
Lectura bíblica: Ro. 8:2, 14, 16, 23
El capítulo 8 de Romanos es muy rico. Hemos visto que en este capítulo tenemos la Trinidad Divina: el Padre, el Hijo y el Espíritu. En este mismo capítulo también vemos el proceso por el cual el Dios Triuno pasó para cumplir el propósito de impartirse en nosotros como vida y como nuestro suministro de vida. Además, en este capítulo tenemos las provisiones divinas y el disfrute de la impartición divina.
Romanos 8, por supuesto, no es la conclusión del libro de Romanos. Por lo tanto, debemos avanzar del capítulo 8 al capítulo 12, donde vemos el Cuerpo de Cristo. Luego, después del capítulo 12 debemos proseguir al capítulo 16, donde vemos la vida de iglesia de manera práctica.
El libro de Romanos, el cual presenta un esquema de la vida cristiana, incluye cuatro estaciones, cada una de las cuales consta de cuatro capítulos. En los primeros cuatro capítulos nos encontramos en la estación de la justificación. Luego en los capítulos del 4 al 8 llegamos a la etapa de la santificación. En el tercer grupo de cuatro capítulos, los capítulos del 9 al 12, llegamos a la etapa del Cuerpo de Cristo. Luego, en los últimos cuatro capítulos, los capítulos del 13 al 16, tenemos la vida de iglesia práctica. Por lo tanto, la secuencia que encontramos en Romanos es ésta: la justificación, la santificación, el Cuerpo de Cristo y la vida de iglesia.
El tema de Romanos es el evangelio de Dios. La introducción de esta epístola, 1:1-17, indica que el evangelio de Dios es el tema de este libro. En 1:1 Pablo se refirió a sí mismo como “esclavo de Cristo Jesús, apóstol llamado, apartado para el evangelio de Dios”. En 1:9 Pablo continúa diciendo: “Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de Su Hijo”. Luego en 1:15 y 16 él dice: “Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio”. Por lo tanto, el evangelio de Dios es el tema de esta epístola. Todo el libro de Romanos revela paso a paso el evangelio, las buenas nuevas de Dios, de una manera completa.
Si hemos de ser fieles al predicar el evangelio completo de Dios, debemos predicar acerca de las cuatro estaciones que se encuentran en el libro de Romanos. Esto significa que debemos predicar la justificación por la fe y la santificación efectuada por el Espíritu. Asimismo debemos predicar acerca del Cuerpo de Cristo y la vida de iglesia. La vida de iglesia práctica también forma parte del evangelio de Dios. El punto importante que debemos ver es que el libro de Romanos, que revela el evangelio de Dios, incluye estas cuatro estaciones: la justificación, la santificación, el Cuerpo de Cristo y la vida de iglesia local.
Muchos cristianos hoy en día hablan acerca del Cuerpo de Cristo. Sin embargo, es posible que no sepan cómo llegar al Cuerpo de Cristo revelado en el capítulo 12. ¿Cómo podemos llegar a este capítulo a fin de obtener el Cuerpo? En realidad, la respuesta a esta pregunta no es simplemente una cuestión doctrinal. A fin de llegar al Cuerpo de Cristo, debemos participar de todas las provisiones divinas que nos proporciona Romanos 8. Como ya vimos, en este capítulo no sólo tenemos la Trinidad de la Deidad y el proceso por el cual pasó el Dios Triuno para impartir Sus riquezas en nuestro ser tripartito, sino también las provisiones divinas. Veamos ahora cuáles son estas provisiones.
La primera de las provisiones divinas reveladas en Romanos 8 es el Espíritu de vida. En 8:2 Pablo dice: “Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte”. En este versículo la ley no es una especie de mandamiento, como los mandamientos de la ley mosaica; antes bien, la ley de vida mencionada en este versículo denota un principio que opera automática y espontáneamente. Podemos afirmar que Pablo, al hablar de la ley del Espíritu de vida, se estaba refiriendo a algo comparable a un principio científico. Pablo entendía esta ley de vida como un principio que opera en nosotros automáticamente.
