
Obedecer la enseñanza de la unción en la lección anterior se relaciona con obedecer el sentir de vida en la lección treinta y dos. De la misma manera, el tema de esta lección —andar conforme al espíritu— y obedecer la enseñanza de la unción en la lección anterior, son una cosa. Por consiguiente, estos tres —obedecer el sentir de vida, obedecer la enseñanza de la unción, y andar conforme al espíritu— son tres aspectos de una sola cosa. La obediencia al sentir de vida está relacionada con Cristo como vida y es un asunto de vida; la obediencia a la enseñanza de la unción está relacionada con el ungir y el mover del Espíritu Santo como el ungüento, y es un asunto del Espíritu de vida; el andar conforme al espíritu mezclado, y no sólo es un asunto del Espíritu de vida, sino también de nuestro espíritu regenerado. Estos tres unen a Cristo, quien es vida, al Espíritu de vida, y a nuestro espíritu regenerado. Cristo como vida hace que tengamos el sentir de vida; el ungir y mover del Espíritu Santo hace que seamos enseñados por el Espíritu; y el mezclarnos en un espíritu con el Espíritu de vida del Señor, hace que andemos en nuestro espíritu conforme al sentir de la vida del Señor, el cual proviene del mover del Espíritu de vida. Esto es el Dios Triuno procesado mezclándose con nosotros como una sola entidad. Esta mezcla se realiza en Cristo, quien se hizo el Espíritu vivificante, por medio del Espíritu de vida como Su expresión consumada, y en nuestro espíritu regenerado. Como resultado de esta mezcla el Dios Triuno lleva a cabo Su economía neotestamentaria, esto es, Su economía eterna.
1) “...el que se une al Señor, es un solo espíritu con El” (1 Co. 6:17).
El Nuevo Testamento nos revela clara y enfáticamente que nosotros, quienes fuimos regenerados por el Espíritu Santo para tener al Espíritu de vida de Dios residiendo en nuestro espíritu regenerado, somos un espíritu con el Señor. Esto significa que nuestro espíritu regenerado y el Espíritu de vida que nos regeneró, están mezclados como un espíritu. En los versículos del Nuevo Testamento tales como Romanos 8:4, y también los versículos 5 y 6, así como Gálatas 5:16 y 25, la palabra espíritu se refiere a este espíritu mezclado, el cual es el Espíritu de Dios y también nuestro espíritu. Por un lado, es nuestro espíritu; por otro, es el Espíritu de Dios. El apóstol Pablo estaba lleno de las experiencias de este espíritu mezclado. Por lo tanto, él nos dijo que anduviésemos conforme a este espíritu mezclado. Esto no es simplemente andar conforme al Espíritu de Dios, sino andar siguiendo nuestro espíritu regenerado, en el cual reside el Espíritu de vida de Dios.
1) “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos [vivimos y andamos] conforme a la carne, sino conforme al espíritu” (Ro. 8:4).
Conforme al deseo del Dios Triuno, quien se mezcló con nosotros, nuestro vivir como creyentes no solamente es un vivir en conformidad con las Escrituras, ni meramente un vivir que es “santificado” y “victorioso”, sino un vivir que es un andar conforme al espíritu en nosotros, cuyo espíritu es la mezcla de dos espíritus como uno solo. Este vivir hace que nuestra carne, nuestro “yo”, nuestra alma y nuestra vida natural pierdan su posición y función, y permite que el Dios Triuno procesado, el Padre, el Hijo, y el Espíritu, gane el terreno completo en nosotros a fin de que El alcance la meta de mezclarse con nuestro ser tripartito, el espíritu, el alma y el cuerpo, es decir, para que nosotros seamos completamente ocupados por El, llenos de El y saturados de El, tomándolo como nuestra vida, nuestra persona y nuestro todo, a fin de que seamos completamente uno con El para ser Su expresión plena. Esta experiencia sobrepasa con mucho lo que es expresado mediante términos espirituales tales como obedecer a Dios, ser santificado para Dios, permanecer en el Señor, y tener comunión con el Señor. Este vivir no sólo satisface los requisitos justos de la ley de Dios de modo que, con respecto a Su justicia, El ya no sea más estorbado; sino que también lleva a cabo el propósito de la economía de Dios, de modo que El esté completamente satisfecho con respecto a Su santidad, y no tenga ninguna escasez con respecto a Su gloria.
1) “Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne” (Gá. 5:16).
La palabra andad en este versículo es la misma que la que está en Romanos 8:4. Se refiere al andar general en nuestro vivir, y es diferente del andar en Gálatas 5:25, el cual es conforme a una regla.
2) “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gá. 5:25).
Andar conforme a una regla se refiere a andar en una línea definida, por una regla definida. Aunque éste es también un “andar por el Espíritu” en nuestro vivir, no es un andar general, sino específico y conforme a una regla definida. En Gálatas 6:15 y 16, Pablo, el autor del libro, nos aconseja que debemos andar conforme a “esta regla”, la cual tiene como nada a la circuncisión, y tiene como asunto crucial el ser una persona de la nueva creación. Las dos clases de andar en nuestro vivir como creyentes, ya sea el andar general o el andar específico que es según una regla definida, deben ser conforme al espíritu en nosotros, el cual es la mezcla de los dos espíritus como uno solo.
1) “No andamos [vivimos y andamos] conforme a la carne, sino conforme al espíritu” (Ro. 8:4).
Puesto que vivir y andar conforme al espíritu es tan crucial como se indicó anteriormente, no debemos vivir y andar conforme a la carne sino conforme al espíritu. Realmente, cualquier vivir y andar que es conforme a otras cosas aparte del espíritu, es un vivir y un andar conforme a la carne. Si no andamos conforme al espíritu pero nos esforzamos en andar conforme a la Biblia, realmente andamos conforme a la carne, aunque no en una forma aparente. Esto es debido a que guardamos las palabras de la Biblia con nuestras propias fuerzas, así como los israelitas guardaron la ley con su propio poder. Uno que anda conforme al espíritu hace todo mediante el espíritu y no por sus propias fuerzas. De esta manera, nuestro andar no es simplemente hacer lo que agrada a Dios según Su voluntad, sino llevar a cabo lo que Dios quiere que hagamos mediante El mismo, quien es el Espíritu Santo mezclado con nuestro espíritu.