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Mensajes del libro «Iglesia como el Cuerpo de Cristo, La»
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CAPÍTULO ONCE

EL CONTENIDO DE LA PLENITUD, SEGÚN SE REVELA EN LOS ESCRITOS DE JUAN: ALIMENTO, SATISFACCIÓN, LIBERTAD, GLORIA Y AMOR

  Lectura bíblica: 1:14, Jn. 1:16; 6:48; 4:13-14; 8:36; 1 Jn. 4:8

  ¿Qué es la iglesia? Debemos pedirle a Dios que abra nuestros ojos y nos permita ver un hecho espiritual y conozcamos el Cuerpo de Cristo. Esto es un asunto muy crucial y profundo. Una persona que no haya recibido ninguna visión ni revelación al respecto no podrá entender esto. Incluso si recibe luz y revelación, aun así necesitará estar atenta delante del Señor a fin de entender algo. Si es negligente, la luz que obtenga en cuanto a un asunto tan misterioso como el Cuerpo de Cristo, lo pasará, como pasa un destello.

  Es posible que tengamos cierta noción de muchos asuntos espirituales y los comprendamos, sin que nadie nos lo enseñe. Pero es muy difícil que nuestro hombre natural comprenda el misterio de la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Si tan sólo somos un poco descuidados, la luz se desvanecerá. El problema de muchos cristianos no es la falta de luz en cuanto a la iglesia, el Cuerpo de Cristo, sino que más bien que menosprecian la luz que han recibido. Debemos orar, pidiéndole al Señor que la luz que hemos recibido permanezca, así como Josué oró para que el sol no se pusiera (Jos. 10:12-13). Debemos pedirle al Señor que esta luz permanezca en nosotros y se intensifique.

  Aquellos que poseen alguna experiencia espiritual saben que la luz espiritual puede brillar como una chispa dentro de nosotros. Por ejemplo, si nos despertamos en la noche y reflexionamos en el Señor, podemos recibir luz; sin embargo, si somos perezosos y nos volvemos a dormir, sin importarnos la luz, ésta se desvanecerá. Cuando recibimos luz, debemos orar de inmediato, pidiéndole al Señor que retenga la luz y no permita que se desvanezca. Después de esta oración, sentiremos que conservamos la luz. La luz brillará en nosotros cuando nos levantemos en la mañana, y permanecerá con nosotros todo el día. Además la luz brillará cada vez con mayor intensidad en nuestro espíritu por muchos días. Entonces veremos claramente el hecho que esa luz nos ha mostrado.

  En el caso de algunos hermanos y hermanas, cuando reciben la palabra del Señor en una reunión, perciben la luz como un relámpago en el cielo, y se sienten muy contentos. Sin embargo, deben ser cuidadosos para que la luz no disminuya gradualmente ni se desvanezca completamente para cuando salgan de la reunión. Cuando escuchemos un mensaje, debemos orar y pedirle al Señor que no permita que la luz se desvanezca, sino que más bien podamos retenerla en nuestro ser, de modo que se intensifique cada vez más hasta que el día sea perfecto.

  Todos hemos experimentado el relampagueo de la luz en nuestro interior durante nuestro tiempo privado de oración o mientras caminamos. Si somos descuidados y negligentes, la luz se desvanecerá en un instante. Por lo tanto, lo mejor es llevar con nosotros una libreta. Incluso mientras dormimos en la noche, debemos tener siempre una libreta cerca de nuestra almohada. Si la luz relampaguea en nosotros cuando nos despertamos en la noche, debemos de inmediato poner por escrito ese sentir interior. Por ejemplo, puede ser que mientras vamos en un auto relampagueen estas palabras en nuestro ser: “De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia” (Jn. 1:16). En ese momento debemos orar, diciendo: “Oh Señor, por favor, retén esta luz por mí. Señor, ten misericordia de mis carencias en los asuntos espirituales, no permitas que esta luz se desvanezca”. Luego debemos escribir la palabra plenitud en nuestra libreta. Podemos entonces preguntar: “Señor, ¿qué es la plenitud? Oh Señor, abre mis ojos para que pueda ver el contenido de la plenitud”. De esta manera, el Espíritu Santo nos revelará una escena tras otra, mostrándonos que el contenido de la plenitud es la vida, la resurrección, la luz y el camino. Así, bajo el resplandor del Espíritu Santo, todos los pasajes tocantes a la plenitud hallados en el Evangelio de Juan, desde el capítulo 1 hasta el capítulo 21, aparecerán vívidamente ante nuestros ojos.

