
Lectura bíblica: 2 Co. 1:3, 21-22; 4:15; 8:9; 12:9; 13:14; Ro. 5:5
Es necesario que veamos lo que se nos revela en las Epístolas de 1 y 2 Corintios. Estas epístolas revelan un asunto divino maravilloso: el Dios Triuno imparte Su misma esencia en nuestro ser tripartito.
Al leer 1 y 2 Corintios es muy fácil sentirnos atraídos, e incluso cautivados, respecto a asuntos que son ajenos a la impartición divina de la Trinidad Divina. Por lo tanto, al leer estas epístolas, debemos prestar atención a ciertos puntos cruciales. Por ejemplo, en 1 Corintios 1:9 Pablo dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Aquí vemos que Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo. Como ya hemos visto, la comunión del Hijo de Dios es nuestra participación del Hijo, es decir, nuestra participación del Cristo todo-inclusivo. Dios nos llamó a esta comunión a fin de que participemos de Cristo y le disfrutemos como la porción que Dios nos ha dado. Dios nos llamó a tal disfrute de Cristo.
En 1 Corintios 1:30 vemos que Cristo es la esfera y el elemento en que Dios nos puso: “Mas por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Dios nos puso en una esfera particular, y esta esfera es Cristo. Por lo tanto, debemos comprender que Dios no sólo nos llamó a la comunión y disfrute de Cristo, sino que además nos puso en Cristo, en la esfera y el elemento que es Cristo.
Lamento tener que decir que muchos de los que leen el Nuevo Testamento no se han dado cuenta en absoluto de que Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo y que también nos puso en Cristo. La razón por la cual no se percatan de estos asuntos ni les impresionan es que no tienen este concepto, pensamiento o entendimiento cuando leen el Nuevo Testamento.
Supongamos, por ejemplo, que usted está leyendo el manual de cierta máquina, el cual describe cómo opera. Si usted no tiene ningún conocimiento de esa máquina, es posible que entienda muy poco de lo que lee. Pero si alguien tiene un conocimiento cabal de esa máquina, fácilmente entenderá lo que dice el manual. De hecho, puede captar lo que está escrito con echar sólo un vistazo al manual; incluso puede entender más de lo que está escrito. Debido a que conoce la máquina, fácilmente puede comprender lo que está escrito en el manual de esa máquina.
En cualquier cosa que leamos, debemos tener un entendimiento adecuado del vocabulario usado. Esto se aplica incluso a la lectura de un periódico. Cuanto más adecuado sea nuestro conocimiento del vocabulario, más entenderemos lo que leemos. Este mismo principio se aplica a nuestra lectura de la Biblia.
En 1 Corintios 1:9 se nos dice que Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo. Dios nos llamó a nosotros al disfrute de una persona maravillosa, el Cristo inescrutablemente rico. Sin embargo, si no entendemos el vocabulario de Pablo, no captaremos mucho de lo que él dice acerca del disfrute de Cristo.
Debido a que ciertos asuntos en las Escrituras parecen coincidir con nuestros conceptos naturales, respondemos inmediatamente a ellos cuando los leemos. Por ejemplo, en Efesios 5:22 Pablo dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor”. Un hermano que lee este versículo diría: “Sin duda alguna este versículo se aplica a mi esposa. Ella debe estar sujeta a mí”. Pero si este hermano leyera lo que dice Pablo en 1 Corintios 1:30, donde se nos dice que es por Dios que estamos en Cristo, quizás no entienda ni tenga respuesta alguna. Este versículo le parecerá muy extraño.
En el pasado, ¿cuál fue su reacción a lo dicho por Pablo en 1 Corintios 1:30 respecto a que estamos en Cristo? Francamente, cuando yo leí este versículo siendo aún un joven cristiano, me sentí muy inquieto, pues no entendía lo que quería decir estar en Cristo. Tampoco entendía cómo era posible que estuviéramos en Cristo. Cuando les pregunté a otros sobre esto, tampoco pudieron ayudarme. No logré encontrar a nadie que me explicara este versículo. Si Pablo hubiera dicho aquí que es debido a Dios que hemos sido salvos por Cristo, de inmediato habría entendido este versículo. Sin embargo, no supe a qué se refería Pablo al decir que es por Dios que estamos en Cristo Jesús. Uso ese ejemplo para mostrarles la necesidad de tener un conocimiento apropiado del vocabulario que usa Pablo.
