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Mensajes del libro «Lecciones acerca de la oración»
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CAPÍTULO VEINTE

PEDIR EN EL NOMBRE DEL SEÑOR Y LA ORACIÓN

  Leamos varios versículos del Evangelio de Juan. “Y todo lo que pidáis en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn. 14:13).

  “No me escogisteis vosotros a Mí, sino que Yo os escogí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, Él os lo dé” (Jn. 15:16).

  “Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido [...] En aquel día pediréis en Mi nombre” (Jn. 16:24, 26).

  Hay muchísimos cristianos que no saben que es necesario orar en el nombre del Señor. A menudo, muchos cristianos dicen que oran basándose en la preciosa sangre del Señor o en los méritos del Señor. Sin embargo, la Biblia claramente dice que debemos orar en el nombre del Señor. ¿Qué significa orar en el nombre del Señor? Aunque con frecuencia usamos esta frase, no necesariamente sabemos lo que significa. Aun cuando algunos sepan un poco lo que significa, no necesariamente tienen la realidad de ello. El significado espiritual de orar en el nombre del Señor es muy profundo y elevado, por lo cual es muy importante que acudamos al Señor para aprender su significado.

I. EL SIGNIFICADO DE LA EXPRESIÓN

  En el Evangelio de Juan, del capítulo 14 al 16, el Señor Jesús mismo dice por lo menos cinco veces que tenemos que orar en Su nombre. En Efesios 5:20 el apóstol Pablo también lo dice: “Dando siempre gracias por todo a nuestro Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. En Juan, del capítulo 14 al 16, debemos saber que el nombre del Señor denota al Hijo. El nombre del Padre en los mismos capítulos también denota al Padre. Por tanto, si deseamos conocer el significado de la expresión el nombre del Señor en el Evangelio de Juan, necesitamos conocer algo acerca del hecho de que el Señor llega a ser el Hijo. ¿Cuál es el significado de “el Hijo”? Hemos dicho muchas veces que el Hijo es la expresión del Padre. En este universo Dios tiene un Hijo, y este Hijo es Su expresión. Cuando se menciona al Señor Jesús en los capítulos 14 al 16 de Juan, el énfasis no recae en que Él es el Señor ni en que Él es el Cristo, sino en que Él es el Hijo. Como Hijo, Él es la expresión de Dios. Por tanto, este nombre es la expresión de Dios. Estar en este nombre es estar en la expresión de Dios.

  Debemos ver que en Juan, del capítulo 14 al 16 hay un concepto básico en cuanto a un asunto triple, a saber: el Padre se expresa en el Hijo; el Hijo llega a ser el Espíritu y entra en nosotros, y por consiguiente, el Espíritu vive cierta clase de vida en nosotros. Entonces el Dios Triuno —Padre, Hijo y Espíritu— llega a ser uno con nosotros. Esto es lo que muestran los capítulos del 14 al 16 de Juan. Inmediatamente después, en el capítulo 17, el Señor ofreció una oración en la cual nos muestra claramente cómo el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— juntamente con nosotros, llegamos a ser perfectamente uno.

  En el Evangelio de Juan hay tres conceptos principales. El primer concepto es que el Padre se ha expresado en el Hijo. El Padre ha sido visto y ha sido tocado en el Hijo por los hombres. Juan 14:9 dice que el que ha visto al Hijo ha visto al Padre. Cuando el Hijo está en medio de los hombres, es el Padre quien está en medio de ellos. El segundo concepto es que el Hijo tuvo que irse y cambiar de forma, a fin de llegar a ser el Espíritu. El tercer concepto es que el Espíritu entra en nosotros, los que le pertenecemos a Él, para estar con nosotros para siempre. Por consiguiente, ya que Él vive, nosotros también vivimos. Vivimos juntamente con Él, y vivimos por medio de Él.

  Así que en el capítulo 15 se nos muestra una unión de esta índole. El Señor dice que Él es la vid verdadera y nosotros somos los pámpanos. Nosotros permanecemos en Él, y Él permanece en nosotros. Entonces, en el capítulo 16, el Señor nos muestra cómo el Espíritu revela toda Su realidad en nosotros de modo que podamos experimentar y ser conducidos a la realidad. Por tanto, en estos capítulos de Juan, el Señor nos dice que mientras estemos viviendo en la tierra necesitamos orar, y que necesitamos orar en Su nombre.

