
En el aspecto de vida de la plena salvación preparada por Dios para nosotros, la transformación en vida que experimentamos nos hace crecer espontáneamente en la vida espiritual hacia la madurez. Por consiguiente, nuestra experiencia entra en el aspecto de la madurez en el crecimiento de vida.
En griego, la palabra “madurar” significa “el punto final”. Cuando se usa para describir organismos denota terminación, pleno desarrollo y madurez. Esta palabra se usa muchas veces en el Nuevo Testamento, refiriéndose al pleno desarrollo, madurez y perfección de los creyentes en la vida de Dios que ellos reciben en el momento en que son regenerados. Esto indica que aunque recibimos la vida de Dios cuando somos regenerados, después de la regeneración todavía necesitamos crecer y madurar en esta vida hacia la perfección en esta vida.
1) “...habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Pues todo aquel que participa de la leche ... es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez” (He. 5:12-14).
Estos versículos nos muestran nuestra necesidad de crecer y madurar en la vida espiritual. Si no crecemos ni maduramos, permaneceremos en la etapa de la niñez, incapaces de comprender la palabra de justicia de Dios, la cual se asemeja al alimento sólido. Por lo tanto, tal como los creyentes hebreos de los primeros días, seremos incapaces de comprender la revelación de la palabra de Dios que es más profunda, y siendo así incapaces de participar en la economía neotestamentaria de Dios. Se puede hablar la sabiduría en la economía de Dios solamente a las personas maduras (1 Co. 2:6). Para entrar en la economía neotestamentaria de Dios, en el plan eterno de Dios, se requiere que crezcamos y maduremos en la vida de Dios.
2) “A un hombre de plena madurez ... para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de enseñanza en las artimañas de los hombres en astucia, con miras a un sistema de error” (Ef. 4:13-14).
Después de ser regenerados como creyentes, aunque tal vez ya no somos más recién nacidos en la vida de Dios, todavía podemos ser niños fluctuantes, fácil de ser llevados por doquiera de todo viento de doctrina, engañados e inducidos en astucia, con miras a un sistema de error, y así ser embaucados por Satanás. Necesitamos crecer y madurar para que comprendamos la revelación de Dios y conozcamos Su economía y plan, y al mismo tiempo no seamos engañados ni embaucados por Satanás.
1) “A quien [a Cristo] anunciamos [nosotros, los apóstoles], amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre” (Col. 1:28); “El cual [un colaborador del apóstol] ... siempre combatiendo por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y plenamente seguros en todo lo que Dios quiere” (Col. 4:12).
En el texto griego la expresión “estéis firmes” del segundo versículo está en la voz pasiva, significando “puesto” o “presentado y exhibido”, y corresponde con la palabra “presentar” en el primer versículo. Estos dos versículos en el libro de Colosenses nos muestran que el obrar en Cristo de los apóstoles por los creyentes, y su lucha en oraciones por ellos, es para el crecimiento y madurez de los creyentes, a fin de que sean presentados y exhibidos perfectos y maduros delante de Cristo.
1) “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt. 5:48).
La palabra “pues” al comienzo de este versículo indica que la palabra aquí mencionada es la conclusión de la ley de la nueva vida en la constitución del reino, la cual el Señor decretó en el texto precedente, en los versículos del 17 al 47. En esta conclusión, el Señor nos manda a ser perfectos (en vida) como nuestro Padre celestial es perfecto. Ser perfecto en vida es crecer y madurar en vida. El Señor nos manda a ser así en la conclusión de la ley de la nueva vida en el reino de los cielos, porque somos hijos nacidos de nuestro Padre y con la vida de nuestro Padre. Esta vida es capaz de hacernos perfectos en la vida de nuestro Padre, así como nuestro Padre es perfecto. Por consiguiente, este mandamiento del Señor está basado en la vida divina del Padre y también se cumple por la vida divina del Padre. La vida divina del Padre es capaz de hacernos perfectos en vida, así como El es perfecto. Esto no solamente es un mandamiento del Señor para nosotros, sino que también es lo que el Señor espera de nosotros. Deberíamos interesarnos por el deseo del corazón de Dios, por guardar Su mandamiento, y por crecer y madurar por la vida del Padre dentro de nosotros, cumpliendo así la voluntad del Dios Triuno.
1) “Por tanto, dejando ya la palabra de los comienzos de Cristo, vayamos adelante a la madurez” (He. 6:1).
