
Como cristianos debemos conocer el plan eterno que Dios tiene en este universo, el plan de Dios con miras a Su propósito y deseo único. Debemos dedicar tiempo al Señor en cuanto a esto. No es suficiente simplemente entender los puntos de comunión que contiene este libro. Usted necesita recibir una impresión en su espíritu ante el Señor. Es posible que incluso entienda claramente el plan de Dios, pero de todos modos debe digerir lo que entiende orando. Entonces algo será imprimido en su espíritu, y lo que entiende le fortalecerá, será un verdadero poder, una verdadera fuerza en usted. Que todos oremos en cuanto a las verdades y la comunión contenidas en este libro y con ellas. En el capítulo anterior vimos el nacimiento y la religión de Saulo. En este capítulo queremos avanzar y ver su vida y su conversión. Saulo nació y fue educado en el judaísmo, y espontáneamente vivió en completa conformidad con esa religión. Su vida antes de su conversión concordaba cien por ciento con su religión. Vivió dedicado a lo que creía y por el mismo.
Gálatas 1:13 dice: “Porque habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba”. Saulo perseguía a la iglesia de Dios, no por ser pecaminoso sino por ser religioso. El era tan celoso por su religión que perseguía la iglesia de Dios, porque ésta difería de su religión. En Gálatas 1:14-16a Pablo sigue al decir: “Y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres. Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por Su gracia, revelar a Su Hijo en mí”. Saulo aventajaba en su religión a sus contemporáneos y era celoso de las tradiciones de sus padres, pero agradó a Dios revelar a Su Hijo en Saulo.
En el pasaje que acabamos de leer se encuentran cuatro entidades importantes: la religión, la tradición, Cristo y la revelación de Cristo. Saulo estaba metido en la mejor religión, la judía, una religión ordenada por Dios que tenía buenas tradiciones, muchas de las cuales concordaban con las enseñanzas del Antiguo Testamento. Pero esta religión con sus muchas tradiciones contradecía a Cristo y la revelación de Cristo. Si lee esta porción de las Escrituras con esmero, se dará cuenta de las diferencias que hay entre Cristo y la religión y entre la revelación de Cristo y las tradiciones de la religión. La religión está en contra de Cristo, y las tradiciones están en contra de la revelación de Cristo.
Muchos de nosotros tal vez seamos como el joven Saulo. El nació en una religión, y nosotros también. En esta religión tenemos muchas tradiciones. Yo nací en el cristianismo, y en el cristianismo actual se hallan muchas tradiciones. ¿Es usted un cristiano que vive, anda, trabaja y sirve al Señor según las tradiciones del cristianismo o según la revelación de Cristo, el Hijo del Dios viviente? ¿Se relaciona con una religión formada y organizada, o con una persona viva? ¿Se relaciona con el Cristo viviente, el Hijo del Dios viviente?
Saulo era un hombre inteligente de carácter superior. Desde la perspectiva humana no era muy pecaminoso, sino bueno y religioso; pero se relacionaba con una religión, y no con el Cristo viviente. El servía a Cristo según la tradición de sus antepasados, no según la revelación viviente del Espíritu Santo. Debemos reconocer que incluso hoy existe la posibilidad de que la gente sirva a Dios al relacionarse con una religión según muchas tradiciones, no relacionándose con el Cristo viviente y no según la revelación viviente del Espíritu Santo. No tengo la intención de ayudar a los demás a ser religiosos. Por el contrario, quiero hacer todo lo posible por derribar todo asunto religioso que esté en usted. Oro al Señor pidiendo que abra sus ojos y le dé la oportunidad de apartarse de una religión e irse a una persona viviente —Cristo— y de apartarse de las tradiciones e irse a la revelación de Cristo. La vida de este joven antes de su conversión aparentemente no era mala, sino buena y religiosa, pero necesitaba que Cristo fuera revelado en él.
