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Mensajes del libro «Impartición divina de la Trinidad Divina, La»
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CAPÍTULO VEINTISIETE

LA IMPARTICIÓN DIVINA DE LA TRINIDAD DIVINA REDUNDA EN EL ASPECTO PRÁCTICO DE LA VIDA EN UNA IGLESIA LOCAL

(3)

  Lectura bíblica: 1 Co. 1:2, 24, 30; 2:7, 9-10, 12; 3:16; 6:11b

  En mensajes anteriores hemos visto que la iglesia es el poema de Dios, Su obra maestra (Ef. 2:10), y que la iglesia llega a existir por medio de la impartición divina de la Trinidad Divina. La iglesia es producida a partir de Dios, quien es la fuente (1 Co. 1:2a), ella es santificada en Cristo, quien es la esfera y el elemento (1:2b) y es santificada por el Espíritu, quien es la aplicación con la naturaleza divina (6:11b). En este mensaje proseguiremos a hablar de la obra de impartición de la Trinidad Divina con respecto a la iglesia.

LA OBRA DE IMPARTICIÓN DE LA TRINIDAD DIVINA QUE ACTÚA SOBRE LA IGLESIA

Dios

Nos predestinó para gloria

  En 1 Corintios 2:7 Pablo dice: “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría que estaba oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria”. La gloria aquí es Cristo, quien es el Señor de gloria (v. 8). Cristo es nuestra vida hoy (Col. 3:4) y será nuestra gloria en el futuro (Col. 1:27). A esta gloria Dios nos llamó (1 P. 5:10), y nos introducirá en ella (He. 2:10). Ésta es la meta de la salvación realizada por Dios.

  Efesios 1:5 dice que Dios nos predestinó para filiación. Pero en 1 Corintios 2:7 Pablo nos dice que Dios nos predestinó para gloria. La filiación empieza con la regeneración y alcanza su madurez en la glorificación. Nosotros fuimos regenerados y ahora estamos en el proceso de ser transformados. Finalmente, nuestro cuerpo será transfigurado, y todo nuestro ser será glorificado. En palabras sencillas, la gloria en la cual participaremos será la madurez de la filiación. Con relación a nosotros, ser predestinados para gloria significa ser predestinados para la madurez de la filiación.

  Todos fuimos regenerados para ser hijos de Dios. Ahora estamos creciendo y siendo transformados. Cuando el Señor Jesús venga, nosotros seremos transfigurados en nuestro cuerpo y alcanzaremos la madurez. Esta madurez será nuestra glorificación.

  Para entender mejor lo que es la glorificación, podemos usar el ejemplo del florecimiento de un clavel. Cuando el clavel florece, ha alcanzado su madurez. Este florecimiento del clavel es su glorificación. De manera semejante, nuestra madurez como hijos será nuestro florecimiento espiritual, nuestra glorificación.

  Algunos pueden tener el concepto de que debido a que Dios nos predestinó para gloria, Él nos sacará de nuestra deplorable condición y nos trasladará a una esfera, a un ámbito, de gloria. La manera en que Dios procede es completamente diferente. Dios se imparte en nuestro ser, y el primer paso de la impartición de Dios es la regeneración. De hecho, Dios nos regeneró al impartirse en nuestro espíritu. Desde el momento de nuestra regeneración, Dios ha venido buscando la oportunidad de impartirse cada vez más a nosotros. Cada vez que nos hacemos disponibles a Él, Él se imparte a nosotros un poquito más.

  Cuando no estamos disponibles para que Dios se imparta en nosotros, Él es paciente, sabiendo que tarde o temprano nos haremos disponibles para que Él efectúe Su impartición divina. En cuanto a esto, Dios continuará siendo paciente, aunque tenga que esperar muchos años hasta que estemos disponibles para Su impartición. Cada vez que nuestra condición le brinde a Dios una oportunidad para impartirse a nuestro ser, Él realizará esta obra de impartición. Por medio de la impartición divina nosotros gradualmente seremos transformados.