  Es posible que lo que leemos en la Biblia no sea útil en el momento en que lo leemos. Pero cuando recibimos una visión, todo lo que hemos leído regresará a nosotros; las palabras pertinentes resplandecerán. Entonces podremos adorar al Señor y tener comunión con Él. Podremos meditar en la vida como uno de los elementos que se hallan en la plenitud y aplicarlo a nosotros mismos y a la iglesia. De este modo, seremos conducidos a una magnífica visión que nos traerá vida. Esta visión se convertirá en la luz que iluminará a aquellos con quienes tengamos contacto y también los conducirá a la luz.

  No debemos pensar que sea insignificante la visión en cuanto al gran misterio de la iglesia. Debemos pedirle al Señor con toda seriedad que cada vez que tengamos el más leve sentir en nosotros, le pidamos que retenga este sentir en nosotros; que cada vez que tengamos una leve compresión de algo o veamos algo, le pidamos que retenga esa luz y la intensifique. Debemos decirle: “Señor, ésta es la luz de la aurora; es la luz del sol que se levanta por la mañana. No quiero que este sol se ponga; deseo que esta luz vaya en aumento hasta que el día sea perfecto”. Si los hermanos y hermanas están dispuestos a hacer esto, muchos de ellos serán alumbrados, pues verán y entenderán lo que es el Cuerpo de Cristo en esta era.

LA IGLESIA ES LA PLENITUD DE CRISTO

  Efesios nos dice que la iglesia es la plenitud de Cristo (1:22-23). Todo lo relacionado con la iglesia debe ser el desbordamiento de Cristo; y todo lo que no sea la plenitud no puede ser la iglesia. ¿Qué es la plenitud de Cristo? La plenitud de Cristo es el desbordamiento de Cristo. Podemos comparar esto a la plenitud de Adán, al producto de Adán. Quizás alguien pregunte: “¿Dónde está Adán?”. Entonces debemos responder con toda confianza: “Está aquí. Yo soy Adán. ¿Está usted buscando a Adán? Adán está aquí mismo; yo soy la plenitud de Adán”. Que todos recibamos la bendición del Señor, de modo que cuando las personas nos pregunten dónde está Cristo, podamos responder: “Cristo está aquí”. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Cristo, el desbordamiento de Cristo.

  La primera vez que la Biblia nos habla de la plenitud es en Juan 1. Ya hemos visto algunos de los elementos contenidos en la plenitud, según los escritos de Juan. El primer elemento contenido en la plenitud es la vida. Cuando visitamos una localidad, podemos discernir y percibir si la iglesia en esa localidad tiene vida. La plenitud también incluye otros elementos, tales como la resurrección, la luz y el camino. Si una iglesia posee o no el desbordamiento de Cristo, ello dependerá de si allí se encuentra el suministro de vida, la manifestación de la resurrección, el resplandor y el camino. Todos estos elementos nos sirven para poner a prueba una iglesia.