En Filipenses 3 Pablo habla de todo lo que era y tenía en su ser natural: “Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, llegué a ser irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (vs. 5-7). En estos versículos se describen la vida de este hombre antes de su conversión y su actitud después. ¿De qué fue convertido este joven? Pensamos que siempre un hombre se convierte del pecado a Dios. Necesitamos convertirnos puesto que somos pecaminosos y nos hemos apartado de Dios. Sin embargo, según las Escrituras Saulo fue convertido de la religión a Cristo. Desde la perspectiva de Dios, el hecho de que Saulo persiguiera la iglesia fue pecaminoso, pero desde la perspectiva humana, la religiosa, él no era pecaminoso, sino tal vez apreciado, admirado y alabado por muchas personas religiosas. Pablo se convirtió de la religión a Cristo, no simplemente del pecado a Dios.
Antes conocí a muchas personas que nacieron cristianos, pero no se convirtieron en cristianos, no llegaron a ser cristianos naciendo de nuevo. Nacieron y fueron educados en el cristianismo e incluso vivieron con miras al mismo. Eran personas buenas y muy religiosas. Muchos hacían una obra religiosa, pero no conocieron a Cristo de modo vivo en su experiencia. Tenían una religión, pero no la vida. Tenían el cristianismo, pero no a Cristo mismo. Estaban ocupados en muchas actividades, programas y obras, pero no tenían la vida interior con el impacto interno. Mire el cristianismo actual y pregúntese qué porcentaje ocupan las actividades, los programas y las obras externas y qué porcentaje ocupa la vida interior. Todo el tiempo debemos comprender, experimentar, disfrutar, aplicar y apreciar a Cristo, Aquel que vive.
Aunque usted haya sido regenerado, es posible que en la práctica hoy necesite ser realmente convertido de lo tradicional, de lo religioso, a un Cristo viviente. Una persona puede ser regenerada sólo una vez. Pero en mi experiencia puedo testificar que he experimentado varias conversiones. Uno es regenerado de una vez para siempre, pero no es convertido, no experimenta un cambio en la vida, de una vez para siempre.
Nací en el cristianismo, y fui instruido y educado allí. Pero cuando tenía diecinueve años fui regenerado, y esto constituyó mi primera conversión. Experimenté un verdadero cambio interior en vida. No mucho después de ser regenerado empecé a reunirme con un grupo de cristianos que prestó mucha atención a las enseñanzas, al conocimiento de la Biblia. Permanecí con ellos durante siete años y medio. Después de esos siete años y medio, un día el Señor me dio otra conversión, otro cambio. Abrió mis ojos, y vi que la vida cristiana no es un asunto simplemente de relacionarse con el conocimiento de la Biblia ni con la doctrina, sino de relacionarse con Cristo, Aquel que vive. Esto produjo un gran cambio en mi vida. Vi claramente que ser cristiano no es asunto de conocimiento, de simplemente estudiar la Biblia según la letra, por escrito, sino de relacionarme con el Cristo viviente como mi vida.
Con este entendimiento empecé a servir al Señor. En nuestra experiencia, muchas veces recibimos la gracia y la liberación, pero después de un tiempo nos descarriamos. Cuando usted sirve al Señor, es fácil ser tentado y prestar atención a la obra, y no al fluir de la vida ni a la obra que procede de este fluir. Después de aprender a experimentar a Cristo como vida y a relacionarme con este Cristo viviente, el Señor me dio la carga para la obra. Trabajé diligentemente, con todo el corazón, y tuve muchos resultados. Trabajé día y noche, día tras día. Pero un día el Señor vino y me sacó de la obra. Habría sido difícil para cualquier persona sacarme de la obra, pero el Señor vino y me puso en una posición en la cual me fue absolutamente imposible obrar. Esto constituyó otra experiencia de conversión para mí. No tenía ninguna capacidad para obrar debido a una enfermedad grave que había contraído. El Señor me aisló absolutamente de la obra por casi dos años y medio. Durante ese período fui convertido de la obra al Señor mismo.
