
Como hermanos responsables que somos o como hermanos y hermanas colaboradores, si tenemos algún problema en cuanto a la vida o el servicio, debemos tener comunión juntos y buscar la dirección del Señor. Espero que podamos tener más comunión en cuanto al Cuerpo de Cristo; esta clase de comunión es buena e importante.
Tengamos comunión localidad por localidad con respecto a los problemas que hay en nuestras localidades o con respecto a los problemas que existen entre los colaboradores y hermanos responsables. Podemos tener comunión juntos y ser alumbrados juntos. No debemos tener temor de sentirnos avergonzados cuando hablemos de nuestros problemas, pues todos somos débiles y todos tenemos problemas.
La iglesia en Taipéi tiene aproximadamente siete mil trescientos hermanos y hermanas, que se reúnen en siete distritos. Aparentemente, ésta es una cifra bastante elevada, pero tenemos dos problemas principales. El primero es que pese a que en nuestros registros dice que hay siete mil trescientos santos, no hemos podido localizar a mil de ellos y sólo mil setecientos o mil ochocientos santos asisten a la reunión del día del Señor en los distritos. Ésta es nuestra lamentable condición.
El segundo es que en nuestro servicio hay una gran carencia en la coordinación; esto es vergonzoso. Aunque queremos que los santos se levanten, no tenemos una manera de hacerlo. Hay cerca de cincuenta colaboradores, ancianos, y hermanos y hermanas que sirven de tiempo completo aquí, pero parece que cuantas más personas tenemos, más problemas tenemos en nuestra coordinación. Aparentemente, todo está calmado y tranquilo entre los hermanos y hermanas. No hay problemas, ni discusiones ni cosas pecaminosas o mundanas. Sin embargo, pese a que servimos juntos, no somos capaces de orar juntos. Todos parecen tener algún conocimiento en cuanto a la carne, pero cuando surge alguna situación, todos tenemos nuestras opiniones. Esto hace que resulte muy difícil coordinar unos con otros, por lo cual nuestro servicio es muy débil. Además, los hermanos que sirven de tiempo completo rara vez asumen la responsabilidad en las reuniones; da la impresión que no tuvieran ningún deseo de prepararse para ser portavoces del Espíritu Santo. Como resultado, las reuniones son muy débiles, pues carecen de la presencia de Dios, debido a que Dios no puede encontrar Su portavoz.
En primer lugar, nos da vergüenza que tan pocas personas asistan a las reuniones. En segundo lugar, nuestras reuniones deberían ser maravillosas debido a que tenemos tantos servidores de tiempo completo en la coordinación de nuestro servicio. Sin embargo, éste no es el caso, debido a que los servidores están llenos de la carne. Aunque no se atreven a contender ni a discutir externamente, guardan resentimientos internos; por esta razón, no pueden ser portavoces del Espíritu Santo en las reuniones. Si los problemas internos no son eliminados, el Espíritu Santo no podrá reinar en nosotros ni encontrar un camino libre para avanzar entre nosotros. Por esta razón, no podemos ver la autoridad del Espíritu Santo ni la gloria de Dios en las reuniones.
El problema que tenemos en la coordinación en la iglesia en Taipéi es que, aunque tenemos muchos hermanos responsables y servidores de tiempo completo, no asumimos la responsabilidad juntos. En lugar de ello, asumimos cierta responsabilidad o servimos sólo después que todo ha sido organizado. El resultado es que todos sirven únicamente según la porción que les asignaron. Como consecuencia, todos los hermanos y hermanas sienten que no reciben una verdadera ayuda. En otras palabras, los colaboradores se aferran a la pequeña porción del servicio que les corresponde, y sólo se limitan a llevar su carga y a asumir su responsabilidad. De este modo, un hermano cumple con su pequeña porción, yo cumplo con la mía, y cada uno cumple con la suya. Como resultado, no somos lo suficientemente abiertos para contarnos nuestros problemas, no oramos juntos lo suficiente delante del Señor y no llevamos la carga juntos como debiéramos. Por consiguiente, algunos servidores se sienten muy solos, porque sienten que sirven y cumplen su responsabilidad solos. Hay una gran carencia en cuanto a brindarnos una verdadera ayuda los unos a los otros y en cuanto a laborar unos con otros.
En segundo lugar, algunos hermanos y hermanas sienten que sujetarse a la autoridad significa obedecer únicamente lo que se les ha asignado. Por lo tanto, si encuentran alguna cosa que no es responsabilidad suya o algo que los hermanos encargados no les pidieron hacer, no están dispuestos a hacerlo. Como resultado, nuestra situación es similar a la de una oficina de gobierno de la antigua China o a una organización. Para dar un ejemplo, un viernes por la noche un hermano de otra localidad llegó al local de reuniones, dejó su equipaje en una de las bancas y esperó allí. Aunque algunos hermanos que estaban en el local, incluyendo a algunos diáconos y servidores de tiempo completo, lo vieron, nadie lo ayudó, pues no era su responsabilidad. Por supuesto, a alguien de la iglesia se le había encargado el servicio de la hospitalidad, pero debido a que él no estaba presente, nadie atendió a este hermano ni mostró ninguna preocupación por él. ¿Qué clase de condición es ésta? Damos la impresión a los demás que nuestra coordinación no es viviente. Pareciera que en lo que al servicio se refiere, nos movemos únicamente cuando nos empujan, y si nadie nos empuja, preferimos hacernos a un lado antes de ser osados y actuar.
