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Mensajes del libro «Impartición divina de la Trinidad Divina, La»
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CAPÍTULO DOS

LA IMPARTICIÓN DE DIOS REVELADA EN LA EXPERIENCIA DE LOS PATRIARCAS

  Lectura bíblica: Gn. 3:15, 20, 21; 4:4, 26; 5:22, 24; 6:9, 14; 7:7; 12:1; 26:4; 28:12-14, 16-19; 32:28; 41:40-41

  Oración: Señor, cuánto te agradecemos por ser el Dios que habla. Tú has hablado a través de todas las generaciones. Te adoramos porque continúas hablando hoy. ¡Cuánto te agradecemos por todas las provisiones divinas que has dado para transmitir Tu hablar! Te damos gracias porque en la tierra tienes un oráculo compuesto de todos Tus santos. Tú nos has dado la sangre, el Espíritu y la Palabra. Señor, cuánto confiamos en Ti. Confiamos en Tu sangre que nos limpia, en Tu Espíritu que nos unge y en Tu Palabra que nos alumbra. ¡Qué bueno es que todos estemos sentados en torno a Tu Palabra, e incluso en torno a Ti! Señor, visítanos y unge a cada uno de los asistentes. Unge los corazones, las mentes y los espíritus. Unge el hablar y también el oír. Señor, quédate con nosotros en toda esta reunión. Señor, suple toda necesidad. También te pedimos que satisfagas Tu necesidad por medio del hablar. Revélate a nosotros, y quítanos todos los velos. Quita todos los velos para que podamos ver un cielo despejado sobre nosotros. Gracias, Señor Jesús. Amén.

  Necesitamos recibir una visión central de la dispensación divina de Dios. Algunos maestros de la Biblia en el pasado dijeron que hay siete dispensaciones reveladas en la Biblia. La primera es la dispensación de la inocencia, antes de la caída de Adán. La segunda es la dispensación de la conciencia, después de la caída y hasta la época de Noé. La tercera es la dispensación del gobierno humano, desde Noé hasta Abraham. La cuarta es la dispensación de la promesa, desde Abraham hasta Moisés. Estas cuatro dispensaciones se abarcan en un solo libro, Génesis. La quinta dispensación, la dispensación de la ley, se abarca en el resto del Antiguo Testamento de Éxodo a Malaquías. La sexta dispensación es la dispensación de la gracia, que abarca casi todo el Nuevo Testamento desde Juan el Bautista hasta la segunda venida de Cristo. La séptima y última dispensación es la dispensación del reino, que será el reino milenario de Cristo.

  Aunque esta enseñanza es correcta, ellos no especificaron claramente cuál era la meta final de todas estas dispensaciones de Dios. Estas dispensaciones son pasos del sistema, disposición y administración divinos de Dios. Por supuesto, algunos dirán que a través de todas estas dispensaciones Dios estaba llevando a cabo Su salvación. Pero podríamos preguntar: ¿En qué consiste la salvación de Dios? ¿Simplemente en que sean perdonados nuestros pecados y seamos llevados al cielo? ¿O es más que eso? ¿Cuál es la meta de todas estas dispensaciones? ¿Cuál es la meta que persigue Dios con Su salvación completa?

