
Lectura bíblica: Ef. 5:1—6:9
La revelación presentada en el libro de Efesios es progresiva. Conforme a este principio podemos esperar que el capítulo 5 sea más avanzado que los cuatro capítulos anteriores. En el capítulo 1 encontramos el esbozo de un plan. Luego, en el capítulo 2 este plan es llevado a cabo, en el capítulo 3 avanza, y logra su desarrollo en el capítulo 4. En este mensaje examinaremos el progreso que se da en el capítulo 5.
No es fácil entender el libro de Efesios porque fue escrito de una manera muy profunda. Por ello, cuando leamos este libro, debemos cavar en sus profundidades a fin de descubrir los elementos básicos.
Otro principio que debemos tener en cuenta es que un escritor siempre tiene un pensamiento básico antes de empezar a escribir algo. Este principio se aplica a lo que Pablo escribió en Efesios 5. El capítulo 5 de Efesios debe contener ciertos elementos o factores básicos. Si encontramos estos factores, habremos obtenido la clave para entender este capítulo.
En el mensaje anterior vimos que el capítulo 4 de Efesios contiene ciertos factores básicos: el Cuerpo, el Cuerpo mezclado con la Trinidad Divina, y el desarrollo en vida, gracia y verdad. Un punto que no recalqué en el mensaje anterior es que el Cuerpo es mezclado con la Trinidad en el desarrollo de vida, gracia y verdad a causa del nuevo hombre. El concepto de que la iglesia es el Cuerpo se halla en el capítulo 1. El resultado de la impartición divina de la Trinidad Divina es la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (1:23). Por lo tanto, el primer concepto en cuanto a la iglesia en Efesios es el concepto del Cuerpo. En el capítulo 2 el Cuerpo se menciona nuevamente, y la noción del nuevo hombre se presenta por primera vez. Cristo en Su muerte en la cruz abolió todos los mandamientos expresados en ordenanzas para crear de los judíos y gentiles un solo y nuevo hombre (2:15). El nuevo hombre mencionado en el capítulo 2 es el Cuerpo. En el capítulo 1 se presenta por primera vez la noción del Cuerpo, y en el capítulo 2 se introduce la noción del nuevo hombre. Sin embargo, en el capítulo 1 no vemos el desarrollo del Cuerpo, y en el capítulo 2 tampoco vemos el desarrollo del nuevo hombre. Es en Efesios 4 que encontramos el desarrollo del Cuerpo. En el capítulo 4 vemos que el Cuerpo está mezclado con la Trinidad en vida, gracia y verdad. Finalmente, el Cuerpo en su desarrollo llega a ser el nuevo hombre. Por lo tanto, el desarrollo del Cuerpo al mezclarse con la Trinidad Divina en vida, gracia y verdad tiene por finalidad el nuevo hombre.
Ahora llegamos al capítulo 5 de Efesios. Basándonos en el principio de esta progresión, este capítulo debiera mostrar otro avance.
No es fácil para nosotros ver lo que se halla en Efesios 5 porque nuestros ojos espirituales están cubiertos por capas de velos, uno sobre otro. No importa cuál haya sido nuestra formación, podemos afirmar que todos los cristianos tenemos cuatro capas de velos que nos cubren la vista. Debido a estos velos, es posible que leamos la Palabra pero no veamos nada en ella. El primer velo está relacionado con el hecho de que somos personas naturales. Toda criatura viviente tiene cierta clase de naturaleza. Un perro tiene la naturaleza de un perro, y un gato tiene la naturaleza de un gato. Por supuesto, nosotros los seres humanos tenemos una naturaleza que es más elevada que la de un perro o un gato. La naturaleza humana creada por Dios incluye un elemento ético. Esto significa que por naturaleza somos personas éticas. Hacer el bien y ser buenos concuerda con nuestra naturaleza humana creada. Incluso un niño pequeño tiene en su naturaleza la tendencia o inclinación de ser bueno. Cuando hacen lo correcto, se sienten orgullosos y quieren que uno los vea, pero cuando hacen algo malo, prefieren estar alejados de usted. En otras palabras, no quieren que otros se den cuenta o se enteren de que han hecho algo malo. Esto muestra que por naturaleza los seres humanos somos éticos. Esto proviene de la obra creadora de Dios. El primer velo es este elemento ético en nuestra naturaleza humana creada.
El segundo velo es la cultura. Todos los pueblos de la humanidad tienen su propia cultura. Es extremadamente difícil olvidarnos de nuestra cultura. La cultura es, por tanto, un grueso velo que nos impide ver la verdad hallada en la Biblia.
El tercer velo es la religión. Son muy pocas las personas que no tienen ninguna religión. El cristianismo es una religión con muchas creencias diferentes. En un sentido, cada creencia es una religión.
