
Este libro se compone de mensajes dados durante un entrenamiento conducido por el hermano Witness Lee en el invierno de 1959 en Taipéi, Taiwán.
Ahora podemos abordar la primera lección en cuanto a la oración, a saber: el significado de la oración. Permítanme preguntarles, hermanos y hermanas: ¿Qué es la oración? ¿De que se trata la oración? ¿Cuál es el significado de la oración? Muchas personas, al oír la palabra oración, piensan de inmediato que esto significa que el hombre acude a Dios para pedirle algo. Puesto que el hombre padece necesidad y necesita cosas materiales, o está enfermo y necesita ser sanado, o tiene otros problemas que debe solucionar, él va ante Dios y le pide que le satisfaga sus necesidades, le cure de su enfermedad y le solucione sus problemas. Los hombres consideran esto como oraciones. Al parecer, hay ejemplos de tales oraciones en la Biblia. Por ejemplo, en Lucas 18 vemos una viuda que continuamente acudía al juez para pedirle que hiciera justicia de su agravio. Sin embargo, hermanos y hermanas, recuerden por favor que éste no es el significado apropiado de la oración según se revela en la Biblia. No nos atrevemos a decir que tal definición es incorrecta, pero es demasiado superficial y carece de profundidad y exactitud. Si deseamos saber en qué consiste la verdadera oración hoy, debemos entender con claridad que no consiste en que el hombre simplemente eleve sus súplicas ante Dios por causa de sus necesidades.
Sabemos que no debemos juzgar ninguna verdad de la Biblia basándonos simplemente en un sólo pasaje o en un sólo aspecto. De la misma manera, no es posible decir cómo luce una casa basándose simplemente en una esquina o en uno de sus cuartos. Es necesario verla desde varios ángulos y examinarla en su totalidad, y entonces se podría emitir un juicio certero. Conforme al mismo principio, si tomamos todos los pasajes de la Biblia que tratan sobre la oración y los examinamos en su totalidad, veremos que la oración no consiste solamente en que el hombre le suplique a Dios debido a que tiene algunas necesidades. Éste puede ser un significado parcial de la oración, pero no está completo. Si tenemos tiempo, debemos reunir todos los ejemplos específicos acerca de la oración en la Biblia. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento tenemos las oraciones de Abraham, Moisés, David, Salomón, Nehemías, Elías, Isaías, Daniel y otros, mientras que en el Nuevo Testamento tenemos las oraciones del Señor Jesús y de los discípulos. Si estudiamos cada una de estas oraciones y las examinamos como conjunto, podremos ver claramente en qué consiste la oración. No es nuestra intención en este escrito estudiar esas oraciones de una manera detallada; tan solo aplicaremos una palabra sencilla para hablar acerca del significado de la oración.
La oración no consiste solamente en que el hombre contacte a Dios, sino que es el contacto mutuo entre el hombre y Dios. Este asunto del contacto entre Dios y el hombre es un tema de gran importancia en la Biblia. Hemos dicho frecuentemente que el propósito de la vida del hombre es ser un vaso para contener a Dios. En el universo Dios es el contenido del hombre, y el hombre es el recipiente de Dios. Sin el hombre, Dios no tendría donde depositarse, y sería un Dios sin hogar. No entiendo por qué esto es así, pero sé que es un hecho. En todo el universo lo que más necesita Dios es el hombre. Como entidad Dios es completo en Sí mismo, pero en cuanto a la operación que realiza en el universo, todavía necesita que el hombre lleve a cabo dicha operación.
Esto nos permite entender la última frase de Efesios 1, cuando dice que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Cristo. El término plenitud es muy difícil de traducir. No sólo denota la plenitud de Cristo, sino que también implica lo completo que es Cristo. Por tanto, la iglesia es, por una parte, la plenitud de Cristo y, por otra parte, la completitud de Cristo. En otras palabras, sin la iglesia, pareciera que Cristo no está completo del todo.