Al principio de ese período pensaba que tal vez estaba mal en algo, así que hice todo lo posible por confesar al Señor todo lo que pensé que estaba mal. Finalmente el Señor me mostró que mi problema consistía en que presté mucha más atención a la obra que al Señor mismo. Fui convertido en ese momento no del pecado a Dios, sino de la obra a Cristo mismo. Antes de ese evento, obrar para el Señor era mi vida. Nadie podía detenerme de obrar para el Señor. Podrían haberme quitado muchas cosas sin que me preocupara. Pero no habría tolerado que se me quitara aun un poco de la obra del Señor. Ahora sigo obrando por el Señor, pero la obra en sí no es preeminente para mí. Lo más importante es el Señor viviente mismo. Debemos laborar en el Señor, pero nuestra labor no debe ser un obstáculo entre nosotros y el Señor viviente.
Es muy posible que haya muchas cosas buenas entre usted y el Señor. Es posible que algo relacionado con la religión, alguna obra, algún programa o alguna actividad del cristianismo tome el lugar de Cristo en su vida. Necesitamos ser convertidos no necesariamente de algo pecaminoso o malvado, sino de lo bueno, lo religioso, de los substitutos de Cristo, que le impiden ocupar, llenar, saturar, empapar y poseer todo nuestro ser interior.
Necesitamos preguntarnos qué buscamos. El sistema religioso actual con sus tradiciones es un gran problema para muchos cristianos. Por una parte, aparentemente el cristianismo lleva a muchos a Cristo. Pero por otra, también llega a ser un obstáculo, un impedimento, que no permite que las personas experimenten y disfruten interiormente a Cristo. Las muchas actividades, obras y programas cristianos por un lado llevan a las personas a Cristo, pero por otro las mantienen lejos de El. Llevan a la gente a Cristo hasta cierto punto. Entonces llegan a ser un obstáculo, un límite, un impedimento. Incluso el deseo de ser espirituales puede llegar a ser algo que ocupa el espacio que hay en nuestro ser y reemplazar a Cristo mismo. He visto a algunas personas que se preocupan más por ser “espirituales” que por el Señor mismo. Necesitamos experimentar muchas conversiones de todo lo que no sea el Cristo viviente mismo.
Otra conversión que experimenté se relacionó con mi amor por el estudio de la Palabra. Después de ser salvo, amaba estudiar la Palabra. La Palabra me era tan dulce, tal como la miel. Cuando era un creyente joven, llevaba conmigo la Biblia a la cama para que la pudiera mirar cuan pronto me despertaba en la mañana. Con el tiempo, el amor por estudiar la Palabra llegó a ser algo que sustituía a Cristo en mi vida. Amaba estudiar la Palabra mucho más que a Cristo mismo. Muchas veces tuve la unción y la carga de orar, pero por ser tan adicto al estudio de la Palabra, no quería dejar de estudiar para orar. Finalmente, bajo la soberanía del Señor, El vino, y ahora no me atrevo a estudiar la Palabra de ese modo. También era aficionado a enseñar las Escrituras. Amaba interpretarlas y exponerlas. Ahora tengo que prestar atención al límite que siento en mi interior cuando doy un mensaje. Incluso esto puede ser un obstáculo entre usted y el Señor mismo. Ahora tomo cuidado por no ir más allá de lo que el Señor habla en mí (2 Co. 13:3) y de lo que El necesita que hable.
Muchas cosas de nuestra vida pueden sustituir al Señor mismo. Mi deseo es tener comunión con ustedes y ayudarles a entender que el plan de Dios equivale a forjar a Cristo mismo en ustedes (Gá. 1:16; 2:20; 4:19). Esta es la meta de Dios, Su intención final. No deben pensar que Dios tenga la intención simplemente de hacerles espirituales. Incluso la espiritualidad puede llegar a ser algo en usted que contradiga el plan de Dios. La obra para el Señor, las actividades del cristianismo, el progreso del evangelio y muchas otras cosas buenas son posibles obstáculos, sustitutos de Cristo. Usted necesita ser convertido todo el tiempo de lo que no sea Cristo a El mismo. Cuando algo llega a ser un obstáculo entre usted y Cristo, hay que ser convertido de eso a Cristo mismo.
