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Mensajes del libro «Iglesia como el Cuerpo de Cristo, La»
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CAPÍTULO DIECINUEVE

LA COMUNIÓN DEL CUERPO DE CRISTO

  Hechos 2:42 dice: “Perseveraban en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones”. Este versículo nos habla de perseverar en la comunión. Efesios 3:18-19 dice: “Seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. Estos versículos nos hablan de comprender con todos los santos. Colosenses 2:19 dice: “Asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el Cuerpo, recibiendo el rico suministro y siendo entrelazado por medio de las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios”. Este versículo nos muestra que crecemos gradualmente con el crecimiento de Dios.

LA COMUNIÓN DEL CUERPO

  Ya vimos lo relacionado con la autoridad en el Cuerpo de Cristo o el orden en el Cuerpo. También vimos lo que significa tener conciencia del Cuerpo y la coordinación del Cuerpo. Todos estos asuntos están relacionados entre sí. La coordinación del Cuerpo, el orden o la autoridad del Cuerpo, y tener conciencia del Cuerpo, están estrechamente relacionados. Si no hay orden ni autoridad, no puede haber coordinación; y si no tenemos conciencia del Cuerpo, la coordinación no será práctica. Además, la comunión del Cuerpo es otro gran asunto que lo experimentan aquellos que viven en el Cuerpo.

  En el Cuerpo de Cristo, la comunión es muy práctica; más aún, el Cuerpo de Cristo no puede abandonar esta comunión ni siquiera por un momento. Por lo tanto, si un creyente desea vivir en el Cuerpo, debe vivir en la comunión del Cuerpo. Una vez que pierde la comunión del Cuerpo, definitivamente quedará desconectado del Cuerpo. Si alguien permanece en el Cuerpo, ciertamente permanece en la comunión del Cuerpo. La comunión del Cuerpo es difícil de definir. Pasajes de la Palabra de Dios, como por ejemplo 1 Juan 1, muestran que esta comunión está relacionada con la vida eterna de Dios: “La vida fue manifestada, y hemos visto y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó” (v. 2).

  La vida eterna de Dios entró en nosotros, y esta vida trae consigo la comunión. La comunión en vida significa que esta vida es una comunión. Una persona que no tiene la vida de Dios a menudo le desagradan los hijos de Dios, incluso los aborrece, cada vez que se encuentra con ellos. Pero una vez que recibe al Señor, la vida del Señor entra en su ser y causa que él desee tener comunión con los hijos de Dios cada vez que los ve. Antes de recibir la vida de Dios, él no entendía las historias internas que tenían los hijos de Dios; las cosas espirituales que hablaban le parecían un idioma extraño. Sin embargo, después de recibir la vida de Dios, no sólo anhela tener comunión con los hijos de Dios, sino que también entiende lo que ellos experimentan internamente. A él le parece un deleite tener comunión con ellos, y a menudo se siente nutrido, abastecido e interiormente satisfecho. Asimismo, cuando deja de verse con los hijos de Dios por cierto tiempo, se siente seco interiormente, como si algo le faltara. Esto refleja la condición de su espíritu, la cual muestra que la vida de Dios lo ha introducido en la comunión.

EL SIGNIFICADO DE LA COMUNIÓN DEL CUERPO

  Además, Filipenses y 2 Corintios nos muestra que esta comunión se da en el Espíritu Santo. “Si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión de espíritu” (Fil. 2:1). “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Co. 13:14). Puesto que el Espíritu es la realidad de Cristo, cuando el Espíritu está en nosotros, Cristo y Dios entran también en nosotros. El Espíritu en todos nosotros es uno solo y es el mismo. El Espíritu que está en usted es el Espíritu que está en mí. Hay un mismo Espíritu en todos nosotros. Este Espíritu llega a ser nuestra comunión y también nos capacita para tener comunión unos con otros.

  Muchas veces cuando nos encontramos con otro hijo de Dios, aunque no expresemos mucho con palabras, hay un fluir mutuo, una comunicación, entre ambos. Este fluir, esta comunicación, es del Espíritu. El Espíritu que está en nosotros es un Espíritu de comunión, así como la vida de Dios presente en nosotros es una vida de comunión. Podemos usar como ejemplo la electricidad en una bombilla eléctrica. Aunque puede haber muchas bombillas en un salón, sólo circula una corriente eléctrica por todas ellas. En un abrir y cerrar de ojos, la electricidad que está en una bombilla fluye a otra bombilla. La corriente eléctrica presente en las bombillas es la “comunión de las bombillas”; esto es un buen ejemplo de lo que significa la comunión.

