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Lecciones básicas acerca del servicio

PREFACIO

  Estas lecciones básicas acerca del servicio fueron dados por el hermano Witness Lee de febrero a diciembre de 1979 en Anaheim, California. Fueron presentados a los ancianos y colaboradores en el sur de California teniendo por finalidad el adiestramiento de los santos.

I. LA IGLESIA ES LA ASAMBLEA, LA CONGREGACIÓN DE LOS QUE HAN SIDO LLAMADOS A SALIR

  A fin de comprender la importancia que tienen las reuniones y la manera en que debemos reunirnos, debemos ver que, en el sentido más elemental, la iglesia es la asamblea, la congregación de los que han sido llamados a salir. En griego el término ekklesía traducido “iglesia” indica una asamblea de los que han sido llamados. En la antigüedad, cuando la ciudad convocaba al pueblo a congregarse para cierto propósito, a esto se le llamaba una ekklesía, la cual era una asamblea, una congregación de los que habían sido llamados a salir. La Biblia usa la palabra ekklesía para referirse a la iglesia, porque esto corresponde con el significado de la iglesia. La iglesia es la congregación de los que Dios ha llamado a salir. Nosotros fuimos llamados a salir del mundo para congregarnos. Siempre que nos reunimos, esa reunión es la iglesia.

  Debemos señalar que el Señor Jesús, en los Evangelios, menciona dos veces a la iglesia, una vez en Mateo 16:18, refiriéndose a la iglesia universal, y otra en Mateo 18:17, refiriéndose a la iglesia local. Cuando el Señor Jesús mencionó la iglesia por segunda vez en Mateo 18:17, fue en el aspecto local e hizo alusión al tema de las reuniones. En el versículo 20 el Señor dijo: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. Cuando el Señor Jesús mencionó el asunto de la iglesia en el sentido local, Él hizo hincapié en la necesidad de congregarse, de reunirse. Si hemos de tener la presencia del Señor, ciertamente necesitamos reunirnos.

II. REUNIRSE ES ADORAR A DIOS Y SERVIRLE

  Ya dijimos que reunirse es adorar a Dios y servirle. Pero es menester recalcar, una y otra vez, que si el creyente no se reúne con la iglesia, eso significa que no está adorando ni sirviendo a Dios de una manera adecuada.

III. REUNIRSE ES MINISTRAR CRISTO A OTROS

  Reunirse es ministrar a Cristo a otros. Este punto es sumamente crucial. La mayoría de cristianos tienen el concepto de que uno viene a las reuniones para recibir ayuda. Ellos no perciben, no consideran ni conceptualizan que es necesario ministrar Cristo a los demás. Todo creyente debe tener en sí algo de Cristo. Así, al congregarnos, venimos a compartir Cristo con los demás, a ministrar Cristo a los demás, ya sea mediante nuestra oración, o al darles nuestro testimonio o una palabra en forma de un breve mensaje. Siempre debemos estar preparados para ministrar Cristo en una reunión. Es necesario que sigamos hablando de este punto para que los jóvenes y los nuevos entre nosotros sean impresionados. El concepto erróneo que ellos tienen al respecto debe ser corregido.

  Incluso nosotros mismos, por mucho tiempo estuvimos inmersos en una atmósfera contaminada por tales enseñanzas erróneas. Debido a ello, no nos damos cuenta de que asistir a una reunión y no ministrar Cristo a los demás sea una deficiencia total. De acuerdo con el tipo hallado en el Antiguo Testamento, Dios mandó que Su pueblo no debía llegar a las reuniones con las manos vacías (Dt. 16:16). Cuando usted llega a las reuniones, tiene que traer consigo algo para ofrecer. Asimismo, si el sacerdote en el Antiguo Testamento no ofrecía algo en el altar, él no podía entrar en el tabernáculo. Si no tenemos nada que ofrecerle a Dios, jamás podremos entrar en el tabernáculo, así que esto resulta indispensable. Si no le ofrecemos nada a Dios, y procuramos entrar en Su presencia, esto denota una gran deficiencia.