  La transformación mediante la impartición divina implica un largo proceso. Pero para el Señor mil años son como un día (2 P. 3:8). Él es muy tranquilo, y Su manera de proceder es lenta. Una vez escuché de cierto maestro de la Biblia que nuestro Dios nunca hace nada apresuradamente; al contrario, Dios procede lentamente. Él nos santifica y transforma lentamente. La manera en que Dios procede es que Él se tarda muchos años para concluir Su obra de transformación en nosotros.

  En el libro de Apocalipsis el Señor Jesús dijo: “¡Vengo pronto!” (Ap. 22:7). Pero ya han pasado casi dos mil años, y Él aún no ha venido. Además, no sabemos cuándo vendrá. Cuando el Señor dice “pronto”, habla según la manera en que Él percibe el tiempo, no la manera en la que nosotros lo percibimos. Lo que queremos decir es que Dios lleva a cabo Su obra lentamente para impartirse en nosotros.

  Los ancianos y los hermanos que toman la delantera en las iglesias deben aprender la lección de que Dios es paciente y longánimo. A menudo los ancianos esperan que los santos en las iglesias locales lleguen a la madurez en poco tiempo. Puedo testificar que siempre que he tenido esta expectativa con respecto a los santos, esto nunca se ha cumplido. Por ejemplo, en el pasado yo esperaba que los santos de cierta iglesia llegaran a la madurez al cabo de cinco o diez años. Pero después de diez años, la condición aparente de la iglesia no había mejorado mucho. Así que, por experiencia, he aprendido que la obra santificadora del Espíritu que mora en nosotros es un proceso largo y lento.

  La vida crece lentamente. Cuanto más elevada sea cierta especie de vida, más lento es su crecimiento. Por ejemplo, los hongos y los mosquitos, puesto que son formas inferiores de vida, crecen rápidamente. Pero un ser humano se tarda al menos veintiún años para alcanzar la madurez. El principio aquí es que cuanto más elevada sea una especie de vida, más lento será su crecimiento. Puesto que la vida divina es la más elevada de todas, crece a un ritmo muy lento. Si vemos esto, no tendremos la expectativa de crecer rápidamente en la vida espiritual. Nunca debemos esperar crecer como los hongos en la vida de iglesia.

  Puesto que la vida divina crece lentamente en los santos, quisiera animar a los ancianos y hermanos que toman la delantera en las localidades a que sean pacientes y longánimos. Si esperamos ver crecimiento en los santos, es posible que nos desanimemos. Sin embargo, a veces cuando estamos muy desalentados y nos parece que la situación no tiene ningún remedio, vemos en las iglesias algunas muestras de crecimiento. Por lo tanto, quisiera animar no sólo a los ancianos y a los hermanos que toman la delantera, sino también a todos los santos a que no se desalienten por el índice de crecimiento.

  Algunos de los santos que se desaniman de la lentitud de su crecimiento dirían: “Hermano Lee, por cuatro años usted nos ha estado diciendo que se requiere tiempo para crecer y ser transformados. Yo he estado en el recobro por muchos años, pero no puedo ver ningún progreso en mí. Me siento completamente desanimado con mi condición”. Si trato de animar a estos santos, tal vez me digan: “Usted no conoce mi verdadera situación. Tal vez usted piense que soy una persona bastante buena, pero el Señor sabe cuán deplorable es mi condición. Él sabe que en diversas maneras he empeorado”. Quisiera decirles a estos santos: “Yo no creo que en lo que se refiere a la vida divina usted haya empeorado. No, usted ha crecido al menos un poco. Puesto que ha crecido, ha habido algún progreso en usted”.

  Mientras estemos en el “huerto” de las iglesias locales, creceremos. Tal vez crezcamos muy lentamente, pero sin duda alguna creceremos en la vida divina. No cabe duda de que crecer un poco es mejor que no crecer nada. Es un hecho que muchos santos han experimentado un considerable crecimiento en vida. Si comparamos a estos santos hoy con lo que eran hace muchos años, veremos que en ellos evidentemente ha habido un crecimiento en vida.