Debido a la influencia de los estudios científicos modernos, no es difícil para nosotros entender lo que es una ley natural. Por ejemplo, podemos hablar de la ley de la digestión. El alimento que comemos es digerido conforme a esta ley. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de una ley natural? Una ley natural es una acción realizada de manera automática y espontánea, y que es causada por un poder o fuerza natural. Después que ingerimos la comida, no es necesario que de manera consciente hagamos algo para digerir el alimento, puesto que una ley particular presente en nuestro cuerpo opera espontáneamente para digerirlo. Ésta es la ley de la digestión. Tan pronto como el alimento que ingerimos entra en nuestro estómago, esta ley empieza a operar. Por medio de la operación de esta ley, dicho alimento es digerido de forma automática. Esta ley de la digestión es un ejemplo de lo que Pablo quiere decir al usar la palabra “ley” en 8:2.
Podemos también usar los árboles frutales como ejemplo del significado de la palabra “ley” en 8:2. Un duraznero produce duraznos según la ley natural que lo regula. Por consiguiente, no tenemos que ordenarle a este árbol que produzca sólo duraznos y no manzanas. Nadie sería tan tonto como para decirle a un duraznero: “Duraznero, quiero recordarte que deseo que produzcas duraznos, no manzanas. Tienes que producirme duraznos este año”. Un duraznero automáticamente producirá duraznos conforme a la ley natural que opera en dicho árbol.
La ley que regula el árbol de durazno también determinará la forma del fruto que produzca. Todos los duraznos tendrán una forma más bien redonda, no cúbica. ¿Alguna vez han visto un duraznero que produzca duraznos de forma cúbica? Un duraznero jamás produciría fruto con esta forma, porque eso sería contrario a la ley del duraznero. Puesto que la ley le da al fruto cierta forma, no es necesario que digamos: “Duraznero, no produzcas fruto con forma cúbica. Quiero que todo el fruto que produzcas sea redondo. Para ayudarte, voy a poner frente a ti un dibujo como modelo. Quiero que todos los duraznos que produzcas sean redondos según el modelo”. ¡Cuán absurdo sería que alguien le diera a un duraznero esta clase de instrucciones! El fruto que produce un duraznero adquiere la forma que le da la ley natural que regula dicho árbol. Un duraznero automáticamente producirá fruto que es redondo, no cúbico.
Cada una de las diferentes especies de seres vivos, ya sea del reino vegetal o animal, tiene una ley que la regula. Esto significa que dondequiera que haya una especie de vida, allí estará presente una ley. En realidad, la vida es la ley. Por ejemplo, un perro posee la ley natural de la vida de los perros, y un gato posee la ley de la vida de los gatos. El mismo principio se aplica con respecto a la vida humana. Por lo tanto, en la vida natural de un ser humano existe la ley de la vida humana.
¡Alabado sea el Señor porque por medio de la regeneración hemos recibido la vida más elevada! Esta vida es la vida eterna, la vida divina e increada. Esta vida es nada menos que la propia vida de Dios. Por haber nacido de Dios, hemos recibido la vida de Dios. ¡Aleluya por el nacimiento divino que nos da la vida divina!
Por haber creído en Cristo, todos hemos experimentado dos nacimientos: el nacimiento humano y el nacimiento divino. En primer lugar, nacimos de nuestros padres. Luego, en el momento de nuestra conversión, creímos en el Señor Jesús y experimentamos otro nacimiento. Esto significa que nacimos de Dios. Juan 1:12 y 13 dicen: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio autoridad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. Estos versículos claramente afirman que nacimos de Dios para ser hijos de Dios.
Juan en su primera Epístola se refiere varias veces al nacimiento divino. Por ejemplo, en 1 Juan 3:9 él dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. En 1 Juan 4:7 él dice: “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”. Luego en el capítulo 5 de su Epístola, Juan dice: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (v. 1); “Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo” (v. 4); y: “Todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues el que es nacido de Dios se guarda a sí mismo” (v. 18). En estos versículos podemos ver claramente que nosotros quienes creemos en Cristo hemos nacido de Dios. Hemos experimentado el nacimiento divino, y por medio de este nacimiento hemos recibido la vida divina, la vida más elevada.
Sabemos que la vida animal es más elevada que la vida vegetal, y que la vida humana es más elevada que la vida animal. Ahora debemos ver que la vida divina es más elevada que la vida humana. Debido a que la vida divina es la vida más elevada, la ley que la regula es la más elevada y la más prevaleciente. ¡Alabado sea el Señor porque la vida más elevada junto con la ley más elevada están dentro de nosotros!
