
Lectura bíblica: Lv. 25:39-41, 54; Lc. 4:18-19; Hch. 26:18; Jn. 8:34, 36; Ro. 7:14; 6:6-7; 8:2; Gá. 5:1
En el capítulo anterior vimos la posesión que recobramos mediante el jubileo, y en este mensaje veremos la libertad que recobramos mediante el jubileo. Tanto la posesión como la libertad son asuntos positivos, pero existe una diferencia entre ellos. Tal vez algunos prefieran obtener la libertad en vez de obtener una posesión, pero este concepto no es correcto. Nuestra posesión es Dios mismo. No podemos renunciar a Dios y decir que queremos tener libertad en lugar de tener a Dios, puesto que sin Dios no hay libertad. Nuestra posesión es Dios, y nuestra libertad viene del disfrute que tenemos de Dios. Cuando tenemos nuestra posesión y disfrutamos de ella, el resultado es que obtenemos libertad. La libertad consiste en no estar oprimidos ni tener escasez. Aparentemente algunas personas no están oprimidas, pero tienen escasez. Solamente aquellos que han experimentado la miseria de la pobreza, realmente saben lo que ésta es. La pobreza es una enorme atadura. Nada oprime más a las personas que la pobreza; la pobreza puede oprimir a las personas al grado que no tienen escapatoria. ¡Realmente agradecemos a Dios que hoy El sea nuestra posesión, y cuando le disfrutamos, obtenemos libertad!
Sin los tipos del Antiguo Testamento, no tendríamos manera de entender muchas de las palabras del Nuevo Testamento. Así que, los tipos del Antiguo Testamento son muy valiosos. Los niños en el jardín de infancia aprecian los dibujos y los modelos. Si les hablamos acerca de un avión, quizás no entiendan lo que es un avión, pero si les mostramos la foto o el modelo de un avión, inmediatamente entienden. Tal parece que la Biblia usa el “método de enseñanza del jardín de infancia”: el Nuevo Testamento usa palabras sencillas, y el Antiguo Testamento contiene cuadros o dibujos. El Nuevo Testamento nos dice claramente que sin Dios, perdemos nuestra verdadera posesión; es decir, que si no disfrutamos a Dios, consecuentemente caeremos en esclavitud. Hemos perdido a Dios y nos hemos vendido al pecado. Sin embargo, si la Biblia sólo nos explicara esto sin presentarnos algún cuadro, no lograríamos entenderlo con claridad. Esta es la razón por la cual los tipos en el Antiguo Testamento son de mucha ayuda. Cada aspecto ilustrado por los tipos corresponde a las claras palabras del Nuevo Testamento. Necesitamos un entendimiento apropiado para comprender los tipos. Cuando algunas personas ven los tipos presentados en el Antiguo Testamento, tales como las ordenanzas relacionadas con el tabernáculo y con las ofrendas en Exodo y Levítico, consideran que estas cosas son insignificantes y difíciles de entender. Cuando comencé a leer la Biblia, yo sentía lo mismo. Siempre que llegaba a las genealogías, tipos y profecías, quería saltármelos. Sin embargo, hoy puedo decir que los tipos son uno de los aspectos más preciosos en la Biblia.