LA FUNCIÓN DE LA COMUNIÓN DEL CUERPO

  En palabras sencillas, la comunión es el fluir de la vida, el fluir del Espíritu Santo, dentro de los hijos de Dios. La comunión del Cuerpo ocurre cuando la vida de Dios fluye entre nosotros, cuando el Espíritu Santo fluye en nuestro ser. Un ejemplo de este fluir, de esta comunión, es nuestro cuerpo físico. La Palabra dice que la vida de la carne está en la sangre (Lv. 17:11). Los doctores nos dicen que la sangre de nuestro cuerpo fluye muy rápidamente; y no sólo fluye muy rápidamente, sino también por todo nuestro cuerpo muchas veces cada minuto. La sangre que está en nuestra mano fluye rápidamente a nuestros pies; la sangre que está en todo nuestro cuerpo circula y fluye continuamente.

  En la ciencia médica, este fluir de la sangre se llama la circulación. Esto significa que la circulación de la sangre es el fluir de la sangre; el fluir de la sangre representa la comunión del cuerpo. No podríamos decir que la sangre que circula en nuestro cuerpo es la sangre de la mano o la sangre de los pies. Si la sangre de la mano de una persona dejara de circular y se quedara estancada allí, la mano se moriría. Esto indica que hay un problema en su flujo sanguíneo y que la condición del cuerpo es anormal. Necesitamos estar activos, hacer ejercicio, para acelerar y aumentar la circulación sanguínea en nuestro cuerpo. Cuanto más rápido circule la sangre en nuestro cuerpo, más saludable estará. Debido a esta circulación, todos los elementos negativos en nuestro cuerpo son desechados, y a cambio recibimos todos los elementos nutritivos que necesitamos. Por lo tanto, la circulación sanguínea de nuestro cuerpo cumple al menos dos funciones: nos suministra la nutrición necesaria, y elimina los elementos que son negativos o los que tenemos en exceso. Esto mantiene el metabolismo en nuestro cuerpo para que el cuerpo pueda crecer gradualmente. Así pues, la circulación sanguínea es la comunión del cuerpo.

  Este tipo de comunión también se encuentra en el Cuerpo de Cristo. La comunión del Cuerpo es la circulación de la vida de Cristo en nuestro ser, que es también la circulación del Espíritu de vida en nosotros. La circulación del Espíritu de vida en nosotros cumple al menos dos funciones: nos trae el suministro espiritual que necesitamos, y desecha todas las cosas negativas, inservibles y carentes de vida (Tit. 3:5). Cada vez que haya alguna carencia de comunión entre los hijos de Dios, también habrá una carencia de suministro espiritual. Además, se acumularán muchas cosas negativas en ellos, las cuales crearán problemas; y como consecuencia, el Cuerpo de Cristo se enfermará. Es necesario, pues, que entendamos que a fin de que la vida de Cristo sea continuamente viviente y poderosa, como hijos de Dios que somos, necesitamos tener una continua comunión entre nosotros. Cada vez que esta comunión se detiene, el suministro de vida también se detiene y se introduce la muerte; de este modo, el Cuerpo de Cristo sufre una pérdida relacionada con la muerte espiritual.

  En la experiencia, hay muchos casos que comprueban esto. Si yo dejo de ver a los hermanos y hermanas y de asistir a las reuniones por una semana, aunque ore y medite, mi espíritu parecerá que se enferma, pues le falta vitalidad. Esto es muy extraño. Pareciera que me hace falta algo interiormente, y aunque no soy capaz de explicarlo, puedo sentirlo. Tengo un sentir interior que no es ni agradable ni placentero: me siento enfermo.

  Cuando por primera vez tuve esta experiencia, no entendía cuál era la razón. Leía la Biblia fielmente cada mañana y oraba con frecuencia; no había problemas entre el Señor y yo. Aunque no había hecho nada que el Señor condenara, ni sentía ninguna condenación en mi conciencia, algo me faltaba y me hacía sentir abatido. No entendía esta condición hasta que el Señor me mostró que lo que me hacía falta era la comunión del Cuerpo. Aunque tenía comunión con el Señor y no tenía ningún problema con Él, había sido cortado de la comunión del Cuerpo del Señor y, por tanto, sentía que algo me hacía falta.

