
Lectura bíblica: Mt. 16:13, 16-19; 1 Ti. 3:15-16
En 1 Timoteo 3:15 dice: “Si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”. Éste es el gran misterio de la piedad; luego el versículo 16 continúa, diciendo: “Grande es el misterio de la piedad”. Indiscutiblemente, esto es un gran misterio. Este gran misterio de la piedad es Dios manifestado en la carne. Por lo tanto, la iglesia no es simplemente columna y fundamento de la verdad, sino también el misterio de Dios manifestado en la carne.
El hombre creado por Dios en Génesis 1 se manifiesta plenamente en el Nuevo Testamento como un hombre corporativo, la iglesia. La autoridad de Dios le ha sido confiada a la iglesia, y Su imagen se expresa en la iglesia como hombre corporativo que ella es. Todos los que leen la Biblia están de acuerdo en el principio fundamental de que todos los asuntos que se mencionan por primera vez en Génesis son como una semilla; el crecimiento de esta semilla se lleva a cabo en el Nuevo Testamento. Por consiguiente, es únicamente en el Nuevo Testamento que vemos el pleno desarrollo de la autoridad y la imagen que fueron sembradas en Génesis 1. Un asunto particular que encontramos en el Nuevo Testamento es que siempre se menciona la iglesia junto con el asunto de la autoridad o con asuntos relacionados con la imagen, tales como la naturaleza y la vida de Dios. El Nuevo Testamento nunca habla de la iglesia aparte de la autoridad y la imagen de Dios. En vista de esto, sabemos con certeza que el hombre que Dios creó en Génesis 1, al cual le dio Su imagen y Su autoridad, debe de referirse a la iglesia.
¿Qué es la iglesia? ¿Cuál es la naturaleza de la iglesia? La iglesia es un hombre corporativo, que es la mezcla de la divinidad con la humanidad. Este hombre corporativo es un hombre especial, no un hombre común. Él no es el hombre que fue creado por Dios en el principio, ni simplemente el hombre que cayó y fue redimido. La iglesia no solamente ha sido redimida; la iglesia posee dos naturalezas, que son la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios. Por lo tanto, la iglesia es una entidad muy especial: la iglesia es el hombre más Dios, es Dios que se añade al hombre y se mezcla con él.
Para usar una analogía, el hombre que fue creado por Dios en Génesis 1 y que tenía la imagen y autoridad de Dios, era simplemente un dibujo sobre un papel o una fotografía; pues no tenía la vida de Dios. Se necesitaba que la vida divina, representada por el árbol de la vida en Génesis 2, entrara en el hombre creado para que vivificara esta “fotografía”. Esto tiene que ver con la regeneración, no con la redención. Incluso si Adán no hubiera pecado ni necesitara ser redimido, aun así, necesitaría ser regenerado con la vida de Dios; el hombre creado aún necesita recibir esta vida increada. Después que el hombre creado recibió la vida increada, es decir, después de que él se mezcló con Dios, se produjo una entidad de dos naturalezas, la iglesia, la cual está relacionada con la mezcla de Dios y el hombre. La iglesia posee dos naturalezas, las cuales son el producto de la mezcla de Dios y el hombre. Esto es algo muy especial en el universo. Todos aquellos que no han visto esto, todavía no conocen lo que es la iglesia.
La iglesia es producida mediante la mezcla del Creador con la criatura, mediante la mezcla de Dios con el hombre. Dios, con Su vida, naturaleza y todo lo demás, con la plenitud de la Deidad, se mezcla con nosotros, sin anular nuestra humanidad, que fue creada por Dios. La humanidad tal como fue creada por Dios en el principio está completamente preservada, pero el pecado, la contaminación y la corrupción del hombre caído no lo están. La iglesia es el Dios completo que se ha mezclado con el hombre. Podemos comparar esto a la mezcla de agua con jugo de uvas para producir una bebida; la bebida es el producto de la mezcla de dos naturalezas. La iglesia llegó a existir mediante la mezcla del Dios completo con el hombre. Si no tenemos un entendimiento claro de este punto, encontraremos muchas dificultades al avanzar en el camino de la iglesia. Sin embargo, muchos problemas se resolverán si tenemos un entendimiento cabal de lo que es la iglesia.