El Antiguo Testamento describe muy bien el año del jubileo. Levítico 25 es un capítulo largo, pero solamente tiene dos puntos principales. El primero es que en el año del jubileo todos aquellos que habían perdido sus posesiones regresaban a las mismas. No era la posesión la que regresaba al propietario, sino el propietario el que regresaba a su posesión. Por una parte, el hombre es el que se fue y perdió su posesión, pero por otra, la posesión lo perdió a él. ¿Perdimos a Dios, o Dios nos perdió a nosotros? Ambas cosas son ciertas: nosotros perdimos a Dios, y Dios nos perdió a nosotros. Como hemos visto, la parábola del hijo pródigo en Lucas 15 es un cuadro del año del jubileo. Todos somos los verdaderos hijos pródigos. Incluso los reyes, los presidentes, los primeros ministros y los representantes del gobierno, todos son hijos pródigos. En esta parábola, ¿fue el hijo quien perdió al padre, o fue el padre quien perdió al hijo? Esta parábola no habla principalmente de que el hijo haya perdido al padre. En el versículo 24, el padre dijo: “Porque éste mi hijo estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”. A partir de este versículo, podemos ver que se recalca más el hecho de que el padre haya perdido al hijo, que el hecho de que el hijo haya perdido al padre. Por tanto, el año del jubileo principalmente no se refiere a que nuestra posesión regresa a nosotros; más bien, nosotros volvemos a lo que nos pertenece. Principalmente, no es Dios quien regresa a nosotros, sino que nosotros volvemos a El. La más grande bendición en el año del jubileo es que nosotros volvemos a Dios como nuestra posesión. Este es el primer punto principal de Levítico 25.
El otro punto principal en Levítico 25 es que hemos obtenido la libertad. Debido a nuestra pobreza, no sólo perdimos a Dios como nuestra posesión sino que también nos vendimos como esclavos. Una vez que nos vendimos, perdimos nuestra libertad. Sin embargo, cuando llega el año del jubileo, no sólo volvemos a Dios como nuestra posesión, sino que también obtenemos la libertad y somos liberados de la esclavitud. Hoy muchas personas hablan de la libertad, de los derechos civiles y de los derechos humanos, pero si el hombre no disfruta a Dios, no puede obtener la verdadera libertad. Cuando los políticos hablan acerca de la libertad, no dicen nada acerca de volver a Dios como posesión propia; por tanto, en esencia, nada de lo que dicen es acertado. Comenzando con la Revolución francesa hace doscientos años, las personas han estado buscando la democracia para obtener la libertad. Sin embargo, cuando las personas hablan solamente de la libertad sin que vuelvan a Dios, el resultado es que se producen muchos problemas y se introducen muchas cosas malignas. ¿Quién ha obtenido verdadera libertad? Si alguien dice que es libre, de modo que puede hacer apuestas sin ningún problema, no se da cuenta de que ha caído en la esclavitud del juego y que está más esclavizado que nunca. Hace setenta años en China, las mujeres y los jóvenes tenían poca libertad. Ellos tenían que ponerse de pie cuando entraban sus padres, abuelos o tíos a la habitación, y les debían ceder sus asientos cortésmente. Sin embargo, hoy en Estados Unidos la mayoría de los hijos no le ceden el asiento al padre, ni siquiera al abuelo; en este sentido, son muy libres. No obstante, muchos niños en épocas anteriores tenían verdadera libertad, mientras que los niños de hoy tienen una libertad indebida, una libertad bajo el yugo de la esclavitud. Según este mismo principio, el yugo de la esclavitud que llevan muchas mujeres hoy es peor que antes, porque hoy muchas mujeres no tienen a Dios. El principio bíblico es que primero debemos volver a Dios a fin de poder obtener la libertad. Si deseamos obtener la libertad sin regresar a Dios, el resultado será que no tendremos la verdadera libertad.
Por causa de la caída, el hombre ha perdido a Dios y vive sin Dios. Por tanto, cuando la Biblia habla del año del jubileo, lo primero que enseña es que el hombre debe volver a Dios. Entonces, cuando poseemos a Dios y le disfrutamos, obtenemos la verdadera libertad. Según el tipo en el Antiguo Testamento, cuando llegaba el año del jubileo, aquel que había sido vendido como esclavo regresaba a su propia posesión y a su propia familia para reunirse con sus parientes y, al mismo tiempo, también era liberado del yugo de la esclavitud y dejaba de ser esclavo. En la era neotestamentaria, en Lucas 4, el Señor habló acerca de la condición de tres clases de personas. El versículo 18 dice: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres; me ha enviado a proclamar a los cautivos libertad, y a los ciegos recobro de la vista; a poner en libertad a los oprimidos”. Las tres categorías de personas en este versículo son los pobres, los cautivos y los oprimidos. Por una parte, éstas son tres clases de personas, pero por otra, son tres condiciones humanas. Cuando perdemos a Dios, nos volvemos pobres, y el resultado de la pobreza es que llegamos a ser cautivos; entonces, después de ser capturados, somos oprimidos. No obstante, cuando llega el año del jubileo, obtenemos la libertad y somos liberados de la pobreza, del cautiverio y de la opresión.