  Después de esto, tuve comunión con un hermano recién salvo en el salón de reuniones. Le pregunté cómo había sido salvo, y me contó que tenía sólo unos días de haber sido salvo y había venido a la reunión del partimiento del pan. Después de hablar con él por unos minutos, me sentí refrescado; me sentí contento, reavivado y lleno de felicidad. Aunque no podía explicar lo que había ganado, definitivamente estaba muy gozoso y me sentía muy bien. No entendí esto en mis primeras experiencias, pero poco a poco empecé a entender que esto es la comunión del Cuerpo y que la gracia viene a nosotros por medio de dicha comunión. Este breve tiempo que estuve teniendo comunión con ese hermano, quien no tenía tanta experiencia como yo ni tenía muchas riquezas espirituales, interiormente me impartió un suministro; y por tanto, me sentí fresco, resplandeciente y confortado. Esto es ciertamente maravilloso.

  A todos nos gusta asistir a la reunión de oración y a la reunión del partimiento del pan. Aunque nos sentamos por una hora en esas reuniones, sin escuchar mensajes o testimonios, hay una comunión en lo profundo de nuestro espíritu. Las oraciones y las alabanzas de los santos fluyen en nosotros. Aunque a veces nos sentimos un poco desalentados antes de la reunión, durante la reunión espontáneamente sentimos un fluir en lo profundo de nuestro ser. Una vez que experimentamos este fluir, nos sentimos completamente avivados y refrescados en nuestro espíritu. Todos hemos tenido esta clase de experiencia. Aunque quizás no escuchemos muchos mensajes, somos vivificados simplemente por medio de las alabanzas y las oraciones que ofrecemos con todos los santos. En esto consiste la comunión, y ésta es la función de la comunión.

LA COMUNIÓN DEL CUERPO RESUELVE Y ELIMINA NUESTRAS DIFICULTADES

  En cierta ocasión un hermano testificó que había ayunado y orado con respecto a una situación difícil y una carga que sentía en su interior. Sin embargo, después de dos semanas, la situación no había cambiado y la carga no le había sido quitada. Él pensaba que puesto que era su problema, tenía que invertir más tiempo para darle solución delante del Señor. Pero después de que pasaron una o dos semanas más, nada cambió. Entonces fue a una reunión de oración en la cual un hermano pidió un himno que dice: “Muy dentro, en las profundidades de Tu nombre”. Este himno no tenía nada que ver con su situación; sin embargo, algo maravilloso sucedió. Mientras todos cantaban, de repente recibió luz y claridad; la dificultad desapareció y la carga le fue quitada. Si le preguntáramos a este hermano qué fue lo que sucedió, estaría perplejo y no sería capaz de explicárnoslo; sin embargo, la dificultad que él tenía había desaparecido.

  Otro hermano tenía una debilidad, un pecado, que no podía vencer. Él intentó vencerlo repetidas veces delante del Señor con ayuno y oración. A pesar de todo el esfuerzo, nada parecía ayudar. De hecho, parecía que cuanto más trataba de vencerlo, más profundo se arraigaba el pecado; cuanto más trataba de combatirlo, más atado y enredado se encontraba. Más tarde, tuvo comunión con algunos hermanos, y les contó que tenía una debilidad, un pecado que lo enredaba y que no podía ser libre, y luego les pidió su ayuda. Mientras tenía comunión, algo maravilloso sucedió; el pecado se fue. Después de que estos hermanos lo escucharon y mientras ellos aún estaban perplejos, pues no sabían cómo ayudarlo debido a su falta de experiencia, este hermano dijo: “Hermanos, ya no necesito ayuda. Démosle gracias al Señor y alabémosle porque esta dificultad ha desaparecido”. Esto muestra que la vida del Cuerpo se había llevado la dificultad de aquel hermano.

  Aunque no soy doctor ni entiendo mucho de biología, fisiología ni bacteriología, sí entiendo un poco lo relacionado con la circulación de la sangre. El principio que aplica la medicina occidental para tratar una enfermedad externa consiste principalmente en cortarla para eliminarla, y para tratar una enfermedad interna consiste principalmente en matar los gérmenes. Sin embargo, los doctores chinos no recomiendan ni cortar ni matar los gérmenes, sino que más bien ayudan a que la sangre circule en el cuerpo. Esto es maravilloso. Cuando la circulación del cuerpo mejora, todas las enfermedades desaparecen. Esto tiene su lógica.

  Por ejemplo, algunas veces las alcantarillas de la ciudad se llenan de lodo, y el agua no puede fluir libremente. Sin embargo, si una corriente fuerte y poderosa es enviada por las alcantarillas, todas las “enfermedades” serán eliminadas, es decir, el lodo y las demás cosas serán expulsadas. Los doctores que practican la medicina china a menudo hablan de bloqueos en los puntos donde pasa la energía vital y la sangre. Ellos usan diferentes tratamientos para limpiar los vasos sanguíneos y despejar las vías por donde pasa la energía vital. Cuando todo queda despejado, el flujo corre libremente en el cuerpo. Como consecuencia, hay una excelente circulación sanguínea que se lleva y desecha todo lo que no debe estar en el cuerpo, y de este modo, todas las enfermedades son eliminadas.