La expresión “la palabra de los comienzos de Cristo” se refiere a la palabra del evangelio respecto a nuestra salvación y regeneración efectuadas por Cristo, es decir, se refiere a la palabra de la salvación de Dios que nos inicia en la vida espiritual. Este versículo nos exhorta a que dejemos la palabra de los comienzos de Cristo, es decir, los rudimentos de nuestra vida espiritual, y que vayamos adelante a la madurez en la vida espiritual. Esto es crecer y madurar en la vida espiritual.
2) “No que ... ya haya sido perfeccionado [maduro en vida]; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús [para que le ganara] ... yo mismo no considero haberlo ya asido [a Cristo]; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta [Cristo] para alcanzar el premio [Cristo] del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús. Así que, todos los que hemos alcanzado madurez [en vida], pensemos de este modo” (Fil. 3:12-15).
En este pasaje el apóstol Pablo nos dice cómo él prosiguió el crecimiento y la madurez en la vida de Cristo. En este asunto nunca se contentaba consigo mismo, sino que siempre proseguía, olvidando lo que quedaba atrás, y extendiéndose a lo que estaba delante, prosiguiendo a Cristo, quien es la meta y el blanco. El hizo esto a fin de ganar a Cristo para crecer y madurar en Su vida. Con su propio proseguimiento como patrón, exhortaba a los creyentes que guiaba y cuidaba, para que fueran como él y siguieran adelante en la vida de Cristo para ganar a Cristo por completo a fin de que crecieran y maduraran. Finalmente, Pablo dijo que todos los que somos (relativamente) maduros debemos tener este mismo sentir y tomarlo como la meta.
1) “Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación” (1 P. 2:2).
El requisito previo para la madurez de la vida espiritual es el continuo crecimiento en esta vida. Tan pronto como un creyente sea regenerado y llegue a ser un niño espiritual recién nacido, debe desear la palabra de Dios en la Biblia como la leche espiritual no adulterada para que crezca en su vida espiritual.
2) “Yo [Pablo] planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Co. 3:6).
En la vida espiritual, por un lado, un creyente es una persona con la vida espiritual, y por otro, es como una planta cultivada en la labranza de Dios (1 Co. 3:5-9). Ya sea como persona o como planta, un creyente necesita crecer para poder llegar a ser maduro. Por lo tanto, el crecimiento continuo es un requisito previo para llegar a ser perfectos y maduros.
3) “Sino que asidos a la verdad [Cristo] en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo” (Ef. 4:15).
En la vida espiritual, crecemos abrazando en amor a Cristo como la verdad, y creciendo en todo hacia Cristo como la Cabeza de todo. Este tipo de crecimiento, el cual toma a Cristo como la verdad, y el cual crece hacia Cristo, es un requisito previo adicional para nuestra perfección y madurez.
4) “...asiéndose de la Cabeza [de Cristo], en virtud de quien todo el Cuerpo, recibiendo el rico suministro y siendo entrelazado por medio de las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios” (Col. 2:19).
Este versículo indica que la iglesia como Cuerpo de Cristo crece con el crecimiento que da Dios, asiéndose a Cristo como la Cabeza, recibiendo del rico suministro de El, la Cabeza, mediante las coyunturas de Su Cuerpo y uniéndose por los ligamentos de Su Cuerpo. Este crecimiento en el Cuerpo de Cristo también es un requisito previo para nuestro crecimiento y madurez en la vida de Cristo. Este requisito previo tiene su consumación en el crecimiento de este Cuerpo de Cristo.
1) “Hasta que todos lleguemos ... a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:13).
Aquí el varón perfecto se refiere a la iglesia como Cuerpo de Cristo que crece hasta llegar a ser un hombre maduro. La plenitud de Cristo indica el Cuerpo de Cristo llegando a ser Su expresión. En resumen, la medida de la estatura es simplemente la estatura. Esta estatura es la iglesia como Cuerpo de Cristo que crece hasta la estatura de Cristo. Este es el último y pleno resultado del crecimiento y madurez de los creyentes mediante la vida de Cristo en Su Cuerpo. Nuestra transformación en la vida de Cristo nos hace semejantes a El en la imagen de Su esencia; nuestra madurez en la vida de Cristo nos hace semejantes a El en la medida de Su estatura. Por consiguiente, por un lado, tenemos Su imagen, y por otro, tenemos Su estatura.