
Lectura bíblica: Ef. 1:22-23; 4:12-13
Efesios 1:22-23 dice: “La iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Juan 1:16 dice: “Porque de Su plenitud recibimos todos”. La palabra traducida “plenitud” en estos dos versículos es la misma palabra griega. Puesto que la iglesia es la plenitud de Cristo, ella puede ser el Cuerpo de Cristo. Efesios 4:12-13 dice: “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. En este versículo la palabra plenitud se usa en relación con la plenitud de Cristo y es la misma palabra griega traducida “plenitud” en Juan 1.
Estos versículos muestran que Efesios habla acerca de la plenitud de Cristo en dos ocasiones: al final del capítulo 1, donde se nos dice que la iglesia es la plenitud de Cristo, y en 4:13, donde se nos dice que la iglesia crece al punto de alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. La plenitud de Cristo tiene una estatura.
Efesios 3:17 dice: “Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe”. Las palabras hacer hogar y corazón son muy enfáticas. En todo el Nuevo Testamento, únicamente Efesios 3 nos muestra claramente que el Señor está haciendo Su hogar en nuestros corazones; no nos dice que el Señor “está en nuestros corazones”, sino que Él está haciendo Su hogar en nuestros corazones. El versículo 17 continúa diciendo que nosotros somos “arraigados y cimentados en amor”. Nuestro amor y nuestros corazones no tienen mucho valor; por consiguiente, debemos ser arraigados y cimentados en Su amor, a fin de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conozcamos el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento (vs. 17-19).
En el universo existe la anchura, la longitud, la altura y la profundidad; sin embargo, al hombre le resulta difícil describirlas. Exactamente, ¿qué tan ancha es la anchura? ¿Qué tan larga es la longitud? ¿Qué tan alta es la altura? ¿Qué tan profunda es la profundidad? No podemos definir esto. Sin embargo, cuando el apóstol describe la plenitud de Cristo, lo hace empleando estas cuatro palabras inconmensurables. ¿Qué es la longitud? La longitud es Cristo. ¿Qué es la anchura? La anchura es Cristo. ¿Qué es la altura? La altura es Cristo. ¿Qué es la profundidad? La profundidad es Cristo. El amor en el cual estamos siendo arraigados y cimentados (v. 17) es Dios y Cristo; y la anchura, la longitud, la altura y la profundidad mencionadas en el versículo 18 también son Dios y Cristo. Por esta razón, el versículo 19 nos habla del “amor de Cristo, que excede a todo conocimiento”. Podemos afirmar que el amor de Cristo mencionado en el versículo 19 es el mismo amor del cual se habla en la frase arraigados y cimentados en amor, mencionada en el versículo 17. También podemos afirmar que el amor de Cristo es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, porque el amor de Cristo es Dios, así como Cristo mismo es Dios. El resultado de la anchura, la longitud, la altura y la profundidad es que nosotros seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.
En Efesios 3:17-19 encontramos cuatro asuntos: el amor en el versículo 17, la anchura, la longitud, la altura y la profundidad en el versículo 18, el amor de Cristo que excede a todo conocimiento y toda la plenitud de Dios en el versículo 19. Los primeros tres asuntos dan por resultado el cuarto, la plenitud de Dios. El amor es el amor de Cristo, y el amor de Cristo es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del universo. Esto es una expresión figurativa. ¿Cuál es la anchura del universo? Es el amor de Cristo. ¿Cuál es la longitud del universo? Es el amor de Cristo. ¿Cuál es la altura del universo? Es el amor de Cristo. ¿Cuál es la profundidad del universo? Es el amor de Cristo. Cuando este amor nos llene interiormente, seremos arraigados y cimentados en amor. Cuando esto suceda, Cristo, la corporificación del amor, hará Su hogar en nuestros corazones. El resultado final de esto es que nosotros seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.
Todos sabemos que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, y que el Cuerpo está lleno de Cristo mismo. Cristo llena este Cuerpo al grado en que éste llega a ser la plenitud de Cristo. En la Biblia la frase la plenitud de Cristo es muy misteriosa. Muchos de nosotros nos hemos encontrado con esta frase cuando leemos la Biblia, pero tampoco sabemos ni entendemos lo que es la plenitud de Cristo en realidad.
