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Mensajes del libro «Lecciones de vida, tomo 2»
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LECCION VEINTICUATRO

OFRECER LAS RIQUEZAS MATERIALES

  (Ya que esta lección es más extensa, se sugiere que se lea en dos partes, comenzando la segunda con la sección titulada “El uso” en la página 104).

  Desde el momento en que surgió un problema entre el hombre y Dios por causa de la caída, y el hombre dejó la posición en la que tomaba a Dios como su todo, las riquezas materiales han sido un asunto crítico en la vida del hombre caído. El hombre, en su condición caída, cayó en las tinieblas de reconocer solamente las riquezas materiales y no a Dios, de sólo confiar en las riquezas materiales y no en Dios, y hasta de servir a las riquezas materiales, tomándolas como Dios y permitiendo que éstas reemplacen a Dios. El enemigo de Dios, Satanás el diablo, se aprovechó de la condición caída de los hombres, entrando en ellos y engañándolos para que adorasen ídolos, tal como el dios de las riquezas, a fin de que obtengan riquezas y ganancias. Estando detrás de estos ídolos, él suplanta la adoración y servicio de los hombres, los cuales corresponden a Dios. Por esta razón, el Señor Jesús nos dijo que “no podéis servir a Dios y a las riquezas [lit., mammón]” (Mt. 6:24). Literalmente, la palabra servicio mencionada aquí por el Señor se refiere al servicio de un esclavo, tal como hemos visto en la lección anterior. Esto nos dice que Satanás, por un lado, utiliza las riquezas materiales para seducir a la gente a fin de que le adoren, y por otro, los esclaviza a las riquezas materiales, haciéndolos avaros. Sin embargo, nosotros hemos recibido la misericordia de Dios y la salvación del Señor que nos ha liberado de la autoridad de Satanás y nos ha hecho volver a Dios (Hch. 26:18). Después de haber recibido la salvación de Dios de esta manera, se nos presenta un asunto de nuestro vivir práctico, esto es: qué debemos hacer con las riquezas materiales que Satanás usó en el pasado para engañarnos, así como para engañar a todo el mundo. ¿Cuál debe ser nuestra intención y actitud hacia las riquezas materiales? En particular, ¿cómo debemos manejar estas riquezas materiales? ¿Deberíamos ser igual a cómo éramos en la vieja manera de vivir antes de ser salvos? ¿O debemos tener un cambio respecto a nuestras riquezas materiales conforme a la salvación que nos liberó de la autoridad de Satanás y nos convirtió a Dios? En la palabra de Dios hallada en la Biblia, hay instrucciones claras en cuanto a este asunto. En las últimas veintitrés lecciones abarcamos diecisiete temas tocante a los varios asuntos cruciales entre nosotros y Dios. Ahora vamos a considerar el asunto de la ofrenda de las riquezas materiales.

I. LA DADIVA DE DIOS

  1) “Ni pongan la esperanza en lo inseguro de las riquezas, sino en Dios, que nos provee todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Ti. 6:17). Esta palabra expone las maquinaciones de Satanás para engañar a los hombres, mostrándonos que todas las cosas materiales y el disfrute en nuestro vivir que aparentemente vienen de las riquezas inciertas realmente vienen de Dios. Estas nos son suministradas por el rico don de Dios. Por lo tanto, no debemos poner nuestra esperanza en las engañosas e inciertas riquezas materiales, sino en el mismo Dios quien nos da todas las cosas para que las disfrutemos.

  2) “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas” (3 Jn. 2). La prosperidad aquí se refiere a la abundancia y prosperidad materiales. Esto indica que el disfrute de las cosas materiales de los que son salvos y pertenecen a Dios proviene de Dios como resultado de la prosperidad que El hace de nuestras cosas materiales. Por nuestra parte debemos esforzarnos en nuestros negocios, y la Biblia también requiere que aprendamos a mantener buenas obras para los casos de necesidad (8, Tit. 3:14). Sin embargo, sin la bendición de Dios, todas nuestras labores, esfuerzos y arduas empresas producirán poco. Así que con respecto a este asunto de la provisión material, a diferencia de la gente del mundo que confía solamente en sus propias habilidades, nosotros tenemos que aprender a poner nuestra esperanza en Dios.

  3) “Y el que liberalmente provee de semilla al que siembra” (2 Co. 9:10). La Biblia considera la ofrenda de las riquezas materiales como una siembra. La semilla es provista por Dios y proviene de Dios. Esto revela que las riquezas materiales que los creyentes ofrecen a Dios originalmente provienen de Dios y son dadas por Dios. Así que ofrecemos a Dios lo que El nos ha dado.

II. EL MANDATO DEL SEÑOR

  1) “No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra ... sino acumulad para vosotros tesoros en el cielo” (Mt. 6:19-20). Necesitamos ver esta palabra del Señor desde el punto de vista de acumular riquezas materiales. Acumular riquezas materiales es ahorrar lo que sobre de las ganancias del hombre después que sus necesidades normales hayan sido satisfechas. Aquí, el Señor nos manda que no acumulemos en la tierra estas riquezas excedentes, sino que las acumulemos en el cielo, es decir, que las gastemos en el Padre celestial, al hacer tales cosas como ayudar a los que están en necesidad, ganando así amigos con ellas (Lc. 16:9) y avanzando Su evangelio (Fil. 1:5).

  2) “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en lo inseguro de las riquezas, sino en Dios, que nos provee todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, que estén prestos a repartir sus bienes, dispuestos a compartir; acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para lo por venir, a fin de que echen mano de la vida que lo es de verdad” (1 Ti. 6:17-19). Este es el mandato del apóstol, el cual es simplemente el mandato del Señor a nosotros. La expresión “los ricos” se refiere a los que tienen exceso de sus ganancias después que sus necesidades normales hayan sido satisfechas. Hacer bien y ser ricos en buenas obras se refieren a distribuir del exceso de nuestro vivir a los que están en necesidad. Ser rico en hacer bien y en buenas obras es ser dadivoso y generoso. Esto es también acumular tesoros en el cielo, atesorando para sí buen fundamento para el futuro. Hacer esto nos permitirá que echemos mano, es decir, que poseamos, utilicemos y disfrutemos lo que verdaderamente es vida, la vida eterna de Dios. Ahorrar en la tierra el exceso de las riquezas de nuestro vivir es echar mano y hacer uso de nuestra vida natural; mientras que ahorrar lo mismo en el cielo, gastándolo en Dios, es echar mano y emplear la vida eterna de Dios.

III. LA PROMESA DEL SEÑOR

  1) “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo” (Lc. 6:38). Esta es una promesa hablada por la propia boca del Señor. Si por amor a Dios estamos dispuestos a distribuir nuestras riquezas materiales a los que están en necesidad, ciertamente El nos dará en nuestro regazo lo que es rico y abundante, medida buena, apretada, remecida y rebosante. El no nos dará en nuestras manos lo que es escaso y limitado. ¡Qué ganga es ésta!

  2) “Recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35). En cuanto a las riquezas materiales, los seres humanos, quienes están engañados por Satanás, solamente reciben y no dan. Querer recibir y no dar es la artimaña de Satanás, la cual hace que el hombre pierda la bendición de Dios. El mejor modo de ser bendecido por Dios en las riquezas materiales es dar, no recibir, tal como el Señor mismo hizo por nosotros. Así que, el Señor mismo nos prometió que más bienaventurado es dar que recibir. Miríadas de creyentes que por todos los siglos han creído en la palabra del Señor y la han practicado confirman por su experiencia lo fidedigno de esta promesa.

  3) “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra con bendiciones, con bendiciones también segará” (2 Co. 9:6). Esta es una ley natural establecida por el Señor en el reino biológico. Esta ley contiene Su promesa. Ofrecer las riquezas materiales es como sembrar. Ya que la siembra con el tiempo trae la cosecha, el que siembra escasamente segará escasamente, y el que siembra generosamente segará generosamente. Ante los ojos del hombre, ofrecer las riquezas materiales es entregar sus riquezas. Sin embargo, ante los ojos de Dios, tal ofrenda es un tipo de siembra que resultará en la cosecha. El que ofrece poco cosechará poco, y el que ofrece mucho cosechará mucho. Debemos creer en la promesa del Señor que está en esta ley.

  4) “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi Casa: Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Mal. 3:10). Los “diezmos” son la suma legal de la ofrenda que Dios exigía de la cosecha de los israelitas en el Antiguo Testamento. El alfolí se refiere al lugar en el templo del Antiguo Testamento donde se guardaban todas las ofrendas del pueblo para Dios. Mi Casa se refiere al templo de Dios en el Antiguo Testamento. Esta palabra exhibe de manera sobreabundante la promesa infinitamente rica de Dios. Aunque fue hablada a los israelitas en el Antiguo Testamento, en principio también se aplica a los creyentes del Nuevo Testamento. Si ofrecemos a Dios todo lo que le pertenece, para que la iglesia sea ricamente suministrada, Dios nos abrirá las ventanas del cielo y derramará sobre nosotros bendición de modo que no habrá forma para contenerla. Esta es una promesa solemne de Jehová de los ejércitos. Podemos probarlo, dándole ofrendas conforme a Su promesa.