Las iglesias en todo Taiwán necesitan tener este entendimiento a fin de que las numerosas dificultades que tenemos puedan ser resueltas. Podemos decir que nuestro viaje ha llegado a un punto en el que hay numerosas dificultades que ningún método puede resolver. Si somos conducidos al punto de ver la iglesia, el hecho de que veamos hará posible que seamos liberados. Esta comprensión resolverá muchos de nuestros problemas insolubles.
La iglesia es el agrandamiento de Cristo; el Cristo agrandado es la iglesia. ¿Cuál es el significado de Cristo? Consideremos el significado de Cristo según la realidad espiritual y no según la teología. Desde Adán hasta Cristo, un periodo de aproximadamente cuatro mil años, Dios era Dios y el hombre era el hombre. Esto no se debe a la caída del hombre ni al hecho de que él hubiera pecado contra Dios. Dios y el hombre no estaban unidos. Durante esos cuatro mil años ningún hombre se mezcló con Dios.
Cuatro mil años después de la creación, un hombre nació en Belén; éste hombre fue llamado Jesús y también fue llamado Emanuel. Él era la mezcla de Dios y el hombre; Él era Dios mezclado con el hombre. En esta persona estaba el hombre y también estaba Dios. Este hombre era “Emanuel”, pues era Dios y a la vez hombre, y hombre y a la vez Dios. Desde entonces, una persona con dos naturalezas estaba presente en el universo. Él era la mezcla del Creador con la criatura y de una criatura con el Creador. Ésta es la historia de la encarnación en Belén. Éste fue el acontecimiento más maravilloso del universo: lo increado se mezcló con lo creado, lo intangible con lo tangible, lo invisible con lo visible, lo celestial con lo terrenal, lo eterno con lo temporal y lo infinito con lo finito. Éste fue el acontecimiento más grande del universo; ésta es la historia de Belén.
Un acontecimiento extraordinario ocurrió en Belén: no sólo nació el Salvador llamado Jesús, sino que también llegó a existir una persona con dos naturalezas llamada Emanuel, Dios con nosotros. Debemos prestar atención al hecho de que Jesús fue el nombre que le dio el esposo de María, según las instrucciones del ángel (Mt. 1:21), mientras que Emanuel fue el nombre por el cual los hombres le llamaron (v. 23). Cuando las personas lo conocían, decían: “Oh, éste es Dios y el hombre juntos; es Dios con el hombre”. Estas palabras se cumplieron por primera vez en Mateo 16, donde Pedro, después de que sus ojos fueron abiertos, le dijo al Señor: “Tú eres [...] el Hijo del Dios viviente” (v. 16). El hecho de que Pedro llamara al Señor el Hijo de Dios equivalía a llamarlo el Señor Emanuel. Puesto que sus ojos fueron abiertos, Pedro vio que el Señor no era simplemente el Hijo del Hombre, sino también el Hijo de Dios. Pedro reconoció esta mezcla universal de Dios y el hombre. Este aspecto del significado de Cristo es el principio de la encarnación, de la mezcla de Dios con el hombre. Los Evangelios tendrían más significado para nosotros si los leyéramos desde esta perspectiva. El relato de los Evangelios nos muestra a Dios mezclado con el hombre.
En los Evangelios encontramos otro gran principio. Vemos allí a un hombre perfecto, quien tenía una voluntad firme, abundancia de sentimientos, una lógica clara y riqueza de pensamientos. Durante cuatro mil años la humanidad nunca había llegado a ver a un hombre como Él. Él era un hombre inteligente, sabio y amoroso, quien era verdaderamente hombre y completamente hombre, un hombre noble, superior a todos los hombres. Este hombre siempre escogió a Dios por Su propia voluntad y estaba complemente mezclado con Dios. Su encarnación era Dios mismo mezclado con el hombre; y Su vivir en la tierra era el hombre mezclado con Dios. Su parte emotiva amaba a Dios, Su mente se interesaba en los intereses de Dios, y Su voluntad estaba del lado de Dios, escogía a Dios y deseaba a Dios.