Hay por lo menos tres pasajes de la Biblia que nos hablan de la plenitud de Cristo. En Juan 1:16 leemos: “Porque de Su plenitud recibimos todos”. Efesios 1:23 nos dice que la iglesia es la plenitud de Cristo. Luego Efesios 4:13 dice que la plenitud de Cristo tiene una medida y una estatura. La palabra griega traducida “plenitud” es muy enfática, pero lamentablemente, muchos traductores de la Biblia no han captado esto.
Hay otros dos pasajes de la Biblia que nos hablan de la plenitud de Dios. Efesios 3:19 dice: “Para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”, y Colosenses 2:9 nos habla de “toda la plenitud de la Deidad”. La Versión Unión china es una traducción muy buena de la Biblia; sin embargo, carece de revelación espiritual en la manera en que tradujeron estos versículos. Como consecuencia, pasa por alto el verdadero significado del texto original. La Biblia habla tres veces de la plenitud de Cristo y dos veces de la plenitud de Dios. Ambas menciones de la plenitud de Dios están relacionadas con Cristo.
La Biblia primero nos habla de la plenitud de Dios en Efesios 3, que dice que cuando Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, podremos comprender las dimensiones de la plenitud de Cristo. También nos dice que cuando conozcamos el amor de Cristo que excede a todo conocimiento, seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Esto nos muestra que la plenitud de Dios y la plenitud de Cristo son inseparables. Colosenses 2:9 dice: “Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Esto nos muestra claramente que la plenitud en Cristo es la plenitud de Dios. La plenitud de Cristo no es algo aparte de la plenitud de Dios. La plenitud que está en Cristo es la plenitud de Dios; en otras palabras, la plenitud de Dios está en Cristo.
El libro de Efesios nos habla de algo en el universo que es llamado la plenitud de Cristo, y que la plenitud de Cristo es la iglesia. La iglesia es la plenitud de Cristo; y como tal, la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Sin la plenitud, no puede existir el Cuerpo, pues el Cuerpo es la plenitud. En otras palabras, la iglesia es el desbordamiento de Cristo.
Todos nosotros somos descendientes de Adán. Si alguien nos preguntara cuál es el tamaño de la familia de Adán, diríamos que es muy numerosa porque todos proceden de Adán y son Adán. Podríamos afirmar que la humanidad es la plenitud de Adán, el desbordamiento de Adán; todos los seres humanos son hijos de Adán, son sus descendientes. Adán fue un hombre que vivió en el huerto del Edén hace seis mil años; sin embargo, él tiene una plenitud; sus descendientes son su plenitud.
Tal vez alguien quiera llamarse chino o estadounidense; sin embargo, independientemente de si es chino o estadounidense, es un hombre en el mundo. Si conocemos la verdad, reconoceremos que somos descendientes de Adán, una pequeña parte de la plenitud de Adán, del desbordamiento de Adán. Si tenemos descendientes, ellos serán nuestra plenitud, así como los descendientes de Adán son la plenitud de Adán. No sólo somos iguales a Adán, sino que somos Adán. Así que, hablando con propiedad, es equivocado adoptar apellidos como Chang, Wang, Lee o Liu, sino que debemos apellidarnos Adán, puesto que cada uno de nosotros es Adán y todos somos el desbordamiento de Adán. Todas las personas de todos los siglos son el desbordamiento de Adán; este Adán, por tanto, es muy grande.
Sin embargo, Adán era sólo un tipo, una miniatura, de Cristo. Cristo es la realidad del tipo de Adán. Si la vida creada de Adán tiene un desbordamiento de tantos descendientes y es tal plenitud, ¡cuánto más la vida increada de Cristo será ilimitada e inconmensurable en Su plenitud!
Pablo sólo pudo describir esta plenitud usando la expresión “la anchura, la longitud, la altura y la profundidad”, porque esto es realmente inexplicable. La anchura, la longitud, la altura y la profundidad se refieren a lo que es inconmensurable; la plenitud de Dios es inconmensurable. Aunque la plenitud de Adán es muy vasta, con todo, es mensurable; únicamente la plenitud de Dios es inconmensurable. Sin embargo, la plenitud de Dios está escondida en Cristo, y la plenitud de Dios que está en Cristo es la plenitud de Cristo. Nosotros, los creyentes, todos hemos recibido de Su plenitud; hemos recibido la plenitud en Él. Esta plenitud es la vida de Dios, que es Cristo, y también es Dios mismo.
