
Lectura bíblica: Lv. 3:3-5, 9-11, 14-17; 7:11-21, 28-34
Enfoque: Cristo, la ofrenda de paz que ofrecemos al Padre, tiene como finalidad el disfrute de Dios y el de todos los participantes en la adoración realizada en la impartición de Dios.
En esta lección, queremos continuar nuestra comunión con respecto a presentar a Cristo, la ofrenda de paz, al Padre en la reunión de la mesa del Señor. En particular, queremos ver el significado de las porciones de la ofrenda de paz, según se describen en Levítico.
Una porción de la ofrenda de paz que se presentaba a Dios procedía del buey (3:3-5). Esta porción consistía en la grosura que cubría las partes internas del ganado vacuno. Toda la grosura que cubría las partes internas debía ser para Dios. Los dos riñones y la grosura que los cubría eran para Dios, así como el lóbulo del hígado. Toda esta grosura y todas estas partes tiernas del ganado habían de quemarse para Dios como alimento que le satisficiera y le complaciera.
Estos elementos hacen alusión a la dulzura y tierna sensibilidad del ser interior de Cristo. Sólo Dios puede apreciar el ser interior de Cristo. Nuestra aprehensión de tales aspectos de Cristo es muy limitada. En términos de nuestra aprehensión, no podemos percibirlos a profundidad. Solamente Dios tiene tal percepción. En Mateo 11:27 el Señor Jesús dijo que “nadie conoce al Hijo, sino el Padre”. Cuando Él dijo esto, mucha gente lo rodeaba, incluyendo a Sus discípulos. Todos ellos le veían, pero no podían percibir lo que había en Su interior. Ningún ser humano puede percibir a cabalidad lo que hay en el ser interior del Señor. Eso es algo que sólo Dios puede valorar, estimar, disfrutar y aprehender plenamente.
Levítico no dice que el corazón era ofrecido a Dios como Su porción. Más bien, al hablar de las porciones de la ofrenda de paz que eran para Dios, Levítico menciona claramente los riñones y el hígado. Ninguna grosura recubre el corazón. Si así fuese, eso sería malísimo. Por supuesto, el corazón es un órgano vital, pero el hígado y los riñones son órganos muy tiernos y sensibles. Este cuadro nos muestra aquello que está en el interior de Cristo, pero que es invisible a los ojos del hombre. Solamente Dios puede percibir lo que hay allí.
La grosura siempre indica dulzura y ternura. La parte del ganado más blanda, dulce y tierna es la grosura, la cual llegó a ser alimento para Dios al ser quemada. Aquella parte del buey que resulta más fácil de incinerar es la grosura. Sería contrario a las leyes de la medicina que los sacerdotes comiesen la grosura. Para nosotros los seres humanos no es saludable comer grasa, pero para Dios es muy saludable. Nosotros no podemos digerir la grosura, pero Dios si puede hacerlo. La grosura nos causa problemas, pero para Dios no representa problema alguno. La digestión divina es muy distinta de la del hombre.
Esto nos muestra cuán maravillosa es la Biblia. En los días del Antiguo Testamento, la gente no tenía el beneficio de la ciencia moderna, pero Dios estableció normas dietéticas para los sacerdotes de acuerdo con Su propia ley de medicina. Por supuesto, la ciencia moderna ha descubierto que la grosura no es saludable para el cuerpo humano; pero este principio ya había sido reconocido por la Biblia. Dios mantenía toda la grosura muy lejos de los sacerdotes.
Entre los chinos hay muchos que ingieren toda la grosura. Ellos la tienen en alta estima, y se la sirven a aquellos a quienes muestran respeto. Sin embargo, en el Antiguo Testamento, los judíos ofrecían toda la grosura a Dios; únicamente Dios la podía digerir. Esto es muy significativo. Puesto que la mayor parte de los chinos no conocen a Dios, le sirven la comida equivocada a las personas incorrectas. Pero, como los judíos conocían a Dios según las Escrituras, ellos podían servir la comida correcta a la persona correcta, esto es, a Dios. La grosura del ganado tenía que ser servida a Dios.
Entre las porciones de la ofrenda de paz que se ofrecían a Dios, también había porciones procedentes del cordero (3:9-11). Estas porciones eran las mismas que se escogieron del buey, más la cola gorda entera. La cola gorda y la grosura de las partes internas vuelven a referirse a las partes dulces y tiernas del ser de Cristo. Ningún ser humano podría hacer suya esta porción. Solamente el Padre puede aprehender y disfrutar tal porción.