Conocía a algunas hermanas a las cuales les encantaba tener comunión con otras hermanas. Esta clase de comunión finalmente llegó a ser un obstáculo entre ellas y el Señor, y sustituyó al Señor en sus vidas. Amaban esta clase de comunión más que a Cristo mismo. Estas hermanas necesitaban ser convertidas, no de algo pecaminoso sino de esta buena comunión a Cristo mismo. Usted debe examinar su vida para determinar si tiene algo que sustituye a Cristo. ¿Hay algo en su vida que es más importante que Cristo mismo? Si éste es el caso, usted tiene que ser convertido de esto a Cristo. La regeneración es una conversión, pero una conversión para nosotros los cristianos no es una experiencia de una sola vez para siempre. Necesitamos experimentar muchas conversiones. Cualquier cosa, no importa cuán buena sea, puede llegar a ser un obstáculo, un impedimento entre usted y Cristo, el cual toma el lugar de Cristo y lo sustituye en su vida. Que todos seamos convertidos de todo lo que no sea Cristo a la persona viviente de Cristo mismo.
Debemos ver lo que es el plan de Dios. ¿Piensa usted que el plan de Dios consiste en hacerle muy celoso, religioso y espiritual? Ser religioso es mucho mejor que ser pecaminoso. Ser celoso por el cristianismo es mejor que ser mundano, y ser espiritual es mejor que ser carnal. Pero debe entender que incluso ser espiritual puede formar un obstáculo entre usted y Cristo y puede sustituir a Cristo en usted. Un joven puede ser muy mundano. Tal vez ame el mundo, busque cosas mundanas y siga el mundo. Otro joven posiblemente sea muy religioso y tal vez haya abandonado completamente el mundo. Pero, ¿cuál es la diferencia entre estos dos jóvenes en relación con Cristo? Tal vez no haya ninguna diferencia. En el joven mundano no vemos a Cristo, y en el religioso tampoco vemos nada de Cristo.
Podemos utilizar como ejemplo dos botellas. El propósito de estas dos botellas es contener algún tipo de bebida. Tal vez una botella esté muy sucia y la otra, limpia, pero las botellas no fueron hechas simplemente para estar limpias. Fueron hechas para ser llenas de cierta bebida. Del mismo modo, Dios no desea simplemente tener a muchas “personas limpias”, sino a muchas personas llenas de Cristo. No quiere a personas religiosas sino a cristianos. Un cristiano es un Cristo-hombre, un hombre lleno de Cristo, mezclado con El, perdido en El. Por todo el mundo es relativamente fácil encontrar cristianos, pero no lo es el encontrar algunos cristianos que sean llenos de Cristo y cuya meta sea Cristo mismo. Es posible encontrar muchos cristianos trabajadores, religiosos y activos que actúan para Cristo, pero no es fácil encontrar algunos cristianos que sean uno con Cristo, llenos de El y ocupados únicamente por El.
Tengo la impresión de que muchos tal vez estén trabajando para un sistema religioso tal como Saulo de Tarso trabajaba para el judaísmo. Usted posiblemente trabaje para la religión y no tenga nada que ver con Cristo. Espero que el Señor haya abierto nuestros ojos para que veamos que el plan de Dios consiste en revelar a Su Hijo en nosotros a fin de que seamos conformados a la imagen de Su Hijo. La intención de Dios y Su plan no consisten en que seamos religiosos, buenos, espirituales o conocedores de las Escrituras, sino que seamos llenos de Cristo, ocupados y poseídos por El, saturados y empapados de El, y compenetrados y mezclados con El. Por eso Pablo nos dice en Filipenses 3:7-8: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. Pablo fue llevado al entendimiento de que lo único del universo que valía la pena ganar era a Cristo mismo. Para él Cristo era la única realidad. Nada le era real sino a Cristo.
En Filipenses 3:3 Pablo dice: “Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos por el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne”. La expresión servimos por el Espíritu de Dios también puede traducirse adoramos a Dios en el espíritu. Esto es similar a lo que dijo el Señor Jesús en Juan 4:24, que Dios es Espíritu y los que le adoran, en espíritu es necesario que adoren. Filipenses 3:3 también nos dice que Pablo no se gloriaba en su religión, en su pureza, en su limpieza ni en su actividad religiosa. El se gloriaba en Cristo Jesús. Debemos adorar a Dios en el espíritu y gloriarnos en Cristo como la realidad. Sólo Cristo debe ser importante o real para nosotros. Nuestras vidas deben estar ocupadas sólo con Cristo mismo.
Todos tenemos que pagar el precio con relación a esto. Muchas cosas tal vez entren insidiosamente, incluso cosas buenas que no sean Cristo, las cuales sustituyen a Cristo en la vida de los cristianos. No sólo el mundo y el pecado pueden impedirnos buscar a Cristo y mantenernos alejados de El. Incluso las cosas buenas, las religiosas y las relacionadas con Cristo pueden impedirnos buscar a Cristo y estar ocupados con El mismo. Por lo tanto, debemos aprender la lección de siempre considerarlo todo como pérdida por amor a Cristo. Lo que el apóstol Pablo consideró como pérdida no eran cosas malas. Todo lo que él consideró pérdida eran cosas buenas, pero no eran Cristo mismo. Muchos cristianos buscan dones espirituales, pero éstos pueden ser sustitutos de Cristo. Si nos centramos en Cristo mismo para experimentarle genuinamente, entonces todo don que tengamos también será Cristo mismo.
Debemos recordar que el plan de Dios es forjar a Cristo en nosotros, y debemos prestar atención a Cristo mismo, no a ninguna otra cosa. No queremos permitir que algo entre en nuestra vida que sustituya a Cristo. Queremos considerarlo todo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús nuestro Señor. Pablo deseaba “conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte” (Fil. 3:10). Pablo quería ser mezclado con Cristo, transformado en El a fin de llegar a ser un miembro auténtico Suyo. Si usted busca a Cristo y le experimenta de esta manera, tendrá el poder, el fruto, la espiritualidad y todo lo que sea bueno a los ojos de Dios. Esto se debe a que todo lo que sea bueno a los ojos de Dios debe ser algo de Cristo mismo. Si usted tiene a Cristo, lo tiene todo. Como dice el coro de Himnos, #235: “Todo en Cristo está, y Cristo todo es”.
La vida de Pablo consistía en vivir a Cristo (Fil. 1:21a). Para él, el vivir era Cristo, no la ley ni la circuncisión. No quiso vivir la ley, sino a Cristo; no quiso ser encontrado en la ley sino en Cristo (3:9). Cristo no sólo era su vida interna sino también su conducta externa. Vivía a Cristo porque éste vivía en él (Gá. 2:20). El era uno con Cristo tanto en vida como en conducta. El y Cristo, ambos, tenían una sola vida y conducta. Vivían juntos como una sola persona. Cristo vivía en él como su vida, y él expresaba a Cristo exteriormente como su conducta. Experimentar normalmente a Cristo equivale a vivirle, y vivirle es magnificarle siempre, sin importar las circunstancias.
El plan de Dios es forjar a Cristo en nosotros, así que por toda nuestra vida necesitamos ser convertidos muchas veces. Cuando algo en su vida sustituye a Cristo, usted necesita ser convertido de esto a Cristo mismo. Debemos siempre mantenernos en contacto directo con Cristo. Entonces seremos uno con Cristo en la realidad.