IV. REUNIRSE ES EDIFICAR LA IGLESIA

  Además, necesitamos ver que al reunirnos, edificamos la iglesia (1 Co. 14:26). En 1 Corintios 14 leemos que en la reunión lo mejor es profetizar (v. 31). Esto se debe a que profetizar edifica la iglesia (v. 4b). Esto nos dice claramente que cuando asistimos a la reunión, edificamos la iglesia. Reunirse es un servicio y éste es el servicio que edifica, el ministerio que edifica.

  Es necesario invertir más tiempo en esta palabra para recalcar una sola cosa: cada uno de los santos tiene que edificar la iglesia. Según Efesios 4:16, el Cuerpo de Cristo es edificado no sólo por medio de las coyunturas del rico suministro, sino también por la función de cada miembro en su medida. Esto indica que cada santo debe participar en la edificación del Cuerpo. Esto se lleva a cabo principalmente al asistir a las reuniones. Reunirse es la manera de edificar la iglesia.

  Todo el que asiste a la reunión debiera ser una persona que edifica, que hace la obra de edificación. Sin embargo, debemos examinar nuestra situación actual. Muchos santos asisten a nuestras reuniones y no hacen absolutamente nada. Ellos simplemente permanecen ahí sentados esperando recibir algo. En cambio, si todos los santos se ejercitan en edificar la reunión, ciertamente tal reunión será prevaleciente, rica y muy elevada. Supongamos que ningún santo ejerciera su función en la reunión; todos vienen a la reunión para permanecer sentados y en silencio. Tal reunión sería la más deficiente y pobre de todas, sería una reunión vacía. Cuanto más abramos nuestra boca para hablar por el Señor, más se hará la obra de edificación. Cuanto más nos ejercitemos todos en hablar impartiendo a Cristo en las reuniones, más ricas, elevadas y vivientes serán éstas. Necesitamos alentar a todos los santos a ministrar, a servir, a fin de edificar la iglesia. (1 Co. 14:3-5).

V. CÓMO REUNIRSE

A. En el nombre del Señor

  En Mateo 18:20 el Señor dijo: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. Debemos percatarnos de que, según el griego del texto original, los creyentes no se congregan en el nombre del Señor, sino hacia dentro de Su nombre. Todas las veces que nos reunimos debemos salir de nosotros mismos, salir del mundo, salir de nuestro hogar, nuestra familia, nuestro trabajo, nuestros negocios, nuestra escuela y de todo aquello que no sea Cristo. Tenemos que internarnos en Su nombre. En el Nuevo Testamento, el nombre del Señor representa Su persona misma. Si nos reunimos en Su nombre, quiere decir que estamos reunidos en la persona misma del Señor. Es necesario que salgamos de todo lo demás y que nos internemos en el Señor mismo.

B. Por medio del ejercicio de nuestro espíritu

  Cuando nos reunimos, siempre debemos ejercitar nuestro espíritu. Esto se indica en 1 Corintios 14:32, donde se afirma: “Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas”. En las reuniones no necesitamos ejercitar mucho nuestras emociones ni nuestra mente. Lo que necesitamos ejercitar es nuestro espíritu.

C. Con las experiencias que hemos tenido de Cristo

  Debemos venir a las reuniones de la iglesia con las experiencias que hemos tenido de Cristo. El Nuevo Testamento no nos dice mucho acerca de lo que debemos traer a las reuniones; más bien, depende de los cuadros presentados en el Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, siempre que Dios ordenaba que Su pueblo se reuniera en el lugar escogido por Él, era con la finalidad de que el pueblo de Dios trajera consigo el rico excedente de la buena tierra y lo ofreciera a Dios. Dios les mandó que no llegaran con las manos vacías. Ellos tenían que traer consigo el rico excedente de la buena tierra, la cual tipifica a Cristo. El rico producto del abundante excedente tipifica la experiencia y el disfrute que tenemos de Cristo. Por tanto, al reunirnos, debemos traer con nosotros estas experiencias de Cristo.

