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Mensajes del libro «Gran misterio: Cristo y la iglesia, El»
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SECCIÓN TRES: EL MISTERIO DE LA IGLESIA

CAPÍTULO NUEVE

CRISTO HACE SU HOGAR EN NUESTROS CORAZONES

  Lectura bíblica: Ef. 3:2-10, 14-19

  Hemos visto que el misterio de Dios es Cristo y que el misterio de Cristo es la iglesia (Col. 2:2; Ef. 3:4-6). Cristo y la iglesia son el gran misterio (5:32). Dios es un misterio. Nuestro Dios misterioso habita corporalmente en Cristo (Col. 2:9). Todo lo de Dios está en Cristo. Cuando vemos a Cristo, vemos a Dios (Jn. 14:9). Cuando contactamos a Cristo, contactamos a Dios. Así que, cuando tenemos a Cristo, tenemos a Dios. Cristo es la corporificación de Dios. No obstante, Cristo también es un misterio. El misterio de Cristo es la iglesia. Así como Dios está corporificado en Cristo, Cristo está corporificado en la iglesia. Una vez que contactamos la iglesia, contactamos a Cristo. Cuando estamos en la iglesia, estamos en Cristo. La iglesia es el misterio de Cristo.

LA MANIFESTACIÓN DE LA IGLESIA DEPENDE DE QUE CRISTO HAGA SU HOGAR EN NUESTROS CORAZONES

  En este capítulo consideraremos Efesios 3:17: “Que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones”. El que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones es un misterio. Este versículo no habla de que Cristo haga Su hogar en nuestros hogares, sino de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. La mayor parte de los cristianos sólo sabe que Cristo está con ellos; muy pocos entienden claramente que Cristo quiere hacer Su hogar en sus corazones. Por tanto, muchos cristianos sólo creen y experimentan este hecho de que Cristo esté con ellos de una manera general. Sin embargo, el que Cristo quiera hacer Su hogar en nuestros corazones es un proceso muy específico. Nuestro corazón es la parte central de nuestro ser, y Cristo quiere hacer Su hogar en la parte central de nuestro ser. La manera en que Él hace Su hogar en nuestros corazones no es externa ni superficial; tal manera afecta lo más recóndito de nuestro ser con el fin de que experimentemos la realidad de la vida de iglesia. En el cristianismo actual prácticamente no podemos ver ni la realidad de la iglesia ni su manifestación. La manifestación de la iglesia depende de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones.

SIETE COSAS NOTABLES EN EFESIOS 3

El misterio de Cristo

  Efesios 3 presenta siete cosas cruciales. La primera cosa crucial es el misterio de Cristo mencionado en el versículo 4. El misterio de Cristo indica que Cristo es un misterio, pero este misterio ya no está escondido en los cielos ni en Dios. Cristo como misterio ha sido revelado a nosotros y en nosotros, y Él ahora mora en nosotros. Colosenses habla de este misterio cuando dice: “Cristo en vosotros” (1:27). Tenemos algo misterioso en nuestros corazones: Cristo. Hoy en día Cristo ya no es meramente objetivo; Él nos ha alcanzado y está en nosotros de manera subjetiva. Cristo no sólo está fuera de nosotros en nuestro derredor, sino también en nuestros corazones, en la parte más profunda de nuestro ser. Por tanto, Él es un misterio.

  Nosotros los cristianos estamos llenos de gozo debido a que Cristo está en nosotros, pero otras personas no saben por qué estamos gozosos. A ellos les parece como si estuviésemos en los cielos, no en la tierra. Esto es un misterio para ellos. Podemos soportar lo que otros no pueden soportar, pero la fuente de nuestra fortaleza y poder es un misterio. Podemos amar a quienes son muy difíciles de amar, y también podemos ser virtuosos para con los demás, pero la fuente de nuestro amor y virtudes es difícil de entender. Verdaderamente somos un misterio para otros. Sin embargo, no es ningún misterio para nosotros; conocemos la fuente de nuestro poder y vida. Cristo dentro de nosotros es nuestro poder y nuestra vida. El secreto para nuestra vida cristiana es Cristo en nosotros.