  Toda la Biblia llega a su consumación en la Nueva Jerusalén. En los dos primeros capítulos de la Biblia, Dios nos muestra claramente que Su intención es obtener una novia que tenga Su imagen, que posea Su vida y que sea transformada y edificada como una novia que es igual a Él y que lo satisface y expresa. La intención eterna de Dios no es simplemente salvar a un grupo de pecadores y llevarlos al cielo, sino obtener una novia gloriosa que sea Su complemento, que lo corresponde a Él. Lo que Él es, también lo debe ser Su novia. Esta novia será la pareja que complementa al Dios Triuno para Su expresión. Esto es muchísimo más grande que el perdón de los pecados o el hecho de ir al cielo, pues nos hace a todos nosotros parte de Dios, así como la esposa es parte del esposo. Dios va a lograr esta meta a través de todas las dispensaciones y concluirá Su obra de hacernos Su complemento. Él empezó esta obra en Génesis 3, y continúa obrando a través de todo el Antiguo Testamento y el Nuevo con el fin de alcanzar Su meta, que es la Nueva Jerusalén. La meta de Dios es una ciudad que será Su novia. Toda la ciudad de la Nueva Jerusalén será una novia. Será una novia corporativa que exhibe Su gloriosa imagen para expresarlo a Él, habiendo sido edificada con la naturaleza de Dios el Padre mediante la muerte y la resurrección de Dios el Hijo y por medio de la obra transformadora de Dios el Espíritu. Esta ciudad se nutrirá, abastecerá y alimentará continuamente con la vida divina representada por el río de agua de vida y el árbol de la vida. Entonces en este universo habrá un organismo que podrá corresponder a Dios, ser Su novia, Su complemento, para satisfacerlo y expresarlo. Ésta es la meta que Dios persigue a través de Sus dispensaciones, y hoy en día la vida apropiada de iglesia es simplemente una miniatura de esta novia. ¡Aleluya por esta meta!

  En este mensaje queremos examinar a vuelo de pájaro el libro de Génesis. Si ustedes tienen esta perspectiva de Génesis, descubrirán que este libro se compone de ocho personas destacadas más una persona a modo de “anexo”. Tenemos a Adán, Abel, Enós, Enoc y Noé. También tenemos a Abraham, Isaac y Jacob con José, el cual es anexado a Jacob. En nuestro estudio-vida de Génesis señalamos que Abraham, Isaac y Jacob describen a una persona completa, la cual incluye también a José a modo de “anexo”. Por lo tanto, tenemos dos grupos y un total de nueve hombres destacados, los cuales tienen una gran importancia histórica en el linaje humano.

ADÁN

  El primer hombre de importancia histórica en el linaje humano fue Adán, quien cayó apartándose de Dios. No debemos olvidar que él fue la primera generación de la humanidad. Él era el padre de todos nosotros, y fue hecho a imagen de Dios. Dios deseaba que Adán recibiera la vida divina, y que en su interior fluyera el río para que fuese transformado en oro, bedelio y ónice con miras a la edificación de una novia. Sin embargo, él cayó y se apartó de Dios o, dicho de otro modo, perdió a Dios. Esto fue una verdadera pérdida. Si uno pierde a Dios, lo pierde todo. En Génesis 2 Dios le mandó que tuviera cuidado con respecto a lo que comía. Había dos categorías de alimento; uno resultaría en vida, y el otro en muerte. Desafortunadamente, Adán comió del alimento equivocado. Después de comer del árbol equivocado, él supo que iba a morir. Puesto que se sintió amenazado, decidió alejarse de la presencia de Dios y esconderse bajo una cubierta.

  Sin embargo, Dios es un Dios eterno, y jamás abandonaría Su intención. Así que después de la caída, Dios vino a buscar a Adán, y lo primero que le dijo al hombre caído fue: “¿Dónde estás?” (Gn. 3:9). Después de encontrar a Adán, Dios le prometió que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente (3:15). ¡Estas palabras fueron el evangelio para ellos! Éstas fueron las buenas nuevas, porque después que Eva y Adán comieron del árbol equivocado, estaban muy asustados y lo único que esperaban era morir. Ellos pensaban que su único destino era la muerte. Sin embargo, Dios les habló de una simiente. La palabra simiente o semilla implica la vivificación. En lugar de la muerte, estaba la vida. ¡Por lo tanto éstas eran buenas noticias! ¡Éste era el evangelio! Ésta fue la primera vez que el evangelio fue predicado en todo el universo. Este evangelio predicado tenía que ver con Cristo como la simiente de la mujer. Con el tiempo Cristo vino por medio de una virgen. Él fue el Hijo de una virgen. El Hijo de una virgen es simplemente la simiente de la mujer. No hay duda de que Eva y Adán estaban asustados y sentían odio por la serpiente, así que Dios les prometió que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. ¡Aleluya por este evangelio! Sabemos que Adán creyó este evangelio porque llamó a su esposa Eva, dando a entender que ella sería la madre de todos los vivientes (3:20). Esto fue un claro indicio de que Adán creyó en la promesa de Dios, que era el evangelio. Adán creyó, y Dios también hizo algo. Hizo un abrigo con la piel de un sacrificio de animal para cubrir a Adán (3:21). Sabemos que el abrigo de piel de este sacrificio era un tipo de Cristo como nuestra justicia. Así pues, en Adán, el primer hombre de gran trascendencia en la historia humana, podemos ver la caída del hombre, el evangelio y la redención.

ABEL

  De Adán proseguimos a Abel. La revelación que nos presentan estos hombres destacados es progresiva; avanza de un nivel a otro hasta alcanzar un punto culminante. Por lo tanto, Abel fue la continuación de Adán. Adán fue redimido. Abel no sólo fue redimido, sino que también fue traído de regreso a Dios, mediante la ofrenda que tipifica a Cristo (Gn. 4:4). De la misma manera, nosotros no sólo fuimos redimidos, sino también conducidos de regreso a Dios para contactarlo y tener comunión con Él. La ofrenda de Abel no era por los pecados; el propósito de sus ofrendas era tener comunión con Dios. Por medio de estas ofrendas, que eran tipos de Cristo, él fue plenamente aceptado por Dios. Sin embargo, él sufrió persecución; sufrió el martirio por causa del testimonio de Dios (Gn. 4:5-8). Lo mismo sucede hoy. Si somos portadores del testimonio de Dios para poder tener comunión con Dios por medio de Cristo, sufriremos persecución.

ENÓS

  Después de Abel, proseguimos a Enós. La palabra Enós hace referencia a un hombre frágil. No me cabe duda de que Set, el padre de Enós, comprendió que eran hombres frágiles y, por eso, llamó a su hijo Enós, que significa hombre frágil. Enós comprendió que él era débil y frágil y, por eso, no confiaba en sí mismo; así que invocó el nombre de Jehová (v. 26). Él no invocó el nombre del Dios todopoderoso, sino el nombre de Jehová, el Eterno, Aquel que era, es y será, Aquel que es el gran Yo Soy. Él es el gran verbo ser. En todo el universo todo es vanidad. Todo está destinado a no ser, pues todo está destinado a desaparecer. Únicamente este Eterno ha de existir; solamente Él es. Él es la realidad, pues existe para siempre. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos, sin cambiar en absoluto. Él es Aquel que existe por Sí mismo y para siempre. Él lo es todo. Todo lo que usted necesita, Él es; pues Su nombre es Yo Soy.

  En Juan 8 el Señor Jesús usó el nombre Yo Soy varias veces. En el versículo 24 dijo: “Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que Yo soy, en vuestros pecados moriréis”. El Señor con esto estaba diciendo: “Para ser librados del pecado, tenéis que creer que Yo soy”. En el versículo 58 el Señor Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, Yo soy”. El Señor es el gran Yo Soy. Él es Jehová.

  En Génesis 4 Enós comprendió que era débil y frágil y, por eso, invocó el nombre de Aquel que existe para siempre. Esto significa que este hombre frágil no vivió por sí mismo, sino por Aquel que existe para siempre. Esto equivale a decir: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Enós vivió, mas no por sí mismo como un hombre frágil, sino por el gran Yo Soy, Aquel que existe para siempre, el Señor eterno. ¿Cómo llevó esta vida? La llevó invocando este nombre. Por lo tanto, pueden ver ustedes que invocar el nombre del Señor es una práctica antigua. No es una invención nuestra hoy. Nosotros somos muy débiles y frágiles, y con facilidad somos quebrantados. En cuanto nuestra esposa nos pone una cara larga, nos derrumbamos; y en cuanto nuestro hijo nos dice unas cuantas palabras, nos abatimos. Puesto que somos tan frágiles y no tenemos otra posibilidad de vivir, invocamos Su nombre. Y cuando lo invocamos, ¡Él vive por nosotros! Nosotros somos frágiles, pero Él es muy fuerte. Es por eso que invocamos Su nombre. Invocar el nombre del Señor nos hace sentir contentos, fuertes e incluso victoriosos. Éste fue el hito representado por Enós. ¡Aleluya por este hito! En la historia humana ése fue el hito del que ya se conoce por ser alguien que invocó el nombre del Señor.

ENOC

  La revelación progresa aún más con Enoc. Cuán bueno es que en Enoc vemos a un hombre que anda con Elohim (5:22). Elohim es el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Si el Hijo no fuese Aquel que nos redime, si no fuese nuestro Redentor, ¿cómo podría el hombre pecaminoso andar con Dios? ¿cómo podría el Dios santo que habita en luz inaccesible andar con los hombres? ¡Aleluya! En la Deidad no sólo tenemos al Padre, sino también al Hijo, quien es nuestro Redentor. Tal vez usted piense que en la época de Enoc el Señor Jesús todavía no había sido crucificado. Ésa es su perspectiva, mas no es la perspectiva de Dios, pues en Apocalipsis 13:8 se nos dice que el Cordero de Dios fue inmolado desde la fundación del mundo. Esto significa que antes que usted naciera y antes que Enoc naciera, a los ojos de Dios, Cristo ya había muerto. Por lo tanto, el Dios santo podía acercarse libremente a un pecador por medio de Cristo, y un pecador como Enoc podía andar libremente con Dios. ¿No es esto maravilloso? Enoc tenía un compañero, y Dios también tenía un compañero. Ambos andaban juntos. ¡Cuán maravilloso es que un hombre pueda andar con Dios!

  Enoc hizo más que simplemente invocar el nombre de Jehová; él caminó con Dios. Hermanas, no simplemente invoquen el nombre del Señor. Después de invocar el nombre del Señor, deben andar con el Señor. Cuando vayan a ver a su esposo, el Señor Jesús necesita andar con ustedes. ¿Qué clase de vida es ésta? Es una vida regulada por la impartición de Dios. Es mediante esto que Dios puede llevar a cabo Su dispensación, impartiéndose en el hombre. En la Biblia andar significa llevar una vida, existir, realizar actividades, decir cosas, pensar e ir a cualquier lugar. Andar con Dios significa vivir con Dios. No significa que Dios necesariamente estuviera dispuesto a ir a cualquier lugar o a hacer cualquier cosa con Enoc. En ocasiones Dios probablemente le diría que no, es decir, que no iría a cierto lugar o no haría cierta cosa. Supongamos que en ese momento Enoc no quisiera hacerle caso a Dios. Esto entonces les impediría andar juntos. En nuestra experiencia podemos comprobar esto. Muchas veces invocamos el nombre del Señor Jesús, y el Señor Jesús viene a andar con nosotros, pero después queremos hacer algo que Él no quiere hacer. Si insistimos en hacerlo, esto producirá una separación y ya no podremos andar juntos. Después de invocar el nombre del Señor, es necesario que vaya con el Señor; entonces el Señor irá con usted. No le pida que lo siga; usted tiene que seguirlo a Él. No es Dios quien caminó con Enoc, sino Enoc quien caminó con Dios. Dios no vivió la vida de Enoc, sino que más bien Enoc vivió la vida de Dios. Él llevaba una vida que era la vida de Dios. ¿No es esto maravilloso?

  Enoc no sólo caminó con Dios, sino que también fue arrebatado de la muerte (Gn. 5:24). Génesis 5 es un relato de la muerte. Nos dice que éste murió, ése murió, y después aquél. Todos estaban bajo la muerte, pero Enoc fue guardado de la muerte. Al caminar con Dios día a día por trescientos años, él fue guardado en todo del elemento y atmósfera de la muerte. Esta clase de “andar con Dios” guardó a Enoc de la muerte.

  Hoy en principio sucede lo mismo. Cada vez que andamos con el Señor y vivimos con Él, somos guardados de la muerte. Todos hemos experimentado que si no andamos con el Señor y vivimos por Él, estamos bajo la muerte. ¡Aleluya! Existe una manera viva de ser guardados del poder y dominio de la muerte. Esto forma parte de la impartición de Dios; pues al andar con Él, Él se imparte a nuestro ser de modo que seamos guardados de la muerte.

NOÉ

  De Enoc pasamos a Noé. Noé, como continuación de Enoc, no sólo caminó con Dios (6:9), sino que hizo algo más: laboró con Dios en conformidad con la salvación de Dios (6:14). Él era uno con Dios en el sentido de compartir Sus mismos intereses. En aquel tiempo el interés primordial de Dios era edificar el arca. Pero Dios no hizo esto por Sí mismo, sino que le encargó a Noé, Su colaborador, que edificara el arca por Él. Así que Noé laboró con Dios. En el recobro del Señor nosotros somos colaboradores de Dios. Nos interesa lo que a Dios le interesa; compartimos con Dios los mismos intereses. Hoy en día el Señor también está edificando un arca, que es la vida de iglesia. Dios desea edificar el arca por causa de Su testimonio. Él no quiere hacer esto por Sí mismo directamente, sino que sólo desea edificar el arca por medio de personas que son colaboradores Suyos. Los colaboradores de Dios tienen que ser personas que caminan con Él. Si usted no camina con Dios, jamás podrá laborar con Él. ¿Está usted edificando la iglesia local? ¡Eso es maravilloso! Sin embargo, para ello tiene que caminar con Dios. Únicamente los que caminan con Dios pueden hacer la obra de Dios. Noé era tal persona. Cuán bueno es que Noé no sólo era una persona caída y redimida, no sólo había sido traído de regreso a Dios, no sólo había invocado el nombre del Señor, no sólo había vivido por Él y caminado con Él, sino que además laboraba con Él. Él compartía un mismo interés con Dios.

  Noé no estaba edificando alguna otra cosa; él estaba edificando el arca. El arca edificada por Noé no tipifica al Cristo histórico, sino al Cristo presente. Éste no es un Cristo que está lejos de nosotros, sino un Cristo que podemos experimentar de manera práctica. Hoy en el recobro del Señor, nosotros edificamos a este Cristo. Estamos edificando a un Cristo práctico y presente, para que Él no sólo llegue a ser nuestra salvación, sino también la salvación de otros. En las iglesias locales estamos edificando el arca para la salvación de muchos otros, porque ahora compartimos con Dios un mismo interés.

  ¿Qué es la salvación? Es la impartición de Dios en el hombre conforme a Su dispensación. Dios lleva a cabo Su dispensación a fin de impartirse en todo Su pueblo. Al menos un poco de la naturaleza divina se impartió en Adán. Un poco más se impartió en Abel, y otro poco más en Enós y Enoc. Luego una mayor medida se impartió en Noé para que pudiera llegar a ser un colaborador de Dios. Él pudo compartir con Dios un mismo interés. ¿No es usted un Noé de hoy? A esto tiene que responder que sí. ¿Por qué? Porque en primer lugar usted cayó y fue redimido; luego fue traído de regreso a Dios, y hoy está invocando Su nombre. Además camina con Él y labora junto con Él. ¿Cuál es su interés hoy? Tengo la certeza de que en lo profundo de su ser usted tiene la convicción de que su interés hoy es el mismo interés de Dios. Sus intereses son simplemente los intereses de Dios. Es por ello que usted puede olvidarse de muchas otras cosas, mas no de la vida de iglesia. Usted ama la vida de iglesia porque Dios está a favor de la iglesia, y la iglesia es el interés de Dios. Puesto que usted es uno con Dios, Su interés es también el suyo. Esto significa que usted es el Noé de hoy. Finalmente, Noé entró en el arca con toda su familia, es decir, entró en lo que había hecho para Dios y con Dios (7:7), y de ese modo fue guardado del juicio de las aguas de muerte. Hoy en día nosotros debemos seguir los mismos pasos, y no sólo laborar con Dios, sino también entrar en lo que hemos laborado con Dios y para Dios, a fin de disfrutar de manera práctica al Cristo presente, y así ser guardados del juicio de la muerte.

ABRAHAM, ISAAC Y JACOB CON JOSÉ

  Ahora de Noé tenemos que avanzar a esta persona completa compuesta de Abraham, Isaac y Jacob junto con José. En esta persona completa podremos ver otros asuntos. Esta persona completa fue llamada por Dios, el Dios de la gloria (Gn. 12:1; Hch. 7:2-3; He. 11:8). Incluso antes de ser llamado, fue escogido por Dios (Ro. 9:11-13). Tal vez no tengamos un entendimiento tan claro de que fuimos escogidos por Dios; probablemente sólo hayamos visto que fuimos llamados por Dios. Sin embargo, antes de llamarnos, Dios nos escogió. Él nos consideró Su elección. Cuando ustedes van al supermercado, no compran todo lo que está allí, sino únicamente lo que escogen. Dios nos seleccionó; por lo tanto, todos nosotros somos Su elección. Él nos amó, y a Sus ojos somos lo mejor. ¡Aleluya! ¡Dios nos seleccionó! No nos escogimos a nosotros mismos. Tal vez nosotros nos rechacemos a nosotros mismos, pero Él nos seleccionó y nos consideró Su elección. Si Él no nos hubiera seleccionado, no estaríamos aquí en el recobro del Señor.

  Hechos 7 nos dice que el propio Dios que llamó a Abraham se apareció a él como Dios de la gloria. La gloria es la máxima atracción. Considere cuál era la situación de Abraham. Él vivía en un país idólatra en el que había muchas atracciones, pero un día el propio Dios de la gloria vino y lo llamó. La atracción para salir de aquel país fue la propia gloria de Dios. Aquella gloria atrajo a Abraham.

  De este modo, él fue llamado por el Dios de la gloria. Todos nosotros también hemos sido llamados por el Dios de la gloria. Cuando usted fue llamado, ¿no percibió que el Señor Jesús era muy precioso? Esto significa que Jesús es el Jesús de la gloria. Si Él no fuera el Jesús de la gloria, ¿cómo es que puede ser tan precioso? Después Él lo cautivó y lo atrajo a Sí mismo por Su gloria. En todas las reuniones de la iglesia el Señor nos cautiva de alguna manera para atraernos a Él. A lo largo de los siglos el Señor Jesús ha cautivado y llamado a muchísimas personas. Todos nosotros hemos sido llamados por el Dios de la gloria; hemos sido atraídos por la gloria divina.

  Después de esto Abraham recibió la promesa del evangelio por parte de Dios, junto con el Espíritu como bendición (Gn. 12:2-3; Gá. 3:8, 14). Gálatas 3:8 nos dice que lo que Dios habló a Abraham en Génesis 12 era la predicación del evangelio. Ésta es la segunda vez que se predica el evangelio en las Escrituras. La primera vez ocurre en Génesis 3:15. La primera predicación del evangelio tenía que ver con la simiente de la mujer, y la segunda predicación tenía que ver con la simiente de Abraham. Esto se refiere a la misma simiente; la simiente de la mujer es la simiente de Abraham. La simiente es Jesucristo, una persona encantadora. Éste es el centro del evangelio. La bendición de este evangelio es el Espíritu. Este Jesús encantador es hoy en día el Espíritu vivificante. Es por eso que no sólo es encantador, sino también muy prevaleciente. Si la gente nos pregunta: “¿Dónde está su Jesús?”, podemos responderle: “¡Jesús está dentro de mí! Él es el Espíritu. Él es muy prevaleciente. Él es viviente y vive en mí. A veces no puedo contenerme, pues Su vivir en mí es muy maravilloso. ¡Es demasiado maravilloso! ¡Aleluya!”. Ésta es la bendición de Abraham. La bendición de Abraham es simplemente el Espíritu vivificante (Gá. 3:14). Cuando el Espíritu vivificante viene a nosotros, es el Dios Triuno quien viene. No es poca cosa que el Espíritu vivificante viva en nosotros; esto significa que el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— están con nosotros. Nuestro Cristo vive, y Él vive dentro de nosotros. Éste es el evangelio que hemos recibido.

  No sólo hemos recibido este evangelio, sino que también heredamos todas las riquezas de Dios. Las riquezas de Dios son tipificadas por el rico producto de la buena tierra que Isaac heredó (Gn. 25:5; 26:4; 28:13-14). Esto significa que nosotros los que hemos recibido este evangelio heredamos todas las riquezas de Dios. ¡Esto es demasiado rico!