Por consiguiente, al parecer el resultado de haber aprendido a obedecer y someternos a la autoridad es que cada uno cumple únicamente con su responsabilidad. Si vemos un vidrio quebrado en el local de reuniones o luces que no se apagaron en la noche, nos conducimos como si eso no fuera asunto nuestro, sino la responsabilidad del hermano Fulano. Ésta es la situación que vemos en Taipéi. Por otro lado, algunos hermanos creen que están sobrepasando su límite y haciendo más de lo que les asignaron los hermanos encargados, si es que hacen algo que no les asignaron. Piensan que esto es desobediencia, que equivale a no someterse a la autoridad. Es común en muchas iglesias locales que a un servidor no le preocupe ninguna cosa que no le hayan asignado y, por otra parte, se aferre firmemente y sea muy diligente con lo que le asignaron los hermanos que toman la delantera. Como resultado, todos se sienten solitarios debido a que no hay una verdadera coordinación; no podemos encontrar a aquellos que lleven juntos los problemas y las cargas.
La razón por la cual hay una asistencia tan baja en las reuniones cuando hay tantos hermanos y hermanas es que no cuidamos lo suficiente de ellos. Si examinamos este asunto desde la perspectiva de la predicación del evangelio, nuestra situación actual se debe a que únicamente nos interesa salvar a los pecadores; es decir, no nos interesa cómo ellos se reúnen y sirven en la iglesia después de ser salvos. Sin embargo, el evangelio no se propaga simplemente mediante la predicación, sino mediante la multiplicación de la vida. La medida de vida en una iglesia es lo que determina hasta dónde se propagará el evangelio. Desde una perspectiva más amplia, hay muchas personas en el cristianismo que dan importancia a la predicación del evangelio. Tienen algún lema que expresa el deseo de evangelizar a todo el mundo, de propagar el evangelio a toda la tierra. Algunos de entre ellos incluso han dicho: “No nos interesa nada más. Lo único que nos importa es predicar el evangelio, y nuestro único deseo es que el evangelio sea propagado y que las personas sean salvas”. Al parecer, esto suena muy conmovedor y razonable; pero al mismo tiempo, concuerda mucho con el gusto particular de los típicos cristianos fervorosos. Muchos cristianos quizás no respondan si les hablamos de otros asuntos, pero si les hablamos de ser fervientes para predicar el evangelio, definitivamente responderán.
Sin embargo, los hechos demuestran que los que se preocupan únicamente por predicar fervorosamente el evangelio no producen mucho resultado. Esto se debe a que después que el evangelio es predicado no hay un recipiente capaz de contener y retener dicho resultado. Puesto que no hay un recipiente que pueda contener el resultado de la predicación del evangelio, el progreso del evangelio se ve afectado. Por esta razón, aun después de muchos años el supuesto movimiento evangélico del cristianismo nunca ha tenido éxito. Hablando con propiedad, el evangelio no se propaga simplemente por medio de la predicación, sino por medio del crecimiento. Cuando la vida de una iglesia crece hasta cierto punto, el evangelio espontáneamente se propaga. Por lo tanto, no debemos prestar atención únicamente a la propagación del evangelio, y descuidar el incremento y crecimiento de vida. Esto es cierto tanto desde la perspectiva espiritual como desde la perspectiva lógica y la de los hechos.
Hace muchos años hicimos una seria advertencia a los santos de que no podíamos únicamente prestar atención a la predicación del evangelio y descuidar el incremento y el crecimiento de vida. Les dijimos que si hacíamos esto, un día el evangelio se vería estorbado, y no podríamos avanzar más. Por ejemplo, si en una iglesia local, que es joven y sólo tiene una medida limitada de vida, los santos prestan atención únicamente al evangelio y a ayudar a las personas a que sean salvas, sólo pueden engendrar hijos que son iguales a ellos. Los que son jóvenes en la vida divina únicamente podrán traer a aquellos que son jóvenes en la vida divina. Éste es un aspecto.
