Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Intención eterna de Dios y el complot de Satanás en contra de dicha intención, La»
1 2 3
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

La intención eterna de Dios y el complot de Satanás en contra de dicha intención

PREFACIO

  Esta sección incluye los mensajes dados durante una conferencia dada por el hermano Witness Lee en Anaheim, California, el 22 y 23 de mayo de 1981. Originalmente fueron impresos como mensajes individuales en la serie titulada Life Messages.

LAS TRES VIDAS DENTRO DEL CREYENTE

  Los cristianos somos personas complejas. Un cristiano tiene tres vidas. Cuando Adán estaba en el huerto del Edén antes de la caída, sólo tenía una vida, la vida humana creada. Después de la caída entró en él otra vida, la vida satánica. Desde entonces, el hombre empezó a comportarse de dos maneras. A veces actuaba como hombre, pero otras veces se comportaba como el diablo. Tal vez usted se vaya a trabajar en la mañana como un hombre y regrese a casa al final del día como un diablo. En cuestión de un minuto usted puede cambiar de una condición a otra. Esto se debe al hecho de que tiene dos vidas en su interior.

  Puesto que toda vida tiene una ley e incluso es una ley, a cada una de estas dos vidas le corresponde una ley. En Romanos 7 Pablo describe estas dos leyes. Él nos dice que en su mente quería hacer el bien (vs. 15-24). El hombre que Dios creó era bueno, moral y ético. El amor, la humildad, la bondad y todas las demás virtudes fueron creadas por Dios. Es por eso que el hombre es un ser ético. Sin embargo, cuando cayó, otra vida entró en él. Esta vida satánica trajo consigo otra ley, una ley que es llamada “el mal”. Ésta es la ley del pecado, la cual acarrea muerte; es por eso que en Romanos 8:2 es llamada la ley del pecado y de la muerte. Estas dos leyes, la ley del bien y la ley del pecado y de la muerte, están presentes en el hombre caído.

  En el momento en que fuimos salvos, recibimos una tercera vida, la vida divina. Ahora, pese a que somos una sola persona, tenemos tres vidas. Tenemos la vida humana, la cual es buena; la vida satánica, la cual es maligna; y la vida divina, la cual es espiritual. Estas vidas tienen sus correspondientes leyes. ¡Cuán complejos somos!

  Aun desde que somos jóvenes, a menudo tenemos la intención de hacer lo bueno. Queremos amar a nuestros padres y ser buenos con nuestros hermanos y hermanas. Ésta es la ley humana. Sin embargo, no depende de nosotros. “El querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (7:18). Cómo acaben las cosas depende de otra ley. “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico” (v. 19). Pablo concluye diciendo que si hace lo que no quiere, entonces ya no lo hace él, sino el pecado que mora en él (v. 20). El pecado que mora en nosotros actúa de manera contraria a nuestra voluntad. Esto es una ley.

  La tercera vida, la vida divina, es la más fuerte. Por consiguiente, su ley también es la más fuerte. Ésta es la ley del Espíritu de vida. La palabra Espíritu aquí se refiere al Espíritu de Dios, y la palabra vida se refiere a Su vida divina. Tenemos una ley que opera en nosotros, ¡la cual es la ley más fuerte de todo el universo! Esta ley del Espíritu de vida nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte (8:2).

  Estas dos leyes, la ley del pecado y de la muerte y la ley del Espíritu de vida, operan dentro de nosotros. Ellas operan conforme a una ley, no conforme a actividades. El proceso de digestión opera por medio de una ley, no por actividades, cada vez que comemos. De manera similar, el que una persona caída peque no es simplemente una cuestión de actividad sino de una ley. Pecar es algo que está relacionado con una ley. Ser librados del pecado también se efectúa por medio de una ley, una ley más fuerte.

DIOS, EL HOMBRE Y SATANÁS

  En el universo hay una multitud de seres diferentes, pero sólo tres son vitales. El primero es Dios. El segundo es el hombre. El tercero es Satanás.