En 1 Corintios 1:30 Pablo no solamente dice que Dios nos puso en Cristo, sino que Cristo nos ha sido hecho “de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Debemos prestar mucha atención a las expresiones que usa Pablo. Pablo no dice que Cristo nos fue dado a nosotros como sabiduría, sino que Cristo nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría.
Una vez más, podemos usar la electricidad como ejemplo. La electricidad no simplemente es dada desde la central eléctrica, sino que en realidad es transmitida continuamente desde la central eléctrica hasta el edificio. La electricidad fluye desde la central eléctrica hasta el edificio. Por lo tanto, hay una continua transmisión de electricidad.
De igual manera, Dios no simplemente nos da a Cristo como nuestra sabiduría una vez para siempre. En lugar de ello, Dios hace que Cristo sea hecho sabiduría para nosotros. Esto significa que, así como la electricidad es transmitida de la central eléctrica al edificio, de igual manera Cristo es continuamente transmitido a nosotros de parte de Dios para que sea nuestra sabiduría.
A fin de que un edificio particular reciba la transmisión de la electricidad desde la central eléctrica, debe mantenerse conectado a la central eléctrica. Si esta conexión se daña, cesará la transmisión de la electricidad. La central eléctrica no simplemente da la electricidad al edificio, sino que la transmite continuamente al edificio. De ahí que el edificio necesite permanecer conectado a fin de recibir el fluir continuo de la corriente eléctrica. Debemos ver en este ejemplo que la electricidad no se queda en el edificio, sino que continuamente fluye al edificio.
De igual manera, Cristo no simplemente nos ha sido dado como sabiduría una vez para siempre; más bien, Él continuamente nos es transmitido a nosotros como nuestra sabiduría. A fin de recibir esta continua transmisión de Cristo como sabiduría, nosotros tenemos que mantenernos adheridos a Él.
Hablando con propiedad, lo que nos dice 1 Corintios 1:30 no es que Cristo ha sido dado como sabiduría, sino que Cristo nos es impartido a nosotros como sabiduría. Así como la impartición de la electricidad debe ser algo continuo, de igual manera la impartición de Cristo a nosotros como sabiduría debe ser continua. Ahora podemos entender a qué se refiere Pablo cuando dice que Cristo nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría.
En 1 Corintios 1:30 vemos que Cristo también llega a ser nuestra justicia, santificación y redención. Ya vimos que Cristo nos fue hecho de parte de Dios sabiduría en tres aspectos vitales de la salvación de Dios: justicia (en cuanto a nuestro pasado), por la cual fuimos justificados por Dios a fin de que renaciéramos en nuestro espíritu para recibir la vida divina; santificación (en cuanto a nuestro presente), por la cual somos santificados en nuestra alma, es decir, transformados en nuestra mente, parte emotiva y voluntad, con Su vida divina; y redención (en cuanto a nuestro futuro), es decir, la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23), por la cual nuestro cuerpo será transfigurado con Su vida divina para tener Su semejanza gloriosa (Fil. 3:21). Es de Dios que participamos de una salvación tan completa y perfecta, la cual hace que todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea orgánicamente uno con Cristo y que Cristo sea todo para nosotros. Esto proviene totalmente de Dios, no de nosotros mismos, para que nos jactemos y nos gloriemos en Él.
No debemos considerar la justicia, santificación y redención, de las cuales se habla en 1 Corintios 1:30, meramente como asuntos objetivos. En realidad, Cristo como nuestra sabiduría está siendo transmitido a nosotros para llegar a ser nuestra justicia, santificación y redención. Los propios elementos de justicia, santificación y redención nos están siendo transmitidos de manera subjetiva.
Una transmisión divina se está efectuando desde la central eléctrica celestial a nuestro ser. Como resultado de dicha transmisión, Cristo llega a ser para nosotros justicia, santificación y redención, de manera viviente y subjetiva. Contrario a lo que probablemente nos enseñaron en el pasado, no es necesario contar a Cristo como nuestra justicia. La justicia aquí no tiene que ver con esta práctica, sino con una transmisión. Cristo nos está siendo transmitido como nuestra justicia viva y también como nuestra santificación y redención vivas. Esta transmisión tiene que ver con la impartición divina de la Trinidad Divina.
En el capítulo 1 de 1 Corintios encontramos algunos asuntos cruciales. Tenemos el disfrute de Cristo, tenemos al Cristo que es la esfera y elemento en que Dios nos puso, tenemos al Cristo que nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría y tenemos al Cristo que es transmitido a nosotros para ser nuestra justicia, santificación y redención vivas.
En el libro de 1 Corintios también vemos que por medio de la transmisión divina, por medio de la impartición divina, tenemos los dones con los cuales ejercer nuestra función. A fin de ejercer nuestra función en la iglesia, necesitamos los dones. Pero ¿de dónde provienen los dones? No debemos pensar que los dones espirituales vienen a nosotros de improviso y de forma milagrosa. Al contrario, todos los dones espirituales nos son transmitidos de parte de Dios, quien es la fuente.
Dios es la fuente de los dones, y el agente que nos transmite los dones es el Espíritu de Dios. Por medio del Espíritu, por el Espíritu y con el Espíritu, Dios se transmite a nuestro ser. Esta transmisión continúa hasta el punto en que tenemos un don particular. Entonces podremos ejercer nuestra función con este don.
En el capítulo 12 de 1 Corintios Pablo enumera las funciones que proceden de ciertos dones, tales como la palabra de sabiduría, la palabra de conocimiento, la profecía, el hablar en lenguas y la interpretación de lenguas. Hemos hecho notar que la profecía consiste en hablar por Cristo e incluso en proclamar a Cristo. Todos estos dones son el resultado de la transmisión divina. Espero que todos veamos que esta transmisión equivale a lo que nosotros llamamos la impartición divina de la Trinidad Divina.
A fin de ejercer nuestra función, necesitamos los dones que provienen de la impartición divina. Cuando yo era un joven cristiano, no tenía mucha experiencia de la transmisión divina y, por tanto, sentía que no podía ejercer mi función. Por ejemplo, en cierta ocasión me llamaron para que ofreciera una oración al final del así llamado servicio de adoración. Yo me sorprendí muchísimo cuando escuché mi nombre y no supe qué decir. En ese entonces, aún no tenía claro que Cristo estaba en mí y que el Espíritu del Dios vivo transmitía las riquezas de Cristo en mi ser. No tenía ningún conocimiento ni experiencia de esto. Por esta razón, no me sentí capaz de ofrecer una oración, y mucho menos de hablar públicamente en una reunión. Pero después de muchos años y por la misericordia del Señor, hemos aprendido que, conforme a la Biblia, podemos ejercer nuestra función con los dones que provienen de la impartición divina.
Según el Nuevo Testamento, nuestra función depende al menos de tres asuntos básicos: primero, del hecho de que fuimos regenerados; segundo, del hecho de que Cristo vive en nosotros; y tercero, de la unción del Espíritu de Dios.
Todos estamos familiarizados con el hecho de que, conforme a la Biblia, la unción está relacionada con el aceite. Por lo tanto, ser ungido es ser “aceitado”. En todos nosotros tenemos al Espíritu que nos “aceita”, quien nos unge día a día. Lo que debemos hacer es permanecer firmemente adheridos a Cristo, al Ungido. En 2 Corintios 1:21 Pablo dice: “El que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios”. Dios nos ha adherido firmemente a Cristo, y ahora nosotros debemos permanecer adheridos a Él. Si permanecemos adheridos a Él en nuestra experiencia, la unción, el aceite, nunca cesará.
Permítanme testificarles de cómo experimenté la unción mientras me preparaba para dar este mensaje. Mientras estaba delante del Señor preparando este mensaje, fui ungido por Él. Experimenté una rica aplicación del aceite por parte del Espíritu. Debido a esta unción, yo me sentí muy deseoso de venir a la reunión a fin de impartir al Dios Triuno; quería pasar este ungüento a otros.
Nuestra experiencia diaria de la justicia, la santificación y la redención, así como la función práctica que desempeñamos en las reuniones de la iglesia provienen de la transmisión divina. Debido a que experimentamos esta transmisión interna que se efectúa cada día, somos ungidos por el Espíritu, somos “aceitados” por Él. Por medio de esta unción recibimos la esencia divina en nuestro interior para nuestra experiencia y disfrute. Esto se revela claramente en los libros de 1 y 2 Corintios.