Los que sean traídos a la iglesia por medio de nuestra fervorosa labor de predicación no recibirán suficiente suministro ni serán sustentados por medio de la comunión en las reuniones; antes bien, simplemente serán como niños recién nacidos que mueren sin recibir la alimentación y el cuidado adecuados. Así pues, fuera de la iglesia no daremos mucho testimonio delante de los hombres, y en la iglesia los hermanos y hermanas se sentirán desanimados en cuanto a la predicación del evangelio. Esta situación continuará hasta que la predicación del evangelio finalmente se detenga por completo. Por este motivo, repetidas veces hemos hecho este ruego: “Si una iglesia no presta atención a la predicación del evangelio, déjenla así, pero si una iglesia se centra en la predicación del evangelio, debemos empezar con la vida, propagándonos a partir de la vida”. Esto nos guardará de repetir el error del cristianismo: que es tener actividades evangélicas sin el fundamento de la vida, y teniendo el fruto del evangelio sin el debido apoyo de la vida.
Hace veinte años en China, el doctor John Sung condujo a miles de personas al arrepentimiento y a creer en el Señor; sin embargo, muy pocas permanecieron. Esto se debe a que no había una iglesia fuerte que las pudiera contener. Podemos comparar esto a sacar agua de un pozo; si no tenemos un recipiente lo suficientemente grande para contener el agua, ésta se derramará en el suelo y gradualmente regresará a la tierra. Los movimientos evangelizadores traen la salvación por medio de cierto avivamiento evangélico, pero si las personas no encuentran un lugar adonde ir, ni nadie asume la responsabilidad de alimentarlas y cuidarlas, ellas se perderán. Éste es un problema muy serio.
Debemos tener un lugar donde almacenar el agua después de sacarla del pozo. La condición que impera en el cristianismo en cuanto a la predicación del evangelio es que no hay un lugar apropiado donde alimentar a los que son salvos. Enviar a los nuevos creyentes a las denominaciones es como poner comida caliente en la nevera. Si enviamos a una denominación a un creyente que ha sido recientemente salvo y es ferviente, para que se reúna allí, después de poco tiempo se enfriará y regresará a la condición en que estaba antes de ser salvo. Esto se debe a que las reuniones allí son semejantes a una nevera.
La baja asistencia de nuestras reuniones demuestra que nuestra iglesia es débil en cuanto a la vida. Nuestra vida no ha ascendido al nivel del mover del evangelio, ni tampoco es capaz de retener el resultado del evangelio. Hemos ganado doscientas personas que se han bautizado, pero no tenemos la capacidad necesaria para sostener a doscientas personas. Podemos comparar esto a padres que engendran doce hijos pero no tienen la capacidad de criarlos; es decir, son capaces de engendrarlos, mas no tienen la capacidad de criarlos. Puesto que no tuvieron en cuenta cómo criar y educar a sus hijos, ahora lo único que pueden hacer los padres es observar cómo sus hijos crecen y se mueren solos.
Ésta es la razón por la cual la asistencia en nuestras reuniones decae después de haber tenido una conferencia especial. Descuidar el crecimiento de vida y centrar toda nuestra atención en la propagación del evangelio nos conduce a una calle sin salida. Por lo tanto, necesitamos avanzar más en el asunto de la vida. Espero que todas las iglesias presten atención al crecimiento en la vida divina de tal modo que podamos responder adecuadamente al mover del evangelio. Debemos comprender que únicamente el crecimiento de vida es capaz de retener el resultado del evangelio.
Según la historia de la iglesia, el crecimiento de vida en la iglesia fue lo que hizo posible que los misioneros occidentales pudieran propagar el evangelio en China. El crecimiento de vida en la iglesia en los países del Occidente produjo un grupo de cristianos que fueron enviados por el Señor para predicar el evangelio en China. Estos misioneros occidentales fueron el fruto del crecimiento de vida en la iglesia en el Occidente, y el fruto de este crecimiento de vida fue lo que trajo el evangelio a la costa de China. Sin embargo, este mover del evangelio se detuvo más tarde, y por mucho que otras personas intentaron llevarlo adelante, no continuó. Así pues, era necesario que la vida creciera en China para que el evangelio pudiera seguir propagándose. Podemos comparar esto a la siembra de la semilla. Las personas trajeron aquí la semilla de los Estados Unidos. Ahora lo que debemos hacer es sembrar la semilla en la tierra y dejar que ella crezca para que después vuelva a caer en la tierra. El proceso de crecer y caer, y de caer y crecer, define la verdadera propagación del evangelio.
Aparentemente, el evangelio es propagado por medio de la predicación, pero en realidad, es propagado por medio del crecimiento. Esto también se aplica a nosotros. Cuando vinimos a Taiwán, durante los primeros años estuvimos muy ocupados predicando el evangelio, y los hermanos y hermanas tenían un deseo y una carga muy grandes de predicar el evangelio. Sin embargo, hoy en día la predicación del evangelio se ha debilitado debido a que nos hemos atrasado en cuanto a la vida, es decir, nuestro nivel de vida no está a la par con el resultado del evangelio.