EL CONTENIDO DE LA PLENITUD: ALIMENTO

  En este capítulo queremos ver que en los escritos de Juan el contenido de la plenitud también incluye otros elementos, tales como el alimento, la satisfacción, la libertad, la gloria y el amor. El Señor dijo en Juan 6:48: “Yo soy el pan de vida”. Por consiguiente, el alimento es otro de los elementos contenidos en la plenitud. La plenitud de Cristo se manifestará en una localidad siempre y cuando esté allí presente el alimento espiritual. El alimento que Dios da a Su pueblo es Cristo. En el Antiguo Testamento, en la tipología de la pascua en Éxodo, los israelitas fueron sustentados por la carne del cordero, el pan sin levadura y las hierbas amargas. En el desierto ellos fueron sustentados por el maná. En Canaán ellos fueron sustentados por las riquezas del producto de la tierra. La carne del cordero se refiere a Cristo, el pan sin levadura se refiere a Cristo, el maná se refiere a Cristo y el producto de la tierra de Canaán también se refiere a Cristo. Todo lo que es comestible se refiere a Cristo. Cristo es el alimento que nutre al pueblo de Dios.

  Si una iglesia local anda en el camino de Dios, debe tener un suministro de alimentos diario e inagotable. Una iglesia local que viva en Cristo, que sea disciplinada por Dios y que tenga a Cristo como fruto de la obra de edificación de Dios, tendrá un suministro diario de alimento espiritual.

  A menudo las personas preguntan si pueden ir y reunirse en cierto lugar. Nos resulta difícil decirles si está bien que se reúnan en cierto lugar; lo crucial es si allí uno puede recibir un suministro de vida. Algunos hermanos suelen preguntarme si está bien ir a cierto lugar a escuchar un mensaje. No se trata de si está bien o mal; lo importante es si ellos simplemente escucharán un mensaje o recibirán alimento. ¿Recibirán simplemente una enseñanza o recibirán algún suministro? Los hijos de Dios necesitan discernir entre la enseñanza y el alimento.

  Mientras estamos sentados en una reunión, debemos preguntarnos si estamos escuchando un mensaje para recibir enseñanzas o para recibir el alimento. Las enseñanzas nos llevan a pensar de manera clara y lógica, mientras que el alimento es completamente diferente, ya que nutre nuestro espíritu. A menudo podemos olvidarnos de un mensaje que escuchamos, pero sentimos que fuimos alimentados interiormente. Tal vez nos encontremos con un hermano que nos diga: “¡La reunión de hoy estuvo buenísima!”. Si le preguntamos qué le pareció bueno, tal vez sólo nos diga: “Me siento lleno; me siento verdaderamente satisfecho internamente”. Quizás no sea capaz de decirnos nada más, sino que únicamente regresará para ser alimentado de nuevo. Ésta es una buena señal; ésta es la reunión del ministerio.

  Una reunión del ministerio siempre debe alimentar a las personas. La reunión de oración y la reunión para partir el pan también deben alimentar a las personas. Podemos ser alimentados debido a que en la reunión Cristo nos es dado. Cristo es alimento; Él es Aquel que satisface a las personas. Él es el pan de vida que descendió del cielo. Juan 1:16 dice que de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia. La expresión y la prueba de haber recibido algo es el alimento que satisface a las personas. Lo que determina si una iglesia local tiene a Cristo y es la expresión del Cuerpo, es si hay alimento en dicha iglesia; no es posible engañar a las personas al respecto.

  Si alguien nos invita a cenar, no puede engañarnos en cuanto al número de platillos que están sobre la mesa. Tres platillos son tres platillos, y cinco platillos son cinco platillos; esto es bastante obvio. Una persona puede preparar un banquete y decirnos por cortesía: “Esta comida es muy sencilla, no es nada del otro mundo; por favor, sírvase”. Quizás otra persona nos invite a cenar y sólo sirva un poco de comida muy sencilla, y nos diga: “Por favor, coma lo que quiera”. No importa lo que nos diga, si pone sobre la mesa dos platillos, serán dos platillos; si pone diez platillos, serán diez platillos; si pone una comida común y corriente, será una comida común y corriente; y si prepara un banquete, será un banquete. Lo que una persona ponga sobre la mesa, eso será lo que habrá; y uno sólo puede servir de lo que tiene. No se puede engañar a los demás.

  A la gente no se le puede engañar con respecto a cuánto una iglesia ha sido juzgada y edificada por Dios. Cuánto una iglesia haya sido edificada por Dios y cuánto de Cristo tenga, no son cosas que pueden fingirse. Sin embargo, en algunos lugares se ha tratado de poner una fachada. Por ejemplo, cuando los ancianos se enteran de que algunos los santos van a venir para tener comunión, se apresuran a poner todo en orden. Hacen lo posible para que los ancianos parezcan “ancianos” y para que los diáconos parezcan “diáconos”. Tal vez sean ancianos y diáconos, pero no tienen mucho de Cristo. No podemos fingir algo que no somos. Es imposible dar la apariencia de que Dios se ha edificado en nosotros más de lo que realmente se ha edificado. Es imposible fingir que hemos sido edificados más de lo que realmente hemos sido edificados. Es imposible fingir que hemos sido quebrantados por Dios más de lo que realmente hemos sido quebrantados. La medida que tenemos es la medida que tenemos. La medida en que Cristo se desborde en la iglesia es la medida en que Él se ha desbordado. No es posible fingir que tenemos más de Cristo de lo que realmente tenemos, así como tampoco es posible reducir la medida de Cristo que tenemos. Todo depende de cuánto de Cristo se haya edificado en nosotros. La prueba fehaciente de si tenemos la realidad de la iglesia o no, es si la gente recibe alimento cuando se reúne con nosotros. Esto no es algo que se demuestra con la doctrina, sino con la realidad.

EL CONTENIDO DE LA PLENITUD: SATISFACCIÓN

  Otro elemento que se encuentra en el Evangelio de Juan es la satisfacción. En Juan 4 el Señor dijo a la mujer samaritana: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás” (vs. 13-14). Esto nos habla de satisfacción. En el último día de la fiesta, el Señor se puso en pie y alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (7:37). Estar sediento es estar insatisfecho; pero venir y beber es obtener satisfacción. El Señor dijo: “El que cree en Mí [...] de su interior correrán ríos de agua viva” (v. 38). Esto no sólo es estar satisfechos, sino también desbordar, es decir, estar satisfechos, al punto de rebosar. Esta satisfacción, este desbordamiento, es uno de los elementos contenidos en la plenitud de Cristo.

  La iglesia como la plenitud de Cristo debe producir un efecto, el cual es darle a las personas una satisfacción interna. Hay una prueba muy contundente de si una iglesia local es una expresión del Cuerpo y si ella hace que la gente tenga contacto con el Cuerpo: cuando las personas van allí, ¿se sienten satisfechas? En el pasado las personas han preguntado: “¿Por qué me siendo igual antes y después de una reunión? Me sentía vacío interiormente antes de la reunión, y después de la reunión sigo sintiéndome vacío”. Eso significa que ellos no fueron satisfechos en la reunión. Pero maravillosamente, también es posible que permanezcamos callados durante una reunión de oración, y al salir nos sintamos satisfechos interiormente. Sentimos que algo ha entrado en nuestro ser. Si esto sucede, debemos adorar al Señor, diciendo: “Oh Señor, Tu Cuerpo está aquí”. Esto indica que la plenitud de Cristo se expresa y que allí se encuentra un suministro de Cristo.

  No podemos fingir al respecto. Las oraciones que se hacen a voz en cuello en la reunión de oración no son necesariamente una fuente de satisfacción. En lugar de oraciones hechas a gran voz, a menudo sólo se escuchan oraciones tranquilas que apenas parecen un hilito de agua en la reunión de oración. Sin embargo, los santos son refrescados. Por un lado, ellos escuchan las oraciones, y por otro, continúan y desarrollan más esas oraciones. Beben del agua viva y algo se infunde en su interior. Por consiguiente, después de la reunión dicen: “Bebí hasta quedar lleno, y me siento satisfecho”. Creo que muchos santos de entre nosotros han tenido esta experiencia.

  Si ustedes me preguntan que reunión me gusta más, les diría en primer lugar, la reunión para partir el pan, y en segundo lugar, la reunión de oración. Esto se debe a que en la reunión del partimiento del pan y en la reunión de oración, mi espíritu siempre es satisfecho. Me siento regado, refrescado y satisfecho. Sin embargo, también diría que aunque disfruto mucho la reunión de oración, también le tengo mucho temor, porque si la reunión de oración no toca la presencia del Señor, es un verdadero sufrimiento para los santos. Sin la presencia del Señor, ellos se quedan sin saber qué hacer.

  Si después de la reunión de oración los santos se quedan con un sentimiento de frustración y sed, esa iglesia tiene un problema delante del Señor. Cristo “se encuentra en un callejón sin salida”; ha llegado a un punto donde no puede avanzar más. Él no puede seguir adelante. Si a una reunión de oración le falta el fluir del agua viva y no refresca ni riega, los santos no podrán ser satisfechos. Esto también se aplica a la reunión del partimiento del pan. Que el Señor tenga misericordia de nosotros. Si el Señor no está en nuestra reunión, sea la reunión de oración, la reunión del partimiento del pan o cualquier otra reunión, eso hará que los santos se sientan frustrados. Sin embargo, cuando los hermanos responsables y todos los santos viven en el Señor, permitiendo que Él los quebrante, los edifique y pase a través de ellos, cualquiera que entre en medio suyo sentirá que el Señor verdaderamente está entre ellos. Ellos tocarán al Señor y se sentirán refrescados. Aunque tal vez no escuchen muchas doctrinas ni exhortaciones durante la reunión, después de la reunión se sentirán interiormente refrescados, avivados y verdaderamente satisfechos.

  Nuestras reuniones del evangelio también deben ser así. Lo que salva a una persona no es el mensaje que se da en una buena reunión del evangelio, sino que más bien es la plenitud presente en la reunión la que satisface su vida humana vacía. El éxito de una reunión del evangelio no depende del entusiasmo ni del número de personas que asistan, sino que depende completamente del contenido. Cuando los santos se reúnen para predicar el evangelio como iglesia, como la expresión del Cuerpo de Cristo, habrá un fluir espontáneo de la plenitud que tocará a las personas que están sedientas en su vida humana. Como resultado, las personas no escucharán mucha doctrina ni entenderán mucho acerca de la salvación, sino que se sentirán satisfechas interiormente y podrán decir: “¡Oh, he hallado satisfacción en la iglesia!”.

  Cuando estuve en el norte de China, la iglesia local allí fue realmente bendecida por el Señor. Aunque no habíamos aprendido muchas lecciones profundas, verdaderamente disfrutábamos de la presencia del Señor. En cierta ocasión, en el momento en que una pareja entraba al salón de reunión para celebrar su boda, una viuda de treinta años pasaba por allí. Puesto que estaba curiosa por ver cómo sería la boda, entró al salón. Durante la reunión algunos santos compartieron algunas palabras de exhortación, y ella recibió al Señor.

  Ella era una mujer gentil que nunca había escuchado del evangelio. Ella y su familia nunca habían tenido contacto con el cristianismo, y según las costumbres de esa región, ellos jamás habrían aceptado una religión extranjera. Sin embargo, cuando ella vio la boda ese día, fue conmovida, creyó y recibió al Señor cuando escuchó una cuantas palabras de exhortación. Por haber recibido al Señor, su familia le causó problemas. Sin embargo, ella dijo: “No puedo evitar creer en Jesús. Toda mi vida he estado insatisfecha, y nunca había experimentado lo que era estar satisfecho en mi vida humana. Pero ese día, fui a ver una boda en ese salón, y pese a que no puedo explicarlo, toqué algo, y sentí que había encontrado un lugar de reposo para mi vida humana. Así que creeré en Jesús aun si ustedes me amenazan de muerte”. Su familia dijo que en ese caso ella no recibiría una porción de la herencia familiar. Pero su actitud fue que puesto que ni siquiera la muerte le impediría creer, ¿cómo podría impedirle creer la pérdida de la herencia? Aunque ella no escuchó mucha doctrina, no obstante, tocó algo en aquella reunión de bodas. Esto es la realidad espiritual; ésta es la plenitud de Cristo expresada en Su iglesia.

  El Señor no desea tener una iglesia que simplemente predique el evangelio por Él; en vez de ello, desea obtener un Cuerpo que sea Su plenitud y expresión. Si Él logra ganar a un grupo de personas sobre la tierra que viva en Él y permita que Él los quebrante y edifique, dicho grupo de personas será el Cuerpo viviente de Cristo. Este Cuerpo es la plenitud de Cristo, el desbordamiento de Cristo. Todo lo que la gente necesite, lo hallará en el Cuerpo, en la plenitud. Los que necesiten luz verán la luz cuando vengan al Cuerpo. Los que necesiten consuelo hallarán consuelo cuando vengan al Cuerpo. Los que necesiten un camino encontrarán un camino ante ellos cuando vengan al Cuerpo. Los que interiormente estén vacíos, insatisfechos, descontentos e incapaces de encontrar un propósito en su vida humana, serán satisfechos interiormente cuando toquen el Cuerpo, la iglesia. Tal vez no escuchen muchas doctrinas, pero en su interior tocarán algo que los hará sentirse satisfechos, algo que los unirá con Dios y hará que se adhieran a Dios.

  Si ésta no es nuestra condición, tenemos un problema. Si las reuniones en una iglesia local no pueden satisfacer a las personas, algo anda mal. Dicha localidad ha perdido la presencia del Señor y no ha permitido que la satisfacción del Señor fluya de los santos.

EL CONTENIDO DE LA PLENITUD: LIBERTAD

  En Juan 8:36 Jesús dijo: “Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres”. Hay otro elemento hallado en la plenitud de Cristo, y es que libera a las personas. Creo que muchos de nosotros hemos tenido este tipo de experiencia. Cuando la condición de una iglesia local es normal, cuando una iglesia local es fuerte, las reuniones siempre harán que la gente se sienta liberada. Aunque es posible que interiormente nos sintamos oprimidos, atados, turbados e incapaces de levantarnos, muchas veces en la reunión de oración o en la reunión del partimiento del pan, todo nuestro ser es liberado, caen todas nuestras ataduras y obtenemos la verdadera liberación, pese a que en dichas reuniones no haya mucho hablar.

  Hay un elemento en la reunión que hace que toquemos la libertad y eso nos da libertad. Esto no es algo que sólo se aplica a las reuniones, pues si los servidores, los hermanos responsables y los santos viven en la plenitud de Cristo y en el desbordamiento de Cristo, las personas se sentirán liberadas al tener contacto con ellos. Al relacionarse con ellos y conversar con ellos, las personas serán libertadas interiormente. Algunos pueden decir que esto es simplemente un efecto psicológico; sin embargo, los asuntos espirituales son más reales que cualquier otra cosa. Si Cristo ha ganado terreno en nosotros y esto puede manifestarse en nuestro vivir, comprobaremos que hay un poder en nosotros que es capaz de liberar a otros. En otras palabras, si permitimos que Cristo tome el terreno en nosotros, podremos liberar el espíritu de otros. Por otra parte, si nosotros mismos estamos atados, no podremos liberar a otros.

  Supongamos que los ancianos de una iglesia local están atados, Cristo está ausente y el diablo ha entrado en la iglesia. Todos los santos de esa localidad estarán atados. Los ancianos, los diáconos y los santos estarán atados. Aun cuando vengan a la reunión y canten: “Aviva Tu obra, Oh Señor” (Hymns, #797), no serán liberados. No importa cuánto canten, la iglesia no será reavivada, y nadie experimentará liberación en esa reunión. Todos se sentirán restringidos y atados. Antes de entrar a la reunión, una persona que se sentía hasta cierto punto liberada, libre y tranquila, después de que se sienta y empieza a cantar “Aviva Tu obra, Oh Señor” en esa atmósfera, todo su ser estará atado, y no podrá moverse. Hemos experimentado esta clase de agonía. Mientras que orábamos en casa, nuestro espíritu estaba libre. Pero tan pronto como entramos en la reunión, todo nuestro ser fue atado, y la atmósfera de la reunión nos sofocaba. Cuando esto sucede, debemos comprender que hay un problema en la reunión. Los hermanos responsables tienen algún problema, y los santos han tomado o muy pocas o ninguna medida delante del Señor. Como resultado, la plenitud ha disminuido, y en las reuniones hay ataduras y falta de libertad.

  No podemos fingir ante los demás que hemos sido quebrantados y somos vivientes delante del Señor, que Él se ha edificado en nosotros y que la iglesia es la expresión del Cuerpo de Cristo. Las personas lo sentirán de inmediato cuando tengan contacto con nosotros. De igual manera, no podemos disimular la condición de nuestra localidad. La condición será fría o caliente, deficiente o rica, en la carne o en Cristo. En cuanto las personas tengan contacto con nosotros, tocarán la realidad interna. Nada es tan real como los asuntos espirituales; es imposible fingir estas cosas.

  Algunas personas están en Cristo, permiten que Él las gobierne y se desborde y fluya de su interior. Éstas son personas que han sido quebrantadas, restringidas y gobernadas por el Espíritu Santo. Cuando estamos en medio de ellas, nos sentimos libertados y libres, no importa cuán pesada sea la carga o cuán difícil sea la situación que nos oprime. Tan pronto como entramos en una reunión donde ellos están, todo nuestro ser se siente libre y liberado. Esto se debe a que en la plenitud de Cristo hay libertad. Si el Hijo de Dios nos liberta, seremos verdaderamente libres. De Su plenitud hemos recibido todos, y gracia sobre gracia. Si vivimos en Él y permitimos que Su plenitud sea expresada, habrá algo en nosotros que libera a los demás.

EL CONTENIDO DE LA PLENITUD: GLORIA

  Otro elemento hallado en la plenitud es la gloria. El apóstol Juan dijo: “Contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre” (Jn. 1:14). Esta gloria es la gloria del Unigénito del Padre. En 17:22 el Señor dijo: “La gloria que me diste, Yo les he dado”. ¿Cuál es esta gloria? Es difícil responder a esta pregunta. Tal vez sintamos que en una reunión todo carece de valor y que no tiene peso alguno; todo parece trivial. Independientemente de si un hermano responsable da un mensaje u otro hermano da una exhortación, los santos tienen la sensación de que todo es trivial. Esto no es gloria.

  En 1942 yo estaba compartiendo un mensaje en Nanking, plenamente bajo la autoridad del Señor, y la atmósfera de la reunión era muy solemne. Después que terminé de hablar, un hermano responsable se puso en pie y anunció una boda. El anuncio se hizo de una manera muy frívola, y no comunicó a los santos ningún sentir de gloria. Sin embargo, a veces un hermano responsable puede ponerse de pie para dar un breve anuncio, y los santos perciben que dicho anuncio tiene peso y es glorioso. Hubo ocasiones en que escuchamos algunas oraciones en la reunión del partimiento del pan que nos permitieron sentir una atmósfera gloriosa. Era gloriosa sobremanera. Esta gloria nos hizo percibir la grandeza de la reunión, y tocamos al Señor mismo en esa gloria.

  ¿Qué es la gloria? La gloria es Dios manifestado ante los hombres. Cada vez que un hombre toca a Dios, percibe gloria; y cada vez que está ante la luz de la presencia de Dios, percibe la gloria. La gloria es Dios expresado ante los hombres. Cuando Dios logra pasar a través de una iglesia, derribarla y edificarse a Sí mismo en ella, Él puede salir del interior del hombre. Entonces, todo el que tenga contacto con la iglesia, sentirá la gloria. Cada vez que Dios sale, las personas tendrán el sentir de gloria.

  Sentimos la gloria cuando Dios sale en el mensaje de un hermano. Sin embargo, si un hermano exhibe su carne al dar el mensaje, interiormente sentiremos que dicho mensaje es bastante bajo y vil. Aunque no digamos nada, agacharemos la cabeza. Esto está en contraste con la manifestación de Dios, que es la gloria. Lo que indica si una iglesia local expresa el Cuerpo, si ella es la expresión de la plenitud de Cristo, es lo que sienten las personas cuando están en medio de los santos. ¿Perciben ellos algo bajo y vil o perciben la gloria? Cuando una persona vive en la presencia de Dios, aun cuando sólo se ponga en pie para presentar a los hermanos y hermanas, lo hará de una manera gloriosa. No podemos obtener esta gloria imitando a otros, ni podemos engañar a otros. No podemos fingir ninguno de los asuntos espirituales, como por ejemplo, cuánto Dios ha podido pasar a través de nosotros, cuánto hemos permitido que Él nos edifique, cuánto de Dios se ha forjado en nuestra constitución intrínseca, cuánto hemos sido quebrantados y edificados por Dios, cuánto de Dios se ha mezclado con nosotros, y cuánto hemos entrado nosotros en Dios. Cuando las personas tengan contacto con nosotros, ellas percibirán la presencia o la ausencia de gloria.

EL CONTENIDO DE LA PLENITUD: AMOR

  Esta plenitud contiene otro elemento: amor. El Evangelio de Juan no nos dice que Dios es amor; esto nos lo dice 1 Juan 4:8. Puesto que el Señor es el Dios encarnado que expresa la plenitud de Dios, el amor debe ser uno de los elementos que se incluyen en Su plenitud. En general, en lo que se refiere al amor, el amor humano y el amor de Dios son dos cosas completamente diferentes. El amor que se halla en la plenitud no es el amor humano, sino el amor divino. Si nuestro amor se origina únicamente en nosotros mismos, esto hará que los demás únicamente perciban nuestra persona. Pero si se origina en Dios, ellos percibirán a Dios. El amor es uno de los elementos hallados en la plenitud; este amor no es el amor humano, sino el amor de Dios. Si una iglesia local vive en Dios y, por ende, expresa la plenitud, las personas tocarán el amor de Dios en medio de ellos. Las personas sentirán una atmósfera cálida, consuelo y compasión. Ellos sentirán que están en casa.

  Si las personas acuden a nosotros, aun cuando sólo sea para llorar, esto es muy bueno. Si nadie puede llorar delante de nosotros, debemos saber que no emana de nosotros mucho de Dios. Si Dios emana de nosotros, las personas se nos acercarán. Debemos comprender que no es fácil derramar lágrimas. Cuando las personas derraman lágrimas delante de nosotros, eso indica que están siendo consoladas por nosotros, es decir, que se sienten apreciadas y confortadas con nosotros.

  Si la reunión de la mesa del Señor está llena de la presencia del Señor, llena de la expresión de la plenitud, muchas personas derramarán lágrimas en la reunión. Esto se debe a que tocan amor, afecto y compasión. Sin embargo, si en una reunión de la mesa del Señor no se encuentra la presencia del Señor ni hay amor, eso significa que la plenitud no está allí. Mientras algunos santos cantan y oran, otros se muestran indiferentes, pues miran a todos lados y agachan la cabeza apenas notan que alguien los está mirando. ¿Será que esto describe nuestra verdadera condición? ¿Será posible que en nuestras reuniones las personas escuchen que los santos canten y oren, pero no tocan ningún afecto, consuelo y compasión? El afecto, el consuelo y la compasión son señales de que hay amor. Si una reunión expresa la plenitud, en dicha plenitud habrá amor, y las personas recibirán afecto, consuelo y compasión. Al tocar estas cosas, ellas sentirán la realidad de la iglesia como el Cuerpo, la plenitud.

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