Esta encantadora persona siempre conservaba Su persona en Dios. En Juan 14 Él dijo: “Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras” (v. 10). Esto revela que Él estaba completamente mezclado con Dios, y que Dios estaba mezclado con Él. Los cuatro Evangelios nos describen el vivir de este Señor Jesús. En este vivir vemos a Dios mezclado con el hombre, y al hombre mezclado con Dios. En el vivir de este nazareno, Jesús, vemos al hombre viviendo en la tierra y también a Dios viviendo en la tierra. Cuando Él hacía algo, Dios actuaba y también el hombre actuaba. Él y Dios, Dios y Él, estaban mezclados al punto de ser inseparables; éste es el significado de Cristo. Es una herejía decir que Cristo era simplemente Dios, y también es una herejía decir que Cristo era simplemente hombre. Así pues, los Evangelios nos muestran una historia única. Es menester que el Señor abra nuestros ojos para que veamos esto. Esta historia única nos muestra que en el universo hay una persona con dos naturalezas, quien es la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios; éste es Cristo.
¿Qué es la iglesia? La iglesia es el agrandamiento de Cristo, el Dios-hombre, Aquel que es Dios mezclado con el hombre. Cuando la condición de la iglesia es normal, podemos ver a Dios y al hombre mezclados conjuntamente. El Día de Pentecostés, aquellos que estaban en la iglesia eran hombres incultos e insignificantes, pero podemos ver que estaban mezclados con el Dios todopoderoso. Cuando Pedro y los once apóstoles se pusieron en pie para hablar, aunque era la voz de Pedro la que se escuchaba, en realidad era Dios quien hablaba. Dios no sólo estaba entre ellos, sino que, más que eso, estaba mezclado con ellos. Ellos y Dios eran inseparables. Ésta es la iglesia, el agrandamiento de Cristo, el agrandamiento de la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios.
Anteriormente, esta mezcla sólo se podía ver en una sola persona, pero ahora puede verse en millones de personas. Originalmente, esta mezcla incluía solamente a la Cabeza, pero ahora ha sido agrandada hasta convertirse en el Cuerpo. Con relación al tiempo, este agrandamiento está extendiéndose cada vez más, y con respecto al espacio, este agrandamiento está propagándose cada vez más. Por dos mil años este agrandamiento ha seguido produciéndose por toda la tierra; continúa extendiéndose y propagándose por toda la tierra. Esto es glorioso. Este agrandamiento es la iglesia. Una verdadera iglesia no sólo conserva su naturaleza y mantiene el terreno sobre el cual está, sino que además tiene a Dios en su interior. La naturaleza de la iglesia no es otra cosa que Dios mezclado con el hombre y el hombre mezclado con Dios.
La iglesia es un grupo de personas que pueden tener una mente, parte emotiva y voluntad bastante fuertes y activas; no obstante, ellas son Dios mezclado con el hombre y el hombre mezclado con Dios. A pesar de que Pedro era un pescador, él era un hombre muy capaz y de una firme voluntad. Sin embargo, Hechos nos muestra que este hombre estaba mezclado con Dios y que Dios estaba mezclado con él. Si hay un grupo de personas que están mezcladas con Dios y permiten que Dios trabaje en ellas, entonces ellas serán la iglesia; ésta es la manera en que la iglesia es producida. En el momento en que somos salvos, de hecho llegamos a ser la iglesia, pero la condición apropiada de la iglesia todavía tiene que ser manifestada. Cuando Pedro reconoció que el Hijo del Hombre era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor le dijo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). Esto significa que Él edificaría la iglesia sobre el Cristo que es tanto el Hijo del Hombre como el Hijo de Dios. Esto es lo que significa edificar sobre Aquel que es la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios.
Con respecto a Mateo 16, la Iglesia Católica Romana dice que la roca se refiere a Pedro, pero los creyentes fundamentalistas dicen que la roca se refiere a Cristo. No está mal decir que la roca se refiere a Cristo, pero esto aún no es suficiente; pues debemos hacernos esta pregunta después: ¿Quién es Cristo? ¿Cuál es el significado de Cristo? El Cristo que se menciona en Mateo 16 es el Hijo del Hombre quien es también el Hijo de Dios; Él es el Hijo de Dios quien a la vez es el Hijo del Hombre. El Señor desea edificar la iglesia sobre el Cristo que es Dios y a la vez hombre, y hombre y a la vez Dios. El Señor Jesús usa esto como la base y el material para la edificación de la iglesia.
El Señor no sólo desea edificar la iglesia sobre la mezcla de Dios y el hombre, sino que además desea forjar esta mezcla en la iglesia. ¿Cuánto del elemento de Cristo como la roca está en nosotros? ¿Cuánta libertad tiene en nuestro ser Aquel que es Dios y a la vez hombre, y hombre y a la vez Dios? Si no hay una cantidad suficiente del elemento de la mezcla de Dios y el hombre en nosotros, no puede haber mucho del elemento de la iglesia en nuestro ser; únicamente aquello que sea edificado sobre este elemento puede considerarse la iglesia. La iglesia no es nada menos que la edificación del elemento de Cristo, la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios, que ocurre dentro de nosotros y que sale de nosotros. Teóricamente, los trescientos o quinientos creyentes que nos reunimos en el nombre del Señor, somos la iglesia, debido a que el Señor está entre nosotros; sin embargo, la cantidad del elemento de la iglesia en esta reunión dependerá de cuánto hayamos permitido que Cristo se edifique en nosotros. La cantidad del elemento de la iglesia que poseamos dependerá de cuánto permitamos que Aquel que es Dios y a la vez hombre, y hombre y a la vez Dios, se mezcle con nosotros y se edifique en nosotros.
Un hermano dijo que había visto una visión del Cuerpo, una visión corporativa y no individualista, y que después de haber visto esta visión sintió que ya no debía actuar de forma individualista, sino que en vez de ello, debía laborar con los hermanos y hermanas en coordinación. Aunque estas palabras eran bastante admirables y conmovedoras, sus acciones más tarde demostraron que esto no era realidad. Ver la iglesia no es lo mismo que tener la iglesia. Más bien, debemos permitir que el elemento de Dios con el hombre y del hombre con Dios se mezclen en nosotros y sean edificados a partir de nosotros; sólo entonces tendremos la realidad de la iglesia. La iglesia se edifica sobre la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios. La iglesia procede de esta mezcla. El grado al cual seamos la iglesia en realidad dependerá de la medida en que esta mezcla se haya edificado en nosotros. Tal vez entendamos doctrinalmente que la iglesia es una entidad corporativa y no individuos aislados unos de otros, y que servir al Señor debe ser un asunto corporativo, no algo individualista. Sin embargo, en realidad, aún no vivimos a la luz de la iglesia ni en la mezcla de Dios y el hombre.
Cuando por la misericordia del Señor permitamos que la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios opere y se forje en nosotros, obtendremos la realidad de la iglesia. Con determinación debemos recibir, considerar y desear la mezcla de Dios y el hombre; debemos concentrarnos en esta mezcla y volver todo nuestro ser a esta mezcla. Entonces tendremos más que un entendimiento doctrinal o una simple perspectiva del asunto, y dentro de nosotros se llevará a cabo una verdadera obra de edificación. La medida en que se produzca esta obra de edificación determinará el grado en que la iglesia se exprese. No tendremos necesidad de decir que hemos visto el Cuerpo y que no debemos ser personas individualistas, sino que, en lugar de ello, espontáneamente viviremos en la realidad del Cuerpo y no actuaremos de forma independiente. Cuando la mezcla de Dios con el hombre y del hombre con Dios se edifique dentro de nosotros de manera considerable, muchos de los problemas que existen en la iglesia espontáneamente desaparecerán.
Dios se mezcla a Sí mismo con el hombre a fin de ser la vida del hombre. Ya hemos experimentado el hecho de que el Espíritu haya entrado en nuestro espíritu para ser nuestra vida y naturaleza, pero esto no es suficiente. En muchos de nosotros esto sólo ocurre de vez en cuando, pues no hemos permitido plenamente que Dios sea nuestra vida y naturaleza. No hemos permitido que Dios se mezcle lo suficiente con nosotros. La mezcla de Dios y el hombre no significa que nuestra persona haya sido completamente anulada. Aun cuando Pablo efectivamente dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, él añadió: “Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne...” (Gá. 2:20). La frase ahora vivo indica que seguimos viviendo, que no hemos sido anulados.
Las epístolas de Pedro muestran que él no había sido anulado. Al leer sus epístolas enseguida nos damos cuenta de que fueron escritas por Pedro. Lo mismo sucede con las epístolas de Pablo y las de Juan; de inmediato nos damos cuenta de quién escribió una determinada epístola. Pedro, Pablo y Juan no fueron anulados; ellos retuvieron sus características particulares. En la Nueva Jerusalén sus características no serán anuladas, pues allí todavía estarán sus nombres (Ap. 21:14). La salvación no sería muy significativa si nuestras características fueran anuladas.