A fin de coordinar adecuadamente en el servicio necesitamos la misericordia del Señor, no doctrinas. Necesitamos la misericordia del Señor para que como servidores estemos dispuestos a recibir el resplandor interior y el quebrantamiento delante del Señor. Cualquier clase de método, instrucción, organización o incluso arreglos, no puede hacer que tengamos una buena coordinación. Es únicamente cuando estamos dispuestos a recibir el quebrantamiento del Espíritu Santo que podemos tener la verdadera coordinación. Todos los hermanos y hermanas entienden esto claramente en teoría, pero me temo que no estemos muy dispuestos a desear misericordia y a recibir misericordia. Por este motivo, perdemos la oportunidad de experimentar la coordinación.
Mientras tengamos el interés y estemos dispuestos a recibir la misericordia y el quebrantamiento y el resplandor, nuestra coordinación no será difícil. Debido a que todos los santos han aprendido algunas lecciones en la vida de iglesia, no están dispuestos a discutir ni se atreven a hacerlo. Sin embargo, debido a que no reciben suficiente resplandor, aunque aparentemente no haya ninguna contienda ni discusión, ellos no pueden superar ciertos problemas. Esto muestra que estamos escasos de misericordia. Cualquier cosa que podamos decir y cualquier exhortación que podamos dar es inútil; pues necesitamos la misericordia del Señor. Nuestra responsabilidad consiste en permitir que el Señor nos conceda Su misericordia y nosotros podamos recibir Su resplandor en la reunión.
A menudo en las reuniones no percibimos que los santos asuman su responsabilidad espiritual. Quizás esto tenga diferentes razones. A veces estamos ocupados con demasiados asuntos prácticos en la iglesia. En cuanto nos sea posible, debemos liberarnos de estos asuntos para tener tiempo para preparar los asuntos espirituales. Por ejemplo, en lugar de invertir su tiempo y poner interés en los asuntos espirituales, algunos hermanos y hermanas que sirven de tiempo completo ocupan su tiempo principalmente con los asuntos prácticos de la iglesia. Por esta razón, cuando vienen a una reunión, se sienten muy desalentados en su espíritu y con el pasar del tiempo se vuelven indiferentes. Así que, se dicen a sí mismos: “Dejaré que el Espíritu Santo mueva a otros. Que otros lleven la carga. Yo estoy muy cansado. Ésta es mi hora de descanso”. La razón principal de esto es que están ocupados en la iglesia con demasiados asuntos prácticos.
Además de no permitir que nos enredemos con los asuntos prácticos de la iglesia, debemos tener la capacidad de recibir la comisión del Señor. Esto tiene que ver con el hecho de recibir misericordia. Debemos estar dispuestos a recibir misericordia, a fin de recibir la carga del Señor, la comisión del Señor. Tomemos como ejemplo la iglesia en Taipéi. Algunos hermanos son indiferentes en las reuniones, no asumen ninguna responsabilidad, y simplemente se sientan y descansan. Sin embargo, cuando no están en las reuniones, están muy ocupados, trabajando incansablemente. Es como si el tiempo de la reunión fuese su sábado. Durante los otros seis días están continuamente ocupados, y el séptimo día descansan. No piensen que estoy bromeando. Esto es un hecho. Sin embargo, si este hermano se mudara a otra localidad y llegara a ser un hermano responsable, no podría dormir en la noche porque las cargas son demasiado pesadas. Cuando venga a las reuniones, orará, escogerá los himnos y exhortará a los demás. ¿Qué es esto? Esto muestra que él ha empezado a tener el sentir de la responsabilidad y a llevar la carga de la reunión.
Consideren el ejemplo del hermano que había venido de otra localidad y que puso su equipaje en frente del local de reuniones, y no hicieron nada los servidores de tiempo completo ni los diáconos que estaban allí. Estoy seguro de que si enviáramos a estos servidores de tiempo completo y a estos diáconos a una pequeña localidad como hermanos responsables, ellos considerarían a este hermano que viene de visita como un ángel y se regocijarían grandemente. Ellos recibirían a este hermano cálidamente debido a que sienten que tienen responsabilidad.
Otra razón puede ser que en una familia tan grande como lo es la iglesia en Taipéi, debido a que hay tantos hermanos competentes y de tanta experiencia, no pensamos que tenemos que asumir ninguna responsabilidad. Si intentáramos asumir alguna responsabilidad, causaríamos problemas. Si hacemos las cosas bien, las hacemos por obligación, y si las hacemos mal, seremos reprendidos. Por lo tanto, pareciera que lo mejor es ser sabios e indiferentes. De este modo, pensamos que nos ahorramos muchos problemas y causamos menos líos. Sin embargo, si nos vamos a una localidad pequeña, todos tenemos que asumir la responsabilidad y tomar decisiones. Si hacemos las cosas mal, nadie nos reprenderá, y si las hacemos bien, recibiremos todo el crédito. Esto es totalmente diferente de estar en una iglesia grande, donde si hacemos las cosas bien, parece que todo el crédito lo reciben los hermanos responsables, y si hacemos las cosas mal, somos reprendidos. Aunque quizás inconscientemente caemos en esta condición, no obstante, ésta condición es anormal.