  Esto también se aplica a nuestra experiencia espiritual. Cuando nos encontramos con dificultades, a menudo le pedimos al Señor que nos haga una “cirugía” y mate todos los “gérmenes” en nosotros, pero eso no funciona. No es sino hasta que tenemos más comunión con los hijos de Dios que el fluir aumenta en nosotros, que nuestras dificultades desaparecen y los “gérmenes” son eliminados. En esto consiste la comunión del Cuerpo, y ésta es la función que la comunión del Cuerpo cumple.

LOS MIEMBROS DEL CUERPO DE CRISTO SE NECESITAN MUTUAMENTE

  A menudo sentimos que no somos capaces de llevar una carga particular. Como resultado, nos sentimos agobiados y atribulados. Aunque tratamos de luchar y vencer el problema, no podemos hacerlo. Una manera muy sencilla y fácil de lograr esto es acudir a nuestros hermanos y hermanas. No debemos tener en poco su juventud, porque hay algo en ellos que puede aumentar el fluir en nosotros. Esto es maravilloso. Podemos contarles nuestra dificultad y nuestra carga, y mientras hablamos con ellos, la dificultad desaparece; y cuando terminamos de hablar, la pesada carga nos ha sido quitada. Éste es el fluir de vida presente en el Cuerpo, el cual se lleva las dificultades, y la comunión del Cuerpo, la cual resuelve nuestros problemas. Todos aquellos que tienen más experiencia pueden testificar que en cuanto dejan de ver a los hermanos y hermanas, sienten que no pueden seguir viviendo. De igual manera, si somos cortados de nuestra Cabeza, Cristo, no podremos seguir viviendo.

  Esto nos muestra dos aspectos de la gracia: uno tiene que ver con nuestra comunión con la Cabeza, y el otro, con la comunión que tenemos con los demás miembros. No sabríamos decir cuál de los dos es más importante, pues ambos son igualmente importantes. Cuando contactamos la Cabeza, tocamos la vida; y cuando contactamos a los miembros, también tocamos la vida. La comunión entre los miembros a menudo hace que el suministro fluya a nosotros, y desecha todo lo que no debe estar en nosotros. Por esta razón, un hermano o una hermana que deje de reunirse por un mes se enfermará y se sentirá interiormente deprimido.

  Nunca debemos pensar que aquellos que se ponen de pie frente al púlpito son los únicos que pueden brindar suministro a otros y que ellos no necesitan de los hermanos y hermanas. De hecho, si los hermanos y hermanas no estuviesen allí escuchándolos mientras comparten la palabra, probablemente dejarían de hablar después de sólo diez minutos. Por consiguiente, muchas veces no es el orador quien brinda el suministro a los hermanos y hermanas, sino los hermanos y hermanas quienes brindan el suministro al orador. Si nadie los estuviera escuchando, probablemente dejarían de hablar después de haber dicho diez frases, aunque quisieran hablar más de cien. Sin embargo, si los hermanos y hermanas están congregados allí, es probable que no puedan terminar después de haber hablado cien frases, aunque hubieran comenzado sólo con diez. Esto se debe a que los hermanos y hermanas están allí. La realidad no es que cuanto más hablan ellos, más suministro le brindan a los hermanos y hermanas, sino que cuanto más hablan, más ellos son abastecidos por los hermanos y hermanas.

  Algunos hermanos se han acercado a mí para darme las gracias por dar buenos mensajes. Sin embargo, yo les doy las gracias a ellos por impartirme su suministro. Sin ellos, yo no tendría nada. Los hermanos y hermanas me proveen una oportunidad muy buena para liberar la palabra del Señor, debido a que me suplen con su espíritu en la reunión. Esto es lo que más me alegra y más me satisface. Cuando la palabra es liberada, interiormente me siento satisfecho y nutrido. Cuando me voy a casa, puedo dormir muy bien. Esto es gracia, y también es comunión. Hay un fluir, y es un potente fluir de vida el que está en el Cuerpo.