La salvación que Dios efectúa consiste en que Él se mezcle con nuestra persona. Tenemos una voluntad que hemos rendido a Su voluntad, una parte emotiva que ha sido ocupada y ganada por Él, y una mente que está siendo renovada, regida, dirigida y ocupada por Él. En otro tiempo éramos fuertes únicamente en nosotros mismos, pero ahora nos hemos mezclado con Dios. Cada uno de los apóstoles poseía un carácter firme y era muy competente; sin embargo, todos ellos tenían una característica en común: se habían mezclado con Dios. Nunca debemos pensar que nuestra personalidad ha sido anulada por el hecho de habernos mezclado con Dios.
A los ojos de Dios es muy hermoso que Pedro tenga el elemento de Dios en su interior. Sin embargo, no sería hermoso si Pedro fuera anulado y únicamente el elemento de Dios permaneciera. Sobre los doce cimientos del muro de la Nueva Jerusalén están los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero (v. 14). Esto indica que las características particulares de los doce apóstoles aún permanecen. Los cimientos del muro de la ciudad están adornados de toda piedra preciosa (v. 19); aunque la luz que irradia de ellos es la misma expresión de Dios, los colores de cada uno de ellos son diferentes. Estos diferentes colores representan sus personalidades, y estas personalidades reflejan la mezcla de Dios con el hombre. Éste es el principio.
Algunos hermanos pueden ser silenciosos durante las reuniones, pero es posible que este silencio no sea una virtud que está mezclada con Dios. Algunas personas son extrovertidas por naturaleza; cada vez que encuentran la oportunidad, hablan, y continuamente expresan sus opiniones. La mayoría de las hermanas tienen este modo de ser; pareciera que no les alcanza todo el tiempo del mundo para expresar sus opiniones. Esto absolutamente carece de Dios. Otros hermanos y hermanas podrían mantener sus bocas cerradas aun si tuvieran que sentarse con otros por tres días. Ellos, al igual que a los que les encanta expresar sus opiniones, no tienen a Dios en su manera de ser.
Aquellos que no hablan tienden a condenar a aquellos que les encanta hablar. Sin embargo, mientras condenan a los que son habladores y mientras interiormente aprueban su prudencia al hablar y el cuidado con que se conducen, el Espíritu Santo podría tocarlos y preguntarles: “¿Es esto una o dos naturalezas? ¿Esto proviene sólo de ti mismo o de la mezcla de Dios contigo?”. Algunas personas son impulsivas por naturaleza, mientras que otras son lentas y cuidadosas; sin embargo, la gente a menudo alaba a los de naturaleza lenta por ser muy apacibles y condena a los de naturaleza impulsiva por ser personas irritables. Algunos, refiriéndose a Éxodo 28:33-35, dicen que el sacerdote no debía permitir que las campanas que estaban en las vestiduras sacerdotales sonaran mientras ministraba; ellos dicen esto para indicar que no se deben hacer movimientos rápidos o apresurados porque harán que las campanas repiquen en la presencia de Dios. Sin embargo, las personas que son lentas también deben permitir que Dios las toque para que sepan si su lentitud proviene de una o de dos naturalezas, es decir, si proviene de ellos mismos o de la mezcla de ellos con Dios. Esto es un asunto muy serio.
Si todos permitimos que Dios nos toque, los que son lentos se postrarán, comprendiendo que deben condenar su lentitud, y los que no abren sus bocas se darán cuenta de que deben condenar su silencio. Esto se debe a que nuestra manera natural de ser mata a la iglesia, pues hace que la iglesia sea inapropiada. Nuestra manera natural de ser impide que Dios se mezcle con el hombre. Éste es el elemento más fuerte de nuestra naturaleza humana, en el cual no se expresa la mezcla de Dios y el hombre, pues no posee una naturaleza doble. Por lo tanto, es necesario que la cruz quebrante y derribe nuestra manera natural de ser. El mayor problema en la vida de iglesia hoy no es cómo combatir contra el pecado y el elemento del mundo, sino que más bien nuestro mayor problema es que tenemos demasiados elementos de nuestra manera natural de ser que son alabados por los hombres y que son tenidos por virtudes. Ésta es la mayor dificultad que tenemos en la vida de iglesia hoy.
Las dos naturalezas, la naturaleza de Dios y la del hombre, son edificadas sobre Cristo y sobre el quebrantamiento; la edificación necesita que seamos quebrantados. Con relación a Cristo, hay edificación; con relación a nosotros, hay quebrantamiento. Ser quebrantados es diferente de ser anulados; pues el quebrantamiento implica que nos sometemos bajo la mano de Dios. Si por naturaleza yo soy una persona silenciosa en las reuniones, debo preguntarme si es Dios en mí quien está callado o si soy yo el que está callado. Debo aprender a sujetarme a la autoridad de Dios. Según este mismo principio, una persona habladora debe aprender a sujetarse a la autoridad de Dios. Si hacemos esto en nuestras reuniones, los demás podrán percibir que la presencia de Dios está tanto en nuestro hablar como en nuestro silencio, tanto en nuestra rapidez como en nuestra lentitud. Todos nuestros problemas tienen que ver con la medida en que Dios se haya mezclado con nosotros y cuánto nosotros nos hemos mezclado con Dios. La edificación de la cual se habla en Mateo 16 no es otra cosa que la edificación de estas dos naturalezas: la naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre.
Las puertas del Hades no podrán prevalecer contra esta edificación. Sin embargo, si continuamos viviendo conforme a nuestra personalidad y manera de ser, las cuales son caídas y terrenales, las puertas del Hades nos vencerán, puesto que estas características estarán en las manos de Satanás. Nuestra amabilidad y nuestra irritabilidad estarán en las manos de Satanás, así como también nuestro silencio y nuestras palabras. Todo lo que es natural se encuentra en las manos de Satanás; son objetos terrenales que Satanás devora. Cuando vivamos en Dios, cuando nuestro elemento y personalidad naturales sean quebrantados, y cuando permitamos que la mezcla de Dios y el hombre se forje en nosotros, las puertas del Hades no podrán prevalecer contra dicha edificación. Ésta es la iglesia que posee autoridad.
Mateo 16 dice que todo lo que la iglesia ate en la tierra habrá sido atado en los cielos y que todo lo que la iglesia desate en la tierra habrá sido desatado en los cielos (v. 19). Algunos santos a menudo citan Mateo 16 y 18 para decir que mientras dos o tres estén congregados en el nombre del Señor, todo lo que ellos aten en la tierra habrá sido atado en los cielos y todo lo que desaten en la tierra habrá sido desatado en los cielos (16:19; 18:18, 20). Si aplicamos estos versículos de esta manera nos sentiremos muy desilusionados, pues es posible que nosotros desatemos y Él no desate nada, y que nosotros atemos y Él no ate nada. Estas palabras no son cierta clase de “hechizo” que con sólo expresarlas se cumplen. No es así. Todo depende de si quien las expresa ha sido quebrantado, de si Dios se ha edificado en él, y de si él ha sido edificado en Dios. Éste es el punto crucial. Si Pedro, Juan, Jacobo y Pablo se reunieran en un mismo lugar, dirían que cuando ataban algo, era atado en los cielos, y cuando desataban algo, era desatado en los cielos. Cualquier cosa que ellos decían se cumplía porque eran personas que habían sido edificadas con la mezcla de Dios y el hombre. Sin embargo, es posible que lo que nosotros digamos no se cumpla porque en nuestro ser no hay mucho de la mezcla de Dios y el hombre.
Hechos 19 narra cómo algunos judíos exorcistas ambulantes invocaron el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: “Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo”, pero en lugar de que los espíritus salieran, el hombre, en quien los espíritus residían, saltó sobre ellos (vs. 13-16). Así que, debemos tener mucho cuidado porque tal vez deseemos atar al enemigo, pero en lugar de que ello suceda, nosotros mismos resultemos atados; tal vez deseemos desatar a las personas, pero al final ni siquiera nosotros seamos desatados. Esto no tiene que ver con doctrinas ni con pronunciar ciertas palabras; más bien, es cuestión de si hemos sido derribados y quebrantados, y si la mezcla de Dios con el hombre se ha forjado en nosotros. ¿Está la mezcla de la divinidad con la humanidad presente en nosotros? ¿Es nuestro vivir el producto de la mezcla de la divinidad con la humanidad? Ésta es la raíz de todos nuestros problemas.
