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Mensajes del libro «Jubileo, El»
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LLEVAR UNA VIDA DE JUBILEO

  Lectura bíblica: Lv. 25:10-12; Sal. 90:9-10; 73:14-17, 25; Ec. 1:2-3; Ro. 8:19-21; Mt. 11:28; Fil. 4:6-7, 9; 1 Co. 5:8; Ef. 3:8; Fil. 1:19; 2 Co. 12:9; 13:14

RECOBRAR NUESTRA PORCION PERDIDA: LLEVAR UNA VIDA DE JUBILEO EN LA ERA DEL JUBILEO

  En el capítulo uno vimos que el Señor vino para introducir la era del Nuevo Testamento como la era del jubileo. En el capítulo dos vimos que la posesión que recobramos mediante el jubileo es Dios mismo. Dios mismo ha llegado a ser nuestra herencia, la porción de nuestra copa y nuestra morada eterna por todas las generaciones. Puesto que Dios es nuestra herencia, El debe ser nuestro disfrute. En el capítulo tres vimos la libertad que recobramos mediante el jubileo. Libertad significa liberación, esto es, ser liberados de toda atadura, de toda carga pesada, de toda opresión y de toda esclavitud. Pablo dijo que todas las cosas le eran lícitas, mas no se dejaría dominar por ninguna (1 Co. 6:12). Cualquier cosa en nuestra vida puede convertirse en una esclavitud para nosotros, y todos podemos convertirnos en esclavos de cualquier asunto. Procurar una educación equivale a ser esclavizados, y no procurarla también equivale a ser esclavizados. Los pobres son dominados por la pobreza, mientras que los ricos son dominados por el dinero; la expresión en chino para la palabra avaro alude a alguien que es esclavo del dinero. El jubileo está relacionado con nuestras posesiones y también con nuestra libertad. El jubileo consiste en que los que son pobres y han perdido a Dios, vuelvan a El como su posesión propia, y el jubileo también proclama nuestra liberación.

  En el año santo, el año del jubileo, la libertad es proclamada a todas las personas. Hoy, en la era de la democracia, las personas diligentemente promueven la libertad, pero el resultado es que todos tienen muy poca libertad. En sesenta años de observación, he descubierto que las personas son mucho más libres cuando no procuran la libertad externamente. Pongamos un ejemplo usando la libertad política. Hace sesenta años había cierta libertad política en China. Nadie interfería con otros, los impuestos eran simples, y las personas podían viajar libremente sin necesidad de tener permisos. Pero hoy, después de una búsqueda intensa en este país por obtener la libertad, resulta problemático viajar y existen muchas restricciones. Las personas continuamente hablan de la libertad y buscan la libertad, pero finalmente quedan atadas y limitadas en muchas maneras. Dondequiera que vayamos en la tierra, hay esclavitud y restricciones. Las personas suelen usar palomas como símbolo de la libertad. Las “palomas de la libertad” son soltadas durante algunas celebraciones, pero después de que las palomas son liberadas, nunca vuelven. De manera semejante, una vez que “soltamos” la libertad, ésta “vuela muy lejos”. Si no procuramos la libertad, quizás la podremos disfrutar hasta cierto punto, pero cuanto más hablamos de libertad, más la perdemos. Muchos consideran que los Estados Unidos es un país libre, pero la libertad en Estados Unidos es una libertad descontrolada. Hay poca libertad genuina aquí. La sociedad americana está llena de diversiones, crimen, bailes, apuestas y otros asuntos; todas estas cosas son una esclavitud muy fuerte. Los estadounidenses caen en esclavitud porque son desmedidamente libres. Como resultado de esa clase de libertad, caen en el desenfreno y se esclavizan. La salvación del Señor nos trae verdadera libertad. El Señor Jesús dijo: “Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36). Sólo podemos disfrutar la verdadera libertad cuando tenemos a Cristo, el Hijo de Dios.

