
Este libro se compone de mensajes dados en chino por el hermano Witness Lee en Anaheim, California, del 5 al 26 de agosto de 1984. Estos mensajes no fueron revisados por el autor.
Los israelitas fueron redimidos y bendecidos por Dios y finalmente fueron introducidos en la buena tierra de Canaán, y a cada familia se le asignó su porción de tierra. Bajo el cuidado de Dios, no sólo fueron bendecidos los israelitas, sino que también su tierra fue bendecida. Cada siete años, la tierra no tenía que rendir ninguna producción. Durante el séptimo año, tanto los israelitas como la tierra permanecían en reposo. En el séptimo año nadie sembraba la tierra, porque ése era el año que Dios había ordenado como año sabático. Entonces, después de siete años sabáticos llegaba el año pentecostés, o sea el cincuentavo año. El año pentecostés no era sólo un año sabático; de hecho, no se podía describir en términos humanos. Debido a esto, los traductores de la Biblia en chino se esforzaron por inventar el término hsi-nien, el año del jubileo, para describirlo. Después que los israelitas entraron a la tierra de Canaán, cada cincuentavo año, era el año del jubileo para ellos. Cincuenta años representa el transcurso completo de la vida humana caída. El año del jubileo, el cual es el cincuentavo año, representa la conclusión de nuestra vida humana caída.
Como hemos visto, los israelitas fueron redimidos por Dios; ellos dejaron Egipto, atravesaron el desierto y entraron en Canaán. Después de entrar en la tierra de Canaán, cada familia recibía una porción de la buena tierra que fluye leche y miel, para que fuera su rico disfrute. Sin embargo, algunas de las personas eran perezosas y glotonas. A la gente perezosa le gusta comer, pero no le gusta trabajar. Ciertamente, alguien que es perezoso y glotón se vuelve pobre. En los tiempos antiguos, las personas no tenían mucho que vender, así que, cuando se volvían pobres, vendían su tierra. Sin embargo, si la tierra se hubiera vendido de manera permanente, en unas cuantas generaciones habría habido una gran disparidad entre ricos y pobres. Por lo tanto, Dios dijo a los israelitas: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo” (Lv. 25:23). Ellos no podían vender su porción de tierra, la posesión que habían recibido de Dios, de manera permanente a otro propietario. Esto difiere de la venta de terrenos hoy en día, donde una vez que se vende el terreno, está vendido para siempre. El período más largo en el que podía permanecer vendido un lote de tierra, era cincuenta años. Cuando alguien vendía su tierra, la recibiría de nuevo como propietario original en el cincuentavo año, el año del jubileo.
Además, algunas personas eran tan glotonas y perezosas que incluso después de haber vendido su tierra, todavía permanecían en la pobreza y no tenían otra alternativa que venderse como esclavos. No obstante, cuando llegaba el año del jubileo, ellos dejaban de ser esclavos y obtenían su libertad. En el año del jubileo, el cual los israelitas debían santificar, se proclamaba liberación por toda la tierra a todos sus habitantes, y cada uno podía volver a sus posesiones y a su familia (Lv. 25:9-10). Nadie tenía que pagar por la redención; todos recobraban sus posesiones y su libertad gratuitamente. Por tanto, en el cincuentavo año, nadie se quedaba sin tierra y nadie estaba en esclavitud. Así que, el año del jubileo era gracia para todos ellos.
En Isaías 61:2 se le llama al año del jubileo “el año de la buena voluntad de Jehová” o “el año agradable de Jehová”; también podríamos traducirlo como “el año de la gracia de Jehová”. Este versículo está incluido en la Escritura que leyó el Señor Jesús en Lucas 4:17-19, donde encontramos la expresión “el año agradable del Señor, el año del jubileo”. En Isaías es el año de la gracia, mientras que en el Nuevo Testamento es el año del jubileo. Por tanto, el año del jubileo es el año de la gracia. El hombre se volvió un vil pecador, no solamente llegó a ser perezoso y glotón sino también imprudente e inicuo. La pereza y la glotonería le hicieron tan pobre que tuvo que vender sus posesiones, y la imprudencia y la iniquidad le volvieron tan indigente que tuvo que venderse a sí mismo. Consecuentemente, cayó en una situación donde no tenía ni sus posesiones ni su libertad. Sin embargo, en el año del jubileo todo propietario original recibía de regreso lo que había vendido, y todos recuperaban su libertad.
