Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Lecciones básicas acerca de la vida»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

Lecciones básicas acerca de la vida

PREFACIO

  Estas lecciones básicas acerca de la vida fueron dadas por el hermano Witness Lee de febrero a noviembre de 1979 en Anaheim, California. Fueron presentadas a los ancianos y colaboradores en el sur de California teniendo por finalidad el adiestramiento de los santos.

III. CONFORME A LA SEMEJANZA DE DIOS

  La imagen de Dios se refiere a Su ser interior, mientras que Su semejanza alude a Su porte exterior. Interiormente, dentro de Su ser, Dios tiene todos los atributos y virtudes, y exteriormente tiene una semejanza. Por un lado, Dios es invisible. Si tal es el caso, ¿cómo puede Dios tener semejanza alguna? Esto es muy difícil de comprender y de explicar para nosotros los seres humanos. Dios se apareció a Abraham en Génesis 18 en la semejanza de un hombre. No podemos decir que Dios fuera invisible en Génesis 18 ni que no tuviera semejanza. Dios apareció a Abraham en forma visible, con la semejanza de un hombre. Génesis 18 muestra que Dios tiene la semejanza de hombre. La semejanza del hombre corresponde a la semejanza de Dios. Los seres humanos tenemos un cuerpo físico, que es nuestra semejanza y también tenemos un ser interior. Del mismo modo, Dios tiene Su ser interior y también Su semejanza. El cuerpo exterior del hombre fue creado conforme a la semejanza de Dios. Antes de encarnarse como hombre, Dios apareció a Abraham en forma de hombre. La forma del hombre es la forma de Dios, porque el hombre fue creado conforme a la semejanza de Dios.

IV. EL CUERPO FUE FORMADO DEL POLVO PARA QUE EL HOMBRE PUDIERA EXISTIR

  Génesis 2:7 dice que Dios formó del polvo de la tierra un cuerpo para el hombre. El cuerpo físico es indispensable para su existencia, ya que sin él, el hombre no podría existir. Cuando el cuerpo del hombre muere, el hombre también muere; entonces la existencia del hombre depende completamente de su cuerpo físico.

V. EL ALIENTO DE VIDA FUE INFUNDIDO EN EL HOMBRE PARA QUE TUVIERA UN ESPÍRITU CON EL CUAL RECIBIR A DIOS

  Dios, al crear al hombre, le infundió el aliento de vida, el espíritu, con el cual el hombre podría recibir a Dios. Esto también se registra en Génesis 2:7. Después que Dios formó al hombre del polvo de la tierra para darle un cuerpo físico, sopló el aliento de vida en la nariz del hombre. La palabra hebrea que se traduce “aliento” en Génesis 2:7 es traducida “espíritu” en Proverbios 20:27, donde dice: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre”. Ésta es una clara evidencia de que el aliento de vida que Dios infundió en el cuerpo del hombre vino a ser el espíritu del hombre.

  Nuestro cuerpo formado del polvo es un órgano físico, y nuestro espíritu formado con el aliento de vida es un órgano espiritual. Tenemos un cuerpo hecho del polvo, que es el órgano físico con el cual nos relacionamos con el mundo físico; también tenemos el espíritu que proviene del aliento de vida, nuestro órgano espiritual con el cual podemos tener contacto con Dios en la esfera espiritual. Queda establecido, entonces, que el hombre —quien fue creado por Dios— tiene dos órganos: el cuerpo, formado del polvo, y el espíritu, que provino del aliento de vida.

  Cabe señalar que el aliento de vida que Dios infundió en el hombre cuando lo creó no debe considerarse la vida eterna de Dios. Dios no depositó Su vida eterna en el hombre al momento en que le infundió el aliento de vida. El aliento de vida no era la vida eterna, porque lo que Dios deseaba era que el hombre utilizara su libre albedrío y escogiera la vida eterna de Dios. Debido a esto, Dios ciertamente no pondría Su vida eterna en el hombre, contando sólo con Su divina voluntad, Su propia decisión, sin permitir que el hombre ejerciera la voluntad humana, su libre albedrío, para escoger la vida divina. Según el principio divino, Dios dejaría al hombre ejercer su libre albedrío para escoger a Dios y tomarle como vida. Esta vida es la vida eterna, la cual el hombre no tenía al momento de ser creado.

  Otra prueba de que el hombre no tenía la vida eterna, la vida de Dios, cuando fue creado es que después de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, Dios le cerró el camino al árbol de la vida para que no participara de éste y viviera para siempre con su naturaleza maligna (Gn. 3:22-24). Esto demuestra que, en el principio, cuando el hombre fue creado, él carecía de la vida de Dios. Lo que tenía era el aliento de vida que le fue impartido y que vino a ser su espíritu humano, el cual es el órgano con el cual puede recibir a Dios como vida eterna. Debemos entender esto claramente.

  Según la Biblia, el hombre no podía recibir la vida eterna de Dios sino hasta que el Señor Jesús viniera, muriera en la cruz para cumplir la redención por nosotros y nos abriera el camino para que nos acercásemos a Dios como el árbol de la vida. Después que Cristo murió y resucitó, el hombre podía creer en el Señor Jesús y recibirle como vida eterna. Antes de la muerte y resurrección de Cristo, era imposible que el hombre tuviera la vida de Dios.

VI. DIOS SOPLÓ EL ALIENTO DE VIDA EN EL HOMBRE

  Dios, al crear al hombre, infundió en él el aliento de vida para que tuviera un espíritu, una especie de receptáculo con el cual pudiese recibir a Dios.