LA VERDADERA CONDICION DE LA VIDA HUMANA ES VANIDAD

  Ahora consideremos lo que significa llevar una vida de jubileo. El jubileo no es una doctrina ni simplemente una declaración; más bien, el jubileo es cierta clase de vivir. Cuando llegaba el año del jubileo y sonaba la trompeta, se proclamaba libertad por toda la tierra. Esto introducía una vida práctica, donde, por una parte se disfrutaba de una rica posesión, y por otra, se disfrutaba de la libertad. El jubileo es un tipo en el Antiguo Testamento, el cual se cumple en el Nuevo Testamento con todos aquellos que creen en el Señor. No obstante, si no conocemos la verdadera condición de la vida humana, no sabremos cuánto necesitamos el jubileo. Todas las personas son como vasos que están llenos del contenido incorrecto. A fin de que un vaso contenga la bebida correcta, primero debe ser vaciado; conocer nuestra verdadera condición equivale a ser vaciado. Por esta razón, basándonos en la Biblia, presentaremos un cuadro claro de la verdadera condición de la vida humana. Si vemos este cuadro, no seremos engañados acerca de la vida humana.

  Himnos, #491 se escribió basado en Eclesiastés, y describe la verdadera condición de la vida humana. La verdadera condición de la vida humana no es ni buena fortuna ni desgracia. De hecho, tanto la buena fortuna como la desgracia son inútiles. La verdadera condición de la vida humana se puede resumir en una palabra: vanidad. El rey sabio, Salomón, dijo que el hombre no tiene ningún provecho de todo su trabajo con que se afana debajo del sol, y que una generación va y otra generación viene, pero no hay memoria de lo que precedió; por tanto, todo es vanidad de vanidades (Ec. 1:2-11). Todos los asuntos de la vida humana son vanidad, o sea, es como ir en pos de las sombras y perseguir el viento; la vida es efímera y de breve duración.

  En Salmos 90:1 dice: “Señor, Tú nos has sido morada de generación en generación”. Esta declaración es la proclamación del jubileo, pero el versículo 9 dice: “Porque todos nuestros días han declinado a causa de Tu furia; / Acabamos nuestros años como un suspiro”. Estas palabras retratan la verdadera condición de la vida humana. No hay nada digno de celebración en toda la vida del hombre. Cuando Moisés escribió este salmo, él tenía más de ochenta años, y quizás tenía ciento veinte años de edad. Habiendo experimentado la vida humana de forma completa, él dijo que acabamos todos los años de nuestra vida como un suspiro. Los niños no conocen la vida humana, así que ellos no suspiran. Sin embargo, los hombres de mayor edad siempre están suspirando; suspiran desde de la mañana hasta la noche. Suspiran cuando piensan acerca de sí mismos, suspiran cuando piensan acerca de sus hijos y nietos, y suspiran cuando piensan acerca de sus parientes y amigos. Todo les hace suspirar. Incluso cuando cantan, no pueden hacerlo por mucho tiempo, porque finalmente su canción se vuelve un canto fúnebre o una lamentación. Todos los días de la vida del hombre no son nada más que un suspiro. El versículo 10 continúa diciendo: “Los días de nuestros años son setenta años; / Y si a causa de mayor vigor, son ochenta años, / Con todo, su orgullo es trabajo y pesar, / Porque pronto pasa, y volamos”. Estas son palabras llenas de experiencia habladas por Moisés como hombre de más edad. Su descripción de la vida humana es detallada. Una persona puede vivir hasta los ochenta años debido a su vigor, pero no puede jactarse más que del trabajo y del dolor, porque su vida pronto pasa y él vuela. Aunque yo tengo ochenta años de edad, espero vivir cuarenta años más, porque disfruto al Señor y tengo esperanza. Si uno vive hasta los ochenta años sin tener al Señor, entonces la frase trabajo y pesar ... pronto pasa, y volamos, es una descripción y un retrato de la verdadera condición de la vida humana. La Biblia es el único libro que habla la verdad; toda filosofía e “ismo” es engañoso. La Biblia dice que la verdadera condición de la vida humana es solamente “trabajo y pesar ... pronto pasa, y volamos”. Eclesiastés 1:2 dice: “Vanidad de vanidades; todo es vanidad”. En hebreo, vanidad de vanidades significa vacío de vacíos. Las palabras de Salomón corresponden plenamente con las palabras de Moisés. Moisés dijo: “Pronto pasa, y volamos”, mientras que Salomón dijo: “Todo es vanidad y correr tras el viento” (v. 14).