  La Biblia, como suele decir la gente, es una revelación de Dios. Sin duda alguna esto es cierto. Sin embargo, la Biblia también nos revela al hombre. Sin la Biblia, no podemos saber lo que es el hombre. Probablemente hayamos leído los escritos de grandes filósofos, pero si no conocemos la Biblia, aún no sabemos lo que es el hombre. No sabemos de dónde vinimos ni adónde vamos, ni sabemos dónde estamos, ni sabemos qué es la vida humana, ni tampoco sabemos cuál es el propósito de la vida humana.

  La filosofía no nos da la respuesta a estas preguntas. Yo he leído los escritos de algunos filósofos chinos; para mí son necedad, y no tienen sabiduría. Platón y Sócrates también son necios en su filosofía. Por ejemplo, Confucio dijo que si un hombre peca contra el cielo (es decir, contra Dios), no podrá ser perdonado. ¿No es eso necedad? La Biblia enfáticamente nos dice que nuestros pecados pueden ser perdonados.

  Si queremos conocernos a nosotros mismos, podemos encontrar nuestra biografía en la Biblia. Allí aprendemos de dónde vinimos, por qué estamos aquí y para dónde vamos. Necesitamos conocer estas cosas a fin de poder cumplir nuestra función en el universo.

  Satanás es la tercera persona vital en el universo. Hay otros personajes secundarios, como los ángeles; pero Dios, el hombre y Satanás son los principales.

LA INTENCIÓN DE DIOS

  A través de los años usted quizás haya escuchado muchos buenos mensajes en el recobro. Sin embargo, me pregunto si ustedes, jóvenes, saben cuál es la intención eterna de Dios con respecto a ustedes. La mayoría de los cristianos, aunque son hijos de Dios que han sido salvos y regenerados, desconocen cuál es la intención de Dios en cuanto a ellos. Es posible estar muy familiarizado con la Biblia y aun así perder de vista el punto central. Es posible que usted haya escuchado cuál es ese punto y haya pensado que lo vio, pero en realidad aún no lo ha captado. Desde que vine a los Estados Unidos, probablemente he dado unos tres mil mensajes sobre este tema. Lo he repetido presentándolo desde diferentes ángulos vez tras vez. Sin embargo, me perturba ver que sean tan pocos los que viven diariamente conforme a esta intención eterna.

  La intención eterna de Dios es poder entrar en usted y llegar a ser su vida. Él desea hacerlo a usted uno con Él, a fin de que le viva. Finalmente, Él llega a ser su vida, y usted llega a ser Su vivir. Tal vez usted diga que ya sabe esto. Tal vez usted piense que es sencillo. Sí, es sencillo, pero no ha llegado a ser práctico para usted. No se aplica a su vivir diario.

  El hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1:26). Por ahora no vamos a considerar el significado de la imagen y semejanza de Dios, pero debemos notar que estas palabras sólo fueron dichas con relación al hombre. Todos los demás seres creados fueron producidos según su especie (vs. 11, 12, 21, 24, 25). Un gato es según la especie de los gatos; y una manzana es según la especie de las manzanas. ¿Según qué especie fue hecho el hombre? El hombre no tiene su propia especie. El hombre es según la especie de Dios. Él tiene la imagen de Dios. Nosotros no fuimos hechos a la imagen de una tortuga, ni de un mono ni de un burro. A pesar de que caímos, con todo, somos un hombre que tenemos la imagen de Dios.

  ¿Cuál es la imagen de Dios? El Nuevo Testamento nos dice que Cristo es la imagen del Dios invisible (Col. 1:15). Cuando Él vino y habitó entre los hombres, Él expresó el amor, la bondad, la misericordia, la gracia y la luz. El hecho de que el hombre fuese creado conforme a la semejanza de Dios significa que fue creado en la forma de las virtudes de Dios. El Dios amoroso creó el amor en el hombre. El Dios misericordioso creó la misericordia en el hombre. Por esa razón, el hombre posee misericordia y amor; él posee todas las virtudes que Dios tiene.