  Dios nos predestinó no sólo para filiación, sino también para gloria. Debido a que 1 Corintios revela que Dios nos predestinó para gloria, podemos afirmar que, en un sentido, este libro es más profundo que el libro de Efesios. No debemos contentarnos simplemente con ser hijos. Debemos desear ser glorificados, entrar en la gloria.

Nos llamó a la comunión de Su Hijo

  En 1:9 Pablo dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Esta comunión es la participación del Hijo de Dios, la participación que tenemos en Él. Estar en esta comunión es participar del Cristo todo-inclusivo, participar en Él. Dios nos llamó a esta comunión a fin de que participemos de Cristo y lo disfrutemos como la porción que Dios nos ha dado.

  Ser llamados a la comunión del Hijo de Dios en realidad significa ser llamados a la participación y disfrute de Cristo. La palabra “comunión” significa participación. Hemos visto que Dios nos predestinó para gloria, pero ¿cómo podemos llegar a la gloria a la cual fuimos predestinados? Llegamos a esta gloria al disfrutar a Cristo. Aquel que nos predestinó para gloria es también Aquel que nos llamó a disfrutar a Cristo. Ahora debemos disfrutar a Cristo cada día.

  Cada parte de nuestro disfrute de Cristo es también parte de la gloria para la cual Dios nos predestinó. ¿Sabe usted cuál es la gloria venidera? La gloria venidera es la totalidad de nuestro disfrute de Cristo. Tal vez hoy disfrutemos un poco de Cristo y mañana disfrutemos otro tanto. Finalmente, nuestro disfrute de Cristo se acumulará, y la totalidad de lo que hemos disfrutado de Él será la gloria. Por consiguiente, mediante el disfrute diario que tenemos de Cristo llegaremos a la gloria.

  No llegaremos a la gloria de improviso. Aparentemente, la Biblia nos muestra que seremos arrebatados a la gloria. En realidad, estamos creciendo hasta el punto en que entremos en la gloria venidera. ¿Cómo crecemos para entrar en esta gloria? Crecemos para entrar en la gloria al disfrutar a Cristo.

  A medida que disfrutamos a Cristo, Él se imparte en nuestro ser. Podemos usar como ejemplo el hecho de ingerir los alimentos. Mientras disfrutamos los alimentos que comemos, éstos son impartidos en nuestro ser. En realidad, nuestro disfrute del alimento es la impartición del alimento en nuestro ser. De manera semejante, nuestro disfrute de Cristo es la impartición de Él mismo en nuestro ser. Debemos aprender a permanecer en la comunión del Hijo de Dios, es decir, a permanecer en el disfrute de Cristo, en la participación de Él.

Nos trasladó a Cristo

  En 1 Corintios 1:30 leemos: “Por Él estáis vosotros en Cristo Jesús”. Proviene de Dios, y no de nosotros mismos, lo que nosotros los creyentes somos y tenemos como nueva creación en Cristo. Dios es quien nos puso en Cristo, quien nos trasladó de Adán a Cristo.

  Aunque Dios nos trasladó por completo de Adán a Cristo, según nuestra verdadera experiencia fuimos trasladados a Cristo sólo en parte. Desde la perspectiva de nuestra posición, la cual es resultado de la obra de Dios, nosotros fuimos trasladados a Cristo, y ahora estamos en Él. Pero en nuestra experiencia no estamos en Cristo totalmente. Por lo tanto, Dios continuamente procura impartir algo de Cristo en nuestro ser para que seamos trasladados a Cristo cada vez más.

  Las palabras de Pablo en 1:30 en cuanto a que estamos en Cristo están relacionadas con la impartición divina de la Trinidad Divina. Fue después de muchos años de experiencia que llegamos a ver esto. Dios está impartiéndose en nuestro ser. La medida en la cual Dios se ha impartido en nosotros es la medida en la cual nos ha trasladado a Cristo en términos de la experiencia.