  El salmo 73 fue escrito por alguien que iba en pos de Dios. En el versículo 14, dicho buscador dijo: “Pues he sido azotado todo el día, / Y castigado todas las mañanas”. Antes de ser alumbrados por el Señor, muchos creyentes son como este salmista. Aunque están buscando al Señor y le aman, acaban recibiendo azotes y castigos. A pesar de que el salmista amaba al Señor de corazón puro, todo era una aflicción para él. Por consiguiente, sólo pudo decir que había sido azotado todo el día y castigado todas las mañanas. Luego, continúa diciendo: “Cuando pensé para saber esto, / Fue duro trabajo para mí, / Hasta que entrando en el santuario de Dios, / Comprendí el fin de ellos” (vs. 16-17). Una vez que entró en el santuario, recibió la luz, y al pensar cuidadosamente sobre este asunto, pudo entenderlo. Habiendo entendido, dijo: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra” (v. 25). De esta manera, fue conducido de la vanidad a la realidad, la cual es Dios mismo. Debido a que pasó por la vanidad, el salmista, quien tenía mucha experiencia, entendió la verdadera situación. Parecía decir: “Puesto que todo bajo el sol es vanidad, ¿por qué he de ir en pos de ello? Procurar eso me haría una persona insensata. Ahora que he despertado a la realidad, no deseo ninguna de estas cosas. Lo que deseo es al Dios que llena el cielo y la tierra. Teniéndolo a El, no iré en pos de ninguna otra persona en el cielo, y teniéndolo a El, no deseo a ninguna otra persona en la tierra”.

  No es fácil que los cristianos experimenten dicho cambio. Esto se debe a que, cuando el hombre piensa en Dios, el temor de Dios se despierta en él; y cuando comienza a temer a Dios, adopta la filosofía de que Dios será bueno para con él y que cuanto más tema él a Dios, más prosperidad tendrá, más sano estará, más hijos y nietos tendrá, más buena fortuna tendrá y no le sucederá ninguna desgracia. Cuando yo era pequeño, frecuentemente escuchaba a mi madre decir: “Dar a luz a un hijo dura un momento, pero afanarse por un hijo dura toda la vida”. Yo he experimentado la realidad de estas palabras. Una vez que nace un hijo, los padres temen que no vaya a sobrevivir; temen que no vaya a nutrirse bien, o que pueda resfriarse y enfermarse. Después de esto, temen que no pueda entrar a una buena escuela —ya sea primaria, secundaria o preparatoria—, y una vez que consigue entrar a una buena escuela, temen que no pueda aprobar el examen de admisión para entrar a una buena universidad. Después que es admitido en una buena universidad, los padres temen que no pueda aprobar el examen de inglés para poder ir a los Estados Unidos, y después de aprobar el examen, temen que no pueda entrar a una buena escuela de graduados. Además, temen que se porte mal en compañía de sus amigos o que se case con la esposa equivocada. Tales temores no tienen fin. Por tanto, la vida humana no es nada más que trabajo y pesar, y pronto pasa. No hay buena fortuna que sea genuina.

  El libro de Job es un libro extenso, que consta de cuarenta y dos capítulos. Algunos lectores no captan el significado de este libro, y pierden interés cuando lo leen. Los personajes mencionados en el libro de Job parecen discutir todo el tiempo. Primero, los tres amigos de Job discuten con Job; más adelante, Eliú se une a ellos y, finalmente, incluso Dios mismo participa. En estos años recientes he comenzado a valorar más el libro de Job. Aunque este libro es bastante largo, ya que consta de cuarenta y dos capítulos, se ocupa de un solo asunto. Al principio, Job era un hombre bendecido que tenía posesiones e hijos, pero repentinamente le vino una calamidad tras otra: le robaron su ganado, fueron quemadas sus posesiones, y sus hijos murieron de forma extraña. Los desastres naturales y las calamidades traídas por manos del hombre, vinieron una tras otra, causando que Job se quedara sin nada. Además, la esposa de Job lo atribulaba. Ella no podía confortar a Job ni un poco; por el contrario, lo provocaba y le decía: “Ves, tú temes a Dios; sin embargo, mira en lo que has acabado”. Dios le quitó todo a Job, y lo dejó en compañía de una persona que se burlaba de él. Cuando una persona es azotada en varias ocasiones, hasta el punto de perderlo todo, realmente necesita que otros se compadezcan de él, pero todos aquellos que podían consolarlo habían muerto. De todos los padecimientos de Job, el más severo fue la burla de su esposa. Esto causó que Job sufriera sobremanera. Pareciera que Dios había sido extremadamente cruel con él. No obstante, después de pasar por todas estas pruebas, Job ganó a Dios mismo. El pudo decir: “Jehová dio, y Jehová quitó; / Sea el nombre de Jehová bendito” (1:21). Si Job no hubiera pasado por este despojo y sufrimiento, su experiencia y disfrute de Dios no hubiera sido tan grande.