Los políticos y filósofos han hecho su mejor esfuerzo por hallar la manera de satisfacer las necesidades de las personas, pero cuantos más “ismos” inventan, más sufre la gente. Lo que la Biblia enseña es mucho mejor que cualquier teoría o “ismo”. No necesitamos una teoría ni un “ismo”; lo que necesitamos es que el Señor Jesús entre en la humanidad. En Su venida, El fue ungido por Jehová para anunciar el evangelio a los pobres y fue enviado a proclamar libertad a los cautivos y recobro de la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, y a proclamar el año en el cual Dios acepta al hombre, el año del jubileo, el cual es el año de la gracia. El año del jubileo es el tiempo cuando Dios perdona al hombre y lo recibe.
En el Antiguo Testamento, el año del jubileo se halla en Levítico 25 como tipo, y se encuentra en Isaías 61 como profecía. El tipo se estableció aproximadamente mil quinientos años antes de la venida del Señor Jesús, y la profecía fue dada aproximadamente setecientos años antes de Su venida. En ese tiempo, sin embargo, los judíos desconocían por completo lo que significaba el año del jubileo mencionado en Levítico 25 y el año de la gracia mencionado en Isaías 61. Al pasar los años, ellos simplemente guardaban los reglamentos de la ley según sus tradiciones, adoraban a Dios todos los sábados e iban a las sinagogas a escuchar enseñanzas. Pero un día vino el Señor Jesús, y en un día sábado El entró expresamente en la sinagoga, tomó el rollo y lo abrió a Isaías 61, donde se profetiza que Dios ungiría al Señor con Su Espíritu para que anunciara el evangelio a los pobres y proclamara el año agradable del Señor, el año del jubileo. Entonces el Señor Jesús dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos”. Los judíos daban buen testimonio de El y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de Su boca (v. 22). Sin embargo, hasta el día de hoy, no entienden el verdadero significado de estas palabras de gracia.
Hoy, nosotros entendemos el verdadero significado de las palabras de gracia que habló el Señor. Dios creó al hombre con el propósito de que éste fuera un vaso para contenerle con miras a que le expresara. Por tanto, inmediatamente después de que el hombre fue creado, Dios se dio a Sí mismo al hombre para ser la posesión de éste. La herencia que Dios nos ha dado es El mismo. El no nos ha dado otra cosa sino a Sí mismo, puesto que a los ojos de Dios, todo lo demás es basura. La herencia de la cual habla la Biblia, es la herencia entre los santos, la cual han de recibir todos aquellos que creen en el Señor (Hch. 26:18). Esta herencia es Dios mismo; somos aquellos que heredamos a Dios. Por eso, después que Dios creó a Adán, no le dijo mucho; simplemente indicó que Su deseo era que Adán le recibiera como posesión propia. Sin embargo, debido a la caída, el hombre abandonó a Dios, perdió a Dios como su posesión y cayó en el mundo. Consecuentemente, el hombre no sólo vendió sus posesiones, sino que también se vendió a sí mismo.
Si analizamos la sociedad humana, podríamos dividir al hombre en tres categorías: optimistas, pesimistas y los que están en medio. Muchos optimistas son soñadores, carecen de sobriedad y están llenos de imaginaciones. En cambio, a los ojos de los pesimistas, nada es bueno. Para ellos, China no es buena ni tampoco Estados Unidos es bueno. Cuando están en un lugar dicen que otro lugar es mejor, y cuando están en ese otro lugar, llegan a la conclusión de que el primer lugar era mejor. Los imparciales no son ni muy optimistas ni muy pesimistas; son personas lúcidas. Ellos les enseñan a sus hijos a que estudien arduamente, a que se esfuercen, a que se gradúen de la universidad y a que pasen el examen de inglés a fin de ir a los Estados Unidos a estudiar. Si no obtienen un doctorado, por lo menos obtendrán una maestría. Después de recibir su título, trabajan arduamente con el fin de casarse, tener una familia y hacer una carrera. Sin embargo, no importa si son optimistas, pesimistas o imparciales, todos han perdido a Dios como su posesión y se han vendido para ser esclavos de Satanás.
Efesios 2:12 dice que las personas que viven en el mundo están sin esperanza y sin Dios. Ya sea ricos o pobres, nobles o comunes, civilizados o salvajes, todos son iguales; todos están sin esperanza y sin Dios. Y además, las personas hoy han caído a tal grado que se han vendido al pecado y a Satanás. Algunas personas se han vendido a cosas pecaminosas, tales como la comida y la bebida en exceso, el desenfreno sexual, las apuestas y la drogadicción. En otras personas esto no es tan evidente; sin embargo, también se han vendido, y por tanto no tienen libertad, ni tienen control sobre su propia voluntad. Los que aún no se han casado, piensan que el matrimonio es la manera de librarse de los problemas. Pero después del matrimonio, descubren que en lugar de obtener libertad, han entrado en un nuevo tipo de esclavitud. El problema principal es que el hombre se ha vendido a sí mismo y ha perdido a Dios; por tanto, ha perdido su libertad y sus posesiones, y se ha vuelto un esclavo. Pablo dice en Romanos 7:14: “Mas yo soy de carne, vendido al pecado”. No sólo los incrédulos, sino incluso muchos creyentes no están aún completamente liberados de la esclavitud de Faraón.
Por tanto, en el año del jubileo existen dos bendiciones principales: que todo hombre recupere las posesiones que había perdido, y que sea liberado de la esclavitud. Si deseamos ser realmente libres y disfrutar a Dios como nuestra posesión, debemos recibir al Señor Jesús en nosotros como nuestro verdadero jubileo. Si le obtenemos a El, recuperamos nuestras posesiones y se nos devuelve la libertad. El Señor Jesús nos ha liberado para que obtengamos a Dios como nuestra posesión y seamos liberados de la esclavitud del pecado y Satanás, a fin de que obtengamos la verdadera libertad. Cada uno de los que hemos experimentado la gracia del Señor puede testificar que antes de ser salvos, no teníamos libertad ni control sobre nosotros mismos. Pero ahora que hemos sido salvos, el Señor nos ha liberado desde nuestro interior para que ya no seamos esclavos. Además, hemos vuelto a Dios y le hemos obtenido como nuestra posesión propia. El Señor Jesús dijo en Mateo 11:28: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. Ya no somos aquellos que se afanan trabajando arduamente y están cargados, sino que tenemos libertad y disfrutamos del descanso. Además, ya no somos pobres; en cambio, tenemos a Dios como nuestra herencia (Hch. 26:18; Ef. 1:14; Col. 1:12). Este es el significado del año del jubileo.
El Señor le dijo a Pablo: “Te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados por la fe que es en Mí” (Hch. 26:17b-18). Como hemos visto, la herencia que se menciona en este versículo es Dios mismo. En 2 Corintios 6:2 Pablo dice: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. Pablo nos exhorta a recibir al Señor de inmediato, puesto que ahora es el año agradable del Señor, el año del jubileo. El año del jubileo es un año santo, un año de gracia. Si tenemos el jubileo, tenemos a Dios; y si tenemos a Dios, tenemos la gracia.