Todos debemos ser muy cuidadosos en cuanto a nuestro entendimiento de esta palabra, porque puede causar discusiones impetuosas de teología. No estoy diciendo que Dios está incompleto y que requiere al hombre para estar completo. Lo que quiero decir es que Dios en Sí mismo está perfectamente completo, pero en conformidad con Su plan, en el universo Él no está completo sin el hombre. Oh, hermanos y hermanas, este asunto es demasiado glorioso.
Dios, en Su plan eterno, ha ordenado que el hombre sea Su vaso, o en otras palabras que sea Su compleción. Por tanto, los capítulos 1 y 2 de Génesis muestran que cuando Dios creó al hombre hizo dos preparativos en cuanto a él. El primer preparativo fue que Él creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza. Puesto que el hombre fue creado conforme a Dios, se asemeja a Dios en muchos aspectos. Los diversos aspectos de la expresión del hombre, tales como sentir placer, enojo, dolor, alegría, preferencias, tomar decisiones, etc. —ya sea de su parte emotiva, voluntad o manera de ser— expresan a Dios hasta cierto grado y son una miniatura de todo lo que está en Dios.
La otra cosa preparada por Dios fue que creó un espíritu para el hombre en lo profundo de su ser. De la innumerable variedad de seres vivos que hay en el universo, únicamente el hombre tiene un espíritu. Los ángeles son espíritus, pero ellos son muy diferentes. En toda la creación hay una sola clase de ser creado que no es espíritu pero que tiene un espíritu, y ése es el hombre. ¿Por qué creó Dios un espíritu en el hombre en lo profundo de su ser? Todos sabemos que fue porque Dios desea que el hombre le reciba a Él, quien es Espíritu. Asimismo, Él creó un estómago en el hombre porque desea que el hombre ingiera alimento. Consideremos esto: supongamos que Dios no hubiera creado un estómago para el hombre, ¿cómo podríamos entonces ingerir los alimentos? Debido a que tenemos un estómago, podemos recibir los alimentos en nuestro ser, disfrutarlos, digerirlos y asimilarlos, convirtiéndolos así en nuestros elementos constitutivos. De la misma manera, debido a que tenemos un espíritu dentro de nuestro ser, podemos recibir a Dios y asimilarle, a fin de que Él llegue a ser nuestro elemento constitutivo.
En los dos primeros capítulos de Génesis, cuando Dios creó al hombre para que fuera Su vaso, Él dio estos dos pasos preparatorios: un paso fue crear al hombre de modo que sea como Él, y el otro fue poner un espíritu dentro del hombre a fin de que el hombre le recibiera. Después que hizo estos dos preparativos, Él se puso a Sí mismo delante del hombre en forma del árbol de la vida a fin de que el hombre le pudiera recibir y obtener como vida. Hermanos y hermanas, es en el espíritu del hombre donde se lleva a cabo el contacto entre Dios y el hombre. Una vez que hay tal contacto entre Dios y el hombre, Dios entra en el hombre para ser su contenido, y el hombre llega a ser el vaso de Dios para expresarle de manera externa. Es así como la intención eterna de Dios se cumple en el hombre.
Por favor, recuerden que una verdadera oración es el contacto mutuo entre Dios y el hombre. La oración no consiste únicamente en que el hombre tenga contacto con Dios, sino también en que Dios tenga contacto con el hombre. Si al orar el hombre no toca a Dios, no tiene contacto con Él, y Dios no toca al hombre, es decir, no tiene contacto con el hombre, esa oración está por debajo de la norma apropiada. Toda oración que satisface dicha norma es aquella que es un fluir y un contacto mutuo entre Dios y el hombre. Dios y el hombre son como corrientes eléctricas que fluyen la una en la otra. Es difícil decir que la oración consiste en que únicamente Dios fluye en el hombre, o que únicamente el hombre fluye en Dios. De acuerdo con los hechos y la experiencia, la oración es el fluir entre Dios y el hombre. Toda oración que verdaderamente satisfaga esta norma sin duda alguna se hallará en esta condición: en un fluir mutuo entre Dios y el hombre en el cual el hombre puede realmente tocar a Dios y Dios puede realmente tocar al hombre; como resultado, el hombre se une con Dios, y Dios con el hombre. Por consiguiente, el significado más elevado y más exacto que tiene la oración es que la oración es el contacto mutuo entre Dios y el hombre.
