonar extraño hablar de que Dios aumenta en nosotros, pero los que tienen experiencia saben que ésta es una palabra preciosa e iluminadora. Cuando fuimos salvos, recibimos a Dios, pero necesitamos que haya más de Dios en nosotros. Esto significa que el elemento de Dios debe crecer en nosotros. Algunos tal vez digan: “Hace unos pocos meses atrás yo era muy espiritual. Cantaba aleluyas todos los días, y no perdía la paciencia, pero ahora me hallo muy abatido. No puedo levantarme; interiormente ya no me siento animado. Por ello, no me atrevo a decir que el elemento de Dios ha aumentado en mí. Tal vez yo tenía más del elemento de Dios hace unos meses atrás”. Necesitamos ver que una vez que Dios entra en una persona, Él nunca se va. Dios aumenta, pero Él no decrece. Un hermano pudo haber llevado una vida vencedora y luego sentirse muy abatido unos pocos meses después, pero el elemento que él tiene de Dios no ha disminuido. Estar abatido es sólo un sentimiento; Dios permanece inmutable en nosotros. Una vez que Él entra, Él no saldrá de ahí, y cuando Él aumenta, Él no decrece. Con Dios sólo hay entrada; no hay salida. Sólo hay incremento; no hay disminución.

  Los cristianos tienen el concepto erróneo de que ellos tienen más del elemento de Dios cuando están venciendo y se sienten animados, pero que Dios ya no está con ellos cuando están abatidos o enojados. Una persona con este concepto carece de entendimiento y experiencia. Según la Biblia y la experiencia cristiana, Dios sólo puede entrar en el hombre; Él no se va. Él no se irá en esta era, ni en la era venidera ni en la eternidad.

  Estamos muy agradecidos con Dios por el hecho de que Él aumente en nosotros. Como resultado de Su aumento, podemos crecer en vida junto con otros creyentes. Este crecimiento equivale a la edificación. Los miembros de nuestro cuerpo físico no están unidos ni entrelazados de la manera en que una casa está edificada y construida. Los miembros de nuestro cuerpo crecen juntos en vida. Si la vida de nuestro cuerpo muere, sus miembros también mueren. Todos los miembros de nuestro cuerpo están unidos como un solo cuerpo mediante nuestro crecimiento en vida. Esto también se aplica a la edificación de la iglesia. Cuanto más una persona crece en vida, más crecerá juntamente con los demás.

  Podemos testificar que cuando éramos nuevos creyentes, éramos celosos por el Señor, y asistir a las reuniones nos causaba gran gozo. Sin embargo, no estábamos adecuadamente unidos a los santos. A veces no nos atrevemos a tocar a los nuevos creyentes, porque tememos que ellos sean tan frágiles como el vidrio y puedan romperse. Sin embargo, después de unos años, cuando ellos están unidos a otros en la iglesia, no tememos que se rompan cuando se les toque. Esto muestra que la vida divina está creciendo en ellos. Cuando la vida crece, espontáneamente crecemos junto con todos los santos y somos unidos a ellos. En esto consiste la edificación.

LA IGLESIA ES EL NUEVO HOMBRE QUE TIENE A CRISTO COMO SU PERSONA

  Cuando todos los miembros del Cuerpo son juntamente edificados, el Cuerpo llega a ser el nuevo hombre. La iglesia no solamente es el Cuerpo de Cristo, sino también el nuevo hombre. Un cuerpo necesita vida; si no tiene vida no es un cuerpo. Sin embargo, un hombre no sólo necesita vida, sino también su persona. La iglesia es el Cuerpo de Cristo y también el nuevo hombre. Como Cuerpo, la iglesia toma a Cristo como su vida; como el nuevo hombre, la iglesia toma a Cristo como su persona. La manifestación del nuevo hombre depende de que los creyentes tomen a Cristo como su persona.

  Efesios 4:22-24 dice: “Que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. El secreto de despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo conlleva un cambio de personas. En el pasado vivíamos en nuestro viejo hombre, pero ahora tenemos que vivir en el nuevo hombre. Por tanto, no sólo debe haber un crecimiento, sino también un cambio de personas. A fin de ser renovados, debemos permitir que el elemento de Dios aumente en nosotros a diario, y también necesitamos que diariamente ocurra un cambio de personas. En el Nuevo Testamento, ser renovados denota ser transformados. Cuando somos renovados, somos transformados. Esto no consiste en una corrección externa de nuestro carácter, sino en la transformación de nuestro ser interior hasta que tengamos la misma imagen del Señor por dentro y por fuera.

  El versículo 22 dice que el viejo hombre “se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño”. En griego la palabra traducida “engaño” es un sustantivo, y no un verbo. Hay algo que se llama engaño. La vieja creación se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño. El versículo 24 dice que el nuevo hombre fue “creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. En griego las palabras traducidas “engaño” y “realidad” están personificadas. Engaño se refiere a Satanás; realidad se refiere a Dios. Satanás, que se llama engaño, es la persona en nuestro viejo hombre y Dios, quien es la realidad, es la persona en nuestro nuevo hombre. Satanás es el engaño, pero Dios es la realidad. Todo lo que hacemos cuando vivimos en el viejo hombre es engañoso, pues el engaño es nuestra persona. Sin embargo, nuestra persona ha cambiado. El Señor es nuestra nueva persona, y Él es Dios. Él es la realidad, en la cual se hallan la justicia y la santidad. La justicia se refiere a estar bien con Dios y con el hombre en todas las cosas, sin que haya nada injusto, indebido o inapropiado. La santidad denota ser igual a Dios en naturaleza y ser completamente separado de todo lo común, esto es, de todo lo que no sea Dios. Por tanto, la iglesia no sólo es el Cuerpo de Cristo; la iglesia también es el nuevo hombre que toma a Cristo como su persona.

  Hay tres puntos cruciales en Efesios 4. Primero, la iglesia es un solo Cuerpo mezclado con el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Segundo, el Cuerpo está siendo edificado mediante el crecimiento en vida, lo cual depende del aumento de Dios dentro de los miembros. Tercero, el Cuerpo crece, es edificado y vive por otra persona a fin de llegar a ser el nuevo hombre, que tiene la imagen del Señor con la cual ha de expresarle.

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