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Mensajes del libro «Impartición divina de la Trinidad Divina, La»
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CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

LA IMPARTICIÓN DIVINA DE LA TRINIDAD DIVINA REDUNDA EN LAS FUNCIONES DE LOS MIEMBROS EN UNA IGLESIA LOCAL

(4)

  Lectura bíblica: 1 Co. 1:9, 30; 2:10-13; 3:6-7, 9, 12; 15:45; 6:17; 12:3-6, 13

  Es posible leer la epístola de 1 Corintios muchas veces sin entenderla, pues no es fácil captar la esencia de esta epístola.

LA ESENCIA DE 1 CORINTIOS

  A fin de facilitar nuestro entendimiento, podemos comparar la esencia de 1 Corintios con la esencia de un árbol. Un árbol tiene un tronco, ramas y hojas. Sin embargo, estas cosas no son la esencia, el extracto, del árbol. Más aún, es posible que conozcamos el elemento y la sustancia de un árbol, más no su esencia. La esencia del árbol es su extracto. Así como podemos ver el tronco, las ramas y las hojas sin conocer la esencia de un árbol, también es posible ver “el tronco”, “las ramas” y “las hojas” de 1 Corintios, mas no la esencia o extracto de este libro.

  Hace más de cincuenta años yo elaboré un bosquejo de 1 Corintios. Cuando volví a examinar este bosquejo años después, me di cuenta de que únicamente había captado las ramas y las hojas de 1 Corintios, mas no el elemento o sustancia —mucho menos la esencia— de esta epístola.

  Algunos pensarán que no hay diferencia alguna entre la sustancia de una cosa y su esencia. Pero a través de nuestro estudio de la Biblia y de los escritos de ciertos grandes maestros, descubrimos que hay una crucial diferencia entre sustancia y esencia. Es posible captar la sustancia de un asunto particular sin captar su esencia. Solamente cuando usted capta la esencia de algo es que puede obtener el extracto. Así que, primero tenemos el elemento, luego la sustancia y por último la esencia, el extracto. En estos mensajes procuramos conocer la esencia de las palabras de Pablo en 1 Corintios. Consideremos ahora el extracto de este libro.

FUIMOS LLAMADOS A LA COMUNIÓN DEL HIJO DE DIOS Y PUESTOS EN CRISTO

  En 1:9 Pablo dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Dios nos llamó a participar de Su Hijo. Dios nos llamó a participar del Cristo todo-inclusivo como nuestra porción. Afirmar que Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo significa que Él nos llamó al disfrute de Su Hijo. Dios nos llamó al disfrute del Cristo vivo. Este disfrute no es simplemente un disfrute individual, sino también corporativo. Dios nos llamó a la participación mutua del disfrute de Cristo.

  A fin de que disfrutáramos a Cristo, Dios nos puso en Cristo. “Por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención” (1:30). Es por Dios que nosotros estamos en Cristo. Cristo no es solamente un esfera, sino también un elemento, una sustancia y una esencia. Dios nos puso en este elemento, sustancia y esencia. Así como cuando ponemos un objeto en el agua, éste absorbe el agua, de igual manera nosotros fuimos puestos en Cristo para “absorber” a Cristo.

  Después de haber sido puestos en Cristo, Dios hizo que Cristo fuera poder y sabiduría de Dios para nosotros. Según 1:24 Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. El hecho de que Cristo sea hecho sabiduría y poder para nosotros en realidad significa que Él se imparte en nosotros. Podemos comparar esta impartición a la electricidad que fluye desde la central eléctrica a nuestros electrodomésticos. Esta corriente eléctrica es la impartición de la electricidad en los electrodomésticos. Como hemos visto, Dios nos llamó a la participación del disfrute de Cristo, la electricidad divina. Con este fin, Él nos puso en esta “electricidad” y ahora está haciendo que esta electricidad sea nuestra sabiduría y nuestro poder. Esto es un asunto relacionado con la impartición divina de la Trinidad Divina.

EL ESPÍRITU QUE REVELA Y COMUNICA

  El capítulo 2 nos muestra que esta impartición se efectúa mediante el Espíritu que revela y comunica. En 2:9 y 10 Pablo habla del Espíritu que revela: “Antes bien, como está escrito: ‘Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman’. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios”. ¿Cómo sabemos que Dios nos llamó? ¿Y cómo sabemos que Dios nos puso en Cristo y está haciendo que Cristo sea nuestro poder y sabiduría? No podemos conocer estas cosas valiéndonos de nuestro intelecto; sólo podemos conocer estas cosas por medio del Espíritu que las revela. Cuando creímos en Cristo Jesús, Dios puso Su Espíritu en nosotros, y este Espíritu es el Espíritu que revela.

  Cuando el Espíritu ejerce Su función como Espíritu que revela, Él quita los velos que nos impiden ver al Cristo que es nuestra porción. Si tenemos un corazón sincero que desea experimentar a Cristo, el Espíritu nos revelará continuamente a Cristo. En nuestro espíritu el Espíritu nos revelará los secretos de Cristo como porción nuestra.