EL BENEFICIO DE TENER COMUNIÓN EN EL CUERPO

  Éste es un misterio que las personas del mundo no pueden entender ni comprender. A ellas les sorprende que los cristianos se reúnan todos los días, pasen tres horas en una reunión aun después de haber trabajo ocho horas en una oficina. Los cristianos asisten todos los días a las reuniones porque reciben un suministro en su interior y tocan la vida. Nuestras necesidades internas a menudo son satisfechas en las reuniones. Tal vez nos encontremos en una situación que no sabemos cómo resolver, pero una vez que la presentamos a los hermanos y hermanas, por alguna razón desconocida, tenemos una solución y el dilema desaparece. Podemos afirmar que mientras los santos estén dispuestos a tener comunión, no hay ningún problema espiritual que no pueda resolverse.

  Me siento muy agradecido con dos hermanos que ejercen el liderazgo y están aquí, a quienes siempre deseo ver antes de dar un mensaje. Cuando los veo, recibo el suministro. Aunque ellos dicen que no tienen la respuesta cuando les hago una pregunta, la respuesta muchas veces viene a mí mientras ellos dicen esto. Esto es ciertamente maravilloso. Por lo tanto, me gusta reunirme con ellos antes de la reunión y preguntarles: “Hermanos, ¿cómo debo compartir este mensaje hoy?”. Cuanto más ellos dicen que les es difícil darme una respuesta, más aclarado soy y sé lo que debo hablar. Éste es el suministro que nos brinda la comunión.

  Siempre que siento una pesada carga que no puedo liberar por medio de oración ni por medio de esperar delante del Señor, busco a estos dos hermanos. Muchas veces, después de hablar con ellos por sólo diez minutos, la carga me es quitada, y veo claramente que he encontrado el camino del Señor. Cuando estoy solo en mi cuarto, no importa cuánto piense, considere, ore y busque al Señor, nada parece ayudar, pero tan pronto como acudo a estos dos hermanos, el problema es resuelto. Tal vez después de hablar con ellos por sólo diez minutos, y aunque parece que no pueden ofrecerme ninguna solución, con todo, recibo una solución en mi interior. La solución viene simplemente por medio de la comunión.

  Después, los hechos demuestran que el camino provenía del Señor, del Espíritu, que estaba lleno de luz y de sabiduría, y que era de beneficio para el Cuerpo. Hay numerosos testimonios como éste, y podemos decir que éste es nuestro testimonio casi todos los días. Incluso hoy, puedo decir que ningún aspecto del servicio llega a ser claro para mí mediante mi oración personal. Así que tengo una comunión completa y detallada con los hermanos en cuanto a cada aspecto del servicio. De este modo, discernimos el sentir de Dios en nuestra comunión, es decir, percibimos el sentir de la Cabeza por medio de los miembros en nuestra comunión. Esto es maravilloso, y al mismo tiempo es muy práctico. Cuanto más avanzamos en los asuntos espirituales, más vemos lo práctico y lo necesario que es este asunto.

LA NECESIDAD DE TENER LA COMUNIÓN DEL CUERPO ENTRE LAS IGLESIAS

  No sólo los hermanos y hermanas necesitan la comunión del Cuerpo, sino también una iglesia o la obra necesita de esta comunión. Algo anda mal si una iglesia local dice vivir delante del Señor y recibir gracia directamente de parte del Señor y, al mismo tiempo, manifiesta que no necesita recibir ayuda de ninguna otra iglesia local. Sin la ayuda de los hermanos y hermanas, nos secaremos; sin la comunión de otras localidades, una iglesia local será como un pie que se ha secado, que se ha atrofiado. Si una iglesia confía únicamente en la comunión directa que recibe del Señor y menosprecia la comunión del Cuerpo, esa iglesia inevitablemente se secará.

  Aunque hacemos hincapié en el hecho dar mensajes en cada conferencia, valoramos mucho más la comunión que tenemos con todos los santos. Al menos una vez al año se congregan todos los hermanos y hermanas de cada localidad de Taiwán, quienes buscan al Señor, laboran para Él y sirven en las iglesias. No podríamos enumerar las bendiciones que recibimos en estas reuniones. Por medio de la comunión, los problemas desaparecen y recibimos un rico suministro. Algunos santos pueden testificar que durante estas conferencias, la ayuda que reciben al tener comunión con los hermanos y hermanas es mayor que la que reciben al escuchar los mensajes. La comunión resuelve más problemas que los mensajes. Esto es verdaderamente un hecho.