  Cuán vasto sea el contenido de la reunión y cuán elevada sea ésta dependerá completamente de cuánto hayamos experimentado a Cristo. Al venir a una reunión, no debemos hacerlo trayendo con nosotros un Cristo objetivo y doctrinal, sino al Cristo que es subjetivo para nosotros y que podemos experimentar. Son muchos los cristianos que no experimentan a Cristo en su andar cotidiano; por ello, cuando se congregan, no tienen nada de Cristo para ministrarse los unos a los otros. Pero en el recobro del Señor debe ser diferente. Día tras día debemos tener algunas experiencias de Cristo. Así algo se acumulará en nuestro ser, y tendremos algo de Cristo para ministrar e impartir a otros. Internarnos en el nombre del Señor, ejercitar nuestro espíritu y ofrecer al Cristo que hemos experimentado conforman básicamente la manera en la que debemos reunirnos.

D. Al ministrar a Cristo

  Si usted se interna en la persona de Cristo, ejercita su espíritu y experimenta a Cristo, cuando usted abra su boca, ya sea para pedir un himno, orar, alabar, dar un testimonio, leer una porción de la Palabra o dar un breve mensaje, estará ministrando Cristo a las personas. Será Cristo mismo quien emane de usted. En esto consiste el ministerio, y éste es el mejor servicio. Usted se convertirá en un mayordomo que ministra Cristo a las personas. Usted se convertirá en un mesero divino, una mesera divina, que atiende a muchas personas y les sirve algo de Cristo.

E. Al profetizar

  En 1 Corintios 14 se nos dice que cuando nos reunimos, todos podemos profetizar uno por uno (v. 31) y que el que profetiza edifica la iglesia (v. 4b). En Éxodo 4 Moisés le dijo al Señor que él no era elocuente (v. 10). Entonces el Señor le asignó a Aarón como colaborador. Él le dijo a Moisés en cuanto a Aarón: “Tú le hablarás y pondrás en su boca las palabras, y Yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer” (v. 15). Cuando Moisés hablara con su hermano Aarón y pusiera palabras en su boca, Dios estaría con la boca de Moisés y con la boca de Aarón. Luego, el Señor le dijo a Moisés: “Él hablará por ti al pueblo” (v. 16). Aarón sería el portavoz de Moisés. En Éxodo 7:1 el Señor dijo a Moisés: “Mira, Yo te he constituido Dios para Faraón; y tu hermano Aarón será tu profeta”. Eso significaba que Aarón hablaría por Moisés. Un profeta es un portavoz. El significado básico del término profetizar es hablar por otra persona. En el sentido neotestamentario, profetizar es hablar por Cristo. Debemos usar 1 Corintios 14:31 para convencer a los santos de la importancia de que en las reuniones de la iglesia todos podemos profetizar uno por uno.

F. Sin haber divisiones entre nosotros

  En 1 Corintios 11:17-18 el apóstol Pablo dijo: “Al daros estas instrucciones, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo”. Pablo les dijo a los corintios que no se congregaban para lo mejor, sino para lo peor, porque se reunían en una condición de división. Por lo tanto, en las reuniones debemos evitar cualquier división. No debemos participar en ninguna reunión que sea divisiva.

  Según la tipología del Antiguo Testamento, los hijos de Israel tenían que congregarse en un único lugar, en virtud del cual todos eran mantenidos en la unidad. Cuando ellos se congregaban según lo dispuesto por Dios, lo hacían en unidad y dicha reunión resguardaba la unidad. En tiempos antiguos, congregarse de esa manera resguardaba la unidad existente entre los hijos de Israel. Los hijos de Israel se presentaban delante del Señor tres veces al año en el lugar escogido por Dios a fin de congregarse como un solo hombre. Siempre que haya divisiones entre nosotros, no experimentaremos ningún beneficio, sino una pérdida.

  Todos los puntos abarcados en esta lección debieran ser suficientes como para dar a los santos una clara visión de cómo se deben reunir. Debemos recordar el enfoque central de esta lección, a saber: reunirse es servir, esto es, ministrar.

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