  En el capítulo 2 de 1 Corintios, el Espíritu no es solamente el Espíritu que revela, sino también el Espíritu que comunica. Esto está implícito en las palabras de Pablo en el versículo 13: “Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, interpretando lo espiritual con palabras espirituales”. Aquí el pensamiento es hablar lo espiritual con palabras espirituales. El énfasis no está en la persona a quien se habla, sino más bien en el medio por el cual las cosas espirituales son expresadas. Pablo hablaba de lo espiritual, esto es, de las profundidades de Dios con respecto a Cristo, con palabras espirituales, las cuales son las palabras espirituales enseñadas por el Espíritu. Esto implica que el Espíritu es el Espíritu que comunica.

  Esta comunicación del Espíritu implica una transmisión. A medida que el Espíritu que mora en nosotros nos revela las riquezas de Cristo, nos las transmite a nuestro ser.

  Hasta ahora, tenemos el extracto de 1 Corintios 1 y 2. Este extracto incluye el hecho de que Dios nos llamó al disfrute de Cristo, que Dios nos puso en Cristo, que Dios hizo a Cristo sabiduría y poder para nosotros y que el Espíritu nos revela y comunica todo lo relacionado con Cristo.

EL CRECIMIENTO EN VIDA

  En el capítulo 3 vemos lo tocante al crecimiento en vida. En 3:6 y 7 Pablo dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”. Es mediante la impartición divina que Dios nos da el crecimiento. Él nos da la vida y el crecimiento en vida mediante Su impartición. Finalmente, por medio del crecimiento en vida nosotros seremos transformados en materiales preciosos para el edificio de Dios. Con respecto a esto, en 3:9 Pablo nos dice que nosotros somos la labranza de Dios, el edificio de Dios. Luego en el versículo 12 él prosigue a hablar de los materiales preciosos: el oro, la plata y las piedras preciosas. En estos versículos se encuentra la esencia del capítulo 3.

UN SOLO ESPÍRITU CON EL SEÑOR

  El Espíritu que revela y comunica, el cual está en nosotros es, de hecho, Cristo mismo. En 1 Corintios 15:45 leemos que el postrer Adán, Cristo en la carne, se hizo Espíritu vivificante. De hecho, nosotros, quienes fuimos puestos por Dios en Cristo, fuimos unidos a este Espíritu maravilloso. En 6:17 Pablo dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Nosotros estamos unidos al Espíritu, quien es el Cristo resucitado junto con la realidad de Su vida de resurrección. Puesto que nos hemos unido a Él para ser un solo espíritu con Él, ahora somos uno en esencia con Él. No sólo lo disfrutamos a Él y no sólo recibimos la impartición divina de Él en nosotros como nuestro poder y nuestra sabiduría para tener justicia, santificación y redención, sino que, de hecho, hemos sido unidos al propio Cristo que es el Espíritu vivificante y que tiene todas las riquezas de Su resurrección. ¡Cuán maravilloso es esto!

  ¿Qué significa de manera práctica ser un solo espíritu con el Señor en nuestra vida diaria? Todos necesitamos tener muchas más experiencias de esto. En años recientes me he esforzado cada día por practicar el ser un solo espíritu con el Señor. Sin embargo, tengo que confesarles que todavía no tengo mucha experiencia en ello. Doctrinalmente, es bastante fácil entender lo que significa ser un solo espíritu con el Señor, pero otra cosa es experimentarlo. Todos necesitamos más experiencias prácticas en las que seamos un solo espíritu con el Señor.

LA MUERTE, SEPULTURA Y RESURRECCIÓN DE CRISTO

  En 15:3 y 4 Pablo dice: “Porque primeramente os he trasmitido lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. Aquí se nos habla de la muerte de Cristo por nuestros pecados, así como de Su sepultura y Su resurrección. En la resurrección, Cristo llegó a ser las primicias, algo lleno de vida: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (v. 20). Él fue el primero en ser resucitado, y nosotros seguiremos después. Esto significa que llegaremos a ser nuevos y llenos de vida, así como Él.

  Como ya vimos, en la resurrección Cristo llegó a ser no sólo las primicias, sino también el Espíritu vivificante. Dios nos puso en Él, y nosotros hemos sido unidos a Él. Ahora Dios nos lo está transmitiendo, impartiendo, cada día. Cuando recibimos esta impartición, obtenemos victoria y triunfo. Somos victoriosos, triunfantes, sobre dos enemigos básicos: el pecado y la muerte.