Las porciones de la ofrenda de paz ofrecidas a Dios que procedían de la cabra eran las mismas partes que se escogieron del buey (vs. 14-16). Todas estas porciones, que representan las partes tiernas, dulces y deliciosas de Cristo, son para Dios. Ellas son la porción de Dios.
La porción designada al sacerdote oferente era la segunda clase de porciones procedentes de la ofrenda de paz. La primera, fue la porción de Dios, y esta segunda porción, es la porción asignada al sacerdote oferente.
Cuando los hijos de Israel presentaban la ofrenda de paz conforme a lo requerido por Dios, no tenían que ofrecer tortas. Para la ofrenda de paz, lo único que Dios requería era un animal del ganado. Pero si el oferente se sentía agradecido hacia Dios y presentaba la ofrenda de paz en acción de gracias, él tenía que agregar algo a la ofrenda de paz requerida. Esta porción no estaba compuesta del ganado, sino de las tortas. Según Levítico 7:14, de todas las tortas que se ofrendaban, era necesario separar una y elevarla a Dios como ofrenda elevada. Esta torta llegaba a ser la porción del sacerdote oferente, es decir, del sacerdote que oficiaba y servía, el mismo que ofrecía la sangre y la grosura.
Levítico 7:13 y 14 dicen: “Con tortas de pan leudado presentará su ofrenda, además del sacrificio de sus ofrendas de paz en acción de gracias. Y de ella presentará una parte de cada ofrenda como ofrenda elevada a Jehová, la cual pertenecerá al sacerdote que rocía la sangre de las ofrendas de paz”. Cada vez que el sacerdote que servía presentaba la ofrenda de paz en acción de gracias, él tenía que tomar una torta para presentarla como ofrenda elevada. Al presentar tal ofrenda, él tenía que elegir una entre todas las tortas y elevarla al Señor. Entonces dicha torta se convertiría en su propia porción.
El muslo derecho de la ofrenda de paz también era dado al sacerdote como ofrenda elevada procedente de los sacrificios de las ofrendas de paz (vs. 32-34). Tanto la torta como el muslo derecho nutrían y fortalecían al sacerdote que servía. La torta era para nutrir y el muslo para fortalecer, y ambas eran ofrendas elevadas. Esto alude al disfrute de la ascensión de Cristo, al disfrute que tenemos del Cristo ascendido, Aquel que fue elevado. Esto nos muestra que los sacerdotes oferentes, los que sirven, obtienen el disfrute más elevado. Cuanto más servimos, más elevada será la porción de Cristo que disfrutemos.
El pecho como ofrenda mecida constituía la porción de la ofrenda de paz asignada a todos los sacerdotes, incluyendo a Aarón y todos sus hijos (vs. 30-31, 34). Esta ofrenda mecida no es tan elevada como la ofrenda elevada, y el pecho no es tan fuerte como el muslo. Así pues, todos los sacerdotes comparten una porción que no es tan elevada ni tan fuerte como aquélla de la cual son partícipes los sacerdotes que sirven. La porción más elevada y poderosa es para los sacerdotes que sirven, no para los sacerdotes en general. Los sacerdotes en general únicamente comparten la porción común a todos ellos; es decir, el pecho mecido, y no el muslo elevado. La ofrenda mecida representa al Cristo resucitado. La ofrenda elevada representa al Cristo exaltado. El Cristo exaltado, por supuesto, es más elevado que el Cristo resucitado. Mientras no experimentemos al Cristo en ascensión, no habremos alcanzado la meta; estaremos en camino a lograrlo.
El pecho no representa la fuerza, sino el amor. Esto indica que mientras la iglesia todavía esté en la etapa del amor, no es tan fuerte y se encuentra en un nivel inferior. La iglesia debe superar la etapa del amor para llegar a la etapa del poder, es decir, debe avanzar del nivel que corresponde al pecho, al nivel que corresponde al muslo. Si entre nosotros hay abundancia de sacerdotes, pero son pocos los sacerdotes que sirven, nuestra vida de iglesia será muy débil. Necesitamos que ciertos servidores tengan el disfrute del muslo derecho como ofrenda elevada.
Una porción de la ofrenda de paz era también para el oferente.