Cuando yo era joven, no sabía si los pobres en este versículo se refería a los que eran pobres materialmente o pobres espiritualmente. Algunos quizás digan que ser pobre se refiere a la pobreza en cuanto a cosas materiales, y que la pobreza material representa la pobreza espiritual. Esta manera de explicar este versículo es incorrecta. Las personas realmente pobres no son las que no tienen dinero, sino las que no tienen a Dios. Podemos considerar a los millonarios de hoy: aunque tienen muchas riquezas, si el vacío de su ser no puede llenarse con nada, ¿acaso no son pobres? No tener a Dios equivale a ser realmente pobre. Las riquezas materiales no significan nada. Pablo dijo que las cosas materiales eran como basura para él. El dijo: “Por amor del cual [Cristo] lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil. 3:8). Pablo estimaba todo como basura por amor a Cristo. La palabra basura significa comida para perros, es decir, la escoria, la basura que se tira a los perros. Lo que Pablo quería decir con esto es que si un hombre no tiene a Dios, entonces todo lo que él disfrute aparte de Dios, no es otra cosa que comida para perros. Sólo Dios es el verdadero alimento del hombre. El Señor Jesús dijo que El es el pan de vida. Aparte de El, todo es comida para perros, o aun peor que la comida para perros. Cuando el hijo pródigo en Lucas 15 abandonó a su padre, dejó su herencia. Como resultado de ello tuvo que comer comida para cerdos, la cual es peor que la comida para perros. En la casa de su padre había abundancia de comida, pero él era tan pobre que tenía que comer comida para cerdos. Recuerden que los pobres no son los que no tienen dinero; más bien, los que son realmente pobres son las personas que no tienen a Dios.
Por tanto, la frase anunciar el evangelio a los pobres, en Lucas 4, significa predicar el evangelio a los que están sin Dios. Esto corresponde a Efesios 2:12, que dice que antes vivíamos en el mundo, sin esperanza y sin Dios. ¿Por qué no teníamos esperanza? Porque no teníamos a Dios. Las personas que viven sin Dios, no tienen esperanza. Ya sean reyes, reinas o presidentes, todos son pobres porque viven en el mundo sin Dios. No debemos entender mal la Biblia. Anunciar el evangelio a los pobres no significa predicar el evangelio a los que son pobres materialmente; de lo contrario, no habría que predicarle el evangelio a los millonarios, a los banqueros y a los presidentes, ya que estos no son pobres respecto a cosas materiales. El significado exacto de este pasaje es que todos los hombres —ya sean ricos o pobres, honrados o despreciados— necesitan el evangelio, y necesitan obtener a Dios.
Además, Lucas 4:18 dice: “Proclamar a los cautivos libertad”. Los Estados Unidos es hoy el país más libre de la tierra; aquí nadie puede capturar injustamente a alguien. Sin embargo, en realidad casi todos los que viven en este país son cautivos. Los líderes han sido capturados, y los ciudadanos comunes también han sido capturados. ¿Quién los capturó? Según Hechos 26:18, el Señor le dijo a Saulo de Tarso que El lo enviaba a los gentiles “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios”. En un sentido estricto, todos hemos sido capturados por Satanás. Todos los seres humanos, sin importar su ocupación, género o edad, son cautivos de Satanás y están bajo su autoridad. Al parecer, los seres humanos son libres, pero de hecho, en el mundo entero nadie es libre, porque todos están cautivos bajo la autoridad de Satanás. En 1 Juan 5:19 dice: “El mundo entero está en el maligno”. Todas las personas del mundo permanecen de una manera pasiva en la esfera de la influencia del maligno, bajo su usurpación y manipulación.
La Biblia no dice que las personas caídas son esclavos de Satanás; más bien, dice que las personas caídas son esclavos del pecado y cautivos de Satanás. Satanás nos ha capturado, y el pecado nos ha esclavizado. Ser un cautivo es muy similar a ser un esclavo, pero existen algunas diferencias básicas. En Romanos 7:14 Pablo dice: “Yo soy de carne, vendido al pecado”. Estar vendidos al pecado significa que nos hemos vendido como esclavos al pecado. Sin embargo, no somos cautivos del pecado; somos cautivos de Satanás y esclavos del pecado.
Debemos profundizar para ver lo que es el pecado. Una definición común es que la violación, el robo, la brujería y la fornicación son pecado. Igualmente, la gula, la embriaguez, la lujuria y las apuestas también son pecado. Asimismo, el homicidio y el incendio provocado son pecado; no honrar a nuestro padre y a nuestra madre es pecado; robar y saquear es pecado; mentir y engañar es pecado; y maldecir y odiar es pecado. Sin embargo, en el sentido intrínseco, éstos no son el verdadero pecado. El pecado es algo intrínseco en el hombre; el homicidio y el incendio provocado son solamente los hechos externos y pecaminosos que se llevan a cabo, y se manifiestan externamente como resultado del pecado intrínseco. Estos hechos externos pueden considerarse como el resultado del pecado, pero no son el pecado mismo. ¿Qué es entonces el pecado? En China, los seguidores de Confucio estudiaron este asunto cuidadosamente. El resultado de sus estudios dio lugar a dos grandes teorías opuestas, en el confucionismo, acerca de la naturaleza humana: la teoría que afirma que la naturaleza humana es buena, y la teoría que afirma que la naturaleza humana es mala. Los que defienden la primera teoría afirman que el hombre nace bueno, mientras que los que defienden la segunda teoría, dicen que el hombre nace siendo maligno. Sin embargo, ellos no investigaron el tema lo suficiente como para conocer el verdadero significado del pecado. En realidad, el pecado es simplemente Satanás. Romanos 7 dice que el pecado puede morar en nosotros (v. 20). Decimos normalmente que una mesa está puesta en una casa; nadie diría que una mesa mora en una casa. Solamente las personas vivas pueden morar en un lugar. El hecho de que el pecado more en nosotros, comprueba que el pecado está en nosotros como una persona viva. Romanos 7 también dice que el pecado que mora en nosotros nos mata (v. 11). Una mesa no puede matar, pero el pecado sí mata. El pecado, antes de matar a una persona, la oprime, forzándola a hacer lo que ella no desea hacer. El pecado es un “gángster” que obliga a las personas a hacer lo que ellas no quieren hacer. Pablo dijo que él no quería codiciar, pero el pecado que moraba en él hacía que fuera incapaz de dominarse a sí mismo. El declaró que el querer el bien estaba en él, pero no el hacerlo, porque alguien que era más fuerte moraba en él. Esta persona no sólo lo venció, sino que también lo mató. De esta manera, la Biblia revela que el pecado es el propio Satanás.
Antes que Satanás entrara en el hombre, el pecado no se había corporificado; pero una vez que Satanás entró en el hombre, el pecado se corporificó en el hombre. No existe una escuela de pecado que enseñe a las personas a pecar. Aunque ningún padre enseñe a sus hijos a pecar, es notable que a medida que los hijos crecen, espontáneamente cometen pecados sin que nadie les instruya. Esto se debe a que el pecado que mora en ellos, los induce a cometer pecados. A medida que la voluntad de una persona se desarrolla, ésta siente que pecar no es bueno, y por tanto, ya no desea cometer más pecados. Sin embargo, el pecado que mora dentro de ella no le deja en paz, y le obliga a hacer lo que no quiere. Podemos ver esto particularmente en los que fuman opio, en los que beben y en los que apuestan. Cuando las personas hacen estas cosas, incluso el semblante de algunas de ellas parece demoníaco. Ellos entienden claramente que si siguen apostando, perderán todo su dinero y llegarán a ser pobres, pero su adicción los impulsa y los induce a seguir jugando. Una adicción es un deseo insaciable. La adicción al alcohol, al tabaco y a las drogas, proviene de Satanás. Una vez que una persona se vuelve adicta a las apuestas, no puede parar de jugar, y una vez que alguien se vuelve adicto al alcohol, no puede dejar de beber.