Lamentablemente, muchos de nosotros nos percatamos muy poco de la plenitud de Cristo. Tal parece que sólo nos percatamos de que somos pecaminosos y que aunque debiéramos haber perecido, Dios nos amó, nos perdonó, nos salvó y nos dio Su vida para que fuésemos hechos Sus hijos. Tal parece que no nos percatamos de ninguna otra cosa. Aun cuando muchos creyentes han avanzado mucho espiritualmente, aún no tienen un sentir muy profundo e interno acerca de este asunto llamado la plenitud. Nosotros no solamente tenemos vida en nuestro interior, sino que tenemos la plenitud en nosotros. Cuando fuimos salvos, recibimos de parte de Dios no sólo la vida, sino también la plenitud. Esta plenitud es inconmensurable.
Sin embargo, muchos de nosotros no nos percatamos en absoluto acerca de esta plenitud, es decir, no sentimos que tenemos algo dentro de nosotros llamado la plenitud; a lo más, sabemos que tenemos vida en nosotros, que el Espíritu Santo mora en nosotros, que Cristo hace Su hogar en nosotros y que Dios vive dentro de nosotros. Sin embargo, no nos damos cuenta de que este Dios, este Cristo, este Espíritu Santo y esta vida son una plenitud inconmensurable. Esto no es un entendimiento doctrinal, sino algo que sentimos en el espíritu. Debemos pedirle al Señor que nos conceda Su misericordia y nos permita sentir y comprender en nuestro espíritu que tenemos algo dentro de nosotros llamado la plenitud.
Aun si somos nuevos creyentes, debemos pedirle al Señor que nos muestre que poseemos la plenitud en nosotros desde que recibimos la vida de Cristo: “Porque de Su plenitud recibimos todos” (Jn. 1:16). En Él estamos llenos (Col. 2:10), y Su plenitud es toda la plenitud de la Deidad (v. 9). Como creyentes que somos, hay algo en nosotros llamado la plenitud. Esta plenitud es la plenitud de Cristo, y esta plenitud, que es toda la plenitud de la Deidad, se expresó primero en Cristo y ahora se expresa en la iglesia. La iglesia es el Cuerpo de Cristo debido a que la iglesia es esta plenitud (Ef. 1:23).
En nuestra experiencia, ¿estamos llenos? Muchos santos probablemente dirán: “Realmente estamos vacíos; estamos muy lejos de estar llenos”. Es preciso que sepamos que sin la plenitud, no puede existir el Cuerpo. Aunque somos la iglesia, no expresamos mucho el Cuerpo porque la plenitud aún no se ha manifestado en nosotros. Si bien hemos recibido esta plenitud, no permitimos que dicha plenitud sea manifestada; por lo tanto, esta plenitud no es vista en nosotros. Aunque participamos de esta plenitud, es como si no hubiésemos recibido de ella, pues sentimos que aún estamos vacíos. Al parecer no tenemos nada dentro de nosotros, y nuestra condición es muy pobre.
Esto no es simplemente un sentir que tenemos, sino que es nuestra verdadera condición. Debemos ver nuestra condición actual. Puede afirmarse que nuestros servicios, nuestras oraciones y la condición espiritual de cada uno de nosotros, todo ello, se encuentra en una condición de completa miseria, y que somos débiles y pobres. Esto es semejante a las palabras en Hymns, #1032, que dice: “Pobre y miserable, / Débil y herido, enfermo y adolorido”. Ésta es nuestra condición. ¿Dónde está el Cuerpo? ¿Se manifiesta la iglesia? ¿Pueden verse la autoridad y la gloria de Dios? Lo que vemos es pobreza y debilidad; vemos vaciedad y agotamiento, y vemos que los santos no toman la determinación de hacer algo. Esto significa que nosotros suprimimos y desechamos la plenitud que está en nosotros. Somos gente que tienen la fuente, la plenitud, pero vivimos como si no tuviéramos dicha plenitud.
De Su plenitud recibimos todos, y estamos llenos en Él. Sin embargo, ¿estamos realmente llenos? ¿Por qué son nuestras oraciones tan débiles? ¿Por qué somos tan pobres cuando nos ponemos en pie para hablar la palabra? ¿Por qué estamos tan vacíos cuando tenemos comunión con los demás? ¿Por qué no tenemos nada que suministrar a otros cuando los visitamos? Esto muestra que hay problemas y dificultades dentro de nosotros; en nuestro interior hay cosas que nos atan y nos estorban. Esta condición es anormal.