Las inescrutables riquezas de Cristo

  La segunda cosa crucial de Efesios 3 son las inescrutables riquezas de Cristo halladas en el versículo 8. En este versículo Pablo dice: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo como evangelio”, y en el versículo 2 él dice: “Si es que habéis oído de la mayordomía de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros”. Además, en 1 Corintios 9:17 él dice: “Una mayordomía me ha sido encomendada”. Mayordomía aquí incluye la impartición de las inescrutables riquezas de Cristo. No meramente se trata de las riquezas de Cristo, sino de las inescrutables riquezas de Cristo. Pablo no anunció enseñanzas ni teología; él anunció las inescrutables riquezas de Cristo.

  ¿Qué son las inescrutables riquezas de Cristo? El primer elemento del contenido de las riquezas de Cristo es Dios. En Cristo la gente encuentra a Dios. Dios es un gran tesoro, pero Dios solamente puede encontrarse en Cristo. El segundo elemento del contenido de las riquezas de Cristo es la vida divina. Esta vida es muy subjetiva, y muy crucial. La vida divina está en Cristo. Si queremos tener la vida divina, debemos tener a Cristo. El tercer elemento del contenido de las riquezas de Cristo es Su humanidad perfecta. Todos los seres humanos tienen defectos e imperfecciones. A veces uno se siente bien consigo mismo, pero con más frecuencia nos sentimos insatisfechos con nosotros mismos, porque sabemos que no somos buenos. Sólo Cristo es perfecto; Él no tiene defectos. Él es el hombre perfecto. Si queremos tener una humanidad adecuada y perfecta, debemos tener a Cristo. Una vez que tenemos a Cristo, tenemos a Dios, la vida y la humanidad perfecta de Cristo. No es posible enumerar todas Sus riquezas, porque son inescrutables.

  Pablo anunció al Cristo inescrutablemente rico como evangelio. Por la misericordia y gracia de Dios, también nosotros debemos anunciarle a Él de esta manera. En el recobro del Señor no deberíamos anunciar enseñanzas ni teología, sino al Cristo vivo. Debemos ministrar este rico Cristo a los demás; Él está lleno de riquezas. Necesitamos ministrar a este Cristo con Sus inescrutables riquezas a los demás día tras día.

La economía del misterio

  La tercera cosa crucial de Efesios 3 es la economía del misterio en el versículo 9. La palabra griega traducida “economía” implica impartición. La economía de Dios consiste en impartir a Cristo. Por ejemplo, si yo distribuyo papel moneda, mi economía tiene que ver con la distribución del papel moneda. Sin embargo, en vez de dinero, Pablo impartía las riquezas de Cristo. Todos los cristianos genuinos pueden testificar que desde el día en que invocaron el nombre del Señor, algo misterioso fue impartido dentro de ellos. Esta cosa misteriosa era Cristo.

  Tenemos el misterio de Cristo y hemos experimentado en cierta medida las riquezas de este Cristo misterioso que fueron impartidos en nuestro ser. Disfrutamos a Él y le experimentamos, y Él ha venido a ser nuestra vida y suministro de vida, nuestro sustento y nuestra fuerza. Cuanto más le experimentamos a Él, mayor impartición recibimos; en esto consiste la impartición de Sus riquezas en nuestro interior. Tal impartición equivale a la impartición de un misterio, el cual las personas no pueden entender. Aunque es un misterio, es una impartición muy dulce, rica y excelente. Una vez que estas riquezas son impartidas a nuestro ser, nos sentimos alegres, llenos de vigor y fortalecidos. Éste es el resultado de haber disfrutado las riquezas de Cristo.

  Como creyentes que somos, Cristo está en todos nosotros. A veces no le amamos a Él, y puede ser que le digamos: “Señor, no te amo”. Pero desde lo profundo de nuestro ser, Él dirá: “¡Yo te amo a ti!”. Otras veces le decimos: “Señor, no me siento contento contigo”. Pero Él dirá: “Me agradas; Yo te necesito”. Una vez que recibimos a Cristo, Él no nos dejará, no importa cuánto tratemos de alejarlo. A veces hasta podemos decirle: “Señor, no me agrada que estés en mí”, pero Él dirá: “Me agrada estar en ti”. Así que, todo lo que podemos hacer es amarle a Él. Cuando le decimos: “Señor, te amo”, Él responde: “Yo también te amo”. Esto ocurre una y otra vez, y ésta es la razón por la cual los cristianos a veces se hallan fuera de sí. Seamos chinos, japoneses, norteamericanos o de otra nacionalidad, aun así todos estamos fuera de nosotros mismos debido a Cristo. Cuando nos congregamos, las personas ajenas no nos entienden e incluso dirán que somos supersticiosos, pero cuanto más somos cautivados por Jesús, más gozosos estamos. Esto se debe a que tenemos la impartición de este misterio.

  Externamente, algunos de nosotros son japoneses y otros son chinos. Normalmente es difícil que un japonés y un chino se amen, pero siempre que yo, un anciano chino, voy a Japón, dentro de mí siento un profundo amor por los santos japoneses. La razón de esto no es que nos conocemos unos a otros ni que podemos comunicarnos en el mismo idioma. Esto se debe a que tenemos la impartición de este misterio.

La iglesia

  La cuarta cosa crucial de Efesios 3 es la iglesia mencionada en el versículo 10. Este capítulo habla del misterio de Cristo, de las riquezas de Cristo, de la impartición del misterio y de la iglesia. La iglesia es producida por la impartición del misterio. Cuando Cristo se imparte en usted, en mí y en todos los creyentes, todos disfrutamos a Cristo. El resultado de esta impartición y disfrute es la producción de la iglesia. Hemos sido llamados para disfrutar a Cristo, y este disfrute de Cristo pone de manifiesto a la iglesia. La iglesia es la congregación y el gozo de las personas que están fuera de sí mismas debido a Cristo. Usted puede decir: “Aleluya”. Yo puedo decir: “Amén”. Todos podemos alabar al Señor. La iglesia no es un edificio; la iglesia es una persona viviente que se regocija en las experiencias de Cristo.

Cristo hace Su hogar en nuestros corazones

  La quinta cosa crucial de Efesios 3 es que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones, según el versículo 17. Aun cuando podemos ver la iglesia, Pablo consideró que esto no era suficiente, así que dijo: “Doblo mis rodillas ante el Padre” (v. 14). Aun cuando conocemos la iglesia y disfrutamos a Cristo, Pablo oró aún por nosotros debido a que no poseemos la suficiente medida de Cristo, y necesitamos más de Cristo.

  Podemos tener más de Cristo al permitir que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Ya tenemos a Cristo en nuestro interior. Cuando invocamos: Oh Señor Jesús, Cristo entró en nosotros. Este Cristo que entró en nosotros es un misterio; este misterio fue impartido en nosotros y entró en la parte central de nuestro ser. Sin embargo, necesitamos más experiencias de Cristo. La habitación de nuestro ser es muy grande, pero el lugar que Cristo ocupa en nosotros frecuentemente es muy pequeño. Necesitamos ganar más de Cristo. Aunque tenemos a Cristo en la parte central de nuestro ser, no le hemos permitido llenar nuestros corazones; debemos dejar que Él haga Su hogar en nuestros corazones.

  En los versículos 16 y 17, Pablo oró para que el Padre nos diese, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu, para que Cristo hiciera Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe. Cristo ciertamente está en nosotros, pero el problema es que no le permitimos extenderse en nosotros. Cuando enfrentamos dificultades en nuestro entorno, tales como perder nuestro trabajo, llevarnos mal con nuestra esposa o tener problemas al coordinarnos con otros, nos volvemos a nuestra mente y pensamos: “¿Cómo puedo resolver este problema? ¿Cómo puedo hallar otro trabajo? ¿Por qué mi esposa me trata de esa manera? ¿Cómo puedo resolver el problema que representa el coordinar?”. Contemplamos esas preguntas una y otra vez y ni siquiera dormimos bien. Cuanto más nos volvemos a nuestra mente, más turbados estamos, y más perdemos nuestra capacidad para decir: “Aleluya”. Aun si nos forzamos a expresar algunas aleluyas, no hay poder ni vitalidad en ello, porque estamos en nuestra mente. Conociendo esta tendencia, Pablo dobló sus rodillas ante el Padre y oró para que el Padre, conforme a las riquezas de Su gloria, diera a los santos el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu. Ser fortalecidos en el hombre interior equivale a volver a nuestro espíritu. Es sólo cuando volvemos a nuestro espíritu que Cristo puede hacer hogar en nuestros corazones por medio de la fe.