EL GUANTE Y LA MANO

  Sin embargo, el amor del hombre no es el verdadero amor. El amor humano es como un guante. Un guante tiene la semejanza de una mano. ¿Por qué un guante ha sido hecho con esa forma? Para que una mano verdadera entre en él. El guante fue hecho para ser el recipiente que contiene la mano. El amor humano es solamente el recipiente que contiene el amor divino. Esto mismo se aplica a todas las virtudes humanas. Cuando tenemos solamente los guantes sin las manos, los guantes estás vacíos. Los guantes no fueron hechos para sí mismos, sino que fueron hechos para las manos. Las virtudes humanas son guantes, y las virtudes divinas son las manos.

  Necesitamos amor, pero nuestro amor es solamente un recipiente. El verdadero amor, el contenido, es el amor divino. Si amamos a alguien con nuestro propio amor, sin tener en él el amor de Dios, nuestro amor es un amor vacío. En las enseñanzas de Confucio la meta es desarrollar las virtudes humanas creadas. Antes, cuando yo predicaba el evangelio en China, les decía a los oyentes que ellos sólo tenían el guante sin la mano y que ahora les estaba presentando la mano. ¿Quién es la mano? ¡Cristo! Confucio, por ejemplo, enseñó sobre la sumisión; una mujer debe someterse primeramente a su padre, luego a su esposo y después a su hijo. Esta sumisión, como ya dije, es un guante. A veces podemos llegar a tener dicha sumisión; sin embargo, ésta es vacía y falsa. Aparentemente nos sometemos, pero en realidad lo hacemos a regañadientes. Ahora les presento la mano para que ésta llene su guante vacío. Cristo es la verdadera sumisión.

  No estoy diciendo que los cristianos no deban valorar la moralidad. Nuestro comportamiento debe ser el más alto nivel de moralidad. Nosotros no sólo tenemos el guante, sino también la mano. Nuestra moralidad es más elevada y más práctica. Cuando Jesucristo vivió en la tierra, Su ética era la más elevada. ¿Quién tiene una ética que supere a la de Jesús? Ésa es la misma ética que nosotros manifestamos hoy en nuestro vivir. Nosotros no sólo tenemos el guante, sino también la mano dentro del guante. Sin duda alguna la ética o moralidad en las iglesias locales supera a la práctica común.

ARREPENTIRNOS DE NUESTRA BONDAD

  Sin embargo, en nuestra vida diaria muy a menudo no nos percatamos de la distinción que hay entre la mano y el guante. Muchas veces en estos últimos años he tenido que confesarle al Señor no sólo mis fracasos o mi odio, sino también mi amor o mi bondad. Muchas veces he amado sin el amor de Cristo. He amado como lo haría un anciano, un hombre de experiencia. Ya no me enojo tan fácilmente. Cuando era joven e inexperto, mi enojo fácilmente explotaba. Pero ahora que ya casi tengo ochenta años, el fuego se ha apagado. Así que, no me irrito tan fácilmente. Me resulta fácil ser bueno. ¡Cuánto he llegado a aborrecer mi bondad! He tenido que confesarle al Señor, diciendo: “Hoy, desde la mañana hasta por la tarde, he sido bueno con todos, pero sin Ti. Perdóname. He dado mensaje tras mensaje a los santos, exhortándoles a que te vivan a Ti, mas yo mismo he sido un fracaso casi todo el día. No te he vivido a Ti. Me he vivido a mí mismo. He vivido como lo haría un anciano, un hombre de experiencia. Perdóname, Señor Jesús”.

  Mi hermano menor ha estado aquí ya por muchos meses. Él mismo estaría de acuerdo en que cada vez que ha venido a verme, siempre lo he tratado con amabilidad. Sin embargo, he tenido que decirle al Señor que no viví a Cristo delante de mi hermano. Desde que vino, creo que él no ha ganado mucho de Cristo por medio de mí; le he ministrado muy poco de Cristo. Lo he tratado bien y he hecho por él muchas cosas buenas. No obstante, me he arrepentido ante el Señor diciendo: “Señor, perdóname. Te pido que Tu sangre me limpie por no haberte vivido delante de mi hermano”.