  Basándonos en los conceptos antedichos, entendemos que orar en el nombre del Señor expresa el hecho de que tenemos una unión perfecta con el Señor, y que tal unión hace que Dios sea manifestado en nosotros. Necesitamos tres capítulos de las Escrituras, los capítulos del 14 al 16 de Juan, para explicar este asunto de orar en el nombre del Señor. Cuando tenemos una comprensión completa de estos tres capítulos, sabemos lo que significa orar en el nombre del Señor. En breve, significa que estamos unidos con el Señor. El Señor es la expresión de Dios; esta expresión ha llegado a ser el Espíritu, y el Espíritu mora en nosotros. Cuando tenemos esta unión perfecta con el Dios Triuno, nuestro vivir llega a ser Su vivir, y Dios se manifiesta a través de nosotros.

  Por tanto, recordemos que orar en el nombre del Señor significa que estamos unidos con el Señor y permitimos que Dios sea manifestado a través de nosotros. Nunca consideremos que la expresión en el nombre del Señor es una frase o una formalidad que se debe usar al final de cada oración. A veces no es necesario añadir “en el nombre del Señor” al final de una oración. Añadir “en el nombre del Señor” no significa necesariamente que existe tal realidad, y al no añadir esta frase, no significa que tal realidad no existe. No es un asunto de formalidad, sino un asunto de realidad. Una persona que realmente ora en el nombre del Señor es uno con el Señor. Su oración, por tanto, es lo que el Señor está pidiendo. Él se ha unido con el Señor a tal grado que los dos han llegado a ser uno.

  No debemos entender de una manera supersticiosa el hecho de orar en el nombre del Señor. Más de una vez he oído a personas explicar este hecho al dar el siguiente ejemplo: digamos que usted le ha pedido algo a un hombre rico, pero él no se lo concede. Más tarde, descubre que él ama mucho a su hijo, así que usted va y le pide lo mismo en el nombre de su hijo. Finalmente, el hombre rico le da lo que había pedido, debido a que él ama mucho a su hijo. Del mismo modo, cuando nosotros los pecadores vamos ante Dios para pedir algo, Él no nos lo concede. Pero cuando se lo pedimos en el nombre de Su Hijo, Dios ciertamente nos lo dará, porque Él ama a Su Hijo. Si ustedes lo entienden y explican de esta manera, entonces simplemente son supersticiosos. De hecho, si Dios los rechaza cuando le piden algo por su propia cuenta, Él también los rechazará cuando pidan algo en el nombre de Su Hijo.

  Hechos 19 relata lo que sucedió cuando algunos intentaron imitar a Pablo supersticiosamente al echar fuera a los demonios en el nombre del Señor Jesús. Finalmente, el demonio les dijo: “A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?”, y saltando sobre ellos, los hirió (Hch. 19:15). Echar fuera a los demonios de esta manera es algo supersticioso. Cuando Pablo echó fuera a los demonios en el nombre del Señor Jesús, él podría decir: “Yo soy uno con el Señor Jesús, y para mí el vivir es Cristo”. Éste es el significado y la realidad espiritual de la expresión en el nombre del Señor.

II. ORAR EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

  Habiendo entendiendo el significado de estar en el nombre del Señor, nos queda claro que orar en el nombre del Señor significa que nosotros, los que estamos orando, estamos en una unión con el Señor. Cuando oramos en el nombre del Señor, el Señor ora juntamente con nosotros.

  Hermanos y hermanas, muchas veces después de haber orado, no podíamos afirmar que habíamos orado en el nombre del Señor, porque sabíamos que ésa simplemente había sido nuestra oración; es decir, que el Señor no habría orado de esa manera. Así que, al final, debimos haber dicho: “Oh Dios, oramos en nuestro propio nombre”, pues en la práctica, fuimos nosotros, y no el Señor, quien oró en nosotros. Si queremos estar en la realidad de orar en el nombre del Señor, tenemos que orar en el Señor. Cuando oremos de esta manera, el Señor también orará en nosotros.

  Aquí podemos ver que las oraciones hechas en el nombre del Señor en Juan 14 y 16, son oraciones tremendas. El Señor incluso dice que las obras que Él hace, nosotros también las haremos, y que haremos cosas aún mayores. Él también dice que hará todo lo que pidamos en Su nombre. Éste es un asunto muy importante. Si usted lee esas palabras en su contexto, podrá ver que el Señor, quien vivió en esta tierra, ha llegado a ser el Espíritu que vive en usted, y que Él está manifestándose en su vivir. Mientras transcurre este vivir, hay muchas cosas acerca de las cuales usted necesita orar. Así que, mientras ora, Él ora en usted y usted en Él. Cuando ora en esta unión con Él y Él ora con usted, usted ora en Su nombre.

  Creo, hermanos y hermanas, que todos ustedes han tenido la siguiente experiencia. En su experiencia temprana en la oración, podían orar por muchas cosas. Pero cuando comenzaron a orar en el nombre del Señor, inmediatamente sus oraciones fueron reducidas. Cuando realmente aprenden a permitir que el Señor esté en una unión con ustedes y que ore juntamente con ustedes, de cada diez asuntos, quizás sólo puedan orar por tres de ellos. Ustedes saben que si oran por los otros siete asuntos, el Señor no estaría orando. Usted estaría pidiendo algo, pero el Señor no lo estaría pidiendo.

  A menudo he escuchado las oraciones de los niños. Al final de sus oraciones ellos decían: “en el nombre del Señor”. Pero más tarde, cuando realmente entiendan lo que significa orar en el nombre del Señor, no podrán orar tan libremente como antes. Tampoco dirán “en el nombre del Señor” con tanta facilidad. Así que, hermanos, necesitan entender claramente que orar en el nombre del Señor no es una mera formalidad ni una frase vacía; más bien, implica que cuando una persona vive en el Señor y está unida al Señor de manera práctica, su oración es el Señor mismo orando dentro de él. En esta unión muchas oraciones llegan a ser purificadas.

III. UN VIVIR DE ORACIÓN EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

  De hecho, los capítulos 14 al 16 de Juan no trata principalmente de la oración ni de la vida, sino de un vivir en unidad, en cierta unión. Aquí vemos un grupo de personas que Dios escogió. Dios los ha apartado a fin de que ellos sean un testimonio en la tierra, testificando que ellos y el Dios Triuno tienen tal perfecta unión. Éste es su vivir. El Señor Jesús habla repetidas veces en esos tres capítulos de la Biblia acerca de este vivir unido. Una parte de este vivir es la oración. La oración que es en el nombre del Señor no sólo requiere de esta clase de vivir como su sostén y respaldo, sino que de hecho constituye parte de tal vivir. Por tanto, debemos saber que orar en el nombre del Señor no se trata meramente de la oración misma, sino aún más, de nuestro vivir. Cuando una persona vive en el Señor, por el Señor, en unión con el Señor y está mezclado con el Señor, espontáneamente una parte de su vivir será la oración.

  A la inversa, no es posible orar en el nombre del Señor si usted no vive por el Señor ni en el Señor. Es un concepto erróneo creer que uno puede vivir aparte del Señor y hacer uso de Su nombre cuando tenga algo que pedirle a Él, simplemente porque sabemos que nuestro nombre no tiene ningún valor ante Él. Esto es simplemente un pensamiento supersticioso. La oración en el nombre del Señor requiere como respaldo un vivir en unión con el Señor. La oración en el nombre del Señor debe formar parte de un vivir en unión con el Señor. Por tanto, los requisitos de tal oración son muy elevados. Es igual que poner un nombre al final de un artículo para mostrar que ya se ha terminado. Esto quiere decir que todo su vivir diario y práctico está en unión con el Señor. Usted aprende a vivir ante Dios por medio del Señor resucitado. Usted anda conforme a Su Espíritu y permite que Su Espíritu viva en usted. Tal vivir es la base y el respaldo necesario para orar en el nombre del Señor. Además, tal oración, de hecho constituye una parte de dicho vivir.