  Todos hemos tenido esta experiencia. Cuando estamos en nuestra mente, estamos débiles, pero puede ser que después de algunos días un hermano venga a tener comunión y orar con nosotros. Cuando abrimos nuestra boca para orar y volvernos de nuestra mente a nuestro hombre interior, Cristo imparte más de Sí mismo en nosotros. Cristo quiere impartirse en nosotros diariamente y llenar nuestros corazones. Cuando Él llena nuestros corazones, hace Su hogar en nuestros corazones. Cuando Él nos llena, llega a ser nuestro contenido. Él quiere llenar nuestra mente y nuestros pensamientos, ocupar nuestras emociones y nuestro estado de ánimo, e incluso regir nuestros juicios y decisiones. Cristo quiere llenar cada parte de nuestro ser de esta manera a fin de llegar a ser lo que expresamos en nuestro vivir. Cuando seamos capaces de decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21), nuestros pensamientos serán los pensamientos del Señor, nuestro amor será el amor del Señor y nuestras decisiones serán las decisiones del Señor. Cristo llegará a ser uno con nosotros, y nosotros uno con Él. Es así como Cristo hace Su hogar en nuestros corazones.

  La vida cristiana debería ser una vida en la cual diariamente permitimos que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Esto significa que la vida cristiana debe ser una vida en la cual permitimos que Cristo aumente en nosotros mediante la continua impartición de Sí mismo en nuestro ser, de modo que Él nos llene, ocupe y sature. Entonces experimentaremos el misterio de Dios, Cristo, viviendo en nosotros.

La anchura, longitud, altura y profundidad de Cristo

  La sexta cosa crucial de Efesios 3 es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad mencionadas en el versículo 18. Una vez que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones, descubrimos que Él es infinito. Él es Aquel que es ancho, largo, alto y profundo. Él es la anchura del universo, la longitud del universo, la altura del universo y la profundidad del universo. Su anchura, longitud, altura y profundidad son inmensurables; éste es Cristo. Cuanto más le experimentamos a Él, más conocemos Su infinitud; Él es inagotable. Hay un himno que simplemente dice: “¡Qué Cristo tengo yo!” (Himnos, #232).

La plenitud de Dios

  La séptima cosa crucial de Efesios 3 es la plenitud de Dios revelada en el versículo 19. Pablo dice: “A fin de que [...] seáis plenamente capaces de aprehender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios” (vs. 17-19). Al experimentar a Cristo, descubriremos que Él es inmensurable y seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Si no hay plenitud de agua en una taza, probablemente no se puede ver el agua. Pero si seguimos echando agua en la taza, ésta se llenará, y el agua finalmente se desbordará. Este desbordamiento es la expresión de la plenitud del agua. Cuando la taza tiene muy poca agua, no hay plenitud, y sin plenitud, no hay una expresión. Cuando seamos llenos con las riquezas de Cristo conforme a la anchura, longitud, altura y profundidad de Cristo, seremos la plenitud de Dios, y Dios será expresado por medio de nosotros.

  Efesios 3 habla de siete cosas principales: el misterio de Cristo, las inescrutables riquezas de Cristo, la economía del misterio, la iglesia, el hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, la anchura, longitud, altura y profundidad de Cristo, y la plenitud de Dios. Dios quiere fluir por medio de nosotros y ser expresado a través de nosotros. La iglesia es la plenitud de Dios, el fluir de Dios; la iglesia es un grupo de personas que están llenas de Dios hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Cuando otros ven a estas personas, ven el fluir de Dios. La iglesia es la plenitud de Dios, el desbordamiento de Cristo. Yo creo que las iglesias en todas las localidades llegarán a ser la plenitud de Dios, la cual expresa a Cristo de esta manera. Ésta es la iglesia como misterio de Cristo.

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