  Examinemos nuestra situación. El hecho de que se hayan levantado y establecido reuniones en diferentes localidades y que hayan llegado a su condición presente en su servicio, ha sido el resultado de la comunión. Actualmente, hay treinta y cinco localidades en la isla que han establecido reuniones para partir el pan, lo que indica que son iglesias locales. Además de esto, hay reuniones de oración en aproximadamente veinte lugares más. Por consiguiente, hay reuniones en cincuenta lugares. Las reuniones en estos lugares no fueron establecidas por los obreros, sino mediante la comunión de los hermanos y hermanas. Esto nos muestra la importancia de la comunión. Estos lugares fueron levantados uno por uno, y están creciendo. Más aún, los santos en estos lugares están sirviendo al Señor y también están introduciendo a los santos de otros lugares en el servicio. Éste es el resultado de la gracia recibida en la comunión.

  La gracia que recibimos en la comunión es muy práctica. Algunas localidades empezaron con un solo santo quien después de asistir a una conferencia, regresó a su localidad y estableció una reunión. En otros lugares había dos o tres hermanos y hermanas que recibieron la comunión y el suministro de una conferencia y empezaron a reunirse en su localidad. Después de dos o tres meses ellos empezaron a partir el pan, y actualmente hay de veinte a treinta santos que se reúnen en su localidad. Esto es maravilloso; en esto consiste la comunión, y éste es el resultado de la comunión.

  A fin de que el Cuerpo crezca, debemos tener la comunión del Cuerpo; cuanta más comunión tengamos, mejor. Las iglesias en el exterior y las iglesias del Sudeste Asiático también pueden dar testimonio de esto. La razón por la cual sufrieron pérdida en el pasado fue que no tuvieron suficiente comunión. Ésta es la razón por la cual en esta ocasión estamos prestando especial atención a la comunión. Muchos hermanos y hermanas del extranjero reconocen que por medio de esta comunión ellos han recibido muchas cosas que no recibieron en el pasado, han podido resolver muchos problemas que no tenían solución y han encontrado un camino que los ha sacado de muchas dificultades.

  Es preciso que veamos que el crecimiento de los santos, el crecimiento de las iglesias, la propagación de la obra e incluso la educación de los obreros depende de la comunión del Cuerpo. Por ejemplo, generalmente nos sentimos satisfechos cuando hemos comido lo suficiente. No obstante, durante el ejercicio, cuando aumenta la circulación de la sangre en nuestro cuerpo, tal vez no estemos conscientes de lo mucho que somos abastecidos ni de cuántas cosas son eliminadas de nuestro cuerpo. Sin embargo, el aumento de la circulación mediante el ejercicio nos imparte el suministro y elimina los elementos negativos de nuestro cuerpo. Tal vez pensemos que recibimos mucha edificación al escuchar los mensajes y que obtenemos mucha ayuda al leer la Biblia, pero debemos ver que somos abastecidos aún más cuando tenemos comunión con otros. Los problemas son resueltos o eliminados subconscientemente. La gracia que recibimos es la gracia propia de la comunión.

  Por ejemplo, si una persona no tiene luz, no recibirá ninguna dirección, y aunque procure recibir luz y dirección, no podrá recibirlas. Sin embargo, cuando asiste a una reunión, sorprendentemente, aun antes de que la reunión comience, la luz resplandece dentro de ella. A menudo hemos tenido esta experiencia. Cuando venimos a una reunión, la luz viene; o incluso mientras vamos de camino a la reunión, viene la luz. Por favor, recuerden que esta luz se halla en el Cuerpo, ésta es la luz del santuario. Cuando permanecemos en nosotros mismos, estamos en tinieblas; sin embargo, cuando participamos de la comunión del Cuerpo, esta comunión nos trae luz y, de hecho, la comunión misma es la luz. Cuando participamos de esta comunión, entramos en la luz. Tal vez no sepamos cómo tratar un asunto importante, aunque procuremos recibir la dirección del Señor. Sin embargo, en cuanto tenemos comunión con algunos hermanos y hermanas, entendemos el asunto con claridad y recibimos la dirección que necesitamos. Esto es lo que nos brinda la comunión. Espero que a través de estos puntos todos podamos ver la importancia de tener comunión.

