
Lectura bíblica: He. 4:12; Mt. 16:24, 26; Lc. 9:25; Ro. 8:6b, 4; 1 Co. 6:17
En esta lección tenemos que presentar a los santos la manera en que se puede discernir entre el espíritu y el alma.
Hebreos 4:12 muestra que el espíritu está oculto en el alma como los tuétanos están ocultos en las coyunturas. Nuestro espíritu es como el tuétano, y nuestra alma es como las coyunturas. En otras palabras, nuestro espíritu está completamente encerrado o envuelto en nuestra alma. El alma es la envoltura que esconde nuestro espíritu. Entonces para discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma, debemos saber dónde está nuestro espíritu. Nuestro espíritu está dentro de nuestra alma. Con esto también podemos ver cuál es la condición en que se encuentre nuestro espíritu. Nuestro espíritu está rodeado, encerrado, por nuestra alma. Para discernir entre nuestro espíritu y nuestra alma, necesitamos ver la posición y la condición de nuestro espíritu.
Si las coyunturas no están quebrantadas, sino que quedan intactas, no podemos sacar de ellas los tuétanos. Para dividir los tuétanos de las coyunturas, tenemos que romper las coyunturas. Esto muestra que si nuestra alma no está quebrantada, nuestro espíritu no puede dividirse de ella. Para que el contenido pueda ser dividido de su envoltura o cubierta, ésta debe ser quebrada, lo cual es fundamental. Nuestra alma debe ser quebrantada. Si dejamos que nuestra alma permanezca intacta, no habrá posibilidad de que nuestro espíritu se divida del alma. Discernir el espíritu no solamente significa comprender la diferencia entre él y el alma, sino también dividir el espíritu del alma. Por consiguiente, es necesario que el alma sea quebrantada.
El alma se compone de la mente, la parte emotiva y la voluntad. Nosotros debemos negar todos estos componentes. No debemos ceder terreno a nuestra mente, ni a nuestra parte emotiva ni a nuestra voluntad. Debemos negar todas estas partes en nuestra vida espiritual.
Negar nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad equivale a negarnos a nosotros mismos. En Mateo 16:24 el Señor Jesús nos dijo que para seguirle, debemos negarnos a nosotros mismos. Al comparar Mateo 16:26 con Lucas 9:25 vemos que nuestra alma o la vida de nuestra alma, es nuestro yo. El alma es el yo. Por consiguiente, negarnos a las partes del alma —la mente, la parte emotiva y la voluntad— es negarnos al yo. Debemos comprender que negar es lo mismo que quebrantar. Negar la mente, la parte emotiva y la voluntad es permitir que el alma sea quebrantada. El verdadero quebrantamiento del alma consiste en negarnos a nosotros mismos.
Basándonos en el contexto de Hebreos 4:12, podemos ver que la palabra de Dios, la cual es viva y eficaz, saca a la luz y discierne los pensamientos de nuestra mente, las intenciones de nuestra voluntad y los deseos de nuestra parte emotiva. Puesto que la palabra de Dios pone en evidencia nuestra condición interior, la discierne cabalmente. Esto se debe a que la palabra de Dios es viva y eficaz. El hecho de que la palabra de Dios es viva, se refiere a la naturaleza de la palabra de Dios, y el hecho de que es eficaz, se refiere a su función. La palabra es viva, y opera, o sea, desempeña una función.
Todos los santos, incluyendo a los de más edad, necesitan comprender por qué Pablo, al hablar de dividir nuestra alma de nuestro espíritu, menciona la palabra de Dios. Ello se debe a que cada vez que Dios nos habla, Su palabra pone al descubierto y discierne nuestra condición interior. Mencionamos Hebreos 4:12 basándonos en que Dios exhortó a los hijos de Israel a continuar directamente a la buena tierra. Lo que Dios les dijo, puso al descubierto la condición interior de ellos e hizo que ellos la vieran claramente.
Los hijos de Israel estaban enfrascados en su alma calculando cuán grandes y fuertes eran los cananeos y cuán débiles eran ellos. Los cananeos eran gigantes y eran numerosos; en comparación, los hijos de Israel eran pocos. Al analizar todo esto, los hijos de Israel tuvieron temor de los cananeos. Esta evaluación, este pensamiento, tuvo lugar en su alma. Entonces la palabra de Dios puso al descubierto y discernió aquello para mostrarles que estaban en su alma. Pero ellos no ejercitaron su espíritu como lo hicieron Josué y Caleb, quienes se rehusaron a permanecer en su alma. La Biblia dice que ellos tenían un espíritu diferente (Nm. 14:24, 30). Ellos estaban ejercitando su espíritu y, por eso, tenían fe.