En mi cuarto viaje a Manila para dar una conferencia allí, me hospedé en el hogar de una hermana anciana. Una noche, después de la reunión, mientras tomábamos un refrigerio en la sala, le dije: “Esta merienda está muy completa y abundante”. Ella respondió, diciendo: “Tiene razón; es muy completa. Sus mensajes esta vez también han sido muy ricos; no son una repetición de mensajes anteriores. Yo pensé que en esta conferencia usted no tendría nada más que decir”. Al escuchar esto, puse la taza sobre la mesa, y mirándola a los ojos, le dije: “¿Cree usted que hay tan poco en mí que sólo puedo derramar tres tazas de agua? ¡No! ¿No se hadado usted cuenta de que la plenitud está en mí y también en usted?”. De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia. Ni siquiera trescientas conferencias podrían agotar Su plenitud. Debemos ver que hemos sido conectados a una fuente que está dentro de nosotros y que es inconmensurable en la eternidad, es inconmensurable en el tiempo y también es inconmensurable en el espacio. Esta fuente se llama la plenitud, y se ha unido a nosotros en nuestro interior.
Un colaborador de Hong Kong me preguntó una vez: “Me parece extraordinario que siempre que me encuentro con usted, usted siempre está tan fresco. ¿Puede decirme cuál es su secreto?”. El secreto es que tenemos la fuente dentro de nosotros, y que de Su plenitud recibimos todos. Además de esto, todos estamos llenos en Él. Si no percibimos la plenitud que está en nosotros, sino que, en vez de ello, nos sentimos vacíos, viejos, débiles y pobres, debe de haber un problema en nosotros. Hay algo que nosotros estamos suprimiendo. Ésta es la razón por la cual las personas no pueden ver el Cuerpo. Pese a que somos cristianos, no se ve la expresión del Cuerpo entre nosotros. Por favor, recuerden que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Algunos podrían preguntar: “¿Qué significa la afirmación de que la iglesia es el Cuerpo?”. He escuchado a las personas orar de esta manera en la reunión de la mesa del Señor: “Oh Señor, somos Tu Cuerpo, pero nuestras alabanzas son demasiado pobres y débiles”. Esto me hace sentir incómodo, porque el Cuerpo no es pobre ni débil; si fuese pobre y débil no sería el Cuerpo. ¿Qué es el Cuerpo? El Cuerpo es la plenitud. En la reunión de la mesa del Señor debemos desbordar de alabanzas, diciendo: “Oh Señor, este pan nos muestra Tu Cuerpo”. Podemos exclamar: “¡Aleluya! Estamos aquí como Tu iglesia, como Tu Cuerpo”. Esta alabanza debe brotar en nosotros, fluir y desbordar de nosotros; debe ser un torrente de gracia sobre gracia. No sería nada agradable que partiéramos el pan y dijéramos: “Oh Señor, éste es Tu Cuerpo, pero por favor, no mires nuestra condición tan débil”. Por favor, recuerden que el Cuerpo es la plenitud de Cristo; el desbordamiento de Cristo en nosotros y entre nosotros es el Cuerpo.
Todos reconocemos que aún estamos en la carne y tenemos nuestras debilidades, pero interiormente hemos sido conectados a una fuente llamada la plenitud. Esta fuente es también llamada la anchura, la longitud, la altura y la profundidad; es un poder inconmensurable que opera dentro de nosotros. Muchas veces cuando nos sentimos tristes, esta fuente nos alienta, y nos levantamos. Muchas veces cuando no podemos tolerar cierta situación y hemos agotado todos nuestros recursos, esta fuente nos levanta como si nos hubieran quitado mil kilos de nuestros hombros. Un cristiano que siempre mantiene una cara triste no parece una persona que tiene la plenitud. Si una persona tiene la plenitud, la plenitud en su interior ciertamente prevalecerá y cambiará su rostro triste.
Un día un hermano me preguntó: “¿Por qué nunca lo he visto a usted triste?”. Lo miré a los ojos y le dije: “¿Y por qué debería estar triste?”. Que el Señor me cubra con Su preciosa sangre; no es que yo no lleve cargas pesadas o no tenga dificultades, pero puedo alabarle y decir que dentro de mí hay una fuente llamada la plenitud. Siempre que tengo contacto con esta fuente y permito que esta plenitud me anime tan sólo un poco, todas mis tristezas se van. Esto es Dios que se expresa por medio del hombre; ésta es la plenitud de Cristo, el Cuerpo de Cristo.