EL EXTRACTO DE 1 CORINTIOS

  Si ustedes examinan todos estos versículos de 1 Corintios, verán que éste es el extracto de esta epístola. En 1 Corintios vemos a quienes fueron llamados por Dios al disfrute de Su Hijo, fueron puestos por Dios en Cristo, tienen a Cristo como sabiduría y poder, tienen al Espíritu morando en su interior, el cual les revela y comunica las riquezas de Cristo, experimentan la impartición de Dios para crecer y ser transformados, están unidos a Cristo como un solo espíritu y son triunfantes sobre el pecado y la muerte. Por ser tales personas, nosotros debemos ejercer nuestra función como miembros del Cuerpo. No debemos decir que no tenemos dones espirituales. Al contrario, tenemos muchísimos dones con los cuales ejercer nuestra función.

  Debemos ver en este libro la clase de personas que somos. Fuimos llamados a la comunión del disfrute y participación de Cristo. Fuimos puestos por Dios en Cristo, y Dios hizo a Cristo nuestra sabiduría y poder. Tenemos al Espíritu en nosotros, el cual nos revela las riquezas de Cristo y nos las comunica a nosotros. Dios está impartiéndose a Sí mismo en nosotros como vida para que crezcamos en vida y seamos transformados en los materiales preciosos para el edificio de Dios. Incluso somos un solo espíritu con el Señor. Además, en el Cristo resucitado, quien es el Espíritu vivificante, somos triunfantes sobre el pecado y la muerte. Puesto que Dios nos ha hecho esta clase de personas en Cristo, podemos ejercer nuestra función como miembros del Cuerpo, y debemos hacerlo.

HABLAR ACERCA DE CRISTO

  A fin de ejercer nuestra función en las reuniones de la iglesia, debemos hablar. Al hablar nosotros “activamos el interruptor” para que pueda fluir la electricidad divina. En los mensajes anteriores hicimos hincapié en el hecho de que cuando hablamos, el Espíritu ejerce Su función, el Señor ministra y Dios opera. De este modo, se cumple el propósito de Dios.

  Nosotros, por ser cristianos y por estar en el recobro del Señor, debemos aprender a hablar continuamente. Debemos hablar en casa, en el camino a nuestro trabajo y dondequiera que estemos. Al hablar en Cristo, derrotamos al enemigo y le cerramos la puerta a las cosas malignas.

  Supongamos que un hermano, su esposa y sus hijos se sientan a la mesa a desayunar calladamente. Nadie dice nada acerca del Señor ni por el Señor. Luego alguien habla descuidadamente sobre algo. Los demás expresan su desacuerdo con lo que él dice, y al final el hermano y su esposa se enojan y tienen una discusión.

  Cuán diferente sería si alguien tomara la iniciativa de expresar algo acerca del Señor. Supongamos que la hermana dijera: “Esta mañana disfruté 1 Corintios 1:9, un versículo que nos dice que Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo. Cuán maravilloso es que fuimos llamados a esta comunión”. El esposo entonces podría responder, diciendo: “¡Alabado sea el Señor! Lo que acabas de decir me ha ayudado mucho”. Esta clase de hablar le cierra las puertas al enemigo y abre las puertas a la impartición divina de la Trinidad Divina.

  Todos debemos redimir el tiempo aprovechando cada oportunidad que tengamos para hablar acerca de Cristo. Sin embargo, no estamos acostumbrados a hablar acerca del Señor continuamente. Muchas veces los santos se sientan calladamente en el salón de reuniones esperando que empiece la reunión; o a veces, en vez de hablar por el Señor o del Señor, se ponen a hablar de otros asuntos.

  Debemos proclamar al Señor, la Biblia, la salvación de Dios y muchas otras cosas relacionadas con la vida cristiana. Nosotros los cristianos debemos ser un pueblo que habla, debemos hablar dondequiera que estemos.

  Quisiera sugerirles que intenten practicar hablar incluso mientras conducen a su trabajo. Tal vez encuentren mucho tráfico y esto los exaspere. ¿Saben por qué se sienten así? Porque no hablan. Si hablan acerca del Señor, su situación será muy diferente. Quizás deban decir: “Carro, no estoy en ti; ¡Estoy en Cristo!”. Después de esto deben volverse al Señor, orar a Él y alabarlo. Esta clase de hablar traerá la victoria del Señor.

  Al hablar por el Señor en las reuniones, no debemos simplemente expresar algunas alabanzas al Señor y declarar cuánto lo amamos, sino que además debemos aprender a hablar, presentando más aspectos de la verdad y más de las riquezas del Señor.

SATURADOS CON EL ESPÍRITU PARA PROCLAMAR A CRISTO

  En 12:13 Pablo dice: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Este versículo revela que, en el Espíritu, Cristo nos bautizó en el Cuerpo, y ahora todos estamos bebiendo del mismo Espíritu. Por un lado, Cristo nos puso en el Espíritu; por otro, estamos bebiendo de este Espíritu. Por consiguiente, nosotros estamos en el Espíritu y el Espíritu está en nosotros. El resultado de esto es que somos impregnados y saturados del Espíritu. Esto nos hace plenamente calificados y capaces para ejercer nuestra función en las reuniones, hablando por el Señor e incluso proclamándolo. ¡Alabado sea el Señor por las riquezas de la esencia de este libro!

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