La palabra china que se usa para jubileo significa que todo es de nuestro agrado. Cuando todo es de nuestro agrado, estamos en el jubileo. Jubileo significa no tener ningún afán ni ansiedad, ninguna preocupación ni inquietud, ninguna escasez ni carencia, ninguna enfermedad ni calamidad, ni tampoco ningún problema en absoluto, sino más bien, tener todos los beneficios; así, todo es de nuestro agrado. ¿Cómo es posible que hoy todo sea del agrado de una persona? No hay nada en nuestra vida humana que sea del agrado de nuestro corazón. Quizás algunas cosas sean de nuestro agrado hoy, pero mañana no lo serán. Por tanto, nuestra vida humana no siempre nos satisface, y nuestro entorno no es siempre gratificante. Todo puede ser de nuestro agrado solamente si hemos obtenido al Cristo todo-inclusivo como nuestro disfrute. En Filipenses 4 Pablo declara que él conocía a Cristo y que le experimentaba a tal grado que en todo estaba contento. El dice: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad. Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (vs. 11b-13). No son las personas, los asuntos ni las cosas externas, sino el Cristo interior quien nos capacita para que estemos calmados y libres de preocupaciones al enfrentar todo tipo de situaciones.
En la era del Antiguo Testamento, la era de la ley, antes de la venida de Cristo, el hombre tenía la posición de esclavo. No fue sino hasta que Cristo vino que El proclamó el año del jubileo (Lc. 4:16-21). Es fácil entender que el año del jubileo sólo dure un año; sin embargo, la palabra año conlleva el significado de una era. Podríamos decir que “el año del jubileo” se refiere a la era del jubileo, y no sólo a un año, a saber, el cincuentavo año. El cincuentavo año tipifica una era, una época. Según las dispensaciones, la era del jubileo está dividida en dos períodos. Un período es la era neotestamentaria, la cual es la era de la gracia hoy; el otro período es la era del milenio, que es la plenitud del jubileo.
Según la dispensación, Cristo ya vino, así que la era del jubileo ya está aquí; pero no tenemos el jubileo en nosotros a menos que hayamos permitido que el Señor Jesús entre en nosotros. Así que, según nuestra experiencia, Cristo debe entrar en nosotros para ser nuestro jubileo. Además, aun si hemos creído en Cristo y hemos permitido que El entre en nosotros, no estamos viviendo prácticamente en el jubileo a menos que le permitamos a Cristo vivir en nosotros y a menos que vivamos por El. Si vivimos por Cristo en cierto asunto y le permitimos vivir en nosotros, disfrutaremos del jubileo en esa situación. De esta manera, todo lo relacionado con ese asunto en particular será de nuestro agrado. En nuestra vida matrimonial, por ejemplo, si permitimos que Cristo viva en nosotros y nosotros vivimos por El, entonces todo en nuestro matrimonio será de nuestro agrado. Todo lo que era desagradable se volverá agradable, y todo lo que no nos satisfacía, nos llegará a satisfacer. Lo mismo se aplica con respecto a ir a la escuela, dar clases y hacer negocios. Si permitimos que Cristo viva en nosotros y si nosotros vivimos por El, todo será de nuestro agrado. De otra manera, todo será un problema, y nada será un jubileo. En otras palabras, cuando Cristo entra en nosotros, el jubileo entra en nosotros. No piense que tenemos el jubileo simplemente porque somos salvos. Cristo es nuestro jubileo, siempre y cuando vivamos por El, pero no es nuestro jubileo cuando no vivimos por El.
El año del jubileo es Cristo; por tanto, el año del jubileo es el año de la gracia, puesto que la gracia es Dios mismo en Cristo como nuestro disfrute. Cuando escuchamos el evangelio, escuchamos el jubileo. Una vez que nos arrepentimos y creemos en el Señor, el jubileo entra en nosotros. Desde ese momento en adelante —en cualquier momento y en cualquier asunto, al tratar con cualquier cosa o con cualquier persona— si vivimos por Cristo, El será nuestro jubileo. A veces tenemos la triste experiencia de que dejamos a Cristo a un lado y, por tanto, perdemos a Dios temporalmente. Una vez que perdemos a Dios, nos hemos vendido y nos hemos vuelto esclavos otra vez. No obstante, si comenzamos a disfrutar al Señor Jesús de nuevo, obtenemos a Dios y disfrutamos de la libertad. En ese momento, dentro de nosotros todo es del agrado de nuestro corazón y tenemos el jubileo. Estamos contentos y nos regocijamos, prosperamos y vivimos una larga vida. Este es el significado del jubileo.