Cuando la adicción al alcohol hace su demanda a un adicto, éste debe tomar una copa, y cuando la adicción al juego incita a un apostador, éste tiene que apostar. No hay excepciones en cuanto a este patrón. Después de que la adicción es suprimida y la persona vuelve en sí, ella lamenta todo lo que ha hecho. Ella lamenta que ha avergonzado a sus padres, a su esposa y a sus hijos. Entonces puede invocar al cielo y a la tierra como testigos de su juramento que nunca lo hará otra vez. Sin embargo, unas horas más tarde, cuando la adicción regresa, el adicto es impotente contra ella.
Por tanto, existe un factor en el hombre que le impulsa a pecar, es decir, en el hombre hay una adicción al pecado. Este factor, esta adicción, es Satanás mismo, y el hombre es su cautivo. Satanás ha capturado al hombre y mora en él como pecado, esto es, el pecado que incita. Satanás primero nos capturó; después, vino a morar en nosotros como aquel que nos incita, el que nos instiga a pecar. El se ha convertido en nuestro amo ilegal, y nosotros nos hemos vuelto sus cautivos, hasta el grado que no podemos hacer el bien y cometemos pecados. En la Biblia, a Satanás también se le llama Beelzebú. Según el idioma original de la Biblia, Beelzebú significa señor del muladar, y proviene del nombre que significa señor de las moscas. Todo muladar está cubierto con moscas. Como señor del muladar, Satanás se especializa en guiar a las moscas a comer basura; por tanto, él es también el señor de las moscas. Puesto que él es el señor de las moscas, todos los pecadores son como moscas que siguen a Satanás y “comen basura”. Van a dondequiera que haya peste, y siguen a Beelzebú para festejar comiendo basura. Incluso las personas de clase alta son como moscas. Beelzebú puede disfrazarse con aspecto de clase alta, de modo que todas las “moscas” que le siguen parecen ser de clase alta. Tales personas celebran fiestas y bailes en lugares de clase alta, pero tales lugares son simplemente “muladares cultos”. Estas personas se visten lujosamente y son muy cultos, y cuando bailan parecen ser muy elegantes. Pero en realidad, “están comiendo basura”.
Todos los descendientes de Adán son cautivos de Satanás; todos han sido capturados por él. Después de capturarnos, Satanás entró en nosotros como Beelzebú, el señor de las moscas, y comenzó a incitarnos a cometer pecados. En lo más profundo del corazón, nadie desea pecar, pero cuando una persona se convierte en adicta y es incitada por Beelzebú, es forzada a seguir ese camino y conducida “por la nariz”. Después lo lamenta y dirá: “Soy tan necio; ¿qué hice? ¿Por qué tuve que hacer eso?”. Aunque en lo profundo del corazón nadie quiere pecar, finalmente todos pecan. Nadie tiene control sobre sí mismo, y todos se han convertido en esclavos del pecado. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús dijo: “Todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado” (Jn. 8:34).
Aquel que se enoja con otro, y que es capaz de dejar su enfado en un instante, puede ser considerado como un sabio y un hombre virtuoso. Lógicamente, puesto que somos salvos y santificados, debemos ir más allá que los sabios y virtuosos; pero, ¿podemos desechar rápidamente nuestro enojo? No es fácil volver al Señor después de habernos enojado. Quizás una persona haya aprendido bien las lecciones, de modo que pueda volverse al Señor y calmar su enojo en un momento. Sin embargo, después de que tal persona salga de la presencia del Señor, su enojo podrá volver otra vez cuando vea a la persona que le ofendió. La madera y las piedras no se enojan, pero ningún hombre puede evitar enojarse; únicamente las personas muertas no se enfadan. Todos estos problemas se deben a que el hombre está bajo esclavitud y no tiene libertad. El pecado dentro de nosotros es un poder que nos controla. En Romanos 7:24 Pablo dijo: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?”. ¡Cuánto agradecemos a Dios por Romanos 8:2, que dice que en Cristo la ley del Espíritu de vida nos ha liberado de la ley del pecado y de la muerte! Agradecemos al Señor por Su misericordia. Muchos pueden testificar que cuando se enojan, pueden contentarse rápidamente, y que el enojo no regresa a ellos. ¡Esto se debe a que la ley del Espíritu de vida nos libera de la esclavitud del pecado!