CINCO PUNTOS CRUCIALES EN CUANTO A LA COMUNIÓN DEL CUERPO

No hacer distinciones en la comunión

  Veamos ahora cómo debemos tener comunión. En primer lugar, al tener comunión debemos tener cuidado de no hacer distinción entre quién tiene más experiencia y quién es joven. Si tenemos comunión únicamente con aquellos que tienen más experiencia y no con los hermanos más jóvenes, sufriremos mucha pérdida. Nunca debemos menospreciar a los hermanos y hermanas más jóvenes. Aunque tal vez pensemos que ellos no pueden brindarnos ningún suministro, ellos ayudan a que las células sanguíneas espirituales circulen. Podríamos compararlos con un estímulo espiritual; cuando tenemos comunión con ellos, nuestras células sanguíneas empiezan a “correr” en una pista, y nosotros recibimos el suministro. Nunca debemos ser orgullosos al punto de pensar que somos experimentados y que los hermanos que recién se han bautizado no pueden entender nuestras necesidades, y que, por lo tanto, no necesitamos tener comunión con ellos. Si mantenemos esta actitud, interiormente estaremos muertos. Cuando tenemos comunión con los creyentes recién salvos, con aquellos que tienen poco tiempo de haber sido bautizados, podemos recibir un fresco suministro y ser refrescados. Lo maravilloso es que podemos pensar que estamos ayudando a otros cuando les enseñamos, pero en realidad somos nosotros quienes recibimos la ayuda de ellos. Por consiguiente, el primer punto que debemos tener en cuenta es que nunca debemos hacer distinciones en la comunión.

La comunión depende del nivel de vida

  En segundo lugar, aunque no debemos hacer distinciones cuando tenemos comunión, sí debemos tener en cuenta el asunto del grado de comunión que podemos tener. Podemos tener comunión y recibir el suministro de parte de cualquier hermano, en tanto que sea creyente. Sin embargo, debemos ver que a fin de comprender a otros, de entender su comunión y saber exactamente de lo que están hablando, necesitamos tener cierta medida de vida. Algunas personas son profundas en el Señor, mientras que otras son superficiales. Así que, si bien es posible que haya un mutuo entendimiento en la comunión, también es posible que haya una carencia. Es posible que una persona entienda nuestra experiencia, y que otra no la entienda. Aunque una persona puede estimular la circulación de la sangre espiritual, otra no puede responder de forma específica a la comunión, porque no ha llegado a ese nivel.

  Por esta razón, si usted tiene comunión conmigo, es posible que no logre comunicarse en ciertas áreas, debido a que yo no lo puedo entender, especialmente si no he pasado por las mismas experiencias suyas, y si mi vida no ha llegado a su nivel de vida. Por lo tanto, usted puede ser como un profesor universitario que conversa sobre matemáticas con un niño de jardín de infancia. Nos podremos entender mientras hablemos de lo que es uno más uno, pero si el tema cambia a álgebra y geometría, yo no sabré qué responder. Es posible que me encuentre con un hermano que fue bautizado la semana pasada, y le diga: “¡Alabado sea el Señor, usted es salvo!”, y luego él conteste: “¡Es cierto, soy salvo!”. Él puede entender esto; sin embargo, si le hago una pregunta más profunda, como por ejemplo, cómo el Señor vive en él, se sentirá confundido y perplejo.

  Esto muestra que puede haber limitaciones en la comunión. Yo tengo muchos años de ser salvo, pero debido a que este hermano tiene menos de un mes de haber sido bautizado, él aún no ha avanzado en la experiencia de vida tanto como yo. Aunque podemos tener comunión, nuestra comunión será limitada. Por lo tanto, todo el que procure tener comunión no debe ignorar el aspecto del crecimiento en vida. Estos dos asuntos, la comunión y el crecimiento, tienen una relación de causa y efecto. Debido a que hay vida, hay comunión; y debido a que hay comunión, la vida puede crecer. Cuanto más crezca la vida, más comunión habrá; y cuanta más comunión se tenga, más crecerá la vida. Esto es un ciclo de vida. Por consiguiente, no sabríamos decir si la comunión viene antes o después del crecimiento. Estos dos asuntos están conectados entre sí.

  Si todos los hermanos y hermanas de la iglesia, quienes son miembros los unos de los otros, crecen de esta manera, nuestra comunión será como el agua que hierve en una olla. Cada vez que nos reunamos, el que esté en medio nuestro será “hervido” y “quemado”. Como consecuencia, todos sentirán como si les hubieran arrancado al menos una capa de piel. Puesto que la reunión está “hirviendo”, el agua en la reunión siempre estará “hirviendo”, continuamente teniendo comunión y continuamente creciendo. Así que, cuando yo tenga comunión con usted, usted entenderá; y cuando usted tenga comunión conmigo, yo entenderé. Esta clase de actividad espiritual nos hace crecer en la vida divina. No obstante, si usted no puede entender cuando yo tengo comunión con usted, y yo no puedo entender cuando usted tiene comunión conmigo, entonces estaremos inactivos, y finalmente, el Cuerpo sufrirá pérdida. Por lo tanto, todos debemos asumir la responsabilidad de tener más comunión para que la vida pueda crecer.