IV. EL USO

  1) Para la necesidad de la iglesia. En el Antiguo Testamento, Dios deseaba que cada uno de entre Su pueblo, los israelitas, le ofreciera un rescate por su alma. Esta ofrenda era para el uso de la morada de Dios, es decir, el tabernáculo y el templo (Ex. 30:11-16). La iglesia es hoy el verdadero tabernáculo de Dios (la morada, Ef. 2:22) y el verdadero templo (1 Co. 3:16-17). Nosotros, todos los creyentes del Nuevo Testamento, también debemos hacer ofrendas a Dios para cubrir los gastos de las diferentes necesidades de la iglesia donde estamos.

  2) Para el progreso del evangelio: “Por vuestra comunión en el progreso del evangelio, desde el primer día hasta ahora” (Fil. 1:5). En este versículo, la comunión significa participación y disfrute. Desde el primer día en que los creyentes filipenses fueron salvos hasta el día en que Pablo les escribió esta epístola, ellos continuamente suplieron las necesidades de Pablo en su predicación del evangelio. Lo hicieron con sus riquezas materiales para el progreso del evangelio. Así ellos participaron en el progreso del evangelio y lo disfrutaron con Pablo. Esto nos dice que una vez que somos salvos, debemos ofrecerle a Dios el rico excedente de nuestras riquezas materiales, las cuales El nos da para el progreso de Su evangelio.

  3) Abastecer a los siervos del Señor: “Filipenses ... me enviasteis una y otra vez para mis necesidades [las del apóstol Pablo]” (Fil. 4:15-16). Los que sirven al Señor a tiempo completo no tienen tiempo para ganarse la vida por medio de una profesión. Así que, existe la necesidad de que los creyentes los suplan con las riquezas materiales que ellos ofrecen al Señor. 1 Timoteo 5:17 nos dice que los creyentes deben suministrar riquezas materiales a los ancianos que gobiernan bien y a los que trabajan en predicar la palabra de Dios y en enseñar (los ancianos locales).

  4) Abastecer a los santos en necesidad:

  1. “Contribuyendo para las necesidades de los santos” (Ro. 12:13). Este versículo muestra que debemos suministrar riquezas materiales a los santos que están carentes o en necesidad. Esto también es uno de los usos de nuestra ofrenda de las riquezas materiales.

  2. “Solamente ... que nos acordásemos de los pobres” (Gá. 2:10). Debemos también acordarnos de los pobres (con el énfasis en los pobres entre los creyentes), suministrándoles las riquezas materiales que hemos recibido de Dios.

V. LA CANTIDAD

  1) “...cada uno según haya prosperado, determinaron enviar bienes para ministrar” (Hch. 11:29); “Cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado...” (1 Co. 16:2). Hemos visto anteriormente que, según 3 Juan 2, la prosperidad es la bendición de Dios para que seamos prosperados. Debemos determinar la cantidad de nuestra ofrenda para Dios basados en la condición de nuestra prosperidad debido a Su bendición. Cada persona debe determinar su propia cantidad según lo que uno tiene, no según lo que no tiene (2 Co. 8:12).

  2) “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra con bendiciones, con bendiciones también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Co. 9:6-7). En nuestra ofrenda de riquezas materiales, segaremos poco si sembramos poco, y segaremos mucho si sembramos mucho. Cada persona debe proponer en su propio corazón cuánto debe ofrecer sin tristeza o por necesidad, puesto que Dios ama al dador alegre.

VI. EL MODO

  1) “Con muchos ruegos nos pidieron la gracia y la participación en la ministración a los santos. Y ... se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por medio de la voluntad de Dios” (2 Co. 8:4-5). Las iglesias de Macedonia les suministraron sus riquezas materiales a los santos de Judea que estaban en necesidad, por un lado, rogándoles a los apóstoles por una porción en la gracia y la comunión de tal ministerio, y por otro, dándose primeramente al Señor y luego a los apóstoles por la voluntad de Dios. Esto nos muestra que el modo más aceptable al Señor de ofrecer las riquezas materiales es ofrecernos primeramente al Señor y luego a los apóstoles que nos cuidan, y finalmente pedirles el privilegio de participar en tal gracia y comunión.

  2) “Guardaos de hacer vuestra justicia [dando limosna] delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen toda su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt. 6:1-4). Para cualquier uso que ofrezcamos nuestras riquezas materiales, no debemos hacerlo intencionalmente para que otros lo vean y seamos glorificados y recompensados por los hombres; de otro modo, no recibiremos recompensa del Padre que está en los cielos. Por lo tanto, no debemos permitir que nuestra mano izquierda sepa lo que hace la derecha. Debemos ofrecer en secreto de modo que el Padre celestial, quien ve lo que hacemos, nos pague, recompensándonos y premiándonos según Sus promesas para con nosotros ya anteriormente mencionadas.

  Según el mandato del Señor en estas palabras, debemos hacer todo lo posible en no dejar que otros sepan de nuestra ofrenda de riquezas materiales. Las donaciones o las contribuciones en público deben ser evitadas. Por esta razón, hemos puesto cajas de ofrendas en los lugares de reunión a fin de permitir que los santos depositen su ofrenda en estas cajas de una manera secreta. Esto iguala a la manera en que el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento ponía su dinero dentro del arca (2 R. 12:9).

VII. EL SIGNIFICADO

  1) La comunión con el que recibe: “La gracia y la participación en la ministración a los santos” (2 Co. 8:4). Abastecer a los santos con las riquezas materiales es una comunión que trae gracia mutua tanto al que da como al que recibe.

  2) Justicia para con los hombres ante Dios: “Esparció, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre” (2 Co. 9:9). Dar riquezas materiales a los pobres es justicia para con los hombres ante Dios. Dios cuida de los pobres y desea que Su pueblo también cuide de ellos (Dt. 15:7-8). “A Jehová presta el que da al pobre” (Pr. 19:17). Esta es una ley establecida por Dios que regula la relación entre los seres humanos. Así que, si practicamos conforme a esta ley de Dios, nuestra justicia para con los hombres ante Dios permanecerá por siempre. En la constitución del reino, el Señor Jesús también consideró que dar limosnas era justicia (Mt. 6:1-4). Si nosotros que vivimos en el reino de los cielos del Señor no damos limosna y no damos de nuestras riquezas materiales para el uso de Dios, quebrantamos la ley más alta del reino. Dar a los pobres de las riquezas materiales que Dios nos ha dado no es solamente bondad (He. 13:16), sino también justicia. Puede que hagamos o no el bien, pero es imperativo que hagamos justicia puesto que es nuestro deber. Si dejamos de hacer justicia, somos injustos para con los hombres ante Dios.

  3) Un sacrificio que agrada a Dios: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (He. 13:16). “Habiendo recibido ... lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios” (Fil. 4:18). Aquí hacer bien se refiere a la distribución de las riquezas materiales a otros, lo cual es, ante Dios, un sacrificio agradable a El. Nuestra ofrenda de las cosas materiales para los siervos de Dios también es un sacrificio aceptable que le agrada a El.

  4) Un olor fragante agradable a Dios: “Habiendo recibido ... lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios” (Fil. 4:18). El olor fragante aquí se refiere al olor grato del holocausto (Gn. 8:20-21; Lv. 1:9). La ofrenda que damos para los siervos de Dios no solamente es un sacrificio para Dios, sino también es un olor fragante de un holocausto que es agradable a Dios. Esto revela que el sacrificio en estos versículos es como un holocausto que le satisface y le agrada.

  Los cuatro significados de la ofrenda de las riquezas materiales mencionados anteriormente deben mostrarnos la importancia y el valor de tales ofrendas. Cuando nosotros los que somos de Dios nos ofrecemos a El para Su uso, aquello que fue considerado por Dios como “riquezas injustas” [arameo, Mammón de injusticia] (Lc. 16:9), es decir, como riquezas engañosas (Mt. 13:22) y riquezas “inciertas” (1 Ti. 6:17), las cuales “faltan” (Lc. 16:9), éste puede realmente llegar a ser nuestra “comunión” con los santos, nuestra “justicia” para con los hombres ante Dios, un “sacrificio” aceptable a Dios y un agradable y “fragante olor” para El. ¡Las riquezas que engañan a los hombres, corrompen a los hombres y destruyen a los hombres pueden realmente llegar a ser sobresalientes bendiciones que tenemos ante Dios! Todo esto depende de nuestra ofrenda de las riquezas materiales.

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