
Lectura bíblica: Ro. 8:4-6, 13; 12:1-2, 5, 11; 16:1, 5a, 16b, 20
En Romanos 8:4 Pablo dice: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. En este versículo la palabra andar significa “vivir, movernos y ser”. Esta palabra indica que debemos hacerlo todo en el espíritu. Esto equivale a conducirnos y llevar una vida diaria conforme al espíritu.
Los traductores de la Biblia se han dado cuenta de que es difícil determinar si el espíritu mencionado en 8:4, como también en otros versículos de Romanos 8, se refiere al Espíritu Santo o a nuestro espíritu humano. Por supuesto, en algunos versículos, como 8:9 y 16, el Espíritu Santo y el espíritu humano se designan claramente. En 8:4 “el espíritu” se refiere a nuestro espíritu regenerado por el Espíritu de Dios y en el cual el Espíritu mora. En realidad, estos dos espíritus han llegado a ser un solo espíritu. Como dice Pablo en 1 Corintios 6:17: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Nosotros tenemos este espíritu mezclado tan maravilloso, que es nuestro espíritu humano regenerado por el Espíritu divino y habitado por Él. En el Nuevo Testamento se nos exhorta a vivir, andar y conducirnos conforme a este espíritu mezclado.
Recientemente di un mensaje en chino titulado “Andar conforme al espíritu”. En dicho mensaje señalé que debemos hacerlo todo conforme al espíritu. Si verdaderamente vivimos conforme al espíritu, no nos enojaremos ni discutiremos con nuestro cónyuge ni esparciremos chismes ni murmuraremos. Puedo testificarles que cuando vivo conforme al espíritu, no puedo discutir. En todo cuanto hagamos, debemos hacerlo conforme al espíritu; debemos vestirnos conforme al espíritu y también cortarnos el cabello conforme al espíritu.
El Señor en Su sabiduría hizo que el apóstol Pablo nos dijera que si andamos conforme al espíritu, el justo requisito de la ley se cumplirá en nosotros. En lugar de darnos cientos de mandamientos, Pablo nos da un solo mandamiento: vivir, andar y conducirnos conforme al espíritu. Supongamos, por ejemplo, que usted se siente tentado a enojarse. En lugar de reprimir su enojo, simplemente viva y ande conforme al espíritu. Esto significa que en vez de tratar de controlar su enojo, debe vivir conforme al espíritu. Si usted anda conforme al espíritu, el “topo” de su mal genio será aniquilado automáticamente. En otras palabras, el problema de su enojo será resuelto, no por su propio esfuerzo, sino como resultado de que usted vive conforme al espíritu.
Si andamos conforme al espíritu, nos mantendremos bajo la “lluvia” de la impartición divina de la Trinidad Divina. Pero si no andamos conforme al espíritu, nos estaremos alejando de la “lluvia” de la impartición divina. Cuanto más andemos conforme al espíritu, más tiempo permaneceremos bajo la impartición del Dios Triuno.
En 8:6 Pablo continúa diciendo: “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz”. Sabemos por experiencia que nuestra mente es insubordinada. En cuestión de minutos, nuestros pensamientos pueden viajar alrededor del mundo. A veces esto sucede mientras estamos sentados en la reunión de oración. Mientras transcurre la reunión, nuestra mente puede viajar de un lugar a otro e imaginar todo tipo de cosas. Por lo tanto, definitivamente necesitamos poner nuestra mente en el espíritu.
¡Alabado sea el Señor porque podemos poner nuestra mente en nuestro espíritu regenerado! Nuestro espíritu ya no está muerto, puesto que ha sido avivado por el Espíritu Santo. En 8:10 Pablo nos dice que nuestro espíritu es vida. En nuestro espíritu regenerado y avivado mora el Espíritu Santo. Ahora debemos poner nuestra mente en este espíritu mezclado. En 2 Timoteo 1:7 Pablo dice: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de cordura”. Continuamente debemos volver nuestra mente al espíritu y poner nuestra mente en el espíritu.
Yo puedo testificarles que para nosotros supone una gran protección poner nuestra mente en nuestro espíritu regenerado. Esto también nos ayudará a mantenernos bajo la lluvia de la impartición divina, y nos capacitará para ser victoriosos en nuestra vida diaria. Al poner nuestra mente en el espíritu, disfrutamos la impartición divina de la Trinidad Divina.
No debemos tomar el asunto de andar conforme al espíritu y de poner la mente en el espíritu como una simple doctrina. Como meros puntos doctrinales, estas cosas no tienen mucho valor. En vez de ello, debemos poner en práctica estos asuntos en nuestra vida diaria.