La verdadera oración también consiste en que el hombre inhale a Dios tal como inhala el aire. Al inhalar a Dios, espontáneamente obtenemos a Dios, al igual que cuando inhalamos el aire recibimos el aire. Como resultado, no solamente obtenemos a Dios y Él llega a ser nuestro disfrute, sino que también todo nuestro ser se rinde a Dios, se vuelve a Dios, y Dios lo gana por completo. Cuanto más oremos, más seremos llenos de Dios, y más nos rendiremos a Él y Él nos ganará. Si no oramos por una semana o, lo que es peor, por un mes, estaremos muy lejos de Dios. ¿Qué significa estar muy lejos de Dios? Significa que no podremos obtener a Dios ni ser obtenidos por Él. El único remedio para esta situación es orar. Y no es suficiente orar por dos o tres minutos; es necesario orar una y otra vez hasta que verdaderamente inhalemos a Dios, seamos verdaderamente obtenidos por Dios y también obtengamos a Dios. Por tanto, hermanos y hermanas, la oración genuina es de suma importancia para la vida espiritual del creyente.
Hermanos y hermanas, no deben pensar que la oración es simplemente pedirle algo a Dios. Por ejemplo, digamos que usted necesita una casa y le pide a Dios que le prepare una. Después de orar, el Señor le dice que su petición le será concedida. Al día siguiente viene un hermano y le dice: “¿Necesita usted una casa? Mi vecino tiene dos casas en renta; la ubicación es muy conveniente y el alquiler es barato”. Así que, usted inmediatamente da gracias al Señor y lo alaba, diciendo: “Aleluya, el Señor es realmente el Dios vivo y verdadero; Él ha contestado mi oración”. No me atrevería a decir que esto no es orar, pero ciertamente no es una oración adecuada. Hermanos y hermanas, si realmente han aprendido la lección en cuanto a la oración, encontrar una casa o no es realmente algo secundario; el asunto principal al cual deben prestar atención es si han obtenido más de Dios y si Dios ha ganado más de usted a través de tal oración. Si el resultado de la oración es solamente lograr un asunto en particular, sin que usted obtenga a Dios ni sea obtenido por Él, entonces dicha oración es un fracaso, un malogro. El máximo resultado de la oración debe ser que el intercesor obtenga más de Dios y Dios gane más de él, aunque también le sea cumplida la petición que ha hecho a Dios.
Por favor consideren esto: ¿Han tenido ustedes dichas experiencias al orar? Aunque es posible que muchas veces desconocemos este significado de la oración y quizás oremos a Dios acerca de ciertos asuntos, aun así Dios nos introducirá en Sí mismo mientras oramos por tales cosas. Por ejemplo, digamos que una hermana, quien es madre, ama mucho a su hijo, pero ama al Señor muy poco. No importa cuánto uno trate de ayudarla, ella no busca al Señor. Sin embargo, un día su hijo se enferma. Después de llevarlo con el médico varias veces, el niño sigue enfermo. Ella se siente impotente y no tiene más remedio que poner su confianza en el Señor. Cuando ella ora, únicamente le pide al Señor que sane a su hijo. No tiene la más mínima intención de buscar al Señor mismo. ¿Quién pensaría que a través de tal oración ella verdaderamente podría encontrarse con el Señor, tocarle y disfrutarle? A causa de su oración, esta hermana, que por muchos años se negaba a ser ganada por el Señor, ha entrado espontáneamente en Dios y, al mismo tiempo, ha sido ganada por Dios. Pero ella todavía no entiende lo que ha sucedido. Después de tres días su hijo es sanado, así que ella va a la reunión y testifica de lo fiel que es Dios, de cómo Él ha contestado sus oraciones y de cómo su hijo fue sanado. Aunque ella ha experimentado la realidad en virtud de la oración, aun así no se da cuenta de ello. Muchas veces nosotros somos como esta hermana. Cuando vemos la desolación de la iglesia y acudimos al Señor para orar, sentimos que estamos orando por la condición de la iglesia, pero a los ojos de Dios el propósito de nuestra oración es causar que le toquemos, inhalemos y obtengamos, y permitamos que Él nos obtenga.
