
Lectura bíblica: Ef. 3:1-21
En el primer mensaje de esta serie vimos que el capítulo 1 de Efesios revela el plan de Dios el Padre. En el segundo mensaje vimos que el capítulo 2 revela principalmente los logros del Hijo realizados con miras a impartir la Trinidad en nuestro ser a fin de que crezcamos hasta ser la morada de Dios. En este mensaje llegamos al capítulo 3 donde encontramos la dispensación, la mayordomía, de la gracia de Dios.
En el capítulo 3 la palabra traducida “dispensación” en algunas versiones es un equivalente de la palabra griega oikonomía, que se compone de dos palabras: óikos, que significa casa, y nómos, que significa ley. Oikonomía denota el reglamento o administración de una casa. Debido a que esta palabra se refiere a una administración o disposición doméstica, implica un plan. Algunos maestros de la Biblia han dicho que hay siete dispensaciones en las que Dios se relaciona con el hombre. En Efesios 3 la palabra dispensación denota un plan, cierta disposición de las cosas, un sistema o un orden.
En Efesios 3 la palabra oikonomía se usa dos veces, en los versículos 2 y 9. En el versículo 2 es mejor traducir esta palabra como “mayordomía”, y en el versículo 9, como dispensación [economía]. Una mayordomía se refiere a los deberes, al oficio o a las responsabilidades de la persona que lleva a cabo la dispensación. Un mayordomo es un siervo encargado del manejo o administración de una casa. La mayordomía es incluso parte de la dispensación. Es por ello que Pablo usó la palabra oikonomía para referirse tanto a la dispensación como al oficio de un mayordomo, que consiste en efectuar la dispensación.
La iglesia es la casa de Dios, y en Su casa, Él tiene un plan, ciertos arreglos, una administración doméstica, que consiste en distribuir las riquezas de Cristo en todos los miembros de la casa. Pablo y los demás apóstoles no eran los únicos mayordomos encargados de esta dispensación [economía]. Pedro en su primera epístola dice que todos debemos ministrar el don que hemos recibido “como buenos mayordomos de la multiforme gracia de Dios” (1 P. 4:10b). La palabra mayordomos en 1 Pedro 4:10 no se refiere a los deberes o responsabilidades del siervo, sino al mayordomo mismo, quien está a cargo de la administración doméstica. Cada uno de nosotros debe ser un buen mayordomo de la multiforme gracia de Dios y distribuir las riquezas de Cristo para alimentar a todos los santos en la iglesia.
Al usar la palabra dispensación [economía], nos referimos a la administración de la casa de Dios, al plan de Dios; no nos estamos refiriendo a la impartición. No obstante, en la dispensación de Dios el asunto crucial es que Él se imparta en nosotros. La dispensación de Dios incluye la impartición. Pablo puede ser considerado el mayordomo principal que lleva a cabo la dispensación divina de Dios, es decir, que lleva a cabo el plan divino y eterno de Dios, que consiste en impartir y distribuir todas las riquezas de Cristo. A Pablo le fue confiada esta responsabilidad, este servicio. Podemos considerar esto una mayordomía; también podemos considerarlo una dispensación. A Pablo le fue confiado el plan de Dios, Su dispensación, que consistía en distribuir la gracia de Dios. Este plan de distribuir la gracia de Dios es llamado la dispensación o mayordomía de la gracia de Dios. Dios le dio a Pablo la comisión y el encargo de llevar a cabo este plan, que consistía en impartir las riquezas de Dios como gracia.
En la dispensación, el plan, del misterio de Cristo hay tres asuntos principales. El primero es hacer que en Cristo los gentiles sean coherederos y miembros del mismo Cuerpo, y copartícipes de la promesa (v. 6). El plan de Dios, Su administración doméstica, es hacer de los creyentes judíos y gentiles coherederos de Dios. Todos estos coherederos son miembros del mismo Cuerpo, que es el Cuerpo de Cristo, la iglesia. Además, los coherederos son copartícipes de la promesa en Cristo, es decir, son copartícipes de todas las riquezas en Cristo.
En segundo lugar, Dios desea distribuir las inescrutables riquezas de Cristo a los gentiles (v. 8). ¿Cómo pueden los gentiles llegar a ser coherederos de Dios? Esto únicamente es posible mediante la impartición divina.
Pablo era uno que impartía o distribuía. Podemos compararlo con José en el Antiguo Testamento. José era el mayordomo de la rica casa de Faraón (Gn. 41:41). El rey de Egipto tenía una casa muy grande en la que había una rica provisión de alimento, y necesitaba que hubiera una administración doméstica para distribuir aquella provisión. Así que José fue designado como mayordomo con la comisión de distribuir el alimento. Podemos considerar a Pablo como un José neotestamentario que distribuía todo el rico alimento en Cristo al pueblo de Dios.