Debido a que la ley más elevada, la ley de la vida divina, opera dentro de nosotros, no es necesario que nos esforcemos por vencer las cosas negativas. En vez de ello, simplemente debemos permitir que la ley de vida opere dentro de nosotros. Sin embargo, debemos entender que esta ley opera únicamente a medida que la vida divina crece.
Usemos una vez más el ejemplo del duraznero. Si por alguna razón se le impidiera crecer a este árbol, la ley del durazno no obraría. Pero si este árbol recibe el agua y los fertilizantes que necesita, crecerá, y a medida que crece, la ley en su interior operará de manera espontánea. Por medio de la operación de la ley del durazno, el árbol automáticamente producirá duraznos.
El mismo principio se aplica con respecto a la operación de ley más elevada, la ley del Espíritu de vida. La esencia de esta ley es el Espíritu Santo y la vida divina. Ésta no es una ley de letras, sino la ley del Espíritu. Asimismo, no es la ley de un conocimiento, sino la ley de vida. Por lo tanto, esta ley es la ley del Espíritu de vida. Aunque esta ley ahora está en nosotros, la operación de dicha ley depende del crecimiento de la vida divina. ¡Cuán maravilloso es que tengamos esta ley como la primera de las provisiones divinas reveladas en Romanos 8!
Antes que entráramos a la vida de iglesia en el recobro del Señor, muchos de nosotros, si bien fuimos cristianos por muchos años, podemos testificar que nunca llegamos a oír que en el Nuevo Testamento hay una ley llamada la ley del Espíritu de vida y que esta ley está operando dentro de nosotros. Necesitamos recibir la enseñanza apropiada en cuanto a esta ley que opera en nosotros. Además de esto, necesitamos que nos sea revelado, que nos sea dado a conocer, el hecho de que en nuestro interior nosotros los cristianos tenemos esta ley divina, profunda y misteriosa.
Si únicamente tuviéramos doctrinas y enseñanzas, mas no la experiencia de la operación de la ley del Espíritu de vida en nuestro interior, entonces para nosotros la salvación de Dios vendría a ser una religión o un sistema de ética semejante a las enseñanzas éticas de Confucio. Confucio pudo enseñar sobre ética, mas no podía impartir en los demás la ley del Espíritu de vida. Lo que necesitamos no son enseñanzas éticas, sino la operación interna de esta ley divina. Los labradores y los jardineros saben que no es necesario enseñar a las plantas y árboles a crecer. Las plantas vivas no toman “clases” y luego después de cierto tiempo “se gradúan”. En lugar de enseñar a las plantas y árboles, los jardineros les echan fertilizantes, los riegan y matan las plagas que los destruyen. Los jardineros hacen cualquier cosa para proteger los árboles y ayudarlos a crecer. Luego, a medida que las plantas y los árboles crecen, la ley dentro de ellos operará automáticamente.
Cuando vine a este país, empecé a decirle al pueblo del Señor que necesitamos al Cristo vivo, no una doctrina o teología. Necesitamos la vida divina, y en esta vida se encuentra una ley divina. Nuestra necesidad hoy no es recibir más doctrinas; lo que necesitamos es la maravillosa provisión divina de la ley de vida. Espero que todos podamos comprender que tenemos esta ley divina dentro de nosotros.
Podemos entender más acerca de la operación de la ley de la vida divina al considerar cómo la ley natural de la vida humana opera en un bebé. Por ejemplo, no es necesario enseñarle al bebé que no coma cosas de sabor amargo. Si a un bebé le dan a probar algo amargo, automáticamente lo escupirá, pero espontáneamente beberá lo que tenga un sabor agradable. En ninguno de los casos, no es necesario impartirle ninguna enseñanza, porque la vida humana en el bebé operará automáticamente conforme a su ley. En la vida física de un niño se halla la ley de la vida humana. En cuanto un niño nace, esta ley empieza a operar. El mismo principio se aplica con respecto a la vida divina que nosotros recibimos por medio de la regeneración.