VII. PARA PRODUCIR EL ALMA A FIN DE QUE EL HOMBRE VIVIERA A TRAVÉS DE LA MENTE, LA PARTE EMOTIVA Y LA VOLUNTAD

  La forma en que se produjo el alma del hombre también consta en Génesis 2:7, donde dice que cuando el aliento de vida fue soplado en la nariz del hombre, éste llegó a ser alma viviente. Dios usó dos materiales: el polvo, con el cual hizo el cuerpo, y el aliento de vida, con el cual produjo el espíritu del hombre. Cuando estos dos se juntaron, inmediatamente el hombre llegó a ser un alma viviente. Esto significa que el alma es el resultado de que el aliento de vida entrara en el cuerpo físico del hombre.

  Queda claro que el hombre consta de tres partes: el cuerpo por fuera, el espíritu por dentro y el alma como el mismo ser del hombre. Por eso, 1 Tesalonicenses 5:23 dice que todo nuestro ser está compuesto de espíritu, alma y cuerpo. Somos un ser tripartito. El alma es nuestro ser y tiene el cuerpo como órgano exterior y el espíritu como órgano interior. El alma, que es nuestro ser, se compone de la mente, la parte emotiva y la voluntad. Esto concuerda con la revelación de la Biblia. Las Escrituras nos muestran que en el alma tenemos una mente con la cual pensamos y consideramos (Sal. 13:2), tenemos una parte emotiva con la cual amamos y odiamos (1 S. 18:1; 2 S. 5:8), aceptamos y rechazamos cosas (Is. 61:10; Sal. 86:4), y también tenemos una voluntad con la cual escogemos y tomamos decisiones (Job 7:15; 6:7; 1 Cr. 22:19). Éstas son las funciones del alma.

VIII. LA INTENCIÓN QUE DIOS TENÍA AL CREAR AL HOMBRE

  La intención que Dios tenía al crear al hombre es que éste pueda comprender el deseo de Dios con su mente, que lo anhele con su parte emotiva, que con su voluntad escoja recibir a Dios, para que finalmente ejercite su espíritu y reciba a Dios como vida. Dios creó al hombre con una mente por medio de la cual él puede comprender el deseo de Dios. También lo creó con una parte emotiva con la cual puede anhelar ese deseo. Dios le dio al hombre libre albedrío, de tal modo que el hombre pueda usar su voluntad para escoger, tomar decisiones y recibir a Dios como vida. Finalmente, el hombre puede ejercitar su espíritu para recibir a Dios como su vida. Ésta es la intención que Dios tenía al crear al hombre.

  Dios creó al hombre de tal modo que éste le podía tomar y recibir como su vida. Lo creó con una mente, una parte emotiva y una voluntad, y además con un espíritu en el centro de su ser como un receptáculo con el cual recibir a Dios. Así que, con la mente el hombre puede comprender lo que Dios quiere, con la parte emotiva puede amar, preferir y complacerse con lo que Dios desea y con la voluntad, su libre albedrío, puede tomar la decisión de escoger a Dios, de aceptar a Dios. Además, el hombre tiene un espíritu, que es un órgano, incluso un receptáculo, con el cual puede recibir a Dios dentro de sí como su vida. Ésta es la intención que Dios tenía al crear al hombre.

IX. DIOS PUSO AL HOMBRE FRENTE AL ÁRBOL DE LA VIDA, LO CUAL INDICA QUE DESEABA QUE ÉL LE RECIBIERA COMO VIDA

  Dios puso al hombre frente al árbol de la vida, lo cual indica que quería que le recibiera como vida. Debemos ver que desde el principio, Dios no tenía la intención de pedirle al hombre que guardara alguna ley ni que hiciera buenas obras ni llevara alguna carga. Al principio, inmediatamente después de crear al hombre, Dios lo puso únicamente frente al árbol de la vida. Esto indica que Dios deseaba que el hombre le recibiera como vida, la cual es representada por el árbol de la vida. Dios también advirtió al hombre que debía ser cuidadoso con lo que comiera. Por supuesto, lo que el hombre escogiera hacer, procedería exclusivamente de su libre albedrío. Lo que escogiera comer dependía de él. Pero era el deseo de Dios que el hombre escogiera el árbol de la vida, lo cual significa que escogería la vida de Dios.

X. EL HOMBRE FUE CREADO COMO UN VASO PARA RECIBIR Y CONTENER A DIOS

  El hombre fue creado como un vaso para recibir y contener a Dios. Esto se revela claramente en Romanos 9:21 y 23, y en 2 Corintios 4:7. En Romanos 9 se nos dice que Dios es un alfarero, y nosotros el barro. El alfarero nos hizo como vasos de misericordia, vasos para honra e incluso vasos para gloria. Somos vasos que pueden contener a Dios, y no porque seamos buenos ni porque Dios nos prefiera, sino que se debe enteramente a Su misericordia. Dios tuvo misericordia de nosotros y quiso que fuésemos Sus vasos; por eso, decimos que somos vasos de misericordia. Somos vasos para honra porque contenemos al Dios de honra. Finalmente, todos seremos llenos de la gloria de Dios y seremos glorificados en esa gloria para llegar a ser vasos de gloria. En conclusión, Dios nos creó como vasos, a saber, vasos de misericordia, vasos para honra y vasos para gloria, a fin de que le contuviéramos a Él.

  Debemos ver que cuando Dios nos creó, nos hizo vasos que pudieran contenerle a Él. En esta lección debemos recalcar este único punto: el hombre fue hecho como un vaso con un espíritu humano como receptáculo para recibir a Dios. Ésta es la primera lección en cuanto a la vida en este entrenamiento. Debemos dejar esto muy en claro y dejar una profunda impresión en los entrenantes de que la creación del hombre consistió en hacer que él fuera un vaso con un receptáculo, el cual es nuestro espíritu humano, con el cual nosotros podemos recibir a Dios como vida.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración