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Mensajes del libro «Iglesia como el Cuerpo de Cristo, La»
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CAPÍTULO QUINCE

LA COORDINACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO

  Lectura bíblica: Ef. 4:15-16

  Efesios 4:15-16 dice: “Asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. Estos dos versículos, los cuales ocupan un lugar especial en Efesios, nos muestran la coordinación del Cuerpo de Cristo, el crecimiento del Cuerpo y la edificación del Cuerpo.

  Ya vimos que la iglesia es la plenitud de Cristo y que el trono de Dios, la autoridad de Dios, se encuentra en la iglesia. Como resultado, Dios puede ser entronizado en la iglesia, y la iglesia puede ser llena de Dios, tenerlo como su contenido. Podemos decir que éstos son los puntos principales. No obstante, queremos ver otros asuntos, los cuales son de menor importancia pero a la vez más prácticos.

  Efesios 4:15-16 ocupa un lugar especial porque no hay otro pasaje en la Biblia que nos hable de la coordinación de una manera tan detallada como en estos dos versículos. Este pasaje junto con Efesios 2:21 y Colosenses 2:19 hablan de una sola cosa: la coordinación del Cuerpo de Cristo. El Cuerpo puede crecer debido a esta coordinación, y también debido a esta coordinación el Cuerpo puede edificarse a sí mismo. Por consiguiente, estos versículos nos muestran cómo la iglesia como el Cuerpo de Cristo puede coordinar, y cómo el Cuerpo crece y se edifica por medio de la coordinación.

  Efesios 4:15 dice: “Asidos a la verdad en amor”. En palabras sencillas, esto significa amar a Dios. Estas palabras suenan muy sencillas, pero son muy características del apóstol Pablo. Significan que debemos amar a Dios y asirnos continuamente a Dios por medio del amor con el cual le amamos. La verdad se refiere a Dios. Todo lo que no es Dios es falso; únicamente Dios es la verdad. En la situación confusa de hoy, en todos los lugares abundan las enseñanzas, las interpretaciones y las instrucciones. ¿Cuál es la base y la norma para estas enseñanzas, interpretaciones e instrucciones? Algunos dicen que debemos tomar la Biblia como base. Lamentablemente, todo el mundo interpreta la Biblia de diferentes maneras. Una misma frase en la Biblia es interpretada y explicada de diferentes maneras. Puesto que en Efesios 4:15 dice que debemos crecer “en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo”, ¿cuál debe ser nuestra base y nuestra norma?

ASIDOS A LA VERDAD EN AMOR Y CRECER EN TODO EN AQUEL QUE ES LA CABEZA

  Cualquier enseñanza o interpretación que no nos lleve a contactar a Dios debe ser rechazada, aun cuando sea doctrinalmente correcta. Cualquier enseñanza e interpretación debe también llevarnos a contactar a Dios y a asirnos a Dios. En las pasadas décadas, el tema de que las hermanas deben cubrirse la cabeza se ha convertido en un tema controversial muy popular entre las iglesias. Los santos han tenido diferentes interpretaciones y todas ellas suenan muy lógicas. Han encontrado pasajes de la Biblia que demuestran que las hermanas deben cubrirse la cabeza y otros pasajes que demuestran lo contrario. Sin embargo, ¿creen que estas enseñanzas ayudan a que las personas tengan más contacto con Dios, o más bien, las alejan de Él? Ésta es una prueba difícil.

  Es posible que la manera en que interpretamos la doctrina sea la correcta, pero no debemos tomar una mera doctrina como la norma. Debemos hacer esta prueba delante de Dios: si un mensaje no nos lleva a tener contacto con Dios, aun cuando sea correcto doctrinalmente, debemos desecharlo. Debemos aprender, debido a que amamos a Dios, a asirnos a la verdad y a nunca perder la comunión que tenemos con Dios en amor. Si las palabras de una persona nos llevan a contactar a Dios, debemos aceptarlas; pero si sus palabras hacen que nos desconectemos de Él, debemos rechazarlas, aun cuando sean correctas doctrinalmente.

  La frase asidos a la verdad en amor significa que tenemos un corazón que ama a Dios, y que nos asimos de las cosas que nos llevan a tocar a Dios en amor. El resultado de esto es que creceremos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. Aquí la palabra todo no se refiere a unas cuantas cosas ni únicamente a las cosas más importantes, sino que incluye todo. Debemos crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. En griego, esta cláusula significa que nosotros no estamos conectados a Cristo en los asuntos que sí debiéramos estar conectados, es decir, que no estamos vinculados a Cristo en algunos asuntos. Por consiguiente, algo necesita ser añadido para que podamos crecer en Cristo.

  En nuestra experiencia, no es fácil crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. Las hermanas tienen dificultades para crecer en Cristo en lo relacionado con los quehaceres domésticos y su manera de vestir. Sin embargo, debemos ejercitarnos para crecer en Cristo. En la administración de la iglesia, sobre todo los ancianos deben crecer en Cristo; no deben fiarse de su ser natural ni depender de su sabiduría e inteligencia humanas ni de métodos mundanos. Los ancianos que no crecen en Cristo al administrar la iglesia se están asiendo a cosas que no son Cristo, en lugar de asirse a la verdad en amor. Los ancianos que experimentan tener comunión con Dios en amor podrán abandonar las cosas del mundo, así como todo lo relacionado con su ser natural y con su sabiduría, inteligencia y esfuerzo humanos. Entonces, el Señor hará que ellos vivan en Su presencia y administren la iglesia al tocar Su sentir y al ser mezclados con Él.

  Como resultado de haber tenido mucho contacto con las diferentes localidades, me he enterado de nuestra verdadera condición. Así como los hombres de negocios del mundo tienen sus métodos y sus técnicas, a veces los que laboran en los asuntos espirituales también exhiben métodos, técnicas, astucia e inteligencia humanos. Bajo la preciosa sangre del Señor, puedo testificar que nunca he argumentado con nadie durante el tiempo que llevo sirviendo, pero sí he contendido por un principio. Muchas veces he hecho esta pregunta: “¿Es ésta nuestra táctica o es la voluntad del Señor?”. Debemos considerar esto. Todos los que sirven a Dios deben aprender esta profunda lección. Debemos aprender a contactar la presencia del Señor, a vivir en el Señor, a asirnos a Cristo, la Cabeza, y a asirnos a la verdad. Nunca debemos valernos de nuestra destreza ni de nuestros métodos.

  Debemos tener claro que nuestro ser no ha sido completamente salvo, pues todavía hacemos la obra del Señor y administramos la iglesia por nosotros mismos. No hemos crecido en aquel que es la Cabeza, Cristo, en lo relacionado con la administración de la iglesia. Hay un principio básico o un requisito fundamental que nunca cambiará: si deseamos tener una buena coordinación en la iglesia, debemos contactar la presencia de Dios y crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo.

  Por ejemplo, cuando los santos son enviados desde los diferentes salones de reunión para que recojan las invitaciones evangélicas de la oficina principal de servicios, los que llegan primero se llevan una gran cantidad de invitaciones, dejando sólo unas pocas para los que vienen más tarde. Para darles otro ejemplo, debido a que los fondos para sostener a los que sirven de tiempo completo son limitados, uno de los hermanos de alguno de los salones de reunión puede ingeniarse la manera de ser el primero en tener comunión acerca de su necesidad para poder recibir más fondos. Les estoy hablando de hechos concretos. Hubo un colaborador que iba a visitar a cierta iglesia por tres días, y en el camino pasaba por otra iglesia. Los hermanos de esa iglesia vinieron para hablar conmigo. Ellos me dieron una muy buena razón, por la cual necesitaban la ayuda del colaborador, diciendo que tenían un grupo de jóvenes estudiantes con un buen futuro espiritual. Debido a esto, ellos le pidieron al colaborador que cambiara su itinerario. Originalmente, él se quedaba en la primera iglesia por tres días, pero después que cambió sus planes sólo pudo quedarse allí por dos días. Esto privó a la iglesia de recibir un servicio completo. Estos ejemplos nos ayudan a ver nuestro problema. Tenemos demasiados métodos humanos en nuestro servicio. Aunque realizamos cierto trabajo, no contactamos al Señor y además de esto perdemos la presencia del Señor.

  En nuestro servicio, el cual es santo y bueno, debemos aprender una lección importante: no dejar de asirnos a la verdad a fin de llegar a la meta. Debemos preguntar: “Señor, ¿tengo Tu presencia al hacer esto?”. Debemos tener la presencia del Señor en todas las cosas, y no solamente en nuestro servicio. Si ésta es nuestra actitud en las cosas que son santas y buenas, ¿cuánto más debe serlo en las demás cosas? Nuestros quehaceres domésticos, nuestra ocupación, nuestros hijos, nuestra familia, nuestro matrimonio y nuestra relación con los demás, todo ello, debe estar en conformidad con este principio. No debemos preocuparnos únicamente por brindar un beneficio a otros o por tener éxito, sino preguntarnos si estamos asidos a la verdad interiormente, si estamos asidos a la Cabeza y si contactamos a Cristo. Es posible que hagamos algo de cierta manera y tengamos éxito en ello; no obstante, ¿hará esto que nos separemos de Cristo, nuestra Cabeza? No es necesario esperar a que otros nos enseñen esto; nosotros mismos lo sabemos en nuestro interior.

  Es posible que realicemos una tarea y obtengamos algún beneficio, y a la vez perdamos la presencia del Señor y la realidad interna. Tal vez nos justifiquemos a nosotros mismos, diciendo que nuestras acciones no son pecaminosas, sino que benefician la iglesia. Incluso podríamos pensar que en cierto aspecto el egoísmo es santo y justo. Sin embargo, en lo profundo de nuestro ser sabemos que no hemos aprendido la lección y que estamos desconectados del Señor. Hemos perdido la presencia de Dios debido a nuestros logros. Esto que les digo no es una exhortación común y corriente, sino una advertencia. A los hermanos y hermanas que les interesa más obtener un beneficio que la presencia de Cristo, no pueden estar bien acoplados a los demás en el Cuerpo de Cristo. Ellos le hacen daño a la coordinación del Cuerpo. Estos santos no están bien acoplados ni firmemente entretejidos en el Cuerpo.

  Debemos tener la autoridad de Dios y contactar la presencia del Señor aun en asuntos insignificantes como ir a recoger las invitaciones evangélicas. Ya sea que lleguemos temprano o tarde a recoger las invitaciones, debemos contactar la presencia del Señor en nuestro interior. Si el Señor pone en nosotros el sentir de recoger dos mil copias, pero en lugar de ello recogemos dos mil quinientas, no nos sentiremos cómodos ni tranquilos interiormente. Las lecciones espirituales son muy finas y delicadas. Una vez que aprendamos a contactar la presencia de Dios en nuestro interior, recogeremos sólo dos mil invitaciones, aun si hubiera veinte mil copias disponibles. Si no seguimos la presencia del Señor, tendremos un problema con respecto a la coordinación del Cuerpo.

  Tanto nuestro servicio como nuestra coordinación serán hermosos y fuertes cuando cada uno de nosotros nos aferremos a la verdad según el sentir interior, sin perder nuestra comunión con el Señor, y aprendamos la lecciones de crecer en Cristo. De lo contrario, si no crecemos en todo en Cristo, habrá discordias cuando estemos juntos. Aun cuando aparentemente no haya discusiones ni disputas, todavía habrá ciertos asuntos escondidos. Algunos de los santos son más educados y tienen una mayor tolerancia. Aunque son capaces de mostrarse calmados, interiormente están agitados. Esto hace que el Cuerpo pierda el fluir de vida. Por consiguiente, el Cuerpo no podrá proveerse de suministro, ni podrá crecer, pues le hace falta una coordinación armoniosa. De ahí que la coordinación del Cuerpo se base esencialmente en el hecho de que los miembros crezcan en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. El Cuerpo se sentirá incómodo cuando cualquiera de los miembros del Cuerpo actúe de manera contraria a esto. Por lo tanto, cada miembro debe estar unido a la Cabeza y crecer en todo en la Cabeza.

SUJETARNOS A LA AUTORIDAD DEL SEÑOR COMO CABEZA

  En cuanto a la autoridad de la Cabeza, debemos ver que Cristo es la Cabeza, que debemos darle el lugar que le corresponde a Él como Cabeza, y que debemos reconocer Su autoridad. Debemos reconocerlo a Él como Cabeza en todas las cosas, sean grandes o pequeñas. Debemos darle a Él toda autoridad, sujetándonos a Su autoridad. Si todos los hermanos y hermanas hicieran esto, no habría más fricciones entre los miembros ni ninguna discordia en nuestra coordinación. Las fricciones a menudo son el resultado de no sujetarnos a la autoridad de la Cabeza. Tenemos muchas opiniones, y nos gusta entronizarnos a nosotros mismos en lugar de cederle a Cristo el lugar que le corresponde como Cabeza. Debemos reconocerlo como la Cabeza aun en asuntos tan insignificantes como recoger las invitaciones evangélicas. Debemos crecer en todo en Él, es decir, debemos sujetarnos a la autoridad de la Cabeza en todo, reconocerlo a Él como la Cabeza que tiene la autoridad en Sus manos, y permitir que Él gobierne. Entonces, espontáneamente, la coordinación entre nosotros será armoniosa, placentera y hermosa.

  Aunque estos ejemplos parezcan triviales, debemos prestar atención a este principio básico. No debe ser que escuchemos a los ancianos mientras ellos estén presentes y no escuchemos a nadie cuando ellos estén ausentes. Si escuchamos únicamente a los ancianos y a ciertos hermanos que han sido designados, estamos fundamentalmente equivocados. Nuestra sumisión a la autoridad delante del Señor no es sujetarnos a los ancianos, sino sujetarnos a la autoridad de la Cabeza. Nuestra sumisión a los ancianos es el resultado de habernos sujetado a la autoridad de la Cabeza. Debemos reconocer que la autoridad de la Cabeza se manifiesta en cada miembro. Por consiguiente, debemos sujetarnos a cada hermano y hermana, y no solamente a los ancianos, porque la autoridad de la Cabeza se manifiesta en cada miembro. No debemos sujetarnos a los hombres, sino a la Cabeza y a la autoridad de la Cabeza, la cual está presente en cada miembro.

  Una persona que verdaderamente se sujeta a la autoridad de la Cabeza es alguien que crece en todo en aquel que es la Cabeza. Si este problema básico se resuelve, desaparecerán todas las dificultades que surgen en nuestra coordinación. Nuestra carne perderá su lugar, y nosotros seremos salvos cuando nos sujetemos a la Cabeza. Por consiguiente, el requisito básico de la coordinación del Cuerpo es que nos sujetemos a la Cabeza y crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza.

CADA MIEMBRO EJERCIENDO SU FUNCIÓN

  Efesios 4:16 dice: “De quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. Las frases por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida hacen referencia a que cada miembro tiene su propia función y ejerce su función según su medida. Si un miembro no ejerce su función, se convierte en un problema en el Cuerpo. Por ejemplo, usar nuestras manos es algo muy natural y espontáneo. No obstante, si lastimamos una de nuestras manos, de tal modo que no pueda ejercer su función, definitivamente sentiremos que nuestra mano se ha convertido en una verdadera molestia. Aplicando este mismo principio, si uno de los miembros no ejerce su función, esto ocasionará muchos problemas en la coordinación del Cuerpo.

  La coordinación del Cuerpo se basa en nuestra relación con la Cabeza, en nuestra sujeción a la Cabeza y a que crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza. También depende de nuestra capacidad para ejercer nuestra función. Cada uno de nosotros tiene su propia función, y nuestra coordinación depende de que ejerzamos nuestra función conforme a nuestra medida. Nuestra capacidad para ejercer nuestra función depende de cuánto hemos sido disciplinados, derribados, y de cuánto de Cristo ha sido edificado en nuestro ser. Según Efesios 4:16 cada coyuntura posee su suministro y su función; la función de las coyunturas en el Cuerpo es proveer el suministro. En las iglesias muchos han recibido la gracia de ser coyunturas del rico suministro, a fin de que el suministro pueda fluir a otros miembros.

  Además, cada uno de nosotros tiene una función particular y utilidad en el Cuerpo. Si hemos de ejercer nuestra función, ello dependerá de cuánto hayamos sido derribados por Dios y de cuánto de Cristo haya sido edificado en nosotros. Si no hemos sido derribados por Dios ni edificados con Cristo, no podremos brindar ningún suministro ni seremos útiles, y esto hará que la coordinación en el Cuerpo sufra pérdida. Nuestra coordinación no consiste simplemente en exhortarnos y animarnos unos a otros con nuestras palabras. Cuando todos ejerzamos nuestra función según nuestra medida y liberemos el rico suministro que está en nuestro interior, la coordinación del Cuerpo se manifestará poderosamente entre nosotros.

  Es posible que un hermano sea una coyuntura que le brinda suministro al Cuerpo. Cuando él ministra la palabra, Cristo, la Cabeza, provee el suministro al Cuerpo. Sin embargo, sólo existe una manera para que él pueda ministrar la palabra a otros: siempre debe permitir que Dios lo derribe y edifique a Cristo en su interior, sometiéndose a la autoridad de la Cabeza y creciendo en todo en aquel que es la Cabeza. Él entonces podrá ministrar las palabras que el Cuerpo necesita en el tiempo oportuno, predicando la palabra de Dios, de modo que el Cuerpo pueda ser unido y entrelazado para la edificación de sí mismo. Si el suministro de la palabra está ausente, el Cuerpo no podrá ser edificado. El Cuerpo recibe el suministro y se une por medio de las palabras del ministerio. Esto no es sólo un suministro, sino una unión. Si al Cuerpo le hace falta el suministro, estará desconectado y no podrá ser edificado.

  El Cuerpo está desconectado cuando le hace falta el suministro. Algunas iglesias locales han perdido la armonía y no tienen una coordinación placentera porque carecen del suministro de la palabra. Aquellos que debieran ministrar la palabra no están cumpliendo su función, porque no permiten que Dios los derribe ni edifique a Cristo en ellos, y porque tampoco han aprendido a crecer en todo en Cristo, la Cabeza. Como resultado, no pueden brindar un suministro abundante a otros, y su función no se ha manifestado debidamente. Por consiguiente, el Cuerpo espontáneamente es dispersado, y la unión y entretejimiento del Cuerpo se debilita. La coordinación de la iglesia será sólida y hermosa únicamente cuando los hermanos que ministran la palabra manifiesten su función delante del Señor a fin de suministrar a los santos la palabra de Dios en cualquier momento.

LA FUNCIÓN DE CADA MIEMBRO EN SU MEDIDA

  El requisito básico de la coordinación del Cuerpo depende de nuestra relación con la Cabeza y de la manifestación del suministro y de nuestra función. A pesar de que en las iglesias hay muchas personas, ellas son débiles porque aún no se manifiesta mucho su utilidad y función. Según Efesios 4:16, la utilidad o función de cada miembro es según su medida y ésta no debe ser mucho ni poco. Cuando la función que se manifiesta en algunos hermanos excede su medida, es anormal. Debemos decir la verdad en el Señor. En algunas iglesias locales, algunos hermanos han sobrepasado su medida. Ellos deberían dejar a otros hermanos algunas cosas que están más allá de su límite, ya que Dios no les ha repartido esa medida a ellos. Podemos usar como ejemplo nuestro cuerpo físico. Nuestras manos tienen un límite, y nuestros pies también tienen un límite. Sobrepasarían este límite si nuestras manos quisieran caminar. Dios no les ha dado esta función a las manos; la función y la medida de las manos es tomar o agarrar las cosas. Si las manos trataran de caminar, reemplazando nuestros pies, ellas estarían sobrepasando su medida. Esto sería muy anormal.

  Si examinamos cuidadosamente la condición de las iglesias en Taiwán, descubriremos que algunos hermanos definitivamente han sobrepasado su límite por cuanto ellos sin duda son “manos” que insisten en ser “pies”. El hecho de que sobrepasen su límite paraliza la coordinación del Cuerpo y hace que la coordinación del Cuerpo sea anormal. En la coordinación del Cuerpo, cada miembro debe mantenerse dentro de los límites de su medida y ejercer su función según su medida. Sin embargo, algunos hermanos y hermanas consideran que no es prudente confiar las cosas a otros, y que, por lo tanto, deben hacerlo todo. Sin embargo, recuerden que incluso el miembro principal del Cuerpo tiene su límite. No podemos reemplazar el Cuerpo ni tampoco a ninguno de los miembros del Cuerpo. Debemos retirar nuestras manos y dejar que otros ejerzan su función, aun cuando cometan errores. Después que cometan varios errores, ellos aprenderán. Espero que los hermanos responsables vean que los miembros no pueden reemplazarse unos a otros.

  Podemos decir con toda confianza: “Hermano Pablo, aunque tú eres un miembro muy grande y yo un miembro muy pequeño, no puedes reemplazarme. Tú tienes tu medida, y yo tengo mi medida. Tú tienes tu porción y yo la mía”. Si esto describe la condición de una iglesia local, la coordinación en la iglesia será completamente diferente. Algunos miembros piensan que pueden hacerlo todo, mientras que otros miembros piensan que no pueden hacer nada, como si su existencia no importara nada. Ésta es la razón principal por la cual la coordinación del Cuerpo está paralizada y no es viviente. Es hermoso cuando la coordinación del Cuerpo es viviente, es decir, cuando cada miembro se mantiene dentro de su propio límite y medida, y cuando ejerce su función según su límite y su medida. La palabra función en griego está en forma verbal, lo cual indica que el Cuerpo puede actuar y operar. Cada miembro actúa y opera según su límite y medida, sin exceder su límite y sin faltar a su función. En tales condiciones, la coordinación del Cuerpo será fuerte, sólida y hermosa.

  La coordinación del Cuerpo depende de nuestra relación con la Cabeza, de que cumplamos nuestra función como miembros y de que ejerzamos nuestra función según nuestra medida, sin sobrepasarnos y sin faltar a nuestra función. Debemos ejercer nuestra función según la porción que Dios nos ha repartido a cada uno. Esto hará que la coordinación del Cuerpo sea sólida y que el Cuerpo crezca y sea edificado. Quiera el Señor tener misericordia de nosotros para que experimentemos estas verdades en todo. Espero que podamos asirnos de la Cabeza aun en los asuntos más insignificantes, que le brindemos el suministro al Cuerpo aun en los asuntos más pequeños, sin sobrepasar nuestro límite, y ejerzamos nuestra función según la porción que Dios nos ha repartido. Si hacemos esto, la iglesia en nuestra localidad será viviente, hermosa y fuerte, y experimentaremos diariamente un aumento y crecimiento. Este aumento y crecimiento es la edificación del Cuerpo de Cristo.

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