IV. LA RELACIÓN QUE EXISTE ENTRE ORAR EN EL NOMBRE DEL SEÑOR Y HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

  En Juan, del capítulo 14 al 16, el Señor Jesús indica claramente que las oraciones de aquellos que viven en el Señor, que son hechas en el nombre del Señor, son oraciones que llevan a cabo la voluntad de Dios. Al principio cuando oímos que necesitábamos orar en el nombre del Señor, pensamos que podíamos orar por cualquier cosa en el nombre del Señor. Pero al aprender la lección, descubrimos que de cada diez asuntos por los que deseamos orar, sólo podemos orar por dos. Aprendimos que los otros ocho no son la voluntad del Señor, y por tanto, el Señor no puede orar por estos asuntos juntamente con nosotros. Todas las verdaderas oraciones en el nombre del Señor ciertamente concuerdan con la voluntad de Dios.

  Basándonos en los capítulos del 14 al 16 de Juan podemos ver que hacer la voluntad de Dios y orar en el nombre del Señor son casi la misma cosa. Cuando usted ora en el nombre del Señor, eso equivale a hacer la voluntad de Dios. Siendo usted una persona que vive en el Señor y por el Señor, su vivir es el vivir del Señor. Consideren por favor, ¿puede tal persona tener aún metas o inclinaciones aparte del Señor? ¡Por supuesto que no! Por tanto, quisiéramos mencionar una vez más que de todos los pasajes de la Biblia que tratan de la promesa de Dios en cuanto a la oración, ninguno parece ser tan amplio como el que se presenta aquí en el Evangelio de Juan. Aquí el Señor Jesús dice: “Pedid lo que queráis, y os será hecho” (Jn. 15:7). En un sentido esta promesa es realmente amplia. Pero de hecho, tal oración también es muy estrecha, porque el tipo de oración que se menciona en Juan, del capítulo 14 al 16, es una oración hecha en el Señor. Por una parte, dice que no importa lo que deseen, les será dado, pero por otra, dice que tal oración debe hacerse en el nombre del Señor. Aunque usted pueda tener muchos deseos cuando está en sí mismo, una vez que se vuelve y entra en el nombre del Señor, usted verá cómo sus deseos se limitan y cómo hay muchas cosas que simplemente no puede pedir.

  Recuerdo que hace muchos años, cuando fui a Nanking por primera vez, un hermano me invitó a comer. Él estaba muy feliz, y durante toda la comida fue el único que hablaba. Él decía una y otra vez: “Hermano Lee, ahora que hemos ganado la guerra, yo tengo un sentir acerca de esto y tengo un sentir acerca de aquello; quisiera hacer esto y lo otro”. Todo lo que habló era lo que a él le gustaba, y afirmaba que todo era para Dios. Mientras yo le escuchaba, tenía la profunda sensación de que este hermano no sabía lo que decía. Lo que él deseaba, el Señor no lo deseaba. Eso era lo que él quería, aparte del Señor. Si un día él se internara en el Señor, se daría cuenta que deberá abandonar todos sus deseos ajenos al Señor. Él ciertamente podrá entrar en el Señor, pero no así sus deseos.

  Todos ustedes saben a lo que me refiero. Cuando uno vive fuera del Señor, puede tener muchos deseos. Quizás diga: “Quiero que Dios haga esto por mí y, por medio de Su poder, quiero también hacer esto para Él”. Pero gradualmente, al aprender a vivir en el Señor, ve que todos esos deseos están fuera del Señor y que no concuerdan con la voluntad de Dios. Por tanto, Dios no podría satisfacer esos deseos. Entonces, y solamente entonces, podrá decir que su deseo es el deseo de Dios. Por consiguiente, su oración cumplirá la voluntad de Dios, la llevará a cabo.

  En resumen, orar en el nombre del Señor no es simplemente una declaración o una fórmula; más bien, denota una realidad espiritual y una vida en unión con el Señor. Cuando en realidad vivimos en el Señor y tenemos tal vida en unión con Él, oraremos espontáneamente, y nuestras oraciones ciertamente concordarán con la voluntad del Señor. Cuando vivimos en Él y permitimos que Él viva en nosotros, Él se expresa por medio de nosotros. Entonces las oraciones que proceden de nosotros se limitarán a expresar los deseos de Dios. Una vez que tengamos esta clase de oración, se llevará a cabo la voluntad de Dios, porque hay un deseo purificado dentro de nosotros que surge de la mezcla del Señor con nosotros y de nosotros con Él. Las oraciones de una persona que ora así son oraciones hechas en el nombre del Señor.

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