Cristo

Nos fue hecho de parte de Dios poder

  En 1 Corintios 1:24 leemos: “Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios”. Este versículo nos muestra que el Cristo crucificado a quien los apóstoles anunciaban es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. La sabiduría es necesaria para planear, para trazar un propósito; y el poder es necesario para llevarlo a cabo, para lograr lo que se planeó y se propuso hacer. Cristo es ambas cosas en la economía de Dios.

  Según 1:24, Cristo nos fue hecho de parte de Dios poder. Es únicamente en el libro de 1 Corintios que Pablo nos dice que Cristo es el poder y la sabiduría de Dios para nosotros. A fin de hacer cualquier cosa, necesitamos sabiduría y poder. Si no tenemos sabiduría, experimentaremos confusión. Sin embargo, si tenemos sabiduría pero nos hace falta el poder, no podremos llevar nada a cabo. Así que necesitamos sabiduría y poder, y Cristo nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría y poder.

  Debemos entender que cada día el Cristo vivo está transfundiéndose en nosotros como poder de parte de Dios. En nosotros mismos no podemos ser santos, victoriosos ni mucho menos pacientes. Por consiguiente, necesitamos que Cristo sea nuestro poder. Una hermana casada, por ejemplo, no puede sujetarse a su esposo. A fin de ser sumisa, ella necesita al Cristo vivo como su poder.

  A fin de experimentar a Cristo como poder de parte de Dios para nosotros, necesitamos conocer al Cristo que es el Espíritu vivificante. Sin embargo, algunos cristianos creen solamente en un Cristo objetivo que está sentado en los cielos. No saben que Cristo es también el Espíritu vivificante. Si Cristo solamente estuviera en los cielos y no fuera el Espíritu vivificante, no podría ser poder de parte de Dios para nosotros. Cristo puede ser este poder para nosotros únicamente porque Él es el Espíritu vivificante. Él ahora es el Cristo pneumático, el Cristo que es el Espíritu. El Señor, en calidad de Cristo pneumático, está dentro de nosotros como pnéuma, impartiéndose continuamente en nuestro ser.

  En nuestra vida diaria debemos volvernos a nuestro espíritu. A fin de explicar esto, podemos usar el ejemplo de la energía eléctrica. Cuando necesitamos que la energía opere en un electrodoméstico, lo único que necesitamos hacer es activar el interruptor. No es necesario ir a ningún lugar para recibir la energía eléctrica. En la vida espiritual nosotros también tenemos un “interruptor”, y éste está en nuestro espíritu, donde Cristo está. Si alguien nos causa alguna contrariedad, no debemos tratar de ser amables por nosotros mismos. Si procuramos comportarnos de cierta manera, simplemente estaremos haciendo algo externo y superficial. En lugar de esforzarnos por conducirnos bien en nosotros mismos, debemos regresar a nuestro espíritu. En vez de hacer frente a la situación de modo superficial, debemos volvernos a nuestro espíritu. En cuanto a esto, nos es de mucha ayuda invocar el nombre del Señor Jesús. Si nos volvemos a nuestro espíritu, invocando el nombre del Señor, enseguida Cristo será transmitido a nosotros como poder de parte de Dios. Entonces, de manera práctica este poder se convertirá en nuestra fuerza.

  La “corriente” de la transmisión divina de Cristo como poder se interrumpe cada vez que demostramos cierto comportamiento sin volvernos a nuestro espíritu. Debemos recordar que debemos volvernos de la situación externa, de la dificultad o problema en nuestro entorno, y regresar a nuestro espíritu. Por ejemplo, un hermano no debe tratar de controlar el mal genio de su esposa ni tampoco una hermana debe pensar que su esposo es demasiado fuerte o que no le muestra suficiente amor. Tanto el hermano como la hermana deben regresar al espíritu e invocar el nombre del Señor Jesús.