Pablo comparó a los creyentes hebreos con los israelitas de antaño. Para Pablo los creyentes hebreos estaban titubeantes. No sabían con certeza lo que debían hacer, si debían permanecer en el judaísmo o avanzar en la vida cristiana. Estaban metidos en su alma y no en su espíritu. Así que Pablo les habló la palabra de Dios para exponer su condición interior y ayudarles a discernir que estaban en su alma y no en su espíritu.
Con esto podemos ver que cada vez que leemos la Biblia de manera viva, la palabra de Dios siempre requiere o exige algo de nosotros. Esa exigencia o requerimiento siempre nos pone al descubierto y discierne nuestra condición interior, de tal modo que comprendemos si estamos en nuestra alma o en nuestro espíritu. Para discernir nuestro espíritu, necesitamos recibir la palabra viva. Cuanto más oramos-leemos la Palabra, más viviente llega a ser para nosotros. La Palabra viva nos muestra nuestra condición; si estamos en el espíritu o en el alma. Así nuestra alma queda al descubierto, y discernimos entre ella y nuestro espíritu. La palabra de Dios siempre nos muestra nuestra situación y condición interiores. Si deseamos discernir entre el espíritu y el alma, no podemos alejarnos de la palabra de Dios, la cual es viva y eficaz.
Después que el alma es quebrantada —después que negamos la mente, la parte emotiva y la voluntad— lo que queda es el espíritu. Primero, necesitamos ver que el quebrantamiento del alma equivale a negar la mente, la parte emotiva y la voluntad. Después de dicho quebrantamiento o negación, siempre quedará algo en nosotros. Si los incrédulos niegan su mente, su parte emotiva y su voluntad, no les queda nada. Pero cuanto más nosotros negamos la mente, la parte emotiva y la voluntad, más se levantará nuestro espíritu y se manifestará. Algunos santos tal vez se pregunten cómo pueden conocer el espíritu. La respuesta es que deben permitir que su alma sea quebrantada a lo máximo al negar su mente, su parte emotiva y su voluntad. Entonces sólo quedará el espíritu. Ésta es la manera de discernir el espíritu. El espíritu es lo que queda después del quebrantamiento y negación del alma.
En Romanos 8:6 Pablo nos exhorta a poner la mente en el espíritu. Primero, nuestra alma debe estar quebrantada. Debemos negar la mente, la parte emotiva y la voluntad. Entonces podemos poner la mente en el espíritu. De lo contrario, es imposible que nadie ponga la mente en el espíritu. Es necesario que el alma sea quebrantada y que neguemos el yo, incluyendo la mente, la parte emotiva y la voluntad. Entonces quedará algo. Entonces tendremos el camino despejado para poner nuestra mente en lo que queda, que es el espíritu.
En Romanos 8:4 Pablo nos exhorta a andar conforme al espíritu. Si nuestra alma no ha sido quebrantada, ni hemos negado nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, y si no ponemos nuestra mente en el espíritu, que es lo que queda, no podemos andar conforme al espíritu. Si andamos conforme a nuestra mente, parte emotiva y voluntad, entonces andamos conforme a nuestra alma y a nuestro yo, y no conforme al espíritu. Solamente después que el alma es quebrantada, después que negamos la mente, la parte emotiva y la voluntad, y después que ponemos la mente en el espíritu, podemos andar conforme al espíritu.
A esta coyuntura, es fácil avanzar con el Señor en el espíritu. Podemos citar 1 Corintios 6:17, que dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”.
Si no sabemos cómo discernir entre el espíritu y el alma, esto significa que no permitiremos que nuestra alma sea quebrantada ni negaremos nuestro yo. Sólo cuando nuestra alma sea quebrantada y neguemos el yo, tendremos el camino despejado para poner nuestra mente en el espíritu. Entonces podremos andar conforme al espíritu y ser uno con el Señor en tal espíritu, un espíritu que se distingue perfectamente del alma. Entonces el espíritu no estará oculto en el alma, sino que quedará separado del alma que ya ha sido quebrantada.