Por favor, tengan presente que si un hermano servidor asume su responsabilidad únicamente cuando va a cierto lugar, su responsabilidad es de la carne. El hecho de que asuma la responsabilidad únicamente cuando llega al lugar donde puede desempeñar “su responsabilidad”, es algo que proviene de la carne. Todos los que sirven al Señor deben aprender una profunda lección delante del Señor. Debemos aprender a no aferrarnos a ninguna obra que nos haya sido encomendada. En cualquier momento y en cualquier lugar debemos recibir la comisión del Señor. Ya sea que estemos cumpliendo con lo que se nos ha asignado o estemos sujetándonos a la autoridad, nuestra comunión con el Señor, nuestra preocupación por las personas y nuestro interés por las almas debe ser el mismo.
Supongamos que un hermano llega al local de reuniones y pone su equipaje a la entrada. Si estamos en comunión con el Señor y sentimos interés por las personas, iremos y lo asistiremos. Esto no tiene que ver con sujetarse a la autoridad ni con cumplir con una responsabilidad asignada. Debemos preguntarle amablemente: “¿De dónde viene? ¿Puedo ayudarle a poner su equipaje dentro del local?”. Esto tiene que ver con la vida espiritual y no con cumplir una responsabilidad o con sujetarse a la autoridad. Probablemente no estamos actuando conforme a la vida divina si hacemos las cosas únicamente porque ésa es nuestra responsabilidad. Si no expresamos la vida divina en un lugar y, por otra parte, hacemos algo en otro lugar porque ésa es nuestra responsabilidad, no estaremos actuando conforme a la vida.
Si amamos al Señor y amamos a las personas, definitivamente tendremos contacto con las personas antes y después de la reunión. Antes de una reunión de predicación del evangelio, saldremos a buscar a las personas. Antes y después de otras reuniones, tendremos comunión con los hermanos y hermanas. Siempre debemos recibir una comisión de parte del Señor cuando tengamos contacto con las personas, ya sea para recibir la ayuda de otros o para brindarles ayuda. Debemos conducirnos de la misma manera en una iglesia local grande como en una iglesia local pequeña. No importa dónde estemos, debemos ser los mismos. De esta manera, lo que hagamos muy probablemente emanará de la vida. Estos asuntos no dependen de que exhortemos, organicemos tareas y animemos a otros, sino más bien de que estemos dispuestos a recibir la misericordia y el resplandor del Señor.
A menudo no hay contiendas evidentes entre las iglesias en relación con el suministro espiritual ni con la ayuda práctica, pero sí hay muchas contiendas internas. Esto muestra que algo aún está escondido dentro de nosotros, y que aún no hemos sido quebrantados en nuestro servicio. Nuestro ser natural aún permanece, y nos aferramos firmemente al servicio que nos fue confiado. Este problema no sólo existe entre las iglesias, sino también entre los diferentes locales de reunión de una misma iglesia. Por ejemplo, supongamos que cierto colaborador que es muy competente para impartir un suministro a los santos, está disponible un solo día del Señor para ir a uno de los salones de reunión y ministrar a los santos. Cuando los hermanos responsables de los diferentes salones de reunión se enteran de esto, empiezan a “negociar” entre ellos. Los hermanos del primer salón de reuniones quizás digan que los hermanos del segundo salón de reuniones son fuertes y no necesitan ninguna ayuda adicional; los hermanos del segundo salón de reuniones probablemente digan que en el tercer salón de reuniones hay muy pocos hermanos y que, por tanto, no necesitan que este colaborador vaya allí. Después de muchas negociaciones, cada uno retiene su propio punto de vista, y ninguno de ellos ha sido derribado en su ser interior.
Lo mismo sucede en lo que se refiere a los asuntos prácticos. Tal vez todos parezcan muy corteses y educados, pero interiormente todos tienen su propia opinión. Esto comprueba que no nos hemos postrado delante del Señor. No debemos sentirnos contentos simplemente porque la iglesia de nuestra localidad sea fuerte; únicamente podremos tener verdadero gozo cuando la iglesia del Señor sea fuerte. Aunque se nos haya encomendado alguna responsabilidad, no debemos aferrarnos a ella. Debemos ser fieles hasta la muerte, pero no debemos apegarnos al servicio. No debemos sentirnos contentos ni satisfechos porque el salón donde nosotros ejercemos responsabilidad, es fuerte; antes bien, debemos sentirnos contentos y satisfechos cuando la iglesia del Señor sea fuerte.