Hemos recalcado el hecho de que en la vida divina existe una ley divina y que esta ley opera automáticamente. Supongamos que alguien se arrepiente y cree en el Señor Jesús. Al siguiente día quizás empiece a darse cuenta de que hay algo viviente en lo profundo de su ser que desaprueba ciertas cosas. Nadie le ha enseñado a este nuevo creyente a abstenerse de estas cosas. Sin embargo, por medio de la regeneración él ha recibido la vida divina con la ley divina, y esta ley ahora opera dentro de él. Como resultado de la operación de la ley divina, este nuevo creyente tiene el sentir de que debe dejar de hacer ciertas cosas. Ésta es la operación de la ley de vida en el aspecto negativo. En el aspecto positivo, este nuevo creyente puede ahora recibir las ricas provisiones de la vida divina a fin de vivir la vida cristiana. La ley de vida es la primera provisión que tenemos en la vida divina a fin de llevar una vida cristiana apropiada cada día.
Pablo habla de una segunda provisión divina en 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. En este versículo tenemos el guiar del Espíritu. Algunos cristianos han recibido enseñanzas desacertadas en cuanto al guiar del Espíritu, y piensan que para recibir el guiar del Espíritu es necesario seguir cierto procedimiento. Sin embargo, el verdadero guiar del Espíritu ocurre en nuestro espíritu. Esto significa que en nuestro espíritu hay una provisión divina llamada el guiar del Espíritu. Una persona divina, el Espíritu de Dios, mora en nosotros, y este Espíritu que mora en nosotros ahora nos está guiando.
Supongamos que un hermano joven está pensando qué hacer durante el fin de semana. Quizás desee tomar parte en cierto entretenimiento mundano. Pero en su interior hay alguien, el Espíritu, que lo guía, y esta persona desaprueba este deseo. Como resultado, hay una lucha en el interior de este hermano joven entre su propio deseo y el guiar del Espíritu. Aunque él no puede ver al Espíritu invisible, puede percibir en su interior el guiar del Espíritu. Incluso yo diría que él puede percibir no solamente el guiar del Espíritu, sino incluso al Espíritu mismo. En lo profundo de su ser, este hermano puede sentir que el Espíritu le dice: “Tú quieres hacer eso, pero Yo no estoy de acuerdo. Tú debes ir a las reuniones de la iglesia”.
¡Alabado sea el Señor porque dentro de nosotros tenemos un Líder, y este Líder es el Espíritu! Debido a que el Espíritu que nos guía mora en nosotros, no somos personas que están bajo el control de una persona dominante que ejerce su poderosa influencia sobre nosotros. No, estamos bajo un Líder divino, el Espíritu que mora en nuestro espíritu, quien nos guía cada día.
Muchos de nosotros podemos testificar que experimentamos el guiar del Espíritu aun en asuntos tan triviales como la manera en que nos cortamos el cabello. En nuestra vida de iglesia no tenemos reglas que digan que los hermanos deben cortarse el cabello de cierta manera. En vez de este tipo de reglas, tenemos el guiar del Espíritu que mora en nosotros. Supongamos que un hermano joven quiere cortarse el cabello de cierta manera, pero el Espíritu que lo guía no está de acuerdo con ello. El hermano desea tener su cabello largo, pero el Espíritu prefiere que lo tenga más corto. Si este hermano no presta atención al guiar del Espíritu y lo ofende, no tendrá gozo en su interior. No podrá cantar ese cántico que habla de cuán contentos estamos en la espléndida vida de iglesia. Sin embargo, si él se corta el cabello conforme al guiar del Espíritu que mora en su interior, tendrá gozo. Cuando venga a la barbería, encontrará que sin darse cuenta está cantando acerca de la espléndida vida de iglesia. Éste es el resultado de seguir el guiar del Espíritu de Dios.
¿Cómo podemos saber que somos hijos de Dios? Lo sabemos porque somos guiados por el Espíritu. Este guiar no ocurre por casualidad ni ocasionalmente; antes bien, el guiar del Espíritu debe ser una experiencia habitual y continua. Continuamente en nuestra vida diaria debemos ser guiados por esta persona divina que mora en nosotros. Si somos guiados por el Espíritu durante todo el día, entonces estamos viviendo como hijos de Dios. Esto significa que no solamente somos hijos de Dios, sino que de hecho vivimos como hijos de Dios de manera práctica.
Si un hermano necesita cortarse el cabello, no es necesario que ore pidiendo que el Espíritu lo guíe. Él no necesita decir: “Señor, voy a la barbería para cortarme el cabello. ¿Qué tan largo debo dejármelo? Señor, muéstrame la medida exacta en que debo tenerlo”. En lugar de orar de esta manera, simplemente debe ir a la barbería conforme al guiar del Espíritu. Debido a que tiene la dirección del Espíritu que mora en él, espontáneamente sabrá cómo hacerse cortar el cabello. ¿No han tenido ustedes experiencias como éstas? No sólo tenemos la ley del Espíritu de vida en nosotros, sino también el guiar del Espíritu.
Esta persona que nos guía también es Aquel que da testimonio. Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. En nuestro interior tenemos un Testigo que da testimonio de que somos hijos de Dios. Esto significa que dentro de nosotros hay alguien que nos recuerda que somos hijos de Dios. A veces esta persona que nos recuerda esto nos regula o salvaguarda. La regulación que recibimos viene de una persona viva, el Espíritu, quien da testimonio juntamente con nuestro espíritu.
Muchas veces hemos ejercitado nuestra mente para tratar de entender ciertas cosas relacionadas con nuestra vida cristiana. Sabemos por experiencia que esto es una distracción. Lo que necesitamos es el testimonio viviente del Espíritu. Según Romanos 8:16, el Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu, no con nuestra mente. Pablo dice clara y explícitamente que el Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Sin embargo, la mayoría de los cristianos descuida el espíritu humano.
Permítanme contarles cómo una hermana joven experimentó el testimonio que el Espíritu daba junto con su espíritu de que ella era un hijo de Dios. Esta hermana fue a un restaurante y pidió dos hamburguesas. Pero el que la atendía le cobró sólo una hamburguesa. En el interior de esta hermana algo le recordaba que ella era un hijo de Dios. La hermana pensó que quizás otros se reirían de ella si decía que le habían cobrado una hamburguesa en lugar de dos. Pero mientras pensaba qué hacer, continuó sintiendo que el Espíritu le recordaba que ella era un hijo de Dios. Por consiguiente, le dijo a la persona que le había vendido las hamburguesas: “Yo soy un hijo de Dios, y debo pagarle por la segunda hamburguesa”. Creo que muchos de nosotros hemos tenido experiencias similares en las que el Espíritu dio testimonio con nuestro espíritu de que éramos hijos de Dios. Ésta también es otra provisión divina.
Hasta ahora hemos visto en Romanos 8 que tenemos tres provisiones divinas: la ley del Espíritu de vida (v. 2), el guiar del Espíritu (v. 14) y el testimonio del Espíritu (v. 16). Ahora, en el versículo 23, vemos otra provisión divina: las primicias del Espíritu. La palabra “primicias” en este versículo se refiere a un anticipo que nos garantiza que experimentaremos algo en plenitud. Dios mismo es lo que disfrutaremos en plenitud, y Él nos ha dado Su Espíritu en calidad de primicias para que lo disfrutemos de manera anticipada. Esto significa que en nuestro interior tenemos al Espíritu de Dios como nuestro disfrute, y este disfrute es el anticipo y garantía de que disfrutaremos algo en plenitud. Ésta es la garantía de que en la venida del Señor disfrutaremos a Dios en plenitud. ¡Alabado sea el Señor porque tenemos al Espíritu en nosotros como un anticipo!
En el capítulo 8 de Romanos vemos las maravillosas provisiones divinas. Tenemos la ley divina, el guiar del Espíritu, el testimonio del Espíritu y el Espíritu como anticipo de lo que disfrutaremos en plenitud en el futuro. El Dios Triuno nos ha dado estas ricas provisiones divinas.
En realidad, cada aspecto de las provisiones divinas es el Dios Triuno procesado, quien ahora está en nosotros. La ley del Espíritu de vida, el guiar del Espíritu, el testimonio que da el Espíritu y el Espíritu como el anticipo son nada menos que el Dios Triuno procesado. Después de pasar por los procesos de encarnación, crucifixión y resurrección, nuestro Dios llegó a ser el Espíritu que mora en nosotros. Ahora en este Espíritu tenemos la ley, el guiar, el testimonio y el anticipo. ¡Alabado sea el Señor por estas provisiones!