Estoy convencido que en los años que nos quedan Dios hará que todos Sus hijos vean con más claridad que la verdadera oración no es orar por asuntos, pedir cosas o interceder por las personas. La verdadera oración equivale a inhalar a Dios mismo, obtener a Dios y ser obtenidos por Él. Todas las oraciones que hacemos por personas, asuntos y cosas que son ajenas Dios no constituyen la esencia de la oración, sino que son simplemente la capa externa o accesorios de la oración. Una oración genuina, una oración con esencia, es aquélla en la que verdaderamente tenemos contacto con Dios, le inhalamos, le disfrutamos, le obtenemos, somos llenos de Él y le permitimos ganar todo nuestro ser. Si los hijos de Dios pueden ver esta verdad, tendrán una mejor comprensión en cuanto al verdadero significado de la oración.
Si un hermano o hermana verdaderamente ha aprendido el secreto de la oración, tal como lo tratamos en los dos puntos anteriores, espontáneamente se producirá el siguiente resultado: sin duda alguna, la persona que ora cooperará con Dios, colaborará con Dios y permitirá que Dios se exprese a Sí mismo y exprese Su deseo desde lo profundo de su ser y por medio de él, lo cual redundará finalmente en que se logre el propósito de Dios. Esto concuerda con Romanos 8:26 y 27, donde dice que si bien no sabemos qué hemos de pedir como conviene, el Espíritu intercede por nosotros conforme al propósito de Dios. En realidad, nosotros no sabemos cómo orar. Conocemos lo que la gente comúnmente llama suplicar, pero sabemos muy poco de la oración acerca de la cual nos hablan las Escrituras. La primera vez que leí estos dos versículos en Romanos 8, me pregunté su significado. Cuando estaba enfermo, me dije: ¿No le oré a Dios pidiéndole que me sanara? Cuando padecía cierta necesidad, ¿no le oré a Dios pidiéndole que me enviara una provisión? ¿Cómo pueden entonces decir las Escrituras que no sabemos orar como conviene? Poco a poco, el Señor me mostró que en realidad no sabemos nada acerca de la clase de oración que Dios anhela. Conocemos aquellas oraciones que las personas generalmente llaman oraciones, pero que están por debajo de la norma. No conocemos aquellas oraciones que están relacionadas con el deseo de Dios y se hallan en el nivel requerido. En esto radica nuestra debilidad. Damos gracias a Dios, pues en medio de nuestra debilidad el Espíritu mismo viene a ayudarnos y a interceder por nosotros con gemidos indecibles.
Hermanos, las verdaderas oraciones consisten en que el Espíritu Santo, que está dentro del hombre, exprese el deseo de Dios por medio del hombre. En otras palabras, las verdaderas oraciones son aquellas que involucran a dos entidades. No consisten simplemente en que únicamente el hombre ore a Dios, sino en que el Espíritu se mezcle con el hombre, se vista del hombre y se una a él en oración. Exteriormente, es el hombre quien ora, pero interiormente es el Espíritu quien ora. Esto significa que simultáneamente ambas partes expresan la misma oración. Por favor, recuerden que únicamente esto es la oración de la cual nos hablan las Escrituras.
Frecuentemente hablamos de la oración de Elías. Jacobo 5:17 dice: “Elías era hombre de sentimientos semejantes a los nuestros, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses”. En el griego, la expresión oró fervientemente significa “oró con una oración, u oró en una oración”. Ésta es una expresión muy peculiar en la Biblia. Por favor, recuerden que esto es lo que queremos decir cuando hablamos de la oración que involucra a dos entidades. Cuando Elías oraba, él oraba con una oración o en una oración. Es decir, oraba con la oración del Espíritu, quien estaba dentro de él. Por tanto, podemos decir que la oración de Elías era el propio Dios quien oraba a Sí mismo en Elías. Andrew Murray dijo una vez que una oración genuina consiste en que el Cristo que mora en nosotros ore al Cristo que está sentado en el trono. El que Cristo ore a Sí mismo suena muy extraño, pero en nuestra experiencia esto es lo que realmente sucede.
Examinemos nuevamente Romanos 8:27, el cual contiene una cláusula que dice que el Espíritu “conforme a Dios intercede”. Esto significa que el Espíritu Santo ora en nosotros conforme a Dios, es decir, Dios ora en nosotros mediante Su Espíritu. Por tanto, tal oración expresa ciertamente la intención de Dios así como a Dios mismo.
Por medio de estos ejemplos podemos ver que, sin duda alguna, las verdaderas oraciones harán que nuestro ser se mezcle totalmente con Dios. Nos convertiremos en una persona compuesta de dos entes, a saber: Dios mezclado con el hombre. Cuando usted ora, es Él quien ora; y cuando Él ora, usted también ora. Él ora dentro de usted, y luego usted expresa audiblemente dicha oración. Él y usted son completamente una sola persona, por dentro y por fuera; Él y usted oran al mismo tiempo. En esos momentos, usted y Dios no pueden separarse, pues están mezclados como una sola entidad. Por consiguiente, usted no solamente coopera con Dios, sino que también labora juntamente con Dios a fin de que Dios mismo y Su deseo se expresen por medio de usted, lo cual cumple finalmente el propósito de Dios. Ésta es la verdadera oración que se nos requiere en la Biblia.
Por tanto, el versículo 20 de Judas dice: “Orando en el Espíritu Santo”. Esto significa que usted no debe orar en sí mismo. En otras palabras, significa que su oración debe ser la expresión de dos personas, usted y el Espíritu Santo, orando como una sola entidad. Efesios 6:18 dice: “Con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu”. Es difícil decir si el espíritu mencionado aquí se refiere exclusivamente al Espíritu Santo. Todos aquellos que leen la Biblia desde un punto de vista ortodoxo reconocen que el espíritu aquí no se refiere solamente al Espíritu Santo; más bien, también incluye nuestro espíritu humano. Cuando oramos, debemos orar en tal espíritu mezclado.
Con base en la comunión que hemos compartido en este capítulo, podemos ver que la Biblia consiste en que Dios se exhala a Sí mismo, mientras que la oración consiste en que nosotros inhalamos a Dios. Nuestra lectura de la Biblia y nuestra oración equivalen a nuestra respiración delante de Dios, y como resultado inhalamos a Dios. Por esta razón, no debe ser nuestra costumbre solamente leer la Biblia sin orar. Si únicamente leemos la Palabra, ciertamente le permitimos a Dios que exhale, pero nosotros no inhalamos a Dios. Por tanto, todavía necesitamos orar. Sin embargo, cuando oramos, nuestras súplicas con respecto a personas, sucesos y asuntos no son más que un cascarón, un marco exterior. La verdadera oración siempre concuerda con las Escrituras; es una acción de exhalar e inhalar ante Dios, lo cual hace que nosotros y Dios, Dios y nosotros, tengamos contacto el uno con el otro y nos obtengamos el uno al otro. Por consiguiente, cooperamos y laboramos totalmente con Dios, y Dios se expresa a Sí mismo y expresa Su deseo por medio de nosotros, lo cual en última instancia cumple Su propósito. Tal es el sentido fundamental de la oración en la Biblia.