En Lucas 4:18-19, el Señor Jesús citó las palabras del profeta Isaías y dijo: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres; me ha enviado a proclamar a los cautivos libertad, y a los ciegos recobro de la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año agradable del Señor, el año del jubileo”. Como hemos visto, anunciar el evangelio a los pobres es predicar el evangelio a los que han perdido a Dios, y los oprimidos son aquellos que están en esclavitud. No debemos pensar que el año del jubileo nos libera solamente en el día en que somos salvos. De hecho, toda la era del Nuevo Testamento es la era del jubileo. Toda nuestra vida cristiana está en la esfera del jubileo, en la cual llevamos una vida de libertad y liberación, libres de la esclavitud.
Anunciar el evangelio a los pobres, proclamar libertad a los cautivos, y poner en libertad a los oprimidos, éstas son las libertades que recobramos mediante el jubileo; son las bendiciones del jubileo, las bendiciones del evangelio. Las bendiciones del evangelio consisten en que regresemos a Dios y lo obtengamos como nuestra posesión. Una vez que disfrutamos a Dios como nuestra posesión, somos libres. Solamente los que disfrutan a Dios no cometen pecado y son realmente libres. Juan 8:36 dice: “Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres”. Si deseamos ser libres, si no queremos pecar, entonces tenemos que obtener al Hijo de Dios y disfrutarle. El Hijo de Dios hoy es el Espíritu vivificante. Este Espíritu vivificante es el Espíritu de vida, quién está en nosotros como la ley del Espíritu de vida. Por tanto, la ley del Espíritu de vida es simplemente el Señor mismo, quién pasó por la muerte y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante, el Espíritu de vida. Cada vida tiene su ley; así que, el Espíritu de vida también tiene una ley. La ley del Espíritu de vida nos libera de la ley del pecado. No sólo disfrutamos la libertad del jubileo en el momento en que creímos en el Señor, sino que desde ese día en adelante debemos disfrutar dicha libertad durante toda nuestra vida y por la eternidad. Esta libertad proviene del disfrute que tenemos de Dios. Dios ha llegado a ser nuestra posesión para que lo disfrutemos, y cuando le disfrutamos obtenemos libertad. Así es como obtenemos la verdadera libertad y dejamos de estar bajo esclavitud. Sin embargo, si no disfrutamos a Dios lo suficiente, seguiremos esclavizados por muchas cosas.
En conclusión, el año del jubileo consiste en volver a Dios como nuestra posesión y disfrute, a fin de ser libres y ser liberados de toda opresión. De este modo, volvemos de la autoridad de Satanás a Dios, y somos liberados de la esclavitud del pecado. Por eso es inútil luchar y esforzarse; la única manera eficaz es creer en el evangelio y disfrutar a Dios. Algunos quizás dirán: “Regreso a casa decidido a no enfadarme ni enojarme nunca más”; pero aunque podamos decidir hacer el bien, no tenemos el poder para llevarlo a cabo. Proponernos cambiar por nuestro esfuerzo propio no produce resultados positivos; más bien, debemos disfrutar al Señor. Debemos aprender a contactar y disfrutar a nuestro Señor, quien es verdadero y viviente. De esta manera, El llegará a ser nuestra liberación y nuestra libertad. Consecuentemente, no sólo volveremos a nuestra posesión, sino que también obtendremos libertad.