Si andamos conforme al espíritu y ponemos nuestra mente en el espíritu, entonces espontáneamente por el Espíritu haremos morir los hábitos del cuerpo. En cuanto a esto Pablo dice: “Porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo, viviréis” (Ro. 8:13). Si vivimos, andamos y nos conducimos según el espíritu y ponemos la mente en el espíritu, entonces continuamente haremos morir por el Espíritu los hábitos del cuerpo. Entonces estaremos completamente bajo la impartición divina, participaremos de esta rica impartición y la disfrutaremos. Además, si andamos conforme al espíritu, ponemos la mente en el espíritu y por el Espíritu hacemos morir las prácticas del cuerpo, automáticamente estaremos en el Cuerpo de manera práctica.
En el capítulo 8 de Romanos Pablo afirma que nuestro espíritu es vida, que la mente puesta en el espíritu es vida, y que la vida también puede ser suministrada a nuestro cuerpo mortal (vs. 10, 6, 11). Luego, en el capítulo 12, él prosigue a hablar de nuevo en cuanto al espíritu, la mente y el cuerpo. Primeramente habla del cuerpo, luego de la mente y después del espíritu. En 12:1 Pablo dice: “Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional”. Pablo aquí habla acerca de presentar nuestro cuerpo. En el versículo 2 él prosigue a hablar acerca de la mente: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”. En este versículo Pablo habla de la renovación de la mente. Luego, en el versículo 11 él dice: “En el celo, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”. Por lo tanto, en Romanos 12 vemos que el cuerpo es presentado, la mente es renovada y el espíritu es ferviente. Al considerar todo ello, descubrimos que existe un vínculo entre el capítulo 8 y el capítulo 12. En ambos capítulos tenemos el cuerpo, la mente y el espíritu, en los cuales opera el Espíritu de vida.
Si no hacemos morir por el Espíritu los hábitos del cuerpo, ¿cómo entonces podríamos presentar nuestros cuerpos al Señor para la vida corporativa del Cuerpo? Esto sería imposible. A fin de presentar nuestro cuerpo a Dios por el bien del Cuerpo de Cristo, se requiere que hagamos morir los hábitos del cuerpo. La razón por la cual debemos hacer morir los hábitos del cuerpo es que éste está ocupado con diversas actividades. Por ejemplo, un hermano joven puede estar apartado de las reuniones de la iglesia por varias semanas. Cuando regresa a las reuniones, él puede argumentar que durante esas semanas estuvo demasiado ocupado como para asistir a las reuniones. Pero la realidad es que ese hermano estuvo ocupado con ciertas actividades que lo mantuvieron alejado de las reuniones. Él tuvo tiempo para hacer todo lo que quería, pero no tuvo tiempo para asistir a las reuniones.
Usemos el ejemplo de hablar por teléfono, un ejemplo muy práctico. Cuando algunas hermanas empiezan a hablar por teléfono, hablan sin parar, extendiéndose quizás por más de una hora. Aunque tienen tiempo para hablar por teléfono, es posible que le digan que no tienen tiempo para orar o para venir a las reuniones de la iglesia. Por lo tanto, es necesario hacer morir el hábito de extenderse demasiado en el teléfono. Cuando usted se sienta tentado a hablar innecesariamente, debe hacer morir por el Espíritu ese hábito del cuerpo. Esto ciertamente le ahorrará mucho tiempo, y también le permitirá presentar su cuerpo al Señor por el bien de Su Cuerpo.
Hemos dicho que si nuestro cuerpo se ocupa con ciertas actividades, no puede ser presentado al Señor. Una hermana joven puede pasar mucho tiempo delante del espejo mientras se viste, pero tal vez diga que no tiene tiempo para leer la Biblia. Un hermano puede pasar mucho tiempo leyendo el periódico y al mismo tiempo decir que no tiene tiempo para la vida de iglesia. Espero que por medio de estos ejemplos podamos ver que si no hacemos morir los hábitos del cuerpo, no podremos presentar nuestro cuerpo para la vida de iglesia. Nuestro cuerpo tiene que experimentar una emancipación de todas estas diferentes actividades.
Pero, ¿cómo puede ser nuestro cuerpo emancipado? La única manera es que hagamos morir por el Espíritu los hábitos del cuerpo. Sólo entonces tendremos tiempo, y nuestro cuerpo podrá ser presentado al Señor para Su Cuerpo. Por lo tanto, el cuerpo primero tiene que ser liberado de dichas prácticas y posteriormente podrá ser presentado al Señor conforme a lo dicho por Pablo en Romanos 12:1.
Tanto en 8:6 como en 12:2 Pablo habla acerca de la mente. En 12:2 él nos dice que necesitamos ser transformados por medio de la renovación de la mente. Pero si nuestra mente no está puesta en el espíritu, no puede ser renovada. La renovación de la mente es el resultado de poner la mente en el espíritu. Por lo tanto, la mente puesta en el espíritu en 8:6 llega a ser la mente renovada en 12:2. Nuestra mente puede ser renovada únicamente al ser puesta en el espíritu.