  A diario, usted no se da cuenta de cuán bueno ha sido de una manera natural. Si le mintiera a un hermano, de inmediato sentiría remordimiento en su conciencia. ¿Cómo pudo haberle mentido a un hermano? Pero tal vez nunca le haya mentido a un hermano, sino que sólo haya hecho cosas buenas por él. ¿Alguna vez se ha arrepentido del bien que le ha hecho a un hermano? Si usted recibe la misericordia de arrepentirse por hacer cosas buenas por otros, eso significa que el Señor le ha concedido mucha gracia.

NACER DE DIOS

  Nos sería de mucha ayuda orar-leer los versículos que se encuentran al comienzo del capítulo. Juan 1:12-13 nos dice que nosotros nacimos de Dios. Si nacemos de alguien, sin duda alguna tenemos su vida y naturaleza. Puesto que nacimos de Dios, ciertamente tenemos Su vida y naturaleza. Eso no significa que somos objetos de adoración. No somos parte de la Deidad; sólo la Deidad es digna de adoración. Nosotros somos hijos de Dios, y somos como Él porque tenemos Su vida y naturaleza. Dios ha nacido en nosotros. ¡Cuán maravilloso es esto!

MEZCLARNOS CON DIOS

  Juan 14 nos dice que el Espíritu de realidad viene, no sólo para estar con nosotros, sino en nosotros (vs. 16-17). En aquel día, esto es, el día de la resurrección, “vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (v. 20). Aquí se nos habla de una mezcla. Nosotros estamos en Cristo, y Él está en nosotros. Esto no pertenece a la esfera de la ética o la moralidad. El versículo 23 contiene el mismo pensamiento: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Tener en nosotros al Padre y al Hijo no es un asunto doctrinal, sino que debe ser nuestra comprensión y práctica diarias.

PERMANECER EN ÉL

  El siguiente capítulo (Jn. 15) dice que nosotros permanecemos en Él y Él en nosotros, “porque separados de Mí nada podéis hacer” (vs. 4-5). El hecho de que podemos permanecer en Cristo y Él puede permanecer en nosotros indica que nosotros y Él, Dios mismo, somos uno. Ésta es la intención eterna de Dios. En todo lo que hacemos, debemos cerciorarnos de que permanecemos en Él. Esto no simplemente significa recordar el hecho. Debemos preguntarnos continuamente si lo que hacemos en cualquier momento es hecho como resultado de permanecer en Él. Si lo hemos hecho separados de Él, debemos condenarlo. A los ojos del mundo lo que hacemos puede ser bueno, pero si lo hacemos separados de Cristo, ello merece ser condenado. Es bueno que una esposa se someta a su esposo, pero su sumisión debe ser fruto de que Cristo permanezca en ella y de que ella permanezca en Él. En otras palabras, su sumisión debe ser Cristo; debe ser la expresión de Él.

  Si vemos esto, confesaremos diciendo: “Señor, perdóname. Durante todo este día he pasado muy poco tiempo viviéndote a Ti. No he hecho nada malo. He sido cuidadoso en hacer lo correcto y lo que sea de ayuda a otros. Pero en mi vivir no he permanecido en Ti ni he permitido que permanezcas en mí”. Ver esto es ver la visión central del ministerio completador del apóstol Pablo. Su palabra completadora es el misterio de Dios, que es Cristo en nosotros (Col. 1:25-27). Nuestra vida debe ser llena y saturada de Cristo. Nuestro vivir debe ser Cristo mismo.

EL ESPÍRITU MORA EN NOSOTROS

  Romanos 8:9-11 nos dice que el Espíritu mora en nosotros: “Vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, Aquel que levantó de los muertos a Cristo vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”.

SER UN SOLO ESPÍRITU CON ÉL

  En 1 Corintios 6:17 se nos dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Primero, Romanos nos dice que el Espíritu mora en nosotros. Luego, este versículo nos dice que somos un solo espíritu con el Señor. ¿Llevamos nosotros una vida en la que somos un solo espíritu con Él? Muchas veces debemos confesar que no. Ser un solo espíritu con Él en nuestro vivir es mucho más elevado que llevar una vida ética, amar a otros o ser humildes. Es Cristo mismo expresado en nuestro vivir.