Sin criticar y sin condenar

  En tercer lugar, nunca debemos criticar ni condenar a nadie en nuestra comunión. Después de tener comunión, quizás nos demos cuenta de que no pudimos entendernos mutuamente porque nuestros niveles espirituales son diferentes. A estas alturas algunos dejarán de tener comunión. Sin embargo, aunque no podamos comunicarnos sin obstáculos en nuestra comunión, todavía necesitamos tener comunión. Pero nuestra comunión deberá llevarse a cabo sólo hasta cierto punto, y no ir más allá; de lo contrario, algunos se sentirán condenados. Al mismo tiempo, nunca debemos condenar a otros y pensar que la experiencia de ellos es demasiado superficial y que sólo podemos tener comunión con ellos sobre asuntos superficiales, y no sobre asuntos elevados. No debemos criticar interiormente a cierto hermano o a cierta hermana que aparentemente no muestra ningún progreso; si criticamos, la comunión en nosotros cesará. La comunión se lleva a cabo en el espíritu, que es la parte más tierna y sensible de nuestro ser. Si somos ásperos, toscos, poco razonables y descorteses, esto herirá el sentir del espíritu, y por consiguiente, la comunión en nuestro espíritu será perjudicada. Por consiguiente, nunca debemos condenar ni criticar a nadie en nuestra comunión.

  Por esta razón, cuando tenemos comunión, no sólo debemos evitar hacer distinciones, sino que además no debemos condenar a otros ni criticarlos. Debemos conservar una actitud mansa y humilde delante del Señor en todo momento. Debemos tener comunión unos con otros, y luego debemos continuar en la comunión; sin embargo, si tenemos dificultades al tener comunión, debemos proseguir la comunión sólo hasta donde nos sea posible. En cualquier caso, debemos siempre mantener la frescura y la vitalidad del espíritu.

Debemos aprender a ser complacientes

  En cuarto lugar, al tener comunión con otros debemos aprender a ser complacientes con ellos. Esto significa que si nuestro nivel de vida es más elevado, no debemos ir a un plano muy elevado en nuestra comunión. Si hacemos esto, nuestra comunión no los beneficiará, sino que más bien los conducirá a la muerte; si esto sucede, habrá pérdida. Debemos comprender que los hermanos y hermanas que están con nosotros son como las esposas, los hijos y el ganado que guiaba Jacob (Gn. 33:13-14). Cuando tuvieron que apurarse, Jacob no tenía problema alguno porque él era fuerte y podía caminar rápidamente, pero sus esposas, sus hijos y todo el ganado eran tiernos y frágiles, y no eran como Jacob. Si Jacob hubiese apresurado el paso sin importarle sus esposas, sus hijos y el ganado, los habría empujado hasta matarlos. Pero Jacob no quiso hacer esto. Aunque él era capaz de caminar rápidamente, no lo hizo, sino que en lugar de ello, se mostró condescendiente con sus esposas, con sus hijos y con el ganado.

  Es posible que nuestro entendimiento espiritual sea más profundo y elevado que el de aquellos con quienes tenemos comunión. Si siempre tenemos comunión de una manera profunda y elevada, ellos no podrán entendernos. Como resultado, nuestra comunión será terminada. Debemos, por tanto, aprender a ser complacientes con ellos y debemos aprender a hablar lo que ellos pueden entender. Por ejemplo, si somos como niños al alabar al Señor durante la reunión del partimiento del pan, estaremos siendo complacientes con los demás. Esto ayudará a que ellos puedan progresar. La comunión a menudo se pierde en el Cuerpo porque los que tienen experiencias profundas y elevadas no están dispuestos a ser complacientes con aquellos que son menos avanzados. Nunca debemos menospreciar a ningún miembro del Cuerpo.

No debemos descuidar nuestra comunión personal con el Señor

  En quinto lugar, aunque debemos tener comunión con los miembros, jamás debemos descuidar nuestra comunión personal con el Señor. Nunca debemos pensar que necesitamos únicamente la comunión del Cuerpo. Hay quienes cometen este error; gustan la comunión del Cuerpo y reciben la bendición de esta comunión, pero descuidan su comunión personal con el Señor. Después de cierto tiempo, tienen problemas, debido a que su situación es desequilibrada. Así pues, por un lado, debemos tener comunión con el Señor, y por otro, debemos tener comunión con los santos y con las iglesias.

  Por último, espero que todos podamos ver que toda bendición que hemos recibido nos la ha dado la Cabeza a través de los miembros. Recibimos el suministro de la Cabeza por medio de las coyunturas, y somos entretejidos por medio de los ligamentos. Además de esto, con todos los santos somos capaces de comprender la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de Cristo. Todas estas cosas las recibimos en la comunión del Cuerpo.

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