EL SECRETO DE QUE UN CRISTIANO DISFRUTE DEL REPOSO CONSISTE EN QUE OBTENGA A DIOS COMO SU DISFRUTE

  El libro de Jacobo en el Nuevo Testamento dice que tenemos que considerar la experiencia de Job y recordar cómo él perseveró (5:11). Tanto Jacobo como Pedro declaran que la vida cristiana, en su totalidad, es una vida de pruebas (1:2; 1 P. 4:12). Dios no prometió que los cristianos tendríamos sólo bienestar en la tierra. Quizás después de escuchar estas palabras algunos digan: “¿No se está contradiciendo? ¿No nos dijo que el jubileo significa que todas las cosas son de nuestro agrado?”. Sí, todo es de nuestro agrado, pero no las cosas en sí mismas; más bien, nuestro agrado está en Dios. Si no tenemos a Dios, nada será de nuestro agrado; pero si tenemos a Dios, todo será de nuestro agrado. El hecho de que algo sea de nuestro agrado, no depende de las circunstancias, sino que depende de que Dios esté presente. Sin Dios, aunque todas las cosas marchen bien, nada será de nuestro agrado; pero una vez que tengamos a Dios, incluso si las cosas no marchan bien, todo será de nuestro agrado.

  Lo que Job enfrentó en su vida fue muy difícil, pero aun así estaba satisfecho, y todavía podía adorar y alabar. Pareciera decir: “Que me den algo o que me lo quiten, para mí es lo mismo. No hay diferencia entre el hecho de que reciba muchas posesiones y que éstas me sean quitadas. No importa si Jehová da o Jehová quita; para mí, es lo mismo”. Esto no es fácil de experimentar. Pablo dijo: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia” (Fil. 4:12). A él no le importaba ser pobre o rico, tener escasez o abundancia. Así que, podía decir: “Por nada estéis afanosos” (v. 6). Si sólo leemos el versículo 6, podríamos pensar que Pablo estaba en una buena situación. Pero en realidad no era así, puesto que en ese entonces él estaba en la cárcel. Además, según el contexto, él no recibió una abundante suministración durante su encarcelamiento. Las iglesias habían sido cuidadas por Pablo, pero no le suministraron adecuadamente. Sólo la iglesia en Filipo se preocupó por él. Esta es la razón por la cual dijo: “Sé estar humillado y sé tener abundancia ... Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (12-13). El estaba muy capacitado para decirnos que no debemos estar afanosos por nada. Aunque él estaba en malas circunstancias debido a su encarcelamiento y no había recibido una abundante suministración durante ese tiempo, podía exhortar a los santos a no estar afanosos por nada. El podía estar sin afanes porque daba a conocer sus peticiones delante de Dios; por tanto, la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardaba su corazón y sus pensamientos en Cristo Jesús (v. 7). De esta manera, él disfrutaba la presencia del Dios de paz. Por tanto, solamente cuando tenemos a Dios, tenemos la paz auténtica. Incluso cuando no hay paz en nuestras circunstancias, si tenemos a Dios, tenemos paz.

CUANDO EL HOMBRE PIERDE A DIOS, PIERDE LA BENDICION QUE HABIA SIDO ORDENADA PARA EL

  El hombre fue creado para Dios, y Dios es la bendición del hombre. Sin embargo, debido a que el hombre pecó y entró en una condición caída, éste perdió a Dios y por tanto, perdió la bendición. Por eso, toda la vida del hombre llegó a estar vacía. Cuando el hombre cayó, no sólo perdió a Dios sino que también quedó en esclavitud. Podríamos decir que la historia de la humanidad durante seis mil años ha sido una historia que describe el hecho de que hemos perdido a Dios y hemos caído en esclavitud. Debido a que el hombre no tiene a Dios, se esfuerza por disfrutar de algo. El resultado de esta lucha y esfuerzo por parte del hombre, es que cae en toda clase de esclavitud. Todas las cosas en la vida humana son una esclavitud. Incluso nuestros parientes llegan a ser algo que nos esclaviza: nuestros padres, hijos, cónyuge y hermanos, todos nos esclavizan. Por esta razón, el Señor Jesús dijo que si no le amamos más que a padre o madre, hijos o hijas, hermanos o hermanas, esposo o esposa, no somos dignos de ser Sus discípulos (Mt. 10:37-38). Esto significa que si nuestro interior está ocupado por cualquier persona o cosa, el Señor no tiene cabida en nosotros. Ya que el hombre fue creado por Dios, éste debe ser totalmente ocupado por Dios en su interior. Sin embargo, esto no significa que no debamos ocuparnos de nuestros hijos, padres, hermanos, hermanas, esposa o marido; más bien, quiere decir que tenemos que darle todo el espacio al Señor. Cuando el Señor haya ganado el terreno en nosotros, estaremos seguros. Cuando era niño, veía los grandes barcos de vela y me preguntaba por qué sus mástiles eran tan altos. Pensé que el mástil sólo servía para colgar la vela y aprovechar el viento. Después, algunos marineros me dijeron que el mástil no solamente servía para colgar la vela, sino también para estabilizar el barco. Un barco de vela con un mástil alto no puede volcarse fácilmente. Después de ser salvo, me di cuenta de cómo esto verdaderamente se asemeja a nuestra experiencia. Sin el Señor, somos como un barco de vela sin mástil, pues no tenemos estabilidad alguna y vamos a la deriva, sin rumbo. Si no tenemos al Señor como nuestro “mástil”, el “barco” de nuestra vida humana será inestable y podrá ser volcado fácilmente. Nuestra vida humana puede ser volcada si está vacía. Si un vaso está lleno hasta el borde, no pueden entrar en él cosas impuras. De la misma manera, si estamos llenos del Señor, las cosas que no son del Señor no podrán entrar en nuestras vidas.

  Los cristianos en general tienen un concepto erróneo, y algunos predicadores incluso guían a otros a que tengan este concepto erróneo. Piensan que aunque haya sufrimientos en la vida humana, cuando ellos crean en Jesús, habrá paz en las circunstancias a su alrededor. Consideran que aunque la vida esté llena de sufrimientos y de adversidades, Jesús, quien está lleno de compasión, los rescatará de los sufrimientos cuando ellos crean en El. Este no es el concepto bíblico. De hecho, lo que dice el evangelio es que todos nosotros hemos caído, y que como tales, experimentamos toda clase de sufrimientos porque hemos perdido a Dios y no le tenemos en nuestro interior. Incluso las bendiciones externas que disfruta el hombre caído son un sufrimiento. Después de la caída del hombre, no hay bendición; más bien, todo es un sufrimiento. Además, el hombre caído no sólo ha perdido al Señor, sino que además peca contra El. Por tanto, necesita arrepentirse, confesar sus pecados, volverse al Señor, y permitir que El entre en su ser y sea su vida y su bendición. Este es el mensaje del evangelio.

  Por supuesto, después de haber recibido al Señor, algunos han experimentado un giro decisivo en su matrimonio, otros han sido curados de enfermedades graves, y aun otros han experimentado una mejora en sus circunstancias difíciles. He visto muchos casos así, pero no siempre sucede lo mismo. Después de haber recibido al Señor, algunos que estaban enfermos de gravedad oraron continuamente al Señor pidiendo sanidad; no obstante, el Señor nunca los sanó. Ser sanados no depende de nosotros; depende de El. Lo que el evangelio recalca no es que nuestra enfermedad será sanada, sino que necesitamos recibir al Señor y permitir que El entre en nosotros para ser nuestra vida y nuestra bendición. En ocasiones invocamos al Señor debido a nuestras circunstancias, pero puede ser que El responda a nuestro llamado, o que no lo haga. Si responde o no, depende totalmente de El. La Biblia no dice que todo aquel que cree en Jesús será sanado de sus enfermedades. Timoteo, que era el colaborador más joven y querido de Pablo, al cual Pablo llamó su hijo genuino, tenía una dolencia del estómago. No obstante, aunque Pablo había realizado obras poderosas y extraordinarias y había sanado muchas enfermedades (Hch. 19:11-12), le dijo a su hijo espiritual, a su querido Timoteo: “Ya no bebas agua sola, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Ti. 5:23). Incluso Pablo mismo tenía un aguijón en su carne (2 Co. 12:7). Muchos intérpretes de la Biblia dicen que este aguijón era una enfermedad en su cuerpo, probablemente un problema con sus ojos. Este aguijón permanecía todo el tiempo con Pablo, haciéndolo sufrir. El dijo: “Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que este aguijón me sea quitado” (v. 8). Sin embargo, pareciera como si el Señor le dijo: “Pablo, ya no pidas más por esto. No voy a contestar tu oración. No te quitaré el aguijón. Antes bien, siempre permanecerá contigo; bástate Mi gracia”. Muchas personas habían sido sanadas de sus enfermedades simplemente por medio de pañuelos o delantales que Pablo había tocado. Sin embargo, cuando Pablo tuvo un aguijón en su carne que le hacía sufrir, no hubo manera de quitarlo. Además, fue encarcelado cuando era mayor de edad. En su primer encarcelamiento, el apeló a Cesar y fue liberado, pero fue encarcelado una segunda vez durante la persecución de los cristianos y murió poco después. Esta fue la experiencia de Pablo ante el Señor.

EXPERIMENTAR A DIOS EN LAS PRUEBAS

  Somos personas caídas, y como tales, podemos tener el concepto natural caído de que si tememos a Dios, le servimos, le amamos y le seguimos, seguramente prosperaremos en todo; pensaremos que los que no estén sanos serán más saludables, y que los insensatos se volverán sabios. Sin embargo, Dios no ha prometido esto. Hymns, #720 fue escrito por un cristiano con mucha experiencia. La estrofa uno y el coro dicen:

  Dios no nos promete el cielo siempre azul, Ni caminos llenos de flores por toda la vida; Dios no nos promete sol sin lluvia, Alegría sin dolor, paz sin clamor.

  Pero Dios nos ha prometido fuerzas para hoy, Descanso para el trabajo, luz para el camino, Gracia para las pruebas, ayuda desde las alturas, Compasión que no falla, y amor que nunca muere.

  Muchas veces, Dios pone en pruebas y sufrimientos a quienes le aman, a fin de que ellos puedan experimentar más de El. Cuando todo está tranquilo y en paz, raramente pensamos en disfrutar a Dios y experimentamos muy poco al Señor. Sólo cuando pasamos por sufrimientos podemos humillarnos y confiar en el Señor completamente, invocando Su nombre y disfrutándole.

  Esta es la razón por la cual el hombre frecuentemente necesita ser puesto en situaciones donde pueda ser despojado por Dios. Dios puede despojarlo a usted de su salud, quitarle sus hijos o quitarle lo que más ama. Ese será un tiempo de “destete”. Un niño pequeño está muy cómodo, caliente y satisfecho en el pecho de la madre, pero tarde o temprano tiene que ser destetado. El niño sufre mucho durante el período del destete. A menudo, Dios nos “desteta” al quitarnos las bendiciones externas. Es posible que perdamos nuestra salud, que perdamos nuestra casa, o que mueran nuestros mejores hijos y permanezcan sólo los más traviesos. He visto que esto suceda. Quizás Dios no nos quite nada al principio, pero cuando lo hace, nos quita lo mejor. El no se lleva a los hijos necios, sino que los deja con nosotros para que nos causen problemas; pero quizás se lleve a los que son más inteligentes, competentes y que nos traen consuelo. Dios desea ver si nos importa más El o nuestro hijos. Unicamente Dios no es un sufrimiento para nosotros. Todo lo demás, todo lo que amemos, es un sufrimiento para nosotros. Si compramos un coche y lo amamos, ese coche llega a ser una carga y nos causa daño. Cuando compramos una buena casa, esa casa nos esclaviza y nos trae dolor. Incluso cuando compramos buena ropa, ésta llega a ser una limitación para nosotros. Todo lo que el hombre ama le causa daño, pero si amamos a Dios, El no nos causará daño. Pareciera que Dios nos lastima al quitarnos lo que más amamos y lo que, aparentemente, no debiera quitarnos. De hecho, El nos quita lo que amamos porque amamos eso más que a Dios mismo. Abraham fue puesto a prueba por Dios. Un día, Dios le pidió a Abraham que le ofreciera a su hijo. Sin embargo, cuando Abraham estaba a punto de sacrificar a su hijo, Dios dijo: “Basta; puedes quedarte con él”. Dios ya no quiso que le ofreciera a su hijo. Dios hace lo mismo con nosotros. Si estamos dispuestos a darle todo lo que tenemos a Dios, El también puede regresárnoslo. Por tanto, tenemos que cambiar nuestro concepto.

LLEVAR UNA VIDA DE JUBILEO CONSISTE EN DISFRUTAR A DIOS PLENAMENTE

  ¿En qué consiste llevar una vida de jubileo? Es una vida en la que, en vez de disfrutar otras cosas, tomamos a Dios como nuestro disfrute, de modo que en toda situación disfrutamos solamente a Dios. Esto no quiere decir que no debemos estudiar. Al contrario, debemos estudiar diligentemente. Tampoco significa que no debemos trabajar; antes bien, debemos trabajar responsablemente. Igualmente, no significa que no debemos ser padres apropiados con respecto al cuidado de nuestros hijos; más bien, debemos llevar a cabo nuestras responsabilidades como padres apropiadamente. Sin embargo, todo esto es simplemente nuestro vivir humano, nuestra vida humana externa, la cual no es tan crucial. Lo crucial es que el factor interno y primario de nuestra vida humana sea el correcto. Si nuestro factor interno y primario no es el correcto, nuestra vida externa no será apropiada. Este factor primario es Dios mismo. Debemos permitir que Dios sea el factor primario en nosotros. Sólo entonces sabremos cómo relacionarnos con nuestros hijos, cómo honrar a nuestros padres, cómo estudiar y cómo trabajar. Si dicho factor primario nos dirige interiormente, todo será un simple deber para nosotros, y no una carga ni una dificultad. Sin embargo, si no somos dirigidos por dicho factor primario, todo será un peso y un sufrimiento para nosotros. Al final, llegaremos a ser cautivos e incluso nos venderemos como esclavos.

  Para vivir en el mundo hoy, necesitamos tener un coche para nuestro transporte y una vivienda para nuestro alojamiento. Necesitamos ropa, alimentos y matrimonio. Todas estas cosas son necesidades. Los hijos deben estudiar diligentemente, ser educados, terminar la universidad y trabajar arduamente. No obstante, todas estas cosas son solamente los deberes de nuestra vida humana; no deben convertirse en una carga ni en una atadura que nos esclavice. Pero si no tenemos a Dios como nuestro factor primario interiormente, no podremos evitar estar bajo la esclavitud de estas personas, cosas y asuntos. Debemos animarnos y casarnos, pero no debemos convertir el matrimonio en un estorbo. Cuando elegimos un cónyuge, nuestra atención no debe centrarse en el matrimonio, como una carga que nos agobie, sino en Dios. También debemos animarnos a estudiar, pero el estudio debe ser una obligación y no una carga para nosotros. Mientras estemos cumpliendo con nuestros deberes humanos, debemos experimentar al Señor interiormente. Frecuentemente, las personas me preguntan cómo deben elegir a su cónyuge para el matrimonio. Hace cincuenta años, yo respondía de muchas maneras, pero hoy no me gusta dar ninguna sugerencia. Si uno no tiene al Señor, quienquiera que uno elija es incorrecto. Incluso si todo pareciera ser correcto a la hora de su elección, una vez que se case, quizás sienta que eligió a la persona incorrecta.

  La vida cristiana debe ser una vida en la que se disfruta plenamente al Señor. Cuando disfrutamos plenamente al Señor, El llega a ser nuestro jubileo; es decir, El llega a ser nuestra herencia y libertad. Además, el Señor también llega a ser nuestro propio vivir. En tal vivir, le amamos al máximo y permitimos que El sea nuestro Señor. Es así como El llega a ser el factor primario en nosotros y nuestro centro, a fin de conducirnos y gobernarnos. De esta manera, cuando pasemos por diversas circunstancias, no seremos atormentados, esclavizados ni dominados por nada; en cambio, seremos libres. Espero que podamos entender estas palabras. Por la misericordia del Señor he llegado a los ochenta años de edad. He pasado por toda la dulzura y la amargura de la vida, y tengo de treinta a cuarenta hijos y nietos. Por tanto, tengo muchos problemas e inquietudes. Si el Señor no fuera mi factor primario y mi centro interiormente, sufriría de manera considerable. Sin embargo, debido a que el Señor está en mí, no tengo ninguna carga ni dificultad. Además, no pongo ninguna esperanza en mis hijos, nietos o bisnietos, porque sé que juntamente con la esperanza también viene la decepción. Aquel que no tiene esperanzas, tampoco se decepcionará, pero cuanto más esperanzas tengamos, más nos decepcionaremos. Quizás algunos dirán: “Si esto es así, ¿tiene la vida humana algún significado? Es mejor que desistamos”. Aquellos que estudian historia pueden ver el grado de confusión que existe entre las personas del mundo, y frecuentemente dicen que la vida humana no tiene esperanza. Pero aunque nosotros podamos darnos por vencidos, Dios nunca se dará por vencido. Podemos pensar que nuestra vida no tiene sentido, pero Dios no piensa lo mismo. Aunque El se ha relacionado con la humanidad durante seis mil años, aún no ha terminado. Dios no se dará por vencido; El aún está esperando. Y para El, mil años son como un día. Dios espera ganarnos, ya que somos aquellos a quienes El ha escogido, y Dios seguirá obrando hasta que Sus escogidos en la tierra no deseen otra cosa excepto a El y que no vivan para ninguna otra cosa sino para El.