CRISTO HACE SU HOGAR EN NUESTROS CORAZONES

  “Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe [...] para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:17, 19). El que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones a fin de que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios es algo distinto de la devoción, la piedad o la religión; esto ni siquiera es espiritualidad. Es Dios, el Dios Triuno, que hace Su hogar en nuestros corazones y nos llena. Este “Dios y Padre de todos [...] es sobre todos, y por todos, y en todos” (4:6). Él no sólo está sobre nosotros y por nosotros, sino que también está en nosotros.

EL DIOS TRIUNO MORA EN NOSOTROS

  “En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él en nosotros, en que nos ha dado de Su Espíritu” (1 Jn. 4:13). Hay Alguien que mora en nosotros además de nosotros mismos. Ése es el Espíritu. El Espíritu es la manifestación consumada del Dios Triuno. ¡Aleluya, el Dios Triuno está en nosotros!

SATANÁS

  “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo” (3:10). A muchos cristianos se les ha enseñado que Cristo está sentado en el trono a la diestra de Dios; Él no vive en ellos, sino que envió a Su Representante para que esté en ellos. No creen que Cristo mismo mora en ellos. Sin lugar a dudas tampoco creen que Satanás está en su naturaleza. Noten que este versículo llama a algunos los hijos del diablo. ¿Son éstos hijos adoptados? ¿Será que Satanás simplemente los encontró en la calle, se apiadó de ellos y los adoptó como hijos suyos? Ser llamados hijos del diablo significa que tales personas nacieron de Satanás; su vida y naturaleza están en ellos. Juan 8:44 dice: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer”. Los judíos pueden afirmar que Abraham es su padre, pero su verdadero padre es el diablo, el padre de los mentirosos. Ellos nacieron de él.

  Efesios 2:2 nos dice que el príncipe de la autoridad del aire “ahora opera en los hijos de desobediencia”. ¿Dónde está Satanás hoy? Él no sólo está en el aire, sino también en el hombre caído, en nuestra carne. Éste fue su complot en contra de la intención de Dios.

  Mateo 16:22-23 dice que un día Pedro fue amable y amoroso con el Señor Jesús, y le dijo: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor! ¡De ningún modo te suceda eso!”. Él no se dio cuenta de que Satanás estaba en él y que él era uno con Satanás. El Señor, volviéndose a él, no lo llamó Pedro sino Satanás. No sólo el Judas traidor era un diablo (Jn. 6:70), sino incluso el Pedro amoroso llegó a ser Satanás.

  Estos versículos son suficientes para dejar en nosotros la impresión de que tanto Satanás como Dios se han forjado en nuestro ser. Satanás está en nuestra carne. Dios está en nuestro espíritu. En el siguiente capítulo veremos que Satanás en nuestra carne es la ley del pecado y de la muerte. Dios, quien fue procesado y ahora es el Espíritu que mora en nuestro espíritu, es la ley del Espíritu de vida. Ahora tanto Satanás como Dios están dentro de nosotros como leyes.

  Tal vez esto le resulte a usted difícil de creer. Sin duda esto difiere de lo que le enseñaron en el pasado. Así que, le ruego que deje todo su trasfondo religioso y considere la Palabra pura de Dios. Si rechaza lo que le he compartido, ¿cómo clasificaría todos estos versículos? El príncipe de la autoridad del aire, quien es el espíritu maligno, ahora opera en el hombre caído; antes de que usted fuera salvo, Satanás operaba de esta manera en usted (Ef. 2:2). Incluso después de haber sido salvo, Satanás aún está presente. Vemos esto claramente en el ejemplo de Pedro. A pesar de que Pedro recibió una revelación en cuanto a Cristo en Mateo 16:16, aún expresó en el versículo 23 al hombre natural, el cual es uno con Satanás.

  ¡Alabado sea el Señor porque tenemos la ley más elevada en nuestro espíritu, la cual nos ha librado de la ley maligna!

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración