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Mensajes del libro «Impartición divina de la Trinidad Divina, La»
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CAPÍTULO QUINCE

LA IMPARTICIÓN DIVINA DE LA TRINIDAD DIVINA REDUNDA EN LA IGLESIA: EL CUERPO DE CRISTO, LA PLENITUD DE AQUEL QUE TODO LO LLENA EN TODO

  Lectura bíblica: Ef. 1:1-23

  El pensamiento crucial en el cual se centra Efesios es la impartición divina de la Trinidad Divina a todos los creyentes. En otros mensajes hemos señalado que este libro está estructurado con la Trinidad. Por ejemplo, la estructura de un salón de reuniones consiste principalmente de acero, madera y piedras. De la misma manera, todo el libro de Efesios está estructurado con la Trinidad Divina.

  Vayamos ahora a Efesios capítulo 1. Como lo indica el título de este mensaje, la impartición divina de la Trinidad Divina en Efesios redunda en la iglesia. Esto significa que la impartición divina produce la iglesia. Aparte de la impartición, la iglesia no puede ser producida. El capítulo 1 nos dice que la iglesia, el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo, es el resultado de la impartición de Dios en Sus creyentes.

EL DISFRUTE DE LA GRACIA Y LA PAZ DIVINAS

  Efesios 1:2 dice: “Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. La mayoría de los cristianos —incluyéndome a mí mismo— después de leer este versículo ha dado por hecho que lo entiende. Aunque yo leí este versículo por muchos años, no llegué a darme cuenta de lo que eran la gracia y la paz. Pero ahora sé que la gracia en el Nuevo Testamento es nada menos que Dios mismo que se imparte en nuestro ser para nuestro disfrute (Jn. 1:14, 17; Ro. 5:17, 21; 1 Co. 15:10; 2 Co. 12:9; 13:14; Gá. 6:18; 1 P. 4:10; 5:10). La gracia es una persona, Dios mismo, que se imparte en nuestro espíritu para ser nuestra vida y nuestro suministro de vida a fin de que le disfrutemos. Si usted lee el Nuevo Testamento con este entendimiento, la palabra gracia tendrá mucho más sentido para usted. La gracia denota a Dios mismo como nuestro disfrute.

  ¿Qué es la paz? La paz definitivamente no se refiere solamente a una situación de calma en nuestro entorno. La paz no es algo externo, sino algo interno. La paz viene a nosotros como resultado de que hayamos disfrutado la gracia. Cuando disfrutamos a Dios como gracia, el resultado de ello es la paz. La paz es, por tanto, el fruto, el resultado, de nuestro disfrute del Dios que está en nosotros, el disfrute de Aquel que se ha impartido en nuestro ser.

  Según mi experiencia, esta paz implica cinco cosas. En primer lugar, implica reposo. Si no tenemos reposo, no podemos tener paz. La paz también implica consuelo, disfrute, satisfacción y gozo. Cuando yo disfruto a Dios como mi porción interna, experimento reposo, consuelo, disfrute, satisfacción y gozo. Esto es la paz. Aunque externamente puedo tener problemas, interiormente disfruto a Dios y soy una persona alegre. Ésta es la paz que experimentamos como resultado de disfrutar a Dios como nuestra gracia. Este disfrute de la gracia y la paz divinas viene a los santos y a los fieles en Cristo Jesús, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (vs. 1-2).

MEDIANTE LA IMPARTICIÓN DE LA TRINIDAD DIVINA

  ¿Cómo podemos disfrutar a Dios de tal modo que el resultado sea la paz? Mediante la impartición de la Trinidad Divina. Si usted lee nuevamente el capítulo 1 de Efesios con este entendimiento, vendrá a ser un nuevo capítulo para usted.

  Al leer la Biblia todos necesitamos tener una mente renovada. Esto implica que tenemos que olvidarnos del entendimiento que adquirimos en el pasado. Nuestro viejo entendimiento se ha convertido en un velo muy grueso que cubre nuestros ojos. Espero que todas estas capas de velos sean quitadas de nuestros ojos. Entonces podremos tomar la Biblia de una manera pura y ver la Palabra pura. La Palabra pura nos muestra que la gracia y la paz pueden venir a nosotros mediante la impartición de la Trinidad Divina.

  El primer asunto es la impartición del Padre. El Padre, nuestro Dios, es maravilloso. Él es un Dios único, y a la vez es triuno. Él es un solo Dios, pero al mismo tiempo es el Padre, el Hijo y el Espíritu. No puedo decirles cómo puede ser esto ni puedo explicarlo. Martín Lutero dijo que si entendíamos cabalmente la Trinidad, entonces debíamos ser Dios mismo. Sólo Dios conoce este asunto, pues es demasiado misterioso. No podemos entender cómo el Dios único puede ser triuno, y mucho menos podemos explicarlo. En los casi veinte siglos de historia del cristianismo, los maestros y teólogos han intentado explicar la Trinidad; pero al hacerlo han cometido errores y han causado muchos problemas. Hemos aprendido una lección por medio de ellos que nos sirve de advertencia, y por eso preferimos no explicarlo mucho. En vez de ello, preferimos hablar conforme a lo que nos revela la Palabra pura.

La elección y predestinación del Padre: el propósito eterno de Dios

  A fin de que se efectuara la impartición de la Trinidad Divina, el Padre primero nos escogió. Fuimos escogidos no sólo antes de nacer, sino incluso antes de la fundación del mundo (v. 4). En la eternidad, antes de que el tiempo empezara, Dios el Padre nos escogió. Después de esto nos predestinó, es decir, determinó un destino para nosotros (v. 5). Él determinó este destino de antemano; por lo tanto, es una predestinación. Después de Su elección, Dios nos predestinó para filiación (v. 5). Esto significa que Él dispuso de antemano que nosotros fuésemos Sus hijos.

  La filiación tiene que ver con la impartición de vida. Si un padre tiene muchos hijos, esto significa que ha impartido mucha vida. Dios creó a un solo hombre, Adán, para que fuese el padre del linaje humano. Pero los descendientes de Adán se cuentan por billones. Éste es el resultado de la impartición de vida. Como seres humanos, nosotros estamos aquí gracias a la impartición de vida. Asimismo, como miembros de Cristo, estamos aquí gracias a la impartición de la vida divina.

  Algunos dirán que la expresión impartición de vida no se halla en la Biblia. Esto es correcto. La palabra Trinidad tampoco se halla en la Biblia. No obstante, en la Biblia sí encontramos la Trinidad como un hecho. A fin de hablar de este hecho, necesitamos usar cierta terminología. Es por ello que se acuñó la palabra Trinidad para denotar a la Deidad Triuna del único Dios. Asimismo, cuando leemos la Biblia y vemos que Dios nos predestinó antes de la fundación del mundo para filiación, necesitamos una definición apropiada de filiación. Hemos visto que la filiación tiene que ver con la impartición de vida. Tenemos un gran Padre que es muy rico en vida. Su capacidad es universalmente grande, y Él tiene mucha vida que impartir. No hay nadie que pueda decir cuántos millones de hijos Dios ha engendrado. En esta acción de engendrar, Él ha impartido Su vida en Sus hijos. Tenemos un gran Padre que ha impartido muchísima vida.

  Ahora ustedes pueden entender por qué yo digo que en Efesios 1 se encuentra la impartición divina. Allí se encuentra la impartición porque se incluye allí la filiación. La filiación es un asunto de gran trascendencia. Nuestro destino es la filiación. ¡Alabado sea el Señor porque fuimos predestinados para filiación! Nuestra predestinación, la cual redunda en filiación, es por medio de Jesucristo y según el beneplácito de Su voluntad (v. 5).

  La filiación redunda en la “alabanza de la gloria de Su gracia” (v. 6). La gracia de Dios tiene una gloria, y la gloria es la expresión. Por ejemplo, cuando la electricidad está escondida, no hay luz; pero cuando ésta resplandece, se expresa, y este resplandor es la gloria de la electricidad. Asimismo, la gracia de Dios tiene una gloria, y esta gloria es la filiación. ¿Se han dado cuenta de que toda la tierra está llena de la filiación divina, con los muchos hijos de Dios?

  Hace poco compré dos mapas para la sala de mi casa, y puse alfileres en todos los lugares donde hay una iglesia. ¡Qué vista tan gloriosa! ¿Qué son las iglesias? Ellas son la totalidad, la suma, de todos los hijos de Dios. Ésta es la filiación, y la filiación es la gloria. Por lo tanto, la filiación redunda en la alabanza de la gloria de la gracia de Dios. Ésta es la gloria de la filiación.

  En un momento dado todos nosotros éramos pecadores y estábamos dispersos. Pero ahora hemos sido reunidos por medio de la impartición de vida. Nuestro Padre nos ha engendrado al impartir Su vida en todos nosotros. Ahora todos poseemos la vida divina que nuestro único Padre nos ha impartido. Esta vida divina que nos ha sido impartida es el factor que nos une. Todos nos hallamos en la filiación, y esto es una gloria de Su gracia. Ésta es la impartición efectuada por el Padre.

La obra redentora del Hijo: cumplir el propósito eterno de Dios

  La elección y predestinación del Padre contribuyen al propósito de Dios. Ahora llegamos a la obra redentora del Hijo, la cual tiene como fin el cumplimiento del propósito del Padre. Según la teología tradicional, el Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo, y el Espíritu es el Espíritu, es decir, tres personas distintas y separadas. Si fuera así, entonces cuando el Hijo vino, el Padre habría permanecido en el cielo. Pero al leer cuidadosamente el Evangelio de Juan, vemos que cuando el Hijo vino, vino con el Padre (Jn. 8:29; 16:32). El Hijo no vino en nombre propio, sino en nombre del Padre (Jn. 5:43), e incluso en Isaías 9:6 es llamado Padre eterno. El Hijo hizo la obra del Padre (Jn. 5:17, 19), hizo la voluntad del Padre (Jn. 5:30; 6:38), habló las palabras del Padre (Jn. 3:34a; 14:24; 7:16-17; 12:49-50), buscó la gloria del Padre (Jn. 7:18) y expresó al Padre (Jn. 14:7-9). En estos versículos podemos ver que nada procedía del Hijo; todo procedía del Padre. Esto significa que cuando el Hijo vino, el Padre vino. El Hijo y el Padre son uno solo (Jn. 10:30; 17:22). El Hijo estaba en el Padre, y el Padre estaba en Él (Jn. 14:10-11; 17:21). Cuando el Hijo hablaba, el Padre hacía Sus obras. El Hijo efectuó la redención por medio de Su sangre y según las riquezas de la gracia de Dios (Ef. 1:7-9a).

  La redención efectuada por el Hijo con miras al cumplimiento del propósito eterno de Dios es “para la economía de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas” (Ef. 1:9b-10). ¿Qué significa el que todas las cosas sean reunidas bajo una cabeza en el Hijo? Podemos usar como ejemplo el cuerpo humano. Mientras estemos vivos, todos nuestros miembros, incluso nuestros pies, piernas y manos, son dirigidos por la cabeza. Pero si morimos, los miembros se desconectarán. Esto nos muestra que el que las cosas sean reunidas bajo una cabeza depende de la unión producida por la vida. La vida en nuestro cuerpo es el medio por el cual todos los miembros son reunidos bajo una cabeza. Cuando la vida se va, los miembros dejan de estar bajo una cabeza.

  Después que Dios creó a Adán, lo puso frente al árbol de la vida. Sin embargo, Adán participó del otro árbol, el árbol de la muerte (Gn. 3:6). En aquel tiempo la muerte entró en el hombre. Debido a que el hombre era el representante de toda la creación, su muerte hizo que toda la creación no estuviera más sujeta bajo una cabeza y fuese dispersada.

  Por medio de la redención efectuada por el Hijo, la vida divina fue impartida en Sus creyentes. Esta vida que les fue impartida los une a todos ellos. Cristo la Cabeza con esta vida que une es quien reúne a todos los creyentes. Este proceso de reunir a todos bajo una cabeza es la vida de iglesia. Sin embargo, debido a que muchos creyentes todavía viven en la vieja creación, están desconectados; no están en unidad, lo cual significa que no han sido reunidos bajo una cabeza. Debemos aprender a vivir por la vida divina. Mientras vivamos por esta vida divina, estaremos unidos. Esta vida que une es usada por Cristo la Cabeza para reunirnos a todos y formar así una sola vida de iglesia. Esta acción de reunir bajo una cabeza a toda la iglesia, se extenderá hasta el tiempo del cielo nuevo y la tierra nueva. En aquel tiempo estará la Nueva Jerusalén, la cual será el centro de la obra máxima y final en la cual Dios habrá reunido todas las cosas bajo una cabeza. Entonces vendrá la dispensación de la plenitud de los tiempos. La palabra dispensación significa aquí ciertos arreglos o cierta administración. En la eternidad, todas las cosas en el cielo y en la tierra serán reunidas bajo una cabeza en Cristo por medio de la iglesia.

  Muchos cristianos hoy en día aún no han sido reunidos bajo una cabeza porque están escasos de la impartición de la vida divina. Es por ello que nuestra carga hoy en día en el recobro del Señor no consiste en enseñar simples doctrinas, sino en impartir la vida divina. Por medio de esta impartición de vida, los santos de muchos países alrededor del globo terrestre llegan a ser uno. ¿Quién ha producido esta unidad? La impartición de la vida. La impartición de la vida nos reúne a todos bajo una cabeza. Éste es el resultado de la redención efectuada por Cristo. La obra redentora de Cristo quita nuestro pecado a fin de que la muerte pueda ser sorbida y todos los miembros puedan ser reunidos bajo una cabeza mediante la impartición de la vida divina.

  En Cristo nosotros también fuimos hechos una herencia (Ef. 1:11). Además, la obra redentora del Hijo, la cual lleva a cabo el propósito eterno de Dios, redunda en la alabanza de la gloria de Dios (v. 12). Después de hablarnos de la impartición del Padre, Pablo dice en el versículo 6: “Para alabanza de la gloria de Su gracia”. Luego, después de la impartición del Hijo, Pablo dice: “Para alabanza de Su gloria”.

El sello y las arras del Espíritu: aplicar el propósito cumplido de Dios

  La impartición del Espíritu consiste en sellarnos “hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de Su gloria” (vs. 13-14). El sello del Espíritu Santo es viviente y opera en nosotros para impregnarnos y transformarnos con el elemento divino de Dios hasta que alcancemos la madurez en la vida de Dios y finalmente seamos redimidos por completo, incluso en nuestro cuerpo.

  Dios nos sella con el Espíritu. Tomemos por ejemplo un sello de goma y una hoja de papel en blanco. Cuando sellamos la hoja de papel, impartimos la tinta en el papel. Si sellamos el papel una y otra vez, finalmente será saturado e impregnado de tinta.

  No solamente la filiación está relacionada con la impartición de la vida, sino también el sellar del Espíritu. Día tras día, el Espíritu nos está sellando. Cuando usted era un pecador, era como una hoja sucia de papel. No obstante, un día usted se arrepintió ante Dios e invocó el nombre del Señor. Su sangre lo lavó, lo limpió y lo hizo como una hoja limpia de papel. En ese momento el Espíritu lo selló.

  Debemos saber quién es el Espíritu que nos sella. Cuando el Hijo vino, Él vino con el Padre, y cuando el Espíritu vino, vino con el Hijo y con el Padre. Por lo tanto, el Espíritu es la consumación del Dios Triuno. El Espíritu es, de hecho, la aplicación del Hijo y del Padre a nosotros. El sello de goma es la aplicación de la tinta al papel. Cuando usted estampa el sello sobre el papel, la tinta se añade al papel. El Espíritu es la consumación del Dios Triuno y es el Dios Triuno que llega a nosotros. Cuando el Espíritu nos sella, el Dios Triuno completo llega a nosotros. El Espíritu no sólo llega a nosotros, sino que además se adhiere a nosotros (2 Co. 1:21). Cuando llega a nosotros, se adhiere a nosotros, y al adherirse a nosotros, se imparte a nosotros. El Dios Triuno se ha impartido en nosotros. Él ha llegado a nosotros y también se ha adherido a nosotros. El sellar divino, la impartición de vida del Dios Triuno, ocurre en nosotros continuamente.

  El sellar del Espíritu continúa hasta la redención de la posesión adquirida (1:13b, 14b). En algunas versiones se usa la palabra para, pero es más significativo decir hasta porque alude a un resultado. Nosotros fuimos adquiridos por Dios como Su posesión. Desde el día en que Él nos adquirió, empezó a sellarnos a fin de saturarnos del Dios Triuno. Es demasiado objetivo decir simplemente que tenemos el sello de Dios sobre nosotros como una marca. No sólo tenemos un sello, sino que somos sellados hasta que todo nuestro ser sea saturado con el elemento de Dios. Nuestro cuerpo aún no ha sido redimido, sino que sigue siendo un ser natural. Pero el Espíritu Santo nos está sellando, saturando, interiormente, y este sellar continuará hasta el día en que nuestro cuerpo sea completamente saturado. Ésta será la redención de nuestro cuerpo, la redención de la posesión adquirida por Dios. Ahora, como la posesión adquirida por Dios que somos, todavía estamos siendo sellados.

  El Espíritu es también las arras, un anticipo, de nuestra herencia divina, que nos garantiza que disfrutaremos a Dios en plenitud como nuestra herencia eterna (v. 14a). La palabra arras es muy significativa. Significa una prenda, un seguro, una garantía y también un anticipo. Según la costumbre que se tenía en los tiempos antiguos, cuando alguien compraba un terreno, el vendedor le daba en arras al comprador una porción del suelo en calidad de muestra. Esa porción del suelo era una garantía para el comprador de que recibiría un terreno con esa misma calidad de suelo. Este ejemplo nos muestra el hecho de que el Espíritu, después de que nos sella, permanece en nosotros como un anticipo de Dios como nuestra herencia.

  Cuando creímos en el Señor Jesús, ocurrieron dos cosas. En primer lugar, llegamos a ser la herencia de Dios, la posesión de Dios, al tener Su sello sobre nosotros. El hecho de que Dios nos sellara con el Espíritu era una señal de que pertenecíamos a Él, de que éramos posesión Suya. Al mismo tiempo, Dios llegó a ser posesión nuestra, es decir, llegó a ser nuestra porción y disfrute. El Espíritu que sella es una señal de que nosotros somos Su posesión, y el Espíritu que sella también llega a ser las arras, un anticipo, del propio Dios quien es nuestra herencia. Este anticipo es una garantía, una seguridad, de que un día obtendremos el disfrute completo.

  Tanto el sello como las arras están relacionados con la impartición de la vida. Cada día el Espíritu nos sella y se da a Sí mismo en arras a nuestro ser como nuestro anticipo. Este anticipo, estas arras, nos garantiza el disfrute completo. El Dios Triuno nos sella y se da a Sí mismo en arras a nuestro ser. Ésta es la impartición del Espíritu.

  Al final del versículo 14 encontramos nuevamente la frase: “Para alabanza de Su gloria”. Esta frase se usa tres veces: primero, con relación a la impartición del Padre en el versículo 6; segundo, con relación a la impartición del Hijo en el versículo 12; y tercero, con relación a la impartición del Espíritu en el versículo 14. El hecho de que se menciona tres veces la alabanza de la gloria de Dios hace alusión a la triple impartición del Dios Triuno.

EL RESULTADO DE LA IMPARTICIÓN DIVINA

  El resultado de la triple impartición del Dios Triuno se obtiene mediante nuestro espíritu de revelación (v. 17) y mediante la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros (v. 19). Este gran poder es según la operación del poder de Su fuerza, que hizo operar en Cristo al levantarlo de los muertos (v. 20), esto es, en la resurrección; al sentarlo a Su diestra en los lugares celestiales por encima de todo (vs. 20b-21), esto es, en Su ascensión; al someter todas las cosas bajo Sus pies (v. 22a), esto es, al ponerlo a Él por encima de todo; y al darlo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (v. 22b). Éste es el poder que nos ha sido aplicado, y la aplicación de este poder es la impartición de vida. Es mediante la impartición de vida del Dios Triuno que este poder, un poder que es grande y supereminente, ha sido aplicado a todos nosotros.

  El resultado, el fruto, de esta impartición es la iglesia, el Cuerpo de Cristo. ¿Cómo pueden los pecadores llegar a ser el Cuerpo de Cristo? Esto sólo es posible mediante la divina impartición de vida. Cuando el Dios Triuno se imparte en nosotros, esta impartición de vida satura todo nuestro ser y hace que seamos regenerados, transformados e incluso miembros transparentes de Cristo. Así, pues, nosotros ahora somos el Cuerpo de Cristo, el cual es un organismo, no una organización. Podríamos decir que una silla es una organización de muchas piezas de madera. En contraste, un hombre es un organismo porque es orgánico. Cuando el Dios Triuno se imparte en nuestro ser, esta impartición de vida nos hace orgánicos. Todos nosotros en conjunto somos un organismo, y este organismo es el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo no es una organización social, sino algo orgánico, una entidad saturada por la impartición de vida del Dios Triuno. Las así llamadas iglesias son en su mayor parte organizaciones y no un organismo. La iglesia debe ser un organismo que es completamente orgánico. La iglesia debe estar llena de la impartición de vida, ella debe ser saturada del Dios Triuno en cada parte. Éste es el Cuerpo de Cristo.

  El Cuerpo de Cristo es la plenitud del Cristo universal. La plenitud de una persona es su cuerpo. Si una persona únicamente tuviera una cabeza sin un cuerpo, no tendría plenitud. Pero con el cuerpo, tiene plenitud. El Cuerpo de Cristo, que es la iglesia, es la plenitud de este gran Cristo universal que todo lo llena en todo (v. 23). ¿Cómo puede ser esto? Solamente mediante la impartición divina de la Trinidad Divina. Así pues, Efesios 1 revela a la iglesia como el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

  El Cuerpo llega a existir, no mediante la organización, sino únicamente mediante la impartición de la vida divina. Llega a existir únicamente al impartirse el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— como vida y suministro de vida a todos Sus creyentes, saturándolos de modo que lleguen a ser el Cuerpo de Cristo.

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