  Después de esto necesitamos recibir una visión. Según el relato de la Biblia después que Isaac heredó todas las riquezas, Jacob, su continuación, recibió una visión en un sueño. Él vio la visión de Bet-el, la casa de Dios (Gn. 28:12-13, 16-19). Dios le mostró claramente a Jacob que lo que estaba en Su corazón era una casa. El cielo no es la casa de Dios. La casa de Dios es Su pueblo redimido. Dios desea que Su pueblo redimido sea Su morada, Su casa. Según Isaías 66:1 y 2 el cielo es el trono de Dios y la tierra es el estrado de Sus pies. Pero, ¿dónde está Su casa? Isaías nos dice claramente que el hombre es la morada de Dios. La casa de Dios es el corazón de aquel que está contrito. Dios no desea morar en el cielo; Él desea morar en usted y en mí de manera corporativa.

  Dios le mostró a Jacob el deseo de Su corazón, a saber: obtener Bet-el, la casa de Dios. Todos necesitamos tener este mismo sueño y recibir la misma visión. Dios desea una casa, y hoy en día la iglesia es la casa de Dios (1 Ti. 3:15).

  Cuando Jacob tuvo el sueño, aún no había sido transformado. Aún era un suplantador, alguien que tomaba por el calcañar. Por un lado, él vio la visión de Bet-el; pero, por otro, estaba siendo transformado. Un día Dios vino a cambiar su nombre de suplantador a príncipe de Dios, es decir, a cambiar su nombre de Jacob a Israel (Gn. 32:28; 41:40-41). Él fue transformado en el príncipe de Dios para expresar a Dios y reinar por Él sobre la tierra.

  Después de la transformación de Jacob, José llegó a ser un gran mayordomo que llevaría a cabo la dispensación de Dios al distribuir las riquezas de Dios para alimentar a todos los hombres hambrientos de la tierra. Todas estas ocho personas tan destacadas más José son en realidad el retrato de una persona completa.

  Nuestra experiencia puede verse de una manera completa en estos nueve hombres destacados. Usted es Abraham, y también es Abel. Es Enós y también Enoc; y asimismo es Noé. También es Abraham, Isaac y Jacob con José. Finalmente usted será transformado. Hoy nosotros estamos en el proceso de ser transformados. En Adán caímos y fuimos redimidos. En Abel fuimos traídos de regreso a Dios y sufrimos persecución. En Enós invocamos el nombre del Señor y vivimos, no por nosotros mismos, sino por Él. En Enoc caminamos con Dios, y en Noé laboramos junto con Dios. En Abraham fuimos llamados por el Dios de la gloria, y en Isaac heredamos todas las riquezas de Dios. En Jacob el suplantador vimos la elección de Dios y el sueño de la casa de Dios. ¡Cuán maravilloso es que aun los suplantadores sean hechos aptos para recibir la visión de la casa de Dios! En Israel llegamos a ser el príncipe de Dios, y en José reinamos para distribuir las riquezas de Dios a los hambrientos. Ésta es la dispensación de Dios. Cuando llegamos a las experiencias de Israel y José, Dios se ha infundido casi totalmente en el hombre. Este hombre llegó a ser el príncipe de Dios; llegó a ser uno con Dios para expresarlo y reinar por Él.

  Ésta es la impartición de Dios según Su dispensación. Dios se ha impartido a Sí mismo a fin de llevar a cabo Su dispensación. Mediante esta impartición, que es según Su dispensación, Dios pudo obtener un príncipe sobre la tierra que estaba saturado de Él. Él pudo forjarse en Su pueblo escogido para que lo expresara y reinara por Él. El final de Génesis nos muestra a un príncipe de Dios, que está lleno de Dios, saturado de Dios y es uno con Dios para expresarlo y reinar por Él. Así pues, vemos la meta de la dispensación de Dios: hacer que los escogidos de Dios sean uno con Él, tengan Su imagen, posean Su vida y tengan en su interior el fluir de vida que los transforma en Su gloriosa imagen para poder expresarlo y reinar por Él. ¡Aleluya por esta maravillosa impartición de Dios según Su dispensación y por la gloriosa meta de ésta!

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