El cuarto velo también está relacionado con la ética, pero no con la ética que está en la naturaleza del hombre por medio de la creación, sino con la ética adquirida mediante la educación y la enseñanza. Por ejemplo, las enseñanzas éticas de Confucio han ejercido influencia sobre personas de diferentes nacionalidades del Lejano Oriente. En el Occidente las personas reciben la influencia de la ética que es según las enseñanzas del cristianismo.
Por consiguiente, cada uno de nosotros tiene estas cuatro capas de velos: la constitución natural con su elemento ético, la cultura, la religión y la ética adquirida a través de la enseñanza o la instrucción. Estos cuatro asuntos han venido a ser parte de nuestra constitución intrínseca. Esto significa que nuestro ser está constituido de nuestra naturaleza, cultura, religión y ética.
Si ustedes aún están cubiertos por estas cuatro capas de velos y leen Efesios 5, no podrán entender este capítulo apropiadamente. No entenderán asuntos tales como ser imitadores de Dios como hijos amados o andar en amor. Sin embargo, si usted es una esposa, se sentirá contenta al saber que Efesios 5:25 manda a los esposos a amar a sus esposas. Supongamos que una hermana está molesta con su esposo y siente que él ha sido más bien frío con ella. Mientras piensa así con respecto a su esposo, ella lee el capítulo 5 de Efesios. Aunque no entienda ningún otro versículo, es posible que preste atención al versículo que dice que los esposos deben amar a sus esposas. En realidad, ella no ha recibido nada de las Escrituras; al contrario ha insertado su propio pensamiento en la Biblia.
Un hermano que es esposo quizás haga lo mismo con el versículo que dice que las casadas deben estar sujetas a sus propios maridos. Tal vez no preste ninguna atención a lo que Pablo dice respecto a que los esposos deben amar a sus esposas, pero se sienta muy contento al leer que Pablo les manda a las esposas que se sujeten a sus propios maridos.
Estos dos ejemplos nos muestran nuestro problema cuando acudimos a la Palabra. Cada vez que acudimos a la Biblia, venimos con nuestros propios pensamientos, conceptos, deseos, aspiraciones, actitudes, opiniones o entendimiento. Todas estas cosas se originan en nuestra naturaleza, cultura, religión y ética. Es difícil encontrar a un cristiano que acuda a la Biblia sin la influencia de estas cuatro cosas. El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu” (Mt. 5:3). Si verdaderamente somos pobres en espíritu, no estaremos ocupados de nuestra naturaleza, cultura, religión o ética. Entonces acudiremos a la Palabra con un espíritu desprendido, con un corazón puro y con una mente sensata.
Efesios 5 empieza con estas palabras: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor...” (vs. 1-2). Luego en los siguientes versículos Pablo prosigue diciendo que debemos andar como hijos de luz (vs. 2-14) que entienden cuál es la voluntad del Señor (vs. 15-17). En el capítulo 4 vimos dos asuntos muy sobresalientes: la gracia y la realidad. En el capítulo 5 también encontramos dos asuntos sobresalientes: el amor y la luz. El versículo 2 dice que debemos andar en amor, y el versículo 8 dice que debemos andar como hijos de luz. En la realidad divina, la gracia y la realidad forman un par, y el amor y la luz forman otro par.
El apóstol Juan en su Evangelio recalca la gracia y la realidad. Él dice que el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia y de realidad (Jn. 1:14). Pero en su primera Epístola, en vez de recalcar la gracia y la realidad, Juan recalca el amor y la luz. En 4:8 él dice que Dios es amor y en 1:5 dice que Dios es luz. No dice que Dios tiene amor o luz, sino que Dios mismo es amor y luz. El amor y la luz son en realidad Dios mismo; son el ser de Dios, Su esencia.
Aunque la Biblia nos dice que Dios es amor y luz, no hay ningún versículo que diga que Dios es gracia. En vez de ello, se nos dice que la gracia y la realidad vinieron (Jn. 1:17). La palabra “vinieron” es muy significativa, pues indica que la gracia tiene una fuente, es decir, que la gracia vino de determinado lugar. Cuando Cristo se encarnó, vino con gracia y realidad. Nosotros, por supuesto, sabemos que la fuente del Señor Jesús era Dios, puesto que vino de Dios el Padre. No hay duda alguna de que la gracia y la realidad también vinieron de Dios el Padre. Por lo tanto, Dios es la fuente de la gracia y la realidad. Dios el Padre es amor y luz. El amor es la fuente de la gracia, y la luz es la fuente de la realidad.
Este entendimiento lo confirma 2 Corintios 13:14, que dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. En este versículo el amor de Dios es la fuente, la gracia de Cristo es lo que procede de esta fuente, y la comunión del Espíritu Santo es la transmisión de esta gracia a nosotros. De manera semejante, el amor es una fuente, y la gracia es el resultado; la luz es una fuente, y la realidad es el resultado. La gracia y la verdad vinieron de Dios el Padre, pero el amor y la luz son Dios el Padre. Una vez que recibimos la gracia y la realidad, podemos volver a Dios para contactarlo y tener comunión con Él. Cuando regresamos a Dios de esta manera, llegamos al amor y la luz. Esto significa que contactamos la fuente de la gracia y la realidad. En primer lugar, nosotros creímos en el Señor Jesús y recibimos la gracia y la realidad. Luego, mediante el disfrute de la gracia y la realidad somos traídos de regreso a la fuente de la gracia y la realidad, que es Dios el Padre como amor y luz. Al mantenernos en esta comunión, llegamos a ser un amado hijo de Dios que anda en amor.
Lo que se revela en el capítulo 5 en cuanto al amor y la luz es más profundo que lo que se revela en el capítulo 4 acerca de la gracia y la realidad. En el capítulo 4 nosotros andamos en gracia, pero en el capítulo 5 andamos en amor. Al andar en amor llegamos a ser hijos de luz, no simplemente personas de la verdad. Es de este modo que podemos ser imitadores de Dios, Aquel que es amor y luz. Esto nos muestra un gran avance y progreso, un avance de la gracia al amor y de la verdad a la luz. Los que buscamos a Cristo y amamos a Dios debemos ser hijos de luz que andan en amor. Puesto que la luz y el amor son Dios mismo, esto significa que somos hijos de Dios que andan en Dios. Ser hijos de luz que andan en amor en realidad equivale a ser hijos de Dios que andan en Dios.
¿Cómo podemos ser los hijos de luz que andan en amor? Esto es posible únicamente al impartirse el Padre en nosotros en el Hijo y por medio del Espíritu. Cuando el Dios Triuno se imparte en nosotros, llegamos a ser de un modo práctico los hijos de Dios, quien es luz. Luego, como hijos de luz, no sólo vivimos por la gracia, sino que vivimos directamente en Dios, quien es luz y amor. Por lo tanto, la impartición de la Trinidad Divina nos hace ser hijos de luz que andan en amor, o, dicho de otro modo, hijos de Dios que andan en Dios.
Por medio de la impartición divina de la Trinidad Divina todos debemos ser llenos en nuestro espíritu del Espíritu, quien es el vino divino (v. 18). Si somos llenos en nuestro espíritu de esta manera, entonces hablaremos unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales (v. 19a), cantaremos y salmodiaremos al Señor en nuestro corazón (v. 19b) y daremos siempre gracias por todo a nuestro Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo (v. 20). Cuando el Dios Triuno se haya impartido completamente en nosotros para hacernos hijos de luz que andan en amor, podremos declarar: “Ésta es mi historia y mi canción, siempre alabando al Salvador”. Lo alabaremos con salmos, himnos y cánticos espirituales. Los salmos son poemas largos, los himnos son poemas más cortos y los cánticos espirituales son aún más cortos.
Según el versículo 18, no debemos embriagarnos con vino, sino ser llenos en el espíritu. Debemos ser llenos de Dios, e incluso “embriagarnos” con Él, no con vino. El amor de Dios es mejor que el vino. El Cantar de los Cantares 1:2 dice: “Mejores son tus amores que el vino”. No nos interesa beber vino, pero sí deseamos beber del amor de Dios, que es mejor que el vino. Queremos empaparnos de Su amor, o sea, sumergirnos en dicho amor. Deseamos ser personas que están impregnadas y saturadas del amor de Dios e incluso embriagadas con Su amor.
Alguien que es un hijo de luz, que anda en amor, estará enloquecido con Dios. Esto significa que un hijo de luz debe estar embriagado con Dios. Un cristiano apropiado es alguien que está enloquecido con el disfrute del Señor. Si usted siempre permanece callado, entonces no es un cristiano típico. Un cristiano típico debe estar embriagado con el amor del Señor. Todos necesitamos estar embriagados con Dios como nuestro amor y luz. Entonces seremos verdaderamente hijos de luz que andan en amor.
Si estamos embriagados con Dios y andamos en Él como amor y luz, tendremos la verdadera santidad. La verdadera santidad no consiste en seguir ciertas normas. La verdadera santidad es el propio Dios, de quien nosotros somos hijos y en quien andamos. ¡Aleluya, nosotros hemos nacido de Dios, y somos hijos de luz que andan en amor! Debemos continuar siendo llenos de Dios, saturados e impregnados de Él, y debemos empaparnos de Él. Ésta es la impartición del Dios Triuno en nuestro ser.
Un verdadero cristiano es alguien que experimenta esta impartición, y el conjunto total de este tipo de cristianos es la iglesia. La iglesia debe estar compuesta de aquellos que están embriagados con Dios, compuesta de aquellos que son hijos de luz que diariamente, a cada hora y a cada momento andan en amor. Ésta es la vida de iglesia apropiada. La vida de iglesia apropiada no se compone de personas que son sobrias de una manera natural; en vez de ello, la iglesia es un grupo de personas que están embriagadas con Dios. Sin embargo, aunque estos creyentes están embriagados con el Señor, no son insensatos; más bien, son sabios.
Si estamos embriagados con Dios mediante Su impartición, estaremos contentos y nos regocijaremos y exultaremos. De este modo, en nuestra vida diaria tendremos el verdadero disfrute del Dios procesado en Su Trinidad Divina.
El resultado de la impartición divina es que nosotros podemos sujetarnos los unos a los otros en el temor de Cristo (Ef. 5:21) por causa de la vida cristiana apropiada. El versículo 21 dice: “Sujetos unos a otros en el temor de Cristo”. Esto continúa el pensamiento de los versículos anteriores, que hablan de ser llenos en el espíritu, de hablarnos unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en nuestros corazones, y dando siempre gracias por todo a nuestro Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Es únicamente cuando estamos embriagados con Dios que estamos dispuestos a sujetarnos a otros. Cuando estamos sobrios, pensamos que nosotros vemos cualquier asunto con toda claridad, mientras que los demás están equivocados. No debemos ser sobrios de esta manera, sino que debemos estar embriagados con Dios en nuestro espíritu. Debemos ser llenos del Dios Triuno en nuestro espíritu. En lugar de ser llenos de ira, enojo o indignación, debemos ser llenos de todo lo que Dios es, incluso debemos ser llenos hasta la medida de la plenitud de Dios. Cuando nuestro espíritu es lleno del Dios Triuno que ha sido impartido en nuestro ser, nos sentiremos embriagados, no en nuestro cuerpo, sino en nuestro espíritu, es decir, no en nuestro hombre exterior, sino en nuestro hombre interior. Esta clase de embriaguez nos hace ser personas tiernas, mansas, dóciles y compasivas. Como resultado, estamos dispuestos a sujetarnos a los demás.
Mientras haya esta clase de sujeción entre nosotros en la vida de iglesia, no habrá problemas. Las esposas estarán sujetas a sus esposos, así como la iglesia está sujeta a Cristo (vs. 22-24). Los esposos amarán a sus esposas, así como Cristo ama a la iglesia (vs. 25-33). Los hijos obedecerán a sus padres en el Señor y los honrarán (6:1-3). Los padres no provocarán a ira a los hijos, sino que los criarán en la disciplina y la amonestación del Señor (6:4). Los esclavos obedecerán a sus amos (6:5-8), y los amos no amenazarán a los esclavos (6:9). ¿Cómo puede producirse esta clase de sujeción? Esta sujeción únicamente es posible cuando estamos embriagados con Dios. Únicamente podemos embriagarnos con Dios al abrir nuestro ser a la impartición divina. Permita que el agua viva entre en usted para inundarlo, saturarlo, impregnarlo e incluso arrastrarlo. Esto lo hará estar embriagado con el Señor, y lo hará sumiso en cada situación y a toda clase de personas.
Aunque el capítulo 5 es bastante largo, el extracto de este capítulo es breve y sencillo. En este extracto tenemos a los hijos de luz que andan en amor y son llenos del Dios Triuno. Por esta razón, los hijos de luz hablan, cantan, salmodian, dan gracias y llevan una vida de mutua sujeción.
Finalmente, estos creyentes llegarán a ser la novia de Cristo. En el capítulo 4 tenemos el nuevo hombre cuyo fin es cumplir el propósito de Dios. El nuevo hombre necesita gracia y verdad. Pero en el capítulo 5, tenemos a una novia llena de amor cuyo fin es satisfacer al Esposo. La novia necesita amor y luz. Por lo tanto, la gracia y la realidad son necesarias para que el nuevo hombre lleve a cabo el propósito eterno de Dios, mientras que el amor y la luz son necesarios para que la novia satisfaga a Cristo, el Esposo.
Si tenemos esta perspectiva de Efesios 5, podremos ver dónde debe estar la iglesia y cómo ella debe ser. La iglesia debe ser un grupo de hijos de luz que andan en amor. Finalmente, este grupo de personas llegará a ser la novia para la satisfacción de Cristo, el Esposo. Todo esto se lleva a cabo mediante la impartición divina de la Trinidad Divina en nuestro ser.