La carne del ganado era la porción asignada al oferente (vs. 15-18). La carne de la ofrenda de paz presentada en acción de gracias sólo se podía comer el día en que se ofrendaba (v. 15), mientras que la carne de la ofrenda de paz como voto u ofrenda voluntaria se podía comer durante dos días (vs. 16-18). Esto muestra que la ofrenda que se presenta como voto tiene más poder que la ofrenda presentada en acción de gracias. Por consiguiente, la ofrenda en acción de gracias sólo se podía comer un solo día. Pero la ofrenda por un voto u ofrenda voluntaria tenía más poder, así que podía perdurar por dos días.
Necesitamos ver la diferencia que hay entre la ofrenda de paz en acción de gracias y la ofrenda de paz como voto. La ofrenda de paz en calidad de voto tiene más poder. Puede ser que hoy nos consagremos a Dios en acción de gracias. Posiblemente oremos: “Señor, te amo, y me consagro a Ti”. Dicha consagración es hecha en acción de gracias, pero es muy general. Por otra parte, podemos entregarnos a Dios con voto. Quizás oremos: “Señor, vengo a Ti a hacer un voto. Me entrego a Ti y me desposo contigo. Sólo quiero ser para Ti por siempre, no importa lo que suceda ni cómo me sienta”. Un voto es ofrecido voluntariamente.
Muchos santos se consagran a Cristo y la iglesia, pero es posible que cinco años más tarde abandonen la vida de iglesia. Esto significa que ellos no hicieron un voto. Un voto es como el lazo matrimonial. En cambio, la ofrenda en acción de gracias se basa en nuestros sentimientos. Podemos permanecer con alguien porque sentimos amor, pero un voto va más allá de nuestros sentimientos. Es un lazo que nos ata sin importar lo que sentimos ni las circunstancias. Todos nosotros necesitamos ser aquellos que están casados con Cristo con miras a Su recobro. Entonces, sin importar lo que suceda o cómo nos sintamos, siempre permaneceremos con el Señor por el bien de Su recobro. Agradezco al Señor que muchos santos están atados a Cristo en virtud de un voto matrimonial. Hacer tal voto es ser verdaderamente un nazareo tal como lo revela Números 6.
Presentar una ofrenda en acción de gracias es algo emotivo y superficial, pero la ofrenda hecha debido a un voto posee determinación y profundidad. La acción de gracias está más bien relacionada con la emoción, mientras que un voto tiene que ver con nuestra voluntad. Unos santos se consagran en acción de gracias, mientras que otros se consagran debido a un voto. Para poder seguir al Señor necesitamos hacer un voto. Un voto matrimonial no puede sufrir cambio, variación ni alteración alguna. Ofrecerle un voto al Señor es un tesoro para Él.
Además de la carne del ganado, el oferente también disfrutaba tres clases de tortas como su porción (Lv. 7:12-13).
En primer lugar, tenían tortas sin levadura mezcladas con aceite. Darby indica en una nota de Levítico 2:4 que estas tortas eran muy delgadas y tenían perforaciones. Debido a esto, eran fáciles de ingerir y digerir. Éste es un tipo de Cristo como Aquel que es fácil de ingerir y digerir. Él está mezclado con el Espíritu, y no tiene levadura, no tiene pecado.
La segunda clase de torta eran los hojaldres huecos, sin levadura, ungidos con aceite. También estos hojaldres eran fáciles de comer, digerir y disfrutar porque estaban vacíos por dentro, es decir, eran huecos. Las tortas sin levaduras iban mezcladas con aceite, mientras que los hojaldres huecos y sin levadura eran ungidos con aceite.
Cristo siempre era “hueco” por dentro; ser hueco significa ser pobre en espíritu. Además, Él fue traspasado en la cruz, es decir, fue “perforado”. Hoy muchos cristianos son como una gruesa torta de doce pulgadas, sin ningún agujero. Nadie los puede comer. Pero Cristo no era grueso. Cristo se humilló a Sí mismo. Él era “hueco”, es decir, pobre en espíritu, y fue perforado, traspasado, para que le disfrutemos.
La tercera clase de torta era la de flor de harina empapada y mezclada con aceite. Una cosa es estar mezclado, otra cosa es ser empapados y otra distinta ser ungidos. Que la torta fuese mezclada con aceite implica un proceso interno. Que la torta fuese empapada con aceite implica que debía ser saturada con aceite. Que la torta fuese ungida con aceite indica que el aceite era derramado sobre ella.
Estas tortas se tenían que ofrecer junto con el sacrificio en acción de gracias, lo cual significa algo que añadimos a lo que Dios requiere. A Dios le agrada lo exigido por Él; es decir, el buey, la oveja y la cabra. Pero cuando estamos tan agradecidos por lo que hemos disfrutado de Cristo, tenemos algo que dar a Dios en acción de gracias. Esto consiste en alguna experiencia que tenemos de Cristo, en añadidura a lo requerido por Dios y se trata de algo que nosotros iniciamos. Debido a que estamos agradecidos a Dios por Cristo, traemos a Dios algo adicional de Cristo.
Claro está, todo cuanto Cristo hizo por nosotros en Su obra redentora se halla completamente representado por el ganado vacuno. No podemos añadir nada a esto. Pero en el ganado no se hallan representados ni la conducta de Cristo ni el vivir humano de Cristo. Es necesario leer los cuatro Evangelios si queremos aprehender el vivir humano que Cristo llevó sobre la tierra. En este sentido, Cristo está tipificado por las tortas de la ofrenda de paz, las mismas que eran delgadas y huecas. Cuando estamos agradecidos con Dios, lo que ofrecemos a Dios en acción de gracias representa a Cristo en el aspecto de Su vivir humano.
Levítico 7:13 dice: “Con tortas de pan leudado presentará su ofrenda, además del sacrificio de sus ofrendas de paz en acción de gracias”. Los otros elementos presentes son para nuestro aprecio y disfrute, mientras que la levadura nos recuerda que nosotros, los oferentes y los que disfrutamos al Cristo santo, todavía somos impíos, todavía tenemos levadura. Todo lo que Dios hace es completamente puro y santo. Pero todo lo iniciado por nosotros aún tiene levadura. El pan leudado recuerda al oferente que él todavía es pecaminoso. Siempre que ofrecemos a Cristo en la mesa del Señor, necesitamos que se nos recuerde que todavía somos inmundos, que todavía hay levadura en nosotros.
Eran cinco los participantes de las cinco porciones de la ofrenda de paz. Una porción era para Dios, otra porción era para el sacerdote que oficiaba, otra era para todos los sacerdotes, otra porción era para el oferente y la última porción era para los demás, es decir, para el resto de la congregación que adoraba a Dios (vs. 19-21). La última porción que correspondía a los demás era la carne del ganado. Por supuesto, ningún oferente por sí sólo podía comer todas las ofrendas, así que se necesitaba de algunos que le “ayudasen a comer”. Es por esto que todos nos congregamos en la mesa del Señor para disfrutar de las inescrutables riquezas de Cristo.
Hoy en día, nosotros mismos debemos ser los sacerdotes que oficiamos, los sacerdotes que servimos. En la adoración realizada según el Antiguo Testamento, algunos eran sacerdotes que servían y otros acudían a éstos para presentar alguna ofrenda. Pero en la era del Nuevo Testamento no existen clérigos ni laicos. Hoy nosotros debemos ser todos estos cuatro participantes: los oferentes, los sacerdotes que sirven, los sacerdotes en general y la congregación. Solamente ciertas porciones de la ofrenda de paz, mayormente las partes internas, son para Dios; las demás porciones nos han sido asignadas a nosotros.
Sin embargo, algunos de nosotros tal vez únicamente asistan a la reunión como parte de la congregación, no en calidad de oferentes. Otros, quizás sean oferentes, pero carecen de la fortaleza necesaria y entre ellos no hallamos el real sacerdocio de servidores. En cuanto a nuestra doctrina, no existe el clero ni el laicado entre nosotros; pero, en la práctica, hay quienes ofrecen oraciones que corresponden a un “laico”, mientras que otros ofrecen oraciones que corresponden a un servidor. Nosotros mismos podemos discernir que existe una diferencia entre las oraciones. Todos somos sacerdotes, pero muchos son perezosos y se rehúsan a servir. Ellos sólo disfrutan del pecho mecido, no del muslo elevado. Esta tipología en Levítico presenta un cuadro completo de nuestra situación actual.
Todo el que desee comer de la ofrenda de paz debe estar limpio, sin pecado. Este tema es tratado exhaustivamente en 1 Corintios 11, donde se destaca que es posible participar de la mesa del Señor indignamente (v. 27). En 1 Corintios 5 se nos dice qué clase de personas son inmundas y deben ser excluidas de la comunión del Cuerpo del Señor.
El enfoque de esta lección es el siguiente: Cristo, la ofrenda de paz que ofrecemos al Padre, tiene como finalidad el disfrute de Dios y el de todos los participantes en la adoración realizada en la impartición de Dios.