Las palabras de Pablo acerca del cuerpo y la mente en los capítulos 8 y 12 establecen un vínculo entre estos capítulos. Lo mismo se aplica a lo que dice en cuanto a nuestro espíritu. En 12:11 él nos exhorta a ser fervientes en espíritu. Pero si nuestro espíritu no ha sido vivificado, no puede ser ferviente. Es únicamente cuando la vida prevalece en nuestro espíritu que podemos ser fervientes en espíritu.
El hecho de que las palabras de Pablo en cuanto al cuerpo, la mente y el espíritu en los capítulos 8 y 12 establezca un vínculo entre estos capítulos, muestra que el disfrute de la impartición divina en el capítulo 8 redunda en la vida corporativa del Cuerpo en el capítulo 12. Este asunto está estrechamente relacionado con la experiencia. Si no tenemos la suficiente experiencia de lo que se revela en el capítulo 8 ni disfrutamos la impartición divina de la Trinidad Divina en las tres partes de nuestro ser, no podremos conocer de manera real el Cuerpo de Cristo. En lugar de ello, la enseñanza en cuanto al Cuerpo simplemente será una doctrina para nosotros, y lo que hablemos acerca del Cuerpo será vano. Pero cuando experimentamos y disfrutamos la impartición divina descrita en Romanos 8, esta experiencia y disfrute nos lleva a conocer de manera real la vida del Cuerpo que se describe en el capítulo 12. Cuando disfruto la impartición de la Trinidad Divina, entonces tengo la aspiración de estar en el Cuerpo. El disfrute de la impartición divina nos hace miembros vivos del Cuerpo de Cristo de manera práctica.
Sabemos que Pablo no concluyó la Epístola a los Romanos con el capítulo 12, sino que continuó hasta llegar al capítulo 16. Este capítulo contiene las salutaciones de Pablo. Cuando era joven, no sentía mayor interés por este capítulo de salutaciones. Sin embargo, en años recientes pude ver que este capítulo no simplemente contiene una lista de saludos, sino que trata acerca de la vida de iglesia local. En el versículo 1 Pablo habla de la iglesia en Cencrea. En el versículo 4 se refiere a “todas las iglesias de los gentiles”, y en el versículo 5, habla de la iglesia que está en la casa de Prisca y Aquila. Luego en el versículo 16 dice: “Os saludan todas las iglesias de Cristo”. Al prestar atención a estos versículos, descubrí que los saludos que se encuentran en este capítulo fueron dados en la esfera de la vida de iglesia. Esto es un claro indicio de que si delante del Señor tomamos en serio la vida cristiana, debemos llegar al punto de tener la vida de iglesia de manera práctica. La vida de iglesia forma parte del evangelio completo revelado en el libro de Romanos.
En los primeros dos capítulos y medio de Romanos, vemos que éramos pecadores. Pero según la segunda parte del capítulo 3, todo el capítulo 4 y la primera parte del capítulo 5, fuimos justificados y reconciliados con Dios. Después de esto vemos, en la segunda parte del capítulo 5 y en los capítulos del 6 al 8, que en Cristo estamos siendo santificados. Hemos hecho notar que en el capítulo 8 disfrutamos la impartición divina, es decir, la impartición de la vida divina en nuestro ser tripartito como nuestro suministro. Es por medio de esta impartición que somos santificados, transformados y hechos miembros vivos del Cuerpo de Cristo en el capítulo 12. Después de escribir todo esto, Pablo nos trae a la vida de iglesia local descrita en el capítulo 16.
Dondequiera que estemos, debemos participar en la vida de iglesia en nuestra localidad. Es aquí en la vida de iglesia que Satanás, el diablo, será aplastado bajo nuestros pies. Por ello, en 16:20 Pablo dice: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesús sea con vosotros”. Por experiencia sabemos que cuando vivimos en la vida de iglesia, Satanás es aplastado bajo nuestros pies, y la gracia del Señor Jesucristo es con todos nosotros. Por lo tanto, en la vida de iglesia tenemos el aplastamiento de Satanás y también el disfrute de la gracia. Todo esto forma parte del evangelio de Dios.
La plena salvación del evangelio completo de Dios incluye la vida de iglesia. Esta salvación no sólo incluye la justificación, la santificación y el Cuerpo de forma doctrinal, sino que incluye la vida de iglesia de manera práctica. Podemos experimentar el Cuerpo de Cristo de manera práctica únicamente al practicar de manera genuina la vida de iglesia local. Si no estamos en una iglesia local, ¿cómo podremos ser el Cuerpo de Cristo de manera práctica? Aparte de la vida de iglesia, la enseñanza en cuanto al Cuerpo es una teoría. A menos que estemos en la vida de iglesia de manera práctica, todo lo que hablemos acerca del Cuerpo será vano.
Aquí, en la vida de iglesia, no sólo tenemos todas las experiencias descritas en los capítulos del 1 al 12, sino que aquí Satanás es aplastado bajo nuestros pies, y nosotros disfrutamos de la gracia del Señor Jesús. ¡Alabado sea el Señor porque la impartición divina de la Trinidad Divina redunda en la verdadera vida del Cuerpo practicada en las iglesias locales!