  Cada vez que interiormente nos volvemos al espíritu e invocamos al Señor, el poder llega a nosotros y se convierte en nuestra fuerza. Como resultado, estamos muy capacitados para afrontar nuestra situación. Cuando recibimos la impartición divina de esta manera, tendremos la capacidad para ser pacientes con una actitud alegre, en vez de rechinar los dientes en nuestro esfuerzo por ser pacientes.

  Solamente Cristo como poder para nosotros de parte de Dios puede capacitarnos para soportar nuestros problemas o para sobrellevar una situación difícil. La iglesia en Corinto era ciertamente una iglesia que estaba llena de problemas y confusión. El único poder que podía sobrellevar esa situación era Cristo como poder de parte de Dios para los corintios.

  Lo dicho por Pablo en 1:24 en cuanto a Cristo como el poder que viene de Dios a nosotros ciertamente está relacionado con la impartición divina. El Señor está impartiéndose en nuestro ser como poder para nosotros de parte de Dios. Este poder es capaz de hacernos superar cualquier dificultad.

Nos fue hecho de parte de Dios sabiduría

  Según 1:24, Cristo también nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría. Además, en 1:30 Pablo dice: “Mas por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Aquí vemos que Cristo nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría en tres asuntos vitales en la salvación que Dios nos otorga: justicia (en cuanto a nuestro pasado), por la cual fuimos justificados por Dios a fin de que renaciéramos en nuestro espíritu para recibir la vida divina; santificación (en cuanto a nuestro presente), por la cual estamos siendo santificados en nuestra alma con Su vida divina; y redención (en cuanto a nuestro futuro), es decir, la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23), por la cual nuestro cuerpo será transfigurado con Su vida divina para tener Su semejanza gloriosa (Fil. 3:21).

  A veces es posible que nos encontremos “acorralados” por una situación particular. Al parecer, no tenemos ninguna salida. En esos momentos interiormente debemos volvernos a nuestro espíritu. Si nos volvemos a nuestro espíritu, Cristo vendrá a ser nuestra sabiduría.

  En 1 Corintios la sabiduría se refiere a las cosas elevadas de Cristo: a Cristo como nuestra justicia, santificación, redención e incluso como nuestro todo. En este libro la sabiduría, junto con las cosas profundas de Dios, se refiere a Cristo. En esta epístola vemos diferentes aspectos de Cristo como nuestra sabiduría. Experimentar esta sabiduría es experimentar al Cristo que se imparte en nuestro ser.

  Quisiera animarlos a que dediquen más tiempo a orar-leer versículos tales como 1:24 y 30. Debemos detenernos en estos versículos y meditar en ellos a fin de asimilar al Cristo que es poder de parte de Dios para nosotros y también a fin de asimilar al Cristo que como sabiduría para nosotros de parte de Dios llega a ser nuestra justicia, santificación y redención. En nuestra experiencia, Cristo también debe ser los misterios ocultos, misterios que no podemos definir pero que en efecto podemos experimentar. Debemos sumergirnos en la profundidad de las cosas misteriosas del propio Cristo.

El Espíritu

Nos revela las cosas que Dios preparó para nosotros en Cristo

  En 1 Corintios 2:9 y 10 dicen: “Antes bien, como está escrito: ‘Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman’. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios”. Aquí vemos que el Espíritu nos revela las cosas que Dios ha preparado para nosotros en Cristo. En el versículo 12 Pablo añade que nosotros hemos recibido al Espíritu que proviene de Dios para que sepamos lo que Dios nos ha dado por Su gracia.

  En 2:10 vemos que las cosas que Dios preparó para nosotros nos son reveladas por el Espíritu. Este versículo no nos dice que el Espíritu enseña, sino que el Espíritu revela. Enseñar tiene que ver con la mente, pero revelar está relacionado con nuestro espíritu. Para comprender las cosas profundas y escondidas que Dios preparó para nosotros, nuestro espíritu es más necesario que nuestra mente. Cuando todo nuestro ser es uno con Dios al amarle en comunión íntima, Él nos muestra en nuestro espíritu por medio de Su Espíritu todos los secretos de Cristo como nuestra porción. Esto es revelar las cosas escondidas que Él planeó en Su sabiduría con respecto a Cristo, las cuales nunca han subido en corazón de hombre.

  En la economía de Dios, el Padre planea, el Hijo lleva a cabo el plan, y el Espíritu viene a nosotros para aplicar lo que el Padre planeó y lo que Cristo el Hijo realizó. Por lo tanto, no podemos experimentar a Cristo como poder y sabiduría de parte de Dios para nosotros a menos que el Espíritu aplique a Cristo en nuestro espíritu. Esto significa que si hemos de experimentar a Cristo, no podemos permitirnos estar alejados del Espíritu. Además, tampoco podemos separar a Cristo del Espíritu que está en nuestro espíritu, puesto que Él es el Cristo pneumático, el Espíritu vivificante.

  El Espíritu nos revela todo lo que Cristo es. Esta acción de revelar es en realidad una especie de impartición. Sin embargo, nosotros tal vez pensemos que el hecho de que nos sean reveladas las cosas de Cristo simplemente tiene que ver una visión, con que el Espíritu nos muestre algo. Pero en realidad la revelación implica una impartición. Si nosotros no recibimos la impartición divina, cualquier cosa que el Espíritu nos revele no será más que una doctrina para nosotros. Pero cuando recibimos la impartición divina como nuestro disfrute, entonces la revelación del Espíritu no es simplemente una doctrina objetiva, sino una experiencia y un disfrute subjetivos de Cristo. De esta manera, mediante la impartición del Espíritu, nosotros vemos a Cristo en nuestra experiencia.

  Supongamos que usted está sufriendo en medio de una situación particular, y en lugar de intentar afrontar la situación externamente, interiormente se vuelve a su espíritu y disfruta al Cristo que es poder de parte de Dios para usted. En ese momento usted tendrá la profunda sensación de que el Dios Triuno en Cristo está impartiéndose por medio del Espíritu en su ser.

Mora en la iglesia

  En 3:16 vemos que el Espíritu mora en la iglesia: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”. En este versículo la frase “templo de Dios” se refiere a los creyentes colectivamente que están en cierta localidad, como Corinto, pero en el versículo siguiente la frase “el templo de Dios” se refiere a todos los creyentes universalmente. El templo único y espiritual de Dios en el universo se expresa en muchas localidades de la tierra. Cada expresión es el templo de Dios en dicha localidad. Por lo tanto, la afirmación de que el Espíritu de Dios mora en los creyentes, quienes son el templo de Dios, significa que el Espíritu de Dios mora en la iglesia. El hecho de que el Espíritu de Dios more en la iglesia también está relacionado con la impartición divina.

  Al examinar todos estos versículos de 1 Corintios, vemos que lo único que está ocurriendo en la vida de iglesia es la impartición divina de la Trinidad Divina. Sé que la palabra impartición no puede hallarse en el libro de 1 Corintios; sin embargo, así como tenemos el hecho de la Trinidad en la Biblia aunque la expresión en sí no se usa, también tenemos el hecho de la impartición divina aunque esta expresión no se halle en las Escrituras. Día a día esta impartición está ocurriendo entre nosotros en la vida de iglesia. Por consiguiente, la vida de iglesia de manera práctica es el resultado de la impartición divina. La impartición divina de la Trinidad Divina da por resultado la vida práctica de iglesia. La vida de iglesia apropiada proviene de la impartición divina de la Trinidad Divina.

  Si vemos esto, comprenderemos que no podemos enseñarle a nadie la manera apropiada de vivir la vida de iglesia. No, la vida de iglesia apropiada es únicamente el resultado de la impartición del Dios Triuno en nuestro ser. Cuanto más recibamos esta impartición, más podremos llevar una vida de iglesia apropiada y genuina. Espero que entre nosotros muchos se sumerjan en las profundidades de Cristo mediante la impartición divina del Dios Triuno en nuestra vida práctica de iglesia.

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