  En cuanto a nuestra existencia humana, no podemos evitar tener una familia y una vida matrimonial. También estamos obligados a obtener una educación y a trabajar. Sin embargo, todas estas cosas no deben ser nuestras cargas; por lo contrario, estas cosas operan a nuestro favor para que podamos ser perfeccionados con miras a disfrutar al Señor aún más. Esto es vivir en el jubileo. La vida de jubileo que lleva un cristiano debe ser una vida en donde se disfruta plenamente al Señor, una vida que está llena de alegría y de alabanzas. Si no podemos regocijarnos y alabar, esto comprueba que no estamos llevando una vida normal de jubileo. Esta es la razón por la que 1 Tesalonicenses 5:18 dice: “Dad gracias en todo”. Esto significa dar gracias no solamente en las cosas que salen bien, sino en todas las cosas.

  El Señor vino para salvarnos y para impartirse en nosotros. Si nuestro corazón está centrado en algo más que no sea el Señor, esa cosa —ya sea buena o mala— se convierte en un sufrimiento para nosotros. Si nuestro corazón está centrado en nuestros hijos, marido o esposa, el resultado será sufrimientos. Si nuestro corazón está centrado en nuestra educación, negocio, casa o terreno, el resultado será miseria. Si nuestro corazón está centrado en cualquier persona, cosa o asunto aparte del Señor, el final será una desgracia. Los incrédulos no tienen al Señor; ellos no han recibido al Señor como su salvación. Por lo tanto, el corazón de ellos sólo puede estar centrado en personas, cosas y asuntos. Sin embargo, ya que nosotros hemos sido salvos y tenemos al Señor como nuestro centro, debemos centrar nuestro corazón únicamente en El. Cuando el Señor llega a nosotros, El viene como nuestra salvación para librarnos de los sufrimientos. Todos los sufrimientos provienen de las personas, de las cosas y de los asuntos aparte del Señor. Para aquellos que están sin el Señor, todo es un sufrimiento. Sean cosas malas o buenas, sea la pobreza o la riqueza, sea el hecho de ser una persona educada o no, todo es un sufrimiento. Sin embargo, cuando tenemos al Señor, El nos salva de todos estos sufrimientos. Si tomamos al Señor como nuestro centro, podemos disfrutarle como nuestra vida de jubileo.

  Vivir en el jubileo es llevar una vida en la que disfrutamos a Cristo. El Señor es soberano en todo. Todo lo que tenemos está en Sus manos soberanas, y todo lo que El dispone para nosotros no es una equivocación. Llevo sesenta años de mi vida siguiendo al Señor, y puedo testificar que el lugar a donde vayamos o en donde nos quedemos, no está en nuestras manos sino en Sus manos. Podríamos pensar que somos lo que somos debido a nuestro esfuerzo y lucha propias, pero debemos darnos cuenta de que, sin el arreglo soberano del Señor —no importa cuánto hayamos luchado y nos hayamos esforzado— nunca podríamos ser lo que somos. Todo está bajo Su arreglo soberano. Por tanto, debemos vaciarnos de todo y decirle al Señor: “Lléname, gáname, y poséeme. Señor, no importa cuáles sean las circunstancias externas, sólo deseo disfrutarte a Ti. Si estoy sano, te lo agradezco; si no lo estoy, también te lo agradezco. Si tengo hijos, te lo agradezco; y si no los tengo, también te lo agradezco”. De esta manera todo será igual para nosotros, ya sea la pobreza o la riqueza, la paz o el peligro. Por eso Pablo dijo: “Como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte” (Fil. 1:20b). Porque para nosotros el vivir es Cristo, y si vivimos o morimos, El será magnificado en nosotros todo el tiempo. De esta manera, disfrutaremos a Dios y llevaremos una vida de jubileo. ¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que podamos ver esto y para que aprendamos a disfrutar al Señor a tal grado!

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