Debemos comprender que el hombre es egoísta y que aun en los asuntos espirituales el hombre puede expresar el egoísmo de la carne. Algunas veces, este egoísmo está escondido; en lugar de contender por nosotros mismos, contendemos por la obra que está bajo nuestra responsabilidad y, de hecho, contendemos abiertamente por ello, pensando que es justificable. Debemos entender que ni siquiera en la responsabilidad que el Señor nos ha confiado, debemos ser egoístas; debemos postrarnos delante del Señor. No hay método que pueda resolver este problema. Este problema únicamente se resolverá cuando recibamos la misericordia del Señor y permitamos que el Espíritu Santo realice una obra de quebrantamiento en nosotros.
El número de hermanos que se reúne en la iglesia en Kaohsiung es mucho menor que el número de hermanos que se reúne en la iglesia en Taipéi; pero en principio, todos los problemas que mencionamos anteriormente también se encuentran en Kaohsiung, y es probable que aún haya más. Hace dos años alcanzamos el número de mil cuatrocientos santos, pero hoy en día la cifra es apenas un poco superior a ésta. En otras palabras, en los dos años pasados no ha habido incremento en el número de los santos. Aunque algunos han sido salvos, no muchos permanecen. Éste es nuestro problema.
En relación con nuestra coordinación, hay problemas en cada servicio, y el problema más grave de todos es el problema entre los hermanos responsables. Si no hubiera problemas entre los hermanos responsables, no habría problemas en la iglesia. Todos los problemas se deben a unos cuantos hermanos que ejercen el liderazgo. Algunos de los hermanos que ejercen el liderazgo están conscientes del problema, pero otros no se percatan del problema en absoluto. Aun cuando en nuestra coordinación actual no se producen muchos problemas ni disputas, no podemos decir que ésta sea fuerte. Aunque a menudo tenemos comunión y oramos juntos, no somos muy abiertos en nuestra comunión. Debido a esta falta de apertura, hemos sufrido mucha pérdida. La falta de apertura en la coordinación de los diferentes distritos ha causado barreras debido a que los distritos no saben lo que se está haciendo en otros distritos. Como resultado, somos débiles en nuestro servicio. Espero que el hermano Lee nos pueda dar alguna ayuda al respecto.
Además, algunos santos que tienen un corazón dispuesto a servir fueron añadidos, pero debido a como hemos dispuesto las cosas no han podido aprender ni han podido ser útiles. En otras palabras, no hay muchos que puedan ser líderes de grupos. Esta carencia de líderes de grupos ha hecho que muchos de los que fueron añadidos se descarríen. Nuestra verdadera carencia es la incapacidad de los hermanos responsables para perfeccionar a los líderes de grupo. Además, un gran problema que nos estorba al asumir el liderazgo en la iglesia es que estamos escasos del suministro de la palabra. Hay una escasez de suministro de la palabra en las reuniones, y también hay una escasez de palabra que nos avive para el servicio; esto es un gran problema. Este problema no podrá desaparecer ni en un día ni en dos. Para ello, requerimos una misericordia especial del Señor.
Además, al cuidar de los hermanos y hermanas jóvenes, la mayor dificultad que tenemos es la cuestión del matrimonio. Por un lado, nos hacen falta personas que sientan la carga de servir en este asunto; por otro, no es fácil que los jóvenes reciban dirección. ¿Cómo debemos atender esta necesidad?
La apertura que haya en la coordinación depende completamente del quebrantamiento. Si una persona no ha sido quebrantada, incluso su supuesta apertura es natural. Algunas personas abren la puerta pero no saben cuando cerrarla; su puerta permanece siempre abierta. Esto es algo de su ser natural y no tiene ninguna utilidad; además, esto puede acarrear muchos problemas. Otras personas tienen una entrada y ventanas, pero debido a que no tienen una puerta y las ventanas no tienen vidrios, la entrada de la casa y las ventanas permanecen siempre abiertas. Todas estas situaciones están mal. Si hay una entrada, debe también haber una puerta. Cuando los invitados vienen, debemos abrir la puerta, pero cuando los perros y los gatos se quieran meter, debemos cerrar la puerta rápidamente. Debemos poder abrir y cerrar cada puerta y cada ventana. Sin embargo, algunos de nosotros no podemos abrir la puerta, mientras que otros no pueden cerrarla. Tanto los que no pueden abrir la puerta como los que no pueden cerrarla necesitan ser quebrantados.
En la vida de iglesia a menudo nos encontramos con personas que son abiertas a todo, pero ello no representa ningún beneficio. También hay hermanos que son semejantes a una pared de hierro: nadie puede tocar lo que hay en ellos porque todo su ser está cerrado. Son personas tan cerradas que nadie puede darse cuenta de si están contentas o tristes. Al discutir cierto asunto con ellos, no podemos saber si están de acuerdo o en desacuerdo. Sin embargo, en lo que se refiere a amar al Señor, ellos verdaderamente lo aman; y en lo que se refiere al servicio, son muy diligentes. Pero, lamentablemente, son muy cerrados. Harían cualquier cosa que les pidiéramos hacer, pero no sabríamos decir si lo hacen de buena gana o de mala gana. Sencillamente no podemos tocar lo que hay dentro de ellos. Es posible que tengamos que asumir junto con ellos la responsabilidad de dirigir una reunión e incluso discutamos cierto asunto, pero cuando hablamos con ellos, ni siquiera mueven los ojos. Simplemente escuchan calladamente, y cuando terminamos de hablar, se levantan y se van. Si les preguntáramos si están de acuerdo o no, no expresarían nada; para ellos, tanto ellos como nosotros tenemos razón, y al mismo tiempo nadie tiene la razón. Hay personas así entre nosotros. No importa cuánto otros se enojen, ellos no se enojan, y no importa cuánto otros se rían, ellos permanecen indiferentes. Tales personas no podrán abrirse debidamente hasta que hayan sido quebrantadas en su vida natural.
Alguien que ha aprendido lecciones espirituales y ha sido quebrantado profundamente delante del Señor puede ser muy abierto, pero lo es de una manera muy apropiada. Esta clase de persona sabe hasta qué punto debe abrirse y hasta qué punto debe permanecer cerrada. Puede contarle a otros lo que es necesario contar y puede guardarse las cosas que no se tengan que contar. Si hemos aprendido esta lección espiritual, sabremos si la manera en que nos abrimos ante los demás es natural o es espiritual. Para ello, se requiere que nos sea concedida misericordia.
Hubo cierto hermano que fue “dirigido” para tener comunión con nosotros. No sabíamos si esta “dirección” que había recibido provenía de la carne y del ser natural, o del Espíritu Santo y por revelación. Él dijo: “Nuestro problema es que tenemos demasiadas quejas dentro de nosotros. En lugar de ser abiertos unos con otros, guardamos nuestros problemas dentro de nosotros. Por lo tanto, sugiero que aprendamos a abrirnos los unos a los otros”. Todos tuvimos el mismo sentir y dijimos que eso sería bueno. Sin embargo, cuando abrimos nuestro ser, discutimos unos con otros y nos reprendimos el uno al otro. Probablemente aquellas hayan sido las peores disputas y críticas que haya habido en la historia de la iglesia en esa localidad. De manera que aunque fuimos abiertos, el resultado de ello fueron reprensiones. Algunos se atribuyeron a sí mismos el crédito por todos los logros, otros se quejaron de que habían sido menospreciados y otros sintieron que habían sido mal entendidos. ¿Qué es esto? Esto es absolutamente la apertura de la carne. Por lo tanto, ser abiertos no necesariamente es algo positivo. Únicamente cuando una persona es quebrantada, puede ser abierta de una manera verdadera y apropiada.
Ser abiertos es algo que depende completamente de si conocemos el Cuerpo, de si conocemos la iglesia. Es algo que requiere que nos sea concedida misericordia. La apertura de una persona a quien le ha sido concedida misericordia es una apertura espiritual y apropiada. Y también el hecho de que esté cerrada es también algo espiritual, apropiado y conveniente. No es cuestión de ser enseñados ni de aprender un método, sino de recibir misericordia y ser quebrantado delante del Señor.
El asunto de los líderes de grupo se ajusta al mismo principio de cómo guiar a los nuevos creyentes. Los colaboradores y los hermanos responsables con frecuencia se ven limitados en su capacidad para guiar a las personas; una persona puede ser capaz de guiar a cincuenta personas pero no a sesenta. Podemos comparar esto a los maestros de escuela. Un maestro tal vez pueda enseñar a una clase de cincuenta estudiantes, pero sea incapaz de enseñar a una clase de ochenta estudiantes. Si intenta enseñar a una clase de ochenta estudiantes, sin duda alguna, treinta estudiantes van a ser desatendidos. Por consiguiente, todo el que desee guiar a las personas debe crecer en la vida divina; únicamente por medio del crecimiento de vida aumentará nuestra capacidad para guiar a las personas.
La responsabilidad para guiar a las personas debe ser dada a otros. Los hermanos responsables no deben ser los únicos que guían a las personas. Siempre debemos dar a otros la responsabilidad de guiar a las personas para que ellos también aprendan a guiar a las personas. Todos necesitamos aprender esta lección espiritual.
Desde la perspectiva de la obra, el obrero o hermano responsable más útil es el que puede laborar y al mismo tiempo levantar a otros para que hagan la misma obra. En otras palabras, podemos guiar a otros para que sean líderes de grupo, y también podemos enseñar a otros cómo guiar a las personas. De este modo, si actualmente hay unos cuantos de nosotros que asumen el liderazgo y ayudan a otros, en un año debe haber cinco o seis personas que puedan ayudar a otros a ser hermanos responsables. A fin de hacer esto, tenemos que aprender algunas lecciones y recibir el quebrantamiento del Señor. Alguien que ha sido quebrantado puede laborar y al mismo tiempo traer a otros hermanos para que laboren con él. No obstante, alguien que no ha sido quebrantado siempre pensará que su obra es la mejor. A tal persona no le es fácil levantar a otros; pues necesita experimentar un quebrantamiento más profundo.
Es difícil servir a los santos en la cuestión del matrimonio, pues nos encontramos en medio de dos dificultades. Una dificultad es nuestra cultura china, y la otra es la iglesia. Debido a estos dos asuntos es difícil ayudar a los hermanos y hermanas en el asunto del matrimonio. En principio, debemos guiarlos en vida e instruirlos en la verdad. Para ello, se requiere que tengamos comunión con ellos a fin de guiarlos en su matrimonio. Por un lado, la era en que vivimos presenta muchas dificultades con respecto al matrimonio; por otro, debemos prestar atención al aspecto espiritual. Así que, estamos situados en medio de dos dificultades, y debido a esto se hace más difícil. Los hermanos y hermanas de más edad en la iglesia deben asumir alguna responsabilidad y ayudar a los jóvenes en el asunto del matrimonio. Al hacer esto, ellos no deben permitir que se involucren sus propios sentimientos. Las personas con demasiados sentimientos no pueden tratar el asunto del matrimonio; todo se volverá un desastre, y no será posible esclarecer la situación.
En segundo lugar, debemos tener un interés sincero por las personas. No debemos servir en este asunto simplemente porque nos encanta hacer esto y porque nos llama la atención, sino que más bien debemos estar preocupados por esto delante del Señor. Nos preocupan los jóvenes, y deseamos servirlos en el asunto del matrimonio conforme a nuestra carga. Debemos tener esta clase de preocupación; de lo contrario, no podremos hacer esto.
En tercer lugar, necesitamos tener paciencia. Algunos hermanos y hermanas esperan tener éxito inmediato cuando hacen que dos santos jóvenes se conozcan, y se sienten molestos y desanimados cuando después de esto nada sucede. Sin embargo, debemos tener paciencia; ser pacientes significa no estar ansiosos. Si deseamos servir a los jóvenes, debemos ayudarlos de una buena manera. Debemos observarlos, prestar mucha atención a cada detalle, y ayudarlos poco a poco. Esto no debe hacerse de forma apresurada. Por esta razón, debemos ser pacientes.
En cuarto lugar, debemos ser sinceros, y al mismo tiempo, sabios. La sinceridad y la sabiduría no significan lo mismo. Algunas personas actúan con falsedad procurando ser sabios, y otras descubren los defectos de los demás con su sinceridad. Una persona “sabia” puede tratar de describir a un hermano como si fuera perfecto y a una hermana como si fuera intachable, pero después que ellos se casan, se dan cuenta de que no era así. Por otra parte, una persona sincera puede ser franca al punto de no tener discernimiento, y revelar algunos asuntos secretos tanto del hermano como de la hermana. Esta “sinceridad” anula la intención de que el hermano y la hermana se conozcan. Esto es ciertamente difícil. Por lo tanto, todos debemos aprender algunas lecciones; debemos ser sinceros y al mismo tiempo sabios, y debemos ser sabios y al mismo tiempo sinceros. No obstante, no debemos decir: “Puesto que es tan difícil, debemos olvidarnos de ello y no hacer nada. No somos hombres de madera, ¿cómo podemos evitar tener sentimientos? Además, también debemos ser pacientes y sabios, pero como esto es tan difícil, no podemos hacerlo”. Si decimos esto, perderemos la oportunidad de experimentar la gracia del Señor.
Hoy en día ciertamente necesitamos un grupo de santos de más edad que pueda levantarse y atender esta necesidad. Deben hacer esto apropiadamente, como conviene a los santos, según la enseñanza de la Biblia, y teniendo en cuenta la verdadera condición espiritual de los hermanos y hermanas. Para ello, se requiere que cumplan estos cuatro requisitos. Si no somos cuidadosos al ayudar a que los hermanos y las hermanas se conozcan, no recibiremos mucho beneficio; al contrario, podemos hacer que ellos sufran pérdida espiritual.
En cuanto al tiempo para la oración, debemos usarlo apropiadamente y estar calmados delante del Señor. Orar con entusiasmo no nos ayuda a contactar los asuntos espirituales; sin embargo, eso no significa que no estemos a favor de orar con entusiasmo. Todos sabemos por experiencia que es principalmente cuando estamos quietos y calmados que podemos contactar en nuestra oración la realidad espiritual y las cosas que son de Dios. Si estamos muy emocionados o alegres, podremos sufrir más pérdida que ganancia. Por lo tanto, cuando oremos juntos, debemos hacer lo posible por estar calmados delante del Señor y buscar al Señor con un espíritu sosegado. Por supuesto, a veces el Espíritu Santo puede hacer algo excepcional y hacer que nos sintamos emocionados, pero por lo general, no debemos estar muy emocionados cuando estemos juntos.