Únicamente lo que haya sido derribado y edificado como la mezcla de Dios y el hombre es la iglesia, y es contra esto que las puertas del Hades no pueden prevalecer. Únicamente esto exhibe la autoridad de Dios y la imagen de Dios. Éste es el Cristo agrandado, el agrandamiento de la mezcla de Dios y el hombre. Cuando las personas tienen contacto con esto, perciben algo que es tanto Dios como hombre. Cuando las personas tienen contacto con la edificación de Dios, no sólo perciben a Cristo y a Dios, sino también a todos los que aman a Dios, incluyendo a Pablo y a Pedro. Esto es algo maravilloso y especial; ésta es la consumación del hombre que fue creado en Génesis 1. Podemos ver la plena consumación de esto en la Nueva Jerusalén en la eternidad. En la Nueva Jerusalén todo lo que es del hombre será derribado y quebrantado por Dios, y todo lo que es de Dios será forjado en el hombre. De este modo, Dios podrá resplandecer con Su esplendor por medio del hombre.
Aunque el oro es una sustancia sumamente preciosa en el mundo, el “oro” que tenemos hoy en día no es transparente (Ap. 21:18, 21). Sin embargo, un día este “oro” será transparente, y Dios podrá resplandecer a través de él. El Señor dijo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). En ese día el edificio estará terminado; esto será la compleción de la edificación mencionada en Mateo 16. Cuando el edificio esté terminado, se manifestará la Nueva Jerusalén. Hebreos 11 dice que la edificación aún se está llevando a cabo (cfr. v. 16). Efesios 2:20-22 nos muestra este edificio en pequeña escala; sin embargo, en el futuro dicho edificio será agrandado hasta convertirse en una ciudad.
Por favor, recuerden que la iglesia no es sólo cuestión de no tener un nombre ni de tener una posición o postura adecuada; la iglesia tampoco tiene que ver con lo que creemos ni con el hecho de si somos o no una organización. La iglesia es un grupo de personas que permiten que Dios se mezcle con ellas, y que están mezcladas con Dios. Éste era el caso con respecto a los primeros apóstoles. Ellos eran auténticos galileos, pero al mismo tiempo eran verdaderamente uno con el Dios de los cielos; ellos tenían el aspecto de los galileos, pero además de ello tenían la expresión del Dios de los cielos. La gloria del Dios de los cielos se expresaba en estas personas incultas y comunes. Las personas incultas y comunes seguían viviendo, pero la gloria del Dios de los cielos también se expresaba. Esto es la iglesia. La ignorancia desapareció, y las personas comunes fueron quebrantadas. Ahora un Dios glorioso y excelente se hallaba mezclado con estas personas comunes, y por medio de ellas resplandecía y se expresaba. La iglesia poseía la autoridad y la imagen de Dios. Si ésta fuese nuestra condición, todos los problemas en la iglesia desaparecerían; no tendríamos el problema de que algunos hablan mucho y otros son silenciosos, de que algunos son abiertos y otros cerrados, o de que algunos son rápidos para actuar y otros lentos. Todos estos problemas desaparecerían.
Todo lo que sea compatible de una manera natural no es el Cuerpo ni se ajusta al principio del Cuerpo. Los creyentes no manifestarán el principio del Cuerpo si se llevan bien con otros simplemente porque comparten los mismos gustos. Algunos podrían argumentar, diciendo: “No, todos ellos cantan con el mismo ritmo. Cuando un hermano canta, otro hermano se une a él; cuando uno comparte, el otro dice amén. Ellos están en una maravillosa armonía”. Si embargo, esto no expresa el Cuerpo; de hecho, esto puede corresponder más al principio de la carne que al principio del Cuerpo. Según el principio del Cuerpo, nuestra persona es quebrantada, derrotada, derribada por Dios, y nosotros le damos a Dios la oportunidad de que se mezcle con nosotros y brille desde nuestro interior. Esto es Cristo mismo quien ha vuelto a nacer en el mundo; es Cristo que se ha multiplicado entre nosotros; esto es la iglesia, el agrandamiento de Cristo. Siempre que esto sea puesto en práctica, siempre que esto esté presente, allí estará la expresión de la iglesia sobre la tierra: una iglesia que es real, práctica, presente y poderosa. De este modo, la iglesia, que tiene autoridad e imagen, será una realidad.