La impartición del rico alimento que se halla en la casa de Dios tiene como finalidad hacer que los gentiles, las naciones, sean herederos de Dios junto con los creyentes judíos. Esto no se logra mediante la educación ni la organización; sólo se logra mediante la impartición de vida. Pablo no se valió de la organización para impartir las riquezas. En el capítulo 3 él nos dijo que anunciaba las inescrutables riquezas de Cristo (v. 8). Aquí la palabra anunciar en realidad significa distribuir o impartir. El ministerio de Pablo consistía en impartir a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo. Incluso hoy en día yo considero a Pablo como mi José. Siempre que leo sus epístolas, recibo una rica provisión de alimento. La distribución de las inescrutables riquezas de Cristo por parte de Pablo consistía en hacer que los gentiles fuesen herederos junto con los judíos.
Tercero, la dispensación del misterio de Cristo tiene como fin producir la iglesia para que sea dada a conocer la multiforme sabiduría de Dios conforme al propósito eterno que Dios hizo en Cristo (vs. 9-11). La distribución e impartición de las inescrutables riquezas de Cristo produce la iglesia, la cual da a conocer la multiforme sabiduría de Dios. Dios pone de manifiesto esta sabiduría no principalmente a los hombres, sino a los principados y autoridades en los lugares celestiales, es decir, a los ángeles malignos, a los seguidores de Satanás. Dios ha preparado una exhibición para que los ángeles caídos vean cuánta sabiduría tiene. Para los que están en la tierra, la iglesia es un poema, una obra maestra; pero para los ángeles caídos que están en el aire, la iglesia es una tremenda exhibición. Por medio de la iglesia ellos pueden ver la sabiduría de Dios. Éste es el plan de Dios, el cual es la dispensación de la gracia de Dios.
En el plan de Dios, Su dispensación, lo principal es la impartición divina de la Trinidad Divina. La impartición hallada en el capítulo 3 de Efesios es más profunda y más íntima que la que se muestra en el capítulo 1. En Efesios 1 tenemos un esbozo de la impartición; pero en el capítulo 3 la impartición de la Trinidad es más profunda, más específica y más íntima. Nos damos cuenta de esto por la oración que Pablo hace en este capítulo.
Pablo, el mayordomo principal, oró por la impartición divina de la Trinidad Divina. En primer lugar, dijo que doblaba sus rodillas ante el Padre (v. 14). Esto significa que él recurría a la fuente. Él doblaba sus rodillas ante el Padre para que conforme a las riquezas de Su gloria fortaleciera a los creyentes con poder en el hombre interior por el Espíritu (v. 16). Nuestro hombre interior es nuestro espíritu que ha sido regenerado por el Espíritu y está mezclado con el Espíritu.
El Espíritu por el cual el Padre nos fortalece está en nuestro espíritu. No sólo Él mora en nuestro espíritu, sino que también está mezclado con nuestro espíritu. Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. La frase da testimonio es muy significativa. El Espíritu está con nuestro espíritu. Esto indica que se han mezclado. Nuestro hombre interior es un espíritu mezclado maravilloso. Esto concuerda con lo dicho en 1 Corintios 6:17: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. ¿Cómo podemos ser un solo espíritu con el Señor? Esto sólo es posible al mezclarse el Señor, quien es el Espíritu, con nuestro espíritu. El Espíritu divino se ha mezclado con nuestro espíritu humano y ha llegado a ser un solo espíritu. ¡Esto es maravilloso! El Padre nos fortalece en nuestro hombre interior por el Espíritu.
¿Qué significa ser fortalecidos con poder en nuestro hombre interior por el Espíritu conforme a las riquezas de la gloria de Dios? Examinemos esto a la luz de nuestra experiencia. Muchas veces nosotros los cristianos nos sentimos molestos, desconcertados e incluso desilusionados. Cuanto más consideramos nuestras circunstancias y nuestra situación, más nos parece que tenemos muchas deficiencias y no podemos seguir adelante. Tal vez nos venga a la mente el pensamiento de no volver a asistir a ninguna otra reunión hasta que ocurra algo grande que nos avive. Cuanto más pensamos de esta manera, más nos debilitamos. Cuanto más pensamos así, más permanecemos en nuestra mentalidad sutil, engañosa e incluso engañada.
Supongamos que un viernes por la noche al llegar a casa después del trabajo, usted se siente deprimido y desilusionado. Tuvo un mal día, y nada le salió bien. Por ello, cuando llega a casa, se siente descontento con su esposa y sus hijos. Ni siquiera su cuarto le parece agradable. Cuanto más piensa en su situación, peor le parece. En esos momentos usted necesita recordar las palabras de Pablo: “Doblo mis rodillas ante el Padre [...] para que os dé [...] el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu”. Entonces debe declarar: “Satanás, ¡aléjate de mí! Yo entraré en mi hombre interior”. Si usted se vuelve a su hombre interior, se sentirá motivado y fortalecido; y si continúa orando por unos cuantos minutos, será fortalecido aún más. Este fortalecimiento incluso absorbe su debilidad y su cansancio físicos.
Les animo a que practiquen esto. No importa cómo se sientan, nunca digan que son débiles o que están cansados. Hermanas, cuando su esposo regrese del trabajo y le diga que está cansado, dígale que no confiese que está cansado, sino que doble sus rodillas ante el Padre para que Él lo fortalezca con poder en su hombre interior. Cuando usted dice que está cansado, está en su viejo hombre, en su hombre exterior, en su mentalidad. Lo que necesita es ser fortalecido en el hombre interior. No se quede en el hombre exterior. Aunque usted puede sentirse cansado, Él no está cansado. El que vive en usted es mucho más fuerte que usted. Él nunca se cansa, y desea fortalecerlo a usted en el hombre interior.
La palabra en de la frase en el hombre interior es muy significativa. Decir que necesitamos ser fortalecidos en el hombre interior muestra que no estamos en el hombre interior y que principalmente vivimos en el hombre exterior. Cuando un hermano le dice a su esposa que está cansado, él está en su hombre exterior, en la mente, viviendo según su cansancio físico. Es por ello que él desea que su esposa se compadezca de él. Hermanas, no se compadezcan de su esposo. Cuando él les diga que está cansado, anímenlo a que doblen sus rodillas ante el Padre para que el Padre lo fortalezca con poder en su hombre interior por el Espíritu.
Cuando usted dice que está cansado, está fuera del hombre interior. Usted tiene un hombre interior; ¿por qué no permanecer allí? ¿Para qué quedarse en su cansancio? Usted necesita practicar esto: doblar sus rodillas ante el Padre para que le quite su cansancio al fortalecerle a usted en su hombre interior. Incluso cuando estemos enfermos, debemos orar al Padre, pidiéndole que nos levante de nuestra enfermedad al fortalecernos en nuestro hombre interior.
Podemos también usar como ejemplo la vida matrimonial. Muchas veces la vida matrimonial no es tan dulce; de hecho, quizás sea un poco amarga. Nuestra vida matrimonial puede ser dulce y feliz únicamente cuando somos fortalecidos en el hombre interior. A veces después que el esposo se va al trabajo, una hermana puede empezar a pensar en cómo él la ha estado tratando últimamente. Quizás la noche anterior él estuvo descontento con ella, y por la mañana le dijo que en ciertas cosas ella había obrado mal. Después de esto, ella quizás empiece a pensar en si ha obrado bien o mal. Cuanto más ella piensa en estas cosas, más tinieblas experimentará en su interior. Esto muestra que ella está en el hombre exterior, en su mentalidad. Lo único que puede ayudarle en esta situación es que sea fortalecida en el hombre interior. Ella no debe permanecer en su mentalidad, en su mente, en sus pensamientos. Si nos encontramos en esta situación, necesitamos ser librados de nuestra mentalidad al ser fortalecidos en nuestro hombre interior y volvernos a nuestro espíritu y orar. Si ponemos esto en práctica en toda situación, seremos cristianos fuertes. Por medio de esta práctica, la impartición divina puede infundir en nosotros todas las riquezas de la Trinidad Divina.
Cuando somos fortalecidos en nuestro hombre interior, Cristo puede hacer Su hogar en nuestro corazón (vs. 16-17). El hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón reviste suma trascendencia. Esto equivale a que Él se establezca plenamente en nuestro ser interior. Nuestro corazón se compone de cuatro partes: la parte emotiva, la voluntad, la mente y la conciencia. Por lo tanto, a fin de que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón, Él debe establecerse en nuestra parte emotiva, en nuestra voluntad, en nuestra mente y en nuestra conciencia. En otras palabras, Cristo necesita ocupar cada parte de nuestro ser.
Podemos comparar nuestro corazón a un apartamento con muchos cuartos. Un cuarto es la mente y los otros cuartos son la voluntad, la parte emotiva y la conciencia. Hemos creído en el Señor, y Él está en nosotros, pero Él aún necesita hacer Su hogar en nuestro corazón. Pablo oró por los efesios para que Cristo tuviera la oportunidad de hacer Su hogar en sus corazones. Cristo está en nosotros de un modo general, pero es posible que Cristo no esté en nosotros de una manera particular, o sea, en el sentido de que vaya saturando nuestra mente, nuestra parte emotiva, nuestra voluntad y nuestra conciencia.
Yo viajo con mucha frecuencia, y a menudo me dan alojamiento en un cuarto en calidad de huésped. Por lo general, el dueño de casa me dice que me sienta como en casa. Pero como alguien que recibe hospitalidad, yo nunca me siento como en casa, pues sé que simplemente estoy allí de paso. No puedo establecerme en ese lugar porque no es mi hogar.
Cristo desea hacer Su hogar en nuestro corazón, es decir, desea ocupar cada parte de nuestro corazón. Él desea ocupar cada parte de nuestro ser interior. Nuestro ser interior debe ser saturado y lleno de Cristo así como debe estar ocupado y poseído por Él. Si Cristo ha hecho Su hogar en nuestro corazón, si Él ha ocupado cada cuarto de nuestro corazón, no seremos débiles; al contrario, seremos personas que llevan un vivir santo e incluso espiritual. Sin embargo, muchas veces no nos sentimos fuertes en nuestra vida espiritual. La razón es que tenemos a Cristo en nosotros de un modo muy general. Quizás usted haya recibido a Cristo solamente en un rincón de su “sala”, y no le haya dado la libertad de ir a otra parte. El resultado de ello es que usted es débil. Aunque usted tiene a Cristo, sigue siendo débil porque no está saturado de Cristo. Le hace falta más de la impartición de vida en su mente, en su parte emotiva, en su voluntad y en su conciencia al grado en que sature todo su ser. Pero si usted ha sido completamente saturado de Cristo mediante la impartición de vida en cada parte de su ser interior —esto es, en su mente, en su parte emotiva, en su voluntad y en su conciencia—, será fuerte. De hecho, será verdaderamente uno con el Señor. Ésta era la meta de Pablo como el mayordomo y distribuidor principal de la gracia de Dios. Él deseaba que todos los santos que estaban bajo su ministerio fueran saturados de la divina impartición de vida, al grado en que fueran completamente ocupados por Cristo en sus partes internas. Por esta causa él doblaba sus rodillas ante el Padre para que conforme a las riquezas de Su gloria ellos fueran fortalecidos con poder por el Espíritu a fin de que Cristo hiciera Su hogar en sus corazones.
Cuando Cristo haga Su hogar en nuestro corazón, nosotros seremos llenos, no de toda la plenitud de Dios, sino hasta la medida de toda la plenitud de Dios (3:19). Si permitimos que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón, seremos llenos de la Deidad, de la Trinidad, al grado en que llegaremos a ser Su plena expresión.
La plenitud aquí no se refiere a las riquezas, sino que denota la expresión, la manifestación, de las riquezas. Por ejemplo, cuando usted llena un vaso de agua, no ve la plenitud del agua sino hasta que ésta llene el vaso y luego se desborde. El desbordamiento es la plenitud del agua. Este desbordamiento, que es la plenitud del agua, es la expresión del agua. Pero si en el vaso sólo hay una pequeña cantidad de agua, nadie podrá ver el agua. De igual manera, nosotros debemos ser fortalecidos por el Espíritu para que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón al grado en que nos llene por completo e incluso desborde de nuestro ser interior. Cuando seamos llenos al grado en que Cristo desborde desde el interior de nuestro ser, nosotros llegaremos a ser la plenitud de Dios, la expresión de Dios. Entonces los demás podrán ver que Dios fluye de nuestro interior. Este desbordamiento es la plena expresión de Dios. Este pensamiento es más elevado, más profundo, más rico y más significativo que lo que se expresa en el capítulo 1. El capítulo 1 nos habla de la plenitud de Cristo (v. 23), pero el capítulo 3 nos habla de la plenitud de Dios, lo cual es más extenso y más rico.
Quien logra que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios es Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros (v. 20).
Finalmente, tanto el hecho de que nosotros seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios como el hecho de que Él opere en nosotros según Su poder que actúa en nosotros serán para gloria Suya en la iglesia y en Cristo Jesús por la eternidad (v. 12).
El punto crucial en Efesios 3 es que nosotros necesitamos que el Padre nos fortalezca por medio del Espíritu para que el Hijo tenga la libertad de hacer Su hogar en nuestro corazón hasta ocupar todo nuestro ser, a fin de que las riquezas de Cristo puedan desbordar de nosotros con miras a la plena expresión de Dios. Todo esto se lleva a cabo por medio de la impartición de vida, la impartición del Dios Triuno, la cual nos hace Su plena expresión.