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Mensajes del libro «Impartición divina de la Trinidad Divina, La»
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CAPÍTULO CUARENTA Y TRES

LA IMPARTICIÓN DIVINA DE LA TRINIDAD DIVINA MEDIANTE EL DISFRUTE QUE TIENEN LOS CREYENTES DEL DIOS TRIUNO

(3)

  Lectura bíblica: 2 Co. 1:3, 21-22; 4:15; 8:9; 12:9; 13:14; Ro. 5:5

  En este mensaje continuaremos considerando la impartición divina de la Trinidad Divina mediante el disfrute que tienen los creyentes del Dios Triuno.

EL DISFRUTE QUE TENEMOS DEL DIOS TRIUNO

La gracia, el amor y la comunión

  En 13:14 vemos el disfrute que tenemos del Dios Triuno. En este versículo Pablo dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. La gracia del Señor es el Señor mismo dado a nosotros como vida para nuestro disfrute (Jn. 1:17; 1 Co. 15:10); el amor de Dios es Dios mismo (1 Jn. 4:8, 16) como la fuente de la gracia del Señor; y la comunión del Espíritu es el Espíritu mismo como la transmisión de la gracia del Señor con el amor de Dios para que participemos de ellos.

  La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo no son tres asuntos separados, sino tres aspectos de una sola cosa, tal como el Señor, Dios y el Espíritu Santo no son tres Dioses separados sino tres “hipóstasis [...] del mismo y único Dios indiviso e indivisible” (Philip Schaff). El amor de Dios es la fuente, puesto que Dios es el origen; la gracia del Señor es el caudal del amor de Dios, ya que el Señor es la expresión de Dios; y la comunión del Espíritu es la impartición de la gracia del Señor con el amor de Dios, puesto que el Espíritu es la transmisión del Señor con Dios, para que nosotros experimentemos y disfrutemos al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, con Sus virtudes divinas. En 13:14 se menciona primero la gracia del Señor, ya que este libro trata de la gracia de Cristo (1:12; 4:15; 6:1; 8:1, 9; 9:8, 14; 12:9).

  Este atributo divino compuesto de tres virtudes —el amor, la gracia y la comunión— y el Dios Triuno compuesto de tres hipóstasis divinas —el Padre, el Hijo y el Espíritu— eran necesarios para que los creyentes corintios experimentaran la impartición divina de la Trinidad Divina. Este versículo es prueba contundente de que la trinidad de la Deidad no se revela para que se tenga un entendimiento doctrinal de la teología sistemática, sino para que Dios mismo en Su trinidad se imparta en Su pueblo escogido y redimido.

  En los así llamados cultos cristianos es muy común que el ministro use 13:14 como una especie de bendición para concluir la reunión. Sin embargo, este versículo nos habla de nuestro disfrute del Dios Triuno. ¿Disfruta usted la gracia de Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo? En la impartición divina de la Trinidad Divina, la gracia del Señor, el amor de Dios y la comunión del Espíritu nos son dados para nuestra experiencia y disfrute.

  Ya hemos señalado que así como el amor de Dios es Dios mismo, la gracia de Cristo es Cristo mismo. El Nuevo Testamento dice: “Dios es amor” (1 Jn. 4:8). También podemos afirmar que Cristo es la gracia y que el Espíritu Santo es la comunión. Si no tuviéramos a Dios, no podríamos disfrutar el amor; si no tuviéramos a Cristo, no podríamos disfrutar la gracia; y si no tuviéramos al Espíritu, no podríamos disfrutar la comunión.

  Asimismo, debe impresionarnos el hecho de que en 13:14 el amor, la gracia y la comunión no son tres asuntos separados, sino tres aspectos de una misma cosa. El amor es la fuente, la gracia es la expresión de la fuente, y la comunión del Espíritu es la transmisión de la expresión. El amor es la fuente y, como tal, se expresa en la gracia, y esta gracia es transmitida a nosotros mediante la comunión. El amor de Dios es la fuente de la gracia de Cristo, y la comunión del Espíritu es la transmisión de la gracia de Cristo junto con el amor de Dios. Por lo tanto, el amor, la gracia y la comunión están en nosotros para nuestro disfrute.

Un disfrute simultáneo

  Nosotros disfrutamos el amor, la gracia y la comunión simultáneamente. No debemos pensar que primero disfrutamos el amor, luego disfrutamos la gracia y, por último, disfrutamos la comunión; antes bien, a medida que disfrutamos la comunión del Espíritu, también tenemos la gracia del Señor Jesucristo y el amor de Dios. Así como el Padre, el Hijo y el Espíritu no son tres Dioses, sino tres aspectos o personas de Dios, de igual manera el amor, la gracia y la comunión son tres aspectos de una misma cosa. El Dios Triuno es el Padre lleno de amor, el Hijo lleno de gracia y el Espíritu lleno de comunión.

  No debemos pensar que disfrutamos de forma sucesiva el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu. No; disfrutamos el amor de Dios, la gracia de Cristo y la comunión del Espíritu de forma simultánea.

  Aunque disfrutamos el amor, la gracia y la comunión simultáneamente, con todo, podemos señalar que el amor es la fuente, la gracia es el caudal y la comunión es el destino. ¿Sabe usted cuál es nuestro destino? Es la comunión del Espíritu Santo. ¡Aleluya, disfrutamos al Dios Triuno y Su virtud en los tres aspectos de amor, gracia y comunión!

LA GRACIA DE CRISTO

  En la epístola de 2 Corintios vemos la gracia que abunda (4:15), la gracia que enriquece (8:9) y la gracia que nos basta (12:9). En 4:15 Pablo declara: “Porque todo es por vuestro bien, para que abundando la gracia por medio de la mayoría, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios”. Conforme al contexto, la gracia es Cristo mismo, quien vive en los apóstoles como su vida y suministro de vida para capacitarles a llevar una vida crucificada a fin de que se manifestara la vida de resurrección y ellos llevaran a cabo su ministerio para el nuevo pacto de Dios.

  Con respecto a la gracia, Pablo dice en 1 Corintios 15:10: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Podemos afirmar que la gracia mencionada aquí es de hecho el Cristo resucitado, que se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para, en resurrección, introducir en nosotros al Dios Triuno procesado, para que sea nuestra vida y suministro de vida a fin de que vivamos en resurrección. Así que, la gracia es el Dios Triuno que llega a ser nuestra vida y nuestro todo. Es por esta gracia que Saulo de Tarso, el primero entre los pecadores (1 Ti. 1:15-16), llegó a ser el apóstol principal, que trabajaba mucho más que todos los apóstoles.

  En 2 Corintios 8:9 Pablo habla de la gracia que enriquece: “Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros por Su pobreza fueseis enriquecidos”. Es gracia para nosotros que el Señor Jesús, siendo rico, se hiciera pobre por amor a nosotros. Según el mismo principio, es gracia para otros que por amor a ellos sacrifiquemos nuestras riquezas materiales.

  Según 12:9, el Señor le habló a Pablo acerca de Su gracia, la cual nos basta: “Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Pablo estaba pasando por sufrimientos y dificultades. Muchas veces el Señor nos asigna sufrimientos y dificultades a fin de que experimentemos a Cristo como gracia y poder. Por esto, a pesar del ruego del apóstol, el Señor no quiso quitar el aguijón al apóstol, sino que, en vez de ello, le aseguró que Su gracia le bastaba.

EL AMOR QUE DIOS HA DERRAMADO EN NUESTROS CORAZONES

  Con respecto al amor divino, Pablo dice en Romanos 5:5: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos fue dado”. Desde el día en que creímos en el Señor Jesús, el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. Esto no es simplemente un sentimiento, sino más bien algo muy concreto y sustancioso, algo esencial, que ha sido derramado en nuestros corazones. Esto significa que en lo profundo de nuestro corazón, nosotros los creyentes tenemos algo de la esencia divina, el cual es Dios como amor. En otras palabras, Dios como amor es la esencia divina que fue derramada en nuestros corazones. Por lo tanto, el hecho de que el amor de Dios haya sido derramado en nuestros corazones no tiene que ver con un sentimiento, sino con la esencia misma de Dios.

  Debido a que algo de la esencia divina fue derramado en nuestros corazones, el corazón de cada cristiano es un corazón de amor. Puedo testificar que desde el día de mi regeneración mi corazón llegó a ser muy diferente de lo que era antes de la regeneración. Debido a que fuimos regenerados, nosotros tenemos en nosotros la esencia de amor, aun cuando momentáneamente nos enojemos por algo. Esta esencia de amor es Dios mismo como amor. La naturaleza del Padre, Su esencia, fue derramada en nuestros corazones, y ahora tenemos esta esencia en nosotros.

EL ESPÍRITU SANTO

  En 2 Corintios 1 tenemos al Espíritu Santo, quien ha venido a nosotros como Espíritu que unge, como Espíritu que sella y como las arras en nuestros corazones (1:21-22). Con respecto a estos tres aspectos del Espíritu, Pablo afirma: “Y el que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones”. Puesto que Dios nos ha adherido a Cristo, el Ungido, espontáneamente somos ungidos por Dios juntamente con Él. El ungir del 1:21 es el sellar de 1:22. Puesto que Dios nos ungió con Cristo, también nos selló en Él. Además, tenemos al Espíritu como las arras. Las arras del Espíritu son en realidad el Espíritu mismo en calidad de arras. El sello del Espíritu es una señal que nos marca como herencia de Dios, y las arras del Espíritu son una prenda que garantiza que Dios es nuestra porción en Cristo.

QUEDARSE UN TIEMPO CON EL DIOS TRIUNO MEDIANTE LA ORACIÓN

  Si deseamos disfrutar al Dios Triuno, es necesario que dediquemos más tiempo a la oración. Sin embargo, no debemos orar en el sentido de pedirle a Dios muchas cosas; en vez de ello, debemos orar en el sentido de pasar tiempo con Dios. Podríamos decir que Dios es fuego consumidor y que nosotros, por medio de la oración, nos quedamos en Él como fuego y permitimos que este fuego forje algo de Dios mismo en nuestro ser.

  Si nosotros pasamos tiempo con el Padre en oración, no sólo experimentaremos el amor de Dios sino también la gracia de Cristo. Tendremos las riquezas de la gracia del Señor para nuestro disfrute, y esta gracia abundará, nos enriquecerá y nos bastará en nuestra experiencia. Esta gracia, en particular, nos hará competentes para ministrar e impartir a Cristo en otros. Esta competencia proviene de la gracia que abunda y nos enriquece interiormente.

  Al pasar tiempo con el Padre de amor, disfrutando la gracia abundante del Señor, también permaneceremos en la comunión del Espíritu Santo. De hecho, nos uniremos al Espíritu que fluye. Tendremos la profunda sensación de que algo fluye en nosotros, esto es, que el Espíritu Santo fluye en nosotros. Éste es el disfrute que tenemos de la comunión del Espíritu Santo y ésta también es la impartición del Dios Triuno en nuestro ser.

  Día a día, debemos pasar más tiempo con el Padre como la fuente. Debemos orar a fin de quedarnos junto a la fuente. Hoy en día, esta fuente se halla en nuestro espíritu. Si pasamos cierto tiempo en nuestro espíritu con Dios el Padre, experimentaremos la impartición divina. Mientras pasamos tiempo con el Padre como la fuente, no debemos orar de una manera que nos distraiga de Él. Si sentimos que nuestra manera de orar nos distrae, no debemos seguir orando así. La clase de oración que necesitamos es aquella que nos mantiene unidos al Padre como la fuente.

  Asimismo, no debemos distraernos ni siquiera con la lectura de la Palabra. Si sentimos que la lectura de la Biblia se convierte en una distracción que nos aleja del Señor mismo, debemos volvernos a nuestro espíritu una vez más y decir: “Señor, te alabo. ¡Qué bueno es que esté aquí contigo!”.

  No debemos orar al Señor de manera religiosa. En vez de ello, debemos hablar con Él de manera íntima, como hablamos con quienes tenemos una relación cercana. Les animo a que vayan al Señor y hablen con Él como a un amigo íntimo. Cuando el Señor estuvo con Sus discípulos, como se narra en los cuatro Evangelios, no encontramos ningún indicio de que ellos oraran al Señor de manera religiosa. Los discípulos oraban a Él como quien habla con un amigo. Ellos no ofrecieron oraciones religiosas ni una adoración religiosa. Necesitamos esta clase de oración, la oración que nos mantiene en la presencia del Señor.

  De hecho, en lugar de hablar de permanecer en la presencia del Señor, preferiría decir que debemos estar en unidad con el Señor. No simplemente estamos en la presencia del Señor, sino en unidad con Él. Hablar con el Señor de una manera íntima nos mantiene en esta unidad.

  Si diariamente ponemos en práctica el hablar con el Señor de esta manera, la fragancia del incienso divino nos impregnará, el ungüento nos ungirá y sellará, la “tinta” del Espíritu nos saturará y la luz divina nos iluminará. Como resultado, seremos completamente impregnados del Dios Triuno. Entonces disfrutaremos del amor del Padre, de la gracia del Hijo y de la comunión del Espíritu. Esto es lo que necesitamos hoy.

LLEGAR A SER TESTIGOS VIVIENTES

  Es crucial que comprendamos que la persona final y consumada de la Deidad es el Espíritu. El Espíritu es la consumación del Dios Triuno. En la resurrección y por medio de ella, Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante. Como tal Espíritu, el Dios Triuno está esperando la oportunidad de ungirnos, impregnarnos e iluminarnos para que seamos completamente saturados de Él mismo. Cuanto más seamos saturados del Señor, más llegaremos a ser Sus testigos vivientes. En Hechos 1:8 el Señor Jesús les dijo a los discípulos que ellos serían Sus testigos. Ellos serían testigos vivientes del Jesús vivo, testigos saturados por Cristo y de Cristo.

  Por medio de la impartición divina nosotros disfrutamos al Dios Triuno. Disfrutamos el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu. Por medio de este disfrute en la impartición divina, llegamos a ser uno con el Dios Triuno. De este modo podemos impartirlo después a otros. Cada vez que predicamos el evangelio o enseñamos la Palabra, lo impartimos; y cada vez que tenemos comunión con los santos, lo impartimos. Ésta es la impartición divina entre los santos en la vida de iglesia hoy. Espero que todos podamos experimentar más al Dios Triuno en Su impartición.

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