Es preciso que veamos un principio fundamental: todos los creyentes han sido conectados interiormente a una fuente, que es llamada la plenitud. En condiciones normales, esta plenitud debe fluir siempre. Hoy en día este fluir se ha detenido en muchos de nosotros; y esta fuente parece estar bloqueada. Por lo tanto, parece que hubiese iglesia pero no el Cuerpo. Por esta razón, no nos sentimos capaces de decir que la iglesia es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Somos la iglesia, pero no tenemos la plenitud. El Cuerpo no puede ser expresado porque no tenemos la plenitud.
Necesitamos que nos sea concedida misericordia para ver que la plenitud debe brotar de nosotros. Cuando esta plenitud se manifiesta, el Cuerpo también se manifiesta. Juan 1:16 dice que de Su plenitud recibimos todos, y Colosenses 2:10 dice que estamos llenos en Él. Sin embargo, Efesios 4:12-13 dice que únicamente por medio de la edificación, la iglesia alcanzará la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Mientras no seamos edificados, la estatura de la plenitud de Cristo no se manifestará; únicamente mediante la edificación, la plenitud que está en nosotros podrá edificarse y manifestarse.
La palabra medida en la expresión la medida de la estatura, que aparece en Efesios 4:13, significa “dimensión, medida”. Así que la medida de la estatura es algo muy concreto, algo que tiene una forma, una medida y una dimensión definidas. En Juan 1 nosotros simplemente hemos recibido de esta plenitud. En Colosenses 2 nosotros estamos llenos, hemos obtenido esta plenitud. Sin embargo, esta plenitud aún no ha crecido en nosotros; no ha alcanzado la medida de la estatura ni tiene todavía una figura ni una forma definida. Es únicamente después de la continua obra de edificación que la estatura aumenta constantemente al grado de tener una forma definida. De esta manera, la edificación continúa al grado en que la plenitud de Cristo alcanza la medida de la estatura en un grupo de personas. A esto se le llama la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Cuando observamos nuestra situación, nos damos cuenta de que no manifestamos la plenitud y que no hemos alcanzado la medida de la estatura. Por ejemplo, únicamente podemos decir que un nuevo creyente que ha sido bendecido por el Señor, se ha unido al Señor interiormente. Esto se debe a que percibimos que la medida en dicho creyente no tiene forma ni figura, sino que más bien es algo vago e indefinido. No sería correcto decir que el Señor no está en él; no obstante, el Señor en él prácticamente aún no ha adquirido ninguna forma. Sin embargo, cuando conocemos a un hermano que es bastante profundo en el Señor y ha sido edificado por el Señor en una buena medida, no sólo sentimos que el Señor está en él, sino que también nos parecerá que vemos en él algo concreto que tiene una medida definida. Hay algo en él que podemos llamar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Por supuesto, esta medida de la estatura difiere de una persona a otra. En un creyente podemos ver cierta medida, mientras que en otro creyente podemos ver una medida aun mayor.
Esto no es un asunto individual, sino algo relacionado con un grupo de personas. No obstante, por lo general podemos conocer la condición de un grupo, fijándonos simplemente en una de las personas del grupo. Esto suele ser el caso con respecto a una localidad, a una iglesia. Por ejemplo, los hermanos y hermanas de una localidad pueden ser muy fervientes, frescos y vivientes; sin embargo, es posible que el Cristo entre ellos, o la plenitud de Cristo entre ellos, no sea algo muy concreto. Es posible que la plenitud no haya sido formada y que no se manifieste mucho la medida. Después, podemos ir a otra localidad donde no sólo percibimos la frescura y vitalidad en los santos, sino también algo que tiene una medida y una estatura, algo concreto entre ellos. Tal vez dicha medida no sea muy grande ni elevada, pero de todos modos, en un pequeño grado posee una forma y una medida. Esto sería la iglesia, que expresa la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Una vez que la iglesia adquiere una medida, la iglesia tiene una expresión. Para ser la iglesia se requiere tener cierta medida. Debemos pedirle al Señor que nos hable claramente, que nos toque profundamente según nuestra condición, y nos ilumine para que todos podamos ver el Cuerpo de Cristo.